lunes, 18 de mayo de 2020

LIBRO DEL EGO.- 8 : LA VIOLENCIA


NOSOTROS CREAMOS A TODOS LOS DICTADORES DEL MUNDO
 
NOSOTROS CREAMOS a todos los dictadores del mundo porque necesitamos que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. Y existe una razón muy sutil para ello: cuando alguien te dice lo que tienes que hacer, no es tuya la responsabilidad de si está bien o mal. Te libra de toda responsabilidad; no tienes que pensar en ello, ni
preocuparte. Toda la responsabilidad recae sobre la persona que te ordena que hagas algo.
Las personas como Hitler, Stalin o Reagan no ocupan posiciones de poder solamente por sus cualidades. Están ahí porque millones de personas quieren que les digan lo que tienen que hacer, porque si nadie les da órdenes están perdidas. Nosotros creamos a los dictadores.
Hitler estaba medio loco, pero Alemania, una de las naciones más inteligentes del mundo, creadora de una gran tradición de filósofos, pensadores, teólogos de primera categoría... Incluso en el siglo XX Alemania ha dado al mundo personas como Martin Heidegger... Yo he estudiado a todos los filósofos, pero Heidegger posee tal genio, tal originalidad en sus enfoques de las cosas, completamente nuevos... Y sin embargo era seguidor de Hitler, lo apoyó. Me planteé cuál podría ser la razón y por qué toda una nación apoyó a aquel loco.

EL LIBRO DEL EGO.- 7: LA POLÍTICA


SE NOS HA PROGRAMADO PARA SER AMBICIOSOS
 
SE NOS HA PROGRAMADO para ser ambiciosos, y en eso consiste la política. No solo afecta al mundo de la política, sino que infecta tu vida, día a día. Hasta el niño pequeño sonríe a la madre, al padre, pero es una sonrisa fingida, falsa, sin profundidad. Siempre que sonríe, el niño sabe que tendrá una recompensa. Ya ha aprendido la primera norma del político; está todavía en la cuna y ya le habéis enseñado lo básico de la política.
 
Por política hay que entender...
 
Por política hay que entender otras cosas, no solo la política como tal. Cuando alguien se mete en un juego de poder, eso también es política. Da igual que esté relacionado con el Estado, el gobierno y asuntos parecidos...
Para mí, la palabra «política» abarca mucho más de lo que se suele pensar.
El hombre lleva intentando una estrategia política con la mujer durante toda la historia de la humanidad: que ella es inferior a él. Y la ha convencido. Existen razones para que la mujer esté indefensa y tenga que someterse a esta idea, tan absurda como fea. La mujer no es inferior al hombre, ni tampoco superior. Son dos categorías
humanas diferentes que no pueden compararse. La comparación misma es absurda, y si empezamos a comparar, surgirán los problemas.
¿Por qué se ha proclamado la inferioridad de la mujer en el mundo entero? Porque era la única manera de dominarla, de esclavizarla.
Resultaba más fácil. Si hubiera sido igual, habría habido problemas. Por eso se tenía que convencerla de que era inferior. Y las razones esgrimidas son las siguientes: tiene menos fuerza muscular y menor estatura; no ha escrito filosofía ni teología; no ha
fundado ninguna religión; no ha habido mujeres que destacaran en la música o la pintura. Todo eso demuestra que no tiene suficiente inteligencia, que no es intelectual, que no le interesan los asuntos más elevados de la vida, que sus intereses son muy limitados, que solo sirve para ser ama de casa.
Claro, si se plantea así la comparación, con tanta astucia, se convence fácilmente a la mujer de su inferioridad. También habría que comparar otras cosas. Una mujer puede dar a luz, mientras que un hombre no. Él es inferior; no puede ser madre. La naturaleza no le ha dado tal responsabilidad, sabiendo que es inferior. La responsabilidad recae sobre el superior, y la naturaleza no ha dotado de útero al hombre. En realidad, su función en la procreación no es más que la de una inyección, algo momentáneo.
La madre tiene que llevar en su vientre al niño durante nueve meses, con todos los inconvenientes. No resulta tarea fácil. Y después dar a luz... Eso supone casi experimentar la muerte. A continuación tiene que criar al niño durante años, y en épocas pasadas no paraba de tener hijos. ¿Qué tiempo le hemos dejado para dedicarse a la música, a la poesía, a la pintura? ¿Qué tiempo le hemos concedido? Estaba continuamente embarazada o cuidando de los hijos que había parido, y cuidándose de la casa para que el hombre se dedicara a asuntos más elevados.
 
Digo lo siguiente a cualquier hombre: intercambia el trabajo durante veinticuatro horas. Que ella pueda dedicarse a pensar, a crear poesía o música, y durante esas veinticuatro horas ocúpate tú de los hijos, de la cocina, de la casa. Entonces te darás cuenta de quién es superior. Veinticuatro horas serán suficientes para demostrarte que cuidar de tantos niños es como vivir en un manicomio.
Con un solo día de cocinar para la familia y los invitados comprenderás que en esas horas has vivido en un auténtico infierno y olvidarás la idea de tu superioridad, porque no tendrás ni un segundo para pensar en la teología, la filosofía o la religión.
Debes pensar en otros términos. Sí, la mujer tiene menos musculatura, porque durante millones de años no ha realizado el trabajo que desarrolla los músculos. Yo he estado con ciertos indígenas de la India, pueblos en los que la mujer es musculosa y el
hombre no. Eso significa que no es algo natural, sino histórico. Pero las mujeres llevan tanto tiempo sin realizar trabajos que requieren musculatura que, poco a poco han perdido de forma natural la capacidad para desarrollarla.
Pero también hay que considerar el asunto desde otros ángulos. La mujer tiene más resistencia que el hombre, un hecho comprobado médicamente. Las mujeres enferman con menos frecuencia que los hombres y viven más tiempo que ellos, unos cinco años más. Es una sociedad absurda la que ha decidido que el marido debería de
ser cuatro o cinco años mayor que la mujer, simplemente para demostrar que el hombre es más experimentado y así mantener intacta su superioridad. No está bien desde el punto de vista médico, porque la mujer vive cinco años más que el hombre. Desde el punto de vista médico, el marido debería ser cinco años más joven que la mujer, de modo que murieran al mismo tiempo o casi.
 
