lunes, 29 de febrero de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO



Capitulo II (Tercer  Escrito)
EL CAMINO ES PERFECTO
NO TRATES DE SER PASIVO:
Porque el esfuerzo es parte de la actividad. Nadie puede tratar de ser pasivo. ¿Entonces qué hacer? Sé totalmente activo, así es como llega la pasividad.
Le sigue como una sombra, ha de seguirle. Piensa perfectamente y así llegará el no-pensar. No puedes dejar de pensar. No se puede dejar nada que esté incompleto, sólo puede dejarse lo perfecto. De hecho, lo perfecto se deja a sí mismo automáticamente.
Sé activo; la propia actividad crea la situación en la que la pasividad ocurre. Si has estado activo durante todo el día, totalmente activo en cualquier cosa que hayas estado haciendo... Cavando un hoyo en el jardín, o trabajando en una fábrica o en una tienda, o enseñando en una escuela; lo que sea que estés haciendo hazlo totalmente, y cuando caiga la tarde y se ponga el sol, una pasividad descenderá sobre ti. Esa pasividad es hermosa, tan hermosa como la actividad. ¡No hay nada que elegir! Ambas cosas son hermosas, y ambas se necesitan. No trates de ser pasivo. ¿Cómo puedes tratar de ser pasivo? Puedes sentarte como un buda, pero esa pasividad será sólo superficial.
En el fondo estarás intranquilo, hirviendo, como un volcán; en cualquier momento puedes entrar en erupción. Puedes forzar al cuerpo a sentarse en silencio; ¿pero cómo vas a forzar al ser? El ser es y es y es. Es por eso que no puedes dejar de pensar. La gente se sienta en zazen durante años, durante veinte, veinticinco años, seis horas seguidas cada día, tan sólo para tratar de silenciar la mente, y continúa esforzándose y esforzándose. De ahí mi énfasis en las meditaciones activas. Son un equilibrio.
Primero sé activo, tan totalmente que la pasividad le siga automáticamente. Cuando has estado activo y se ha movido toda la energía, quieres descansar. Si no has estado activo, ¿cómo va a llegar el reposo? La lógica dirá algo absolutamente distinto. La lógica dirá: «Reposa durante todo el día, y así podrás descansar maravillosamente por la noche».
Mulla Nasrudin fue a ver a su médico. Entró tosiendo. El médico le dijo: «¿Todavía tosiendo? Pero parece que la tos suena mejor». Nasrudin dijo: «Normal, me he pasado toda la noche practicando».
Si reposas durante todo el día, no esperes tener sueño por la noche. El reposo no te traerá más descanso; por el contrario lo que trae es actividad. Entonces, al tumbarte en la cama, empezarás a pensar y a moverte de un lado a otro.
Te pasarás la noche haciendo ejercicio. Y si fuerzas al cuerpo a reposar, entonces la mente tendrá que sustituirlo y tendrás pesadillas. No.
Un hombre sabio se equilibra y sabe que la vida se equilibra a sí misma.
Si haces una cosa (pero totalmente sin que quede nada por hacer, habiendo disfrutado de la actividad con toda la energía) entonces el descanso es automático, le sigue. Y cuando disfrutas del descanso le sigue la actividad, porque cuando reposas recuperas energía, te rejuveneces. Todo el cuerpo se llena, rebosa energía. Ahora tienes que compartirla de nuevo, tienes que liberarla con actividad. Y luego te volverás a llenar de nuevo. Es como las nubes: tienen que dejar caer la lluvia y luego se volverán a cargar; el océano está ahí para cargarlas. Tienen que descargarse, llover, y de nuevo volverse a cargar. El río tiene que descargarse en el océano y de nuevo se volverá a cargar. Cuanto más se descargue, más se llenará.
Sosan dice: «Sé totalmente activo, sólo así serás capaz de ser totalmente pasivo».
Entonces los dos extremos se encuentran y se alcanza un equilibrio sutil.
Este sutil equilibrio es sanyaktva, este sutil equilibrio es la tranquilidad.
Este sutil equilibrio es la paz más elevada que pueda existir, la cima, el clímax, el crescendo, porque cuando dos cosas se equilibran (el exterior y el interior, la actividad y la pasividad) de repente transciendes ambas.
Cuando ambas se equilibran, tú ya no eres ni esto ni aquello. De repente eres una tercera fuerza: el observador, el testigo. Pero no puedes luchar por conseguirlo. Cuando tratas de parar la actividad para alcanzar la pasividad, el propio esfuerzo te llena de actividad.
Mientras estés en un extremo o en el otro, nunca conocerás la Unidad. ¡Transciende los extremos! No seas ni un hombre mundano ni lo que llaman un hombre espiritual. No seas creyente ni seas ateo. No te vuelvas loco con las riquezas del mundo externo ni te obsesiones con la tranquilidad interior. Equilíbrate; el equilibrio debe ser la motivación.
Aquellos que no viven en el Camino único fracasan en ambas: actividad y pasividad, afirmación y negación.
