domingo, 12 de junio de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) carta-3ª

Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú) Carta-3




Carta-3

Ella duerme hasta tarde, se levanta cansada, se emociona con una buena noticia, grita descontrolada a mediodía, se deprime por la tarde, saca de paseo su adicción a la hora vespertina. 
Él se acuesta al amanecer, el alcohol es su mejor amigo, desconoce su misión y la felicidad le parece sospechosa; el desorden de su habitación se parece a la confusión mental que le caracteriza. Una pareja incinera los últimos pedazos de un sentimiento compartido; él la recuerda inestable, ella solo evoca sus ronquidos. Todo esto es lo que se llama una vida normal en la cual ya nadie se plantea la felicidad como condición natural de existencia; cada uno se resigna a vivir saltando de una alegría sintética a otra, de una dependencia a otra, mientras surfean emociones que no controlan al interior de una vida que no conocen. El secreto mejor guardado de la felicidad es que no hay secretos para ser feliz, no hay camino; en cambio, existen muchos pasos para lograr la anhelada felicidad, buscada por todos en el lugar equivocado. 
Comencemos admitiendo que la felicidad es posible y está al alcance de todos, de todos los que se preparen e inicien en el sagrado arte de vivir. ¿Requisitos para ser feliz? 
Ninguno, solo darte cuenta de que estás vivo y que esto es lo más maravilloso que podía ocurrirte. 
Solo necesitas una oportunidad para ser feliz y es esta. 
Es posible ser feliz, acordamos esto, empero es preciso saber que el color, el tono de la felicidad puede ir cambiando, porque ella no es un lugar al que se llega sino una forma de avanzar. Valora todo oportunamente. 
Quizá debas comenzar aprendiendo a conocerte, a amarte y relajarte, recuerda que la felicidad depende en gran medida de lo que pensamos, de las emociones que tenemos, de los actos que realizamos, de los hábitos que poseemos. Podríamos decir que ser feliz es fácil, empero cada uno deberá desarrollar las destrezas para mantener esa felicidad lograda.
La flor es la felicidad de la planta que luego posibilita el fruto del amor y la semilla de la paz, en el amplio ambiente de la libertad. No pidas permiso para ser feliz, la vida incluye esa suprema autorización, si quieren, el miedo y la soberbia pueden irse, la felicidad no requiere nada más que sentirse viva, germinando en el hueco de cada instante. 
En la felicidad cabe todo, desde solidaridades intensas, hasta amores incondicionales, desde paciencia infinita hasta montañas de creatividad. Parece caótica la topografía de la felicidad, empero es solo su perfil permanentemente innovador, por eso no se puede pensar en recetas para ser feliz, porque ella es siempre íntima y personal, abrazadora como el calor del desierto, creciente como la luna aspirando a llena, silenciosa como el rocío, majestuosa como el amanecer. 
Cuando viajé por primera vez a la gran ciudad, contemplé con asombro infelicidades brotando por las grietas del asfalto de esta civilización. 
No había perfume en sus arterias y la inocencia estaba cubierta de miedo. La esperanza estaba derribada y el optimismo había sido enviado al fondo a la derecha. No fue fácil responder las preguntas que me hacía mi conciencia, en especial aquella que esa noche salió de golpe de un callejón oscuro de mi memoria y me interrogó acerca de la muerte de la felicidad. 
Esa duda echó raíces en el jardín de mi corazón durante mucho tiempo, hasta que llegué a la comprensión de que la felicidad no se busca, se siembra en nosotros y luego germina, crece y florece. Aprendí también que precisamos aceptar las pocas cosas que no se pueden cambiar; la mayoría de ellas están esperando nuestra creatividad, nuestra voluntad pétrea, para ser transformadas sin resistencia ni dolor. Aprendí también que debo entrenar mi mente para ser feliz, porque, inicialmente, a mí, como a todos, me convencieron de que la felicidad no es posible, que solo podemos posibilitarnos alegrías fugaces. Ahora tengo claro que aceptar situaciones que no podemos cambiar no es adaptarse, porque casi todo puede cambiarse, que para ser feliz precisamos aprender el milenario arte de fluir, que nos llevará al vivir conscientemente y desde esa situación a ser creadores de nuestra felicidad, mientras nos implicamos totalmente con la vida en su versión plena. 