Por una parte, el hombre tiene que ser cuatro o cinco años mayor que la mujer, y por otra parte, a la mujer no se le permite que vuelva casarse otra vez, en la mayoría de las culturas y las sociedades. Recientemente ha empezado a permitírsele, pero solo
en los países desarrollados. Como no se le permite volver a casarse vivirá al menos diez años de viudedad. Eso es una insensatez desde el punto de vista médico; hay un error aritmético. ¿Por qué obligar a una mujer a ser viuda durante diez años? Habría sido mejor que la mujer hubiera tenido cinco años más que el marido, que el hombre hubiera sido cinco años más joven que la mujer. Con eso se habría arreglado el asunto. Habrían muerto casi al mismo tiempo, y no habría ni viudos ni viudas ni todos los problemas derivados de esa situación.
Si nos paramos a pensar que una mujer vive cinco años más que un hombre, ¿quién es superior? Si la mujer enferma con menos frecuencia, si tiene más resistencia, ¿quién es superior? El porcentaje de suicidios de mujeres es un cincuenta por ciento
inferior al de hombres. Lo mismo ocurre con el porcentaje de casos de locura: un cincuenta por ciento menor en las mujeres. Pero nunca se han tenido en cuenta estos hechos. ¿Por qué?
¿Por qué se suicidan el doble de hombres que de mujeres? Da la impresión de que los hombres no tienen paciencia con la vida. Son demasiado impacientes, tienen demasiados deseos, demasiadas expectativas, y cuando las cosas no les salen bien quieren acabar con todo. Se frustran con mucha rapidez. Eso es signo de debilidad: no tienen el valor de enfrentarse a los problemas de la vida. El suicidio es una cobardía, escapar de los problemas en lugar de resolverlos.
 
La mujer tiene más problemas: los suyos propios y los que le crea el hombre. Tiene problemas por partida doble, y sin embargo los afronta con valor. Pero todos dicen que es más débil. ¿Por qué se vuelven locos el doble de hombres que de mujeres?
Eso demuestra que su intelecto no es muy fuerte, que se le puede ir la cabeza a la primera de cambio.
¿Entonces por qué tanto empeño en la inferioridad de la mujer? Cuestión de política, de juego de poder.
 
Usted dice muchas veces que los políticos y los sacerdotes explotan y engañan a la gente, que se aprovechan de ella, como si pertenecieran a otra raza, como si fueran extraterrestres que se han impuesto a nosotros. Por el contrario, yo opino que los políticos y los sacerdotes salen de entre nosotros, y por eso somos responsables de sus actos. Quejarse de ellos es como quejarnos de nosotros mismos. ¿Es que no hay un político o un sacerdote oculto en cada uno de nosotros? ¿Podría decir algo al respecto, por favor?
 
Desde luego que los políticos y los sacerdotes no son extraterrestres; nacen y crecen entre nosotros. También nosotros tenemos el mismo deseo de poder, la misma ambición de ser más santos, más piadosos que los demás, pero en cuanto a esos deseos
y ambiciones, ellos son quienes más éxito tienen.
Y desde luego que nosotros somos responsables, pero es un círculo vicioso, porque no somos nosotros los únicos responsables. Los políticos y los sacerdotes que triunfan inculcan en las nuevas generaciones esas mismas ambiciones. Construyen la sociedad,
influyen en la mentalidad de todos, condicionándola. También ellos son responsables, y más que la gente normal y corriente, porque esas personas normales y corrientes son las víctimas de todas las ideas que se les imponen.
Un niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin deseo de poder, sin la idea de que es mejor, más santo, superior. Naturalmente, él no puede ser responsable de nada.
Quienes lo echan a perder son quienes lo educan: los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes... toda esa tropa. Y cuando le llegue el turno, también él echará a perder a otros... Es un círculo vicioso, pero ¿dónde romperlo?
Culpo a sacerdotes y políticos porque es ahí donde puede romperse el círculo vicioso. Culpar a los niños recién llegados al mundo no serviría de nada, como tampoco serviría de nada culpar a las masas, porque ya están programadas y explotadas. Sufren, son desdichadas pero no hay nada que las despierte; están profundamente dormidas.
Nuestras críticas deberían centrarse en quienes ostentan el poder, porque únicamente ellos pueden contaminar a las generaciones futuras. Si pudiéramos impedir que actuaran así, surgiría un nuevo ser humano.
 
Yo sé que todo el mundo es responsable, que pase lo que pase, de una forma u otra, todo el mundo tiene algo que ver en el asunto, pero lo importante para mí es a quién atacar, para evitar ese círculo vicioso en la nueva generación. La humanidad lleva siglos dándole vueltas a lo mismo, y por eso no culpo a las masas, ni a ti en concreto. Sí culpo a quienes ahora ocupan cierta posición y si pudieran relajarse un poco, olvidarse un poco de sus intereses y fijarse en esa humanidad sufriente... podría producirse una
transformación y romperse el círculo vicioso. Por eso me cebo en los políticos y los sacerdotes.
Sé que todo el mundo es responsable, pero no todo el mundo tiene el poder suficiente para romper el círculo vicioso. Por eso ataco constantemente a sacerdotes y políticos. Y resulta que ahora me tienen miedo; a lo mejor nunca le habían tenido miedo a nadie. No me quieren en ningún país del mundo. Los sacerdotes están detrás de los políticos que dictan las leyes y las normas, y quieren prohibir mi entrada en sus países.
Nuestra comuna de Estados Unidos fue destruida por los políticos, pero tras los políticos estaban los cristianos fundamentalistas, el grupo más ortodoxo de sacerdotes cristianos. Ronald Reagan, por ejemplo, es cristiano fundamentalista. Y ser cristiano fundamentalista significa ser ortodoxo hasta la médula. Reagan está convencido de que todas y cada una de las palabras de la Biblia son sagradas, pronunciadas por el mismísimo Dios. Y tanto los políticos como los sacerdotes son muy vulnerables: no tienen dónde apoyarse. Un buen golpe, y adiós. Y entonces la sociedad empezará a saber en qué consiste la libertad.
 
Podemos criar a los hijos de una forma más humana, sin condicionamientos, con inteligencia, para que sean capaces de ver la tierra como un todo, sin cristianos, hindúes, musulmanes, sin indios, chinos ni estadounidenses. Las naciones y las religiones son creación de los sacerdotes y los políticos. En cuanto desaparezcan ellos, también desaparecerán las religiones y las naciones.
Y un mundo libre de religiones y de naciones será un mundo humano, sin guerras, sin luchas innecesarias por cosas que nadie ha visto...
Qué absurdo que las personas lleven miles de años matándose entre sí en nombre de Dios... Nadie lo ha visto, nadie tiene pruebas. Y encima, ni siquiera sienten vergüenza, porque si lo miras directamente a los ojos, nadie se lo ha planteado jamás...
Sin embargo, emprenden cruzadas, yihads, guerras de religión, y destruyen a cuantos no creen en su dogma, porque su dogma es divino y todos los demás son creación del diablo.
Intentan servir a la humanidad matando a las personas. Su intención consiste en liberar a esas personas de las garras del diablo, pero lo más curioso es que toda religión piensa que las demás religiones son creaciones del diablo, y por eso continúa la lucha.
Los políticos libran una guerra tras otra... ¿Para qué? La tierra no tiene fronteras, pero ellos idean mapas y delimitan fronteras.
 
