miércoles, 23 de noviembre de 2016

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-X (Segundo Escrito) FINAL


CAPITULO X (Segundo Escrito)
UNA NUEVA TIERRA.
LA CONCIENCIA 
La conciencia ya es consciente. Es lo que no se manifiesta, lo eterno. Sin embargo, el universo adquiere conciencia apenas gradualmente. La conciencia misma es atemporal y, por tanto, no evoluciona. 
No tuvo principio ni tendrá fin. 
Cuando la conciencia se manifiesta a través del universo, parece sujeta al tiempo y al proceso evolutivo. 
La mente humana es incapaz de comprender a cabalidad la razón de este proceso, pero podemos vislumbrarlo en nuestro interior y hacernos partícipes conscientes del mismo. 
La conciencia es la inteligencia, el principio organizador que está detrás de la manifestación de la forma. 
La conciencia ha venido preparando las formas durante millones de años a fin de poder expresarse a través de ellas en el universo manifiesto. 
Si bien podríamos decir que el plano de la conciencia pura inmanifiesta es otra dimensión, no está separada de esta dimensión de la forma. 
La forma y lo informe están entretejidos. 
Lo inmanifiesto fluye hacia esta dimensión en forma de conciencia, espacio interno, Presencia. 
¿Cómo lo hace? A través de la forma humana que toma conciencia y cumple así con su destino. 
Fue para este propósito elevado que se creó la forma humana, y millones de formas distintas que la antecedieron abonaron el camino para ella. La conciencia se encarna en la dimensión de lo manifiesto, es decir, se hace forma. 
Al hacerlo entra en una especie de estado de ensoñación. 
La inteligencia permanece, pero la conciencia pierde conciencia de sí misma. Se pierde en la forma y se identifica con las formas. Podría decirse que es el descenso de la divinidad a la materia. En esa etapa de evolución del universo, la totalidad del movimiento expansivo ocurre en ese estado de ensoñación. Vislumbramos el despertar solamente en el momento de la disolución de una forma individual, es decir, en el momento de la muerte. Y entonces comienza la siguiente encarnación, la siguiente identificación con la forma, el siguiente sueño individual, el cual forma parte del sueño colectivo. 
Cuando el león desgarra el cuerpo de una cebra, la conciencia encarnada en la forma de la cebra se desprende de la forma que está en proceso de disolución y, durante un instante despierta a su naturaleza esencial de conciencia inmortal. 
Entonces cae nuevamente en el sueño y encarna en otra forma. Cuando el león envejece y es incapaz de cazar, en el momento de su última exhalación se producen nuevamente los destellos breves del despertar, seguidos de otro sueño en la forma. 
En nuestro planeta, el ego humano representa la etapa final del sueño universal, de la identificación de la conciencia con la forma. Era una etapa necesaria de la evolución de la conciencia. 
El cerebro humano es una forma altamente diferenciada a través de la cual la conciencia entra en esta dimensión. Contiene cerca de cien mil millones de células nerviosas o neuronas, más o menos equivalentes al mismo número de estrellas de nuestra galaxia, las cuales podrían considerarse como el cerebro del macrocosmos. 
El cerebro no es el creador de la conciencia; la conciencia creó el cerebro, la forma física más compleja de la tierra, con el propósito de expresarse. Cuando el cerebro se daña, no quiere decir que se pierda la conciencia sino que ésta ya no puede utilizarlo para penetrar en esta dimensión. 
No podemos perder la conciencia porque es nuestra esencia. Solamente podemos perder lo que tenemos, más no lo que somos. 
EL QUEHACER DESPIERTO 

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo--X (Primer Escrito)


