domingo, 13 de marzo de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO



Capitulo IX
NI ESTO NI AQUELLO.
PRIMERO INTENTA ENTENDER la palabra «esencialidad».
Buda depende en gran medida de esta palabra. En el propio idioma de Buda es tathata: esencialidad.
Toda la meditación budista consiste en vivir en este mundo, en vivir con este mundo, tan profundamente que el mundo desaparezca y tú te conviertas en la esencia. Por ejemplo, estás enfermo.
La actitud de la esencialidad es: acéptalo; dite a ti mismo: «Tal es el camino del cuerpo», no crees una lucha, no empieces a pelear.
Si tienes una jaqueca, acéptala. Tal es la naturaleza de las cosas.
De pronto habrá un cambio, porque con esta actitud viene el cambio, como si fuera su sombra. Si puedes aceptar tu jaqueca, la jaqueca desaparece. Pruébalo. Si aceptas una enfermedad, empieza a desaparecer. ¿Por qué ocurre esto? Ocurre porque cuando estás luchando, tu energía se divide: la mitad de la energía se va a la enfermedad, a la jaqueca, y la otra mitad va a combatir la jaqueca; una grieta, un lapso, y la lucha aparece. En realidad esta lucha es una jaqueca más profunda.
Una vez que aceptas, una vez que dejas de quejarte, una vez que dejas de luchar, la energía se ha hecho una en el interior.
Se tiende un puente sobre la grieta. Y se libera mucha energía por que entonces no hay conflicto; la propia liberación de energía se convierte en una fuerza curativa. La curación no viene de afuera.
Lo único que las medicinas pueden hacer es ayudar al cuerpo a poner en acción su propia fuerza curativa. Lo único que un médico puede hacer es ayudarte a encontrar tu propio poder sanador.
La salud no puede ser forzada desde afuera, la salud es tu energía floreciendo. Esta palabra «esencialidad» puede trabajar tan profundamente sobre la enfermedad física, sobre la enfermedad mental y, finalmente, sobre la enfermedad espiritual (cuyo método es un secreto), que las disuelve a todas.
Pero tú empieza por el cuerpo, porque ese es el nivel más bajo.
Si tienes éxito con él, entonces lo puedes intentar en niveles superiores. Si fracasas con él, entonces te será difícil llegar más arriba. Cuando algo vaya mal en el cuerpo, relájate y acéptalo, simplemente di para tu interior (no sólo con palabras sino sintiéndolo intensamente): «Tal es la naturaleza de las cosas».
El cuerpo es un compuesto, en él se combinan muchas cosas.
El cuerpo ha nacido, y está destinado a morir. Es un mecanismo, y además muy complejo, por lo que cabe toda posibilidad de que falle una cosa u otra. Acéptalo, no te identifiques con ello. Cuando aceptas te mantienes por encima, te mantienes más allá.
Cuando luchas te rebajas al mismo nivel. La aceptación es la transcendencia. Cuando aceptas estás sobre una colina, dejas el cuerpo atrás. Dices: «Sí, tal es la naturaleza. Las cosas que han nacido tendrán que morir. Y si las cosas que han nacido tienen que morir, algunas veces tendrán que ponerse enfermas.
No hay por qué preocuparse demasiado». Es como si no te estuviera ocurriendo a ti, simplemente está ocurriendo en el mundo de las cosas. Y eso es lo bonito: cuando no luchas, transciendes. Ya no estás en el mismo nivel. Y esta transcendencia se convierte en una fuerza curativa. De repente, el cuerpo empieza a cambiar.
Y lo mismo ocurre con las preocupaciones mentales, las tensiones, las ansiedades, la angustia. Te preocupa cierta cosa. ¿Qué es esta preocupación? La preocupación es que no puedes aceptar el hecho. Te gustaría que las cosas fueran diferentes de como están ocurriendo. Estás preocupado porque tienes algunas ideas que imponer a la naturaleza. Por ejemplo, te estás haciendo viejo.
