miércoles, 26 de agosto de 2015

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio X)





LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 10)

 Cuando se obran milagros con vistas a hacer de ellos un espectáculo para atraer creyentes, es que no se ha comprendido su propósito.

Aquí, también, la palabra "milagro" se usa en el sentido popular de que la gente hace milagros. Creo que podemos traducir eso en términos de hacer cosas por otras personas para parecer que somos buenos, o también se puede entender como que hay personas que poseen lo que llamamos habilidades psíquicas y que en un sentido las ostentan. Eso le comunica al mundo que ellos son superiores a los demás, o que tienen cierto don que otros no tienen, o que son más santos, más sabios, mejores, etc. Todo lo que sucede, por consiguiente, es que usamos nuestras habilidades o dones para servir a los propósitos del ego más bien que a los del Espíritu Santo.

P: En el caso de una curación física visible, de un acto de genuino amor más bien que de una expresión del ego, ¿la forma en que éste se expresa no es un milagro sin embargo?



R: Correcto. El milagro es la unión en su mente. Puede decirse que la curación es el efecto del milagro, pero éste es algo que sólo ocurre en la mente, porque es ahí donde hay un problema. El milagro es la decisión de unirse con el Espíritu Santo y por consiguiente unirse con la otra persona. Lo que ocurre después de eso puede llamarse el efecto del milagro.

Esta es una distinción muy importante. De lo contrario, existe el peligro de poner demasiada atención a lo externo -los aparentes efectos del milagro. Y luego, cuando éstos no ocurren, sentimos que algo anda mal, y lo que es más importante aún, sentimos que nos hemos equivocado: somos unos fracasados. Esta es una verdadera trampa en la que pueden caer los sanadores del mundo. Desarrollan relaciones especiales con aquellos a quienes tratan de sanar; se convierten en dependientes de éstos para tener un sentido de plusvalía. Esa es la razón, por ejemplo, de que se diga que los psiquiatras tienen una proporción de suicidios más alta que ningún otro grupo profesional. Si sus pacientes no mejoran, como ellos juzgan la "mejoría," -y la gente tiene una manera de no hacer lo que quisiéramos que hiciera- entonces ellos han fracasado.

Después de algún tiempo, la carga de este "fracaso" se torna muy pesada y la única salida es el suicidio.

LOS 50 PRINCIPIOS

DEL MILAGRO

DE UN CURSO EN MILAGROS.

KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio IX)


Los milagros son una especie de intercambio. Como toda expresión de amor, que en el auténtico sentido de la palabra es siempre milagrosa, dicho intercambio invierte las leyes físicas. Brindan más amor tanto al que da como al que recibe.
La interpretación del ego de lo que significa dar, es que cuando doy algo ya no lo tengo. Si le doy algo, usted tiene más y yo tengo menos. Dar, para el ego, es siempre cuantitativo. Ahora, esto es así bien sea que hablemos sobre cosas materiales, o sobre asuntos o pensamientos psicológicos. Uno de los aspectos clave de la proyección es que al adjudicarle mi culpa a usted yo me libero de ella, y usted la tiene. Siempre creemos que cuando nos liberamos de un pensamiento, alguien más lo tiene y nosotros no.
El milagro corrige eso y nos enseña que lo que damos es también lo que recibimos puesto que somos uno. Como en realidad no doy nada que exista aquí, porque aquí no hay nada, todo reside en mi mente. Por lo tanto, el dar es realmente reforzar. Si le adjudico mi culpa al proyectarla sobre usted y atacarlo, lo que hago en realidad es reforzar mi propia culpa. Si le doy amor, entonces lo que hago es reforzar el hecho de que hay Una Presencia de Amor Que está dentro de mí, y esa Presencia, el Espíritu Santo, Es la Única que en verdad da ese amor. Es por eso que lo que damos es lo que verdaderamente recibimos. Dar y recibir es lo mismo. Ese es uno de los principios clave que encontramos en este material. Varias lecciones del libro de ejercicios lo tienen como idea básica (e.g., Lecciones 108, 126) y ciertamente el texto lo discute una y otra vez.
Por lo tanto, los milagros se convierten en un intercambio. Le permito al Espíritu Santo que extienda Su amor a través de mí, lo cual refuerza no sólo quién es usted como hijo del amor, sino que también refuerza quién soy yo, y nos sana a ambos.
Esa idea es el reverso de cómo piensa el mundo o de cómo piensa el ego, y eso es lo que significa esa aseveración. Esta invierte las leyes físicas porque el mundo enseña, repito, que tenemos menos de aquello que damos, de modo que mientras más milagros elegimos, y mientras más nos permitimos ser instrumentos del milagro, más recibimos los beneficios del mismo. Mientras más amamos, sanamos y perdonamos, más amados, sanos y perdonados nos sentimos. La Oración de San Francisco es una hermosa expresión de ese principio.
Oracion de San Francisco




Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.
LOS 50 PRINCIPIOS
DEL MILAGRO
DE UN CURSO EN MILAGROS.
KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio VIII)






LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 8)

Los milagros curan porque suplen una falta; los obran aquellos que temporalmente tienen más para aquellos que temporalmente tienen menos.
El principio 8 introduce la palabra "falta," que es un vocablo que Un curso en milagros utiliza de vez en cuando y que es parte del concepto de "principio de escasez" (vea, e.g., T-1.IV.3; T-4.II.6). Ese es el aspecto de nuestra culpa que nos enseña que nos hace falta algo, o que existe alguna carencia. Por supuesto, el ego jamás dice que lo que nos hace falta es Dios. Dios está excluido del sistema del ego, y eso es lo que quiere decir el Curso con el "principio de escasez." Falta es el derivado de eso. La creencia de que carecemos de algo procede de la creencia o percepción egocéntrica del mundo, que es un mundo de separación. Esto habla ahora sobre cómo el milagro se convierte en la corrección de esa creencia en la escasez. El milagro nos enseña que no estamos separados unos de otros, que verdaderamente somos uno. Eso, por supuesto, se convierte en el reflejo de la integridad de Cristo. El milagro erradica el peso de la culpa que nos impide recordar la abundancia de Cristo.

El principio afirma: "Los milagros curan porque suplen una falta." Esta es otra indicación de que el Curso no es preciso en su lenguaje. Básicamente, como dice en otra parte, usted no "suple una falta," porque eso realmente significa que existe una carencia que usted llena, lo cual la haría real. La forma más correcta de expresar esto, que es en realidad la forma en que el Curso lo plantea más tarde, es que el milagro corrige la percepción equivocada de que hay una falta de algo. Eso es lo que hace el milagro.

