domingo, 13 de marzo de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO




Capitulo IX (Tercer Escrito)
NI ESTO NI AQUELLO.
ESTE ES UNO de los más antiguos mantras. Cuando surja la duda, cuando te sientas dividido, cuando veas que está apareciendo una dualidad, simplemente di para tu interior: «No dos». Pero dilo con consciencia, no lo repitas de una manera mecánica. Este es el problema con todos los mantras; en realidad es el problema con todas las cosas. Puedes hacerlo mecánicamente, pero entonces no lo has entendido; tú haces todo pero sigues sin comprenderlo.
O bien lo puedes hacer con plena consciencia, inteligencia y comprensión, y entonces la cosa ocurre. Siempre que sientas que el amor está surgiendo di: «No dos». De otra forma el odio estará esperando; son uno. Cuando veas que el odio está surgiendo di: «No dos». Siempre que sientas un apego hacia la vida di: «No dos». Siempre que sientas miedo a la muerte di: «No dos». Sólo hay el uno. Y estas palabras deberían venir de tu comprensión, estar llenas de inteligencia, de penetrante claridad. Y de repente sentirás una relajación en tu interior.
En el momento en que dices: «No dos» (si lo estás diciendo con comprensión, no de una manera mecánica), de repente sentirás la iluminación. Alguien te ha insultado y te has ofendido... Simplemente recuerda y di: «No dos». Porque el que insulta y el que se ofende son uno. Así que, ¿por qué preocuparse? Ese hombre no te ha hecho nada a ti, se lo ha hecho a sí mismo; porque sólo existe el uno.
Ocurrió que: En 1857 hubo una rebelión en la India en contra de los británicos. Una noche un sannyasin pasaba sin más por una calle, pero no se dio cuenta de que estaba en un campamento militar. Así que le apresaron. Pero había permanecido durante treinta años en silencio...
Cuando la policía le apresó y los británicos le preguntaron: «¿Por qué pasas por aquí? Esto es área restringida. No se puede entrar sin permiso», él sencillamente se quedó ahí plantado porque no podía contestar. No había hablado durante treinta años: ¿qué hacer? Además no escribía, no se comunicaba en forma alguna.
Ellos pensaban que este hombre trataba de engañarlos: no tenía en absoluto la apariencia de un tonto, era muy inteligente. La calidad de sus ojos, su forma de estar; era una bella persona. No era ni tonto ni idiota. Así que le dijeron: «Habla o te pegamos un tiro». Pero él siguió igual. Entonces pensaron: «Tiene que ser un espía que se ha puesto esos hábitos de color naranja para descubrir algo en el campamento, es por eso que no habla».
Por tanto, le dijeron: «O hablas, o te matamos». Pero él se quedó en silencio, así que le mataron. Había hecho la promesa, hacía treinta años, de que sólo hablaría una vez en su vida. Así que le mataron: un soldado británico le atravesó con su lanza, y cuando esta llegó a su corazón, él sólo pronunció una palabra. Es la base, la verdadera base de la comprensión y la sabiduría oriental; es una palabra de los Upanishad. Dijo: ¡«Tattwamasi» («Eso eres tú»); y se murió! Tú también eres eso: el uno. El asesino y el asesinado son uno, ¿por qué preocuparse? ¿Por qué adoptar puntos de vista? ¿Por qué no fundirse en el otro? Porque el otro también soy yo, y el otro y yo también son Eso. Sólo existe el uno. Nadie pudo entender la palabra porque la dijo en sánscrito: Tattwamasi.
Pero la calidad de aquel hombre que estaba muriendo era tal que hasta los que le mataron, los asesinos, se dieron cuenta de que habían hecho algo que estaba mal. Porque nunca habían visto morir a ningún espía de esa manera. ¡Un espía es sólo un espía!
Y cuando este hombre murió, se liberó una bienaventuranza y una energía tremenda. Todo el mundo en el campamento la sintió; como si de repente hubiera habido un rayo.
Treinta años en silencio... Si luego pronuncias una palabra, tiene que ser así. Tanta energía, treinta años de silencio en esa simple palabra, tattwamasi, se vuelve atómica, ¡explota! Todo el mundo en el campamento, hasta los que estaban durmiendo en las tiendas, sintieron que algo había ocurrido. Pero ya era demasiado tarde. Fueron en busca de un brahmín erudito para descifrar lo que había dicho. Entonces se dieron cuenta de que había dicho lo supremo: «Eso eres tú, tattwamasi, sólo existe el uno». Siempre que se te plantee una confusión, dudas, una división, un conflicto, siempre que simplemente vayas a escoger algo, recuerda: «No dos». Conviértelo en un mantra profundo, que resuene constantemente en el interior de tu ser. Pero recuerda, tienes que hacerlo con comprensión, con consciencia, conscientemente. De otra forma puedes ir diciendo: «No dos, no dos, no dos», proseguir con el dos.
