Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú) Introducción
A Laura Szmuch, la educadora que reforesta corazones. A María Rocha Flores, por sus insaciables ganas de crecimiento y a todos los que se declaren felices, el mejor acto de rebeldía en este tiempo.
Chamalú
Yo solía ser de las personas que buscaba a la felicidad corriendo, la buscaba en todas partes y al apuro… dentro de una billetera, detrás de una relación, delante de un objetivo o encajada en un futuro que nunca llegó… . Fue entonces cuando, tropezándose en ese apedreado camino, mis pies se encontraron con Chamalú… él y una dosis de sus enseñanzas desviaron mi mirada del camino para dirigirla a mi interior y fue entonces cuando vi por primera vez a la felicidad sentada dentro de mí, esperándome impaciente. Este libro, el cual me honra presentar, en realidad no son solo hojas y letras… es una invitación a tu vida, de la que tal vez hace mucho y sin darte cuenta, te has ausentado. Chamalú tiene la auténtica costumbre de pasar de largo por la mente del lector para conversar directamente con su corazón. La mezcla de su poesía y sabiduría hacen que este libro tenga un sabor completamente nuevo y envolvente, es como sentirse acompañado por él en medio de conversaciones íntimas y grandes enseñanzas. Te invito a que te contagies de su rebeldía, libertad y amor por la vida. Despójate de todo lo que has aprendido hasta hoy sobre la felicidad y permite que las 34 revelaciones, contenidas en las cartas de este libro, sean tu guía al reencuentro con ella por un camino sin metas, sin pasos y sin más esperas.
Luana Mor
Introducción
El único requisito para ser feliz es darse cuenta de que estamos vivos, en breve visita a la Tierra.
La felicidad no consiste en tener muchas cosas, sino en saber disfrutar de lo que se tiene; tampoco se trata de carecer de dificultades como la gente cree, sino de aprender y crecer con ellas, porque, en el fondo, la felicidad no es el objetivo, es el medio para cumplir nuestra misión.
La felicidad tiene los colores del arcoíris; se puede ser feliz de muchas maneras, al punto que ni siquiera el llanto debería interrumpir la felicidad.
Soy Chamalú y, desde el otoño de mi vida, mientras observo pasar transeúntes y días del calendario, he decidido escribirte. Hoy me levanté tarde. Adentro, corrían los pensamientos, como niños huyendo de la escuela. Me despertó una voz familiar, mi silencio no duró mucho. «Hoy es la fecha elegida para escribir las cartas secretas», me dije a mí mismo y descendí de los brazos de la noche. En mi pueblo aún cantan los pájaros, las flores todavía recuerdan su perfume. «¿Qué es la felicidad?», me pregunto con frecuencia. «Es urgente redefinirla», me respondo mientras el desayuno se modela por mi cuerpo.
«La felicidad se hace en casa», comienzo a desgranar pensamientos y a transcribirlos.
Si permitimos que el entorno y sus circunstancias nos hagan felices, también estaremos dándoles poder para hacernos infelices en cualquier momento. La felicidad es voluptuosa por autosuficiente, es una elección, ella se siente soberana, sabe que si fluimos, si nos soltamos, estaremos en el camino a la vida, traducido en acción plena, en pensamiento lúcido, en acción impecable que a su vez incluye una modalidad perceptiva hecha a la medida de cada uno; porque si somos únicos, la felicidad de cada uno será tan íntima como profunda, tan personal como irrepetible.
La felicidad es la chispa de la vida, es suficiente para desentumecer el alma educada de esta civilización; más que un estado de ánimo, es un estado del ser, una frecuencia vibratoria que no es ni debería ser influida desde afuera.
Felicidad es esa energía que hace crujir cada momento, revistiendo de luz la existencia; es la contemplación total de la vida, es ignorar a la infelicidad y sumergirse en vivir el instante y desde él adherirse a la eternidad, reservada para quienes profundizan. Esta carta, estas claves, sobrevivieron a muchos inviernos aquí. Ahora quiero compartir contigo otro modo de palpar la vida en su versión plena, después de haber constatado que la felicidad no brota de adentro, del trabajo interior, es mentira, porque la felicidad está a favor de la vida.