Eso te preocupa. Te gustaría permanecer siempre joven; ahí está la preocupación. Amas a tu esposa, dependes de ella, pero ella está pensando en dejarte o en irse con otro hombre y tú te preocupas; te preocupas porque ¿qué va a ser de ti? Dependes mucho de ella, con ella te sientes muy seguro. Cuando ella se haya ido ya no habrá seguridad. Ella no sólo ha sido una esposa para ti, también ha sido una madre, un refugio; puedes acudir a ella y esconderte de todo el mundo. Puedes contar con ella: ella estará ahí. Aunque todo el mundo esté en tu contra, ella no estará en contra de ti; ella es un consuelo. Ahora ella se va a marchar, ¿qué será de ti? De repente te entra el pánico, te preocupas. ¿Qué es lo que estás mostrando? ¿Qué es lo que estás mostrando con tus preocupaciones?
Estás mostrando que no puedes aceptar lo que está ocurriendo; no debería ser así. Esperabas que fuera de otra manera, justamente lo contrario; querías que esta mujer fuera tuya para siempre, y ahora se marcha. ¿Pero qué puedes hacer tú? ¿Qué se puede hacer cuando desaparece el amor? No se puede hacer nada; no puedes forzar el amor, no puedes obligar a esta mujer a que se quede contigo.
Sí, la puedes obligar (eso es lo que hace todo el mundo), puedes obligarla. El cuerpo muerto estará ahí, pero el espíritu vivo se habrá ido. Entonces eso te causará tensión. No se puede hacer nada en contra de la naturaleza. El amor había florecido, ahora se ha marchitado. La brisa había entrado en tu casa, ahora se ha ido a otra casa. Las cosas son así: van moviéndose y cambiando.
El mundo de las cosas es un flujo, en él nada es permanente. ¡No lo esperes! Si esperas permanencia de un mundo donde todo es impermanente, te crearás preocupaciones. A ti te gustaría que este amor fuera para siempre. Nada puede ser para siempre en este mundo; todo lo que pertenece a este mundo es momentáneo.
Esta es la naturaleza de las cosas, esta es su esencia, tathata. Así que ahora sabes que este amor ha desaparecido. Te causa tristeza; vale, acepta la tristeza. Estás tembloroso; acepta el temblor, no lo reprimas. Te apetece llorar, llora. ¡Acéptalo! No lo reprimas, no disimules, no trates de fingir que no estás preocupado, porque eso no te será de ninguna ayuda.
Si estás preocupado, estás preocupado; si tu esposa te deja, te deja; si ya no hay amor, ya no hay amor. No puedes luchar contra los hechos, tienes que aceptarlos. Pero si los aceptas gradualmente, estarás constantemente dolorido y sufriendo. Si los aceptas sin queja alguna, no desde la impotencia sino desde la comprensión, se vuelven esencialidad. Entonces ya no estás preocupado, entonces no hay problema; porque no es que el problema fuera causado por el hecho, sino que no podías aceptarlo de la forma en que estaba ocurriendo. Querías que fuera a tu manera.

RECUERDA, la vida no va ser como tú quieras. Tienes que ser como la vida quiera. De mala gana o alegremente: tú decides. Si lo haces de mala gana sufrirás. Si lo haces alegremente te convertirás en un buda, tu vida se convertirá en un éxtasis.
También Buda tuvo que morir (las cosas no cambian), pero murió de una forma diferente. Murió muy feliz, como si la muerte no existiera. Simplemente desapareció, porque él decía que lo que ha nacido tiene que morir. El nacimiento implica la muerte; así son las cosas, no se puede hacer nada al respecto.
Si mueres siendo desdichado, entonces te perderás lo mejor: la belleza que la muerte puede ofrecerte, la gracia que se manifiesta en el último momento, la iluminación que sucede cuando el cuerpo y el alma parten. Te lo perderás porque estás demasiado preocupado, tan aferrado al pasado y al cuerpo que tus ojos están cerrados. No puedes darte cuenta de lo que está ocurriendo porque no puedes aceptarlo, así que cierras los ojos, cierras todo tu ser. Mueres; morirás muchas veces y seguirás perdiéndote lo mejor de todo ello. La muerte es muy hermosa si puedes aceptarla, si puedes abrir la puerta con una bienvenida en tu corazón, con una cálida recepción, y decir: «Sí, porque si he nacido tengo que morir. Así que ha llegado el día en el que el círculo se completa».