UNO DE MIS PROFESORES ERA UN HOMBRE MUY INTELIGENTE. Un día nos trajo a clase unos trozos de cartón. Había cortado el mapamundi en trocitos; los puso sobre la mesa y nos dijo: «A ver quién puede ordenarlo». Lo intentaron muchos alumnos, pero no lo consiguieron.
Al ver que a todos los demás no les salía bien y que no conseguían ensamblar el mapamundi, miró una pieza por el revés. Dio la vuelta a todas las demás y descubrió la figura de un hombre. La ordenó, algo que le resultó muy fácil, y así encontró la clave. Por un lado estaba ordenado el hombre y por el otro el mundo.
Quizá ocurra lo mismo con el mundo real... Si podemos ordenar al hombre, también quedará ordenado el mundo. Si logramos que el hombre esté en silencio, en paz, con amor, desaparecerán las naciones, desaparecerán las guerras y los políticos sucios. Y hay que recordar que toda política es sucia; no hay ninguna limpia.
Pero hemos de atacar a quienes ostentan el poder. Atacar a la persona normal y corriente no servirá de nada, porque no tiene poder; es una víctima. Incluso si la cambiamos, no supondrá un gran cambio. Pero si destruimos la conspiración entre religión y política, entre sacerdotes y políticos, se producirá un gran cambio, una revolución, la única revolución necesaria y que aún no ha tenido lugar.
 
¿Qué opina de la política?
 
¿Tengo que opinar? Pues la maldigo. Es la gran calamidad que nos ha hecho vivir siglos de sufrimiento. La política es absolutamente innecesaria, pero los políticos no consentirán que realmente lo sea porque entonces perderían sus presidencias, sus Casas Blancas, sus Kremlins...
La política no es necesaria, es algo totalmente anticuado. Se necesitaba porque las naciones no paraban de luchar entre sí. Ha habido cinco mil guerras en tres mil años.
Si disolviéramos las fronteras —que solo existen en el mapa, no en la tierra—, ¿a quién le interesaría la política? Desde luego, habría un gobierno mundial, pero solo tendría un carácter funcional. No supondría el menor prestigio, porque no existiría competencia para acceder a él. Si eres presidente del gobierno mundial, ¿qué? No eres más importante que los demás.
Un gobierno funcional es como la red de ferrocarriles. ¿A quién le importa quién dirige la red de ferrocarriles? Si el servicio de Correos funciona bien, ¿a quién le importa quién sea el director?
Las naciones tienen que desaparecer, y con ellas desaparecerá la política. Se suicidará. Lo que quedará será una organización funcional para hacerse cargo de las cosas, que podrá ser rotatorio, como el Rotary Club, en el que a veces el presidente es un negro, otras veces una mujer, otras veces un chino, otras un ruso, otras un
estadounidense... pero continúa girando, como una rueda.
Quizá una persona no debería ostentar el puesto más de seis meses, porque más tiempo resultaría peligroso. De modo que seis meses de presidente y después se acabó. Y que no eligieran a nadie más. Es simple torpeza mental elegir una y otra vez al mismo presidente. ¿No veis la torpeza mental? ¿Es que no hay personas inteligentes? ¿Es que solo tenéis un vejestorio para que siga una y otra vez?
Tampoco se necesitarían los partidos políticos en ese mundo. Los individuos deberían decidir individualmente. No se necesitan los partidos políticos, porque solo contribuyen a la destrucción de la democracia. Aunque la gente dice que la democracia no puede existir sin los partidos políticos, yo os digo que la democracia no puede existir con los partidos políticos, porque tienen sus propios intereses.
 
Cada individuo es libre de presentarse a cualquier cargo o de votar a quien le parezca conveniente, y quien salga elegido puede ser mucho más sensato que cualquier presidente o primer ministro. Entonces, como solo va a ocupar ese puesto durante seis meses, no puede perder el tiempo inaugurando esta universidad y la otra, o ese puente y el otro, o esa carretera; no puede perder el tiempo en absurdas inauguraciones. Y el Parlamento se limita a discutir sobre asuntos absurdos, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo. Para aprobar una simple ley necesitan años y años.
Una persona que solo vaya a mantenerse en ese cargo seis meses no puede permitirse semejantes estupideces. Se rodeará de asesores científicos, de expertos en diferentes campos. Por ejemplo: en el terreno de la economía buscará a los mejores cerebros de la economía para que lo asesoren. No dispone de mucho tiempo. No puede apoyarse en políticos de tercera clase que solo conocen el arte de la mentira y nada más. Si tiene que tomar decisiones sobre la educación, pedirá consejo a los grandes especialistas en educación del mundo entero. Pero ahora ocurren cosas tan extrañas...

Os doy una fórmula: un solo mundo.
 
 

EL LIBRO DEL EGO.- 6: EL PODER (SEGUNDA PARTE)


AURANGZEIB, UNO DE LOS EMPERADORES MUSULMANES DE LA INDIA, ardía en deseos de que su padre muriera o de que se hiciera viejo para sucederlo. Lo encarceló y ocupó el trono imperial. Su padre había trabajado mucho durante toda su vida, y al verse mano sobre mano en la celda envió un recado a su hijo: «Al menos reúne a treinta niños para que les enseñe el Corán».
Lo que comentó Aurangzeib ante sus cortesanos resulta muy significativo. Dijo:
«Ese viejo no quiere perder su poder. Ya no es el emperador, pero con treinta discípulos para enseñarles el Corán volverá a ejercer su poder sobre esos niños».

Según los psicólogos, las personas que tienen miedo de competir en la vida y de adquirir poder eligen una vía más sencilla: ser maestros de escuela. A los niños pequeños se les puede pegar, acosar... Es ilegal, pero en este país sigue ocurriendo.
Precisamente el otro día leí un informe sobre tres casos que se han encontrado... pero el gobierno oculta los hechos. Por fin se ha reconocido, porque ya resultaba excesivo, que los maestros han dado tales golpes a los niños que algunos se han quedado sordos de por vida.
Un chico... Su propio padre lo encadenó. Estuvo encadenado durante casi diez años a una columna de la casa. Prácticamente se convirtió en un animal. No podía ponerse de pie y solo se movía a cuatro patas. Además, como lo obligaron a vivir en medio de la oscuridad, perdió la vista.
Incluso los padres ejercen su poder, como los profesores, los maridos, las esposas. Da igual en qué situación te encuentres.

EL LIBRO DEL EGO.- 6: EL PODER (PRIMERA PARTE)


