Todo el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesario una purificación. "Purificación" no es una palabra que se use frecuentemente en el Curso.
En realidad, ésta tiene más connotaciones en el judaísmo y en el cristianismo, por lo que creo que aparece aquí.
En las primeras secciones y capítulos del Curso, en particular, se utilizan substancialmente las referencias bíblicas debido a que Helen conocía la Biblia bastante bien, sobre todo el Nuevo Testamento, y fue una manera de Jesús de ayudarle a salvar una brecha.
Lo que el Curso quiere decir con "purificación" no es nada que tenga que ver con el cuerpo. P: ¿Usted dice que Helen conocía la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, ¿porque la estudió acaso? R: ¿Por qué la conocía?
Le gustaba leerla. Le gustaba la forma en que estaba escrita. Ella tenía un sentido maravilloso de estilo y lenguaje.
Tenía una relación de amor-odio con el cristianismo, y especialmente con la Iglesia Católica, pero había una parte de ella que se sentía muy atraída por ésta así como por el Nuevo Testamento.
Ella podía citar pasajes completos. También estaba muy familiarizada con los dogmas, las doctrinas y enseñanzas de la Iglesia Católica y de las principales Iglesias Protestantes. Pero ella nunca estudió formalmente la Biblia. "Purificación," como la usa el Curso, no tiene nada que ver con el cuerpo. Usted no purifica el cuerpo ni lo despoja, porque éste no es impuro.
Si el cuerpo es inherentemente una ilusión, como nos enseña Un curso en milagros, entonces no hay que hacer nada con él. Lo que hace al cuerpo pecaminoso, impuro o profano, son nuestros pensamientos, lo cual significa que son éstos los que deben purificarse, no el cuerpo.
Es por eso que con toda seguridad el método del Curso no sería hacer algo con el cuerpo. El ascetismo no podría ser la forma de espiritualidad del Curso, puesto que el propósito del ascetismo es purificar el cuerpo.
La idea del Curso es que se purifique la mente. Como dijo San Agustín: "Ama y haz lo que quieras." Si hay amor en su corazón y en su mente, entonces todo lo que haga será una extensión de ese amor. Por lo tanto, no hay que preocuparse por el cuerpo, eso es preocuparse por lo que no se debe. No es en el cuerpo donde radica el problema. Por lo que hay que preocuparse es por los pensamientos en la mente. El único pensamiento que hay que sanar es el pensamiento de culpa; eso es lo que se tiene que purificar.
Así que cuando el Curso dice que todo el mundo tiene derecho a los milagros está diciendo que los milagros son para todos nosotros. Otra implicación importante aquí es que los milagros no son cosas que cierta gente hace.
Uno de los grandes errores que cometen las religiones formales es atribuirle ciertos poderes o propiedades espirituales a algunas personas y a otras no.
Hay personas que pueden obrar milagros y otras no; éstos son los santos. Estos son los que han sido escogidos por varias instituciones religiosas como los únicos capaces de hacer ciertas cosas que los demás no pueden hacer. Lo que el Curso dice es que los milagros son algo que nosotros podemos hacer; de hecho, todos debemos hacerlos. Un milagro no es abrir el Mar Rojo o caminar sobre el agua; el milagro es cambiar de la percepción del ego a la percepción del Espíritu Santo. Eso es el milagro; y todo el mundo tiene derecho al mismo.
Por consiguiente, eso significa que cualquier persona puede ser el instrumento para que el Espíritu Santo o Jesús, extienda Su amor a través de ella en la forma que sea más útil y más amorosa. Nuestro punto de interés, por lo tanto, no radica en el milagro externo.
Nuestro foco radica en la purificación de los impedimentos al milagro, en la erradicación de los obstáculos al reconocimiento de la presencia del amor. Lo que hay que purificar son nuestros pensamientos de separación, nuestros pensamientos de culpa.
Lo que purifica es que le pidamos al Espíritu Santo que perdone a través de nosotros.
P: ¿Cómo juzgaría o mediría usted el progreso con el Curso? R: Yo no trataría de medir el progreso de nadie excepto el mío, y ese progreso sólo sería el grado de paz que yo sienta. Cada uno de nosotros tiene en su propia vida una manera de medir eso. En otras palabras, si usted se encuentra en una situación que hace cinco semanas o cinco años lo hacía trepar paredes, o si está en la presencia de alguien que lo llenaba de un odio inminente o de un miedo inminente, y de pronto usted puede permanecer con esa persona y sentirse en paz, eso sería una indicación de que está haciendo lo debido.
Siempre es un error craso tratar de juzgar a otra persona. Hay una línea en el texto que dice que "hemos considerado algunos de nuestros mayores avances como fracasos, y hemos evaluado algunos de nuestros peores retrocesos como grandes triunfos" (T-18.V.1:6), lo cual es una manera tierna y hermosa de Jesús decirnos que nosotros no sabemos qué es lo que está ocurriendo.
Y si no sabemos lo que pasa en nosotros, ¿cómo vamos a saber lo que está ocurriendo en otra persona?.
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