Y se convierten en dos cosas separadas, nunca se encuentran. Es a eso a lo que me refiero cuando digo «mecánicamente». Mecánicamente significa que, a un nivel, vas diciendo cosas maravillosas y, a otro, vas haciendo cosas feas.
En un nivel vas diciendo que todo el mundo es lo Divino y en el otro nivel permaneces en el yo, en el ego, luchando, violento, agresivo.
Y las agresiones no están solamente en la guerra, la agresión no es sólo matar a una persona. La agresión es muy sutil, está en tus gestos. Fíjate: si estás dividido en yo y tú, tu mirada es violenta.
He oído que una vez ocurrió: Un preso fue llevado ante el alcaide de la prisión. Era el preso ideal: en cinco años no había habido una queja de él, y las autoridades penitenciarias tenían intención de liberarle. Era un asesino y cumplía cadena perpetua, pero durante cinco años había sido muy buen preso, un preso modelo; todos los años le habían dado el premio al mejor preso. Pero de pronto un día saltó sobre su compañero de celda y le dio una tremenda paliza, así que fue llamado. Hasta el alcaide estaba sorprendido.
Le dijo: «¿Qué ha pasado? Te hemos estado vigilando durante cinco años, y yo nunca había visto en mi vida un preso tan bueno, tan dócil, con tan buen comportamiento como tú; hasta estábamos pensando en darte la libertad. Y de repente, ¿qué ha ocurrido? ¿Por qué le pegaste a tu compañero de celda? ¿Por qué le diste esa paliza? El hombre estaba allí, con la cabeza gacha, muy avergonzado. Y al fin dijo: «Todo ocurrió porque mi compañero arrancó la hoja del calendario y me tocaba a mí». Tenían un calendario en la celda y eso era lo único que podían hacer, era lo único que se les permitía hacer. Así que la habían dividido: un día arrancaba la hoja uno, y al día siguiente el otro.
Y este hombre dijo: «Hoy me tocaba a mí, y él arrancó la hoja». Si eres violento hasta eso se puede convertir en un problema. Y le dio tal paliza a su compañero que podría haberle matado con sus propias manos, aunque el problema era bien simple. Pero si piensas que es simple, no lo has comprendido realmente; no lo es. Habiendo vivido durante cinco años en una celda, sin hacer nada, uno acumula tanta agresión que hasta la cosa más insignificante puede hacerse demasiado grande.
Y esto os está ocurriendo a todos vosotros. Cuando le gritas a tu amigo, a tu esposa, a tu marido, siempre que te enfadas (¿has pensado en ello alguna vez?), en realidad el motivo es una cosa insignificante; tan sólo arrancar la hoja de un calendario...
Tú acumulas ira más allá de toda proporción y de ahí sale la agresión. Siempre que te ocurra, repite (no mecánicamente sino conscientemente): «No dos», y sentirás una profunda relajación muy dentro de tu corazón. Di: «No dos», y entonces no cabe la elección, no hay nada que elegir, nada que te guste o te desagrade. Entonces todo está bien, puedes bendecir todo. Entonces vas donde la vida te lleva. Confías en la vida. Si dices: «Dos», entonces no confías. La confianza sólo es posible si yo y el todo somos uno, ¿cómo va a ser posible la confianza si no? La confianza no es una postura intelectual, una actitud.
Es una respuesta total al sentimiento de que sólo existe el uno, no dos. Haz de estas palabras tu mantra, aprende esto de Sosan.
Por muchas veces que sientas que llegan las dudas, la confusión, la división, el conflicto, repítelo en silencio y profundamente.
Primero hazte consciente del conflicto, luego repite silenciosamente: «No dos», y observa lo que ocurre. El conflicto desaparece. Aunque sólo desaparezca por un simple momento, será un gran fenómeno. Estás cómodo, de repente no hay enemigo en el mundo, de repente todo es uno.
Es una familia, y el todo es maravilloso contigo. En este «no dos» nada está separado, nada está excluido. No importa cuándo ni dónde, iluminación significa entrar en esta verdad.
LA VERDAD DE NO DOS. Iluminación significa entrar en esta verdad de «no dos». Pruébalo tanto como quieras, siéntelo tanto como quieras.
Hay ocasiones: las veinticuatro horas del día, ocasiones y más ocasiones; infinitas ocasiones. No es necesario perdérselas.
En cada oportunidad, siempre que te sientas tenso en tu interior, di: «No dos», y relaja todo el cuerpo. Y observa lo que ocurre en tu interior cuando dices: «No dos». Ningún mantra puede ser tan profundo como este. Pero esto no es como repetir: Om, Ram. Esto no es repetir como cuando repites: Ram, Ram, Ram. No.
