lunes, 18 de mayo de 2020

EL LIBRO DEL EGO.- LA MENTE: 1ª PARTE


EN inglés solo existe una palabra para el proceso del pensamiento: la «mente». Y en el idioma inglés no existe una palabra para denotar algo más allá del proceso del pensamiento. La filosofía de Buda Gautama y de Bodhidharma consiste en cómo ir más allá el proceso del pensamiento. En sánscrito, en pali, existen varias palabras: manus, la raíz de la palabra inglesa «mente», significa precisamente el proceso del pensamiento, y chitta la conciencia que trasciende el proceso del pensamiento.
¿Por qué no se queda tranquila esta mente mía, que no para de decirme cosas? No me deja en paz desde que tengo uso de razón. ¿Cuál es su origen? ¿Se remonta en cierto modo al tremendo silencio en el que se disuelve cuando estoy ante ti?
La mente no es ni más ni menos que un ordenador biológico. El niño nace sin mente; en su interior no hay cháchara. Este mecanismo tarda entre tres y cuatro años en empezar a funcionar. Y se ha observado que las niñas empiezan a hablar antes que los niños, que son más parlanchinas, porque poseen un ordenador biológico de mejor calidad. Hay que introducirle información, y por eso, cuando intentas recordar tu vida te quedas estancado a la edad de cuatro años si eres hombre, o la de tres años si eres mujer. Después hay un vacío. Estabas allí, debieron de ocurrir muchas cosas, pero al parecer ningún recuerdo ha quedado registrado, no recuerdas nada. Sin embargo, sí puedes recordar con claridad hasta los tres o cuatro años de edad.

