viernes, 7 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno:CAPITULO 22.- LA BESTIA ACECHA


Eran las cuatro de la mañana y Jesús hacía su entrada en la casa. Pero vio luz en la cocina y fue allí.

-¿Raquel, qué haces a estas horas despierta?
-No podía dormir. Peter y Tico ya llevan tres horas  durmiendo. ¿Y tú cómo es que no estás con Felipe?
-No ha querido que le acompañara yo.  Ya había concretado él con un taxista para que viniese a recogerle. No ha sido fácil la despedida…
-¿Quieres una infusión calentita…?
-Si me acompañas tu, si… ¿y tu por qué estás tan inquieta, Pitufa?
-¿Tanto se me nota?
-Ya sabes que respecto a ti…lo conozco todo. ¿Pasó algo en la fiesta de Sacha?
-Pues no se…estoy inquieta, si…y mi corazón preocupado…y no se por qué…
-A ver…cuéntame…
-Daniel nos presentó a un hombre…más o menos tendría tu edad, que había conocido tres días antes y que le ayudó a transportar en su caravana una de las herramientas de arrastre. Se había portado muy bien con él, y como estaba de paso, se le ocurrió, como gesto, invitarle a la fiesta de Sacha, y fue.
En cuanto entró en el salón, me echó una mirada que…, que me perturbó, vamos… Al principio me quedé un poco deslumbrada. Era guapo, atractivo, y sobre todo muy enigmático. Pero cuando llevábamos un rato cenando, comencé a sentir una sensación de desagrado hacia él. Cuando terminamos de cenar, y Peter se fue con los críos a ver los terneros recién nacidos, aprovechó para acercarse a mí. Se sentó a mi lado y comenzó a insinuarse de una forma insultante. No hablaba, pero…sus ojos no me gustaron nada.
-Raquel, sin duda se trataría de un hombre al que le gustabas. El se acercó…y tanteo el terreno.
-No, Jesús…había algo más en él. Tuve la sensación de que quería meterse dentro de mí. Me costaba mucho concentrarme cuando le miraba. ¡No me gustó nada ese hombre! Y cuando se marchó, y saludó a todos, a mí me hace una reverencia, me coge de la mano y me la besa. Noté un escalofrío que por poco me congela el alma. Y desde que hemos vuelto a casa, siento como si algo me rondara. He pasado miedo, Jesús, verdadero miedo.
-¿Y por qué no se lo dijiste a Peter?
-Estuve a punto, Jesús, pero no quiero pasarme la vida huyendo de mis miedos. Afrontarlos en la oscuridad…me parece un poco fuerte. Por eso bajé a la cocina y con la luz encendida he conseguido superarlo.
-¿Y cómo lo has hecho?
-A lo que le tengo miedo es a aquello que no veo y que me hace sentir mal. Así que intenté visualizar a un ser determinado, lo hice, y aquel temor desapareció.
-¿Y a quien visualizaste?
-¡A Luzbel! Desde el principio supe que era él…Pero es una tontería, Jesús…¡el pobre, como es el malo de le peli…se carga con todo! ¡Son mis estúpidos miedos…sin más!
-¡Dame un momento tu mano, Raquel!
-¡Si quieres te la quedas, eh…!
-Jajaja…mi amorcito…esta mano ya es mía…¡Sí, acertaste de lleno, mi amor…su energía está aquí, en tu mano!


Raquel, en un acto reflejo, sacudió con fuerza su mano.

-Pero no te preocupes, mujer… ¡No tiene importancia! ¡Llévala a tu corazón…y ya está…y esa parte de él que ha dejado en ti…se sentirá amada!
-Jesús… ¿por qué me miraba así? ¿Por qué vino a mí cuando Peter se marchó?
-No deseaba tener interferencias…
-¿Pero y por qué a mí?
-Porque tu, mi amor, eres la que más unida estás a mí, la que más puede influenciarme. Seguramente habrá tanteado las posibilidades que tiene a través de ti para llegar a mí, y de paso, para destruirte a ti también. Pero mi amor…no le tengas miedo. Tú eres fuerte, muy fuerte, y lo que te da esa fuerza es el Amor que hay en tu corazón. Vence a tus propios miedos, y le vencerás a él.
-¿Y tú Jesús…no le tienes miedo? ¿No temes su poder?
-No, Raquel, no le temo. El puede destruir mi cuerpo, pues la materia le pertenece, pero nunca conseguirá destruirme a mí. ¿Y sabes por qué? ¡Porque le amo, Raquel…yo amo a mi hermano! ¡Y Luzbel al Amor, nunca ha podido vencerlo!
-¿Dices que le amas? Si siempre que ha podido te ha destruido…te ha machacado…
-Raquel, Luzbel es mi hermano, nuestro hermano. También él es hijo del Padre Amor. El también es un ser de Luz, solo que ha caído atrapado en su propio egocentrismo. Antepuso la perfección al Amor, cuando es el Amor la única fuente de la perfección. Yo he vuelto a rescatar al ser humano de la ignorancia y a ayudarle a encontrar su identidad, pero mi corazón también alberga la esperanza de poder rescatarle a él. ¿Por qué crees que viene a por mí? Parte de la esencia de Luzbel es Amor, pues por el Amor fue creado. El sabe la fuerza que tiene el Amor, y tiene miedo a ser derrotado por él. El no me odia, Raquel…¡¡me ama!! Y no permitirá que me acerque a él. Por eso intentará, y de hecho lo hará, destruirme a mí como hombre. Destruirá mi habitáculo, pero nunca me destruirá a mí, porque en cuanto se enfrenta al verdadero amor, cae vencido.
-¡Ten, mi príncipe…la infusión…está calentita…! ¿Quieres azúcar?
-No, mi amor, prefiero, miel.
-Y en cuanto te la bebas…a la cama…que te veo muy cansado. Ahora que Felipe no está, tómate unos días de descanso.
-¡No estoy cansado, Raquel!
-¿Qué es lo que te pasa entonces, Jesús? Te veo demacrado, y tus ojos no tienen brillo…
-¡Solo estoy un poco preocupado…eso es todo!

Pero Raquel sintió que su amigo estaba mal. Y unas lágrimas empezaban a asomar por sus ojos color miel.

-¡Por favor, mi amor…dime lo que te pasa! Se que estás mal. Quiero ayudarte. ¡Sincérate conmigo, por favor! ¿Por qué lloras?
-Estoy emocionado, mi amor…lloro por eso.
-¿Y por qué entonces tienes tanta tristeza en tu corazón? No olvides que estamos conexionados, para bien y para mal, pero es así, y te siento triste.
-Triste no…solo preocupado…de verdad…
-¿Pero preocupado por qué…? ¿No van bien las cosas? Felipe acaba de marchar a hacer su trabajo, y va muy bien preparado y muy ilusionado. Nosotros aprendemos bien y rápido, al menos eso dices tú… Estamos juntos y trabajamos codo con codo. Nos amamos… ¿qué es lo que marcha mal que tanto te preocupa?
-Me preocupáis vosotros, Princesa. Creo que os he arrastrado a hacer algo de lo que no sois plenamente conscientes. ¡Me siento responsable!
-¿Acaso te arrepientes ahora de habernos llamado? ¡Dime…! ¿Crees que somos tan ignorantes que nos crees incapaces de ser conscientes de lo que llevamos entre manos?
-Raquel…es mi locura, mi compromiso y…por qué no decirlo… ¡mi desesperación! Os he arrastrado hasta aquí porque sois mis amigos. Y vosotros hacéis esto por mí, porque me amáis.
-Estás confundido, Jesús. Yo no sé lo que pasará por la mente y el corazón de Peter y de Felipe, pero te aseguro que si yo estoy contigo es porque hago mío tu plan, tu locura, como lo llamas tú…Me costó mucho tomar la decisión, mi amor… ¡acuérdate! Y este plan, esta locura tuya la hemos tenido siempre nosotros en nuestro ánimo, pero no éramos lo suficientemente fuertes para hacerlo nosotros mismos. De ahí la frustración que trajimos todos aquí. Tú nos has dado ese empujón que nos hacía falta para realizar el que también es nuestro sueño. ¡Te amo Jesús…solo el Padre sabe cuanto te amo y lo que significas para mí, pero también estoy aprendiendo a amar al ser humano, porque es maravilloso, y lucharé como un león por él. El Amor nos vuelve igual de locos a los dioses que a los humanos.
-¿A qué dioses te refieres? Yo no conozco a ninguno…
-Es una forma de hablar, mi amor…
-¿Estoy siendo ridículo, verdad, princesa?
-No, Jesús…sencillamente…amas, y quieres a tus amigos y hermanos, y cuando se ama se sufre…y uno se preocupa, y piensa la mayoría de las veces tonterías… ¡pero es humano, y tú, eres tremendamente humano! Y aunque cuando se ama se sufre…es lo más hermoso del hombre, y no de algunas “celebridades” del piso de arriba, que parecen un poco amorfos…y tu ya te estabas amorfando un poco también… ¡Te está viniendo bien esta experiencia…!

