jueves, 6 de agosto de 2015
Un viaje sin retorno; CAPITULO 16.- FUEGO E INICIACIÓN
Jesús y Raquel entraron por la puerta de la casa. Estaba a punto ya de anochecer. Oyeron a Tico, que, en cuanto vio que la casa estaba de nuevo habitada, no dudo en ir corriendo e ir al encuentro de su amigo del alma.
Cuando entraron en el salón, Felipe y Tico estaban cenando. Tico al ver a su amigo, de un salto circense se quedó colgado de su cuello.
-Jesús…ya has vuelto…que bien.
-¡Hola, bichejo…! ¿Qué tal te has portado? ¿Y la abuelita? ¿Sigue igual?
-La abuela ya murió. Daniel me lo dijo.
-Lo siento mucho, campeón…por ti…porque ya sabes que ella, allí donde está ahora, es muy feliz.
-¡Y yo también, Jesús! Estoy contigo. ¿No te volverás a marchar, verdad?
-¡Por ahora no, Tico! Y tu…Felipe… ¿Qué tal has dormido?
-Bien…pero el despertar ha sido desagradable.
-¿Por qué…que ha pasado?
-Luego os cuento. Ahora cenar algo. Ya os he puesto el cubierto. ¿De dónde salís?
-Nos hemos despertado pronto…y hemos dado una vuelta por ahí.
-Eh…, Raquel… ¿no nos dices nada…?
Raquel se había quedado mirando fijamente a un vaso de la mesa. Estaba en presencia…pero su pensamiento estaba en otro lugar.
-¿Qué…que decías, Felipe?
-Nada, Raquel, nada…Cuando regreses de ese lugar…come un poco a ver si no levitas tanto…jajaja.
-¿Pero ya te estás metiendo conmigo?
-Pero si es que no me haces ningún caso…
-Tienes razón, Felipe, perdona… ¿has descansado bien?
Raquel rodeó a Felipe por detrás con sus brazos, y le dio un fuerte achuchón. Aquel gesto lo sintió Felipe profundo, intenso, cargado de una gran emotividad y cariño.
-Es la primera vez que me abrazas así, Raquel… ¿qué pasa…?
-Eres un buen amigo, y te quiero mucho, Felipe.
-Eso ya lo se…pero nunca lo había sentido así. ¿A qué viene ese cambio?
-Es que es ahora cuando aprecio el tesoro que he tenido siempre a mi lado. Nos hemos pasado casi toda la vida discutiendo y maltratando a ese sentimiento tan maravilloso.
-Pues no se si me va a gustar esta nueva versión de la amistad. Si dejamos de discutir, ya no seríamos Felipe y Raquel, jajaja. ¡Nos van las discusiones!
-No te preocupes…Felipe…no podemos cambiar tanto…
-Bueno…pues venga, muchachos…vamos a cenar. Yo ya tengo hambre. ¿Y tu, Tico…ya has terminado de cenar?
-Si, Jesús.
-Pues mira, campeón, lo que podrías ir haciendo mientras nosotros terminamos, es ir a casa de Daniel y le dices que dentro de un rato iremos a saludarle y a recoger tus cosas. ¿Ya sabía él que venías aquí?
-No…no le dije nada. No me acordé.
-Pues ve enseguida, hombre…Estará preocupado por tu tardanza.
-¡Vale…ahora voy…! ¡Pero vosotros no tardéis, eh!
-¡Enseguida vamos, campeón!
Tico saltó de la silla al suelo y salió de la casa por la puerta del huerto. La casa de Daniel estaba a pocos metros. De nuevo, los tres, quedaron solos en el salón.
-Felipe, ¿qué es lo que te ha pasado que te ha resultado tan desagradable?
-Pues veréis, chicos…estaba ya despertándome, oía incluso a unos aldeanos que estaban hablando debajo de la ventana de mi habitación. No estaba dormido. Por eso se que no ha sido un sueño, lo que ya no estoy seguro es si ha sido una alucinación. Estoy confuso. No me había pasado nunca.
Pues de repente he visto que toda Jerusalén estaba invadida por un intenso humo, pero los campamentos y las aldeas palestinas, estaban todas cubiertas de fuego que bajaba del cielo. La gente corría, gritaba…y…moría. Después me veo en el campamento. Estaba todo dominado por el fuego, cuando de repente, veo frente a mí, a un hombre, casi anciano, vestido con una túnica blanca y sangrando. Se estaba quemando vivo. Me tendía la mano, pero no pidiendo auxilio. En ella había una especie de moneda de grandes dimensiones en la que había una grabación. Yo, aterrorizado por aquella inhumana aparición, retrocedía, pero él gritando me llamaba e imploraba que la cogiera. Estaba a punto de hacerlo, cuando el saludo de Tico entrando en mi habitación, terminó por sacarme de aquello.
-Aquel hombre… ¿te dijo cómo se llamaba?
-No, no me dijo nada.
-¿Qué inscripción había en ese medallón o moneda?
-No pude verlo, hermano. ¿Qué puede significar lo que he visto? ¿Tu no intuyes nada? ¿Tienes alguna idea?