La mente recoge sus datos de los padres, del colegio, de otros niños, de los vecinos, los familiares, la sociedad, las iglesias... Hay multitud de fuentes. Y te habrás dado cuenta de que cuando empiezan a hablar, los niños pequeños repiten la misma palabra
muchas veces, por el gozo que les produce que haya empezado a funcionar un nuevo mecanismo.
Cuando empiezan a articular frases enteras las repiten sin cesar, encantados.
Cuando empiezan a hacer preguntas, no paran de preguntar. Y recuerda que no les interesan las respuestas. Observa a un niño cuando hace una pregunta. Como no les interesan las respuestas, más vale no darles una respuesta larga, como sacada de la
Enciclopedia Británica. Al niño no le importa la respuesta; simplemente le encanta ser capaz de preguntar, esa nueva facultad que es capaz de ejercitar.
Así va reuniendo datos. Después empezará a leer, lo que significa hacer acopio de palabras, y en esta sociedad el silencio no vale para nada; cuanto mejor te expreses, más beneficios obtendrás.
¿Qué tienen los dirigentes? ¿Qué tienen los políticos, los profesores, los sacerdotes, los teólogos, los filósofos, si lo reducimos a un solo elemento? La capacidad de expresarse bien. Saben dar coherencia y significado a las palabras para impresionar a la gente.
Pocas veces nos damos cuenta de que la sociedad está dominada por quienes saben expresarse. A lo mejor no saben nada, no son inteligentes, pero hay algo fundamental: que saben manejar el lenguaje. Es un juego que han aprendido y que les recompensa con
la respetabilidad, el dinero y el poder... en todos los sentidos. Por eso todo el mundo lo intenta, y la mente se llena de palabras, de pensamientos.
Se puede encender y apagar un ordenador, pero no ocurre lo mismo con la mente, porque no tiene interruptor.
No existe ninguna referencia de que, cuando Dios creó el mundo, cuando creó al hombre, también creara un interruptor para encenderlo o apagarlo. Como no existe tal interruptor, funciona continuamente, desde el nacimiento hasta la muerte.
Os sorprenderán las extrañas ideas que tienen quienes saben de ordenadores y comprenden el cerebro humano. Si sacamos el cerebro del cráneo de un ser humano y lo mantenemos vivo por medios mecánicos, seguirá parloteando de la misma manera. No
importa que ya no esté conectado al pobrecillo que tenía que sufrirlo: sigue soñando. A pesar de estar conectado a unas máquinas, sigue soñando, imaginando, teniendo miedos, proyectos, esperanzas, intentando ser esto o lo otro, sin conciencia de que ya no puede hacer nada, porque la persona a la que estaba conectado ya no existe.
Se puede mantener vivo ese cerebro durante miles de años conectado a dispositivos mecánicos y seguirá dándole vueltas a las mismas cosas, porque no hemos podido enseñarle nada nuevo. En cuanto le enseñemos algo nuevo, lo repetirá.
Hay una idea muy extendida en los círculos científicos: el desperdicio que supone que muera un hombre como Albert Einstein y su cerebro con él. Si se pudiera preservar el cerebro, implantarlo en el cuerpo de otra persona, seguiría funcionando. Da igual que
Einstein esté vivo o no, porque el cerebro seguirá pensando en la teoría de la relatividad, en las estrellas y esas cosas. La idea consiste en que, al igual que algunas personas donan sangre y otras los ojos antes de morir, también deberían empezar a donar el
cerebro para que se pudiera conservar. Si pensamos que tienen un cerebro especial, muy cualificado y que sería una lástima dejar que se muriera, podemos trasplantarlo.
Cualquier idiota puede transformarse en Einstein y no se enterará, porque dentro del cráneo humano no hay sensibilidad, porque se puede cambiar cualquier cosa sin que esa persona se dé cuenta. Solamente con dejar a una persona inconsciente se puede cambiar cualquier cosa en su cerebro, incluso el cerebro entero, y se despertará con el nuevo cerebro, con una nueva cháchara dentro de sí, sin siquiera sospechar qué ha ocurrido.
Esa cháchara es nuestra educación y tiene un error fundamental, porque solo nos enseña la mitad del proceso, es decir, cómo utilizar la mente. No nos enseña a detenerla y a relajarla, porque incluso cuando estás durmiendo sigue funcionando. No sabe lo que es dormir. Setenta años, ochenta años, y no para de funcionar.
Si pudiéramos educar... Y eso es lo que me gustaría que comprendieseis, que es posible. Es lo que llamamos meditación.
Se puede poner un interruptor en la mente y apagarlo cuando no se necesite.
Sirve para un par de cosas: te proporcionará una paz y un silencio que jamás habías experimentado, y un conocimiento de ti mismo que, a causa de tu mente, que no para con su cháchara, no podrías alcanzar. Siempre te ha tenido entretenido.
Y además, dejaría descansar a la mente. Y si se puede dar descanso a la mente, tendrá más capacidad para hacer cosas con mayor eficacia, más inteligentemente.
De modo que te beneficiarás por ambos lados, por el lado de la mente y del ser; solo tienes que aprender a hacer que la mente deje de funcionar, a decirle: «Ya está bien. Vete a dormir; pero no te preocupes, que yo estoy despierto».
Hay que utilizar la mente cuando se necesite, y entonces estará fresca, joven, llena de savia y energía. Cualquier cosa que digas no estará seca, sino llena de vida, de autoridad, de verdad, sinceridad y de un enorme significado. Quizá emplees las mismas palabras, pero la mente poseerá tal poder tras haber descansado que cada palabra será como una poderosa llamarada.
Lo que en el mundo se conoce como carisma no es nada, no es sino una mente que sabe relajarse y acumular energía, de modo que cuando habla, es poesía, cuando habla, lo que dice es como el evangelio, sin necesidad de mostrar pruebas ni lógica: su propia
energía basta para influir a la gente. Y la gente siempre ha sabido que hay algo... aunque nunca ha podido precisar en qué consiste lo que se llama carisma.
Quizá yo pueda explicaros por primera vez en qué consiste el carisma, porque lo conozco por experiencia propia. Una mente que funciona día y noche inevitablemente se debilita, se apaga, pierde fuerza, como si se arrastrara. En el mejor de los casos resulta útil para ir a comprar la verdura, por ejemplo; pero por lo demás, carece de poder. Por eso hay millones de personas que podrían haber sido carismáticas y siguen siendo mediocres, sin autoridad ni poder.
Si es posible y lo es dejar la mente en silencio y utilizarla solamente cuando se necesita, funcionará con una fuerza arrolladora. Ha recogido tanta energía que cada palabra pronunciada llega directamente al corazón. La gente piensa que la mente de estos personajes carismáticos es hipnótica, pero no lo es. Esas personas poseen tal poder, tal frescura... Siempre es primavera. Eso con respecto a la mente.
Con respecto al ser, el silencio abre un nuevo universo de eternidad, de inmortalidad, de todo cuanto se pueda considerar dicha, bendición.
De ahí que insista tanto en que la meditación es la religión esencial, la única religión. No hace falta nada más. Todo lo demás son rituales, no esenciales.
La meditación es la esencia, la esencia misma. No se le puede quitar nada. Y te ofrece ambos mundos. Te ofrece el otro mundo, el divino, y también este mundo.
Entonces dejas de ser pobre. Te haces rico, pero no en dinero.
Existen muchas clases de riquezas, y quien es rico por el dinero se incluye en la categoría más baja de esa riqueza. Por decirlo de otro modo: la persona con mucho dinero es la más pobre entre los ricos. 
Desde el punto de vista del pobre, es el pobre más rico, y desde el punto de vista de un artista creativo, de un bailarín, un músico, un
científico, es el rico más pobre. Y en lo referente al mundo del despertar definitivo, ni siquiera se lo puede considerar rico.
La meditación te enriquecerá definitivamente al ofrecerte el mundo de tu ser más recóndito y también te enriquecerá en un sentido más inmediato, porque liberará tus poderes mentales para desarrollar ciertas habilidades que posees. Según mi propia experiencia, todo el mundo nace con cierta habilidad, con cierto talento, y a menos que desarrolle ese talento hasta el final, le faltará algo. Siempre tendrá la sensación de que algo que debería existir no existe.
Hay que dejar descansar la mente. ¡Lo necesita! Y resulta muy sencillo: basta con actuar como testigo, y entonces obtendrás ambas cosas.
La mente aprende lenta, muy lentamente, a guardar silencio, y en cuanto sabe que al guardar silencio adquiere poder, entonces, sus palabras no son simples palabras, sino que tienen un valor, una riqueza y una cualidad que jamás habían poseído, hasta tal punto que llegan directamente, como flechas.


La mente es un buen sirviente, de inmenso poder, en manos del silencio. Entonces el ser es el amo, y el amo puede utilizar la mente siempre que se necesite y desenchufarla cuando no se necesite.

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