Recibes a la muerte como a un invitado, un invitado bienvenido, y la calidad del fenómeno cambia inmediatamente. De repente eres inmortal: el cuerpo se está muriendo pero tú no estás muriendo. Ahora puedes darte cuenta de que sólo se abandona la vestimenta, no tú; sólo la funda, el recipiente, no el contenido. La consciencia permanece en su iluminación; y más aún, porque en la vida tenía muchas fundas sobre ella, pero en la muerte está desnuda.
Y cuando la consciencia está completamente desnuda tiene su propio esplendor; es la cosa más hermosa del mundo. Pero para eso hay que embeber la actitud de la esencialidad.
Y cuando digo embeber quiero decir embeber; no me refiero a que tan sólo sea un pensamiento mental, a que se adopte la filosofía de la esencialidad, sino que tu vida entera se convierta en esencialidad.
Ni siquiera hace falta que pienses en ello: sencillamente se vuelve algo natural. Tú comes en esencialidad, duermes en esencialidad, respiras en esencialidad, amas en esencialidad, lloras en esencialidad. Se convierte en tu propio estilo; no necesitas preocuparte por ello, es tu forma de ser. Es a eso a lo que me refiero con la palabra «embeber». La embebes, la digieres, fluye en tu sangre, entra hasta lo más profundo de tus huesos, llega hasta el mismísimo latido de tu corazón. Aceptas. Recuerda, la palabra «aceptar» no es muy buena. Lleva cierta carga (por ti, no por la palabra) porque sólo aceptas cuando te sientes impotente.
Aceptas de mala gana, aceptas reticentemente. Aceptas sólo cuando no puedes hacer nada, pero, en el fondo, todavía deseas; piensas que de haber sido de otra forma hubieras sido feliz.
Aceptas como un mendigo, no como un rey; y hay una gran diferencia. Si la esposa se marcha o el marido se marcha, finalmente llegas a aceptarlo. ¿Qué le vas a hacer?
Lloras desconsoladamente y pasas muchas noches preocupado, atraviesas muchas pesadillas y sufrimientos..., ¿y luego, qué hacer? El tiempo cura, no la comprensión. El tiempo; y recuerda, el tiempo es necesario sólo porque no comprendes, si no te curarías inmediatamente. Se necesita tiempo porque no comprendes.
Así que, poco a poco (en seis meses, en ocho meses, en un año) las cosas se difuminan, se pierden en la memoria cubiertas por el polvo. Y pasa un año; y poco a poco te vas olvidando.
Todavía, algunas veces duele la herida. Algunas veces te cruzas con una mujer por la calle y te recuerda a la tuya. Alguna similitud, su forma de andar, te recuerda a tu mujer; y la herida.
Luego te enamoras de otra mujer, se acumula más polvo y recuerdas menos. Pero hasta con una nueva mujer, algunas veces su forma de mirar..., y aparece tu esposa. La forma en la que canta en la ducha..., y el recuerdo. La herida está ahí, abierta.
Duele porque vas cargando con el pasado. Cargas con todas las cosas, es por eso que estás tan cargado. ¡Cargas con todas las cosas! Tú fuiste niño; el niño todavía está ahí, le llevas contigo.
Luego fuiste un muchacho; el muchacho todavía está ahí con todas sus heridas, experiencias y estupideces, él todavía está ahí. Cargas con todo tu pasado, capa sobre capa: todo está ahí. Es por eso que algunas veces retrocedes.
Si te ocurre algo y te sientes desamparado empiezas a llorar como un niño. Has retrocedido en el tiempo, el niño ha salido a la superficie. El niño es más eficiente llorando que tú, así que el niño sale a la superficie y empiezas a gemir y a llorar. Hasta puede que empieces a patalear igual que un niño con una rabieta. Pero todo está ahí. ¿Por qué llevamos toda esa carga? Porque en realidad nunca aceptas nada. Escucha: si aceptas algo, ello sencillamente nunca se convertirá en una carga; entonces no cargarás con la herida. Aceptas el fenómeno. Has aceptado el fenómeno; no queda nada de él con lo que haya que cargar, estás fuera de él. A través de la aceptación te sales fuera de él, pero si aceptas porque te sientes algo impotente, cargarás con él.
