Capitulo III (Segundo Escrito)
LA VERDAD NO SE PUEDE BUSCAR
LA REALIDAD ESTÁ JUSTO AHI.
El LSD, la marihuana, la mezcalina o cualquier otra droga, solamente te producen un buen dormir, y al dormir bien, sueñas. Esos sueños están llenos de color, y tu vida es tan pobre y está tan llena de sufrimiento que prefieres vivir esos sueños a vivir en esta miserable vida. Preferirías (si esta fuera la única elección) vivir en un hermoso sueño antes que vivir en esta vida miserable.
Esta vida es como una pesadilla. Aunque lo único que te dé la droga sea un sueño luminoso, lleno de color, tridimensional, ¿por qué no tomarla? Porque ¿qué hay en esta vida? Y como la vida es tal caos prefieres los sueños. Las drogas, el alcohol, o cualquier otra clase de sustancia embriagadora, han sido usados siempre por la gente religiosa. Pero a través de ellos nunca se alcanza la realidad.
A través de ellos caes en un estupor, en un coma. Y en este coma puedes soñar. Y si has estado pensando mucho en Dios, puedes ver a Dios, porque puedes proyectar tus propios sueños. Los sueños se pueden guiar, dirigir. Si has estado pensando mucho en Cristo, entonces bajo la influencia de la droga se te aparecerá Cristo.
Es tu propia mente jugando contigo. Si has estado muy apegado a Krishna entonces ahí estará él, de pie, con la flauta en sus labios, bailando y cantando. Si un hindú, un devoto de Krishna, toma LSD, verá a Krishna, y un cristiano verá a Jesús, y un budista a Buda; pero eso tan sólo son proyecciones de la mente.
La realidad es triste, pero no persigas sueños, porque si eso es lo que quieres sólo hay una manera de hacerlo: ayudar a la consciencia a volverse inconsciente de nuevo. Una pequeña parte ha salido de la inconsciencia, y esa es la belleza del ser humano.
La agonía y el éxtasis de haberse convertido en una isla en medio de la inmensidad de la inconsciencia, pero esta es su belleza. Esta isla tiene que crecer más y más hasta convertirse en un continente.
A través de las drogas se sumergirá de nuevo bajo el agua, vivirás de nuevo como los animales, o como los árboles, que son hermosos en sí mismos, pero cuya forma de vida no es digna de ti porque de esta manera pierdes mucho. Y podrías haber alcanzado la realidad; esta isla podría haberse convertido en un continente.
Pero esto no ocurre solamente con las drogas; existen también otros medios sutiles para hacer que el consciente se vuelva inconsciente. Por ejemplo a través de la música, a través de cánticos. Si repites un mantra continuamente te dormirás, porque cualquier cosa monótona te llevará al coma. Existen medios sutiles, aparentemente diferentes a las drogas.
Se usan en todos los templos, en todas las iglesias; y en los templos y en las iglesias están en contra de las drogas, sin darse cuenta de lo que están haciendo. También allí se está usando una droga muy sutil, no tan burda como el LSD o la marihuana, pero aún así es una droga; porque al repetir una cierta palabra continuamente, te produce sueño, no puede producirte otra cosa. Te relajas. El mismo canturreo te produce un profundo aburrimiento.
Al repetir la misma palabra (ram, ram, ram) una y otra vez... ¿Qué otra cosa podría ocurrir? Porque la mente sola mente permanece atenta si ocurre algo nuevo, si no la mente se va a dormir. Si está ocurriendo algo nuevo, la mente está alerta. Si no ocurre nada nuevo, sólo ram, ram, ram, un canturreo, y sabes que va a seguir así infinitamente, la mente empieza a dormirse. Todas las madres lo saben. Cuando el niño no se duerme le repiten algún estribillo, muy simple, de dos o tres palabras, y lo repiten una y otra vez; una canción de cuna. Se convierte en un mantra, y el niño se duerme.
A la mente le ocurre lo mismo (no importa que seas un niño o un anciano), a la mente se la pone a dormir con canciones de cuna; pero el proceso es el mismo. Hay que parar el pensar, pero no volviéndose inconsciente. Hay que parar el pensar haciéndose más consciente, más alerta, más atento, dándose uno más cuenta, para que la energía que se pone en el pensar se mueva hacia ser consciente y surja en ti un testigo. Así que recuerda, no hay que parar el pensar a través de cánticos, sino convirtiéndose en un testigo del proceso del pensar; mirándolo, observándolo, siendo un observador en la distancia, siendo alguien que observa desde lo alto, desde la colina, mirando, viendo... Si miras y penetras profundamente en las palabras, empezarán a desaparecer.