¿Sabías que la felicidad es prosperidad existencial, que ella solo depende de ti, que es escurridiza para quien no aprendió a fluir, que no tiene por qué ser momentánea pues es un estado de conciencia? ¿Sabías que la felicidad es el milagro que tienes permiso de realizar? En el relato fundacional de los indígenas barí, que habitan a ambos lados de la frontera entre Colombia y Venezuela, su creador les dice: «Serán siempre felices y sonrientes». Por eso ellos creen que es malo enfadarse.
Para los mayas, de México y América Central, ser feliz es tener el corazón contento.
Lo mismo creen otras etnias suramericanas como los chunikai, para quienes salud y felicidad son sinónimos; los piara, que conciben la felicidad como el goce de compartir con los otros; y los oriana, quienes consideran que la felicidad es una fiesta. Quizá el hombre urbano y civilizado precise redefinir con urgencia el término «felicidad», porque la definición convencional ensombrece el bienestar y aprisiona la libertad, ingrediente fundamental de la felicidad.
La felicidad es una manera de ir por la vida, es una provocación impostergable para los que se niegan a ser felices, porque la felicidad no admite máscaras ni simulacros, ella solo se siente cómoda transitando por los senderos de la transparencia y habitando el territorio de la coherencia.
La felicidad no depende de afuera, de las circunstancias.
La felicidad es la capacidad de vibrar con cada instante, aprendiendo de todo lo que pasa, creciendo con todo lo que ocurre; es una decisión personal que comienza con dejar de buscar afuera lo que se construye por dentro.
La piel de la felicidad es suave, está preparada para todo, por eso es la puerta al cielo, a pesar de que en esta época ser feliz es ir en contra de la corriente.
Felicidad es disfrutar de lo que se tiene, sin renunciar a soñar bienestares mayores.
La felicidad es una opción, porque comienza con una valiente decisión, una percepción, es decir, una modalidad interpretativa que incluye su propio paradigma, pero también con una actitud susceptible de convertirse en un estilo de vida.
Es mentira que sea complicado ser feliz, en verdad, solo se trata de darnos el permiso para asomarnos al valor de nuestra vida diaria, elegir la fecha en la que nos declararemos felices y desatar toda la voluntad para que, desde el día elegido, átomos felices pueblen nuestros cuerpos energéticos, hablándonos de ausencias y eternidades, de mariposas con alas transparentes y cosas que son ciertas pero no en esta realidad. Con frecuencia me preguntan si es posible ser feliz en las circunstancias actuales.
Sin duda la respuesta es afirmativa, empero es preciso, además de redefinir la felicidad, aprender a ser feliz, invertir tiempo y energía en ese aprendizaje y convertir a la felicidad en el ideal más urgente.
Vivir sin felicidad es una catástrofe, los informativos nos lo recuerdan cada día. Está claro que la felicidad que no brota del interior es mentira, que elegir ser feliz es la mejor decisión, que la felicidad está a la vuelta de la esquina de tu vida, que no es higiénico continuar viviendo con las ganas siempre postergadas, con los anhelos insatisfechos, con el autoengaño a flor de labios, que induce a quienes viven sin felicidad a decir que están bien, cuando resulta indisimulable el olor de su alma podrida. Ocurre que la felicidad está dormida en los dormidos, que precisas olvidar todo lo que te dijeron sobre la felicidad, porque ella es como el aire: no lo puedes atrapar, pero lo puedes respirar. La felicidad la puedes saborear, incluso compartir. Vivir debe ser un reportaje a la felicidad, entonces ella será el mejor lugar para existir dignamente.
De eso vine a escribirte en estas cartas, quiero compartir contigo los frutos del árbol de mi vida, algunas flores del jardín de mi corazón y el perfume de mi experiencia, disponible al oído atento. Es verdad, he olvidado muchos rostros, sin embargo, mi felicidad está de pie y trajo al entusiasmo consigo, para precipitar tus átomos y decirte: «El futuro ha llegado, la esperanza está presente y los sueños hartos de pasearse a la intemperie de una vida sin bienestar constante».