Como siempre, aquella exclamación rompe situaciones tensas de Raquel, y que había recuperado de antaño…hizo olvidar a Jesús su tristeza y preocupación y le provocó una sonrisa. Cogió a Raquel entre sus brazos y la apretó contra él con toda la fuerza de su alma.

-¡Eres la paz para mi corazón…no me dejes nunca, mi amor!
-¡No pienso hacerlo…ni muerta!
-¿Vas a intentar dormir?
-Me da no se qué volver a la habitación…sigo teniendo esa sensación, Jesús, y para nada quiero que esa energía pueda tocar a Tico.
-Mi amor…vence tus propios miedos…y le vencerás a él.
-Yo ahora no hablo de él…sino de esa energía…y se muy bien de lo que es capaz.
-Vente conmigo a la habitación…a mí también me ronda algo…y juntos podemos afrontarlo mejor.
-¡Me apunto! ¡Quiero estar contigo, Jesús! Hacía ya tiempo que no nos encontrábamos así. ¡Te he echado mucho de menos!
-Y yo, Raquel…porque cuando estoy contigo mi corazón se quita todas las cargas y se hace ligero, saltarín, alegre y muy dichoso. Tu le das paz y ternura… ¡Y créeme, mi amor…lo necesito!
-Jesús…ahora que yo soy la que está más fuerte, descansa en mí. Yo, antes, cuando necesitaba de ti, me metía dentro, muy dentro de ti, y me alimentabas con tu amor. Ahora necesitas de mí, y aquí estoy, como pincho moruno o como quieras, pero sí como alimento para tu corazón y tu alma. Y no solo yo…Está Peter también. Trabajamos en equipo, no lo olvides.
-En estos momentos el estar contigo es suficiente. ¡Vamos a descansar un poco! Mañana nos toca día de recreo con los chavales en el bosquecillo, y nos van a hacer sudar…jejeje...
-¿Pero es que vas a venir tu también?
-¿Acaso no me has dado unos días de vacaciones? ¡Pues me los tomo! Me irá bien descansar un poco.
-Pasarlo bien, nos lo pasaremos…pero no creo que puedas descansar mucho…jajaja.

La velada campestre fue de lo más divertida. Jesús se sentía entre los chavales como un niño más. Corría…se tiraba por los suelos, reía, cantaba, imitaba a los animales, se disfrazaba de oso negro. Su rostro resplandecía como el sol del verano. No parecía cansado, sino todo lo contrario. Parecía lleno de fuerza, de vitalidad. Tico no se despegaba de él ni un solo momento. Jesús le notó serio y que miraba en todas direcciones. Pronto le cogió a Jesús del brazo y buscó protección.

-Tico… ¿qué te ocurre, campeón?
-Jesús…tengo mucho miedo.
-¿Miedo a qué…? Pero en aquel mismo instante percibió algo anormal. Algún tipo de energía muy fuerte les rondaba. Comenzó a llamar a los muchachos y los fue agrupando en un círculo muy cerrado. Raquel no había notado nada, pero la expresión de Jesús la inquietó. Cuando iba al encuentro de su amigo y de lo niños, entre los arbustos apareció un enorme lobo blanco. Sus ojos, como bolas de fuego, miraban amenazantes a Raquel. Los niños, presos del pánico se habían puesto a gritar desaforadamente. Raquel intentó arrojarle de allí, pero la bestia se lanzó sobre ella tirándola al suelo.

Intentaba quitárselo de encima, pero sus colmillos le rozaban el cuello. Jesús, dejando a los niños apiñados, se lanzó contra el animal. Pero en la lucha cayó de espaldas contra el suelo, quedándose atontado por el golpe, y aquella bestia alcanzó su cuello, provocándole un fuerte desgarro. Raquel se incorporó del suelo y cogiendo una piedra asestó varios golpes sobre la cabeza del animal, hasta que éste, reventado, cayó fulminado a tierra. En un instante, aquel animal se desintegró.
Raquel vio que Jesús sangraba excesivamente por el cuello. Le exploró y vio que la herida era muy profunda, y los colmillos de esa bestia le habían provocado desgarro en el tejido, pero no le había afectado a la arteria. Pero sangraba mucho.

-Jesús…tranquilo…no te muevas.
-¿Y tú…estás herida?
-En la espalda, pero no tiene importancia…Tu herida es grave. No te muevas. Voy a enviar a Tico para que avise a Peter.  Enseguida te trasladamos al centro.

Raquel dio instrucciones a Tico para que fuese a buscar a Peter y le contara lo sucedido. Tenía que venir enseguida con el coche y acompañado de alguien para quedar luego al cuidado de ellos.
Tico, asustado de ver a su querido amigo en esas condiciones, salió como una bala. Raquel, mientras tanto, hacía lo imposible por cortar la hemorragia.

No habrían pasado ni diez minutos, y el coche apareció con Peter y Daniel. Estos echaron a correr hacia ellos.

-¿Raquel, como está?
-Está perdiendo mucha sangre, y ya no hay tiempo de llevarlo al hospital. Tendré que hacerlo yo en el centro.
-¿Ya podrás tu sola, Pitufa?
-El hospital está a una hora de aquí…no llegaría vivo.
-¡Vamos…pronto…con cuidado…así…!
-No os preocupéis por mí chicos…estoy bien.

Justo le vino a Jesús para poder entrar en el recinto sanitario y tumbarse en la camilla. Perdió el conocimiento. Tenía también mucha fiebre, algo que le extrañó a Raquel. Demasiado rápido para que se le hubiera infectado. Raquel curó primero la herida. Hubo que coser parte del tejido. El desgarramiento había sido profundo. Le suministró el antibiótico y pensó unos segundos.

-Peter…necesita una transfusión. Está muy débil…ha perdido mucha sangre. Yo tengo su grupo sanguíneo, pero tengo que estar pendiente de la operación. Ahora te necesito.
-Raquel, no te preocupes. Tú dedícate a la intervención. Yo le doy la sangre. Mi grupo sanguíneo sirve para todo el mundo… ¡y mucho más para él!
-¡Está bien, Peter…túmbate ahí, a su derecha!
-¡Estoy listo!

Terminada la transfusión, el pulso de Jesús era ya algo más normal. Pero tenía una fiebre muy alta. Este reaccionó y abrió lo ojos.

-¡Un poco de agua…Raquel, me arde el cuello y hay fuego en mi garganta!
-¡Tranquilo, mi amor…se irá pasando…espera un poquito, y dentro de un rato te daré a beber! Ahora viene Peter. Ha ido a por el coche para traerlo hasta la puerta. Te llevaremos a casa en esta camilla. Allí estarás mejor.
-Raquel… ¡no me sueltes de la mano…no me sueltes…!
Jesús cogía de la mano a Raquel desesperadamente. Está comenzó a sospechar algo.