Siempre que haya una ocasión de división, siempre que notes que te vas a sentir dividido, cuando estés a punto de elegir, de elegir una cosa en contra de otra, de que te guste una cosa en contra de otra, siempre que sientas que surge la oportunidad y que empieza a aparecer la tensión, cuando sientas una acumulación de tensión, de repente di: «No dos»; la tensión se relajará y la energía será reabsorbida.
Esa energía reabsorbida se convierte en bienaventuranza. Hay dos caminos para que uno pueda trabajar con la energía interior.
Uno es: siempre que surja la tensión, desahógate. Así es como funciona el sexo. Es una medida de seguridad, porque se puede acumular tanta energía que, simplemente, puedes estallar; podrías morir de eso. Así que sólo para permanecer a salvo, la naturaleza ha creado un dispositivo automático en el cuerpo: siempre que hay demasiada energía empiezas a sentirte sexual. ¿Qué ocurre? Hay un centro al que los hindúes han llamado «el tercer ojo». Siempre que la energía llega al tercer ojo, siempre que es demasiada y estás lleno de ella, el tercer ojo lo siente como un impacto.
Empezarás a sentir que hay que hacer algo. A este tercer ojo los hindúes le han llamado el ajna chakra, el centro de mando, donde se dan las órdenes, la oficina desde donde el cuerpo recibe las órdenes. Siempre que la energía está llena hasta el tercer ojo, inmediatamente el cuerpo siente que tiene que hacer algo.
Si no haces algo te sentirás sofocado. Te sentirás como si estuvieras en un túnel del que quisieras salir, te sentirás comprimido.
Hay que hacer algo inmediatamente. La naturaleza ha construido un proceso incorporado: inmediatamente el tercer ojo presiona el centro del sexo, ambos se unen y empiezas a sentirte sexual.
El sentimiento de sexualidad no es más que un dispositivo para desahogar la energía. Haces el amor, tiras energía, te sientes relajado, desahogado.
Esta es una de las maneras de usar tu energía: sintiéndote feliz a través del desahogo. Hay otra forma de usar la energía, que consiste en no desahogar la energía cuando se vuelva excesiva sino decir: «No dos. Yo soy uno con el Universo. ¿Dónde desahogarla? ¿Con quién hacer el amor? ¿Dónde echarla? No hay ningún lugar donde echarla, yo soy uno con el Universo». Cuando sientas demasiada energía simplemente di: «No dos», y sigue relajado.
Si no la haces descender del tercer ojo, empieza a ascender.
Y por encima del tercer ojo está el último chakra, el séptimo centro, situado en la cabeza y al que los hindúes han llamado sahasrara: el loto de los mil pétalos. Cuando la energía alcanza el sahasrara hay bienaventuranza, cuando la energía alcanza al centro del sexo hay felicidad. La felicidad sólo puede ser momentánea porque el desahogo sólo puede ser momentáneo. Desahogado, acabado; no puedes seguir desahogándote. Se alivia una tensión, pero entonces la energía se ha ido. Sin embargo, la bienaventuranza puede ser eterna, porque la energía no se descarga sino que se reabsorbe.
El centro de la descarga es el sexo, el primer centro, y el centro de la reabsorción es el séptimo, el último. Y recuerda, ambos son los dos extremos de un mismo fenómeno de la energía; por un extremo es el sexo, en el otro es sahasrara.
Desde un extremo, la energía simplemente se descarga; te sientes relajado porque ahora no hay energía para hacer nada; te vas a dormir. Es por eso que el sexo ayuda a dormir y la gente lo usa como si fuera un tranquilizante, como una píldora para dormir.
Si te vas al otro extremo, en el que la energía se reabsorbe (porque no hay nadie más para echarla en ninguna parte, tú eres el todo), entonces el loto de los mil pétalos se abre. Decir los mil pétalos es simplemente decir que tiene infinitos pétalos; se abre un loto de infinitos pétalos y sigue abriéndose y abriéndose y abriéndose. No tiene fin, porque la energía vuelve hacia el interior, es reabsorbida. Entonces hay bienaventuranza, y la bienaventuranza puede ser eterna.
Uno tiene que llegar desde el sexo a la superconsciencia. Este loto de mil pétalos es el centro de la superconsciencia. Así que cuando vuelvas a sentirte sexual di: «No dos»; con comprensión, consciente, alerta, di: «No dos», y descansa. No te pongas nervioso y excitado. Descansa y di: «No dos». Y de repente sentirás que algo está pasando en la cabeza; la energía que solía caer hacia abajo se está moviendo hacia arriba. Y una vez que alcance el séptimo centro, será reabsorbida. Entonces te vas convirtiendo más y más en energía, y la energía es deleite, la energía es éxtasis. Entonces no hay necesidad de descargarla, porque ahora eres el ser oceánico, infinito... Puedes absorber el infinito, puedes absorber el todo y todavía quedará espacio. Este cuerpo es estrecho. Tu consciencia no es estrecha, tu consciencia es tan inmensa como el cielo.
