viernes, 7 de agosto de 2015
Un viaje sin retorno: CAPITULO 17.- INCIDENTE EN LAS CUEVAS
Felipe, muy seguro de la localización de aquellos niños, tomó rumbo hacia las cuevas. No habrían pasado ni doce minutos, que la ambulancia paró al pié de una serie de montañas, no muy altas, que más bien parecían esponjas gigantescas. Todo aquél armazón de pizarra se encontraba salpicado de pequeñas grutas. Felipe paró el motor y comenzó a subir. El ascenso se podía hacer sin ningún problema, pues no era nada accidentada la zona. La montaña se hallaba llena de pequeños caminos naturales que unían los distintos pasillos donde se encontraban emplazadas, casi simétricamente, las cuevas.
Felipe se paró y se introdujo en la que le pareció ser el refugio de los niños.
-Jesús…Raquel…sí, están aquí… ¡Subid las cuerdas y el agua!
Felipe, tras avisar a sus amigos, entró hasta el fondo de la cueva. Los niños se hallaban sentados en el suelo, contra la pared. Habría unos cuarenta. Se les veía un poco asustados. De repente, Felipe sintió algo frío en su sien derecha. Era una pistola, y el que la empuñaba era un soldado americano.
Raquel, que acababa de llegar, se disponía a entrar en el interior, cuando Felipe le gritó:
-¡Cuidado, Raquel, hay un hombre armado!
-¿Dónde…?
Aquel soldado, asiéndola fuertemente del brazo la llevó hacia el fondo de la cueva con Felipe y los niños.
-¿Viene alguien más con vosotros? ¿Entendéis mi idioma...?
-Sí, amigo…lo entendemos…
-¿Y tu…quien demonios eres? ¿Cómo te atreves a amenazar con un arma a unos niños?
-¿Viene alguien más con vosotros? ¡Y no quiero volver a preguntarlo otra vez!
En aquel momento Jesús entraba también en la cueva. Al verse sorprendido, dejó caer las cuerdas al suelo.
-¡Entra…deprisa…!
Jesús entró con las manos en alto, pero cuando vio el rostro de aquel soldado, su corazón recibió un fuerte impacto. Era él…el amigo que faltaba, pero jamás podría haberse imaginado que el reencuentro iba a ser así. Ahora, aquel muchacho que citara hace doce años en Jerusalén, se había convertido en un hombre de pasados los treinta y cinco años, militar de graduación de las Fuerzas Americanas, y que en ese preciso momento portaba en su mano un arma mortal.
Jesús reaccionó enseguida. Estaba seguro de que, a pesar de las formas, el corazón de aquel muchacho no podía haber cambiado tanto…
-Soldado… ¿por qué llevas un arma si eres incapaz de usarla? No tengas miedo. Somos amigos, y no vamos armados. Hemos venido a rescatar a estos niños que han sobrevivido al bombardeo.
-¿Quienes sois vosotros?
Raquel, sin dejar que Jesús respondiera al soldado, y muy dolida y rabiosa por el ataque aéreo, avanzó unos pasos y se enfrentó a aquel hombre.
-¿No crees que deberías ser tu, primero, en presentarse? Que yo sepa, nadie te ha invitado a que vinieras… ¡y mucho menos amenazando a gente inocente!
-¡Pero soy yo el que lleva la pistola…y el que manda aquí…te guste o no!
-Raquel…obedece…piensa en los niños…
-¿Sois árabes…?
-No, no somos árabes.
-¿Sois judíos?
-No somos judíos.
-¿Tenéis algún papel que os identifique?
-No, amigo…aquí no…en casa…espero que siga en pie…
-¡Vamos…todos contra la pared…! ¡Enseguida!
Raquel, en un arrebato, y aprovechando un descuido del soldado provocado por el llanto de un niño, se abalanzó contra él. No en vano ella era algo experta en artes marciales, afición compartida con sus amigos. La fuerza de sus brazos, de sus piernas, la rapidez de sus movimientos, tumbó instantáneamente al soldado en el suelo.
-¡Raquel…basta ya!
-Jesús… ¿sabes quien es este soldado? Es un maldito yanqui. Uno de los que bombardearon el campamento y todas las aldeas…
-¿Y crees que esto es una excusa para que le trates así? Con tu actitud no has demostrado ser mejor que ellos. Te has dejado dominar otra vez por la ira, Raquel, y como no la apartes de ti… ¡te destruirá!
Jesús, cogiendo la cabeza del soldado, intentó reanimarle.
-Vamos, amigo…no queríamos hacerte daño, pero resultabas muy peligroso con esa arma en la mano.
-¿Pero Felipe…te das cuenta…? ¡Encima le llama amigo!
-Sus razones tendrá…Raquel…Pero yo también te digo que te has pasado un poco…
-Vosotros dos…dejad de hablar y ayudarme a incorporar a este hombre.
El soldado, reaccionando, se sujetó fuertemente al brazo de Jesús y de Raquel, mientras era levantado del suelo y sentado sobre una piedra, a la entrada de la cueva.
-Amigo…somos gente de paz, no enemigos.
-Puede que vosotros sí, pero esta mujer… por poco me mata…
-Es una mujer que ha visto morir a cientos de mujeres, niños y ancianos…a enfermos y heridos de un hospital…a niños que estaban en una escuela…bajo vuestras bombas. No es justificable su reacción, pero intenta comprender sus sentimientos…
-Es cierto que han sido nuestros aviones los causantes de esta tragedia, pero os aseguro que yo no he disparado ni un misil.
-¡Dinos pues, qué haces aquí! ¿Visita turística…? Exclamó Raquel muy seria.
-¡No lo se…! Respondió muy confuso el soldado.
-¿Te caíste por casualidad del avión?
-Os aseguro que no se qué pasó. Yo no quería disparar contra ese campamento, ni contra nadie. Cuando salimos de la base, ninguno sabíamos cual era el objetivo. Solo una vez en el aire, y ya dentro de unas coordenadas, nos lo dijeron por radio. En aquel momento todo se me hundió a mí alrededor, y dentro de mí. Yo soy militar, siento como militar, pero para proteger la paz, no para hacer la guerra, ni mucho menos barbaridades tan inhumanas como ésta.
-¿Pues si no disparaste…qué hiciste?
-No sé que ocurrió, os lo aseguro. Solo recuerdo haber cogido el radio transmisor para comunicar mi posición y mi retirada, y ya no se más. Después, lo único que se, es que me encontré en la puerta de esta cueva, al lado de unos niños que me miraban con ojos de espanto. Ni llevaba paracaídas, ni mi avión se ha estrellado. Lo peor de todo es que ahora, para los míos he sido un desertor y para toda esta gente…soy un enemigo. ¡Estoy totalmente perdido!
-No te apures, soldado. Como tu bien dices, no hay avión estrellado…tu avión se esfumó…y tu también. Te darán por desaparecido en combate. Habría problema si hubieses dejado en tu país a una familia…ellos sí que pueden sufrir.
-No…amigos…eso sí…pero familia no.