"Los obran aquellos que temporalmente tienen más para aquellos que temporalmente tienen menos" significa que el milagro lo hace alguien que está en su mente correcta, contrario a la persona que temporalmente tiene menos porque está en su mente equivocada. Eso es lo que quieren decir esas palabras. La palabra "temporalmente" es importante aquí. Un pasaje en el texto habla sobre cómo la curación se efectúa cuando el sanador no tiene miedo (T-27.V.2:7-14). Sin embargo, esto no quiere decir que el sanador siempre esté libre de miedo; sólo en el instante en que elija sanar en vez de atacar. Nosotros vamos de un lado a otro todo el tiempo. El folleto de psicoterapia dice que el terapeuta debe estar uno o dos pasos más adelantado que su paciente (pág. 7; P-2.III.1:1). Como sabe cualquier terapeuta, no siempre éste es el caso, y esto no significa millas de distancia. Repito una vez más, "milagro" se usa aquí en el sentido de que alguien hace algo: es algo que se ejecuta. Ese es el uso popular de la palabra "milagro."

LOS 50 PRINCIPIOS

DEL MILAGRO

DE UN CURSO EN MILAGROS.

KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio VII)


Todo el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesario una purificación. "Purificación" no es una palabra que se use frecuentemente en el Curso.
En realidad, ésta tiene más connotaciones en el judaísmo y en el cristianismo, por lo que creo que aparece aquí.
En las primeras secciones y capítulos del Curso, en particular, se utilizan substancialmente las referencias bíblicas debido a que Helen conocía la Biblia bastante bien, sobre todo el Nuevo Testamento, y fue una manera de Jesús de ayudarle a salvar una brecha.
Lo que el Curso quiere decir con "purificación" no es nada que tenga que ver con el cuerpo. P: ¿Usted dice que Helen conocía la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, ¿porque la estudió acaso? R: ¿Por qué la conocía?
Le gustaba leerla. Le gustaba la forma en que estaba escrita. Ella tenía un sentido maravilloso de estilo y lenguaje.
Tenía una relación de amor-odio con el cristianismo, y especialmente con la Iglesia Católica, pero había una parte de ella que se sentía muy atraída por ésta así como por el Nuevo Testamento.
Ella podía citar pasajes completos. También estaba muy familiarizada con los dogmas, las doctrinas y enseñanzas de la Iglesia Católica y de las principales Iglesias Protestantes. Pero ella nunca estudió formalmente la Biblia. "Purificación," como la usa el Curso, no tiene nada que ver con el cuerpo. Usted no purifica el cuerpo ni lo despoja, porque éste no es impuro.
Si el cuerpo es inherentemente una ilusión, como nos enseña Un curso en milagros, entonces no hay que hacer nada con él. Lo que hace al cuerpo pecaminoso, impuro o profano, son nuestros pensamientos, lo cual significa que son éstos los que deben purificarse, no el cuerpo.
Es por eso que con toda seguridad el método del Curso no sería hacer algo con el cuerpo. El ascetismo no podría ser la forma de espiritualidad del Curso, puesto que el propósito del ascetismo es purificar el cuerpo.
La idea del Curso es que se purifique la mente. Como dijo San Agustín: "Ama y haz lo que quieras." Si hay amor en su corazón y en su mente, entonces todo lo que haga será una extensión de ese amor. Por lo tanto, no hay que preocuparse por el cuerpo, eso es preocuparse por lo que no se debe. No es en el cuerpo donde radica el problema. Por lo que hay que preocuparse es por los pensamientos en la mente. El único pensamiento que hay que sanar es el pensamiento de culpa; eso es lo que se tiene que purificar.
Así que cuando el Curso dice que todo el mundo tiene derecho a los milagros está diciendo que los milagros son para todos nosotros. Otra implicación importante aquí es que los milagros no son cosas que cierta gente hace.
Uno de los grandes errores que cometen las religiones formales es atribuirle ciertos poderes o propiedades espirituales a algunas personas y a otras no.
Hay personas que pueden obrar milagros y otras no; éstos son los santos. Estos son los que han sido escogidos por varias instituciones religiosas como los únicos capaces de hacer ciertas cosas que los demás no pueden hacer. Lo que el Curso dice es que los milagros son algo que nosotros podemos hacer; de hecho, todos debemos hacerlos. Un milagro no es abrir el Mar Rojo o caminar sobre el agua; el milagro es cambiar de la percepción del ego a la percepción del Espíritu Santo. Eso es el milagro; y todo el mundo tiene derecho al mismo.
Por consiguiente, eso significa que cualquier persona puede ser el instrumento para que el Espíritu Santo o Jesús, extienda Su amor a través de ella en la forma que sea más útil y más amorosa. Nuestro punto de interés, por lo tanto, no radica en el milagro externo.
Nuestro foco radica en la purificación de los impedimentos al milagro, en la erradicación de los obstáculos al reconocimiento de la presencia del amor. Lo que hay que purificar son nuestros pensamientos de separación, nuestros pensamientos de culpa.
Lo que purifica es que le pidamos al Espíritu Santo que perdone a través de nosotros.
P: ¿Cómo juzgaría o mediría usted el progreso con el Curso? R: Yo no trataría de medir el progreso de nadie excepto el mío, y ese progreso sólo sería el grado de paz que yo sienta. Cada uno de nosotros tiene en su propia vida una manera de medir eso. En otras palabras, si usted se encuentra en una situación que hace cinco semanas o cinco años lo hacía trepar paredes, o si está en la presencia de alguien que lo llenaba de un odio inminente o de un miedo inminente, y de pronto usted puede permanecer con esa persona y sentirse en paz, eso sería una indicación de que está haciendo lo debido.
Siempre es un error craso tratar de juzgar a otra persona. Hay una línea en el texto que dice que "hemos considerado algunos de nuestros mayores avances como fracasos, y hemos evaluado algunos de nuestros peores retrocesos como grandes triunfos" (T-18.V.1:6), lo cual es una manera tierna y hermosa de Jesús decirnos que nosotros no sabemos qué es lo que está ocurriendo.
Y si no sabemos lo que pasa en nosotros, ¿cómo vamos a saber lo que está ocurriendo en otra persona?.

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio VI)

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 6)


PRINCIPIO 6: Los milagros son naturales. Cuando no ocurren, es que algo anda mal.
El Curso nos enseña que lo más natural en este mundo es estar en paz y ser uno con Dios, porque esa paz procede del Espíritu Santo en nosotros. Lo que no es natural en este mundo son las cosas que nos defienden en contra de esa naturalidad; los sentimientos de ira, el conflicto, la depresión, la pérdida, la culpa, la ansiedad, etc. Todos estos no son naturales porque no provienen de quiénes somos realmente. En este mundo, los sentimientos de paz, de dicha, y de ser uno con toda la humanidad reflejan lo que somos en realidad y, por lo tanto, son naturales.

En otras palabras, cuando no ocurren los milagros, y aquí podemos pensar en los milagros como la extensión del Espíritu Santo en nuestras mentes, algo anda mal porque hemos puesto alguna cosa de por medio. Eso es todo lo que es el ego: una obstrucción que entorpece la consciencia de quiénes somos en verdad.

