Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino ...
Carta-1
Es un día cualquiera, los momentos se suceden; alguien se despierta para continuar dormido en la rutina cotidiana; ha pasado la noche encerrado en su circunstancia, donde no pasa nada, solo el tiempo en su versión ordinaria; lo extraordinario, al igual que el éxtasis, permanece reservado para quienes perforan la cáscara de lo convencional y bucean hasta las profundidades de una vida que desde su misterio nos aguarda innumerables sorpresas. Te cuento que hoy me encuentro pensativo. Ayer, una nota en el diario informó sobre el fallecimiento de un amigo. Compartimos aula en la escuela, soñamos viajar por todo el mundo, incumplió el acuerdo; nos propusimos ser felices, y tampoco acudió a esa cita suprema. Vivió normalmente infeliz, su insatisfacción no era novedosa, me pregunto si conoció la felicidad, quizá solo esa versión descafeinada que dura lo que vive una emoción, disparada por una buena noticia. Quizá nunca se enteró de que la felicidad es otra cosa, que la infelicidad está inducida, que nos entrenan para ser infelices, por ello la educación es obligatoria, así nadie se da cuenta de que la infelicidad es una mentira, una enfermedad del alma, una intoxicación del espíritu, el modo zombie de vivir. Hoy me siento molesto con la sociedad que va poblando a las nuevas generaciones de información secundaria mientras evita cuidadosamente el conocimiento, por ello hay tanta escasez de pensamiento crítico.
El perfume de la vida en este tiempo se mezcla con polvos y alegrías sintéticas, conciertos de adicciones que falsifican felicidades. He visto gente indefensa ante tanta manipulación, he contemplado personas con buena intención, luchando en trincheras equivocadas, viviendo una mentira, mintiéndose honestamente, extendiendo todo su tiempo a lo largo y ancho de una falacia. Hoy quiero hablarte, alertarte del riesgo de la infelicidad normalizada.
Fíjate cuánta gente se adaptó a ella, al punto que en la actualidad la poca gente feliz llama la atención, hasta parece que sufrieran una patología mental. Esta carta, obviamente confidencial, es para ti, para recordarte que la estupidez es el vestuario del infeliz, que la depresión es el síntoma de la infelicidad y a su vez la infelicidad es el síntoma de estar dormido, es decir de vivir muerto, desperdiciando la oportunidad evolucionaria.
Tú sabes, el tiempo no perdona, no espera, cada instante dura un momento y luego se marcha para no regresar nunca más.
La infelicidad es la zona del autoengaño, es la cloaca de esta civilización donde nos recomiendan acampar, es llegar tarde a la vida, correr tras objetivos equivocados, vivir con excusas como: estoy ocupado, lo haré mañana, no me lo merezco y tantas otras destinadas a sacarnos del presente, donde ocurre la vida en su versión plena.
Es necesario recordar que la infelicidad acecha constantemente a quien está desatento.
Es polvoriento el camino de la infelicidad, constante la penumbra, habitual el desorden; allí la vida está inmóvil, paralizada por el miedo, convencida de que eso es todo, de que la vida es un valle de lágrimas, sin luz y con vacío, sin crecimiento y con una rutina que muerde y destruye silenciosamente. La infelicidad nos arranca de la vida y nos envía de vacaciones al infierno, nos regala un sepulcro y nos invita a ser nuestro propio verdugo, mientras participamos de rituales consumistas que terminan consumiéndonos.
La desventura es invisible, la gente es entrenada para la infelicidad, por eso tantos la ejercen, algunos incluso revelan una gran experiencia en infelicidades y ramas afines.
Pero si quieres preservar tu infelicidad y no salir del rebaño, entonces esta carta te será igualmente útil.
Para quienes se adaptaron a vivir mal, les sugiero, para garantizar el naufragio de sus vidas, no tener tiempo; estar siempre ocupados es fundamental para mantener una buena imagen; la gente muy ocupada en esta sociedad tiene mejor posicionamiento, es más respetada y se constituye en ejemplo para muchos. También es bueno para ser infeliz evitar estar solo, cuanto menos reflexiones, mejor; descarta la meditación, mantente preocupado, juzga a los demás con facilidad y por supuesto sé pesimista, los optimistas son ilusos soñadores con déficit de realismo. Te recomiendo que seas perfeccionista, que exijas a todos hasta el más mínimo detalle, que no toleres ningún error, la rigidez es característica del que dirige, añade a ello el necesario estrés que, junto a una dieta rica en colesterol, que encontrarás en la comida rápida, y al habitual sedentarismo, posibilitarán el respectivo infarto, esa manera elegante de partir de esta vida, donde nada tiene sentido.