-Y enemigos aquí…tampoco, soldado…nadie te ha visto caer, salvo estos niños, que con lo que llevan encima…los pobres se olvidarán de ti enseguida. El problema puede ser el inglés con ese estilo tan “yanqui” que tienes… ¿Cómo te llamas, soldado? Preguntó Jesús sonriéndole…
-Mi nombre es Peter…¿ y el vuestro…?
-Yo me llamo Jesús, y he estado viviendo aquí un tiempo. Este es Felipe, español, que vino a reencontrarse aquí con un amigo y le ha cogido de lleno todo este conflicto…y ésta…tu gran castigadora…es Raquel, y tiene la misma historia que Felipe. También ella es española.
-Entonces…no hay problema con mi acento yanqui. Yo hablo perfectamente el español…
Y en ese mismo momento, Peter se puso a hablar en un perfecto castellano.
-¿Y cómo es que tu hablas tan bien el castellano…?
-Mi padre era militar americano…pero mi madre era española. Desde que nací, he hablado las dos lenguas. Pero siguiendo con el tema…España es neutral en este conflicto, no tenéis nada que ver con las barbaridades que se están haciendo…
-Nos consideras neutrales cuando la mitad del mundo nos llama traidores e insolidarios, y la otra mitad nos considera unos cobardes. Exclamó Raquel.
-Ya no sois los únicos. Suecia y Grecia han retirado todas sus tropas de Oriente Medio. No quieren saber nada de la guerra. Y además…en Estados Unidos hay un multitudinario movimiento pacifista que se ha rebelado contra esta locura, pero no se nos ha oído. Nos ignoran por completo. Yo vine aquí engañado, como el resto de mis compañeros. Se nos dijo que nuestra intervención, como guardianes y controladores, evitaría mucho derramamiento de sangre en esta zona, pero la verdad era muy distinta. Prefiero ser castigado por mis superiores por desertor que cargar toda la vida con esta locura tan atroz. Amo profundamente a mi país, y si le viera en peligro no dudaría en dar mi vida por él, pero ahora, en estos momentos, es mi país, y otros como él, los verdaderos enemigos de esta humanidad. Es triste, pero tengo que reconocerlo. Si he de seguir viviendo en un mundo así, prefiero la muerte.
-¡Pues podrían haber tomado todos tus compañeros tu misma elección!
-¡Son soldados, Raquel…se deben a sus superiores!
-¡Que triste! ¿Y tú …por qué no has obedecido a tus superiores?
-¡Porque yo solo tengo uno! ¡Y el… ni siquiera ha imaginado nunca una guerra!
-Entonces, Peter…solo tienes dos posibilidades: una, la de meterte un tiro en la cabeza, y la otra, la de luchar contra esta locura.
-Raquel, si pudiera… ¡desintegraría ahora mismo todo este sistema!
-Pero Peter…en este sistema…también estás incluido tu…y nosotros…
-¡Bien, Jesús, pero a mí no me importaría, si con ello cambiara el mundo!
-Perdona, Peter. Me he excedido contigo. Fue un arrebato de furia que no volverá a suceder. Exclamó Raquel un poco avergonzada.
-Comprendo perfectamente tu reacción, pero…he de serte sincero…tu kárate es pésimo y muy personalizado. Tienes que practicar más, y con un buen maestro…
-Por lo que veo…eres un entendido en el tema… Exclamó Raquel con un tono irónico…
-Soy maestro de kárate y de kunfú y campeón en las dos modalidades por el estado de Florida. Yo soy de allí.
-¡Cielo santo! Bueno… ¿me perdonas o que…?
-¡Naturalmente que si…! También vosotros tenéis que perdonarme a mí por haberos amenazado con un arma. Estaba confuso y muy asustado…
-Quienes tienen que perdonarte son los niños…son los que verdaderamente se han asustado…
-Ellos sabían que no estaba cargada. La descargué para que los niños pudieran verla de cerca…y se entretuvieran un poco…ya se que no es un juego ideal…pero dadas las circunstancias…fue lo único que tenía a mano.
-Bueno, Peter…ya nos hemos presentado, hemos hablado y creo que nos hemos hecho amigos… Si lo deseas, puedes quedarte con nosotros.
Jesús le hizo este ofrecimiento al soldado mirándole fijamente a los ojos y cogiéndole fuertemente las manos.
-¿Sois también vosotros fugitivos?
-¡Que nosotros sepamos…no!
-¿Sabéis el riesgo que vais a correr si descubren que albergáis a un soldado enemigo?
-¿Habéis oído, amigos…Felipe…Raquel…qué le respondéis a nuestro amigo Peter?
-¡Pues que se quede…pero que tenga muy presente el riesgo que él corre si se queda a nuestro lado…jajaja!
-¿Es que habéis cometido algún delito?
-¡No, Peter…ninguno!
-Entonces, Jesús… ¡no os entiendo!
-Aquí, Peter, no podemos seguir hablando. Hay que llevar cuanto antes a estos niños a un hospital para que sean atendidos. Luego hablaremos. Pero eso sí…Peter… deshazte enseguida de ese uniforme incluyendo la placa militar que llevas al cuello. Felipe… mira a ver si en la parte trasera de la ambulancia hay algo de ropa sanitaria. Me ha parecido ver antes algo.
Cuando Felipe regresó, volvía con unos pantalones blancos. Peter ya se había deshecho de su ropa militar. Jesús la cogió, la sacó fuera y le prendió fuego. Pero la placa quedó intacta. Había que hacerla desaparecer como fuera. Jesús, con la ayuda de una piedra, separó la placa de su cadena. Cogió la cadena y la enterró con bastante profundidad dentro mismo de la cueva, pero guardó la placa en su bolsillo. Viendo esto Peter le preguntó:
-¿Y qué vas a hacer ahora con la placa?
-No es seguro enterrar juntas las dos cosas. En cuanto dejemos a los niños a salvo, subiremos a un refugio de montaña y lo enterraremos en tierra firme, no aquí, bajo arenas del desierto. Son muy inseguras.
-¡Gracias por vuestra ayuda, amigos!
-Pero recuerda, Peter…desde ahora…habla solo en castellano. Te delatarías enseguida si pronunciaras dos palabras en inglés. Todos nosotros lo hablamos…no tendrás problema.
-Dime, Peter… ¿de dónde era tu madre? ¿De qué zona de España?
- Me da vergüenza decirlo…pero es que…casi no se nada de su vida en España…Cuando ella contaba alguna cosilla, yo no le prestaba mucha atención. Lo único que sé es que era una zona donde había una virgen…
-Buenó…, España es tierra de vírgenes…¿no tienes más indicios?
-Bueno si…mira…recuerdo que decía que en su tierra había una Pilara…y mi padre llamaba a mi madre la “batura del trueno”.
-¡Batura no…”baturra”…y Pilara tampoco…Virgen del Pilar…!
-¿Y tu cómo sabes eso…? Así es…claro…
-Pues porque tu madre era de la misma tierra que yo.
-¡La leche…y por lo que veo, igualitas de carácter…! ¡Porque vaya genio que tenía!
Raquel, ante la observación de Peter, pareció torcer ligeramente el morro y el ceño, pero Jesús y Felipe no pudieron contener el cachondeo y estallaron en una carcajada.