-No ha sido un sueño, Felipe. Ha sido una revelación. ¿Tu no intuyes nada…?
-Pues no…bueno…al principio, cuando ví a Jerusalén con ese humo, y el campamento y alrededores con fuego…lo primero que me vino a la mente fue un bombardeo, pero es absurdo…que después de tantos días, la amenaza siga en pié.
-¿Y no intuyes cuando puede ser?
-Pero chicos…no me hagáis caso…es absurdo…ya os lo he dicho.
-Felipe, tu eres el portador de esa revelación, y lo que hayas intuido a través de ella, solo tu lo puedes canalizar. No deseches nada que te venga a tu mente. ¡Dilo!
-Bueno, pues voy a decir todas las barbaridades que se me han ocurrido. Lo primero que pensé fue que el verdadero objetivo de las bombas era la zona de los palestinos, y sobre todo el campamento. Además, uno de los objetivos claves sería el hospital, cosa que me parece improbable, ya que los centros sanitarios no son objetivos de guerra, y las aldeas de alrededor, y que…que este bombardeo…sería de noche…yo vi que estaba oscuro. Tuve la desagradable sensación de que era inmediato. Pero ya os he dicho que es absurdo. El tema de los palestinos, árabes y judíos va ya por buen camino… ¿qué pinta ahora una invasión por aire de los americanos? ¡A no ser que se hayan vuelto todos locos!
-Felipe, va a suceder…estoy seguro.
-Entonces…hermano… ¿qué hacemos? Si es así…hay que moverse…decírselo a la gente…
-Felipe, no nos creerían, y los que lo hicieran, serían presa del pánico y del terror.
-Pero Jesús…por lo menos al hospital… ¡habría que avisar al personal sanitario!
-Vamos a intentarlo, hermanos…pero aunque llegásemos a tiempo… ¿a dónde se llevan a los heridos y enfermos? No hay nada donde refugiarse en kilómetros. Es todo desierto y campas al descubierto.
-¿Quieres decir, que estamos atrapados?
-¡Vayamos al hospital enseguida! Se les avisa que hay una amenaza de bombardeo. Más posibilidades tendrán los enfermos y heridos a campo abierto que dentro de esa trampa mortal. Tú, Felipe, ve poniendo en marcha la furgoneta. Yo subo arriba a buscar el instrumental médico, y tú Raquel, ve enseguida a avisar a Daniel y que corra la voz. Que vayan todos a campo abierto e intenten protegerse, pero fuera de la aldea…¡Deprisa…!
Los tres comenzaron una carrera desenfrenada. Nervios, angustia, preocupación…Aquellos momentos de paz y de armonía habían quedado atrás. Ahora venía la peor cara de la vida, la de la violencia y la muerte.
Terminada la misión de cada uno de ellos, subieron a la furgoneta y emprendieron una carrera a toda velocidad ladera abajo.
No habrían recorrido ni diez kilómetros, cuando vieron atravesado en el camino, y volcado, un todo terreno militar. El motor se había prendido fuego, y dentro había un cuerpo atrapado. Era un militar, que tras el vuelco por la excesiva velocidad, había quedado sujeto por las piernas al cinturón de seguridad, y no podía deshacerse de él. En instantes, el coche iba a volar por los aires.
-¡Dios mío…! ¡Ese hombre…! ¡Está atrapado, el coche va a explosionar…!
-¡Raquel…ven aquí… Raquel…! ¡Ese coche es una bomba!
Raquel no hacía caso de los gritos de Jesús y de Felipe. Era una temeridad el acercarse. Ya no había tiempo de salvar a aquel hombre. Iba a estallar de un momento a otro. Pero ella no razonaba. Fue corriendo hacia aquel coche y ayudó a aquel militar a desembarazarse del cinturón. Intentó alejarlo de allí, pero ya no había tiempo. Raquel pidió ayuda. En un instante se dio cuenta de lo que había hecho. Había obedecido a un impulso tremendamente humano, pero no había pensado en las graves consecuencias.
-¡Padre…ayúdame…todavía no puedo morir! ¡Protégeme, por favor, necesito salir viva de esto!
En aquel momento, Raquel sintió cómo una gran plataforma de cristal en forma de campana caía sobre ella y el herido. A través de ella, vio cómo el coche explosionaba transformándose en una gran bola de fuego. El ruido de la explosión hizo vibrar intensamente las paredes de aquella campana, produciendo ondas de sonido irresistibles para los oídos de Raquel, que se tapó con fuerza con las manos.
Pasaron breves instantes, y aquel infierno desapareció. La campana hizo lo mismo. Y a través del humo pudo ver como Felipe y Jesús corrían hacia ella. Pero el militar herido, viendo que dos hombres corrían hacia ellos, sacó de su bolsillo un revólver y se dispuso a disparar contra ellos. Raquel vio el movimiento del militar y golpeándole el brazo, hizo que la bala saliera desplazada de su objetivo.