P: Yo tenía un problema antes respecto al comentario que usted hiciera de que nadie es santo, pero creo que lo que usted ha dicho tiene sentido. Con algunas personas sólo se experimenta una presencia, un sentimiento de unidad, en el sentido de que son una consigo mismas o con Dios y, por lo tanto, creo que eso es lo que yo llamaría una persona santa.

R: Lo que eso significa es que ellos le ponen menos impedimentos a su santidad que otras personas. En este mundo, eso es cierto. Más adelante en este capítulo, el cual no vamos a cubrir hoy, Jesús habla de sí mismo y dice que él no es diferente de los demás (T-1.II.3:5-6). El no es ni más santo ni menos santo que nadie. La única diferencia es que él trascendió su ego más rápidamente que el resto de nosotros. En el mundo del tiempo él es diferente porque no tiene ego. En el mundo de la eternidad, sin embargo, él es lo mismo que nosotros. Por eso dice que experimentarlo con reverencia es un error, porque él define la reverencia como algo que se justifica únicamente cuando estamos ante alguien que es superior a nosotros. La única Persona ante Quién se justifica esto, es Dios, porque El es nuestro Creador. No debemos sentir reverencia por Jesús, porque él es igual a nosotros. Un poco más listo, eso es todo. Por lo tanto, debemos pedirle que nos ayude.

P: Para abundar un poco más en eso, en todo lo que apreciamos y aprendemos en los demás, y creemos que es santo, ¿vemos nuestra propia santidad?

R: Sí, pero tiene que tener mucho cuidado. A menudo cuando vemos cuán santa es esa persona realmente, lo que hacemos muy sutilmente es humillarnos a nosotros mismos. Decimos que esta persona es más santa que nosotros. Eso es lo que hacemos casi siempre. Ese es el error. Es por eso que, desde el punto de vista del Curso, se cometió el error de hacer a Jesús superior a todos los demás. Esa no fue una manera de enaltecer a Jesús, sino de empequeñecernos nosotros, al decir que él es el único Hijo de Dios. Fue una manera de decir que él es perfecto y puro, lo que implicaba el hecho por el cual la gente se sentía tan impura. No era tanto una afirmación acerca de Jesús, era una aseveración sobre lo que había en nosotros. Nos sentíamos tan culpables e impíos que teníamos que hacerlo a él diferente. Y todo el centro de su enseñanza es que no somos distintos; todos somos lo mismo. Somos el Cristo.

La única diferencia con Jesús es que él fue el primero en reconocer Quién era en verdad, que era el Cristo, y que ayuda a todos los demás a reconocer que también son el Cristo. Un ejemplo de lo que el Curso llama "especialismo espiritual" es que consideremos que ciertas personas son superiores o más santas o más espirituales que otras. Lo que hacemos con eso es humillarnos a nosotros mismos muy sutilmente, lo cual significa que reforzamos la creencia de que estamos separados. Sucede lo mismo cuando creemos que somos más espirituales que otra persona (lados opuestos de la misma moneda).

LOS 50 PRINCIPIOS

DEL MILAGRO

DE UN CURSO EN MILAGROS.

KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio V)

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 5)




PRINCIPIO 5 Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. No deben controlarse conscientemente. Los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento.
Básicamente, esto significa que el propósito de Un curso en milagros es apartarnos continuamente de nuestra forma de resolver los problemas. Una de las cosas que hacemos es atacar el problema; definimos algo de cierta manera y luego tenemos respuestas para ello. Siempre estamos ocupados en eso. Todo el proceso del Curso es adiestrarnos en una forma completamente distinta de percibir los problemas y ayudarnos a que ésta se convierta en nuestra reacción inmediata. En otras palabras, por ejemplo, si estamos en una situación y alguien hace algo y de repente comenzamos a sentirnos perturbados o con ira, más y más debe convertirse en hábito que inmediatamente nos miremos introspectivamente y pidamos ayuda para cambiar nuestra percepción de esta persona o de esta situación. Eso es lo que quiere decir el Curso cuando afirma que el milagro debe ser "involuntario," que no somos nosotros quienes lo hacemos. Una de las ideas claves en Un curso en milagros que lo distingue de muchos sistemas de la Nueva Era, que tienen varias ideas similares, es que el Curso hace bien claro que no podemos lograr esto por nuestra cuenta. Escogemos los milagros, pero no somos nosotros quienes los realizamos. No pueden hacerse sin la ayuda del Espíritu Santo. Ese es el significado de "involuntario" y de que "(los milagros) no deben controlarse conscientemente." En el Capítulo 2 del texto, Jesús habla sobre la diferencia entre su dirección y su control (T-2.VI.1:3-8; 2:7-10). Nos dice que debemos entregarle todos nuestros pensamientos de miedo, nuestros pensamientos de separación, de modo que él pueda controlarlos por nosotros; entonces podrá guiarnos. Pero, repito, no debemos tratar de hacer esto por nuestra cuenta. Nosotros no estamos a cargo -él sí lo está. Nuestra meta es sanarnos lo suficientemente de modo que Jesús piense, hable y actúe a través de nosotros.
Además, el Curso no quiere decir que no tendremos problemas en el mundo, o lo que creemos que son problemas. Lo que sí significa es que podremos verlos en forma diferente. Nuestra respuesta habitual debe ser: ¿Qué puedo aprender de esto? Lo que sucede con el tiempo es que nuestro período de reacción se hace más corto en términos de cuánto nos toma corregir nuestras percepciones sobre lo que creíamos que nos perturbaba.
P: ¿Podemos usar el término alineación con Jesús?
R: Si quiere usar la palabra "alineación" sería en el sentido de que alineamos nuestros pensamientos con los suyos, en forma tal que empezamos a pensar como él. El Curso completo es un programa de adiestramiento, como lo explica al final del primer capítulo (T-1.VII.4:1). Es un curso de adiestramiento mental, una forma de adiestrarnos para que pensemos de manera absolutamente diferente de todo lo demás. Este es un sistema de pensamiento muy radical. Enseña absolutamente lo contrario de lo que el mundo cree, y enseña lo contrario de lo que muchas religiones o sistemas espirituales también creen.
Permítanme mencionarles, si no lo he hecho ya, que Un curso en milagros hace bien claro que no es el único camino, que no es la única forma de la verdad. Sólo dice que es un camino. El Curso dice de sí mismo que es una forma entre muchas miles (M-1.4:1-2). Pero es un camino específico, lo que quiere decir que no se puede combinar con nada más porque no se ajustará. Mientras más exploramos lo que dice, más reconocemos cuán radical es.