Y ESTE ES EL RESULTADO: aquellos que eligen los extremos fracasan en ambos, porque si continúas siendo activo y activo, sin permitir la pasividad, ¿cómo te vas a revitalizar? Te acabarás volviendo un caparazón vacío, impotente, inútil, estéril. Eso es lo que les ocurre a los llamados triunfadores en el mundo, a los políticos, a los Presidentes, a los Primeros Ministros.
Para cuando han llegado a tener éxito, ya lo han perdido todo, ya no están ahí. Han triunfado, pero en el camino se han vendido a sí mismos; ya no son ellos mismos. Y lo mismo les ocurre a los que eligen lo interior, los introvertidos. Cuando llegan a su interior, sólo encuentran un caos a su alrededor. Si eliges un extremo, fracasarás en ambos. Si no eliges, triunfarás en ambos.
El equilibrio triunfa, el extremo fracasa.
A este equilibrio Buda lo llama el camino del medio, majihím níkaya, y Confucio lo llama el camino dorado. Permanece en el medio. Este es el oficio, el arte más elevado: estar justo en el medio, sin elegir, sin irse a la izquierda ni a la derecha. No seas ni de derechas ni de izquierdas; quédate justo en el medio. Si estás exactamente en el medio transciendes el mundo.
Entonces ya no eres ni un hombre ni una mujer. Eso es lo que Jesús dice. Entonces ya ni eres un ser materialista ni un ser espiritual. Entonces ya ni estás vivo ni estarás muerto. Ni esto ni aquello; el puente ha sido cruzado. Has alcanzado la meta. Y la meta no está en algún lugar en el futuro, está aquí entre los dos extremos. Ni odio ni amor... Recuerda, siempre que te encuentres con dos extremos, no elijas.
Trata de encontrar un equilibrio entre ambos. Al principio, debido al hábito, será difícil.
Ocurrió una vez que: Mulla Nasrudin estaba enfermo y fue hospitalizado.
Al rato alguien llamó a la puerta y entró una mujer de aspecto enérgico.
Ella dijo: «Soy su médico. Desnúdese, he venido a examinarle». Mulla preguntó: «¿Del todo?». La doctora contestó: «Sí, del todo». Así que se desnudó. La mujer lo examinó. Y luego le dijo: «Ya puede usted acostarse. ¿Tiene alguna pregunta que hacer?». Mulla Nasrudin contestó: «Sólo una: ¿por qué se ha molestado en llamar a la puerta?».
La mujer respondió: «La fuerza de la costumbre». Los viejos hábitos persisten hasta en tus gestos. Los hábitos son fáciles de mantener porque no necesitas ser consciente de ellos; se mantienen por sí solos. Ser consciente es difícil, porque para ti nunca ha sido un hábito.
Eliges fácilmente; condenas y aprecias fácilmente; rechazas y aceptas con mucha facilidad. Dices: «Esto está bien, o esto está mal», con demasiada facilidad, porque se ha convertido en un hábito a través de miles de vidas; siempre has estado eligiendo. Es un fenómeno mecánico.
Sin ninguna consciencia, en el momento en que ves algo, ya lo has juzgado y decidido. Ves una flor y dices: «Es hermosa», o: «No es hermosa». Inmediatamente entra el juicio (con la percepción, entra el juicio) entonces nunca serás capaz de permanecer en el medio.
Alguien que fue a ver a Chuang Tzu le comentó, refiriéndose a un hombre del pueblo: «Es un pecador, un hombre realmente malo, un ladrón»; y le criticó en muchos sentidos Chuang Tzu le escuchó y luego dijo: «Pero toca la flauta maravillosamente».
Luego llegó un segundo hombre (el primero estaba todavía allí sentado) y le dijo refiriéndose al mismo hombre: «Es un excelente flautista». Chuang Tzu dijo: «Pero es un ladrón». Ambos estaban presentes, así que exclamaron: «¿Qué quieres decir?». Chuang Tzu dijo: «Sólo estaba equilibrando la cosa un poco; y además ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Ese hombre es un ladrón y un buen flautista. Para mí no hay ni rechazo ni aceptación.
Yo no hago ninguna elección. Él es lo que es. ¿Quién soy yo para juzgar o elegir un extremo u otro? Para mí no es ni bueno ni malo. Él es él mismo y sólo a él le concierne. ¿Quién soy yo para decir nada? Si digo algo es tan sólo para equilibraos a vosotros dos». Es difícil no elegir, pero inténtalo; en todo... Cuando sientas odio, trata de irte al medio. Cuando sientas amor, trata de irte al medio. Lo que sea que sientas intenta irte al medio. Y te sorprenderás de que hay  un punto entre cada dos extremos donde ambos dejan de ser; donde no sientes odio ni sientes amor. Esto es lo que Buda llama upeksha, indiferencia. Indiferencia no es la palabra adecuada. Upeksha quiere decir: un punto tan en el medio que no eres ni esto ni aquello.
No puedes decir «Amo», ni «Odio». Sencillamente no puedes decir nada, estás simplemente en el medio. No te identificas. Ocurre una transcendencia, y esa transcendencia es el florecimiento. Esa es la madurez que hay que alcanzar, la meta. Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad; afirmar el vacío de las cosas es no ver su realidad. Cuanto más hablas y piensas acerca de ello, más te alejas de la verdad. Deja de hablar y de pensar, y no habrá nada que no puedas saber.

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