-¿Jesús que tienes?
-Raquel…me ha tocado…me ha tocado…
-¿Ha sido él, verdad?
-Ha sido esa energía…

Peter, alterado, abrió la puerta del recinto sanitario. Entre los dos arroparon a Jesús y lo trasladaron a casa. Allí, en una cama, puesta cerca del fuego del hogar, en el salón, quedó instalado Jesús. Deliraba. Tenía cogidos a Raquel y a Peter de las manos, apretadas contra su corazón.

-Raquel…quédate tú con él. Yo voy a decirle a Daniel lo que pasa, y a ver cómo están los niños.
-¡Peter, no…quédate! Jesús nos ha cogido las manos por algo. ¿Sabes lo que pasó con aquel lobo? ¡Desapareció! Fue él, Peter, quien nos atacó… ¡ese bastardo!...Y además iba a por mí…y él se metió por medio y…
-¡Raquel…tranquila…!
-El, antes de quedarse inconsciente me pidió que no soltara su mano, que él lo había tocado. ¡Se aferra angustiosamente a nosotros, Peter! ¿Pero que le estará haciendo ese bastardo?
-Estamos a su lado, Raquel…y Jesús es fuerte y lo superará. ¡Ahora él nos necesita, y tenemos que estar serenos y templados!

Tico había entrado corriendo por la puerta del huerto. Se presentó en el comedor alterado, sudado y preocupado por su amigo.

-¿Dónde está Jesús, Raquel? ¿Esta ya bien? ¿Ya le has curado?
-Está mejor, cariño…pero todavía está malito. Está ahí, con Peter, en la cama, al lado del fuego.
-¿Y qué hace Peter en la cama con él?
-Le está haciendo sudar…porque así le bajará la temperatura.
-¡Entonces me meto yo también!
-¡Tico…no…no…!
-Pero Raquel…déjame, es mi amigo y quiero estar con él… Y tico rompió a llorar amargamente, y a Raquel se le rompía el corazón de ver al niño así.
-Tico, cariño…Jesús necesita estar muy quieto. Se me ocurre una idea…a ver que te parece…Tu subes ahora a tu cuarto, te aseas bien, te pones ropa limpia y luego te sientas en una silla al lado de Jesús. ¿Qué te parece?

Pero Tico ni respondió. Subió como un rayo las escaleras. No tardó en bajar ni cinco minutos cambiado de ropa, aseado y peinado. Se acercó de puntillas a su amigo, y a la señal de un guiño de Peter, le cogió de la mano. Jesús, cuando sintió la mano de su campeón, la apretó y se la llevó a su corazón. Una suave sonrisa iluminó su rostro.

-¡Animo, Jesús…ponte bueno! ¿Quieres que te cuente una historia mágica de las que te gustan?

Raquel y Peter se miraron. Jesús necesitaba reposo, pero cómo decirle a ese pobre niño que callara. Intentaba consolar y entretener a su amigo del alma, como lo hizo él cuando pasó el sarampión. Aquel niño sufría… ¿cómo negarle que le contara esa historia llena de magia…?
Tico con su trabalenguas, comenzó el relato. No pudo contener su entusiasmo y terminó sentado encima de la cama. Cuando Raquel fue hacia él para bajarlo, Jesús abrió los ojos y acarició al pequeño.

-Raquel, estoy bien…déjale…
-Tico, mira…te voy a hacer mi ayudante durante un ratito. Quiero que te quedes con Jesús mientras Peter me cura, tienes que estar al lado de la cama, pero sentado en la silla.
-¡Sí…si…Raquel…lo haré! ¿Pero tú también tienes heridas?
-Sí, en la espalda, y como yo no puedo, Peter me va a hacer la cura.
-¡Raquel, quiero ver esas heridas!
-Jesús, no estás ahora para hacer revisiones médicas. ¡No es nada!
-¡Eso lo quiero ver yo, Raquel…! Peter… ¡quítale la camisa!

Cuando Peter quitó la camisa a Raquel, quedó sin habla. Tenía toda la espalda cubierta de heridas provocadas por las garras del animal, y no tenían buen aspecto. Raquel no sentía mucho dolor. Su mente había estado ocupada en Jesús. Pero ahora que empezaba a relajarse un poco, comenzaba a sentir aquellas heridas. También tenía fiebre, pero podía mantenerse perfectamente.

-¡Peter…cúrala enseguida! ¡Yo te iré indicando!
-¡Jesús, no te muevas! ¿Es que quieres que se te abra de nuevo la herida del cuello?
-¡Cuando terminemos con tu espalda, Raquel!
-Peter… ¿me dejas que te ayude a curarla? Yo también quiero ser médico… ¿sabes…?
-Ya aprenderás, Tico…pero ahora Jesús te necesita…No le dejes que se mueva mucho. ¡Vigílale bien!

Peter terminó de curar a Raquel bajo la supervisión de Jesús, y éste volvió a relajarse y quedó dormido. Raquel le tomó la temperatura. Le estaba bajando, pero todavía era alta. Ella tomó un calmante. Los dolores empezaban a ser muy fuertes, pero tenía que estar bien y atenta. Al rato se suministró también el antibiótico. Su temperatura también comenzaba a subir, pero no quería alarmar a Peter. Tico estaba muy nervioso e iba a marcharse con él a casa de Daniel el resto de la tarde, para que Jesús estuviese más tranquilo.

Las horas fueron pasando. Jesús se despertaba alterado con pesadillas, y volvía a dormirse otra vez. A Raquel se le hacía aquella espera una eternidad. Se sentía mal. Empezó a sudar y estaba en un continuo escalofrío. Pensó que lo más prudente era avisar a Peter, pero cuando llegó a la puerta, donde estaba el teléfono, las fuerzas le fallaron y cayó al suelo. No podía volver a ponerse en pié. Como pudo fue arrastrándose hasta la cama de Jesús, y de rodillas en el suelo, se dejó caer sobre él. La visión se le iba por momentos, pero algo o alguien le activó su mente, su cerebro, y comenzaron a pasar por ella imágenes del pasado, momentos horribles para su corazón. De nuevo imágenes de Jesús en manos de aquellos soldados romanos. Raquel luchaba con todas sus fuerzas para borrarlas, para destruirlas para siempre…pero su cerebro no le obedecía. Se había vuelto loco. Y siguió viendo…y la tortura era casi mortal. En su delirio, llamaba con desesperación a Jesús. Quería ir con él, pero no la dejaban.

Jesús despertó y vio a Raquel en aquel estado. Como pudo se incorporó y apoyó sus manos sobre la espalda y la cabeza de Raquel. Intentó sacarla de aquel trance, pero no lo consiguió. Sabía que aquella energía se estaba ensañando con ella, como lo hacía con él. Estaba intentando abrirle de nuevo la herida que entonces le llevó a la muerte. Y Raquel seguía siendo testigo fortuito de aquellas trágicas escenas.

-Raquel…mi amor…reacciona…, estoy aquí, contigo…siénteme…estoy aquí, ahora, contigo…controla tu mente…mi amor…tu puedes con ella…¡Ve hacia mí…intenta alcanzarme…te estoy esperando…! ¡Abrázame, Raquel…y ven conmigo!

Y Jesús la abraza con todas sus fuerzas, intentando arrancársela a esa fuerza que cada vez acechaba con más violencia. Raquel empezó a reaccionar. Su sudor había empapado su camisa, y su rostro parecía desencajado. Miró a Jesús, y éste le sonrió y acarició suavemente su rostro.

-¡No, Jesús…no…no quiero que pase…otra vez no…otra vez no…!
-¡Aquello ya pasó, mi amor…olvídalo…!
-¡Pero volverá a ocurrir…ocurrirá otra vez…Jesús…lo he visto…les he visto…!

Jesús cayó en la cuenta de que Raquel también lo sabía. No solo aquella energía la había torturado con el pasado, sino que le había presentado un futuro ya no muy lejano. Escenas que él mismo había visto meses atrás, y que había vuelto a revivir bajo los efectos de la alta temperatura.

