Puedes decir que el alma es inmortal, puedes decir que nada muere, que la vida es eterna. Pero ha muerto alguien a quien tú querías, que significaba algo para ti, que era alguien cercano, alguien íntimo, y ahora te das golpes de pecho, gritas y lloras. No puedes darte ese mismo consejo a ti mismo, que la vida es inmortal y que nadie muere.
Ahora te parece absurdo.
De modo que recuerda que al dar consejos a los demás puedes parecer un idiota.
Cuando le dices a alguien cuyo ser querido ha muerto que la vida es inmortal, pensará que eres imbécil. Le estás diciendo tonterías. Él sabe cómo se siente uno cuando se pierde a un ser querido. Ninguna filosofía lo consolará. Y sabe por qué dices eso: porque
no es tu problema. Puedes permitirte ser sensato; él no.
Con la meditación trasciendes tu ser normal. Surge un nuevo punto desde el que puedes observar las cosas de un modo distinto. Se crea el distanciamiento, los problemas siguen ahí, pero ahora están muy lejos, como si le ocurrieran a otra persona.
Ahora puedes darte buenos consejos a ti mismo, pero no hay necesidad de hacerlo. El propio distanciamiento te hará prudente.
De modo que la técnica de la meditación consiste en crear un distanciamiento entre los problemas y tú.
El psicoanálisis solo te ayuda a readaptarte. No es una transformación: eso por un lado. Y por otro, con el psicoanálisis te haces dependiente.
Necesitas un experto, y ese experto lo hará todo. Te llevará tres, cuatro o incluso cinco años si el problema es muy profundo, y te harás dependiente; no crecerás. Por el contrario, serás cada día más dependiente. Necesitarás al psicoanalista todos los días, o dos o tres veces a la semana. Si no lo ves un día, te sientes perdido. Si dejas el
psicoanálisis, te sientes perdido. Llega a ser como un estupefaciente, como el alcohol.
Empiezas a depender de alguien, alguien que es experto. Puedes contarle tu problema y él lo resolverá. Hablará contigo y sacará las raíces inconscientes; pero lo hará él, mientras que el problema lo resolverá otro.
Has de recordar que un problema resuelto por otro no te hará más maduro. Un problema resuelto por otro puede hacer más maduro a quien lo resuelve, pero no te hará más maduro a ti. Incluso puedes hacerte más inmaduro, y siempre que surja un problema necesitarás el consejo de un experto, el consejo de un profesional. Y yo no creo que ni siquiera los psicoanalistas maduren mediante tus problemas, porque ellos acuden a otros psicoanalistas para psicoanalizarse. También ellos tienen problemas.
Resuelven tus problemas pero no pueden resolver los suyos. De nuevo se plantea el distanciamiento.
Wilhelm Reich intentó una y otra vez que lo psicoanalizara Sigmund Freud. Freud se negó, y Reich se sintió herido toda la vida por ese rechazo. Y los freudianos, los freudianos ortodoxos, jamás aceptaron que fuera experto porque nunca llegó a psicoanalizarse.
Todo psicoanalista acude a otra persona con sus problemas. Es como el médico. Si un médico está enfermo no puede diagnosticarse a sí mismo. Está tan cerca que le da miedo, y acude a otra persona. Si eres cirujano no puedes operarte a ti mismo... ¿o sí?
No existe el distanciamiento. Es difícil operar tu propio cuerpo, pero también es difícil si tu mujer está realmente enferma y hay que practicarle una operación grave... tú no puedes operar porque te temblará la mano. Es tal la intimidad que te dará miedo y no serás buen cirujano. Alguien tendrá que aconsejarte; tendrás que contar con otro cirujano para que opere a tu mujer.
¿Qué ocurre? Tú has operado, has hecho muchas operaciones. ¿Y de repente qué te pasa? No puedes hacer lo mismo con tu mujer o con tu hijo, porque apenas hay distancia... casi no existe distanciamiento. No puedes ser imparcial sin distanciamiento. Por eso un psicoanalista puede ayudar a otras personas, pero cuando él tiene un conflicto pedirá consejo, otra persona tendrá que psicoanalizarlo. Y es curioso, que incluso alguien como Wilhelm Reich acabara volviéndose loco.
No podemos concebir que un Buda se vuelva loco... ¿o sí? Y si un Buda puede volverse loco, es que no hay forma de salir de este suplicio. Es inconcebible que un Buda se vuelva loco.
Veamos la vida de Sigmund Freud. Fue el padre y fundador del psicoanálisis, se ocupó en profundidad de muchos problemas, pero no resolvió ni un solo problema suyo.
Ni un solo problema resuelto. El miedo era un problema tan grande para él como para cualquier otra persona. Tenía miedo y estaba nervioso. La ira era un problema tan importante para él como para todos los demás. Llegaba a ponerse tan furioso que le daba un ataque y se quedaba inconsciente. Y ese hombre sabía mucho sobre la mente humana, pero no le servía de nada cuando se trataba de él mismo.