Lo que dice este principio es que no debemos confiar en nuestras propias percepciones y, por lo tanto, no debemos escoger cómo tenemos que reaccionar a lo que percibimos. Eso es lo que quiere decir "los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento". Aquí se usa la palabra "milagro" en el sentido popular de los milagros como cosas que nosotros hacemos. Dice, repito, que no debemos ser nosotros los que escojamos lo que hacemos. Podemos estar frente a alguien que esté sufriendo, y podríamos apresurarnos a hacer algo para sanar o aliviar el sufrimiento de la persona, y eso finalmente puede no ser la acción más amorosa que podamos realizar. Esto podría surgir de la lástima; podría proceder de la culpa; podría proceder de nuestro sufrimiento; podría no emanar del amor. Y así lo que Jesús nos dice aquí es: "No elijan conscientemente lo que será el acto de amor. Déjenme hacerlo por ustedes." Este es un punto muy claro, y muy importante. Una tentación en la que pueden caer muchas personas que trabajan con el Curso, así como personas que están en otros caminos espirituales, es convertirse en benefactores espirituales. Por ejemplo, usted va a traer paz al mundo; usted le va a mostrar la verdad a la gente; usted va a ayudar a mitigar el sufrimiento, etc. Todo lo que hace realmente es hacer el sufrimiento real porque lo está percibiendo afuera. Tampoco se percata de que si lo ve afuera, tiene que ser únicamente porque lo ve dentro de sí mismo. Si usted percibe el dolor en otra persona, y se identifica con el dolor, sólo puede ser porque lo ve en usted mismo. Podría ser un ejemplo de reacción-formación: Siento que soy terrible y, por lo tanto, psicológicamente me defiendo de mi culpa tratando de ayudar a todos los demás, tratando de expiar mi pecado después de haberlo hecho real.
Esto no significa que usted niegue lo que ve. Si alguien se ha roto un brazo y grita de dolor, no quiere decir que usted niegue que esa persona siente dolor y que le vuelva la espalda. Lo que sí significa es que usted cambie su manera de mirar ese dolor. Usted se percata de que el verdadero dolor no procede del cuerpo; el verdadero dolor surge de la creencia en la separación que está en la mente. Si verdaderamente quiere ser un instrumento de curación, usted se une con esa persona, lo cual quiere decir, quizás, que usted se apresure a llevarla al hospital. Pero lo que realmente hace a través de la forma de su conducta es unirse con esa persona, y darse cuenta de que usted está sanando tanto como ella.
El asunto aquí es que esta no es una decisión que debemos hacer por nuestra cuenta. Muchas veces cuando tratamos de ayudar, realmente hacemos otra cosa, que a menudo es una extensión de nuestra propia culpa. La lástima no es una respuesta amorosa, la conmiseración no es una respuesta amorosa. Lo ve a usted distinto a la otra persona. En el Capítulo 16, el Curso establece una distinción entre la falsa y la verdadera empatía (T-16.I). La falsa empatía es identificarse o empatizar con el cuerpo de la otra persona -bien sea que hablemos del cuerpo físico o del cuerpo psicológico- lo cual significa que usted hace débil a esa persona al hacer el cuerpo real. La verdadera empatía es identificarse con la fortaleza de Cristo en la persona, al percatarse de que el pedido de ayuda de esa persona es el suyo y, por lo tanto, ambos están unidos más allá del cuerpo.
Recuerden, el problema clave que hay que vigilar es cualquier cosa que refuerce la separación. Es por eso que el parecer del Curso acerca de la curación es tan diferente al de otros caminos. La curación no es algo que alguien hace. La verdadera curación, como la ve Un curso en milagros, no proviene de rezar determinada oración, o de una imposición de manos, o de darle energía a alguien, o de algo por el estilo. Si así fuera, usted estaría haciendo real algo del cuerpo y estaría diciendo que usted posee un don que nadie más posee. Eso no es curación. Esto no quiere decir que estos enfoques no puedan ser útiles, ni quiere decir que no deban usarse. Lo que esto significa es que no se deben llamar curación, porque entonces se estaría reforzando la separación. Muy sutilmente, se estaría haciendo real al cuerpo.
La única verdadera energía en este mundo es el Espíritu Santo. Cualquier otra cosa es falsa energía, y realmente es del ego, del cuerpo. La "energía sanadora del mundo" es el perdón, el cual procede del Espíritu Santo en nuestras mentes. Cualquier otra forma de energía puede tener relevancia, existencia, y realidad dentro del mundo del cuerpo, pero ese mundo del cuerpo es inherentemente ilusorio. No es de eso que habla el Curso en términos de curación. Este habla únicamente de la unión con el Espíritu Santo en nuestra mente al compartir Su percepción, y de ese modo unirnos con los demás.