-¿Qué has visto, mi amor?

Pero ella no responde. Se abraza fuertemente a su amigo y se entrega al llanto, un llanto de nuevo con sabor amargo.

-Raquel…querida mía… ¡ayúdame…! ¡Hablemos de ello…nos hará bien a los dos! Estas temblando… ¡Ven, arrópate conmigo…!
-Jesús, le he visto…al hombre…al militar que salvé, el de la serpiente… ¡estaba entre ellos!
-¡Pero tranquila, mi amor…tranquila…!
-Eran doce hombres. Todos llevaban la serpiente negra en el brazo. Llevaban cubierta la cabeza con una capucha negra, y con la misma serpiente. Habían hecho un corro. En sus manos llevaban varillas muy finas de acero y palos de béisbol…y tú…tú estabas en el centro de ese círculo, arrojado en el suelo y con las manos atadas a la espalda. Y esos hombres te golpean…te golpean sin piedad, y tu cuerpo se cubre de sangre. Y luego te cuelgan de las muñecas de la rama de un árbol, y con una daga en forma de serpiente te arrancan los pechos, y te abren el vientre…¡dios mío…no…no….no….otra vez no….! ¡Dime que ha sido una alucinación…una pesadilla…dímelo, Jesús…por favor!

Pero Jesús no puede responder. Sus ojos cerrados lloran, y sus lágrimas se mezclan con las de ella. No se trataba de ninguna pesadilla. También le había sido revelado a él hace un tiempo. Era uno de los precios que tenia que pagar por su nueva incursión, y el lo aceptó. ¿Pero cómo decírselo a Raquel? Se lo habría dicho, si, pero más adelante, cuando la anterior herida hubiese cerrado para siempre. La habría ido preparando como a Peter. Pero esa energía sabía lo que hacía. Sabía perfectamente la forma de quebrar el corazón de una mujer que le amaba.
Pero esta vez Raquel reaccionó. Sintió el corazón de su amigo y lo comprendió todo. El dolor, en forma de cuchillo, penetró en su vientre y en su corazón, pero esta vez el joven león no se dejó herir. Le amaba con toda su alma y no iba a dejarle solo como aquella vez. La iba a tener a su lado, y si era preciso, le ayudaría a morir, pero ya no habría más lágrimas. Se incorporó y miró a Jesús.

-Ya no habrá más lágrimas, Jesús. Estaré a tu lado. Esta vez esa bestia inmunda, ese borde hijo de puta no conseguirá anularme. El  joven león luchará. No se dejará herir.

Y Jesús, llevando su dedo pulgar a los labios de Raquel, y con una amplia sonrisa, la invitó a guardar silencio. La volvió a sentar a su lado y con su mano derecha masajeó con mucha ternura su corazón y su vientre.

-¡Lucha, Raquel…pero sin estos dos puñales…deshazte de ellos! ¿No ves que es eso precisamente lo que quiere de ti? Desea que le odies, y alimentarse así de ti. Enseña a tu joven león a luchar con el amor.
-¿Y cómo puedo sacarme esos dos puñales, Jesús? ¡No quiero sentirlos, pero tampoco se cómo sacarlos de mí! ¡Ayúdame…es tan difícil amar a quien está destruyendo al ser al que amas…no hay odio en mi corazón…pero siento dolor…mucho dolor…!
-¿Te acuerdas, mi amor, de la copa que compartimos aquella noche? Pues ahora te la ofrezco para que bebas conmigo de ella. Comparte conmigo esta dura prueba. ¡Entrégate al dolor, princesa…no lo rechaces! Cuando esa energía vuelva contra ti, no te opongas a ella. ¡Ámala…! Si vuelve a torturarte con esas imágenes, no las veas desde fuera, métete en ellas, y comparte conmigo aquello que tanto desgarra tu alma. ¡Aliméntate de esta situación! Aprovecha esos tortuosos momentos para entregarte, y para que esa energía se sienta amada y no rechazada. Entonces te dejará en paz, porque ya no podrá hacerte daño. Y sin embargo, habrás abierto una puerta hacia la esperanza para un ser de Luz que está atrapado en la más absoluta oscuridad, porque no se siente amado. ¡Tiéndele tu mano, Raquel, como se la tiendo yo! Que tu corazón nunca pierda la esperanza por recuperarle, haga lo que haga… ¿Qué…cómo va ese dolor?
-¡Los puñales se han ido! ¿Cómo lo has hecho?
-¡Lo has hecho tu, princesa! ¡Tu amor ha sido más fuerte que su venganza! ¡Por fin has comprendido el verdadero mensaje del dolor! Mi amorcito…soy feliz…Cuando llegue ese momento me entregaré a él, dejaré que me atraviese y que me arranque el alma y el corazón si es eso lo que necesita, pero cuando lo haga…comerá de mí, y ya sabes que soy muy peligroso con los apagones…jajaja… Y esta vez, si que quiero que  me acompañéis, y que lo compartáis conmigo. Yo haré de pincho moruno, y cuando esa energía vaya a comer…vosotros os encargaréis de ella. Encendéis la Luz de vuestro SER y deslumbrad a la oscuridad, para que su Ángel vea el corazón de su hermano, y se funda con él. ¡Eso es lo que necesito de vosotros! ¡Ayudadme a que la Luz ilumine para siempre esta hermosa humanidad!
-¡Jesús…lo haremos…puedes estar seguro de que así será!
-¡Lo estoy, mi amor, pero si en algún momento olvido todo lo que hemos estado hablando aquí, si me ves y me sientes derrumbado…recuérdamelo, Raquel!
-No hará falta que te lo recordemos, Jesús, porque lo verás en nuestro semblante a todas horas, y lo sentirás en nuestros corazones.
-¡Esa es la respuesta que esperaba de ti! Y ahora acércame por favor la caja de las curas. Con el sudor se te ha levantado la cura que te ha hecho antes Peter, y las heridas sangran otra vez.
-Jesús…tú no estás bien. No debes moverte. Peter estará al caer. Ya lo hará él.
-Estoy mejor, Raquel, además Peter no es médico…y se nota… y esas heridas tienen que curar bien…como todas.
-¡Intenta no hacerme tanto daño como Peter! Antes he visto las estrellas…

Y Jesús se rió. Y Raquel sabía por qué. Y se sintió un poco avergonzada. Era capaz de enfrentarse a la muerte, al dolor y a todo lo que fuese necesario por su amigo, y no soportaba el dolor ocasionado por los rasguños de un animal.

-¿Resulto incoherente, verdad, Jesús?
-Todos lo somos a veces, mi amor…No seamos tan estrictos con nosotros mismos. A nadie le gusta el dolor. ¿Qué…lo aguantas..?
-¡Sí, claro!
-¡Es que menuda avería tienes aquí, princesa!
-Jesús… ¿tú crees que estamos locos?
-Sí, de remate…, y como diría Felipe:“y muy peligrosos”, y yo añadiría más: “y muy contagiosos”.
-¿Y cómo crees que nos tendrán catalogados los de arriba?
-¡No tengo ni idea, mi amor! Bueno…esto ya está…y ahora, Raquel…túmbate y tápate bien. Tú también tienes fiebre.
-¡Yo no me muevo de aquí! El que tiene que estar tumbado y quieto eres tu. Aunque la fiebre te ha bajado notablemente, volverá a subir.
-Pero tú necesitas descansar, princesa…
-Lo haré, esta noche. Se quedará Peter contigo y yo subiré a dormir. ¿Te apetece agua con un poco de limón?
-Sí, Pitufa…y después intentaré descansar un ratito…
-¡Eso me parece lo más acertado!

Un viaje sin retorno: CAPÍTULO 21.- EL AGUILA ABANDONA EL NIDO



Es una tarde lluviosa de Febrero. Raquel sale de clase bastante tarde. Acaba de terminar el programa de los trabajos para el día siguiente. Se le había hecho muy tarde, pues había tenido que atender a Ana. El parto había sido bueno, aunque un poco difícil. Es un niño precioso.
Cuando se dispone a cerrar la puerta, ve que Felipe la está esperando con un paraguas.