Toda la vida me han fascinado el poder, y el respeto que conlleva, pero ahora me parece algo limitado, muy reducido. Sin embargo, tengo la sensación de que existe un poder más auténtico, que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior. ¿Podría hablar sobre la atracción que siento hacia esto, por favor?
TU PREGUNTA requiere un examen muy profundo, porque puedo decir sí y también no. No voy a decir sí; hay mayores posibilidades de que diga no, y voy a explicarte las razones.
Así es como la mente juega con todos vosotros. Dices: «Toda la vida me han fascinado el poder, y el respeto que conlleva». Eres muy sincero al reconocerlo. Muchas personas con ansias de poder ni siquiera se dan cuenta de ello; su deseo de poder es prácticamente inconsciente. Los demás sí lo ven, pero ellos no.
El deseo de poder es la peor enfermedad que padece el ser humano en el mundo entero, y todos los sistemas educativos, todas las religiones, todas las culturas y sociedades fomentan esa enfermedad.
Toda persona quiere que su hijo sea el hombre más importante del mundo. No hay más que oír hablar a las madres sobre sus hijos, como si todas hubieran parido a Alejandro Magno, Iván el Terrible, Stalin, Ronald Reagan. Hay millones de personas empeñadas en conseguir poder, y hay que entender que este terrible impulso surge de un vacío en el interior de la persona.
La persona sin deseo de poder es una persona satisfecha, feliz, tranquila, contenta con lo que es. Su ser mismo expresa una inmensa gratitud hacia la existencia; no tiene nada más que pedir. Le han dado lo que le han dado, sin haberlo pedido. Es un simple regalo de la abundancia de la naturaleza.
Y son dos caminos completamente distintos: el uno es el deseo de poder; el otro es el deseo de disolverse.
Me dices: «Pero ahora me parece algo limitado, muy reducido...». No es solo limitado y reducido, sino enfermizo y feo. La sola idea de ejercer poder sobre los demás significa arrebatarles su dignidad, destruir su individualidad, obligarlos a ser esclavos.
Solo una mente sucia y fea puede hacer semejante cosa. Y lo que planteas sigue así: «Sin embargo, tengo la sensación de que existe un poder más auténtico, que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior». Hay algo de verdad en tus palabras, pero no es tu experiencia.
Sin duda existe un poder que no tiene nada que ver con el dominio sobre los demás, pero el poder de una flor al abrir sus pétalos... ¿Te has fijado en ese poder, en esa maravilla? ¿Te has fijado en el poder de una noche estrellada? Sin que domine a nadie. ¿Te has fijado en el poder de una hojita minúscula danzando al sol o en medio de la lluvia? ¿En su belleza, en su grandeza, en su júbilo? No tiene nada que ver con nadie; ni siquiera necesita que nadie la vea.
Esa es la verdadera independencia, lo que te lleva a la raíz de tu ser, de donde brota la vida a cada momento, pero no debería llamarse poder a ese poder, porque crea confusión.
El poder se ejerce sobre alguien, algo que incluso las personas de gran inteligencia no han sabido comprender. En la India hay una religión, el jainismo. La palabra jaina significa «el conquistador». El significado original coincidía sin duda con lo que tú dices: el poder que brota en tu interior como una flor abre sus pétalos y desprende su fragancia. Pero yo he estudiado en profundidad la tradición del jainismo. Cuando llaman a un hombre «conquistador», también dicen que se ha conquistado a sí mismo. Siempre hay que conquistar a alguien.
Cambiaron el nombre de Mahavira, que se llamaba Vardhamana. Mahavira significa «el gran conquistador», el hombre grande, victorioso, pero si se reduce a sencillos términos psicológicos, la idea misma de que Mahavira se conquistara a sí mismo significa que podía estar desnudo en plena lluvia, con frío, que podía pasar hambre en aras del ayuno durante meses enteros. En doce años de disciplina y preparación, solo comió durante un año y pasó hambre durante once. No continuamente; un mes pasaba hambre y un día comía; pasaba hambre dos meses y dos días comía, pero en el transcurso de doce años en total comió el equivalente a un año. Infligió torturas a su cuerpo durante once años.
Se necesita una gran agudeza para comprender que no existe ninguna diferencia entre torturar a otros o a ti mismo, salvo que los otros pueden defenderse. Al menos existe esa posibilidad. Si empiezas a torturarte a ti mismo, nadie puede defenderte.
Puedes hacer lo que quieras con tu propio cuerpo, pero eso es sencillamente masoquismo. Desde mi punto de vista, eso no te llevará a encontrar las raíces de tu ser interior.
Por consiguiente, no me gusta llamarlo poder, porque esa palabra está contaminada.
Me gustaría llamarlo paz, amor, compasión... La palabra da igual, pero el poder siempre ha estado en manos de personas violentas, con otros o consigo mismos. Yo pienso que quienes son violentos con otros son más naturales y que quienes son violentos consigo mismos tienen un problema psicótico. Sin embargo, quienes se han
torturado a sí mismos son vuestros santos. Lo único que han aportado al mundo es la disciplina para torturarse a uno mismo.
Algunos santones dormían en un lecho de clavos, y todavía los hay. Se ven en Varanasi. Puede resultar muy teatral, pero es feo y debe condenarse. No hay que respetar a esas personas. Son criminales, porque cometen un crimen con un cuerpo y ni siquiera pueden ir a juicio.
De modo que hay que entender muy bien la segunda parte, porque si no, tu primer deseo, la fascinación por el poder, volverá a presentarse con un disfraz diferente, y empezarás a hacer esfuerzos para ejercer poder sobre ti mismo. Me parece que eso es lo que ocurre.
Dices: «... un poder que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior». El hecho mismo de que menciones a otras personas y sus reacciones supone que no piensas de una manera muy distinta. En primer lugar, quieres que la gente te muestre respeto, y para ello tienes que ser un
hombre importante, un conquistador del mundo, un premio Nobel o cualquier otra estupidez. Pero no todo el mundo puede ser Alejandro Magno, ni ganar un Nobel, ni ser más importante que los demás en uno u otro sentido.
Y aquí cambia la cosa: verte en una situación en la que no es posible, o en la que quizá la competición sea excesiva y te aplasten, porque hay personas mucho más importantes, mucho más peligrosas, y entonces es mejor retirarse e intentar encontrar un poder sin relación alguna con otras personas, independiente de otras personas.
Incluso esa conexión me lleva a deducir que vas a iniciar el mismo viaje. Al principio querías dominar a los demás y ahora quieres dominarte a ti mismo. Eso es lo que llaman disciplina.

EL LIBRO DEL EGO.- LA IDENTIFICACION



Identificarse con algo que tú no eres: así se forma el ego.
 
IDENTIFICARSE CON algo que tú no eres: así se forma el ego. El ego significa identificarse con algo que tú no eres. Seas lo que seas, no necesitas identificación. No hace falta que te identifiques con ello, puesto que ya lo eres.
De modo que cuando se da una identificación, es con algo, con algo que tú no eres.
Te puedes identificar con el cuerpo, con la mente, pero desde el mismo momento en que te identificas, te pierdes. En eso consiste el ego, y así es como se forma y como cristaliza el ego. Siempre que afirmas el «yo» se produce una identificación con algo, con un
nombre, una forma, con un cuerpo, con un pasado, una mente, unos pensamientos, unos recuerdos. Se produce una profunda identificación, y solo entonces puedes afirmar el «yo». Si no te identificas con ninguna otra cosa y sigues siendo tú mismo, no puedes decir «yo». Ese «yo» simplemente desaparece.
 
«Yo» significa identidad.
 