En aquel instante, los dos hombres se abalanzaron contra él y le quitaron el arma, poniéndola fuera de su alcance. Ella, llena de ira, comenzó a golpear al militar.
-¡Maldito perro…! ¿Así agradeces el que te salvara la vida?
-¡Déjalo ya Raquel! ¿No ves que esta atemorizado?
-¡No me matéis, por favor…no me matéis!
-Amigo…esta mujer ha estado a punto de morir por salvarte la vida… ¿a qué viene ahora ese temor?
-¿Por qué lo habéis hecho? ¿Acaso no sois árabes?
-No, no somos árabes, pero aunque lo fuésemos…no habría cambiado para nada la situación.
-A ella le estaré eternamente agradecido, pero no quiero saber nada de vosotros. ¡No me fío! ¡Devolverme el arma, la necesito…! ¡Y también vuestro auto…es urgente que vaya a Jerusalén!
-No te vamos a dar el arma…porque la usarías…y no te podemos dejar el auto, porque lo necesitamos nosotros para salvar vidas…Si quieres te bajamos nosotros, y te dejamos en el campamento…vamos allá.
Puedes confiar en nosotros.
-¿Llevarme al campamento palestino? Soy militar israelí.
Aquel hombre, desesperado, aprovechó un descuido de Felipe y le arrebató el arma. Apuntó amenazante mientras abría la puerta de la furgoneta. Ninguno de los tres podía hacer nada. Aquel hombre estaba dispuesto a disparar si no se le permitía marchar.
Arrancó el motor, y dejando una gran polvareda tras de sí, se alejó en dirección a Jerusalén.
Y allí quedaron los tres, en pleno desierto, sin medio de transporte, sin agua, a diez kilómetros todavía del campamento. Jesús se dejó caer en el suelo, gesto que imitó Felipe. Estaba serio, pensativo. Felipe preocupado, y Raquel…ella permanecía de pie, inmóvil. Era consciente de lo que había hecho, y que había puesto en peligro la vida de sus amigos. Había hecho un acto maravilloso, tremendamente humano y solidario. Había arriesgado su vida por salvar a un desconocido, pero a pesar de ello, se sentía mal. Muy mal. También era consciente de otra realidad. Se había hecho responsable de ella y sabía perfectamente que lo que acababa de hacer era injustificable. Había puesto en peligro todo el plan. El Cielo la había ayudado, pero sabía que solo se trataba de una advertencia ante su impulsiva actitud. Le dolía el alma, y se sentía terriblemente mal.
-¡Perdonarme, amigos…perdonarme…por favor! ¡Ha sido un terrible fallo!
Jesús, ante el estado de Raquel, se levantó del suelo y fue hacia ella. La abrazó muy fuerte y guardó silencio. Raquel rompió aquel mutismo.
-¡No me digas nada, Jesús…por favor…todo lo que puedas decir, ya me lo he dicho a mi misma! ¡He hecho mal…muy mal! Ya lo se.
-Yo también me equivoqué, princesa…y fue un error muy grave. Con estos errores aprendemos lecciones muy importantes que nos servirán en un futuro. ¿La has aprendido tú ya?
-¡Sí…, perfectamente… y con creces…!
-¿Y estamos los tres vivos…no…?
-¡De milagro, pero sí…!
-Pues entonces, no estemos tan serios. Hay que celebrar el que hayas sido capaz de protegerte a ti misma. Acabas de dar un gran paso, Raquel.
-Pero si no he sido yo…Jesús…pedí ayuda al Padre, y fue en ese momento cuando me cayó encima aquella campana protectora.
-Mi amorcito…ni el Cielo te ha protegido ahora…ni en la montaña fue el colgante que le pusiste a Felipe el que le dio la fuerza y la energía para liberarme. En los dos casos…has sido tú.
-Pero yo le pedí ayuda al Padre…
-Mi amor…y yo ahora te pregunto… ¿dónde está el Padre?
-Pues…aquí…aquí dentro.
-¡Pues eso, mi amor…pues eso…el Padre en ti! Y por lo que veo, en las dos ocasiones lo has hecho sin ser consciente… ¿qué serías capaz de hacer tú si fueras consciente de tu propia fuerza, de tu fe, de tu identidad?
Quiero deciros algo muy importante que nos incumbe a todos nosotros: nunca olvidemos que, trabajando en equipo, siempre habrá alguno de nosotros que cometa un error. Nunca debemos pensar que estos errores son una carga para los demás, sino una lección. Cuando se trabaja en equipo, se adquiere una mayor responsabilidad, pues tienes que pensar también en los demás a la hora de tomar una decisión o de realizar la tarea más sencilla, puesto que ello repercute en los demás. Pero si fallamos…no hay que pedir perdón, sino ayuda. Cada compañero o amigo, cuando se equivoque, hay que tomarlo como una lección que debemos aprender, asimilar y evitar que vuelva a repetirse. Pero sobre todo, lo más importante, ser capaces de perdonarse a uno mismo. Es imposible perdonar al hermano, si no nos perdonamos a nosotros mismos antes.
-Pero hermano…si nos compadecemos tanto de nosotros mismos… ¡nunca nos haremos fuertes!