-¡Felipe…qué sorpresa!
-He venido a buscarte. Está lloviendo, y he traído el paraguas.
-Pero si sabes que cuando llueve, me gusta mucho mojarme… ¿es una excusa…jajaja?
-¿Has tenido un buen día con los chavales?
-Si…y también he tenido un parto, el de Ana… ¿qué has venido a decirme, Felipe?
-Tengo que partir. Ha llegado el momento. Ya estoy preparado.
-Y…  ¿cuando te vas?
-Mañana mismo. Cogeré el primer avión que sale de Tel-Avit a Barcelona.
-¿Mañana ya…? ¿Pero por qué tan de repente?
-Estaba ya programado desde hace unos días. Jesús me ha ayudado a ultimarlo todo.
-¡Claro…entre Jesús y tu…! ¡Y a los demás que nos parta un rayo! Y lo dices ahora…a lo bestia…sin avisar.
-Es mejor así, Raquel. Las despedidas no nos gustan, y cuanto menos tiempo tengamos para sufrirla, mejor. Sabíamos que tenía que pasar tarde o temprano…y tenemos ya muy poco tiempo…
-Felipe, te veo preocupado… ¿Qué pasa?
-Mujer, es normal…voy a emprender una empresa difícil y muy delicada…

-A ti nunca te han preocupado las dificultades, Felipe, ¿qué es lo que te aprieta el corazón? ¿Es algo relacionado con Jesús…con nosotros?
-El momento que siempre evadimos de nuestras conversaciones y de nuestro pensamiento, se está acercando. Lo intuyo, Raquel, y Jesús lo siente en su espíritu, en su propia carne. Está siendo acorralado. Yo nunca me tomé en serio el tema de Luzbel. Creí que era un personaje de cuento para niños…pero la realidad es otra muy diferente. Esa energía es muy poderosa, y tendríamos que tener la fuerza de un dios para repelerla. No la temo, hermana, pero me preocupa mucho.

-¿Y cómo está Jesús?  Últimamente tú eres el que más tiempo has pasado con él.
-¿Y te tengo que decir a ti, hermana, cómo está Jesús? Si lo sabes perfectamente…
-Felipe, yo se que está agotado. Está muy demacrado, pero es que no hace más que trabajar con nosotros y a penas descansa. Antes pasaba más tiempo con él, y le sentía más, y sabía de su corazón…pero con el ritmo que habéis llevado últimamente…Por eso te pregunto a ti si sabes algo que desconozca.
-Esa energía lo está acorralando, Raquel. Ya te lo he dicho. Yo no voy a poder estar aquí. ¡Solo quedáis vosotros dos! No os separéis de él ni un momento, ¿entendido…? Va a ser un trabajo duro y arriesgado el vuestro, hermana. Sois unos soportes muy valiosos para él, y esa energía irá a por vosotros también. ¡No la menospreciéis nunca! Es fuerte, y tiene mucho poder. Y por si fuera poco, la humanidad la alimenta más, y se acerca el momento en que él acabará con la vida de nuestro hermano.
-¿Pero por qué hablas así, Felipe?
-Necesito desahogarme contigo. Con Jesús me he mantenido íntegro, pero no es armadura todo lo que reluce en mí, hermana.
-Si Jesús está más apagado, si su fuerza se va extinguiendo poco a poco, es porque nosotros somos cada vez más fuertes. Nosotros tenemos toda su fuerza y vitalidad. Jesús siente su corazón cansado porque ha estado trabajando con el nuestro día tras día. Sientes sus ojos cansados y secos porque han llorado y velado por nosotros hasta la saciedad. Sus hombros y sus espaldas están cansados porque han sido el apoyo de nuestras debilidades. Felipe, ya sabíamos que tendría que llegar este momento. Sabíamos perfectamente que esa fuerza volvería toda su cólera contra él. Pero nosotros, Felipe, ya somos más fuertes que Luzbel. El podrá destruirle, pero sólo conseguirá hacerlo con su cuerpo, y nosotros le devolveremos la vida. Le entregaremos todo lo que él dejo por estar a nuestro lado. Puede que esa energía destruya a Jesús, pero aparecerán miles como él. ¡Te lo aseguro, Felipe! ¡Somos más fuertes que esa maldita energía!
-¿Pero qué dices, Raquel…? ¿Eres consciente de lo que estás diciendo? ¡La estás retando peligrosamente!
-Felipe, puede que te suene a barbaridad, pero yo me siento segura, fuerte, es como si…como si la rabia, el coraje, las ganas de luchar, la rebeldía de toda esta generación, la nuestra, se hubiesen concentrado en mí. Siento que me están apoyando. Es una sensación tan fuerte y desconocida para mí, que no puedo explicártela.
-Raquel… ¿qué te está pasando? ¡Nunca te he visto y sentido así, como ahora!
-Ni yo tampoco, Felipe. Algo se ha transformado en nosotros. No somos los mismos que vinimos aquí. ¿Ya sabe Peter que te vas?
-Sí, he hablado con él esta mañana.
-¿Qué te parece Felipe si os preparo a ti y a Jesús una cena en la intimidad y os subís al refugio?
-Me apetecía mucho estar con Jesús a solas esta noche, hermana, pero tampoco quería excluiros a vosotros…
-¡Felipe, amigo mío…esta es tu noche!
-Pero ahora no me llores, Raquelita… ¡por favor…ayúdame a marchar!
-¡Lo haré, amigo mío…lo haré!
-Hermana…una última cosa… ¡cuando llegue el momento, cuando lo veas muy cerca, avísame! Te dejaré dirección y teléfonos de Madrid.
-¡Por supuesto que lo haré, Felipe!

Felipe y Raquel habían llegado a casa. Jesús y Peter estaban arreglando la bisagra de la puerta de entrada que andaba un poco floja. Cuando vieron a Felipe con el paraguas cerrado y a ellos dos mojados hasta las pestañas, no pudieron esconder el cachondeo y las risas. Este les ayudó a colocar de nuevo la puerta, y Raquel entró derecha a la cocina a prepararles a los dos una cena especial.

Ya en la cocina, Raquel preparaba cena para dos. Aunque lo quería evitar, unas lágrimas asomaron por sus mejillas. Felipe se marchaba. Iba a dejar un gran vacío en la casa y en el corazón de los tres, pero la esperanza de poder volver a verle en momentos más felices, le devolvía la sonrisa. La cena estaba terminada. Y una cesta de mimbre iba a ser la que la transportara hasta el refugio. Y se encontraba en esta faena, cuando Jesús entró en la cocina.
                                                                                        
-¿Cómo va esa cena, pitufa?
-Pero Jesús…tú también…Menos Felipe, todos me llamáis así, incluso mis alumnos…
-¿No te gusta ese nombre…es bonito…?
-Pues no…no me gusta…Me gusta el mío. ¿Te gustaría a ti que a todas horas te llamaran Pitufo?
-¡Sí, claro…es divertido…!
-¡Está bien…llámame como quieras…lo harías de todas formas…!
-¿Qué hay para cenar, pitufa?
-Verdura, pescado, arroz con miel…y os he preparado un botella de vino exquisita.
-¿Y qué haces con la cesta?
-La cena será en el refugio.
-¡Muy buena idea…pero aquí solo hay dos cubiertos…!
-Creo que es mejor que esta noche la paséis solos Felipe y tu.
-¡Muy acertado, mi amor! ¿Y Peter y tú… qué vais a hacer?
-¿Ya no te acuerdas de que estábamos invitados a la fiesta de cumpleaños de Sacha? Nos iremos con Tico a cenar a casa de Daniel. Cuando regresemos y no estéis… ¿os esperamos o qué hacemos?
-No, no esperéis despiertos. Lo más seguro es que hagamos tiempo arriba, y luego llevaré a Felipe al aeropuerto. El no quiere volver a despedirse. Lo pasa muy mal, como todos.