-Si, Peter, si…la mayoría son de armas tomar, es decir, que hay que tener mucho cuidado con ellas. Replicó Felipe.
-Pero te has olvidado añadir algo, Felipe…y es que algunas de ellas, son muy valientes y tienen un corazón de diamante puro.
-¿Y esta monada, Jesús, que me ha calentado…es de esas…?
-¡Oye, soldado…que tengo un nombre! Eso de “monada” no me ha gustado nada.
-No te preocupes, Peter…que ladra mucho, pero no muerde. Es un poco gruñona, pero cuando la conozcas bien, sabrás que en el fondo le gusta serlo…es…”su toque personal” jajaja…
-Veo que la conoces muy bien, Jesús… ¿Sois muy amigos?
-¡Si, somos muy buenos amigos! Peter… ¿por qué me miras así…?
-Eh…, perdona, Jesús. Es cierto, te llevo mirando desde hace un rato, pero es que tu…me recuerdas a alguien…a quien yo tengo que conocer mucho…pues me suena mucho tu cara, pero no consigo recordar. Además…no solo me recuerdas a alguien, sino que tengo la sensación de conocerte a ti. Te siento mucho…y no sé por qué…
-¿Solo me sientes a mí, Peter?
-La verdad es que tengo emociones tan intensas en estos momentos, que ya no se si es provocado por lo que he pasado, o es que me he vuelto loco. Todavía no entiendo cómo he podido llegar hasta aquí. Todo esto es muy raro.
-Estás un poco tenso por la situación…no te preocupes, Peter…tranquilo…Luego hablaremos largo y tendido.
-Gracias, Jesús, por todo…gracias a vosotros, también, amigos.
Felipe se adelantó y dio un fuerte abrazo al recién llegado. Luego fue Jesús el que le dio un buen apretón, pero cuando Raquel fue hacia él…
-Ah no…Yo de las mujeres solo acepto un beso.
-¿Un beso…pero qué te has creído…?
-¡La leche! ¿Es tanto pedir un besito?
-No soy besucona…prefiero dar un abrazo de los míos…
-¡Esta bien…por esta vez…lo dejo pasar! ¿Me das un abrazo entonces…?
Raquel estuvo unos instantes quieta en su sitio. No sabía qué hacer. Por un lado, aquel personajillo le caía un poco gordo, presuntuoso, pero por otro lado, tenía que reconocer que le había cogido cierto cariño. Pero como siempre…fue más fuerte el impulso de su corazón, y le dio a Peter ese abrazo.
Aquel abrazo no podría olvidarlo Raquel en su vida. Fue una brutal explosión de vibraciones, de sentimientos. Tanto Peter como Raquel se hallaban, más que abrazados, imantados por una extraña fuerza. Raquel supo en aquel instante que él había llegado ya. Abrió sus ojos y buscó detrás de Peter los de Jesús. Estos se hallaban clavados en ella. Se hablaron en silencio, y una sonrisa de Jesús le terminó de desvelar a Raquel aquel impulso de su corazón.
Raquel se separó de Peter intentando reaccionar de la forma más normal posible, pero era él el que permanecía enganchado a ella.
Cuando Peter dejó libre a Raquel, éste pidió ayuda a Jesús.
-Disculpa, Jesús…pero necesito apoyarme un poco en ti…estoy un poco mareado.
-Se te pasará pronto, Peter…no te apures. Estoy pensando, hermanos, que como todos los niños, más nosotros, no vamos a caber en la ambulancia en un solo viaje…haremos dos. Ahora nos vamos Felipe, yo y… ¿Peter, te sientes con fuerza para andar?
-Claro que sí, solo estoy un poco mareado, pero se pasará.
-Entonces, Peter, tu vienes con nosotros. A ti, Felipe, te dejamos en el campamento para que con otra ambulancia puedas venir a recoger al resto de los niños y a Raquel. Nosotros continuaremos hasta Jerusalén, y allí, en el hospital, os esperamos. Raquel… ¿no te importa quedarte sola aquí con los niños? Creo que eres la más adecuada para atenderles si alguno se pone enfermo. Aquí te dejamos todo el material que había en la ambulancia, por si lo necesitas.
-¡Claro que no, Jesús! Pero Felipe…intenta llegar antes del anochecer. Aquí las noches son heladoras y no tenemos ropa de abrigo, y estos niños no están para aguantar una noche más.
-No te preocupes, Raquel… ¡vendré como un rayo!
La operación de rescate tardó unas horas más de lo esperado. Felipe tuvo muchas dificultades para conseguir una segunda ambulancia. Todos los vehículos sanitarios internacionales no daban abasto. Pero al final consiguió un vehículo. Cuando llegó a la cueva, ya era totalmente de noche, así que la evacuación de los niños tuvo que hacerse minuciosamente y con mucha lentitud.
Por fin todos los niños se encontraban en una de las once plantas del hospital de Jerusalén, y estaban siendo atendidos por el personal sanitario. Los niños deberían estar en observación como mínimo cinco días, y después, si eran reclamados por los familiares supervivientes, eran devueltos a sus familias, pero los niños que no fueran reclamados, bien pasarían a disposición de las autoridades, o si su comunidad se responsabilizaba de ellos, volverían de nuevo a sus aldeas.
-Jesús, cuando has hablado con el director del hospital… ¿Qué le has respondido? Respecto a la tutela de los niños, me refiero.
-No lo he hecho todavía. No era una decisión que debiera tomarla yo solo. Tenemos diez días de plazo. Lo hablaremos detenidamente y decidiremos entre todos. Y ahora… ¿Qué os parece si regresamos a casa? Estamos todos muy cansados.
-Pero Jesús… ¿ya tendremos casa?
-Buena pregunta, Raquel, por un momento se me había olvidado el bombardeo.
-La verdad, me da miedo volver. Cuando pienso en Tico, en Daniel, en todos los demás… ¿qué les habrá sucedido?
-Pues hay que volver…y rápido. Si han sido bombardeados…habrá heridos.
-¿Pero cómo volvemos? No tenemos ya vehículo.
-¡Yo tengo la solución! Exclamó Felipe.
¿Te acuerdas hermano del talón que rechazaste? Pues ha llegado el momento de ir al banco, sacar dinero, y comprar o alquilar un coche.
-Felipe… ¿crees que con todo este alboroto…habrá algún banco abierto?
-Raquel, siempre que haya negocio…los bancos no cierran ni aunque viniese ahora la BESTIA en persona. Esperadme aquí. He visto al venir que hay un banco francés detrás del hospital. A ver si consigo algo.
Felipe salió, y los demás quedaron sentados en una salita de espera, mientras apuraban un café de máquina. Todos estaban en silencio. El cansancio físico era grande…pero el mental y emocional… estaban más resentidos. Al cabo de un rato, Jesús rompió el silencio.
-¿Peter…como te encuentras? ¿Estás mas tranquilo?
-Sí, Jesús, mucho mejor…
-Es que te veo…apesadumbrado. Bueno…todos lo estamos…pero a ti en especial… ¿Quieres hablar de ello?
-Jesús, es la primera vez que veo y sufro las consecuencias de una guerra en directo, y me siento muy mal, me avergüenzo de llevar este uniforme.
-¿Qué uniforme, Peter?