La identidad constituye la base de toda esclavitud: identifícate y estarás encarcelado.
La identidad se convertirá en tu cárcel. No te identifiques, sigue siendo tú mismo, y así encontrarás la libertad. En eso consiste el cautiverio: el ego es el cautiverio, y la ausencia de ego la libertad. Y ese ego no es sino identificarse con algo que tú no eres.
Pongamos un ejemplo. Todo el mundo se identifica con su nombre, pero todo el mundo nace sin nombre. Después el nombre adquiere tanta importancia que hay quienes son capaces de morir por él.
¿Qué es un nombre? En cuanto te identificas, adquiere gran importancia. Sin embargo, todas las personas nacen sin nombre, innombradas. Lo mismo ocurre con la forma; todo el mundo se identifica con su propia forma. Todos los días te pones ante el
espejo, ¿y qué ves? ¿A ti mismo? No. Ningún espejo puede reflejarte a ti tal y como eres, sino solo la forma con la que te identificas. Pero la estupidez de la mente humana alcanza tal grado que la forma cambia constantemente, día a día, y nunca te
desilusionas.
¿Cuál era tu forma cuando eras pequeño? ¿Cuál era tu forma cuando estabas en el seno materno? ¿Cuál era tu forma cuando solo estabas en la semilla de tus padres? Si te presentaran una fotografía, ¿reconocerías el feto en el vientre de tu madre? ¿Lo reconocerías y dirías: «Ese soy yo»? No, pero debes haberte identificado con él mucho antes... Después viniste al mundo, y si pudiera reproducirse tu primer llanto, ¿lo reconocerías y dirías: «Es mi llanto?». No, pero era tuyo, y debes haberte identificado con él.
 
Si se le pudiera enseñar un álbum a un moribundo... Una forma en continuo cambio... Sí, hay una continuidad, pero cada momento es un cambio... El cuerpo cambia cada siete años, por completo; nada sigue igual, ni una sola célula. Y, sin embargo, pensamos: «Esta es mi forma, esto soy yo». Y la conciencia carece de forma. La forma es algo externo que cambia sin cesar, como nos cambiamos de ropa.
Esa identificación es el ego. Si no te identificas con nada —ni con un nombre, ni con una forma, con nada—, ¿dónde está el ego entonces? Entonces eres, pero al mismo tiempo no eres. Entonces eres con absoluta pureza, pero sin ego. Por eso Buda llamaba al yo no-yo, lo llamaba anatta, anatma. Decía: «Como no existe el ego, ni siquiera puedes llamarte atma. No puedes decir "yo", porque el "yo" no existe. Solamente hay pura existencia». Esa pura existencia es la libertad.
 
A veces me asusto de verdad cuando surgen las facetas oscuras de mi mente. Me resulta muy difícil aceptar que son el polo opuesto de las facetas luminosas, y me siento sucio, culpable e indigno. Quiero enfrentarme a todas las facetas de mi mente y aceptarlas, porque usted ha dicho en muchas ocasiones que la aceptación es la condición para trascender la mente. ¿Podría hablar sobre la aceptación, por favor?
 
Lo que hay que comprender en primer lugar es que tú no eres la mente, ni el lado oscuro ni el luminoso. Si te identificas con la parte hermosa, te resultará imposible desidentificarte de la parte fea, porque son las dos caras de la misma moneda. O la tomas en su totalidad, o la dejas en su totalidad, pero no puedes dividirla.
Y toda la angustia del ser humano se reduce a que quiere elegir lo que parece hermoso, luminoso; quiere quedarse con el contorno plateado y dejar a un lado la nube oscura, sin comprender que el contorno plateado no puede existir sin la nube oscura. La nube oscura es el fondo, necesaria para que resalte el plateado.
 
Elegir equivale a angustiarse.
 
Elegir equivale a crearse problemas. No elegir significa lo siguiente: que la mente está ahí, con su lado oscuro y su lado
luminoso. Pues muy bien, ¿y qué? ¿Qué tiene que ver contigo? ¿Por qué tendrías que preocuparte por semejante cosa?
En cuanto dejas de elegir, desaparecen todas las preocupaciones. Se acepta plenamente que así tiene que ser la mente, que así es la naturaleza de la mente y que no es problema tuyo, porque tú no eres la mente. Si tú fueras la mente, no habría ningún problema. ¿Quién elegiría y quién pensaría en trascender entonces? ¿Y quién
intentaría aceptar y comprender la aceptación?
Tú eres alguien distinto, completamente distinto. Solo eres un testigo; nada más.
Pero eres un observador que se identifica con cualquier cosa que le resulte agradable y se olvida de que lo desagradable acecha detrás como una sombra. No te preocupa el lado agradable, sino que disfrutas de él. El problema surge cuando se reafirma el polo
opuesto; entonces te desgarras.
Pero tú mismo iniciaste el conflicto. Al abandonar tu posición de simple testigo, te identificaste. El relato bíblico de la caída es pura ficción, pero esta es la verdadera caída: abandonar de la posición de testigo, identificarse con algo y dejar de atestiguar.
Inténtalo de vez en cuando, deja que la mente sea lo que es. Recuerda que tú no eres ella. Entonces te llevarás una gran sorpresa. Como estás menos identificado, la mente empieza a ejercer menos poder, porque su poder surge de tu identificación y te
chupa la sangre, pero cuando empiezas a mantener las distancias la mente empieza a reducirse.
Cuando dejes de identificarte por completo con la mente, aunque solo sea unos momentos, tendrás la revelación: que la mente sencillamente muere, deja de existir.
 
Antes estaba llena, antes actuaba sin cesar —un día sí y otro también, durante el sueño y la vigilia—, y de repente desaparece. Miras a tu alrededor y ves el vacío, la nada.
Y junto con la mente desaparece la personalidad y solo queda cierta conciencia, carente de un «yo». Como mucho se podría hablar de algo parecido a «una presencia», pero sin «el yo». O para ser más exactos, se trata de «ser», porque en el «soy» queda todavía una sombra del «yo». En el momento en que se sabe que es «ser», se vuelve universal.
Con la desaparición de la mente desaparece la personalidad, y muchas otras cosas que considerabas tan importantes y que tanto te preocupaban. Intentabas resolverlas y cada día se volvían más complicadas; todo suponía un problema, era motivo de angustia y no parecías encontrar una salida.
Voy a recordarte el relato «El ganso está fuera», sobre la mente y el «esismo».
 

