LOS HIJOS DEL SOL: LOS ESENIOS.- 2ª parte
EL VERDADERO PODER DEL HOMBRE.
La campana tocaba a capítulo de trabajo en la sinagoga. Por la tarde se reanudaba la traducción y elaboración de los documentos sagrados traídos por Maser desde Amarna, Karnak y Menfis. Algunos de esos documentos eran luego llevados al otro lado del desierto, a Canaán, donde los hebreos estaban asentándose en la Tierra Prometida. Luego se recitaban y se debatía sobre dichos textos, y en la misma reunión se entonaban los mantras sagrados para elevar la vibración de la comunidad y expulsar los malos espíritus.
El Maestro de Justicia, parecía ahora uno más de ellos, su pelo había crecido, su barba ahora más larga y bien recortada, le otorgaba un porte aristocrático que denotaba su autoridad moral. Sus ojos eran tiernos y bellos. Pero todos observaban que la edad dibujaba arrugas en las caras y los cuellos de los hermanos, mientras que en la del Maestro de Justicia no existía ninguna huella del paso del tiempo. Esen, el Jefe de la Orden, caminaba ya algo encorvado. Tenía cerca de los cien años. Muchos habían muerto. Y los hijos de las familias esenias del interior hacía años, que venían enviado a sus hijos a formar parte de la comunidad. Savia nueva había renovado a los esenios, pero el Maestro de Justicia permanecía igual que el primer día que saliera de Shambhalla. Solo Esen sabía que era inmortal.
Fue el propio Esen, quien llegada la hora de su muerte inminente dijo al Maestro de Justicia:
El Maestro de Justicia, parecía ahora uno más de ellos, su pelo había crecido, su barba ahora más larga y bien recortada, le otorgaba un porte aristocrático que denotaba su autoridad moral. Sus ojos eran tiernos y bellos. Pero todos observaban que la edad dibujaba arrugas en las caras y los cuellos de los hermanos, mientras que en la del Maestro de Justicia no existía ninguna huella del paso del tiempo. Esen, el Jefe de la Orden, caminaba ya algo encorvado. Tenía cerca de los cien años. Muchos habían muerto. Y los hijos de las familias esenias del interior hacía años, que venían enviado a sus hijos a formar parte de la comunidad. Savia nueva había renovado a los esenios, pero el Maestro de Justicia permanecía igual que el primer día que saliera de Shambhalla. Solo Esen sabía que era inmortal.
Fue el propio Esen, quien llegada la hora de su muerte inminente dijo al Maestro de Justicia:
- Hermano, mi cuerpo está cansado, mi trabajo ya se ha hecho. Debo reunirme con Maser y los hermanos del cielo. Deseo marchar en paz. Debo nombrar un sucesor que guié al rebaño hacia el futuro. ¿Qué debo hacer?
- Mi querido hermano, grande ha sido tu obra y tu sacrificio. Contigo muere una generación de héroes. Yo también debo marchar al Retiro Interior. Los hermanos deben asumir su mayoría de edad.
Se reunieron todos y cada uno de la comunidad. Se trataba de nombrar un Jefe, pues Esen estaba a las puertas de la muerte. El Maestro de Justicia se dirigió a todos con voz solemne.
- Habéis adquirido la mayoría de edad. No será Esen quien designe a su sucesor, sino vosotros mismos. Tal es la costumbre de los hermanos del Retiro Interior y de las comunidades celestes. No se levantará esta asamblea, hasta que veáis por vosotros mismos al nuevo Jefe de la Orden.
- Mi querido hermano, grande ha sido tu obra y tu sacrificio. Contigo muere una generación de héroes. Yo también debo marchar al Retiro Interior. Los hermanos deben asumir su mayoría de edad.
Se reunieron todos y cada uno de la comunidad. Se trataba de nombrar un Jefe, pues Esen estaba a las puertas de la muerte. El Maestro de Justicia se dirigió a todos con voz solemne.
- Habéis adquirido la mayoría de edad. No será Esen quien designe a su sucesor, sino vosotros mismos. Tal es la costumbre de los hermanos del Retiro Interior y de las comunidades celestes. No se levantará esta asamblea, hasta que veáis por vosotros mismos al nuevo Jefe de la Orden.