-Jesús…yo soy un…
-Eres un ser humano libre, Peter. ¡No lo olvides! No dejes que un uniforme que ya no existe, te corte las alas de la libertad. Es tu corazón, tu mente, tu espíritu, tú, como persona, lo que verdaderamente importa.
-¡Pero que leche…tío…! ¿De qué te conozco a ti? ¿A ti no te suena mi cara? ¿No nos habremos visto antes?
-Yo si que te conozco, Peter. Pero quiero que seas tu el que recuerde. No quiero privarte de esa sensación.
Felipe al oír el comentario último de su amigo, supo que Peter no era un hombre normal. Últimamente, todo ser humano que había tenido un encuentro con él, estaba pringado hasta las narices. Sonrió y no pudo evitar su típica exclamación:
-¡Pero qué diablos…otra vez…!
-¿Otra vez que…? Preguntó intrigado Peter.
-Nada…nada…Peter, es que estaba pensando en voz alta…
-¿Pero ya estás de vuelta, Felipe? ¡Que pronto!
-Y con coche incluido. El banco estaba abierto…no ha habido problema con el talón. He sacado un poco de dinero, y a continuación me han dado las llaves de un coche relativamente nuevo.
-¿Y de dónde lo has sacado?
-El que estaba en caja, cuando le he comentado la intención de conseguir un coche enseguida, me ha dicho que su director quería deshacerse del suyo, pues vuelve a su país dentro de dos días. Nos hemos puesto en contacto…y ha salido todo redondo. Lo tengo aparcado a la vuelta. Así que…cuando queráis, nos podemos marchar.
Salieron del hospital y se dirigieron hacia el vehículo. Felipe, viendo que Peter todavía seguía un poco mareado, le propuso que fuese con él delante, de copiloto. Jesús y Raquel pasaron detrás.
Felipe, antes de meterse al coche y coger el volante, se quitó la cazadora vaquera y se la dio a Peter para que la guardara. Cuando éste la cogió, la cartera, que se encontraba en uno de los bolsillos, cayó al suelo. Peter, al cogerla, vio que una tarjeta se había salido, y cuando fue a ponerla de nuevo en su sitio, quedó muy sorprendido.
-¡Qué coincidencia…! ¿Es que vosotros conocéis a esta asociación?
-¡Ah, si…es la tarjeta de nuestra asociación!
-¿De vuestra asociación? ¿No serás tu Felipe Lomper?
-Sí, soy yo… ¿por qué?
-¡Pero qué leche, tío…! ¿Y entonces tú… tú serás Raquel Fontanán?
-¡Pues sí!
-Pero falta alguien…yo con quien me carteaba era con Marga Mastos… ¿ella no está aquí?
-No. Volvió a España con otros dos amigos también de la asociación…pero tú… ¿de qué nos conoces? Preguntó Raquel súper intrigada.
Felipe reía solo…o lloraba…la verdad es que ni él sabía lo que hacía. Para disimular, fue él quien siguió con el interrogatorio.
-Me río porque veo que el mundo es un pañuelo…Y ahora que me acuerdo…tu tienes que ser…claro…Marga te llamaba el “capitán cósmico”, porque tu serás Peter Shuman ¿me equivoco?
-Sí, ese soy yo.
-Y pensar que todo lo que nos contabas de que eras militar, y oficial, creíamos que era un cuento para deslumbrar, y lo hemos creído durante años…sin caer en la cuenta de que podía ser cierto…¡Es de risa, vamos! La verdad, Peter…es que no encajaba para nada las historias que contabas de tu vida con tu supuesto oficio de militar. ¡Y resulta…que es cierto…! ¡Qué diablos…lo que tiene uno que ver todavía!
-¿Y no recibisteis mi última carta?
-Bueno…llevamos aquí veinte días, más o menos… ¿cuando nos la enviaste?
-Seguro que no la habéis recibido todavía. La puse en el correo hace una semana.
-¿Y qué contabas esta vez, Peter?
-Eran unas preguntas sobre un trabajo que publicasteis hace unos años, aquel de la experiencia que había tenido un grupo de amigos en Jerusalén. Hubo algunos detalles, sobre todo uno, que me llamó la atención.
-¿Y qué detalles son esos?
-Pues… es el nombre que le dais al guía espiritual que entabló contacto con esos jóvenes. La verdad es que me gustaría hablar con ellos, si es que vosotros me podéis proporcionar su dirección o alguna referencia…
-¿Y por qué tanto interés en hablar con ellos? Peguntó Jesús.
-Es que…yo hace unos años, tuve una experiencia muy similar a la de ellos, y creo que…bueno, podría estar seguro…pero…
-¡Habla sin rodeos, Peter, aquí nos tomamos estas cosas muy en serio, por muy disparatado que parezca! Respondió Felipe.
-Pues veréis, yo tuve contacto y un diálogo con un guía que se me presentó como Sananda.
-¿Sananda? Preguntó asombrada Raquel.
-Sí…Sananda…ya veo que os habéis sorprendido un poco…
Felipe, sin inmutarse, siguió torpedeando a preguntas a Peter. Tenía verdaderas ganas de saber cómo iba a terminar todo aquello.
-¿Y qué tienes que decir de Sananda? Es un nombre normal, como el de Tormac, Rual, Avalón…son todos nombres de guías espirituales o extraterrestres, como desees…
-No, no tienen nada que ver los unos con los otros, Felipe….
-¡Estás muy seguro de ello, Peter…! ¿Pero cómo es que te inquieta el nombre de Sananda, precisamente?
-Veréis yo…yo soy un hombre que ama profundamente a Jesús…a Jesús de Nazaret. La verdad es que estoy profundamente enamorado de él…bueno…es una forma de hablar…y cuando tuve delante de mí a aquel guía, a pesar del nombre que me dio como suyo, supe que era él, mi Jesús…pero bueno…tampoco quiero turraros con mis experiencias espirituales…jejeje…
Felipe esta vez no reía. Eran lágrimas las que caían por su cara. Raquel permanecía impasible. No hablaba, no movía ningún músculo de la cara, tenia miedo a romper, de que sus sentimientos se desbocaran. Y Jesús…sonreía. Y echándose hacia delante, pasó su brazo sobre los hombros de Peter y le respondió:
-¡Tranquilo, Peter, que aunque Raquel y Felipe no digan nada…son amigos incondicionales de Jesús! Estás entre amigos… ¡no lo dudes!
-Hablas de ellos, pero tú no te incluyes… ¿Qué opinas tú de él?
-¿Yo…? Eso es mejor que se lo preguntes a sus amigos…yo no podría ser muy imparcial…
-Peter…tengo que confesarte algo…
-¡Pues tu dirás, Felipe!
-Nosotros mismos somos los que pasamos la experiencia.
-¿Vosotros? Entonces… también tuvisteis que conocer a Sananda…
-¡Sí, claro!
-Pero esa experiencia, según contáis en el libro, la pasasteis hace doce o trece años, igual que yo. Y… ¿por qué estáis ahora en Jerusalén otra vez?
-Ya te dijo Jesús cuando nos encontramos, que vinimos a buscar a un amigo, y aquí estamos.