EL LIBRO DEL EGO.- LA MENTE: 2ª PARTE y última



La mente no para de pedir, como una mendiga.
La mente no para de pedir, como una mendiga. Voy a contar una antigua parábola...
UN MENDIGO LLAMÓ UN DÍA A LAS PUERTAS DE UN PALACIO. Dio la casualidad de que el rey iba a salir en ese momento al jardín a dar su paseo matutino y abrió la puerta. El mendigo dijo:
Parece un día de suerte para ti.
¿Para quién? preguntó el rey. ¿Para ti o para mí?
El mendigo contestó:
Se decidirá al final del día. Soy un mendigo y solo pido una cosa. Tengo este cuenco para las limosnas. ¿Puedes llenarlo, con lo que quieras?
El mendigo parecía un poco raro. Tenía ojos de místico, y su forma de hablar no era propia de un mendigo, sino de un emperador. Lo rodeaba un aura de gran autoridad. El rey le ordenó al primer ministro que llenara el cuenco de monedas de oro para que el mendigo recordase que había llamado a las puertas del palacio real y que por eso él era el que tenía suerte. El mendigo se echó a reír.
El rey preguntó:
Bueno, ¿qué pasa?
El mendigo respondió:
Todo se decidirá por la noche.
Su comportamiento era extraño pero también interesante. Era un hombre muy hermoso.
Y entonces empezaron los problemas. Cuando el primer ministro llenó el cuenco de monedas de oro, desaparecieron todas y el cuenco siguió vacío. Más monedas, y más y más... Llevaron todas las monedas de las arcas reales, y todas desaparecieron. La ciudad
entera se congregó ante el palacio cuando la noticia se propagó como reguero de pólvora. El rey dijo:
Traed todos los diamantes, los rubíes, las esmeraldas... Hay que llenar el cuenco del mendigo a toda costa.
Pero todo desaparecía en el cuenco, que seguía tan vacío como antes.
El rey acabó por perderlo todo. Había caído la noche. En la capital había habido gran agitación durante el día. El rey seguía insistiendo pero llegó un momento en el que ya no tenía sentido, porque no podía dar nada más. Se postró a los pies del mendigo y le rogó que le contara el secreto del cuenco.
¿Es un cuenco mágico? Ya es de noche y me has dicho muchas veces: «Por la noche, al anochecer, todo quedará decidido». Ya es la hora, y en cierto modo ya se ha decidido todo. Me ha derrotado un mendigo. Pero tú no eres un mendigo normal y corriente. Lo único que quiero saber es el secreto del cuenco.
El mendigo contestó:
No hay ningún secreto. Lo conoce todo el mundo. No tienes más que mirar de cerca este cuenco. Es el cráneo de un hombre.
El rey dijo:
No te entiendo.
El mendigo replicó:
Nadie lo entiende. En el cráneo de un hombre está su mente. Echas cosas y más cosas dentro y todo desaparece. Siempre pide más, siempre está vacía. Es una mendiga, y eso no se puede cambiar. Lo único que puedes hacer es comprenderlo y cambiarlo.

EL LIBRO DEL EGO.- LA MENTE: 1ª PARTE


EN inglés solo existe una palabra para el proceso del pensamiento: la «mente». Y en el idioma inglés no existe una palabra para denotar algo más allá del proceso del pensamiento. La filosofía de Buda Gautama y de Bodhidharma consiste en cómo ir más allá el proceso del pensamiento. En sánscrito, en pali, existen varias palabras: manus, la raíz de la palabra inglesa «mente», significa precisamente el proceso del pensamiento, y chitta la conciencia que trasciende el proceso del pensamiento.
¿Por qué no se queda tranquila esta mente mía, que no para de decirme cosas? No me deja en paz desde que tengo uso de razón. ¿Cuál es su origen? ¿Se remonta en cierto modo al tremendo silencio en el que se disuelve cuando estoy ante ti?
La mente no es ni más ni menos que un ordenador biológico. El niño nace sin mente; en su interior no hay cháchara. Este mecanismo tarda entre tres y cuatro años en empezar a funcionar. Y se ha observado que las niñas empiezan a hablar antes que los niños, que son más parlanchinas, porque poseen un ordenador biológico de mejor calidad. Hay que introducirle información, y por eso, cuando intentas recordar tu vida te quedas estancado a la edad de cuatro años si eres hombre, o la de tres años si eres mujer. Después hay un vacío. Estabas allí, debieron de ocurrir muchas cosas, pero al parecer ningún recuerdo ha quedado registrado, no recuerdas nada. Sin embargo, sí puedes recordar con claridad hasta los tres o cuatro años de edad.

EL LIBRO DEL EGO.- EL ÉXITO: TERCERA PARTE


¿Cómo puedo dejar de querer ser especial?
 
Porque eres especial, y no hay necesidad alguna de serlo. Eres especial, eres único; Dios jamás crea nada que sea menos que eso.
Todos somos únicos, completamente únicos. Jamás ha existido una persona como tú hasta ahora, ni jamás existirá. Dios ha adoptado esta forma por primera y última vez, y no hay necesidad alguna de intentar ser especial, porque ya lo eres. Si intentas ser especial te harás normal. Tu esfuerzo está basado en un malentendido que te producirá confusión, porque cuando intentas ser especial has dado algo por supuesto: que no eres especial. Ya eres normal, es decir, que no te has enterado de nada.
Si das por supuesto que eres normal, ¿cómo puedes llegar a ser especial? Lo intentarás por todos los medios, y seguirás siendo normal, porque tus fundamentos, tus cimientos, son erróneos. Sí, puedes comprarte ropa más sofisticada, cambiarte de peinado, utilizar productos de belleza, puedes aprender unas cuantas cosas y tener más cultura, pintar y empezar a considerarte pintor; puedes hacer unas cuantas cosas, alcanzar la fama, pero en el fondo sabrás que eres normal y corriente. Todas esas cosas están en el exterior. 

EL LIBRO DEL EGO.- EL ÉXITO: SEGUNDA PARTE


Te atormenta la idea del éxito
 
Te atormenta la idea del éxito. La idea del éxito es el mayor desastre que ha sufrido la humanidad, la idea de que hay que tener éxito. Y el éxito significa que hay que competir, que hay que luchar, no importa por qué medios, buenos o malos. Una vez que
alcanzas el éxito, todo está bien. Lo importante es lograrlo, y aunque lo alcances por malos medios, cuanto hayas hecho está bien. El éxito cambia la cualidad de todos tus actos, transforma los medios malos en buenos.
De modo que lo que se plantea es lo siguiente: ¿cómo triunfar? ¿Cómo llegar a lo más alto? Y naturalmente, muy pocas personas pueden llegar a lo más alto. Si todo el mundo intentara llegar al Everest, ¿cuántas personas podrían estar en la cima? No hay mucho espacio, y solo una persona puede estar allí cómodamente. Y los millones que también se esforzaban por lograrlo se sentirían fracasados; la desesperación se adueñaría de sus almas. Empezarían a sentirse mal.
 
La educación que os han dado, eso que llaman educación, es errónea, totalmente perniciosa. Vuestros colegios y universidades os corrompen. Crean la desdicha, son las fábricas de los infiernos, pero de una forma tan bonita que no os dais cuenta de lo que
ocurre. El mundo entero se ha convertido en un infierno debido a esa educación errónea. Cualquier educación basada en la idea de la ambición creará el infierno en la tierra. Ya lo ha logrado.
Todos sufren y se sienten inferiores. Es una situación verdaderamente extraña.
Nadie es inferior y nadie es superior, porque cada individuo es único, y no existe comparación posible. Tú eres tú, simplemente tú. No puedes ser nadie más, ni falta que hace. Y no necesitas hacerte famoso, no necesitas triunfar a ojos del mundo. Esas ideas son absurdas.
Lo único que necesitas es ser creativo, amar, tener conciencia, meditar... Si notas que la poesía empieza a surgir en tu interior, escríbela para ti mismo, para tu mujer, para tus hijos, tus amigos... y olvídate del asunto. Cántala, y si nadie la escucha, cántala a solas y disfrútala. Acércate a los árboles, que ellos la apreciarán y aplaudirán.
O habla con los animales, que te entenderán mucho mejor que los estúpidos seres humanos a quienes los conceptos erróneos de la vida llevan corrompiendo siglos y siglos.
 