-Felipe, cuando tu te equivoques…el valor lo demostrarás perdonándote primero a ti mismo, pero la fuerza la demostrarás cuando evites caer de nuevo en el mismo error. ¿Lo comprendes ahora? Y tu Raquel, ¿por qué sigues atormentándote de esta manera por lo sucedido? ¿Eres acaso capaz de entregar tu vida por el hombre, y no lo eres de perdonar? Ni te has perdonado a ti misma, ni has perdonado al hombre que has salvado la vida.
-Pero es que el ingrato… ¡quería mataros! ¿Cómo querías que reaccionara?
-Haciendo lo mismo que has hecho tú. Inmovilizándole, sencillamente eso, y no golpeándole luego con tanta rabia. Aquel hombre era presa del miedo. No era consciente de lo que hacía. Sin embargo tu sí.
-Es muy fácil hablar, Jesús, pero cuando estás en un momento tan crítico… ¡no puedes dominar los sentimientos!
-Vamos a estar en situaciones más álgidas y críticas que ésta, Raquel, y nuestra reacción va a ser esencial. ¡Hay que dominar esos sentimientos! Aunque sacrifiques tu vida por el hombre, si no hay amor, comprensión, caridad en tu corazón… ¡no servirá de nada! Ya se que es difícil, amigos…lo sé… Pero trabajad en ello, por favor. Esta actitud vuestra es muy importante, tanto para vuestro aprendizaje como para esta misión. No solo hay que ejercer el amor, hay que sentirlo, vivirlo, comerlo, darlo…Nosotros mismos tenemos que ser puro amor, amor en nuestra mente, amor en nuestro cuerpo, amor en nuestro espíritu…
Jesús hablaba. Felipe y Raquel guardaban silencio. Jesús calló y también guardó silencio. Durante unos minutos los tres permanecieron inmóviles, pensativos. Era la primera lección de Jesús, y especialmente para Raquel había sido muy dura. Su maldito carácter impulsivo…no era otra cosa que una carencia de amor. Le dolía tremendamente reconocerlo, pero rompió aquel silencio.
-Tienes razón, Jesús, he obrado sin amor. Pero… ¿cómo luchar contra un sentimiento tan contradictorio arraigado en mi corazón? Los sentimientos afloran en un segundo, en milésimas de segundo… ¿cómo controlarlos?
-No siendo tan impulsiva, Raquel. Ya tienes una batalla ganada, has reconocido tu defecto, tu carencia, ya eres consciente. Ahora, lo que tienes que hacer en todo lo que hagas, desde la tarea más pequeña a la más grande, es poner toda tu consciencia. Siempre que desees hacer algo, piensa si eres capaz de hacerlo por amor y con amor. Si solo fueses capaz de hacerlo por amor…a alguien…pero sin amor, es mejor que no lo hagas. Si lo haces…además…con amor, puedes hacer cualquier cosa, serías capaz de hacer hasta lo imposible.
Jesús observó que tanto Raquel como Felipe estaban un poco apesadumbrados. Así que se cargó de optimismo e intentó contagiárselo a sus dos amigos.
-¡Animo, amigos…! ¡Que esto es solo el comienzo…! Hay muchas cosas que cambiar, que pulir, que transformar…pero si algo hermoso hay entre nosotros es una sincera amistad y mucho amor. ¡Lo conseguiremos! Y ahora…como no tenemos furgoneta…me parece que habrá que andar un poco…Hay que llegar al campamento cuanto antes.
-Oye, Jesús…cuando sacaba a aquel militar del coche, he visto que llevaba grabado en su brazo un tatuaje, algo parecido a una serpiente… ¿sabes que significa ese símbolo?
-¿Estás segura de que era una serpiente, Raquel?
-¡Sí, seguro…! ¿Por qué?
-Es el símbolo de unos comandos especializados. Son grupos de militares que hacen todas las misiones sucias del ejército. Son crueles y muy peligrosos.
-Todos los ejércitos tienen un grupo de esos… ¡Pues sí que he tenido buena puntería…!
Los tres iban camino del campamento. Jesús iba pensativo y muy preocupado. Aquel detalle del tatuaje le tenía inquieto. Felipe, que andaba a su lado a la par, se había dado cuenta del mal momento que estaba pasando, pero no comprendía el por qué le daba su amigo tanta importancia.
-¿Jesús, que ocurre con ese tatuaje y ese comando especial…?
-Se trata de los comandos “serpiente”.
-Sí… ¿y qué…? Nosotros no tenemos nada que ver con ellos… ¿por qué te preocupan tanto?
-Tienes razón, Felipe, por ahora no deben preocuparnos… ¡Vamos, aceleremos el paso…hay que llegar cuanto antes!