-¡La leche! ¡No salgo de una…y me meto en otra más alucinante todavía!
-Chicos…os aviso que ya estamos llegando. Prepararos a ver cualquier cosa…
-¡Sí, Felipe, vamos allá!
Felipe tomó la curva del desvío, y Raquel cerró los ojos. No se atrevía ni a abrirlos. Pasaron unos segundos…los más largos para todos. De repente Peter, mandó parar bruscamente a Felipe.
-Felipe, para el coche. Yo me adelantaré, y cuando haya revisado el terreno, te haré una señal.
-¿Pero por qué no podemos entrar todos con el coche?
-No se si la aldea donde vivís ha sido bombardeada…pero el terreno por el que hemos venido, ha sufrido impactos.
Es muy peligroso adentrarse campo a través, sin explorarlo primero. Puede haber misiles que no han explosionado todavía. Habrá que ir con cuidado. Si el coche pisa uno… ¿os imagináis lo que pasaría…?
-¡Pero Peter…tu…!
-Felipe, esto es cosa mía. Yo entiendo de explosivos, vosotros no. Esperad a mi señal. ¿De acuerdo?
Peter bajó del coche y cogió la senda que llevaba hacia la aldea. Iba despacio, tanteando el terreno, hasta que desapareció de la vista de ellos. Después de casi media hora, Peter apareció en compañía de otro hombre. Cuando estuvieron cerca, vieron que se trataba del hermano de Daniel.
-Eh… ya podéis pasar, sin cuidado…está todo limpio…y la aldea no ha sido tocada. Todos están bien.
Todos respiraron profundamente. Felipe saltó del coche y se puso a dar saltos de alegría. Raquel se abrazó a Jesús y rompió del todo. Reía y lloraba a la vez.
-¡Están vivos, Jesús…están vivos!
Jesús se dirigió hacia Peter y Ezequiel y le preguntó a éste si había algún herido. La respuesta fue negativa. Todo estaba normal. Habían vuelto todos del campo, donde se habían refugiado, y ya estaban en sus casas.
-Ezequiel, nosotros vamos a estar unas horas fuera. No vamos a entrar en la aldea todavía. Diles a Daniel y a Tico que estamos bien, y que volveremos al atardecer. Pasaremos lo que queda de día en el refugio. Estaremos allí, por si nos necesitáis en un momento dado.
-De acuerdo. Ahora paso por su casa y se lo digo.
-¡Hasta pronto, entonces, Ezequiel!
-Jesús…ya que estamos aquí… ¿por qué no entramos primero?
-Felipe, creo que es mejor que subamos al refugio antes de asentarnos definitivamente aquí. Hay todavía asuntos pendientes y decisiones que tomar. Arriba podremos asearnos. Sigue habiendo allí algo de comida imperecedera y ropa adecuada para lo que vamos a hacer.
-Entonces… ¿dejamos aparcado aquí mismo el coche?
-Si…no hay ningún problema. Este camino no se utiliza. Cuando bajemos lo metemos en el huerto…creo que cabe.
-Bueno, Peter…antes de ir a casa, quiero enseñarte mi lugar favorito en la montaña. Raquel ya lo conoce, y Felipe lo vio el otro día de pasada. Es un refugio. Pero hay que subir una buena pendiente… ¿estás fuerte…se te ha ido el mareo?
-¡Estoy como un toro!
-Jajaja…entonces…adelante…
Felipe y Raquel cogieron la delantera, y Jesús y Peter se quedaron un poco rezagados. Subían en silencio. Pero Peter no dejaba de mirar fijamente a Jesús, y éste, con una sonrisa socarrona, le preguntó:
-¿Qué…nos vamos acordando ya…o no viene…?
-¿Pero por qué no me ayudas un poco? ¿Qué importancia tiene el que yo lo recuerde o no? Si tú lo sabes… ¡dímelo! Ten compasión de mí. Voy a estar así hasta que lo recuerde, y pueden pasar días…
-Bueno…si veo que la cosa va para largo…tendré que ayudarte un poco. Mira, Peter, ya hemos llegado.
-¡Es precioso, Jesús…! ¡Qué paz se respira aquí! ¿Y qué hacéis aquí?
-Bueno, yo subo con mucha frecuencia. La única que ha estado aquí es Raquel, y solo estuvo unas horas. Pero será el sitio donde vengamos a trabajar con las energías. ¿Has hecho alguna vez una rueda de energía?
-Sí, pero ninguna como a mí me gustan hacerlas.
-¿Tienes alguna forma especial?
-No…yo me refiero a que si en una rueda de energía no se juntan personas con un nivel vibracional parecido o similar y una espiritualidad en común, no surten efecto. Es un rito más, pero solo eso.
-Espero que esta vez, te guste, si sientes hacerla con nosotros…
-¡Si, Jesús…claro que sí…naturalmente!
Raquel y Felipe salieron del refugio. Ellos dos ya se habían cambiado. Se habían quitado la ropa y se habían puesto por encima una camisola blanca.
-Jesús, Peter…nosotros ya estamos preparados.
-Ve y cámbiate tú, Peter…yo mientras voy haciendo algo aquí afuera.
-Bien.
Cuando Peter salió con la camisola puesta, Raquel estalló en una carcajada. Peter aparentaba ser un hombre atlético, musculoso, fuerte, pero las piernas…esas piernas parecían las patas de una gallina, y el ver a Peter con las piernas y las rodillas al aire, con esa pinta de mitad mutante y mitad de arguellado, no pudo contener su risa.
-Perdona, Peter…por favor…pero es que…no me esperaba…
-¡Tranquila, mujer…tranquila…tu al menos te has reído, pero la mayoría de las mujeres que me han visto en estas condiciones…y peores… se han echado a llorar!
-Un poco echadillo a perder…si que éstas…jajaja, pero eres un buen chico, Peter…y me gustas…
-¡Vaya peso que me has quitado de encima! ¿Qué es lo que más te ha gustado de mí?
-¡Tus piernas…jajaja!
Jesús había terminado de dibujar el círculo con unos grabados dentro. Se incorporó, se aseó las manos y fue a cambiarse de ropa. Mientras, Felipe, Peter y Raquel, seguían con sus comentarios.
Cuando Jesús terminó de cambiarse, salió a su encuentro. Había decidido bombardear de nuevo la mente y el recuerdo de Peter. Ya estaba impaciente, así que le iba a dar una pista crucial.
-¡Qué…Grandullón…! ¿Ya te han mareado y se han reído de ti estos chicos malos?
Cuando Peter oyó aquel nombre, empalideció. Se quedó sin respiración. Reaccionando rápidamente, se volvió hacia Jesús y le vio con la camisola puesta. Era él…seguro…solo que cuando se encontró con él, en este mismo lugar hace doce años, iba con una túnica blanca. Jesús llevaba algo en la mano. Alzó el brazo y se dirigió hacia Peter.
-Mi querido Grandullón… ¡qué despistado eres! ¿Te acuerdas de este guante de béisbol?
Cómo no iba a acordarse de aquello…estaba jugando una final, cuando de repente se sintió mal, mareado, y tuvo que retirarse a los vestuarios. En el preciso momento en el que se estaba quitando los guantes, se desvaneció, y fue traído, como a los demás, hasta la Montaña Sagrada. A su regreso, solo llevaba consigo un guante. El otro nunca lo encontró.