También Jung se quedaba inconsciente cuando sufría una profunda ansiedad; le daba un ataque. ¿Cuál es el problema? El problema está en el distanciamiento. Estos hombres habían pensado en los problemas, pero sin que creciera su conciencia.
Pensaban en profundidad, intelectual, lógicamente, y llegaban a ciertas conclusiones. A veces sus conclusiones estaban bien, pero no se trata de eso. No crecieron en cuanto a la conciencia, no llegaron a ser suprahumanos en ningún sentido. Y a menos que se
trascienda la condición humana no se pueden resolver los problemas; solo se pueden adaptar.
En la última época de su vida, Freud dijo que el hombre es incurable. Como mucho se puede esperar que exista como un ser adaptado; no hay otra esperanza. Y eso en el mejor de los casos. Según Freud, el hombre no puede ser feliz. Como mucho, podemos
conseguir que no sea demasiado infeliz. Ni más ni menos. Pero no puede ser feliz; no tiene cura. ¿A qué solución puede llegarse con semejante actitud? ¡Y esto, tras cuarenta años de experiencia con seres humanos! Llega a la conclusión de que no se puede ayudar
al hombre, de que el hombre es, por naturaleza, infeliz, y que siempre seguirá siendo infeliz.
Pero Oriente [el yoga] dice que se puede trascender al ser humano. No es el hombre el incurable; es su conciencia mínima lo que crea el problema. Si se aumenta la conciencia, si crece la conciencia, disminuyen los problemas. Existen en la misma proporción: si hay un mínimo de conciencia, hay un máximo de problemas; si hay un
máximo de conciencia, hay un mínimo de problemas.
Con la conciencia total, los problemas simplemente desaparecen, al igual que el sol sale por la mañana y desaparecen las gotas de rocío. Con la conciencia total no hay problemas porque con la conciencia total no pueden surgir problemas. Como mucho, el psicoanálisis puede ser una curación, pero seguirán surgiendo problemas; no puede prevenir nada.
[El yoga] La meditación llega hasta el fondo mismo. Te cambiará de tal manera que no surgirán los problemas. El psicoanálisis se dedica a los problemas; la meditación se dedica a ti, directamente a ti. No se ocupa de los problemas. Esa es la razón por la que los grandes psicólogos de Oriente —Buda, Mahavira o Krisna —nunca hablan sobre los problemas. Por eso, la psicología occidental piensa que la psicología es un fenómeno nuevo, y no lo es, en absoluto.
Hasta el siglo XX, hasta principios del siglo XX, nadie pudo demostrar científicamente antes de Frued la existencia del inconsciente. Buda hablaba de él hace ya veinticinco siglos, pero Buda nunca abordó ningún problema porque, según decía, los problemas son infinitos. Si abordas cada problema nunca podrás abordarlos realmente. Aborda a la persona misma y olvídate de los problemas.
Aborda el ser mismo y ayúdalo a crecer. A medida que el ser crece, a medida que se hace más consciente, los problemas van desapareciendo; no tienes que preocuparte por ello.
Por ejemplo: una persona es esquizofrénica, está dividida, desdoblada. El psicoanálisis tratará esa división, cómo hacer que esa división sea viable, cómo adaptar a esa persona de manera que pueda funcionar, que pueda vivir pacíficamente en la sociedad. El psicoanálisis abordará el problema, la esquizofrenia. Si esa persona acude a Buda, Buda no hablará sobre el estado de esquizofrenia. Dirá: «Medita para que el ser interior se haga uno. Cuando el ser interior se haga uno, la división desaparecerá en la periferia». La división está ahí, pero no es la causa, sino solo el efecto. En las
profundidades del ser existe una dualidad, y esa dualidad ha producido una grieta en la periferia.
Rellenas de cemento la grieta una y otra vez, pero continúa la división interna.
Entonces la grieta aparece en otro lado. La rellenas de cemento, y la grieta vuelve a aparecer. Si tratas un problema psicológico, inmediatamente surge otro; lo tratas y surge un tercero.
Esto les va bien a los profesionales, porque viven de ello, pero no sirve de ayuda.
Occidente tendrá que superar el psicoanálisis y a menos que llegue a los métodos de la conciencia desarrollada, del crecimiento interior del ser, de la expansión de la conciencia, el psicoanálisis no servirá de gran ayuda.
En realidad, ya está ocurriendo: el psicoanálisis está desfasado. Los agudos pensadores occidentales están pensando en cómo expandir la conciencia y no en cómo resolver los problemas, en cómo conseguir que las personas sean conscientes y alertas.
Las semillas ya han germinado. Hay que recordar la prioridad. Yo no me ocupo de tus problemas. Hay millones y es inútil resolverlos, porque tú eres el creador y sigues intacto. Si yo resuelvo un problema, tú crearás diez. No puedes ser derrotado porque el creador permanece tras los problemas. Y si sigo resolviéndolos,
simplemente desperdiciaré mi energía.