Se formará un lapso, un intervalo. Las nubes desaparecerán y se verá el cielo azul. Entonces estarás alerta, sensible; no en coma.
Se disolverá más inconsciencia en la consciencia; tu llama crecerá, más alta, más viva, y podrás ver más, tocar más, oler más.
Y tus acciones desarrollarán una nueva cualidad, la cualidad de la divinidad. Cuando un buda te toca, su forma de tocar es diferente. Tú también tocas, también sientes algunas veces la diferencia. Tocas a un hombre de una forma casual, le das la mano pero él no está presente. Sientes que su mano está muerta, cerrada; te saluda con una mano muerta. Puedes sentir que te han dado la mano pero que no te la han dado; que ha sido algo diplomático. La mano no estaba viva, no tenía calor, no se encontraba y se fundía con la tuya. En cambio otras veces te dan la mano con amor, y entonces hay una fusión, la energía fluye a través de esa mano, es una apertura. A través de la mano el ser viene a encontrarse contigo. Es cálida, está viva, confía en ti.
Cuando un buda te toca, es absolutamente distinto, la cualidad ha cambiado. Porque siempre que la consciencia es total, absoluta, todas las acciones se vuelven totales. Cuando toca, todo su ser se convierte en tacto. No es ninguna otra cosa. Todo su ser está en el tacto, todo su ser fluye en él. No está en ningún otro lugar más que en el tacto. En ese momento él no es ni ojos ni oídos; en ese momento todo su ser se transforma en tacto. Se vuelve todo tacto, y te sentirás iluminado a través de su tacto; una energía se ha movido en ti. Si no estás preparado para ello puede que hasta te provoque una conmoción desagradable. Si estás preparado, entonces lo disfrutarás, te maravillará. Cuando un buda te mira, todo su ser se convierte en ojos. No puede ser de otra manera, porque no está dividido en su interior. Cuando miras, miras y a la vez haces muchas otras cosas. El pensar prosigue, y por eso estás dividido. Tus ojos no son totales. Cuando un buda te mira, sus ojos son totales. Son como un sol brillante. Te penetran, hacen un agujero en tu ser, van directamente a tu corazón. Si le dejas, nunca serás el mismo otra vez. O por el contrario, puedes permanecer cerrado y él no podrá penetrarte. Aunque te toque, tocará un cadáver; puedes quedarte cerrado. Cuando la consciencia está presente, y hay acción, la consciencia y la acción se vuelven una totalidad.
Ahora intenta comprender estas palabras, son muy hermosas. Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad; afirmar el vacío de las cosas es no ver su realidad. Negar la realidad de las cosas... HA HABIDO Filósofos que han negado la realidad de las cosas. Fíjate bien, esto se puede hacer de dos maneras.
Hay una historia preciosa. Ocurrió una vez: Akbar, el gran emperador mongol, dibujó una línea en la pared y le dijo a sus sabios que sin tocarla la hicieran más corta. Se quedaron perplejos y pensaron: «¡Eso es imposible!». Entonces uno de sus sabios, Birbal, dibujó una línea más larga al lado de la otra, sin tocar la primera.
Y al dibujar la línea más larga, la otra se volvió más corta.
Si dibujas una línea más pequeña entonces la primera se volverá mayor. Así que hay dos maneras. Una es hacer tu ser más grande; entonces el mundo se va volviendo cada vez más pequeño..., y llega un momento en el que tu ser se convierte en la totalidad, en Brahma, y el mundo desaparece, deja de existir. Y la otra manera..., esa otra manera es simplemente una artimaña, es empezar a decir que el mundo es una ilusión, maya, que no existe, que no está ahí. Negar la realidad del mundo e ir convenciéndose de que no existe, de que no es, de que es irreal, de que es sueño. Así que te convences de que el mundo es un sueño; y entonces sientes que eres real, pero ese sentimiento no es verdadero. Es tan sólo una ilusión.
La filosofía siempre hace eso; dice que el mundo no es real. Consulta a los védicos. A Shankara le ocurrió de una forma. diferente. Shankara realizó su ser: se volvió infinito, entonces el mundo desapareció, porque no puede haber dos infinitos.