-Eres tu…Sananda…tu me pusiste este nombre, Grandullón…
-¡Y aquí tienes tu guante…doce años esperándote…te lo dejaste olvidado…! ¿Pero no me dices, nada, Grandullón?
Peter estaba paralizado. La emoción, el llanto contenido, no le permitían hablar, ni moverse. El sabía perfectamente quien se escondía detrás de Sananda, estaba seguro, y esa certidumbre le paralizaba más. Pero su corazón pudo más que el fuerte shock, y corrió hacia él abrazándose a su cuello con todas sus fuerzas, con toda su alma.
-Jesús…eres tu… ¡eres tu…! ¡Pero que leche…dios mío…si te estoy viendo con estos ojitos…te estoy abrazando…a ti…! ¡Eres tú!
-¡Peter, amigo mío…!
Jesús no podía seguir hablando. Se le había hecho un nudo en la garganta. Lloraba de emoción, de alegría, de ternura, de tantos sentimientos contenidos…Ahí estaba Peter, entre sus brazos. Aquel muchacho soñador, idealista, ingenuo, arrasador…era ya un hombre, de apariencia dura, disciplinada, curtido, pero que seguía siendo el niño de siempre. Su corazón estaba intacto, y su espíritu seguía siendo igual de puro y transparente.
-Peter… ¿cómo supiste quien era yo? Yo no te dije cual era mi verdadera identidad…
-No hizo falta, Jesús…te sentí, fue suficiente. Te reconocería entre miles de dobles tuyos. Cuando te he visto por primera vez, aquí, en las cuevas, he sentido las mismas vibraciones de entonces, las que me han acompañado en todo momento hasta hoy. Mi corazón te ha reconocido, mi torpe cerebro ha tardado un poco más. Pero dios mío… dime que no estoy soñando…me parece imposible…irreal el estar contigo…
-¡Pues tócame, Peter…soy de verdad…no soy ningún fantasma…jajaja!
-Entonces, Jesús… ¿es que sigues adelante con el plan?
-¿Pero es que te acuerdas de todo lo que hablamos?
-Hasta el más mínimo detalle, Jesús, y como se cual va a ser tu próxima pregunta…te la voy a responder ya: ¡ACEPTO, QUIERO Y DESEO!
-Peter…tu respuesta me suena un poco a orden militar… ¡deléitame un poco, anda…!
-Pues que acepto el plan, que quiero hacerlo…y deseo estar contigo y trabajar a tu lado.
-Es la misma respuesta que me diste entonces, Peter.
-Y sigue siendo la misma ahora, Jesús. Cuando entonces quise quedarme contigo, me devolviste a mi mundo con la reflexión de que debía madurar todavía como ser humano y espiritual. Aquí me tienes, he hecho todo lo que he podido conmigo mismo, y no he llegado a más, pero te advierto, que esta vez, aunque me eches, no pienso irme.
-¿Cómo voy a echarte, Peter, si fui yo quien te sacó de aquel avión? Cambiaste la pelota por las armas, pero es un detalle que no te tendré en cuenta…jejeje, siempre y cuando, sigas siendo el mismo luchador y soldado, pero sin armas.
-¿Ser un luchador y un soldado sin armas, Jesús? ¿Se puede?
-El amor, Peter, también necesita de valientes guerreros… ¡Bienvenido seas, Grandullón…y gracias por ser mi amigo!
-¿Me das las gracias tu a mí? Te confieso Jesús que el dar las gracias entre amigos de verdad, me suena a ridículo. Con un abrazo bien dado, es suficiente…
Raquel no daba crédito a lo que oía. Peter era una imagen repetitiva de Jesús. Acababa de hacer una reflexión idéntica a la que él le hiciera unos días atrás. ¡Cuanto se parecían en los gestos…en la mirada…!
-Jesús… ¿cómo hiciste lo del avión?
-En realidad, Peter, fuiste tú solo. Lo único que hice yo, cuando sentí que estabas atrapado en aquél avión, fue mandarte un pensamiento. Tú hiciste el resto.
-Pero Jesús… ¿cómo pude yo desintegrarme y aparecer aquí…y qué hice con el avión? Tuvo que ser a nivel astral…porque si no…no lo entiendo…
-Peter, tu espíritu, nuestro espíritu y fuerza, es más fuerte que nuestro pensamiento. Tú activaste tu fuerza a través de tu corazón, y ella lo hizo todo. En cuanto al avión, no te preocupes… Sencillamente… ¡desapareció!
-¿Y dices que todo eso lo organicé a través del corazón?
-Peter… ¿no sentiste una emoción especial cuando intentabas hablar por radio con tus superiores y tus compañeros?
-Si…me acordé de mi guante de béisbol…y nuestro encuentro… ¡Pero fueron milésimas de segundo!
-¡Lo suficiente, Peter! El tiempo no tiene ningún valor. Tu mismo puedes paralizarlo, en tu mente y en tu corazón. ¿Qué…amigos…hacemos la rueda de energía? Peter… ¿estás preparado?
-Jesús, en estos momentos estoy muy alterado. Necesito reposarme un poco, y ahora sería incapaz de relajarme
-Podemos dejarla para el final, y ahora si os parece, hablemos del trabajo a realizar.
Todos tomaron asiento en el suelo. Jesús hizo un gesto a Raquel para que se sentara a su lado, junto a Peter, pero consiguió escabullirse. Puso a Felipe entre Peter y ella. Pero Jesús, viendo que estaban demasiado separados, cerró más el círculo, quedando así Peter sentado frente a Raquel. Este no dejaba de mirarla, cosa que le ponía extraordinariamente nerviosa a ella. Jesús se reía por dentro. Pero había que entrar en materia y empezó la reunión.
-Ya estamos todos, o casi todos aquí. Y es hora de ponerse a trabajar duro y a conciencia. Peter…Felipe, Raquel y yo empezamos ya hace unos días a trabajar a conciencia en el campo de las energías y de la limpieza del cuerpo. Nos subimos unos días a un refugio que hay mucho más arriba, casi en la cumbre de la montaña. Fueron días muy duros, aunque pusimos los tres mucha ilusión y empeño, pero yo estaba equivocado en la forma, y tuvimos nuestro primer encontronazo con las energías negativas. Estuvimos a punto de echar por tierra todo el plan. No fueron días perdidos…pues los tres aprendimos una buena lección, la de no usar demasiado gratuitamente nuestra propia energía, pues sin ella, somos un blanco perfecto para esas energías.
-Esas energías de las que hablas… ¿tienen algo que ver con las rabietas del rebelde sin causa?
-¿Y quien es ese, Peter?
-¡No te asombres tanto, Jesús…yo llamo así a Lucifer!
-Jajaja…le han llamado de muchas maneras, Satanás, Lucifer, Luzbel, ángel caído…Belcebú…pero rebelde sin causa…
-A mí Satanás me la suda…; ángel caído…aquí nadie se ha caído de ningún sitio…; Belcebú…¡no conozco a ese señor!