Recuerda una cosa: cualquier cosa que está incompleta permanece para siempre como una carga, cualquier cosa que esté completa se abandona. Porque la mente tiene una tendencia a cargar con las cosas incompletas con la esperanza de que algún día surja una oportunidad para completarlas. Todavía esperas a la esposa o al marido, o estás esperando a que regresen los días que ya se han ido. No has transcendido el pasado. Y a causa de ese pasado tan pesado, no puedes vivir en el presente. Tu presente es un caos debido al pasado, y lo mismo ocurrirá con el futuro; porque el pasado se irá haciendo más y más pesado. Cada día se va haciendo más y más pesado. Cuando realmente aceptas, en esa actitud de esencialidad no hay rencor, no te sientes impotente. Sencillamente entiendes que así es la naturaleza de las cosas.
Por ejemplo, si me quiero ir de esta habitación saldré por la puerta y no atravesando la pared, porque intentarlo sería simplemente darme de cabeza contra la pared, sería sencillamente estúpido.
Esta es la naturaleza de la pared: impedir el paso, ¡así que no trates de pasar a través de ella! Esa es la naturaleza de la puerta, que pases a través de ella; al haber un hueco puedes pasar a través de ella. Cuando un buda acepta, acepta las cosas como la pared y la puerta. Él pasa por la puerta: dice que es la única manera.
Tú primero tratas de pasar a través de la pared y te hieres de un millón de formas. Y cuando no puedes salir (abatido, vencido, deprimido, caído) gateas hacia la puerta. Podrías haberlo intentado primero por la puerta. ¿Por qué empezaste a intentarlo por la pared y a luchar contra ella? Si puedes mirar las cosas con cierta claridad, simplemente no haces cosas como esas: intentar sacar una puerta de una pared... ¡Si el amor desaparece, ha desaparecido! Ahora hay una pared; no intentes traspasarla. Ahora la puerta ya no está, el corazón ya no está, el corazón se ha abierto para otra persona.
Y tú no estás solo aquí, también hay otras personas. La puerta ya no lo es para ti, se ha convertido en una pared. No lo intentes, no te des de cabeza contra ella. Te harás daño innecesariamente.
Y si estás herido y derrotado ni siquiera merece la pena pasar por la puerta. Simplemente observa las cosas. Si algo es natural, no trates de forzar en ello algo que sea innatural. Elige la puerta; salte de ahí. Todos los días estás haciendo la idiotez de pasar por la pared. Entonces te pones tenso y sientes una constante confusión.
La angustia se vuelve tu propia vida, el núcleo de ella; y luego pides una meditación. ¿Pero por qué en primer lugar? ¿Por qué no mirar los hechos tal como son? ¿Por qué no puedes mirar los hechos? Porque tus deseos están demasiado presentes. Sigues esperando en contra de toda esperanza. Por eso te has convertido en una persona tan impotente. Simplemente mira: cuando haya una situación, no desees nada, porque el deseo te llevará por el camino equivocado. No desees, no imagines. Simplemente mira los hechos con toda la consciencia de que dispongas, y de repente se abre una puerta y ya no pasas a través de la pared: pasas a través de la puerta, sin un rasguño. Entonces no cargas con nada. Recuerda, la esencialidad es una comprensión, no un destino sin esperanza.
Así que esa es la diferencia. Hay gente que cree en el sino, en el destino. Dicen: «¿Qué se puede hacer? Dios ha querido que fuera así. Mi pequeño hijo ha muerto, esa es la voluntad de Dios y ese es mi destino. Estaba escrito, tenía que suceder». Pero en el fondo hay un rechazo. Esto son simplemente tretas para maquillar el rechazo. ¿Conoces tú a Dios? ¿Conoces el destino? ¿Sabes que estaba escrito? No, eso son racionalizaciones; algo para consolarte a ti mismo.
La actitud de la esencialidad no es una actitud fatalista.
No conlleva ningún Dios o sino o destino; nada. Dice simplemente que se miren las cosas. Simplemente mira las cosas tal como son, comprende, y hay una puerta, siempre hay una puerta. Transciende. Esencialidad significa aceptación con un corazón completamente abierto, no impotente.
En este mundo de Esencialidad no existe ni el yo ni nada que no sea yo.

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