Si te vuelves infinito, el mundo desaparece, lo absorbes, porque dos infinitos juntos no son posibles, sólo puede haber un infinito. Shankara se convirtió en el infinito, Brahma, lo absoluto; entonces pudo decir que el mundo es ilusorio, y estaba en lo cierto.
Pero esto no era un argumento filosófico, era un sentimiento religioso. Él lo sintió así, sintió que el mundo no existía.
Pero entonces sus seguidores se hicieron con la canción y la han estado cantando durante mil años. Ellos dicen que el mundo es ilusorio, que es maya, que no existe. Que no está ahí, que sólo existe en apariencia. A través de la filosofía puedes llegar a creer que sí..., puedes ir descartando, puedes convencerte de que no existe, puedes tratar de encontrar pruebas y argumentos que demuestren que es ilusorio. Y puedes convencer a tu mente de ello, y tendrás un sentimiento, un falso sentimiento, de que te has convertido en Brahma. Tienes que convertirte en Brahma, entonces el mundo se vuelve ilusorio, no viceversa. ¿Cómo te vas a volver Brahma si el mundo se vuelve ilusorio? Y no puede volverse ilusorio porque es tan sólo un concepto; piensa en ello. Los védicos siguen diciendo que el mundo es ilusorio, pero obsérvalos. Si les tiras una piedra, se enfadarán, se pelearán contigo. El mundo no es una ilusión; lo que ellos tienen es sólo un concepto, una filosofía. Y los filósofos pueden ser muy astutos.
Ocurrió una vez que: Un seguidor de Nagarjuna... Nagarjuna fue uno de los más grandes místicos que ha tenido la India: se hizo consciente de su ser infinito, y el mundo se disolvió.
Entonces llegaron los seguidores, y los seguidores son siempre copias, están destinados a serlo; a no ser que traten de penetrar en la realidad de ellos mismos y no tomen las palabras de su maestro como dogma.
Las palabras del maestro simplemente inspiran, provocan, ayudan, pero no se deben tomar como dogma, si no se convertirán en una filosofía. Tienes que realizarlas.
Y cuando las realizas, sólo entonces puedes decir: «Sí, el maestro tenía razón». ¿Cómo puedes decirlo antes? Pero es fácil mover la cabeza filosóficamente: «Sí». Llegaron los seguidores y uno de ellos, un gran filósofo, un hombre de muchos argumentos, demostró de muchas maneras que el mundo no existe. Fue llamado por el rey del país pues su nombre había llegado hasta la corte, y cuando acudió, el rey le preguntó: «¿De verdad crees que el mundo es irreal? Piénsatelo bien, porque yo soy un hombre peligroso. Yo no soy un hombre de palabras, soy un hombre de acción. Y haré algo que probará que el mundo no es irreal. Así que piénsatelo dos veces».
El hombre respondió: «No es cuestión de volvérmelo a pensar, lo he pensado millones de veces y estoy absolutamente convencido de que el mundo es irreal». Pero el filósofo no era consciente de lo que el rey iba a hacer. El rey tenía un elefante que estaba loco; mandó llevarlo al patio y allí mismo metieron al filósofo. Este comenzó a correr y a gritar perseguido por el elefante. El elefante le alcanzó.
Y en ese momento comenzó a suplicarle al rey: «¡Sálveme!. El elefante es real. ¡Retiro todo lo que he dicho!». Cuando fue salvado estaba temblando, sudando, lleno de moratones y sangrando por muchas partes. Cuando se recuperó de nuevo fue llamado ante el rey. El rey le preguntó: «¿Y ahora qué es lo que tienes que decir?».
Él contestó: «El mundo es irreal». El rey dijo: «¿Qué quieres decir? Cuando el elefante iba a matarte, dijiste que el mundo era real. ¿Y ahora cambias de opinión de nuevo?». El filósofo contestó:
«El elefante, el hombre, lo que dije: todo es irreal. El elefante, la locura del elefante, el hombre que ves delante de ti, el hombre que afirmó que el mundo era real: todo es irreal». El rey dijo: «Entonces mandaré traer de nuevo al elefante». Y el filósofo replicó: «Entonces volverá a ocurrir lo mismo otra vez: diré que es real. ¿Qué otra cosa puedo hacer?». La filosofía puede ser muy astuta. Puedes seguir engañándote a ti mismo y convencerte de que el mundo es irreal. ¿Pero qué necesidad hay de probar nada o de convencer a nadie?
