que mienten en su propio provecho, cometen delitos de perjurio o practican infames engaños. Lo que aquí expongo es cómo el ego nos convence de que consultemos a nuestro falso yo en la vida cotidiana.
No estamos ante un caso en que nos engañamos a nosotros mismos, sino más bien de comportamientos e ideas heredadas que hemos adoptado.
He aquí algunas de las formas más comunes de evitar la verdad.
• Jactancia o fanfarronería. Una inclinación a atraer la atención sobre usted y a exagerar sus éxitos para que los demás le vean de una forma positiva, como alguien especial y distinto de los demás.
• Tergiversación de los hechos. Contar los hechos como le gustaría que hubiesen ocurrido en lugar de como sucedieron en realidad. Estas mentirillas veniales o exageraciones insignificantes, cuando uno se obstina en mantenerlas, se convierten en un estilo de vida.
• Engaño para salvar la fachada o evitar la vergüenza. Argumentar con el propósito de convencer a alguien de que usted es inocente de alguna mala acción. Este tipo de engaño obliga a llevar la cuenta de lo que se dijo, a quién y cuándo. Se van sumando más tergiversaciones para que la línea argumental se sostenga.
• Creación de un futuro imaginario. Mentir sobre las perspectivas de su futuro para ocultar la verdad. Uno vive su porvenir basándose en una idea falsa. Su vida es una mentira en el presente y en el futuro.
• Exageración de los hechos para atraer atención. Un ejemplo de lo difícil que resulta abandonar estas tergiversaciones lo es esta breve historia del libro lllustrations Unlimited {Ilustraciones ilimitadas), editado por James S. Hewitt:
Una niña desarrolló un mal hábito. Siempre estaba mintiendo. En una ocasión, cuando le regalaron un San Bernardo para su cumpleaños, salió a la calle y les contó a todos sus vecinos que le habían regalado un león. La madre se la llevó aparte y le dijo:
—Te pedí que no mintieras. Vete arriba y dile a Dios que lo lamentas. Prométele que no volverás a mentir.
La niña subió al piso superior, rezó sus oraciones, y volvió a bajar.
La madre le preguntó:
—¿Le dijiste a Dios que lo lamentas?
La niña respondió:
—Sí, lo hice. Y Dios me ha contestado que a veces también a él le
resulta difícil distinguir entre mi perro y un león.
La práctica de cambiar los hechos con el propósito de impresionar a otros puede ser encantadora cuando lo hace un niño. Para los adultos, es una manera de dejarse llevar por el ego para que mantenga viva las ilusiones. Este proceder le impedirá conocer su yo superior, el cual no necesita exageraciones para sentirse importante a ojos de los demás.
• Pasar algo por alto en beneficio propio. Esta historia ilustra cómo puede funcionar esto:
A un hombre le dieron el cheque de su sueldo y advirtió que le habían pagado veinticinco dólares de más, y no le dijo nada al cajero. El cajero se dio cuenta de su error, y al siguiente día de pago dedujo los veinticinco dólares del cheque del sueldo del hombre. El hombre acudió de inmediato a ver al cajero y le dijo que en la cifra del cheque faltaba dinero. El cajero replicó: No dijo ni una palabra la semana pasada, cuando recibió dinero de màs.
El hombre contestó: No me importa pasar por alto un error, pero cuando sucede dos veces es el momento de decir algo.
Ser honrado requiere que uno diga algo con independencia de si
uno se beneficia o no del error.
• Hacer trampas deliberadas en beneficio propio. La práctica de cobrar les de más a los otros o alterar los costes y luego incluir cargos falsos parece ser una práctica normal para los que permiten que su ego les gobierne la vida.
Se ha estimado que los hospitales de Estados Unidos añaden cargos excesivos y cantidades erróneas en el 99 por ciento de sus facturas.
Imagínese: ¡noventa y nueve de cada cien facturas contienen errores que favorecen al hospital!