Volvieron a acelerar de nuevo la marcha. Llevaban ya dos horas de camino, cuando empezaron a ver a lo lejos algunas construcciones del campamento. Respiraron fuerte y aliviados. Pero aquella tranquilidad pronto se vería alterada. Se oyeron también unos ruidos sordos. Cada vez eran más fuertes. Corrieron hacia el campamento. La gente corría por los callejones y campo a través huyendo de las bombas. Por fin, lo temido…los americanos habían decidido bombardear. Era fácil observar que el objetivo de los cazas no era la ciudad. Los aviones se limitaban a pasar sobre ella disparando algún que otro artefacto sin importancia sobre el asfalto de las carreteras. El verdadero objetivo era el campo de refugiados palestinos y todas las aldeas de alrededor.
Cuando llegaron al campamento, lo que sus ojos vieron, ninguno de los tres podría repetirlo más tarde. Aquel espectáculo era horrible, inhumano, cruel, apocalíptico. Felipe y Raquel nunca habían experimentado una cosa así. Habían visto las consecuencias de muchas guerras, sí, pero a través de la televisión y los medios de comunicación. Cadáveres de mujeres, ancianos, niños…todos ellos destrozados y humeantes se hallaban hacinados por doquier.
El hospital había sido totalmente destruido, la escuela…La mayoría de los heridos y del personal sanitario habían caído víctimas de los escombros y de las bombas. Para Raquel y Felipe, aquel horrendo espectáculo era una pesadilla. Felipe, con los nervios destrozados, se echó al suelo y rompió a llorar de rabia, impotencia, de dolor…golpeando una y otra vez con sus puños la tierra. Raquel no decía nada. Se quedó de pié, mirando fijamente el cuerpo mutilado de una niña que yacía en el suelo abrazada a su muñeca.
No había lágrimas ni emoción en su rostro. Algo se movía bajo los escombros del hospital, y Jesús percatándose de ello, corrió hacia el lugar. Comenzó a remover escombros, y poco a poco consiguió dejar libre medio cuerpo de su amigo y compañero Josué. Estaba completamente destrozado, pero todavía le quedaba un pequeño aliento de vida.
-¡Josué…amigo mío…!
-¡Este es el final, Jesús…, el final…del final…!
-Vamos a sacarte de aquí…tranquilo…
-No os molestéis…ya no merece la pena…ha llegado mi hora, como la de todos estos inocentes que yacen a mi lado…Jesús…escúchame… hay muchos niños escondidos en una cueva, cerca de aquí. Ir a buscarles pronto…están en peligro…fue el único lugar que encontré para protegerles…tuve un presentimiento, y me llevé a todos los que pude…Jesús…a ti te los entrego… ¡no permitas que los destruyan!
-¡Tranquilízate, Josué…iremos a buscarles enseguida, pero no hables más…y ponte en paz!
-No puedo irme todavía…todavía no…tengo que…
Felipe, saliendo de su estado emocional, se levantó del suelo, y viendo que sus dos amigos se encontraban arrodillados a unos pasos de él, fue donde ellos. Cuando llegó, al ver a Josué en aquel estado, volvió a derrumbarse.
-¡Josué…Josué…!
-Felipe…ven, acércate…
-Dime, hermano…estoy aquí…
-Felipe, ¡ayúdanos…ayúdanos a sobrevivir! No permitas que destruyan lo más preciado que tenemos. Tu que tienes la semilla…los conocimientos…y la fuerza…la fuerza del viento… ¡ayúdanos a combatirles! ¡Haz tuyo mi destino…y haz que germine la semilla…!
-¿Pero cómo puedo ayudaros?
-Lucha sin descanso…lucha por la paz…la libertad del corazón del hombre, lucha por la justicia, haz invencible…al…amor…se guerrero, un guerrero de la luz… ¡haz uso de tu poder!
-¿Pero de qué poder me hablas? Josué… ¡Responde, por favor! ¿De qué me habla, hermano…? No entiendo nada…
-Felipe…Josué ha partido.
-“Sangre de tu sangre…guerrero de la luz…haz uso de tu poder… ¿pero de qué me hablaba Jesús?
-Felipe, mira lo que Josué te ha dejado en la mano.
-Sí, es el medallón que siempre llevaba al cuello. Tenía un gran valor para él.
-¡Te lo ha entregado a ti, Felipe!
-¿No eras tu, Jesús, su mejor amigo? Es más justo que te lo quedes tú…
-Felipe, Josué lo puso en tus manos, sus motivos tendría, y te aconsejo que descubras cuáles fueron éstos cuanto antes. ¡Ese medallón es tuyo ahora! Ya te lo entregó en aquel sueño… ¿no te acuerdas?
Claro que se acordaba Felipe de aquel sueño. Cogió con ansiedad aquel medallón y se apresuró a ver la inscripción grabada. Se trataba de un águila real sobre un volcán. Felipe miró a Jesús, y éste le habló en silencio. Felipe comprendió que había llegado su momento. Ignoraba su responsabilidad, pero confiaba en su amigo.
-¿Es mi momento…verdad hermano?
-¡Sí, Felipe…pero ve tranquilo!
-Jesús, cuando vuelva… ¿estarás aquí, verdad?
-Sí, Felipe…y tu también, no lo dudes.
-Perdonarme lo dos si os dejo aquí tirados…pero ahora no soporto estar en este cementerio…
-¿Pero…Felipe…dónde vas?