Sin embargo…Luzbel o Lucifer…como queráis…ese rebelde sin causa… me cae bien…lo único que le echo en cara es que ha sido muy terco y se ha dejado poseer por su ego. El se rebeló, pero cuando erró…no supo reconocerlo, y no pidió ayuda. Todo lo contrario, se egocentrizó mucho más y cayó él mismo envenenado en su propio error. Yo también soy un rebelde, Jesús, solo que yo me rebelo contra el sistema, un sistema que él permitió que creciera. Yo no le siento como enemigo. Yo siento como militar, y le veo a él como otro militar, pero en un campo ideológico distinto, donde no hay armas, sino una lucha a muerte con las energías y la fuerza mental y psíquica. Le respeto, aunque lo tengo muy vigilado, y espero que él me respete a mí.
-¿Y dónde le tienes localizado, Peter? Preguntó con curiosidad Jesús.
-¡En ti, en Raquel, en Felipe…en mí…en todo lo que nos rodea! Somos parte de él. Lo único que nos hace diferentes de él, es que él lucha por el hombre para someterlo a través de la ignorancia, y nosotros luchamos para que el hombre abra su mente al universo, al cosmos, al amor, al hermano, a la tierra…a su propia esencia humana y divina.
Felipe, alucinado y perplejo por la oratoria de Peter, le preguntó:
-Peter… ¿pero tu…de dónde has salido?
-¡Pues me sacaron de un avión, Felipe!
Ante la respuesta de Peter, todos rieron. Poco a poco fueron saliendo todos los problemas que debían afrontar. El primero fue el de los niños. Todos pensaban que lo más importante era el plan, pero sentían que tenían que ayudar a toda esa pobre gente que había sido víctima de la guerra. Aunque la pequeña aldea no había sido tocada, y sus cuarenta familias permanecían sanas y salvas, todos los pueblecitos de alrededor habían sido destruidos, y su población diezmada. Habían quedado muchísimas familias sin hogar, sin medios, sin animales…hundidos en la más absoluta miseria. Solo les quedaba la pesca. Los agricultores y ganaderos habían perdido todo, vehículos y animales. Muchos niños sin padres, y muchos padres sin niños. Habían decidido quedarse con los niños que hubiesen quedado huérfanos. Pero el otro problema acuciante era cómo devolver a la normalidad a toda esa pobre gente. Lo primero que habría que hacer era dar cobijo a esas personas sin hogar. Ahora hacía buen tiempo, y no había ningún problema en vivir y dormir bajo el cielo, pero Septiembre estaba cerca, y pronto vendrían las lluvias y el frío. Había que moverse rápido. Para empezar, había que adaptar la casa de Jesús y la de Daniel, que eran las más grandes, para cobijar a los niños más pequeños y procurarles una alimentación, que aunque escasa, fuese suficiente para su manutención. ¿Pero cómo construir de nuevo casas, hospital, escuela…y volver a dar a esa gente un estímulo para seguir luchando…? Ni ellos lo sabían. Peter, levantando su mano, pidió su turno para hablar.
-Ya sabemos todos que la cosa está muy cruda, pero mi pregunta es: ¿Hay árboles por aquí cerca, o algún tipo de vegetación importante?
-Peter, todo lo que nos rodea ahora, es pura naturaleza.
-Pues entonces, amigos, no hay ningún problema que no pueda solucionarse. Lo único que será imprescindible es nuestro trabajo y el sudor de todos.
-¿A qué te refieres, Peter? Preguntó Felipe.
-Todos estos árboles nos darán la madera, y toda esta vegetación puede ayudarnos a sobrevivir. Yo, claro que no entiendo de alimentación, pero lo que sí domino es la construcción. Soy arquitecto. Puedo hacer un estudio y planificar con pocos medios una aldea. La materia prima es lo más importante, y la tenemos. Sólo nos queda trabajo y el concienciar a toda esta gente de que lo podemos conseguir entre todos.
-Peter, para construir casas, por muy sencillas que sean, se necesitan clavos, tornillos, vigas…o sea…que se precisa de otras cosas además de la materia prima.
-¿Os olvidáis acaso de que tenemos un dinero? Preguntó Felipe decidido.
-No, no nos hemos olvidado Felipe, pero supongo que se recibirá ayuda del exterior…
-Raquel, la única ayuda que podemos recibir es de organismos internacionales, y no dudo de que lo harán…pero ¿cuanto tardarán en llegar esas ayudas? Pueden pasar meses, y para entonces ya no habrá nadie para recibirlo. Estamos hablando de personas que no tienen nada, ni tan siquiera un mendrugo de pan para llevarse a la boca, ni un techo bajo el cual protegerse. Lo que sí podemos pedir a la cruz roja es algunas tiendas de campaña parea cobijar, sobre todo, a los más ancianos y enfermos, pero creo que es lo único que podemos esperar por ahora… Peter…si seguimos tu plan… ¿Cuanto tiempo crees que nos llevaría el levantar las casas para toda esta gente?
-Felipe, habría que saber de cuanta mano de obra podemos disponer.
-Pues creo que 300 personas, ya habrá, ¿no Jesús?
-Más o menos, si…
-Pero habría que calcular cuantas son los suficientemente fuertes para trabajar todas las horas del día. Supongamos que entre ellos y nosotros superemos los cien…pues echaría unos tres meses.
-En ese caso…recemos para que las lluvias se retrasen. Hay que ponerse en marcha. Exclamó Raquel.
Felipe y Jesús habían guardado silencio. Jesús no se había pronunciado mucho en esta última parte de la conversación, y Felipe, observando a su amigo…cayó en la cuenta de algo que ya se había olvidado. Los dos estaban serios. Ellos tenían en mente el otro trabajo…y sopesaban. Era muy difícil controlar aquella situación, pero había que tener en cuenta otras cosas…
Raquel, viendo que ninguno de los dos se pronunciaba, les insistió:
-¿Vosotros no decís nada?
Ella intentaba encontrar en sus amigos una respuesta. Buscaba en sus rostros alguna expresión, pero lo único que veía en ellos era preocupación y angustia. Raquel cayó en la cuenta. Se había olvidado del verdadero sentido de su presencia en aquel lugar. También ella se sumió en un profundo silencio.
Peter sabía el motivo de la preocupación de sus amigos, pero no comprendía el por qué. Decidido a romper aquel silencio, se dirigió a Jesús.
-Jesús… ¿por qué estáis así? ¿Qué os preocupa?
-Peter…si supiera de cuanto tiempo dispongo…tenéis tantas cosas que aprender, que asimilar, que superar, y no solo vosotros, sino yo también…es tanto lo que hay que hacer y no sé de cuanto tiempo disponemos. Pueden ser horas, días, años… Todos somos conscientes de lo que vamos a intentar hacer, de sus consecuencias. Tengo una tremenda y penosa duda, hermanos…Parte de mí quiere ayudar a todos estos hermanos. Soy un ser humano con sentimientos, y siento en mí su dolor, y les amo…pero otra parte de mí es consciente, y sabe que si me ocupo de labores que no he venido a hacer aquí, todo el plan se vendrá abajo. Antes estaba muy seguro de mi decisión, pero ahora ya no lo estoy. Sé que es parte de la naturaleza humana, pero no por ello, en mí, y en mi situación, sería una debilidad… ¡pero soy incapaz! Me siento sin fuerzas para discernir lo que debo o no debo hacer.