Esta práctica es demasiado corriente en muchos negocios, así como también en la vida de muchos ciudadanos. La idea de que está bien engañar a los demás conforma una manera de ser que le mantendrá apartado de la senda de su búsqueda espiritual. Lo que se encontrará es que también los otros le engañarán a usted.
.Comportamiento machista y bravucón. La necesidad del ego de aparecer como mejor o más importante crea un comportamiento que manipula a otras personas, cuando no las asusta. La prepotencia, la fanfarronería, el pavoneo, las argucias y cosas por el estilo, son actos de engaño que el ego cree que convencerán a los demás de que usted es único y especial.
• Diálogos internos sobre lo peligroso que es el mundo. El ego se sirve de los diálogos internos para convencerle de lo peligroso que es el mundo.
Cuanto más se convenza de que el mundo es peligroso, menos capaz será de conocer a su yo espiritual. Al evitar el contacto con este yo, usted no sabrá que no corre ningún peligro y que es una criatura divina.
• Autoengaño. El ego le convence de que otros son especiales y de
que usted no tiene apenas valor porque es un ser inferior. Cuando se deprime con frases en que se desprecia a sí mismo y se acobarda ante los riesgos, usted está haciendo propias las afirmaciones del ego de que es débil y carece de importancia. Esta valoración negativa e irreal le aleja de la verdad y es una estrategia del ego destinada a mantenerle apartado de su búsqueda espiritual.
Para abandonar la tendencia al engaño tiene que entender por qué permite que este argumento rija su vida. Y siempre hay consecuencias derivadas del comportamiento y los pensamientos, incluso de los basados en la falsedad.
LAS RECOMPENSAS DE SU EGO POR ESCOGER EL ENGAÑO
• Su ego se siente atraído por aquello que lo convierte en especial.
Cuando usted crea una ilusión que cumple con ese objetivo, falsa o no, su ego obtiene un beneficio. Cuanto más atractiva hace esa ilusión mediante tergiversaciones, más recompensado se ve su ego. Recuerde que su ego es una falsa imagen de sí mismo. No es su verdadero yo.
El falso yo se crece en la falsedad. Cuanto más se entregue a este
pensamiento y conducta sustitutivos de la realidad, menos probabilidades tendrá de llegar a su yo superior y de hallarse en su búsqueda espiritual.
• El fraude y el engaño son formas de asegurar la supervivencia
del ego.
La presencia de su yo auténtico hará que el ego haga mutis porque no tendrá propósito ninguno de ser. Cuando uno está en sintonía con Dios, viviendo su existencia espiritual, no se tiene necesidad de nada que no sea auténtico. Su ego necesita el engaño para asegurarse la supervivencia.
• Cuando usted se entrega al engaño, es víctima de la búsqueda de aprobación externa. Su falso yo es lo que usted quiere que otros vean, así que proyecta una imagen que no se basa en la realidad. Es lo mismo que decir lo que vosotros pensáis de mí es más importante que lo que yo incluso de mí mismo.
Con esta actitud, su ego evita todo riesgo, incluyendo el de realizar un cambio espiritual en su vida. Cuanto más permanezca con las mismas máscaras, más éxito tendrá el ego en mantenerle apartado de su yo superior.
• «La verdad le hará libre» es una idea que atemoriza al ego. Al mantenerle esclavizado por todas esas tergiversaciones, la verdad resulta inalcanzable. Cuando la verdad es inalcanzable, también lo es la libertad.
A ningún esclavista le gusta la idea de libertar a sus esclavos. El
ego le esclaviza y esas tergiversaciones son sus cadenas.
• El ego puede convencerle de su carencia de valor. Usted es una
criatura divina y eterna que crece a partir del amor y la paz. Pero el ego le persuade de lo contrario.
Por toda idea de sí mismo le convence de que no vale nada, así que oculta ese yo carente de valor tras la fachada del ego. De no hacerlo su carencia de valor quedaría al descubierto ante el mundo.