CAPÍTULO X (Primer Escrito)
UNA NUEVA TIERRA 
Los astrónomos han descubierto evidencia que parece indicar que el universo comenzó a existir hace quince mil millones de años, nacido de una explosión gigantesca, y que se ha venido expandiendo desde entonces. 
No solamente se ha estado expandiendo sino que su complejidad y su diferenciación han ido aumentando cada vez más. 
Algunos científicos también postulan que este movimiento desde la unicidad hasta la multiplicidad dará marcha atrás con el tiempo. 
Entonces cesará la expansión y el universo comenzará a contraerse nuevamente para volver a lo inmanifiesto a la nada inconcebible de la cual se originó, y quizás repita los ciclos de nacimiento, expansión, contracción y muerte una y otra vez. ¿Con qué fin? "¿Por qué molestarse el universo en existir?" pregunta el físico Stephen Hawking, reconociendo al mismo tiempo que no hay modelo matemático alguno que pueda dar la respuesta. 
Sin embargo, si miramos hacia el interior en lugar del exterior únicamente, descubrimos que tenemos un propósito interno y otro externo, y puesto que somos un reflejo microcósmico del macrocosmos, debemos concluir que el universo también tiene un propósito interno y otro externo inseparables de los nuestros. 
El propósito externo del universo es crear la forma y experimentar la interacción de las formas (el juego, el sueño, el drama, o como queramos llamarlo). 
Su propósito interno es despertar a su esencia informe. 
Después viene la reconciliación entre ambos propósitos: traer la esencia (la conciencia) al mundo de la forma y, por ende, transformar el mundo. 
El propósito último de esa transformación está más allá de la imaginación o la comprensión de la mente humana. 
Y, no obstante, esa transformación es la tarea que se nos ha asignado en este momento en este planeta. Es la reconciliación del propósito externo y el interno, la reconciliación entre Dios y el mundo. Antes de examinar la relevancia de la expansión y la contracción del universo para nuestra propia vida, debemos tener presente que nada de lo que digamos sobre la naturaleza del universo debe tomarse como verdad absoluta.

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-IX




CAPÍTULO IX

EL PROPÓSITO INTERNO 
Tan pronto como trascendemos el simple estado de supervivencia, la pregunta acerca del significado y el propósito adquiere lugar preponderante en nuestra vida. 
Muchas personas se sienten prisioneras de la rutina diaria, la cual parece restar toda importancia a la vida. 
Hay quienes piensan que la vida pasa, que las está dejando o ya las ha dejado atrás. Otras personas se sienten enormemente preocupadas por las exigencias de su trabajo, por la necesidad de ver por su familia o por su situación económica y de vida. Algunas son víctimas del estrés agudo mientras que otras son presa del tedio. 
Hay quienes se pierden en medio de la actividad frenética mientras que otras sucumben al estancamiento. 
Muchas personas añoran la libertad y la expansión implícitas en la promesa de la prosperidad. Otras ya disfrutan de la libertad relativa que les ofrece la prosperidad pero descubren que ni siquiera eso le imprime significado a la vida. 
No hay nada que reemplace el verdadero propósito. 
Pero el propósito primario o verdadero de la vida no se encuentra en el plano externo. No tiene nada que ver con lo que hacemos sino con lo que somos, es decir, con nuestro estado de conciencia. Por eso lo más importante que debemos reconocer es lo siguiente: tenemos un propósito interno y otro externo en la vida. 
El propósito interno se relaciona con el Ser y es primario. 
El propósito externo se relaciona con el hacer y es secundario. Si bien este libro se refiere principalmente a nuestro propósito interno, en éste capítulo y en el siguiente nos referiremos también a la pregunta de cómo lograr consonancia entre el propósito interno y el externo. 

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-VIII (Segundo Escrito)


CAPITULO VIII (Segundo Escrito)
CÓMO RECONOCER EL ESPACIO INTERIOR 
El espacio entre los pensamientos probablemente se haya manifestado esporádicamente en su vida sin que usted se haya percatado. 
Para la conciencia obnubilada por las experiencias y condicionada para identificarse exclusivamente con la forma, es decir, para la conciencia del objeto, es casi imposible reconocer el espacio en un principio. 
Esto implica que es imposible tomar conciencia de nosotros mismos porque siempre estamos conscientes de alguna otra cosa. La forma nos distrae continuamente. 
Hasta en los momentos en que nos parece estar conscientes de nosotros mismos nos hemos convertido en un objeto, una forma de pensamiento, de modo que tomamos conciencia de un pensamiento, no de nosotros mismos. 
Al oír hablar del espacio interior quizás usted se disponga a buscarlo, pero si lo busca como si se tratara de un objeto o una experiencia, no podrá encontrarlo. Ese es el dilema de todas las personas que buscan la realización espiritual o la iluminación. Jesús dijo, "El reino de Dios no vendrá con señales que puedan observarse; tampoco dirán, 'Ha llegado' o 'Aquí está, porque el reino de Dios está entre ustedes".
Cuando no pasamos la vida insatisfechos, preocupados, nerviosos, desesperados o agobiados por otros estados negativos; cuando podemos disfrutar las cosas sencillas como el sonido de la lluvia o del viento; cuando podemos ver la belleza de las nubes deslizándose en el cielo o estar solos sin sentirnos abandonados o sin necesitar el estímulo mental del entretenimiento; cuando podemos tratar a los extraños con verdadera bondad sin esperar nada de ellos, es porque se ha abierto un espacio, aunque sea breve, en medio de ese torrente incesante de pensamientos que es la mente humana. 

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