Todo lo que necesitas para ser feliz es estar despierto, es decir, darte cuenta de que no hay circunstancias negativas si la actitud es buena. Desde ese enfoque, lo que piensen de ti será siempre secundario. Concéntrate en lo que estás haciendo, en disfrutarlo intensamente, porque de esa manera todo saldrá mejor. Incluso cuando te equivoques, hazlo aprendiendo. 
Estás condenado a ser feliz, pero puedes elegir la forma de serlo. Si me preguntas acerca de los que no son felices, te diría que ellos incumplieron la condena que en el fondo incluye el mapa del cumplimiento de la misión que traen. 
Ellos, renunciando a la vida, se resignaron a sobrevivir miserablemente. Te propongo, haz dialogar a lo que quieres con lo que puedes, identifica tus talentos y capacidades, prepárate para ser experto en lo que eres bueno, asegúrate de disfrutar de lo que haces, instálate profundamente en el presente, esas son algunas claves fundamentales para avanzar por el sendero de la felicidad. A todo ello podemos añadir la importancia de tener claro que no podemos anclar nuestra felicidad a nada ni nadie; la urgencia de conocerse y confiar en uno mismo, la necesidad de disfrutar la disciplina y hacerse amigo de la perseverancia, además de no temer cometer errores porque hasta ellos pueden ser pasos adelante. 
La felicidad es relativa como la vida, no busquemos nada más grande ni duradero que la vida misma; hay quienes se pierden el placer de disfrutar de las cosas pequeñas y simples de la vida por esperar grandes acontecimientos. 
A lo largo de mi vida he aprendido a valorar todo lo que se me presenta; lo que no me sirve hoy, me servirá algún día, solo tengo que seguir fluyendo. Desde la ventana de la edad que tengo ahora, he presenciado tristezas vanas y preocupaciones innecesarias. No todo está en nuestras manos y es bueno que así sea, de esta manera no nos privamos de las sorpresas, que le dan un sabor especial a la vida. Hay enseñanzas que vienen tan silenciosas, que hasta pasan desapercibidas, mientras otras vienen a galope, temprano o a la hora del crepúsculo, cuando ya todo parece concluido, por ello me gusta dejar algún instante encendido y mi corazón disponible para el nuevo aprendizaje. Aprendí también que la felicidad está íntimamente relacionada con el amor a la vida. «Haz lo que otros no se atreven a hacer», me dijo un día mi conciencia, entonces mi felicidad se multiplicó de inmediato. 
Si no te diste por vencido, mereces vivir como sueñas, empero precisas recordar en todo momento que la felicidad viene de la mano del trabajo interior, que para ser feliz hay que aprender a vivir, que la felicidad es una delicada planta que se cultiva día a día, que el Universo eres tú, que la vida eres tú, que la felicidad siempre estará fuera de tu alcance si no aprendes a valorar lo que tienes y a disfrutarlo. 
Quizá un buen comienzo sea imaginar cómo quieres vivir; en mi caso, siempre visualicé mi infelicidad destrozada y los miedos pulverizados, dejé solo uno, para que me diera miedo vivir en vano. Imaginé un camino luminoso y la libertad trepando por todas las prohibiciones; imaginé viñedos produciendo amor y constelaciones de sueños acompañando mi soledad. Me vi a mí mismo ebrio de felicidad, con una abultada cuenta bancaria de conocimiento y antiguos cofres de sabiduría convertida en vivencias plenas; me vi acostumbrado al amor, en su versión incondicional, y viajando a muchos corazones, surcando océanos de luz, transportando las semillas de la sabiduría ancestral. «Soñar no cuesta nada», diría algún veterano aburrido, solo que soñé con tanta fuerza, que mis sueños ascendieron transparentes hasta el nivel de la realidad, ahí solo me tocó ponerles cimientos a los castillos que permanecían en el aire. 
Un día, revisando la historia de Francia de los años sesenta, me encontré con el grafiti: «Seamos realistas, pidamos lo imposible», y eso hice. Desde entonces he vivido 365 sueños por año, cada día es por primera vez porque cualquier día podría ser el último. Esos son los secretos de mi felicidad duradera. ¿Comprendes? Hay una sonrisa en mi nostalgia por todos los amaneceres vividos. Estos secretos pueden aprenderse y aclimatarse a cada proceso vivencial. 
En la próxima carta quiero contarte cómo aprendí a ser feliz. Presiento que nos encontraremos en ella…
Chamalú.
Continua....
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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