El ego se mantiene como tendencia dominante por el sistema de convencerle de que no es una amorosa criatura, pacífica y perfecta de Dios. Y le alentará a decir o hacer cualquier cosa que refuerce esa falsa creencia.
• Al ego le encanta verle dudando de sí mismo. Usted puede apartar al ego de su vida cotidiana si tiene certidumbre, respecto de su auténtico valor y no permite que la duda se infiltre en su mundo interior.
La certidumbre acerca de usted y de su conexión con Dios socava
los principios del ego.
La permanencia en la incertidumbre y la inseguridad es lo que su falso yo le insta a hacer. Continuará enviándole mensajes tergiversadores con el fin de garantizar su existencia.
Estos son los beneficios que usted recibe cuando permite que el ego maneje su vida y le convenza de aceptar su falso yo. Una vez que usted tiene una idea de lo que recibe a cambio de este comportamiento, puede comenzar a adoptar nuevos mètodos para abrazar la verdad y librarse del engaño.
ALGUNAS SUGERENCIAS PARA LIBRARSE DEL ENGAÑO Y ABRAZAR LA VERDAD EN TODO MOMENTO
• Adopte el compromiso de establecer una nueva relación con la verdad. La manera de hacer esto es interrumpirse cuando está
exagerando o engañando a alguien, incluido a usted mismo. Luego reconocer ante uno mismo que estaba a punto de vanagloriarse. Tome la decisión de contar con exactitud lo sucedido —ni más ni menos—, y fíjese en la sensación que ello le produce.
Descubrirá, al detenerse justo antes de la mentira, que ya está recurriendo a su yo superior, que florece con la verdad, en lugar de ceder a las exigencias del ego. Y entonces, disfrutará de una vida más profunda y rica, que le proporcionará una refrescante
sensaciòn comparada con la falsa imagen que da de si mismo al buscar aprobaciòn.
• Repare en el diàlogo interno que le convence de que el mundo es un lugar peligroso. Use alguna tècnica para tener diàlogo con la parte temerosa de su persona. O busque a un amigo o familiar, o un grupo de apoyo en el que pueda ser sincero acerca de sus miedos.
Ese diálogo interno temeroso es un aspecto de usted mismo que también necesita ser amado y oído.
Al permitirle expresar su verdad a ese temeroso diálogo interior, tendrá la posibilidad de reemplazar esos pensamientos por la divina esencia que es su yo superior.
En lugar de formular pensamientos que insisten en el miedo, su diálogo interior le recordará que Dios está con usted y que se encuentra en un universo divino, extensión de la divina verdad.
Con menos pensamientos que alertan sobre el peligro y producen miedo, menos necesidad tendrá de recurrir a la tergiversación o el engaño.
• Permanezca alerta ante los diálogos interiores que hacen hincapié en sus éxitos y no en su misión. Hace poco di una conferencia a un grupo de locutores de radio, y me sentí muy complacido con mi actuación. Después, mientras corría para hacer ejercicio, reviví la experiencia.
En el mismo momento en que estaba viendo con la mente al grupo que se ponía de pie y me aplaudía, doblé en una esquina y me golpeé el codo contra una pared con tal fuerza que me produjo un agudo dolor en el brazo que tardó varias semanas en desaparecer. Cada vez que sentía el dolor me recordaba que apartara al ego del camino y dejara de centrarme en mí mismo. Se me recordaba cuál era mi propósito, y mi misión, y que no me dejara seducir por los aplausos.
Casi siempre el diálogo interior que le halaga es la chàchara del ego, la cual puede hacerle perder el rumbo. El diálogo interno
sobre su misión le mantendrá en la senda.