Quiero confesarte que he desatado toda mi libertad y en su presencia he hilvanado collares de enseñanzas para quienes quieran, sin más preámbulo, declararse felices.
No te mueras sin haberte declarado feliz.
Permite que la semilla del amor germine en el terreno de la felicidad, para que sus frutos de libertad den las semillas de la paz. ¿Sabías que cada instante no vuelve nunca más?
La próxima cita se llama infelicidad inducida, es decir, lo que no te dijeron de la silenciosa fabricación de la infelicidad… Esto no va a quedar así.
Continua.....
Introducción
El único requisito para ser feliz es darse cuenta de que estamos vivos, en breve visita a la Tierra.
La felicidad no consiste en tener muchas cosas, sino en saber disfrutar de lo que se tiene; tampoco se trata de carecer de dificultades como la gente cree, sino de aprender y crecer con ellas, porque, en el fondo, la felicidad no es el objetivo, es el medio para cumplir nuestra misión.
La felicidad tiene los colores del arcoíris; se puede ser feliz de muchas maneras, al punto que ni siquiera el llanto debería interrumpir la felicidad.
Soy Chamalú y, desde el otoño de mi vida, mientras observo pasar transeúntes y días del calendario, he decidido escribirte. Hoy me levanté tarde. Adentro, corrían los pensamientos, como niños huyendo de la escuela. Me despertó una voz familiar, mi silencio no duró mucho. «Hoy es la fecha elegida para escribir las cartas secretas», me dije a mí mismo y descendí de los brazos de la noche. En mi pueblo aún cantan los pájaros, las flores todavía recuerdan su perfume. «¿Qué es la felicidad?», me pregunto con frecuencia. «Es urgente redefinirla», me respondo mientras el desayuno se modela por mi cuerpo.
«La felicidad se hace en casa», comienzo a desgranar pensamientos y a transcribirlos.
Si permitimos que el entorno y sus circunstancias nos hagan felices, también estaremos dándoles poder para hacernos infelices en cualquier momento. La felicidad es voluptuosa por autosuficiente, es una elección, ella se siente soberana, sabe que si fluimos, si nos soltamos, estaremos en el camino a la vida, traducido en acción plena, en pensamiento lúcido, en acción impecable que a su vez incluye una modalidad perceptiva hecha a la medida de cada uno; porque si somos únicos, la felicidad de cada uno será tan íntima como profunda, tan personal como irrepetible.
La felicidad es la chispa de la vida, es suficiente para desentumecer el alma educada de esta civilización; más que un estado de ánimo, es un estado del ser, una frecuencia vibratoria que no es ni debería ser influida desde afuera.
Felicidad es esa energía que hace crujir cada momento, revistiendo de luz la existencia; es la contemplación total de la vida, es ignorar a la infelicidad y sumergirse en vivir el instante y desde él adherirse a la eternidad, reservada para quienes profundizan. Esta carta, estas claves, sobrevivieron a muchos inviernos aquí. Ahora quiero compartir contigo otro modo de palpar la vida en su versión plena, después de haber constatado que la felicidad no brota de adentro, del trabajo interior, es mentira, porque la felicidad está a favor de la vida.
¿Sabías que la felicidad es prosperidad existencial, que ella solo depende de ti, que es escurridiza para quien no aprendió a fluir, que no tiene por qué ser momentánea pues es un estado de conciencia? ¿Sabías que la felicidad es el milagro que tienes permiso de realizar? En el relato fundacional de los indígenas barí, que habitan a ambos lados de la frontera entre Colombia y Venezuela, su creador les dice: «Serán siempre felices y sonrientes». Por eso ellos creen que es malo enfadarse.
Para los mayas, de México y América Central, ser feliz es tener el corazón contento.