La persona ambiciosa es un problema patológico
 
Me siento una persona muy especial, tan especial que quisiera ser normal y corriente. ¿Podría decir algo sobre esto, por favor?
Todo el mundo piensa lo mismo. En el fondo, todo el mundo sabe que es especial. Es una broma que Dios les gasta a los seres humanos. Cuando crea a una persona y la trae a la tierra, le susurra al oído: «Eres especial. Eres incomparable, única». Pero lo hace con todo el mundo, y en el fondo todo el mundo se lo cree, aunque la gente no lo dice con tanta claridad como tú, por miedo a que los demás se sientan ofendidos. Y como nadie va a quedar convencido, ¿qué sentido tiene decirlo? Si le dices a alguien: «Soy especial», no lo convencerás porque sabe que él es especial. ¿Cómo convencerlo? Sí, quizá alguien quede convencido, o al menos finja estarlo. Si trabaja en algo contigo, quizá te diga para hacerte la pelota: «Sí, eres especial, eres fantástico», pero en el fondo sabe que el negocio es el negocio.
 
Un fanfarrón le está contando a un amigo que tiene tres coches y un montón de cosas más. Cuando encima le dice que mantiene a dos amantes en Nueva York pero que ha dejado embarazada a su secretaria, increíblemente guapa y apasionada, y que tiene que llevarse en el viaje de negocios a Río de Janeiro, para los Carnavales, a la mecanógrafa, una rubia impresionante, quien lo escucha se pone a jadear de repente, se da un tirón a la corbata y sufre un ataque al corazón.
El fanfarrón interrumpe la historia, le da unas palmaditas en la espalda a la víctima y un vaso de agua y le pregunta solícito qué le ocurre.
No puedo evitarlo responde el hombre. Soy alérgico a las gilipolleces.
MÁS VALE MANTENER ESAS GILIPOLLECES EN SECRETO, porque la gente es alérgica, pero en cierto modo está bien que hayas sacado a la luz lo que piensas.
Si te consideras especial, tú mismo te buscarás la desdicha. Si te consideras superior a los demás, más inteligente que los demás, lograrás un ego muy fuerte. Y el ego es veneno, veneno puro.
Y cuanto más egoísta eres, más te duele, porque es una herida. Cuanto más egoísta, más separado de la vida. Te desligas de la vida; ya no sigues la corriente de la vida y te conviertes en una roca en mitad del río. Te vuelves frío como el hielo, pierdes todo el calor, todo el amor.
Una persona especial no puede amar, porque ¿dónde va a encontrar a otra persona especial?
 
ME HAN CONTADO LA HISTORIA de un hombre que permaneció soltero toda la vida, y cuando estaba moribundo, a la edad de noventa años, alguien le preguntó:
Has estado soltero toda la vida, pero nunca has explicado por qué. Ahora que vas a morir, por lo menos satisface nuestra curiosidad. Si guardas algún secreto, ahora puedes contarlo, porque te estás muriendo. Incluso si el secreto sale a la luz, ya no importa.
El moribundo respondió:
Sí, hay un secreto. No es que esté en contra del matrimonio, sino que buscaba a la mujer perfecta. Busqué por todas partes, y así se me pasó la vida.
Quien le había preguntado antes insistió:
Pero en esta tierra tan grande, con tantos millones de habitantes, la mitad son mujeres. ¿No encontraste ni a una sola mujer perfecta?
Una lágrima rodó por la mejilla del moribundo. Contestó:
Sí, encontré a una.
El otro hombre se quedó perplejo. Dijo:
Entonces ¿qué pasó? ¿Por qué no te casaste?
Y el anciano respondió:
Porque aquella mujer estaba buscando al marido perfecto.
 
TU VIDA RESULTARÁ MUY DIFÍCIL SI MANTIENES TALES IDEAS. Y sí, el ego es tan astuto, tan taimado, que puede ofrecerte este nuevo proyecto: «Eres especial. Hazte normal y corriente». Pero dentro de tu normalidad, sabrás que eres la persona más
extraordinaria del mundo. No hay nadie más normal que tú. Será el mismo juego, camuflado. Eso es lo que hacen los así llamados humildes. Dicen: «Soy la persona más humilde del mundo. No te llego a la suela de los zapatos». Pero no lo dicen de verdad. No
respondas: «Sí, lo sé», porque no te perdonarán jamás. Esperan que digas: «Eres la persona más humilde que he conocido, y la más virtuosa». Entonces se quedarán encantados, satisfechos. Es el ego ocultándose tras la humildad.
Así no puedes deshacerte del ego.
 
Me dices: «Me considero una persona muy especial, tan especial que me gustaría ser normal y corriente. ¿Podría decir algo sobre esto, por favor?».
Nadie es especial, o todo el mundo es especial. Nadie es normal y corriente, o todo el mundo es normal y corriente. Pienses lo que pienses de ti mismo, lo mismo debes pensar de los demás, y así quedará resuelto el problema. Tú eliges. Si prefieres la palabra
«especial», puedes pensar que lo eres, pero entonces también lo son todos los demás. Y no solamente las personas; también los árboles, los animales, las piedras... la existencia entera es especial, porque tú saliste de esa existencia y en ella te disolverás. Pero si te gusta la palabra «normal», que es muy bonita, más tranquila, entonces comprenderás que todo el mundo es normal, que la existencia en sí es normal.
 

EL LIBRO DEL EGO.- EL ÉXITO: PRIMERA PARTE


Siempre he soñado con ser famoso y rico, con triunfar. ¿Puede ayudarme a que mi sueño se haga realidad?
Pues no, señor mío, porque ese deseo es suicida, y no puedo ayudarlo a suicidarse.
Puedo ayudarlo a madurar y a ser, pero a no a suicidarse, no puedo ayudarlo a destruirse por nada.
La ambición es un veneno. Si quiere ser mejor músico, sí puedo ayudarle, pero no piense que va a adquirir fama mundial. Si quiere ser mejor poeta, también puedo ayudarlo, pero no piense que va a obtener el Nobel. Si quiere ser buen pintor, también puedo ayudarlo, porque yo ayudo a aumentar la creatividad; pero la creatividad no tiene nada que ver con el nombre y la fama, con el éxito y el dinero. Y no digo que si se presentan tenga que renunciar a ellos; si se presentan, estupendo; disfrútelos, pero que no sean lo que le motiven, porque cuando una persona intenta alcanzar el éxito, ¿cómo va a ser un auténtico poeta? Si su energía es política, ¿cómo puede ser poética? 
 