Antes de ello, sin embargo, continúa viviendo como vive la gente con estatus, trabaja sin descanso y solo en actividades que te den mucho dinero, ya el fin de semana y con ayuda de tantos estimulantes y opciones recreativas, podrás desahogarte: la combinación de alcohol, drogas y algunos fármacos funciona muy bien para vivir una vida en su máxima intensidad.
Si además de ello evitas el contacto con la naturaleza, careces de amigos de confianza y te niegas a ceder a las tentaciones del amar incondicionalmente y todo eso que debilita, tu vida será como la vida de la gente exitosa, envidiada por muchos. ¿Tomaste nota? Si no te sirve a ti, quizá a algún amigo sí. Resulta increíble que para algunas personas el hecho de ser infeliz aún continúa siendo un signo de realismo, cuando en verdad la infelicidad es vivir en deuda con la vida.
Recuerda esto, cuando una persona feliz y otra infeliz vivieron juntos la misma experiencia, para el primero habrá sido una experiencia interesante, incluso maravillosa, para el otro será un mal recuerdo, una pésima experiencia.
¿Te das cuenta de que la felicidad o la infelicidad no son inherentes a la situación sino que provienen de una actitud ante la vida? Hay quienes extrañan sus cadenas y prefieren deambular sin rumbo por la vida. ¿Sabías que la infelicidad está asociada a una mentalidad sumisa adaptada al sinsentido? ¿Que la visión limitada conduce a la infelicidad?
Que la infelicidad ensucia la existencia, la banaliza al punto de convertirla en harapos vulnerables, transportando vacío y sinsentido? ¿Que la infelicidad es el fracaso vivencial de quien en el fondo tiene miedo de ser feliz? Los que programaron la infelicidad de la gente deberían pagar la factura del psicólogo. La filosofía del infeliz se podría resumir en vivir una vida de apariencia; es como si ellos se dijeran a sí mismos: No llores, que nunca nadie te vea llorar, aparenta estar bien, estudia lo que no te gusta, si ello te da dinero es suficiente, luego trabaja en lo que más ganes, no importa si detestas esa actividad, los fines de semana podrás compensar el sacrificio. Con lo que te pagan, podrás comprar de todo, en especial lo que no necesitas, porque lo importante es comprar y que te vean comprando.
No planifiques ni tengas objetivos en la vida, gasta mucho tiempo en internet, entérate de la vida de los demás, es bueno estar informado de todo, eso sin descuidar el celular, del cual siempre deberás estar pendiente; pasar bastante tiempo hablando por teléfono y enviando mensajes está de moda, y, por supuesto, no olvides trasnochar. ¿Te interesa algo así?
Parece una exageración y, sin embargo, lo practica todo el mundo. Vivir infeliz ya parece una costumbre, una tendencia creciente ejercida por la mayoría. Algunos tienen un estilo personal muy original de ser infelices, mientras otros tienen bastante experiencia en la infelicidad. Algunos se precipitan a vacíos existenciales que forman precipicios autodestructivos,
un estilo de no vida con malestar desmedido, ruidosa infelicidad que se hunde en la ciénaga de la frivolidad mientras su felicidad se desploma y el amor sale corriendo a refugiarse y buscar consuelo en otra circunstancia vivencial.
Ten cuidado, que la infelicidad también es contagiosa.
Se han encontrado familias completas de infelices; no se sabe cómo se pusieron de acuerdo para garantizar una infelicidad unánime y constante. Ten cuidado, porque vivir infeliz es más costoso; es dilapidar la existencia y malgastar la vida, es vivir por debajo de las capacidades que tenemos.
He querido en esta carta derramar reflexiones sobre la infelicidad, para alertarte de sus riesgos, después de haber perdido varios compañeros en las ciénagas de la infelicidad, vecina del sinsentido y pariente de la depresión, después de haber visto vidas quebrantadas y existencias trágicas purgadas de plenitud. Mi opción es clara: no permitiré que la infelicidad desmantele mis instantes. Si estás de acuerdo con este supremo compromiso, te invito a caminar conmigo. Quiero mostrarte en las próximas cartas los secretos que nutrieron mi felicidad al punto que ahora me cuesta tanto interrumpirla.
Te espero en la próxima estación. Una advertencia previa: aprender a ser feliz es un viaje sin retorno.
Bienvenidos los valientes.
Chamalú.
Continua.....
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