Repito, no somos nosotros quienes podemos elegir qué debemos hacer y qué no debemos hacer. El es el Único Que escoge la expresión del milagro. Luego lo extiende a través de nosotros. Más adelante, el texto amplía este punto, y dice que nuestro único interés es entregarle nuestros egos al Espíritu Santo; extender el perdón no es responsabilidad nuestra (T-22.VI.9:2-5). Es ahí donde nos equivocamos. Tratamos de extender el milagro por nuestra cuenta, lo cual parece ser la acción amorosa o santa. Lo que hacemos sutilmente es permitir que la arrogancia del ego asuma el papel de Dios. Nuestra responsabilidad es sencillamente pedir ayuda para ver algo en la forma que Jesús lo ve en lugar de verlo como lo ve el ego. Esa es nuestra única responsabilidad. Eso es lo que constituye el milagro. Luego él extiende ese milagro a través de nosotros y nos dice específicamente lo que debemos o lo que no debemos hacer.
Es por eso que a menudo hay tanto juicio e intolerancia entre los caminos religiosos y espirituales. La culpa jamás se perdonó en verdad, sino que simplemente se reprimió y luego se proyectó en la forma de una falsa santurronería religiosa. Recuerdo un ejemplo al efecto de hace muchos años, que ocurrió poco tiempo después de que se publicara Un curso en milagros. Conocimos a un hombre que había preparado una amplia gráfica de las correcciones que el Curso le hace a la Biblia y que él estaba a punto de presentarle a varios ministros que conocía, para mostrarles lo que realmente enseñó Jesús. Básicamente lo que hacía era darle por la cabeza con el Curso a las iglesias que le habían dado por la cabeza a él con la Biblia. Afortunadamente pudimos detenerlo a tiempo. Todo el asunto es que debemos estar susceptibles a lo que pasa en nuestras mentes, estar atentos a cualquier cosa en nuestro pensamiento que pueda causar que nos separemos de los demás, y reconocer que ese tiene que ser nuestro ego. Siempre debemos ser cautelosos de no juzgar de acuerdo con la forma, la cual, por supuesto, es la única manera de juzgar del ego. Mas es cierto, sin embargo, que en el mundo ilusorio alguna gente está más adelantada que otra -Jesús es el ejemplo extremo no obstante, siempre debemos ser cuidadosos al juzgar.
P: Yo encuentro esto muy difícil. Como enfermera, se espera que yo responda ante el dolor y el sufrimiento, y ruego que en situaciones de emergencia yo pueda hacer lo que es debido.
R: Básicamente, es de eso que estoy hablando. Esto no significa, dicho sea de paso, que si usted es enfermera y alguien llega desangrándose usted diga: "Ah, aguarde un momento; tengo que salir a meditar y a preguntar qué debo hacer." En realidad eso no es amoroso. Básicamente, usted presume que quiere hacer lo que es correcto; quiere que Jesús actúe a través de usted y luego usted actúa. Si yo estoy atendiendo a alguien en mi oficina, no me detengo cada quince minutos y digo: "Aguarde, tengo que asesorarme con el Jefe antes de decirle a usted qué hacer o qué creo". Yo sólo naturalmente confío que mis reacciones o lo que digo proceden de Jesús más bien que de mi ego. Lo que trato de hacer entonces, es vigilar siempre mis emociones y pensamientos, de manera que si detecto algo que yo sé que procede de mi ego y no de Jesús, de inmediato pido ayuda para quitarlo de en medio. No me concentro en qué debo decir, porque si lo hiciera siempre estaría equivocando mis palabras y no podría decir nada. Mi centro de interés no es lo que digo, sino quitarme yo de en medio.
P: Ese es el problema con la imposición de manos y la oración por alguien que padece una enfermedad.
R: Eso no significa que no deba hacerlo…
P: ¿Es eso reforzar, no obstante?
R: No. Depende de por qué lo hace. En otras palabras, si considera que puede ayudar a las personas a través de imponerle las manos, entonces no hay nada erróneo en eso en tanto usted comprenda que esa es sólo una forma a través de la cual el Espíritu Santo la une a usted con otra persona, y que la curación no proviene de la imposición de manos. Quiero decir, ¿qué tal si sus manos están rotas o si usted se convierte en una cuadraplégica? ¿Significa eso que no puede curar? No, no se trata de la forma; sino del significado que se le da a la misma. Permítanme leer algo de la sección La curación como liberación del miedo (T 2.IV), que habla específicamente sobre la diferencia entre magia y curación. Cualquier cosa que se relacione con el cuerpo es magia. Cualquier cosa que hagamos en este nivel para ayudar a resolver un problema es magia porque equivale a ver el problema en el cuerpo, y luego aplicar el remedio al cuerpo. Esto aplica por igual a la medicina tradicional, a las formas de medicina de la Nueva Era, a la imposición de manos o a decir oraciones. Todas son parte de la magia o son formas de magia. Pero luego dice que esto no significa que sean pecaminosas. "El valor de la Expiación no reside en la manera en que ésta se expresa" (T2.IV 5:1). "La Expiación," de la cual hablaremos más adelante, es la palabra que utiliza el Curso para referirse a la corrección del ego, lo que significa que el principio de Expiación se refiere a la unión, ya que el ego se basa en la separación. Lo que estamos diciendo es que el valor de la Expiación, el principio de la unión, no radica en la manera en que se expresa. "De hecho, si se usa acertadamente, será expresada inevitablemente en la forma que le resulte más beneficiosa a aquel que la va a recibir. Esto quiere decir que para que un milagro sea lo más eficaz posible, tiene que ser expresado en un idioma que el que lo ha de recibir pueda entender sin miedo" (T-2.IV.5:2-3).
Si la gente viene donde usted y cree que con la imposición de sus manos se puede sanar, entonces, por supuesto que usted debe hacerlo. Es como si yo acudiera a un cirujano y creyera que al éste abrir mi cuerpo y extirpar esto o aquello me sentiré mejor, entonces, claro que debo hacerlo. Si la gente cree que al usted usar una oración específica la va a ayudar, por supuesto que debe hacerlo. Pero lo que el Curso diría es sólo que reconozca que lo que usted hace no tiene nada que ver con la forma, ya que ésta limita. Con lo que sí tiene que ver es con el significado subyacente de lo que usted hace: unirse con las personas. Como dice este pasaje, al Espíritu Santo no le importa la forma en que usted se une con los demás. Puesto que vivimos en un mundo de símbolos y puesto que vivimos en un mundo de cuerpos, tenemos que utilizar los símbolos y tenemos que utilizar nuestros cuerpos. Como dice en "El canto de la oración" (un folleto posterior al Curso, del cual Helen fue escriba): es un error creer que usted tiene unos dones de curación que otras personas, tales como los sanadores espirituales y los médicos, no tienen (pág. 17-18; S-3.III.1-3).
Esto no significa que usted deje de hacer lo que hace. Probablemente, eso no es lo que el Espíritu Santo le pediría. Todo lo que El le diría es que deje de pensar que la forma de lo que usted hace tiene propiedades curativas de clase alguna, porque una vez lo crea estará diciendo que en este mundo existe algo que es real; que la palabra tiene poder. No puede haber ningún poder en una palabra. Esta es fabricada. Como dije antes, el Curso dice que "las palabras son símbolos de símbolos. Por lo tanto, están doblemente alejadas de la realidad" (M-21.1:9-10).
Krishnamurti elaboró una manera muy ingeniosa de plantearnos este asunto. El dijo que si usted quiere convertir algo en un objeto sagrado, haga un pequeño experimento. Se coloca cualquier objeto sobre la repisa de la chimenea, y diariamente por espacio de treinta días uno se presenta ante el mismo. Le pone incienso y flores alrededor y dice una frase breve. Podría ser "Shalom"; podría ser "Coca Cola"; o podría ser cualquier mantra que sea su favorito. Al cabo de treinta días, ese objeto se habrá convertido en algo sagrado para usted, no porque haya ninguna santidad inherente en el objeto, sino porque usted le ha adjudicado esa santidad al creer que éste es sagrado.
He ahí la razón por la cual esta idea es tan importante en el sistema de pensamiento del Curso. No existe absolutamente nada en este mundo que posea santidad alguna, porque en este mundo no hay nada. Todo es producto de lo que hay en nuestra mente. Si creemos que algo es santo, entonces eso se tornará santo para nosotros. Si sentimos que hay cierto poder que proviene de alguna persona o de alguna cosa en el mundo, es porque nosotros le atribuimos ese poder. Hay un solo poder en este mundo, y ese poder universal es el poder del Cristo que radica en nuestro interior. Todos compartimos ese poder por igual. Una vez creemos que en este mundo hay unas cosas que son más santas o más poderosas que otras, o que cierta gente es más santa o más poderosa que otra, afirmamos que existe una jerarquía de ilusiones. Esa, repito, es la primera ley de caos (T-23.II.2:3).
Esa es la razón por la cual es la primera ley de caos, porque todas las leyes se apoyan en ella. Esto también aplica a Un curso en milagros. Lo único santo acerca de este libro es que puede acercarnos más a Dios, pero lo mismo podría decirse de cualquier otra cosa. El libro de por sí no es inherentemente santo. A veces las personas se acercan a este libro con reverencia y casi se arrodillan ante el mismo, y lo sienten y lo tocan. No hay nada erróneo en eso. A veces eso hasta parece algo tierno, pero lo que hacen es proyectar sobre el libro algo que está en su mente.
No hay nada en este mundo, el mundo de la forma, que tenga significado. Ese es el propósito de las primeras lecciones en el libro de ejercicios, las cuales afirman que en este mundo nada tiene significado. Lo que realmente dicen es que el único significado que puede tener algo es el que usted le adjudica. Si es el ego en usted el que le adjudica significado, entonces no tiene ninguno. Si es el Espíritu Santo en usted el que le otorga significado, entonces sí lo tiene. Repito, eso no quiere decir que usted deba renunciar a cualesquiera formas específicas que funcionen para usted en este mundo. Eso no es lo que dice Un curso en milagros. Todo lo que dice es: advierta que la única razón por la cual la forma funciona es porque usted cree en ella; y por lo tanto, esa puede ser la forma que Jesús o el Espíritu Santo use para ayudarle a reconocer cuál es la verdadera Fuente de todo significado, que es Dios. Eso es lo que hace el milagro -cambia la creencia equivocada del ego de que existe algo real afuera, bien sea un problema o su solución, y nos enseña que lo único real es el uso que le damos, y ese proviene de Dios. Todo lo que hay en el mundo, entonces, puede utilizarse para acercarnos a Él.
P: Necesito que me aclare eso.
R: Es muy fácil irse por la tangente en este asunto. Mucha gente trabaja con Un curso en milagros y malinterpreta lo que éste dice. Decir que la magia no cura no es decir que la magia sea mala, o que la magia sea pecaminosa. En este mundo no se puede evitar la magia. Magia es cualquier cosa en el nivel del mundo. Este Curso, por lo tanto, es magia. Lo que lo convierte en un milagro es el uso que usted le dé.
P: El atardecer, el amanecer, y usted, ¿no son reales? ¿No son creación de Dios?