En este cuerpo no cabe demasiado, este cuerpo es una taza pequeña; un poco más de energía y la taza se desborda. Tu sexo es el desbordamiento de la taza, del cuerpo estrecho. Pero cuando el sahasrara se abre, un loto de mil pétalos se abre en tu cabeza, y va abriéndose y abriéndose y abriéndose sin fin. Aunque el todo se derrame sobre ti, todavía quedará un espacio infinito. Se dice que un buda es más grande que el Universo. Esto es lo que quiere decir: por supuesto, su cuerpo no es más grande que el Universo, eso es obvio, pero el Buda es más grande que el Universo porque el loto se ha abierto. Ahora este Universo no es nada; millones de Universos pueden caer en él y ser reabsorbidos. Puede seguir creciendo.
Es perfecto y todavía sigue creciendo. Esta es la paradoja; porque nosotros pensamos que una perfección no puede crecer.
La perfección también crece; crece hacia ser más perfecta y más perfecta y más perfecta. Sigue creciendo porque es infinita. Este es el vacío del que habla Buda: shunyata. Cuando tú estás vacío, todo el Universo puede caber en tu interior y todavía queda un espacio infinito. Queda más espacio, más Universos pueden caber dentro de ti. En este «no dos» nada está separado, nada está excluido.
No importa cuándo ni dónde, iluminación significa entrar en esta verdad. Y esta verdad está más allá del aumento o la disminución en el tiempo o el espacio... Y esta verdad está más allá del aumento o la disminución en el tiempo o el espacio...
PARA ESTA VERDAD el tiempo y el espacio no existen. Ha ido más allá. Ahora nada la limita; tiempo o espacio. Es más grande que el espacio, más grande que el tiempo. ... en ella, un solo pensamiento dura diez mil años. Esto es simplemente una forma de decir que en ella un simple movimiento es eternidad. Un buda no vive ni en el tiempo ni en el espacio. Su cuerpo se mueve, podemos ver su cuerpo, pero el cuerpo no es el Buda. El Buda es la consciencia que no podemos ver. Su cuerpo nace y muere; su consciencia no ha nacido nunca y nunca morirá.
Pero nosotros no podemos ver esa consciencia y esa consciencia es Buda. Esta consciencia iluminada es la mismísima raíz de toda la existencia; y no sólo la raíz, también su florecimiento. Ambos, el tiempo y el espacio existen en la consciencia, y esta consciencia no existe en el tiempo y el espacio. No se puede decir dónde está esta consciencia; el lugar es irrelevante. ¡Está en todas partes! Mejor aún, por el contrario, sería mejor decir que «todas partes» están en ella. No podemos decir en qué momento del tiempo existe esta consciencia iluminada. No, no es posible decirlo. Sólo podemos decir que todo el tiempo existe en esta consciencia.
Esta consciencia es más grande; y tiene que ser así. ¿Por qué tiene que ser así? Mira al cielo: el cielo es inmenso. Pero el que mira, el testigo, es más grande, de no ser así ¿cómo podrías verlo? El que ve tiene que ser más grande que lo que ve ...: esa es la única manera. Puedes observar el tiempo, puedes decir: «Es por la mañana, ahora es mediodía o ahora es por la tarde. Ha pasado un minuto, ha pasado un año o ha pasado una era». Este observador, esta consciencia, tiene que ser más grande que el tiempo, si no, ¿cómo podría observarlo? El observador tiene que ser más grande que lo observado. Tú puedes ver el espacio, puedes ver el tiempo; por lo tanto ese que ve dentro de ti debe ser más grande que ambos.
Una vez que ocurre la iluminación, todo está en ti. Todo empieza a moverse en ti, los mundos surgen de ti y se disuelven en ti; porque tú eres el todo. Vacío acá, vacío allá, y sin embargo, el Universo infinito está siempre delante de tus ojos. Infinitamente grande e infinitamente pequeño; no hay diferencia, porque las definiciones han desaparecido y no se ven límites. Lo mismo pasa con el Ser y el no-Ser. No malgastes el tiempo con dudas y argumentos que no tienen nada que ver con esto. Una cosa, todas las cosas: van juntas y entremezcladas, sin distinción. Vivir en esta comprensión es no estar inquieto a causa de la no perfección. Vivir en esta fe es el camino hacia la no-dualidad, porque lo no-dual es uno con la mente que confía. ¡Palabras! El Camino está más allá del lenguaje, porque en él no hay ni ayer ni mañana ni hoy.

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