lunes, 25 de febrero de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN.- CONSCIENCIA: EJERCICIO 1-LA RIQUEZA DEL SILENCIO.


«El silencio es la gran revelación”, dijo Lao-tse. Estamos acostumbrados a considerar la Escritura como la revelación de Dios. Y así es. Con todo, quisiera que, en este momento, descubrierais la revelación que aporta el silencio. Para recibir la revelación de la Escritura tenéis que aproximaros a ella; para captar la revelación del Silencio, debéis primero lograr silencio. Y ésta no es tarea sencilla. Vamos a intentarlo en este primer ejercicio. Que cada uno de vosotros busque una postura cómoda.
Cerrad los ojos. Voy a invitaros a guardar silencio durante diez minutos. Intentaréis, en primer lugar, hacer silencio, el silencio más total, tanto de corazón como de mente. Cuando lo hayáis conseguido, quedaréis abiertos a la revelación que trae consigo el silencio. Al final de los diez minutos os invitaré a que abráis los ojos y a que compartáis con el resto, si así lo deseáis, lo que habéis hecho y experimentado en este tiempo. Para compartir con el resto lo que habéis hecho y lo que os ha ocurrido, que cada uno cuente los intentos que hizo para lograr el silencio y en qué medida lo ha conseguido. Que describa ese silencio, si es capaz. Que cuente algo de lo que ha pensado y sentido durante este ejercicio.
Las experiencias de la gente que se somete a este ejercicio son infinitamente variadas.

Sadhana, un camino de oración (INTRODUCCIÓN)


He pasado los quince últimos años de mi vida dando retiros y dirigiendo espiritualmente a las
personas para que avanzaran en la práctica de la oración. Cientos de veces he tenido que escuchar las quejas de quienes afirmaban no saber cómo hacer oración. Me repetían que, a pesar de todos sus esfuerzos, parecían no progresar en la oración; que les resultaba tediosa y desalentadora. Oigo a muchos directores espirituales afirmar que se sienten totalmente desarmados cuando tienen que
enseñar a orar o, para decirlo con mayor exactitud, cuando se trata de conseguir satisfacción y plenitud en la oración.

Todas estas manifestaciones me producen sorpresa, ya que para mí ha sido siempre relativamente fácil ayudar a la gente a hacer oración. Y no pienso que se deba únicamente a
un carisma personal que pueda yo poseer. Se debe, más bien, a algunas teorías muy sencillas que pongo en práctica en mi vida personal de oración y cuando guío a otros en ese campo. Una de las teorías consiste en que la oración es un ejercicio que confiere plenitud y satisfacción y que es perfectamente legítimo buscar ambas cosas en la oración. Otra es que la oración debe hacerse menos con la cabeza que con el corazón. De hecho, cuanto antes se prescinda de la cabeza y del raciocinio, tanto más jugosa y provechosa será la oración. Muchos sacerdotes y religiosos equiparan oración y raciocinio.

Aquí radica su fracaso.

LIBRO TIERRA DE ESMERALDA.- CAPÍTULO 6: MILES DE MORADAS



Creí conocer el astral, creí conocer ese mundo con facetas de oro, nácar, coral.
Creí que había recorrido todo el gran refugio del alma, cuando en realidad no había hecho más que entreabrir la puerta...
Afuera caía la noche. Se acostaba sobre el suelo de asfalto de un pueblecillo al que una tardía primavera no había conseguido calentar.
Las grandes luminarias celestes se fueron encendiendo una tras otra. ¡Los grandes focos! Estas palabras en mi pluma resultan aventuradas. Pero ¡qué sarcasmo! En nuestra gruta de polución, las
grandes luminarias sólo se dignan ofrecernos su reflejo empañado. Sin embargo,¡cuántas veces fuera de mi cuerpo he podido contemplar su tranquila magnificencia!
Y así mismo ¡cuántas veces he recordado las palabras del ser del rostro azul exhortándome a no abandonar mi ropaje carnal sin ton ni son!
«Tu cuerpo es un templo decía.
Cuídalo tanto como tu alma. Sólo es un reflejo, pero ¿no debe brillar un reflejo en la misma medida en la que lo hace aquello que le da vida, aquello que está en sus orígenes?
»No podrías despreciar una imagen sin salpicar con gotas de desprecio a su creador.»
Pero aquella noche, tenía que abandonar tras de mí mi túnica de huesos y músculos.
Necesitaba ir mucho más arriba y mucho más lejos que los enormes hongos de humo de amoníaco y azufre que salían a borbotones de las chimeneas de las fábricas. Mi mujer me acompañaba. Una vez más teníamos que salir y aprender. Nuestro guía deseaba nuestra presencia tanto como nosotros esperábamos la suya. Nos resultó fácil dejar nuestro mundo; el astral y su vida llegaron a nosotros suavemente, como la sencilla prolongación natural de nuestras tres dimensiones. No cabe duda de que todo ello formaba una unidad; una vida única repartida a uno y otro lado de un espejo con dos caras.
«... de tal modo que no querría que se dijese la otra vida, pues sólo hay una. »
Las palabras de Louis-Claude de Saint Martin adquirían aquí toda su importancia y relieve.
Había prados y valles de tonos rojizos, árboles cargados de racimos amarillos y azules, un pronunciado barranco por el que corría un agua viva. A lo lejos algunas construcciones extrañas, que yo distinguía mal, parecían brotar de forma irregular sobre un ligero promontorio rocoso.

LIBRO CUANDO TODO SE DERRUMBA. Pema Chödron- CAP 3 ESTE MISMO MOMENTO ES EL PROFESOR PERFECTO

Podemos toparnos con un perro de lanas o con un perro guardián rabioso, pero la pregunta interesante es: ¿qué ocurre a continuación?
Hablando en general, cualquier tipo de Incomodidad nos suele parecer una mala noticia. Pero para los practicantes del camino o guerreros espirituales la gente que tiene cierto hambre de conocer la verdad los sentimientos como la decepción, la vergüenza, la irritación, el resentimiento, la ira, los celos y el miedo, en lugar de ser una mala noticia son en realidad momentos de gran claridad que nos enseñan dónde estamos pillados. Nos enseñan a erguirnos y seguir adelante cuando preferiríamos colapsar y retirarnos. Son como mensajeros que nos muestran, con una claridad terrorífica, el lugar exacto donde estamos atascados.
Este mismo momento es el profesor perfecto y, por fortuna, está con nosotros allí donde estemos.
Podemos considerar que los sucesos y las personas que activan los asuntos irresueltos de nuestra vida son una buena nueva.
No tenemos que ir en busca de nada, no tenemos que tratar de crear situaciones para llegar al límite; ya ocurren por sí mismas con la regularidad propia de un mecanismo de relojería.
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