La necesidad surge porque no sabes. Cuando sabes, no hay necesidad de convencer a nadie ni de discutir ni de demostrar nada. La filosofía es un sucedáneo del conocimiento. Si sabes, no hay ninguna necesidad de filosofar. Si no sabes, entonces sí hay necesidad, porque el conocimiento obtenido a través de la filosofía parece que fuera un verdadero conocimiento. No es cuestión de demostrar que el mundo es irreal.
Este sutra dice: Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad...
Y su realidad es Dios, su realidad es la verdad. Ahí está el árbol. Si niegas su realidad niegas lo Divino en él, niegas la verdad en él.
El árbol es un hecho; un hecho es sólo lo que recubre la verdad.
El pájaro es otro hecho, pero la verdad es la misma. Algunas veces la verdad se presenta en forma de pájaro, otras en forma de árbol, otras en forma de roca, y otras en forma de hombre. Todas ellas son formas. Los hechos son formas, pero en cada hecho, si profundizas, está la verdad. Si niegas todas las formas, niegas el interior sin forma. Si dices que nada es real, entonces ¿cómo puede lo Divino, cómo puede Dios ser real? Si dices que este mundo es ilusorio, entonces ¿cómo va a ser real el creador de este mundo ilusorio? ¿Cómo puede un Dios real crear un mundo irreal? Es imposible, porque la realidad viene de la realidad; la irrealidad surge de la irrealidad. Un Dios real no puede crear un mundo irreal.
Y si el mundo es irreal, el creador también será irreal. Si niegas la factibilidad de las cosas, entonces niegas la verdad.
El sutra de Sosan dice: Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad... Y esta realidad es verdad. ...afirmar el vacío de las cosas es no ver, de nuevo, su realidad. Y si dices que las cosas existen pero que están vacías, también esa es una postura filosófica; un poco mejor que la primera. La primera dice que el mundo entero es irreal, que no es, que no existe; que sólo existe en tu mente, y en ningún otro lugar; que es una proyección de tu mente, un pensamiento, que es como un sueño.
La otra filosofía, que es un poco mejor, dice que las cosas existen, pero que están vacías. Que no tienen ningún ser en ellas, que no tienen sustancia. Que están muertas, vacías por dentro. Que tan sólo son combinaciones; sin ningún ser. Que el árbol está ahí, pero sólo como una combinación; el árbol no tiene ser, no tiene atman. Si separas sus partes no quedará nada. Es como un mecanismo: si desmontas una máquina en piezas, no queda nada. Esto tampoco es verdad, porque el árbol existe como un ser, no como un compuesto. Hasta una roca tiene su propio ser. Cuando te vuelvas más sensible y observador verás que hasta una roca tiene sus estados de ánimo. Entonces cuando la roca esté feliz podrás sentir su felicidad, cuando esté infeliz podrás sentir su desdicha, y hasta cuando cante podrás sentir su canción. Pero tú necesitas muchísima sensibilidad porque, si ahora ni siquiera puedes escuchar la canción de un buda, ¿cómo vas a poder escuchar la canción de una roca? Estás ciego y sordo, eres insensible y lerdo. No eres consciente; tu consciencia es un fragmento tan pequeño que se agota en los hechos diarios, en la rutina diaria. Eres sólo lo suficientemente consciente para llegar a la oficina y regresar a casa sin tener ningún accidente en el camino; sólo esa cantidad de consciencia tienes. Pero no puedes sentir la roca, no puedes sentir el árbol. Ahora los científicos están descubriendo que los árboles tienen tal grado de sensibilidad que no te puedes ni imaginar. Los árboles le dan la bienvenida a la gente si esta es amistosa, y se cierran si es hostil. Si quien viene es el jardinero que va cortando y podando, los árboles se cierran. Aun antes de que él llegue..., en cuanto entra en el recinto, todo el jardín se cierra, porque viene el enemigo.