Dejaré a un lado tus problemas; me limitaré a introducirme en ti. Hay que cambiar al creador. Y una vez cambiado el creador, desaparecen los problemas de la periferia. Ya nadie colabora con ellos, nadie ayuda a crearlos, nadie disfruta con ellos. Puede que
este mundo te parezca extraño, pero recuerda que disfrutas con tus problemas, y que por eso los creas. Disfrutas con ellos por muchas razones.
La humanidad entera está enferma. Existen razones básicas, causas básicas, que nunca tenemos en cuenta. Siempre que un niño está enfermo se le presta atención; cuando está sano nadie le presta atención. Cuando un niño está enfermo, sus padres lo quieren, o al menos fingen quererlo, pero cuando está bien, nadie se preocupa por él. A nadie se le ocurre darle un beso o un abrazo. El niño aprende el truco. Y el amor es una necesidad básica y la atención un alimento básico. Para el niño, la atención es potencialmente más necesaria incluso que la leche. Algo morirá en su interior si no recibe atención.
La atención es energía. Cuando alguien te mira con cariño te está dando alimento, un alimento muy sutil. El niño necesita atención y tú solo se la prestas cuando está enfermo, cuando hay algún problema. Por eso, si el niño necesita atención creará problemas, será creador de problemas.
El amor es una necesidad básica. El cuerpo crece con alimentos; el alma crece con amor. Pero solo te dan amor cuando estás enfermo, cuando tienes algún problema; si no, nadie te da amor. El niño aprende tu forma de actuar y empieza a crear problemas.
Siempre que está enfermo o tiene un problema, todos le prestan atención.
¿Lo has observado alguna vez? En tu casa los niños están jugando en silencio, tranquilamente. Si llegan visitas se ponen a armar jaleo. Eso se debe a que prestas atención a las visitas, y los niños están deseosos de esa atención. Necesitan que tú les prestes atención, y las visitas, y todo el mundo. Harán algo, crearán algún problema. Es algo inconsciente, pero se convierte en una pauta de conducta. Y cuando sean mayores, seguirán haciéndolo.
En el caso de las mujeres, es cierto que el 99 por ciento de sus enfermedades, de sus problemas mentales, son básicamente necesidades de amor. Cuando amas a una mujer, no tiene problemas. Siempre que hay algún problema en el amor, surgen
muchos más. Está deseosa de atención, y los psicoanalistas se aprovechan de esa necesidad de atención, porque el psicoanalista presta atención por su profesión. Acudes a él; es un profesional. Te presta toda su atención durante una hora. Digas lo que digas, aunque sean tonterías, te escucha como si estuvieras predicando los evangelios.
Te convence de que hables más, de que digas algo, relevante o irrelevante, para sacar a la luz tu mente. Y tú te sientes muy bien.
El 99 por ciento de los pacientes se enamoran de su psicoanalista. Y proteger la relación entre el cliente y el experto es un gran problema, porque tarde o temprano se convierte en una relación de amantes. ¿Por qué? ¿Por qué se enamora una paciente de un psicoanalista? O al contrario: ¿por qué se enamora un paciente de una psicoanalista?
Porque es la primera vez que le prestan tanta atención. La necesidad de amor queda satisfecha.
A menos que cambie tu ser básico, nada resultará de resolver los problemas.
Tienes un potencial infinito para crear otros nuevos.
La meditación es un esfuerzo para hacerte independiente, en primer lugar, y en segundo lugar, para cambiar el tipo y carácter de la conciencia.
Con un carácter de conciencia distinto no pueden existir los viejos problemas; sencillamente desaparecen. Cuando eras niño, por ejemplo, tenías un tipo distinto de problemas. Al hacerte mayor desaparecieron. ¿Adonde han ido a parar? No los has resuelto; sencillamente han desaparecido. Ni siquiera recuerdas los problemas de tu infancia, pero has crecido, y esos problemas han desaparecido.
Al hacerte un poco mayor, tenías otro tipo de problemas; cuando seas viejo, no existirán. No que vayas a ser capaz de resolverlos; nadie es capaz de resolver los problemas, sino simplemente se te pasan con la edad. Cuando seas viejo te reirás de los problemas que tenías, tan urgentes, tan destructivos que muchas veces pensaste en el suicidio por su causa. Y entonces, cuando seas viejo, te reirás. ¿Adonde han ido a parar esos problemas? ¿Los has resuelto? No; sencillamente has crecido. Esos problemas pertenecían a una fase concreta del crecimiento.
Algo semejante ocurre a medida que profundizas en la conciencia. También desaparecen los problemas. Llega un momento en que eres tan consciente que no surgen problemas. La meditación no es análisis. La meditación es crecimiento. No se ocupa de los problemas, sino del ser.
FIN DE ESTE CAPÍTULO
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