R: No. Lo único real acerca de un atardecer es que el Espíritu Santo lo puede usar como una forma de ayudarle a usted a acercarse a Dios. Pero el atardecer en sí es inherentemente ilusorio. ¿Qué hace el atardecer? ¿Los colores? Dios no creó el atardecer, ni el sol, ni el mundo. La enseñanza básica del Curso es que el ego hizo el mundo. Nosotros lo pusimos ahí. Algunas cosas las hicimos bastante bien. Hicimos muy bien los atardeceres y los amaneceres; no hicimos muy bien los soles abrasadores que matan a la gente. Hicimos bien las suaves lluvias que hacen brotar la hierba; pero realmente fallamos con los huracanes y las inundaciones. Todo en este mundo es una espada de doble filo, como usted ve, lo cual el Curso enseña que es como usted sabe que Dios no pudo haber creado esto.
Básicamente, el principio es que Dios, por ser espíritu, sólo podía extender o crear lo que es como Él. El no pudo haber creado el cuerpo o la forma que no son como Él. Eso provino del ego: el cuerpo es la proyección del pensamiento de que estamos separados.
P: ¿Había ego antes del cuerpo?
R: Sí. Había un pensamiento de separación y una creencia de que podíamos estar separados de Dios. Eso es el ego. Cuando el pensamiento de separación se proyectó fuera de la mente, surgieron el mundo y el cuerpo.
LOS 50 PRINCIPIOS
DEL MILAGRO
DE UN CURSO EN MILAGROS.
KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio IV)

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 4)




PRINCIPIO 4: Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber.
Esta es otra manera de decir que los milagros proceden del amor. Reflejan el amor del Cielo, y obviamente también reflejan la vida del Cielo, la cual no tiene nada que ver con lo que llamamos vida, que es la vida del cuerpo, o la vida de la personalidad, todo lo cual es realmente una parte del cuerpo. La verdadera vida proviene de Dios, y esa es la vida del espíritu el cual es inmortal y eterno. El milagro es lo que nos conduce de regreso a Dios.
"Su Voz", que es una de las definiciones que el Curso da del Espíritu Santo, "te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber." Una de las preguntas más comunes que hace la gente es: Si el Curso afirma que se te dirá muy específicamente, ¿por qué yo no oigo respuestas específicas?" Estoy seguro de que todo el mundo se hace esa pregunta y tiene ese problema. Uno de los obstáculos para escuchar las cosas que el Espíritu Santo nos diría es que exigimos oírlas. Muchas veces las preguntas que le hacemos al Espíritu Santo no son realmente preguntas; son afirmaciones. Fabricamos un problema y luego exigimos que Él nos dé la respuesta, lo cual es, por supuesto, otra expresión de la arrogancia del ego al creerse que sabe cuáles son los problemas, y también cuáles son las respuestas. Pero muy a menudo cuando le pedimos ayuda a Dios u oramos pidiendo ayuda, lo que hacemos es plantear el problema como lo vemos nosotros y luego Le pedimos que nos lo resuelva y, por supuesto, cuando no lo resuelve, creemos tener un caso cerrado en contra de Él: "Dices que vas a contestarme muy concretamente, y aquí estoy. Soy tan honrado y tan serio y devoto y fiel y no oigo nada." Lo que hemos hecho, en realidad, sin percatarnos de ello, es cerrar la puerta. No es que el Espíritu Santo no nos hable, es que no podemos escucharlo.
P: ¿Es así porque en nuestras mentes queremos que nos contesten la oración a nuestro modo?
R: Cierto. En un lugar, el Curso habla de que al ego le da una rabieta y grita: "¡Quiero que las cosas sean así!" (T-18.II.4:1). Lo hacemos de niños, pero también lo hacemos de adultos. "Así es cómo lo quiero." Recuerdo que a veces Helen solía reclamarle a Jesús y le decía: "¡Esto no es negociable!" Nunca funcionó bien para ella. No lo intenten. Además, recuerden que cuando el Curso dice que el Espíritu Santo nos dirá todo lo que necesitemos saber, es porque Él conoce mejor que nosotros lo que necesitamos saber.
P: ¿No es eso cierto también en el sentido de que consciente o subconscientemente no sólo esperamos cierta clase de respuesta, sino que también definimos el problema?
R: Sí, eso es lo que quiero decir. Fabricamos un problema y luego exigimos una respuesta al mismo. El problema consiste en que estamos diciendo: "Este es mi problema," en vez de admitir básicamente, "No estoy en paz, por favor ayúdame a estar en paz." La verdadera causa de no estar en paz es que abrigamos algo en contra de alguien. Hay una ausencia básica de perdón en nosotros, así que la solución ha de venir siempre en la forma de algún aspecto del perdón, de alguna unión con alguien. No importa si es en un nivel de conducta o de pensamiento. Recuerden de nuevo, la clave es reconocer que cada problema que creemos tener en el mundo nos indica una falta de perdón.
Una de mis líneas favoritas en el Curso, porque parece no tener absolutamente ningún sentido, es la que dice: "Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón" (L-pl.193.4:1). Traducido, quiere decir que es cierto que todas las angustias o problemas no aparentan ser lo que realmente son. Creemos que la angustia proviene de todos los diversos tipos de problemas que creemos tener, pero lo que realmente sucede es que el ego ha lanzado una cortina de humo para que no nos percatemos de que cada angustia que experimentamos procede de la ausencia de perdón o de la creencia de que estamos separados. Podemos entender que la solución a cualquier angustia y a cualquier problema en nuestro mundo -bien sea nuestro mundo personal o el mundo en general- sería unirnos y curarnos a través del perdón.
P: ¿Podría decir algo sobre el Espíritu Santo y la confianza: aquello de que sólo nos sentamos y nos aquietamos?
R: Sí, y luego estar alerta y vigilar los pensamientos que no son tranquilos. Una de las partes cruciales de este proceso es que todo lo que tenemos que hacer es quitarnos de en medio. No tenemos que hacer nada. La introducción del texto dice: "Este Curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar. Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor…" Eso es lo que hace el milagro; simplemente elimina el obstáculo que nos impide tener consciencia de que somos hijos de Dios. Todo lo que decimos en relación con el milagro es que éste deshace o corrige lo que el ego ha hecho. El milagro no hace nada; sino que deshace. Mientras más serenos estemos, lo cual significa realmente desprendernos de nuestro ego, en esa misma medida podremos escuchar muy claro todo lo que necesitemos saber.
LOS 50 PRINCIPIOS
DEL MILAGRO
DE UN CURSO EN MILAGROS.
KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Principios del Milagro (Principio III)