Lo mismo creen otras etnias suramericanas como los chunikai, para quienes salud y felicidad son sinónimos; los piara, que conciben la felicidad como el goce de compartir con los otros; y los oriana, quienes consideran que la felicidad es una fiesta. Quizá el hombre urbano y civilizado precise redefinir con urgencia el término «felicidad», porque la definición convencional ensombrece el bienestar y aprisiona la libertad, ingrediente fundamental de la felicidad.
La felicidad es una manera de ir por la vida, es una provocación impostergable para los que se niegan a ser felices, porque la felicidad no admite máscaras ni simulacros, ella solo se siente cómoda transitando por los senderos de la transparencia y habitando el territorio de la coherencia.
La felicidad no depende de afuera, de las circunstancias.
La felicidad es la capacidad de vibrar con cada instante, aprendiendo de todo lo que pasa, creciendo con todo lo que ocurre; es una decisión personal que comienza con dejar de buscar afuera lo que se construye por dentro.
La piel de la felicidad es suave, está preparada para todo, por eso es la puerta al cielo, a pesar de que en esta época ser feliz es ir en contra de la corriente.
Felicidad es disfrutar de lo que se tiene, sin renunciar a soñar bienestares mayores.
La felicidad es una opción, porque comienza con una valiente decisión, una percepción, es decir, una modalidad interpretativa que incluye su propio paradigma, pero también con una actitud susceptible de convertirse en un estilo de vida.
Es mentira que sea complicado ser feliz, en verdad, solo se trata de darnos el permiso para asomarnos al valor de nuestra vida diaria, elegir la fecha en la que nos declararemos felices y desatar toda la voluntad para que, desde el día elegido, átomos felices pueblen nuestros cuerpos energéticos, hablándonos de ausencias y eternidades, de mariposas con alas transparentes y cosas que son ciertas pero no en esta realidad. Con frecuencia me preguntan si es posible ser feliz en las circunstancias actuales.
Sin duda la respuesta es afirmativa, empero es preciso, además de redefinir la felicidad, aprender a ser feliz, invertir tiempo y energía en ese aprendizaje y convertir a la felicidad en el ideal más urgente.
Vivir sin felicidad es una catástrofe, los informativos nos lo recuerdan cada día. Está claro que la felicidad que no brota del interior es mentira, que elegir ser feliz es la mejor decisión, que la felicidad está a la vuelta de la esquina de tu vida, que no es higiénico continuar viviendo con las ganas siempre postergadas, con los anhelos insatisfechos, con el autoengaño a flor de labios, que induce a quienes viven sin felicidad a decir que están bien, cuando resulta indisimulable el olor de su alma podrida. Ocurre que la felicidad está dormida en los dormidos, que precisas olvidar todo lo que te dijeron sobre la felicidad, porque ella es como el aire: no lo puedes atrapar, pero lo puedes respirar. La felicidad la puedes saborear, incluso compartir. Vivir debe ser un reportaje a la felicidad, entonces ella será el mejor lugar para existir dignamente.
De eso vine a escribirte en estas cartas, quiero compartir contigo los frutos del árbol de mi vida, algunas flores del jardín de mi corazón y el perfume de mi experiencia, disponible al oído atento. Es verdad, he olvidado muchos rostros, sin embargo, mi felicidad está de pie y trajo al entusiasmo consigo, para precipitar tus átomos y decirte: «El futuro ha llegado, la esperanza está presente y los sueños hartos de pasearse a la intemperie de una vida sin bienestar constante».
Quiero confesarte que he desatado toda mi libertad y en su presencia he hilvanado collares de enseñanzas para quienes quieran, sin más preámbulo, declararse felices.
No te mueras sin haberte declarado feliz.
Permite que la semilla del amor germine en el terreno de la felicidad, para que sus frutos de libertad den las semillas de la paz. ¿Sabías que cada instante no vuelve nunca más?
La próxima cita se llama infelicidad inducida, es decir, lo que no te dijeron de la silenciosa fabricación de la infelicidad… Esto no va a quedar así.
Continua.....
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/
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