Si alguien intenta hacerse rico, ¿cómo va a ser un auténtico pintor? Toda su energía está centrada en hacerse rico, mientras que un pintor necesita toda su energía para pintar, y pintar es algo de aquí y ahora. Y la riqueza puede surgir en algún momento del futuro;
puede surgir o no. No hay ninguna necesidad; todo es casualidad: el éxito es algo casual, como la fama.
Pero la dicha no es algo casual. Puedo ayudarlo a ser dichoso; puede pintar y ser dichoso. Tanto si sus cuadros se hacen famosos como si no, tanto si llega a ser un Picasso como si no, eso no tiene importancia, pero yo puedo ayudarlo a pintar de tal manera que mientras pinte incluso Picasso hubiera sentido envidia. Puede perderse por completo en su pintura, y en eso consiste el verdadero gozo.
Esos son los momentos de amor y meditación; esos son los momentos divinos.
Un momento divino consiste en perderse por completo, cuando desaparecen las limitaciones, cuando no eres y Dios es.
Pero no puedo ayudar a alcanzar el éxito. Insisto en que no estoy en contra del éxito. No digo que no haya que alcanzarlo; no tengo nada en su contra y me parece muy bien. Lo que digo es que no debe ser la motivación, porque entonces perderás de vista la
pintura, la poesía, la canción que estás cantando ahora mismo, y cuando llegue el éxito tendrás las manos vacías porque a nadie le puede llenar el éxito.
El éxito no puede nutrir, no tiene nutrientes. El éxito no es sino pura palabrería.
Precisamente la otra noche estaba yo leyendo un libro sobre Somerset Maugham, Conversaciones con Willie. El libro lo escribió Robin Maugham, sobrino del escritor. Bien; Somerset Maugham fue una de las personas más famosas, más ricas y con más éxito de nuestra época, pero esas memorias resultan muy reveladoras. Veamos lo siguiente, las palabras que Robin Maugham escribió sobre su famoso tío:
 
No cabe duda de que era el escritor más famoso y destacado de su época. Y también el más triste... «Verás. Dentro de muy poco estaré muerto, y la idea no me hace ninguna gracia», me dijo un día..., y dijo eso cuando tenía noventa y un años. «Yo ya soy un vejestorio, pero no por eso se me hacen más fáciles las cosas», dijo.
Era rico, con fama mundial y todo lo demás, y a los noventa y un años seguía ganando una fortuna, a pesar de llevar muchísimo tiempo sin escribir ni una sola palabra. Los derechos de autor de sus libros le llegaban literalmente a montones, y también las cartas de admiradores. En aquel momento se representaban en Alemania
cuatro obras suyas. El círculo volvía a ponerse en escena en Inglaterra y acababan de hacer un musical con La esposa constante. Al cabo de poco tiempo adaptarían una de sus novelas más famosas, Servidumbre humana, para una película, que podría
reportarle tantos millones de dólares como Lluvia, La luna y seis peniques y El niño de la navaja. Por desgracia, lo único que no le habían reportado tanto talento y tanto éxito era la felicidad. Era el hombre más triste del mundo.
«¿Cuál es el recuerdo más bonito de tu vida?», le pregunté. «No se me ocurre ninguno», contestó. «Miré a mi alrededor —dice el sobrino—, el salón con el mobiliario inmensamente valioso, los cuadros y los objetos de arte que su éxito le había permitido
adquirir. Su casa y el maravilloso jardín —en un enclave prodigioso a orillas del Mediterráneo— estaban valorados en seiscientas mil libras. Tenía once personas a su servicio, pero no era feliz.
 
»Al día siguiente, mientras leía la Biblia, dijo: "He encontrado la cita: ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo si pierde su alma?". Entrecruzó y separó las manos con desesperación y añadió: "Querido Robin, he de decirte que ese texto estaba colgado
enfrente de mi cama cuando yo era pequeño". Después lo llevé a dar un paseo por el jardín y dijo: "Verás. Cuando me muera me lo quitarán todo, los árboles, la casa, hasta el último mueble. No podré llevarme ni una mesa". Y se echó a temblar, muy triste.
»Guardó silencio un rato mientras paseábamos por un naranjal y dijo: "He sido un fracasado durante toda mi vida". Intenté animarlo. "Eres el escritor vivo más famoso. Eso significará algo, ¿no?", pregunté. "Ojalá jamás hubiera escrito una sola palabra, —
contestó—. ¿De qué me ha servido? Mi vida ha sido un fracaso, y ahora es demasiado tarde para cambiar. Demasiado tarde." Y se le llenaron los ojos de lágrimas.»
 
¿DE QUÉ PUEDE SERVIRTE EL ÉXITO? Ese hombre, Somerset Maugham, vivió en vano. Tuvo una larga vida —noventa y un años—, y podría haber sido un hombre muy feliz, satisfecho, pero solo si el éxito pudiera proporcionarlo, si pudieran proporcionarlo
las riquezas, una gran casa y los criados.
En última instancia, el nombre y la fama carecen de importancia; lo único que cuenta a la hora de la verdad es cómo hayas vivido cada momento de tu vida. ¿Con alegría? ¿Como una fiesta? ¿Has sido feliz con las pequeñas cosas? Al darte un baño, tomar té, barrer el suelo, pasear por el jardín, plantar árboles, hablar con un amigo o
mientras estabas sentado en silencio con la persona amada o mirando la luna o simplemente escuchando el canto de los pájaros, ¿eras feliz en esos momentos? ¿Fue cada uno de ellos un momento de transformación de felicidad luminosa? ¿Irradiaba alegría? Eso es lo que importa.
 
Me preguntas si puedo ayudarte a hacer realidad tu deseo. No, en absoluto, porque ese deseo es tu enemigo y te destruirá. Y un día, cuando te topes con esa frase de la Biblia: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo si pierde su alma?», llorarás de frustración y dirás: «Y ya es demasiado tarde para cambiar. Demasiado tarde».
Pero yo te digo que aún no es demasiado tarde, que puedes hacer algo, que puedes cambiar tu vida totalmente, desde las mismas raíces. Yo puedo ayudarte a realizar un cambio alquímico, pero no puedo garantizarlo en el sentido mundano. Yo garantizo el éxito en el mundo interior. Puedo hacerte rico, tan rico como cualquier
Buda. Y solo los budas son ricos; quienes únicamente se rodean de cosas mundanas no son realmente ricos, sino pobres que se engañan a sí mismos y a otros, haciendo creer que son ricos. En el fondo son mendigos, no auténticos emperadores.
 
BUDA LLEGÓ UN DÍA A UNA CIUDAD, y el rey tenía ciertos reparos en ir a recibirlo. El primer ministro le dijo:
Si no vas a recibirlo, acepta mi dimisión, porque no podré seguir a tu servicio.
El rey preguntó:
Pero ¿por qué? Aquel hombre le resultaba indispensable, y sin él se habría sentido perdido; era la verdadera clave de su poder—. Pero ¿por qué? ¿Por qué insistes? ¿Por qué tendría que ir a recibir a un mendigo?
Y el anciano primer ministro respondió:
Porque tú eres el mendigo y él es el emperador. Ve a recibirlo, porque si no, no serás digno de que te sirvan.
El rey fue a recibirlo. De mala gana, pero fue. Y después de ver a Buda, se postró a los pies del anciano primer ministro y dijo:
Tenías razón. Él es el rey y yo el mendigo.
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