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 3)



PRINCIPIO 3: Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este sentido todo lo que procede del amor es un milagro.
Más adelante en el Principio 32, Jesús dice que él es el único que inspira los milagros. Quiero mencionar algo sobre el papel de Jesús y el del Espíritu Santo, porque en estos principios se van a usar recíprocamente, y yo los voy a usar recíprocamente. Desde el punto de vista de la función, el Espíritu Santo y Jesús son sinónimos. Ambos realizan la función de ser el Maestro interno o la Voz interior que nos conducirá a casa. Esto tiene sentido cuando consideramos que Jesús es el que ha trascendido totalmente su ego, lo cual significa que la única voz que tiene en su interior es la del Espíritu Santo. Un curso en milagros enseña que tenemos, en nuestro interior, dos voces que nos hablan constantemente: la voz del ego y la Voz del Espíritu Santo. Como ya Jesús no tiene ego, la única voz dentro de él es la Voz del Espíritu Santo. Es por eso que más adelante en el Curso nos dice que él es la manifestación del Espíritu Santo (C-6.1:1). El no es el Espíritu Santo sino la manifestación de Este. También aclara en muchas alusiones en el texto cómo él escuchó al Espíritu Santo (e.g., T-5.II.9-10; T-5.IV.4:1). El Espíritu Santo había sido su Maestro, ahora él nos ayudará a aprender las mismas lecciones que él aprendió. Por lo tanto, desde el punto de vista de la función, podemos usar al Espíritu Santo y a Jesús en forma intercambiable. Ambos sirven como la Voz interior, el Maestro interno que corrige los errores de la enseñanza del ego. Entonces, el milagro procede de él. Decir que Jesús es la manifestación del Espíritu Santo es decir también que él es la manifestación del Amor de Dios.
En un sentido más amplio, el verdadero milagro es el amor que lo inspira, lo cual quiere decir que el milagro real, entonces, es Dios o el Espíritu Santo y Jesús Quienes hablan por Dios en nuestras propias mentes. Esto también aclara, como lo hacen estos principios repetidamente, que el milagro no proviene de nosotros. No somos nosotros los que podemos cambiar nuestra percepción egocéntrica por el milagro; ese es el papel del Espíritu Santo. Todo lo que podemos hacer es escoger el milagro en lugar del ego. Es a esto que se refiere el Curso cuando habla de "la pequeña dosis de buena voluntad" (T-18.IV). Esto es lo único que el Curso espera de nosotros: la pequeña dosis de buena voluntad que nos permita empezar a cuestionar nuestro juicio acerca del mundo, y de lo que vemos en éste. Nos pide que por lo menos seamos capaces de cuestionar lo que hemos hecho realidad en términos de nuestras percepciones de los demás y de nosotros mismos. Repito, dice "una pequeña dosis de buena voluntad"; no pide mucho. También nos enseña que si tuviéramos una gran voluntad, entonces no necesitaríamos al Espíritu Santo, al instante santo o al Curso (T-18.IV.2,4,5).
P: ¿Sería eso una expresión de amor?
R: Elegir escuchar la voz de Jesús en lugar de la del ego lo sería. Podría decirse que esa sería una expresión de amor o una decisión por el amor. La idea realmente es que tratemos de no obsesionarnos con las palabras específicas, porque entonces enloqueceríamos. Esto no es el Talmud. No se supone que esto se disecte y se analice línea por línea en ese sentido. La idea es utilizar las palabras como una manera de llegar a lo que es la experiencia, que es la experiencia de Dios.
Recuerden, es muy fácil caer en la trampa de las palabras. El manual dice que "las palabras son símbolos de símbolos. Están doblemente alejadas de la realidad" (M-21.1:9-10). Un curso en milagros habla de Dios en términos simbólicos al llamarlo "Padre" y a menudo referirse a El como poseedor de atributos tales como preocuparse, ser afectuoso, sentirse solo, etc. Una sección titulada Más allá de todo símbolo (T-27.III) subraya la idea de que la verdad y Dios están más allá de todos los símbolos y conceptos que utilizamos aquí. Sin embargo, dentro de este mundo, el Espíritu Santo tiene necesidad de símbolos para finalmente conducirnos más allá de todos ellos. Mentalidad correcta y mentalidad equivocada son los símbolos que utilizan el Espíritu Santo y el ego de manera que en este contexto la palabra "milagro" se utiliza en un sentido más general. En otra parte, en el Principio 24 afirma: "Tú mismo eres un milagro."
P: Pero el criterio de siempre preguntar, "¿Para qué es esto?" -¿es esa una de las claves?
R: Sí, esa es la clave. De acuerdo con la alusión que hice antes, el Curso indica que lo único que debemos preguntar sobre cualquier cosa en el mundo es: "¿Qué es lo que quiero que resulte de esta situación? ¿Qué propósito tiene?" (T-17.VI.2:1-2). Y sólo hay dos propósitos del mismo modo que sólo hay dos contenidos. Uno es el propósito del ego, reforzar la separación; el otro es el propósito del Espíritu Santo, sanar la separación. Es por eso que el Curso repetidamente nos exhorta, como lo ha hecho el evangelio, a no juzgar. El ego es el que juzga; y cuando juzgamos lo hacemos apoyándonos en la forma. Uno de los principales ingredientes en el sistema del ego es el juicio, porque una vez juzgamos una forma como buena o no buena, enferma o sana, santa o no santa, la estamos haciendo real. Estamos afirmando que existen niveles en este mundo; niveles de santidad; hay algunas formas que son más santas o mejores que otras. Si se quiere señalar una de las mayores equivocaciones que han cometido las religiones organizadas, ésta radica en la preocupación por la forma, al decir que la forma es importante. Una vez se dice que la forma es importante, se afirma, entonces, que el cuerpo es real. Se está diciendo que hay una jerarquía de ilusiones: ciertos comportamientos, ciertos cuerpos, ciertas formas son más santas que otras. Lo que nos libera de esa tentación, repito, es preguntarnos, "¿Para qué es esto?" Es el propósito el que es santo, no la forma. Y lo que santifica al propósito es que éste procede del Espíritu Santo, lo cual significa que el propósito es sanar y unir. Lo que convierte algo en profano no es el objeto en sí, no es la forma, no es lo que parece ser, no es la conducta, sino el propósito que sirve: es decir, reforzar el ataque y la separación. El milagro corrige esa percepción equivocada; esto se aclarará a medida que discutamos los otros principios.
LOS 50 PRINCIPIOS
DEL MILAGRO
DE UN CURSO EN MILAGROS.
KENNETH WAPNICK

Libro los 50 Princios del Milagro (Principio II)

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO 2)




PRINCIPIO 2: Los milagros -de por sí- no importan. Lo único 

que importa es su Fuente, El Cual está más allá de toda posible 

evaluación.