-No lo sé, Raquel, pero necesito salir de aquí.
Felipe salió de aquel lugar camino del desierto.
-Jesús… ¿dónde va…? No lleva alimentos, ni agua… ¿a dónde pretende llegar?
-Raquel, necesita estar solo. No tardará mucho…mientras, nosotros intentaremos echar una mano aquí hasta que vengan refuerzos.
-¿Y por dónde empezamos? Los muertos ya no nos necesitan, y los que hayan podido sobrevivir están bajo los escombros… ¿son suficientes nuestras manos para liberarlos?
-Nos limitamos a comprobar si hay alguien con vida, y si no podemos socorrerles, al menos estaremos con ellos. Si lo único que podemos hacer por ellos es ayudarles a morir… ¡lo haremos! Vamos, chica valiente…sé que es muy desagradable, pero necesitas pasar por esto, princesa. Tienes que hacerte fuerte.
Raquel estaba muy nerviosa. A pesar de su experiencia como médico y de haber visto cuerpos destrozados por accidentes de coche en los quirófanos de urgencias, le resultaba insoportable aquel espectáculo. Eran cuerpos igualmente machacados y destrozados, pero con la diferencia de que éstos, habían sido obra humana. Sentía rabia, dolor, angustia, impotencia. Luchaba con todas sus fuerzas contra un sentimiento que empezaba a aflorar en ella: el odio. Pero…¿odio contra quien? Comenzó a quitar escombros con las manos y los pies con la esperanza de poder encontrar a alguien con vida. Pero de nuevo se vio sacudida por una visión espeluznante, que a pesar de su fortaleza, acabó de derrumbarla definitivamente. Se trataba de una mujer, que en el momento del bombardeo se disponía, quizá, a dar a luz. Su vientre abierto mostraba un trozo de carne sangrienta con aparente forma humana. El grito de Raquel fue seco y desgarrado. Fuera de sí, comenzó a gritar y a golpear todo aquello que encontraba a su paso.
Jesús, viéndola en aquel lamentable estado, corrió hacia ella con el propósito de hacerla reaccionar, pero tuvo que soltarle dos buenas bofetadas para sacarla de aquel ataque nervioso.
-¡Malditos…malditos…malditos!
-¡Raquel, reacciona! ¡Reacciona!
-Jesús es horrible….horrible….horrible………..
Jesús la abrazó contra él. Habría sido capaz de cualquier cosa por evitarle a Raquel aquella experiencia, pero era necesario. Necesario que ella se fortaleciera. Sabía perfectamente lo que sentía su corazón, y del desgarro que se había originado en su alma. Se sentía incapaz de consolarla en aquellos momentos, pues ni tan siquiera él podía asimilar aquello. Al cabo de un rato…Raquel se tranquilizó.
-¿Estás mejor, mi amor?
-¿Y tu quieres que ame a esos malditos, Jesús? ¿A esos asesinos de mujeres, de niños, y de personas indefensas? ¡En estos momentos solo deseo su muerte y su destrucción!
-Nosotros no somos quienes para juzgar al mundo, Raquel. Solo el Padre tiene esa potestad…y te aseguro que no hace uso de ella.
-El Padre…el Padre…el Padre…siempre está en tu boca…en tu pensamiento…y yo le amo…también le amo…pero en momentos como este no le entiendo… ¿Qué hace él por estos inocentes? ¿Por qué ha permitido todo esto?
-¡El no tiene nada que ver con esto, mi amor! Ha sido consecuencia de la degeneración del hombre.
-¿Y por qué el Padre lo ha permitido? ¿Por qué no ha destruido a todos estos aviones, antes de que probaran su puntería con toda esta pobre gente?
-Si el Padre se hubiese dedicado a destruir a todos los asesinos, infanticidas e indeseables del mundo…en cualquier época… ¡hace miles de años que este planeta se hubiese quedado vacío!
-¡No se habría perdido nada, créeme, Jesús…por primera vez en mi vida me avergüenzo de pertenecer a la raza humana!
-Raquel, todos estos inocentes no han muerto en vano. Este lugar será principio. Este es el lugar elegido, de nuevo, para el sacrificio. Esta sangre derramada hoy, se mezclará con la sangre del cordero, y así nacerá esa llama viva que hará renacer el volcán con toda su fuerza y poder.
-Me das miedo, Jesús, cuando hablas así.
-Mi amor, esto mismo te lo dije al principio, solo que con otras palabras. ¿Por qué te da miedo ahora?
-¿Es que todavía queda más sangre que derramar? ¿Es que esto no va a tener nunca un fin?
-Para que llegue ese momento, Raquel, hará falta todavía más sangre. La nuestra.
-Pero… ¿irremediablemente tendrá que ser la tuya, Jesús? ¿Y si resulta que todos nosotros somos buenos tiradores y al final tu no eres engullido por el pantano?
-Mi amor, no dudo de que seréis buenos tiradores, y que cuando llegue el momento, os meteréis en las mismas entrañas del pantano…pero este cuerpo, tendrá que ser destruido. Yo no voy buscando mi destrucción, Raquel. Soy un ser humano, y no me agrada ni me entusiasma apurar la copa del dolor, pero he venido a campo contrario, y tarde o temprano, aquel a quien he venido a hacer la guerra y a recuperar, dará conmigo, y no tendrá ninguna compasión, te lo aseguro.
-Dime, Jesús… ¿y tienen algo que ver con esto los comandos serpiente?
-¿Por qué me lo preguntas…o es quizá una afirmación?
-Soy muy observadora, Jesús. Hay cosas que se me escapan…las menos…pero la mayoría no. Y en estos momentos estoy captando que no te agrada en absoluto seguir hablando de este tema…
-No te equivocas, amor, no lo deseo. Habrá tiempo suficiente para tener que hablar de ello, pero hasta que llegue, intentemos ser felices y disfrutar lo que podamos en medio de esta tormenta. ¿Te parece?
-Como quieras.
-¡Y no quiero verte triste! ¡Estás mucho más guapa cuando sonríes!
-Jesús… ¿quien era Josué?
-¿No lo sabes, Raquel?
-¿Cómo voy a saberlo? Si ni siquiera le conocía personalmente…
-Raquel, hay un nombre, una identidad que te está rondando por la cabecita. Cuando oíste hablar a Josué con Felipe, enseguida supiste quien era.
-Pero Jesús…son tonterías de mi imaginación…Son ideas absurdas que no vienen a cuento de nada.
-Esas ideas que tú crees tan absurdas, no lo son. Es, sencillamente, el conocimiento que se te está dando. ¡No lo ignores, Raquel! Deja que aflore tu inconsciente, es tu patrimonio experimental. Y ahora soy yo el que te pregunta a ti: ¿Quien es Josué?
-¡Juan el Bautista!
-¡Sí, es Juan el Bautista!
-¿Es el mismo ser que Felipe vio en el sueño?
-¡Si, era el!
-Entonces, Jesús…también el Bautista, Juan, se quedó contigo. El no marchó tampoco, como lo hicieron los demás…
-Juan el Bautista es una fuerza, una energía con personalidad propia. Así como yo he regresado de nuevo con un cuerpo, con el mío, pero con una densidad de tercera dimensión, Juan el Bautista no puede encarnar. Es su espíritu el que se proyecta sobre las personas. Josué era, es un hermano mío, nuestro, que como vosotros estaba experimentando en esta generación, y se ofreció voluntario para ser compenetrado por esta Fuerza. El ha sido víctima de esta lucha de la que tantas veces te he hablado. Su cuerpo ha sido destruido, y esa energía necesitaba de otro cuerpo, de un templo humano para seguir realizando su misión. Felipe aceptó. Aquella Fuerza, a través de la revelación, le invitó a ser su portador, y cuando Felipe aceptó en el nivel inconsciente, fue a nivel consciente que Josué le traspasó toda su energía.
-¿Y que significado tiene el medallón?
-Ese medallón que has visto es un símbolo. Dime, Raquel… ¿de qué material crees que es?
-Pues por el color y su aspecto…de bronce.
-Pues no se trata de ningún metal. Es pura energía. El hombre solo alcanza a ver su simbolismo. Para nuestros ojos se trataba de algo sólido, contundente, pero la realidad es que es pura energía. ¿Entiendes lo que te digo?
-Estoy en ello, Jesús…estoy en ello…
-No te preocupes, princesa…lo comprenderás a su debido tiempo. Solo te pido que aunque haya muchas cosas que no entiendas…confía en mí. Yo os enseñaré todo, pero para ello tendrás que tener plena confianza en mí.
-Mi amor…sabes que es así… ¿por qué me lo pides…si ya lo sabes?
-Porque me gusta escucharlo de ti, princesa…
-Jesús…no me siento con ánimo de seguir haciendo de enterrador, pero hay que hacerlo…
Una decena de hombres y mujeres se unieron a los dos en la tarea, triste y dolorosa, de localizar primero a heridos, y luego a los ya fallecidos, removiendo escombros, con la esperanza de poder encontrar a alguien con vida atrapado. La labor no era fácil. La mayor parte de los cadáveres estaban calcinados. Al momento, varios vehículos de la cruz roja internacional se incorporaron y comenzó la misión de prevención, que consistía en recuperar a los heridos y trasladarlos a los hospitales de Jerusalén, y en quemar rápidamente todo aquello que pudiera desencadenar una epidemia.
-Raquel…aquí ya no hacemos falta. Es mejor que ahora nosotros vayamos a localizar a los niños.
-Jesús… ¿qué vamos a hacer con ellos? Muchos se habrán quedado sin familia y sin hogar.
-Pues lo primero sacarlos de aquellas cuevas, y luego… ¡ya veremos!
-¿No crees que estarán más seguros allí? Esos malditos aviones pueden regresar.
-No lo creo. Dime… ¿han dejado algo que merezca la pena bombardear de nuevo? ¡Lo han destruido todo! Te aseguro, mi amor, que nada ni nadie volverá a atentar contra la vida de esos inocentes.
Era la primera vez que Raquel oía un tono tan duro en la forma de hablar de Jesús. Por primera vez le veía indignado, dolido. Había una gran dureza en su rostro.
-¿Vienes, Raquel?
-Sí…claro…
Los dos se dirigieron hacia uno de los oficiales de la cruz roja. Le expusieron el caso y no dudaron en prestarles una de las ambulancias para comenzar la búsqueda de los niños. No podían ayudarles con mano de obra humana, pues tenían prioridades en el campamento, pero aquel vehículo era necesario para adentrarse en el desierto.
Llevaban algunos minutos de trayecto, cuando de repente, a pocos metros de ellos, vieron un bulto sobre la arena. Parecía un hombre. Pararon el vehículo, se acercaron y volvieron aquel cuerpo que permanecía boca abajo y cubierto de arena. Aparentemente aquel hombre parecía muerto. Cuando Jesús volteó aquel cuerpo, vieron que se trataba de Felipe.
-¡Dios mío…es Felipe…está…está muerto…!
-¡No, no está muerto, Raquel!
-Pero no tiene pulso…y fíjate en sus pupilas…
-¡Felipe vive! ¡Fíjate en su pecho!
Raquel dejó al descubierto el pecho de su amigo y pudo comprobar que el medallón que le entregara Josué y que se colgó del cuello antes de salir del campamento, había desaparecido, pero sin embargo, la grabación del águila y del volcán se hallaba grabada como a fuego sobre el lacerado pecho de su amigo.
-¡Dios mío, Jesús…no entiendo nada! ¿Pero qué está pasando…puedes explicármelo? Tiene el pecho totalmente quemado… ¿Quién ha podido dejarlo así?
-Felipe estará bien en unos instantes…eso sí, dale un poco de agua, pero que la beba poco a poco…
-Jesús, ¿qué significa esa señal en su pecho?
-Esa señal, Raquel, la ha llevado Felipe desde su nacimiento. Es una semilla que ha germinado. Josué, en el momento de morir, le transmitió su fuerza, y es la que ha hecho que la semilla terminase de germinar…la semilla del Bautista.
-Entonces…cuando Felipe vuelva en sí… ¿quien será…Felipe o el Bautista?
-Seguirá siendo Felipe, mi amor, nuestro hermano y amigo, pero con un nivel distinto y más alto de consciencia. Es lo mismo que sucederá con vosotros. Cuando yo sea destruido, como Josué, vosotros dos seréis portadores de mi fuerza y de mi energía, y ella hará germinar en vosotros la semilla crística.
-Has dicho de “vosotros dos”. ¿Quien es el otro?
.-A ti…y al que ha de venir…
-¿Te refieres a mi alma gemela?
-¡Claro!
-Pero Felipe…no tiene todavía esa alma gemela… ¿por qué?
-Sí que la tiene…Y le está esperando. Ese encuentro no será aquí, pero en el momento en que Felipe vuelva a España… la encontrará.
-Sabes Jesús…”La Celestina” a tu lado…es una vulgar aprendiza…
Aquella respuesta de Raquel, hizo que la tensión de Jesús y su malestar se transformaran en su sonrisa tan peculiar.
-Jesús…mira…ya está abriendo los ojos…y la marca del pecho ha desaparecido.
-Jesús…Raquel… ¿qué ha sucedido? ¿Por qué estoy aquí?
-¿No recuerdas nada?
-Lo último que recuerdo fue el bombardeo…y la muerte de Josué…luego me marché del campamento…pero ya no recuerdo nada más…
-Cuando llegamos a ti, estabas boca abajo, sin pulso y aparentemente muerto. Tenías todos los síntomas de un fiambre.
-Pues no lo sé, os lo aseguro, no sé qué hago aquí…
-No te preocupes, hermano, ya recordarás…ahora, si te sientes con fuerzas, lo más urgente es ir a localizar a los niños. Pueden estar en peligro.
-Bien, pero entonces… ¿por qué habéis venido por aquí? Este no es el camino. Las cuevas que decía Josué están más al Oeste. Es fácil llegar hasta allí. No hay pérdida.
-Pero Felipe…
-Si…Raquel…
-No, nada…se me ha ido lo que quería decirte de la cabeza…
-Felipe, sube tú al volante…Raquel y yo pasamos atrás. Tú conoces mejor que nosotros el camino.
-¡De acuerdo! Llegaremos enseguida.
Raquel y Jesús montaron en la parte trasera de la ambulancia, mientras Felipe se sacudía de la ropa la arena. Ella, acercándose al oído de Jesús, le susurró…
-Jesús…Josué no dijo nada del emplazamiento de las cuevas, y Felipe no conoce para nada esta zona… ¿cómo lo sabe?
-¿Y cómo supiste tu... quien era Josué… quien te lo dijo a ti…?
Raquel, ante la pregunta respuesta de su amigo, sonrió y guardó silencio. Seguía sin comprender, pero tenía la seguridad de que en algún momento lo haría.
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