Gracias a profundas investigaciones, un científico llegó a la conclusión de que los árboles no sólo notan tus acciones, sino hasta tus pensamientos. Estaba trabajando en un experimento con una planta a la que habían conectado, mediante unos cables, a unos instrumentos sensibles a sus reacciones interiores. Y pensó: «¿Qué le pasará a la planta si la parto por la mitad?». La aguja del instrumento comenzó a oscilar frenéticamente; la planta había sentido el pensamiento. Entonces hizo muchos otros experimentos. No había llegado a cortar la planta, no la había dañado; ¡tan sólo tuvo la idea! Y siempre que expresaba esa idea la aguja volvía a indicar que la planta estaba muy preocupada y enfadada.
Y no solamente eso, sino que además, al cortar una planta, las plantas vecinas mostraban tristeza, preocupación, ira, ansiedad. Ahora existen instrumentos que pueden mostrar lo que ocurre en el interior de una planta, y tarde o temprano llegará a haber instrumentos que mostrarán lo que ocurre en el interior de una roca. Todo está vivo, nada está vacío. Todo está lleno de consciencia, diferentes tipos de consciencia; es por eso que no puedes penetrar en ellas. Es difícil debido a los diferentes lenguajes de la consciencia. Un árbol tiene un tipo de consciencia y una roca otro totalmente diferente. Es difícil comunicarse con ellos porque nuestros lenguajes son diferentes, pero si te vuelves más atento, más consciente, si no tienes la mente llena de pensamientos, entonces te podrás acercar incluso a una roca. Nada está vacío; todo tiene un ser propio.
Los hindúes siempre han sido conscientes de que todo tiene un Dios en su interior. Es por eso que ellos pueden adorar a un río, o venerar a un árbol, porque dicen que el Dios del árbol, el Dios del río, el Dios de la roca esta ahí... El mundo entero está lleno de Dios; nada está vacío. Cuando dices que las cosas están vacías, no ves, de nuevo, su realidad. Pero ¿por qué los filósofos tratan de demostrar que las cosas no son, o que están vacías? Lo intentan, porque si se pudiera demostrar que las cosas están vacías, eso probaría que tú estás lleno; en comparación tú estarás más lleno. Si todo a tu alrededor está vacío, te sentirás lleno. Pero este camino es falso. ¡Llénate! Esta argucia relativa no te será de ninguna ayuda. Cuando te llenes de amor, de consciencia, de meditación, entonces no verás que el mundo está vacío. De hecho, es debido a que tú estás vacío, que todo te parece vacío. Todo te parece vacío porque miras con ojos vacíos; te proyectas en las cosas. Si no tienes amor, entonces verás que no hay amor en el mundo. Si tienes un corazón que late con amor, sentirás el latido en todos los sitios, en todo lo que te rodea: en la brisa que pasa a través de los árboles, en el río que fluye hacia el océano. ¡Sentirás amor en todas las cosas! Serás capaz de sentirlo. Sólo puedes sentir aquello que tienes; no se puede sentir otra cosa. La filosofía es un truco para sentir de forma relativa.
Y todos somos víctimas de esto, porque todos somos expertos en esta clase de argucias. Por eso si alguien dice que tu vecino es una mala persona, que es inmoral, tú inmediatamente lo crees, porque si es maligno e inmoral, enseguida te conviertes en una persona buena y moral. Cuando alguien dice que tu vecino es un santo, una persona virtuosa y moral, no puedes creértelo. Dirás: «¡Demuéstramelo! ¿Qué pruebas tienes? ¿En qué te basas? Yo le conozco bien, es mi vecino. Y no es así en absoluto». ¿Por qué? En cuanto alguien dice algo en contra de otro, le crees inmediatamente, ni siquiera lo dudas. Por eso se cotillea tanto. Pero en cuanto alguien dice algo a favor de otro, inmediatamente te pones en guardia. ¿Por qué? Porque si él es tan bueno, inmediatamente tú te vuelves malo. Si él es un santo, ¿qué eres tú? Eres un imbécil. Si alguien es santo tú eres un pecador. Puede que no seas consciente de este juego, pero así es como funciona.
Hay dos caminos: o te vuelves un santo, o demuestras que todo el mundo es pecador. La filosofía va creando ese juego. Lo que sea que quieras ser, se lo niegas al mundo. Pero eso no va a servir de nada. Así no vas a engañar a nadie, sólo a ti mismo. Este sutra de Sosan dice:
Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad; afirmar el vacío de las cosas es no ver, de nuevo, su realidad. Cuanto más hablas y piensas acerca de ello, más te alejas de la verdad.