El hecho de que Fuente esté escrito con mayúsculas, por supuesto, nos dice que la Fuente es Dios, y Dios está presente en nuestra mente, en nuestra mente dividida, a través del Espíritu Santo. Lo que también es importante aquí es percatarnos de que los milagros no importan, porque éstos son parte del mismo mundo ilusorio del que forma parte el ego. Si el milagro es una corrección, es entonces una corrección de un pensamiento ilusorio, lo cual también convierte al milagro en una ilusión. Sólo se necesita en el mundo de la ilusión. Usted no necesita el perdón en el Cielo. Como dije antes, no se necesita un milagro en el Cielo. Se necesita el perdón o un milagro únicamente en un lugar donde se cree en el pecado, el sufrimiento, el sacrificio, la separación, etc.
Lo único que en verdad importa es Dios o la creación de Dios, que es el espíritu, que es el Cristo en nosotros. En este mundo, sin embargo, el milagro sí importa, porque esa es la corrección que nos permite recordar eventualmente Quiénes somos en realidad. El Curso también se refiere al perdón como una ilusión. En un lugar dice que esta es la ilusión final (L-pI.198.3). Lo que la hace diferente de todas las demás ilusiones en el mundo es que el perdón es el final de la ilusión. Todas las demás ilusiones aquí realmente engendran ilusiones, de modo que refuerzan la fantasía de que estamos separados o de que el ataque es real y está justificado. El perdón es una ilusión que nos enseña que no hay ilusiones.

P: Si usted dice que no podemos lograr amor completo en esta vida, ¿cómo nos relacionamos con Jesús?
R: Bueno, permítanme calificar eso. Yo creo que hay muy, muy, pocas excepciones, tales como Jesús, quien es el mayor símbolo del Amor de Dios. Además, hay algunas personas que han trascendido totalmente sus egos, y que permanecen aquí por un tiempo para ayudar a otras personas a lograrlo. Ellos son los que en el Oriente se conocen como avatares o bodisattvas: personas que han trascendido totalmente sus egos, pero que permanecen asidos a una astilla del ego para poder quedarse aquí en el cuerpo. Ya no están aquí para aprender lecciones. Pero, como indica el Curso en algún lugar, esto es tan raro que no vale la pena hablar de ello (M-26.2-3).
P: ¿Qué son nuestras creaciones?
R: "Creaciones" es una de esas palabras técnicas que el Curso utiliza y que no explica realmente. Se refiere al proceso de creación que compartimos con Dios. Uno de los atributos básicos del espíritu es que siempre está extendiéndose. Este no es un proceso que ocurre en el tiempo o el espacio, por lo cual es tan difícil para nosotros concebirlo. Dios se extiende a Sí Mismo -como espíritu, El siempre está extendiéndose- eso es lo que se llama creación. Nosotros somos el resultado de eso, no el nosotros tal como nos identificamos sentados en este salón, sino el "nosotros" que es el Cristo y que somos todos. Cada uno de nosotros es una parte de ese Cristo que es una extensión de Dios, ya que Cristo es parte de Dios, El también comparte los atributos básicos de Dios. Uno de esos atributos es la extensión, así que Cristo también se extiende. Aquello que extiende el Cristo es lo que el Curso llama "creaciones." Las creaciones son realmente las extensiones nuestras en nuestro verdadero estado. Repito, lo que lo hace tan difícil de entender, es que este proceso no tiene contraparte o término alusión a algo en este mundo. Cuando el Curso utiliza la palabra "crear", como lo hará en uno de estos principios del milagro, no se refiere a tener un pensamiento creativo, a crear una obra de arte o algo así por el estilo, -no es que el Curso esté en contra de nada de eso- sólo que usa la palabra con una acepción distinta. "Crear" es un vocablo que Un curso en milagros siempre utiliza para señalar lo que hace el espíritu. Si usted quiere pensar en conformidad con la idea tradicional de la Trinidad, la Segunda Persona de la Trinidad consistiría no solo de Cristo, del cual cada uno de nosotros es una parte, sino también de las extensiones de Cristo, que son nuestras creaciones.
P: El Curso parece prometer que nuestras creaciones nos están esperando. ¿Es eso así?
R: Como un pelotón vitoreador. Usted se acerca a la meta y allí están ellos a cada lado animándole. Eso es una metáfora, por supuesto, la idea es que nuestra propia integridad constantemente nos pide que recordemos quiénes somos.
En la última parte del segundo principio -La Fuente está mucho más allá de toda evaluación- "evaluación" es una palabra que pertenece a este mundo. Siempre estamos evaluando, y el hecho de que estemos evaluando algo es, obviamente, un proceso de juicio; es un proceso de percepción. Si usted habla de evaluación, habla de un evaluador que evalúa algo o a alguien. Así que habla de separación: sujeto y objeto. Obviamente, todo el proceso de evaluación tiene pertinencia únicamente en el mundo de la percepción, el cual no es el mundo de Dios. Dios está más allá de toda evaluación porque Él está más allá del juicio; Él está más allá de la forma; Él está más allá de la separación; Él está más allá de la percepción. El milagro sólo importa en la medida que nos enseñe que aquí nada importa. Una vez aprendamos esa lección, el uso del milagro habrá terminado. Es lo que el Curso nos enseña sobre el tiempo: su único propósito es enseñarnos que el tiempo no existe (vea pág. 70). Lo mismo puede decirse del mundo y del cuerpo: El único propósito que tiene el mundo y que tiene el cuerpo es enseñarnos que ni el mundo ni el cuerpo existen pero no podemos aprenderlo sin estar aquí en un cuerpo. Es por eso que Un curso en milagros nos enseña muy claramente que no debemos negar nuestras experiencias físicas aquí o negar nuestro cuerpo (T-2.IV.3:8-11). Sólo nos dice que debemos mirarlos en una forma distinta.
LOS 50 PRINCIPIOS
DEL MILAGRO
DE UN CURSO EN MILAGROS.
KENNETH WAPNICK
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