• Fórjese una disciplina mental. Pegue esta cita de Stuart Wilde en un espejo: Al controlar al ego tiendes a disolverlo. Se siente muy amenazado por su pérdida de poder. Pero tienes que perderte a ti mismo con el fin de redescubrirte. Una vez que la seguridad de espíritu te imbuye, ves cómo la disciplina mental mejora tu vida. Llega un momento en que el ego se relaja al ver que el nuevo rector de tu existencia es tan firme como una roca.
La disciplina mental es lo que usted está buscando. Supere la tendencia del ego a empujarle hacia el engaño. O no diga nada o deje que brote la verdad. Pronto se convertirá en un hábito y habrá destronado al ego.
• Guarde silencio. Cuando esté inseguro respecto de si decir la
verdad o tergiversarla porque tiene la impresión de que la verdad será en exceso dolorosa, entonces no diga nada. No está obligado a revelar cada aspecto de su vida. Tiene derecho a guardar silencio y aprender, en silencio, su lección.
De esta manera se esfuerza por hacer tornar la verdad que quiere
abrazar. No hacer nada es más gratificante para el espíritu que mentir.
Si nadie está obligado a declarar contra sí mismo según la legislación vigente, también esto rige para lo espiritual.
• Establezca una verdad personal que sea inexpugnable para las fuerzas exteriores. Sencillamente, comprométase a practicar la verdad y a no tener en cuenta la buena opinión de las otras personas.
Una manera de no temer al rechazo es saber que siempre se encontrarà con alguna desaprobación, con independencia de cuál sea su posiciòn; entonces, uno es libre para ser quien es en realidad, según Dios le creò.
No deje de recurrir a la santa naturaleza de su amorosa esencia divina siempre que se sienta tentado de recurrir al fingimiento. No necesita aprobación exterior. Lo que necesita es la verdad para estar en armonía con su yo superior.
• Resista la necesidad de jactarse. Esfuércese por tener un propósito en lugar de ser interesante. Ésa es la manera de actuar del yo superior.
Conviértase en el que escucha —el que se interesa por los éxitos y las actividades de otros—, y no necesitará jactarse ni tergiversar la realidad.
• Si se sorprende exagerando, deténgase. Sólo deténgase y corríjase. No tiene que explicar que está corrigiendo su tendencia a la exageración.
Limítese a corregir lo que estaba diciendo. Si destierra las tergiversaciones más insignificantes, traerá la verdad a sus conversaciones. Al obrar así le hace saber a su ego lo innecesarias que son sus tergiversaciones.
• Destriba un código de honor. Con sus propias palabras, describa sus intenciones de hacer de la verdad el camino de sus pensamientos y acciones y cesar de engañarse a sí mismo y engañar a los demás. Luego asuma su código de honor por el sistema de leerlo regularmente.
Llegará a irradiar su espiritualidad y habrá descubierto una forma gozosa de vivir.
• Tenga la seguridad de que carece de importancia que le concedan mérito.
Por último, recuérdese que cuando está cumpliendo con la misión de su vida, los méritos y los halagos no tienen importancia.
La paradoja de esto es que cuanto más busca aprobación, menos
recibe. Nadie aprueba a quien busca aprobación. El hecho de abandonar la necesidad de la aprobación externa le deja en libertad para abrazar la verdad.
El viaje de la búsqueda espiritual implica abandonar al ego. Su ego estaba presente en muchos de los comportamientos descritos en este capítulo. E incluso el admitir que le son propios a usted, supone un paso en dirección a su yo superior.
Las palabras de Rumi lo resumen:
Cuando por fin veáis a través de los velos cómo son las cosas en realidad, no dejaréis de decir una y otra vez: «Desde luego, esto no es como pensábamos que era».
Los velos son las tergiversaciones. Use su código de honor para desprenderse de ellas. Entonces estará de acuerdo con Rumi: «Esto no es como pensaba que era». Será más de lo que jamás hubiera podido imaginar cuando el ego le apartaba del camino de su búsqueda espiritual.
Final del capítulo
Final del capítulo
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