Raquel hacía verdaderos esfuerzos para no dejarse llevar por su estado emocional, pero viendo que no podía evitarlo, se volvió de nuevo hacia el fogón y siguió con la preparación del postre. Jesús se acercó y la miró. Raquel, con la excusa de que se le agarraba el arroz al puchero, salió de aquel magnetismo. De nuevo su rostro se vio surcado por las lágrimas, y por nada del mundo quería que Jesús la viera llorar. Pero él, acercándose más a ella, le pasó el brazo por su cuello apretándola contra él, mientras le susurraba al oído:
-¡Las chicas guerreras no lloran! Además…si ese pequeño corazón que llevas colgado al cuello siente que estás triste, pierde luz y belleza, porque su alimento es la alegría.
-¡La artillería voy a sacar yo si no dejas de zancochar la comida! ¿No puedes esperar a la cena?
-¿Pero cuando perderás tu mal genio? ¡Ay… que mujer ésta!
-Esto no tiene nada que ver con mi genio. ¿Acaso es pedir demasiado que llegue el plato entero a la mesa?
-¡Mira que te cambio de nombre…!
-¿Y cual sería mi nueva gracia ahora…mamá pitufa?
-¡Moscardón! Ese nombre te va de maravilla…
-Desde arriba he oído hablar de cierto “moscardón”, y he pensado enseguida que Raquel tenía que zumbar por aquí cerca…jajaja… ¡y no me he equivocado!

Era Felipe, que después de haberse aseado y preparado su escaso equipaje, bajaba hacia el comedor.

-¡Mira quien habló…el profeta éste!
-Pero Felipe…es que ni siquiera en un momento como éste vais a dejar de discutir…
-Jajaja…, no te preocupes, hermanito…que aunque nos peguemos…nos queremos mogollón… ¿verdad pitufa?
-¡Sí, profeta del desierto…tienes razón! Bueno, chicos…aquí tenéis todo preparado.
-¡Gracias, cocinera! Exclamó Jesús dándole un beso.
-Eh… que olvidáis el pan…y es parte del postre…

Felipe volvió desde la puerta, cogió el pan que Raquel tenía en la mano y la abrazó con toda su alma. No estaba dispuesto  a volver a pasar otra vez por la despedida. Raquel cerró la puerta. El quedó mirando…y con el corazón encogido envió a sus amigos el último adiós.

-¡Hasta pronto, amigos míos…! ¡Que el Cielo os bendiga y os proteja! ¡Mi corazón se queda con vosotros!

Un viaje sin retorno: CAPITULO 20.- CITA CON JUAN


Era el primer día de clase, y demasiado hermoso para tener a los niños encerrados en la escuela, así que Raquel decidió dar la clase en el pequeño bosquecillo. Hubo carreras, deportes, bailes, canciones y concursos. Los niños disfrutaban como nunca. Habían superado ya la amarga experiencia de la guerra. Comenzaban a sonreír de nuevo.

Cuando llegó la hora de volver, observó que Tico no se encontraba con ellos. Lo llamó varias veces, pero el chaval no aparecía. Raquel ya estaba acostumbrada a sus ausencias, pero era un niño obediente, y cuando se le llamaba, siempre acudía. Raquel, alarmada, y no pudiendo dejar a los demás niños solos, los llevó apresuradamente a la escuela, dejándolos al cuidado de una mujer de la comunidad.
Nerviosa, y preocupada, fue hacia casa y entró en la habitación donde sus dos amigos trabajaban.

-Chicos…ha sucedido algo…
-¿Qué pasa, Raquel?
-Me he llevado a los niños al bosquecillo, pero Tico no aparece, ni contesta a mis llamadas. ¡Le ha tenido que suceder algo!
-¡Vamos pronto! ¿Has dejado a los niños en sitio seguro?
-Sí, están en la escuela, con Sara.
-Bien…hay que moverse… ¡rápido!


Los tres salieron de casa disparados. Estaban preocupados. Tico era un niño responsable, y de haber hecho una escaramuza, habría vuelto con sus compañeros al ser llamado por Raquel. Cuando salían de la aldea en el todo terreno hacia el bosquecillo, vieron cómo Tico corría hacia ellos.

-¿Pero Tico…de dónde has salido? ¿No oíste a Raquel cuando te llamó? Increpó Jesús a Tico.
-¿Sabes el susto que me has dado…?
-Lo siento, Raquel…pero es que tu no me veías…No me veía nadie. Yo estaba allí, con vosotros, pero seguíais llamándome. Yo os contestaba, pero no me oíais tampoco… Fui a tu lado, te golpeé el brazo…pero tu ni cuenta…Entonces él me dijo que no insistiera…que estabas distraída, y que no nos veías.
-¿El…de quien estás hablando, Tico?
-De tu hermano, Jesús, de tu hermano Juan, hombre… ¿No me dijiste que se había marchado? Pues estuvo conmigo hablando…
-¡Mira, Tico…basta ya de excusas! Esto es muy serio…
-Pero Raquel…te estoy diciendo la verdad…
-Raquel, Tico no está imaginando nada… Al estar junto a Juan, cambió de dimensión y se hizo invisible al ojo humano. Ellos estaban allí, con vosotros, pero no les podíais ver. ¿Y qué dijo Juan, Tico…?
-Me dio un recado, pero no es para ti…es para Raquel.
-¿Para mí…y cual es ese recado?
-Mañana, a la misma hora que has ido hoy, quiere verte en el refugio, pero que por favor, que no lleves a ese loco que canta a gritos porque le desarmoniza.
-¡No hay ninguna duda…jajaja…, es Juan! Exclamó Jesús riendo.
-¿Y cómo te has encontrado con él, Tico?
-Antes de marcharnos, lo vi junto a la fuente. Te hacía señas, pero tú no le veías. Así que fui yo y le pregunté que qué quería. ¿Te has enterado ya del recado? Yo ya te lo he dicho, eh…
-Está bien, Tico, gracias…y…perdona por haber dudado de ti…pero es que me he asustado mucho. Ve a la escuela, que enseguida voy yo.
-Bueno….

-Jesús… ¿qué crees que querrá Juan de mí?
-No lo se, Raquel.
-¿Es extraño, no…? ¿Por qué no ha venido aquí?
-No es nada raro, Felipe. Juan se deshizo de su cuerpo físico, bueno…mejor dicho…le bajó su densidad…lo hizo mucho más sutil, por eso Raquel no le vio, pero no porque no pudiera, sino porque…jajaja… tendría algo en su cabecita que lo ocupaba todo…
-¿De veras Jesús, no intuyes lo que Juan quiere de mí?
-Que no, Raquel… ¡que no lo se…! Será algo personal…además… Juan es impredecible…como alguien que yo me se.
-¿Y quien es ese alguien?
-¡Que te están esperando…vamos…a la escuela…!
-¡Acordaros de la comida!
-¡Que sí, mujer…hasta luego…!


Y llegó el  sábado. Las cinco de la mañana y Raquel ya estaba en el Refugio, pero no escuchaba música. Había seguido las indicaciones de Juan. Estaba algo inquieta, y a la vez deseosa de ver de nuevo a su amigo. Miraba a su alrededor, pero no había ni el más mínimo rastro de él.
De repente la naturaleza enmudeció. Raquel sentía detrás de ella una presencia, pero no se atrevía a volver la cabeza. Inesperadamente, una mano luminosa y transparente se puso frente a ella golpeándole suavemente, pero con firmeza, la frente. En aquel mismo instante Raquel vio una figura humana, toda ella de luz y transparente, como la mano. Poco a poco sus sensibilizados ojos fueron distinguiendo las facciones de aquel ser. Llegó un momento en que sus ojos ya no sufrían debido a la potente luz que desprendía aquel cuerpo celeste, y fue cuando consiguió identificarle.