-Jesús, hermano…hace un momento me contabais vuestra primera experiencia. Os aislasteis del mundo, os adentrasteis en la naturaleza y en vosotros mismos… ¿y que pasó? ¡Que fracasó! Y no por ello, no fuisteis atacados. El peligro está en todas partes, incluso lo llevamos dentro de nosotros mismos. Dices, Jesús, que lo más importante ahora es que todos asimilemos este plan como si fuera parte de nosotros mismos. Es importante la convicción, la compenetración, la armonía, la confianza mutua, el amor… ¡y lo más importante que es el amor, lo está ya en nosotros y entre nosotros! El resto viene con la convivencia cotidiana. Hay tiempo para todo. Tiempo para ser solidarios con el resto del mundo, y tiempo para aprender. Jesús… ¿qué importa si no tienes tiempo para enseñarnos todo? Si lo único que mueve el universo, que da la vida, y que transforma, es el Amor…y la confianza en nosotros mismos, y esto nos lo estás enseñando tu constantemente. No es necesario encerrarnos en un refugio y pasarnos horas haciendo ruedas de energía, orando y hablando y angustiándonos para alcanzar esa vibración. No creo que así lo consigamos.
-Entonces Peter… ¿Qué propones tú?
-Vivir en amor, en armonía…pero siendo solidarios con la gente. Trabajando con ellos aprendemos también. Siempre habrá algún momento en el día en que podamos estar juntos y hablar, y aprender cosas…Jesús, no te angusties por el desenlace de todo esto. Lo peor que puede pasar es que no funcione y nos vayamos todos al carajo… ¿y que…? Estaríamos juntos…aún en el infierno, o en la nada…estaríamos siempre maquinando un plan disparatado. Pero nadie nos quitaría el amor que nos une a todos nosotros, ni la amistad, ni el compañerismo. Eso es lo peor que puede ocurrir…pero yo estoy seguro, hermanos, de que el hombre triunfará, Jesús, esta vez si. ¡Te lo aseguro!
-¿Y vosotros dos qué pensáis? Preguntó Jesús a Felipe y a Raquel.
-¡Pero si lo ha dicho todo el…! ¿Qué podemos añadir nosotros? ¿Y tú, Jesús…qué decides?
-Raquel, lo importante es lo que decidimos todos. Este plan es de todos, no solo mío.
-Pero nos importa mucho tu opinión, Jesús. Tú eres el más consciente de nosotros, el que mejor puede guiarnos.
-¿Guiaros yo a vosotros? Amigos míos… ¡estoy aprendiendo de vosotros! Sois vosotros los que estáis haciendo de maestros para mí. Yo he sido para vosotros el despertador que os ha sacado de vuestro letargo, pero ahora sois vosotros las saetas que marcáis mi camino y mi tiempo. ¡Estoy de acuerdo con vosotros! ¡Qué narices!
-Jolín…con la exclamación… ¡Esto es nuevo, Jesús!
-¿Vais a ser solo vosotros los que digáis palabrotas de esas…?
-Oye…oye…que yo nunca digo palabras altisonantes y fuera de contexto… Respondió Raquel.
-¡Pues ya es hora de que des rienda suelta a tus instintos, reprimida….!
-¡Y una mierda! Contestó bastante picada Raquel a Jesús. Pero pronto se dio cuenta de la barbaridad que había salido de su boca, y como un reflejo, se llevo la mano a la boca. ¡Pero que bien se sentía...!
-¡Por fin…ya has vuelto al clan de los mal hablados…jajaja!
Y todos rieron a placer. Raquel también se rió. Era bueno reírse de uno mismo de vez en cuando. Jesús era tremendamente feliz. Peter era la fuerza y la seguridad que necesitaba. Felipe era el valor, la constancia, y Raquel era el sentimiento, el amor personificado. Con ellos se sentía fuerte, seguro. Con ellos era capaz de intentarlo todo, de jugárselo todo. Terminada aquella tertulia, todos se prepararon para hacer la rueda de energía. Unos minutos de meditación personal, y luego cogida de manos. Proyectaron su espíritu hacia el Amor y se dejaron invadir por él.
Había un silencio sepulcral. Incluso la misma naturaleza había guardado silencio. El pensamiento de Jesús comenzó a volar…y fue para el Padre. Raquel comenzó a escuchar en su mente la oración de su amigo. No sabía como evitar aquella incursión. Le violentaba el piratear la intimidad de Jesús, pero no podía evitarlo. Cada vez se sentía más unida a él. Era como si su espíritu se desdoblara y parte de ella se fundiera con el espíritu de él. Lo asumió, se relajó, y se entregó a la oración compartida.
-“Padre mío…gracias…gracias por ellos. Ellos me han hecho ver que tú, Padre, no nos has abandonado, que tu, Padre, albergas la esperanza en tu Amor Infinito. Que equivocado estuve, Padre, cuando me enviaste al hombre a entregarle tu amor y ha enseñarles el camino hacia Ti…entonces no confiaba lo suficiente en ellos, en mis hermanos. Vine a traer el Amor de Cristo a esta humanidad, cuando el hombre, en su corazón, posee un Sol lleno de fuerza y de Luz, y de Fuego…tu Fuego, Padre. Entonces vine como un enviado tuyo, pero me equivoqué, Padre. El hombre solo necesita amor, comprensión, paciencia, cariño…Amor, Padre, Amor…y ha tenido que ser esta vez, cuando todo se suponía que estaba perdido, cuando el Cielo ya no daba más crédito a la esperanza, que he encontrado el verdadero amor en esta humanidad. Padre, necesitaba esta vivencia para comprender. Después de tantas experiencias en este planeta, en esta humanidad y en esta dimensión, después de haberme fundido con la Luz, con tu Espíritu, Padre, es ahora cuando descubro la verdadera dimensión del Amor y del Ser Humano. ¡¡Gracias, Padre!!”
Jesús, tras haber elevado este pensamiento al Padre, y con lágrimas en sus ojos, los abrió y vio que Felipe y Peter seguían en meditación. Raquel le miraba. El sabía que ella había participado de su oración. Pasaron unos minutos, y cuando todos habían terminado, fueron hacia el interior a cambiarse de ropa y disponer el regreso a casa.
Raquel se acercó a Jesús:
-Jesús, he estado invadiendo de nuevo tu intimidad. No se si eres tu el que te metes en mi, o yo en ti…
-Ya lo se, princesa, y no me importa. Ya te dije que nuestros espíritus están muy compenetrados, hasta el extremo de que actúan, piensan y se elevan al unísono. Estamos condenados siempre a estar unidos, mi amor… ¿a ti te importa? Porque a mí… ¡en absoluto! ¡Me gusta, y quiero que sea así…además…no podría ser de otra manera…!
-¡Como me va a importar a mí…quiero estar siempre condenada a ti, Jesús!
Y en un impulso…Raquel le dio un abrazo profundo a su amigo y un beso en los labios…y se metió corriendo hacia el interior del refugio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario