lunes, 2 de mayo de 2016
LIBRO ARPAS ETERNAS (Josefa Rosalia Luque)
DESDE EL LEJANO ORIENTE
Capitulo VIII (Quarto Escrito)
Desde años sabíamos que la conjunción de Júpiter y Saturno con el concurso en segundo término de Marte, marcaría el momento preciso del advenimiento del Verbo de Dios al plano físico. “Si le hemos observado de tan minuciosa manera, es para comprobar que estamos en posesión de la gran verdad. “En cada cuerpo humano, está grabado de inequívoca manera el grado de evolución de la Inteligencia que la anima; la capacidad de amor, de sacrificio, de dominio de sí mismo, su fuerza mental de irradiación y su fuerza de atracción, su magnetismo espiritual y su magnetismo personal, el poder de asimilación de todas las fuerzas vivas del Universo, y el poder de transmisión de esas fuerzas a todos los seres y a todas las cosas.
“Y todo ello lo hemos encontrado en grado superlativo en este cuerpecito, niño de diez meses y veinticinco días.
Unido a todo esto, su nacimiento en el preciso momento de la conjunción planetaria ya mencionada, de una madre que es un arpa viva de vibraciones sutilísimas, donde jamás tuvo cabida el mal pensamiento, la verdad está tan manifiesta, que se necesitaría ser muy pobre de inteligencia para no comprenderla.
En un caso como éste, es de todo punto imposible la duda añadió Gaspar–. “Es aún mucho más manifiesta la gran verdad de lo que fue en Moisés, debido a una impresión espantosa de la madre estando el niño próximo a nacer, estuvo a punto de nacer mudo, defecto que fue subsanado por las Inteligencias Superiores, quedando no obstante en él cierta dificultad al hablar, lo cual lo habituó a ese hablar reposado y lento de los ancianos en general.
Y en Krishna se notó una ligera deficiencia en los órganos visuales debido, según algunos sabios, al largo período de obscuridad en que pasó la madre encerrada en un calabozo hasta el nacimiento del niño, perseguido por un usurpador desde antes de nacer. Mas, Yhasua debía ser por suprema lógica, la suma de todas las perfecciones morales, espirituales y físicas o sea: la superación sublime del hombre que traspasa el último dintel del reino humano, para entrar a formar parte del Reino Divino, o sea, nada más que un poderoso receptor y transmisor de la Energía Eterna, de la Luz Increada y del Supremo Amor, causa y origen de cuanto alienta en el Universo. Y en el cuerpo de este niño está escrito que será todo eso.
¡Oh, Yhasua!... ¡Yhasua!..., –exclamó Melchor, cayendo de rodillas a los pies de Myriam, que tenía al niño en brazos, y besando sus piececitos que quedaban a la altura de los labios temblorosos de emoción del príncipe moreno–. ¡Yhasua!... ¡Yhasua!..., ¡que das a la materia humana el beso final, porque la has superado para siempre a fuerza de abnegación y de heroísmos!...
Y los extranjeros unos en pos de otros fueron haciendo lo mismo, pues comprobada la gran verdad, rendían homenaje a la Divinidad hecha hombre, como el perfume hecho flor, como la chispa convertida en hoguera, ¡como el rayo de luz en crepúsculo de oro!
A Myriam le hicieron numerosas recomendaciones referentes a su alimentación, que debía ser a base de leche, miel, frutas, hortalizas frescas, legumbres, cereales y agua de manantial.
Le enseñaron a preparar licores de jugo de naranja, de cereza, de uva y de manzana. Le aconsejaron un preparado de jugo de uva con aceite puro de oliva, para dar al niño una fricción suave cada dos días: en el tórax y el plexo solar, y en la espina dorsal. Y en la época de las naranjas, el mismo procedimiento con jugo de naranjas bien maduras y aceite puro de olivas.
De la combinación perseverante de ambos procedimientos, resultaría la perfecta normalidad del sistema circulatorio de la sangre, y un sistema nervioso perfectamente tranquilo y sereno. Y añadieron los sabios maestros: La madre carnal del Verbo de Dios, debe saber cuán delicada es esta divina maternidad y qué cúmulo de responsabilidades implica el haber dado vida física a un Dios hecho hombre.
Y dejándole un bolsillo lleno de monedas de oro, le dijeron: Esto para que nada falte a vuestro cuidado personal y al de vuestro hijo. Cada veinte lunas vendrá un mensajero enviado nuestro, que nos llevará informaciones vuestras y del niño. Vendrá entre las caravanas de mercaderes, y se hará conocer de vosotros por un anillo igual a éste.
Y le dejaron uno de ellos para que los padres de Yhasua identificaran la procedencia del mensajero.
¡Mujer bendita entre todas las mujeres! –le dijeron antes de partir–. “Que ninguna inquietud ni temor agite tu alma mientras el niño se alimenta de tu seno.
Aún cuando veas que la naturaleza niega agua a los campos y que vuestros árboles por sequía no den frutos, y que vuestros huertos se agotan y se secan; o que el granizo se lleva vuestras legumbres y cereales, o tu marido se vea lleno de dificultades en sus medios de vida... Piensa solamente que la Providencia Divina ha tendido sus redes alrededor vuestro, y que todo ha sido ya previsto por los seres elegidos por la Divinidad como instrumentos suyos, para que se cumplan sus designios en éste niño-Salvador de la humanidad.
Y Myriam, la dulce Myriam los escuchaba, mirándolos con sus grandes ojos húmedos de llanto, y preguntándose a sí misma, si aquellos venerables viajeros no serían arcángeles de Jehová, como los que visitaron a los antiguos Patriarcas en momentos solemnes de sus vidas. ¡Ella tan insignificante y pequeña, se veía embargada por el asombro, ante la magnánima solicitud de aquellos extranjeros venidos de tan lejanas tierras!... Durante el festín de despedida que se empeñaron en ofrecerles Elcana y Sara, al cual asistieron los amigos esenios de su intimidad, resolvieron entre todos, llevar a los viajeros por el camino del Monte Quarantana y dejarlos en ese pequeño santuario esenio, de donde serían conducidos hasta el Gran Santuario de Moab. Allí, los Setenta les esperaban para confeccionar un vasto programa de preparación, a fin de que todas las Escuelas de Divina Sabiduría secundaran la obra apostólica del Gran Mensajero Divino, que había descendido en medio de la humanidad. Los dos Levitas que les condujeron a Betlehem, no podían prolongar más su ausencia del Templo y regresaron a Jerusalén. Alfeo, Josías y Eleazar, aquellos tres amigos esenios que presenciaron las manifestaciones astrales y etéreas la noche del nacimiento de Yhasua, se ofrecieron para conducir a los viajeros por el mismo camino que ellos hicieron. Eleazar, padre de cinco hijos pequeños, dejó encomendada su prole a su compañero Elcana y Sara, quienes les llevaron a su casa hasta la vuelta de su padre. Fue siempre la hospitalidad la virtud sobresaliente de los esenios, y una de las más bellas manifestaciones de fraternidad a que llegará la humanidad en el siglo venidero. Y apenas se inició la primavera con el gorjeo de los pájaros y el florecer de las glicinas y las azucenas, Myriam y Yhosep se dispusieron también a regresar a su abandonada casita de Nazareth. Aprovecharon el viaje de seis terapeutas de Beth-peor que se dirigían a Samaria y Galilea en busca de niños enfermos y abandonados de que habían tenido aviso. De paso, se detuvieron un día en Jerusalén en visita de despedida a Lía y sus hijas. Encontraron que el viejecito Simeón se hallaba atacado de reuma agudo en las piernas, el cual le arrancaba gemidos de dolor por cualquier movimiento. Susana la sensitiva, tomó al pequeño Yhasua en sus brazos y corriendo al lecho del tío lo puso sobre sus extremidades doloridas diciéndole: —El Cristo-niño te curará, –el niño quedóse dormido y al cuarto de hora el anciano dormía también, despertándose luego sin dolor alguno.
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Igual te resuena e igual no te resuena la verdad de alguien o el mensaje de alguien, está perfecto lo importante es el mensaje y no el mensajero....y repitiendo si te resuena tómalo si no déjalo pasar... no es para ti... mas también justo es a esto que se nos invita a no tener ningún ídolo, ningún Avatar, nadie a quien seguir... solo sigue tu propio corazón… justo de esto habla de los falsos profetas marcando a alguien en particular... pues todos somos maestros y alumnos a la vez y no en si el vehículo llamado cuerpo, y no la personalidad, sino el mensaje que llega a través nuestro o a través de los otros.
Continua....
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