-Juan…pero… ¿qué haces con este aspecto? ¿Qué ha pasado con tu cuerpo?
-Hermana… ¿te has fijado cómo eres tú…?
-¡Dios mío…! ¿Pero qué has hecho conmigo…? ¿Dónde está mi cuerpo…dónde estamos?
-No te inquietes, hermana…Has cambiado de dimensión conmigo. Tu cuerpo está bien.
-¿Juan…qué quieres de mí?
-¡Que poco entrañable te siento, Raquel!
-Es que…por mucho que quiera ver a Juan en ti…pues…como que se me hace un poco difícil…perdóname…. ¿Por qué no tomas tu cuerpo normal para hablar conmigo?
-No puedo, Raquel. Si lo hiciera, si densificara de nuevo mi cuerpo de luz, no podría ayudaros de la forma en que lo estoy haciendo y haré. Habrá un momento en que sí lo haga, pero más adelante, cuando la situación lo requiera.
-¿Y de qué manera nos estás ayudando, Juan?
-¡He germinado en vosotros! Vuestra semilla, ha dado su fruto. En ti ha germinado mi fuerza y mi luz…y en Peter, mi espíritu. Ya formáis parte indisoluble de Jesús. Vuestros espíritus y energías se han fundido con las de él, ¡Ya sois una misma unidad!

-Por mucho que lo intento, Juan, de verdad…yo me pierdo en estos niveles. ¡Me cuesta comprender! Pero confío en ti, y lo hecho…hecho está. Para mí, la única dimensión que  entiendo y que comparto es la del Amor, y la única Luz que me guía y alumbra mi existencia, es El. Ya ves que mi campo de visión es muy limitado.
-Raquel…sin embargo… ¡vuestro amor no tiene límites!
-Juan, quisiera hacerte una pregunta…
-Adelante…hermana…pregunta.
-¿Qué pasará con Jesús?

Juan guardó silencio. Su rostro parpadeaba. Salía luz de sus ojos, una luz azul, relajante…Sonrió y le habló a Raquel al corazón.

-¡Querida hermana…somos imprevisibles!
-Pero no has respondido a mi pregunta…
-¿Cuál es el temor que tienes sobre nuestro hermano, Raquel? ¿Su muerte física?
-Sí, Juan…eso…y el que sea destruido para siempre.
-Si eso sucediera… ¡él lo ha elegido así! Si el hombre se destruye así mismo, se destruiría su corazón. ¡El lo ha querido así! El lo ha apostado absolutamente todo porque el hombre tuviera esta oportunidad.
-¡Pero yo no quiero que ocurra eso! ¡No lo permitiré jamás!
-Raquel… ¿crees que tú puedes rebelarte contra un Plan Cósmico, que el mismo Jesús ha aceptado para sí mismo?
-¡Sí, me rebelo! ¿Tan insignificante soy para Dios, que el deseo de una mujer que ama, no lo va a tener en cuenta?
-Amas…dices que amas… ¿pero amas a un hombre…o a toda la humanidad?
-Juan, amo a un hombre con toda mi alma. No puedo amar a todos los hombres así, no tengo todavía esa capacidad. Pero sí que confío en mí misma, en mi capacidad de amar, y esa misma confianza la tengo en el ser humano. ¿Cómo yo…una humana vulgar, puede confiar más en el ser humano que el que sembró la semilla de la Luz en este planeta?
-No puedo responderte a esta pregunta, hermana. Será el mismo Padre quien lo haga, no lo dudes. Pero sí que te digo que nuestro hermano está en buenas manos, en las vuestras. Sigue confiando en el ser humano, Raquel, y habrá siempre una esperanza. Vosotros seréis sal y consciencia para el hombre. Transformaréis a los cobardes en valientes, a los indecisos en guerreros de la luz, a los apáticos en conscientes. Tendréis la fuerza del volcán, el vuelo del águila, la voz del trueno y el corazón de un león.
Y ahora, amada hermana, debes volver a tu realidad. Cuando volvamos a vernos, te daré ese abrazo que tanto anhelas. ¡Que la Luz te acompañe!

Raquel se vio de nuevo sola, con su cuerpo. La naturaleza había despertado, y todo estaba como antes. Quedó unos minutos pensativa mirando al horizonte. Respiró profundamente, y durante unos minutos permaneció en meditación. Se sentía bien, llena de paz, segura. Miró al Cielo y su corazón se movió. Y sonrió. Y dio gracias a ese Padre desconocido porque le había hablado al corazón. Le había dado esa respuesta que tanto esperaba.

-“Padre, no te conozco, pero te siento. No cierres ahora tu corazón cuando abrimos el nuestro. Confío en ti, Padre, en el Amor, y hay mucho amor en el mundo…y también en este pequeño corazón.”

Raquel dejó aquel estado de elevación y se dispuso a bajar al pueblo. Eran ya las seis de la mañana, y casi toda la aldea estaba en pié, aunque las labores cotidianas se habían suspendido hasta el domingo. La tradición judía era seguida con mucho respeto por aquella comunidad.

Un viaje sin retorno: CAPITULO 19.- LA SEMILLA GERMINÓ


Eran las seis de la mañana y Raquel se encontraba en la cocina preparando un apetitoso y energético desayuno. Quienes le habían visto días atrás, o la noche anterior, no podían dar crédito a lo que sus ojos veían: Raquel bailando y cantando al compás de la música de Miguel Ríos, su cantante favorito.
Peter y Jesús, que fueron los primeros en bajar de sus habitaciones, se quedaron quietos, de pié,  en la escalera y perplejos.

-Eh… ¿qué hacéis ahí pasmados? ¿No tenéis hambre? ¡Buenos días…!
-Buenos días…sí…creo que sí…
-¿Crees que sí…Peter? ¿Tienes o no tienes hambre?
-¡Sí, mucha!
-Bueno…pues sentaros… ¿a qué esperáis?
-Raquel…
-Dime, Peter.
-¿Entre anoche y ahora…nos hemos perdido algo?
-¿Qué….?
-¿Qué si te ha pasado algo fuera de lo normal?
-A mí no… ¿por qué lo preguntas?
-Te veo muy distinta…muy rara…jajaja ¡desconocida!
-Será que tengo la sangre circulando a todo gas. Hoy me he levantado a las cinco, he cogido la música y me he subido corriendo hasta el refugio. He vuelto a bajar corriendo también. He pasado por casa de Daniel a por la leche y los huevos. He llegado, me he duchado, he desayunado…y ahora estoy preparando el desayuno para vosotros. Tengo prisa. Es el primer día de clase.
-¿Y todo esto en una hora…?
-Si
-¡Estás loca de remate…levantarse a las cinco de la mañana!
-Pues Peter…desde hoy…sería conveniente que no fuera yo la única. Nos podemos acostar todos más temprano y madrugar, levantarnos una hora antes. El ejercicio físico es muy importante, y últimamente os estáis abandonando mucho…sobre todo tu, Peter…parece mentira… ¡un deportista como tu! Y tú…Jesús…no te rías…que tú mucho hablar del espíritu…pero al cuerpo que le parte un rayo… ¡menuda barriga echáis todos!
-¿Pero princesa…no crees que hemos tenido todos suficiente con el ejercicio que hemos hecho todos estos meses?
-No, Jesús…tu sabes que no. No tiene nada que ver una cosa con la otra.

-¡Ah, pues conmigo no cuentes!
-¿Cómo que no…Peter? ¿No me hicisteis responsable de la salud de la comunidad? Pues una de las normas es ésta. Para el resto es optativa, pero para vosotros no. Tenéis que dar ejemplo. Yo ya llevo un tiempo haciendo ejercicio físico al aire libre con varios miembros de la comunidad, y funciona…todos se encuentran mejor físicamente.
-¿Y eso de la gimnasia va para todos?
-¡Claro que sí…Jesús…y tu tienes que dar ejemplo!
-¡La que nos ha caído encima, Peter…!
-Peter… ¿no eres tú el encargado de mantenimiento? Espero que colabores conmigo.
-Oye…que soy el responsable de mantenimiento, pero no de esa clase…
-¡Campeón de Florida…cuento chino…! Además, cuando se te adjudicó este trabajo, no se especificó en qué categoría…se sobreentiende que lo abarca todo.
-¡Pues vaya…cada vez me lo estás poniendo peor! Oye…Jesús… ¡échame una mano, hombre…! ¡Que me ha echado el guante!
-¡Nos lo ha echado a todos, Peter…y no hablo más porque luego vendrá a por mí…jajaja!
-¡Basta de conversación…y a lo dicho! ¡Ahora a desayunar!

En aquel momento, Felipe bajaba en pijama por las escaleras y bostezando, y con unas ojeras que le llegaban hasta las patillas.

-¡Buenos días para todos!
-Buenos días Felipe…ven…ven…siéntate…
-Oye… ¿Qué os pasa a vosotros dos?
-¿Has dormido bien, Felipe?
-¡Poco…pero lo poco a pierna suelta! ¿Por qué…ha habido algún terremoto y yo no me he enterado?
-No…terremoto no…pero si ya duermes poco…mañana quizás…duermas menos…
-¿Pero qué os pasa a vosotros dos…es que está mal visto dormir?
-¡Pues más o menos!
-¡Oye, tíos…no me vaciléis que estoy todavía dormido! ¿Pero que  bicho os ha picado?
-Un bicho que queremos mucho…pero que no deja de ser  bicho por ello…jajaja…
-¡Ah…bueno…Raquel…no es peligrosa…!
-Jajaja…, hermano….pues nos ha dicho que estamos en baja forma, y que estamos barrigudos.

Felipe miró a Jesús, luego miró a Peter, y después se echó un vistazo a sí mismo.

-¡Pues yo no me veo tan mal!
-Pues la sargento opina que estamos los tres en mala forma física, y se le ha metido en la cabeza  que hagamos todos los días ejercicio físico con los que se han apuntado de la comunidad. Dice que tenemos que dar ejemplo.
-Pues me parece muy bien, Jesús…es importante el ejercicio.
-En ese caso…no te importará el que nos tengamos que levantar todos los días a las cinco de la mañana…
-¿Que? ¿Pero estás en tu sano juicio, Raquel?
-Felipe…no lo hago así como así. Tenemos que empezar a adaptarnos al estilo de vida y al horario que lleva toda esta gente. Son pescadores, campesinos…todos ellos comienzan el día muy de madrugada. Tenemos que olvidarnos del estilo de vida que hemos llevado nosotros en España. Son otras circunstancias.
-Pero Raquel…durante estos seis meses…hemos dormido poco…porque urgía un trabajo. Ya está hecho…
-Felipe…pero ellos tienen ese ritmo de vida…y si estamos en esta comunidad…tenemos que adaptarnos. Nuestra hora de levantarnos es a las seis…y luego cada cual, hace su trabajo, y ya no podemos contar con ellos para hacer el ejercicio en todo el día. Tiene que ser una hora antes de que todo el mundo comience su jornada de trabajo. Y el ejercicio físico, les está yendo muy bien.
-Esta bien…Raquelilla…nos acostaremos antes…y madrugaremos…no te preocupes.
-Gracias, chicos… sois unos soles. Ahora os pido un favor…se me hace tarde ya…recoger vosotros los cacharros del desayuno y preparar algo ligero para la comida. ¿Vale?
-Intentaremos acordarnos…Respondió Felipe.
-¿Tan intenso es el trabajo que hacéis los dos? Os pasáis casi todo el día encerrados en esa habitación, y a penas se os ve el pelo.
-Tengo que aprender mucho, Raquel, si quiero salir al exterior con cierta seguridad. Y a pesar de las horas que echamos…Jesús opina que vamos un poco lentos. Ahora que los trabajos de la comunidad ya han terminado, podremos avanzar más.
-¿Pero tanto es el conocimiento a aprender? Jesús… ¿de veras es tan necesario?
-Para Felipe, si, Raquel. Su trabajo es muy distinto al nuestro. Nosotros trabajamos con energías, y él tendrá que expandir Conocimiento. Todo el conocimiento hermético que hasta ahora ha sido ocultado al hombre, tendrá que desvelarlo y explicarlo. Felipe tiene que preparar al hombre. Primero a los que ya están dispuestos para recibirlo. Luego, la labor será más dura y larga, pues habrá que abrir mentes que han permanecido cerradas y censuradas desde el principio. Y el trabajo de Felipe es esencial, porque si el hombre no está preparado para recibir esa potente energía…esta vez, mi amor, por muy guardada que la tengamos…también se perdería.
-¡Ostras Pedrín… Felipe… la que te ha caído encima!
-¿Lo ves Raquel? ¿Lo que tienen que soportar mis pobres espaldas? Entonces…compadécete de mí… y déjame dormir…
-¡De eso nada…ahora eres tú el que más lo necesita…y lo sabes perfectamente…! Bueno, chicos…tengo que irme…os dejo…portaros bien y hacer los deberes… ¡Ah…, y os quiero mucho!

Dicho esto, Raquel abrió la puerta y la cerró tras de sí.

-¿Pero qué leche le ha pasado a esta mujer? ¡Es puro nervio! Si anoche estaba tan…tan decaída…
-¡Es el amor, Peter…el amor! Exclamó Felipe.
-¿Amor? Preguntó Peter mirando a Jesús.

Vio que el rostro de su amigo era una sonrisa, que sus ojos reflejaban felicidad, ilusión, fuerza, esperanza…Entonces Peter comprendió.

-¿Y a ti, Jesús…también te ha cambiado el amor?
-Sí, Peter…ha sido el amor.

Los dos hombres se quedaron mirando fijamente. No hablaron. Su lenguaje era mental…pero Felipe, que estaba entre los dos, sabía de aquel diálogo. Peter fue el primero en hablar.

-Jesús…me he metido entre Raquel y tú. A ella la quiero, pero se que te ama a ti. Quiero que sepas que soy enormemente feliz de veros así de unidos.
-Peter…Raquel también te ama a ti, y tú eres el hombre, el compañero de su vida. Yo soy su amor eterno, pero que aparece y desaparece, pues todavía no es el momento del encuentro final. Peter…yo la amo, y la necesito…y ella ahora me necesita a mí. Me atormenta la idea de hacerte sufrir a ti por esto. Peter, quiero estar con ella el tiempo que me quede. He intentado renunciar a mi amor por ella, pero no he podido.
-Jesús, se que para Raquel, tu eres el primero, y no ahora, sino desde siempre y para siempre, como lo eres para nosotros también. Eres nuestro mejor amigo, y nuestro líder, a pesar de tus deficiencias y debilidades como hombre, como todo hijo de vecino…Se que me ama, Jesús, y esperaré, y no pienses que te estoy cediendo el paso o que me resigno a la situación…Tu eres el primero, Jesús, en su corazón y en el nuestro. El privilegiado soy yo, porque ella comparte su corazón entre los dos, y si yo voy a ser tu sucesor en su corazón…para mí es un privilegio. ¡Se feliz, amigo mío…sed felices los dos! ¡Y yo seré enormemente feliz!
-Peter…yo…
-Jesús…entre nosotros, ya no son necesarias las palabras… ¿verdad que no?
-¡No, Peter…!
-Pues no se hable más…y a trabajar. ¡Qué hoy tengo mucho lío!
-¿Qué vas a hacer hoy, Peter?
-Pues verás Felipe…para empezar tengo que terminar el diseño definitivo del centro sanitario. Se nos ha quedado pequeño. Hay que remodelarlo. Y después…tengo tres horas de cursillos con los mozos…
-Pues que te sea leve, hermano…
-Y vosotros dos…no penséis demasiado…no se os vaya a ablandar el cerebro…jajaja... ¡Hasta luego!
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