CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL SEGUNDO SECRETO.
Para vivir el segundo secreto con toda su fuerza empieza por considerarte cocreador de todo lo que te ocurre. Un ejercicio simple es contemplar lo que te rodea: conforme tu mirada se pose en una silla, un cuadro o el color de las paredes, piensa: “Esto es un reflejo de mí. Esto también es un reflejo de mí” Permite que tu conciencia asimile todo, y pregúntate: ¿Veo orden o desorden? ¿Veo mi singularidad? ¿Veo lo que siento en realidad? ¿Veo lo que quiero en realidad? No todos los objetos de tu entorno responderán claramente a estas preguntas. Si bien un departamento iluminado y de alegres colores representa un estado de ánimo muy distinto al de otro subterráneo y oscuro, un escritorio atestado de papeles puede tener varios significados: desorden interior, temor a las responsabilidades, exceso de obligaciones, desdén por los asuntos cotidianos, etcétera.
Esta pluralidad se explica porque todos manifestamos y ocultamos al mismo tiempo quiénes somos.
A veces expresamos nuestros sentimientos y otras nos distanciamos de ellos, nos negamos o utilizamos válvulas de escape aceptadas por la sociedad. El sofá que compraste sólo porque estaba de oferta, la pared blanca que no te importó pintar de otro color y el cuadro que no retiras porque es un obsequio de tus suegros, son también símbolos de tus sentimientos. Sin entrar en detalles, es posible echar un vistazo al espacio vital de una persona y determinar con bastante exactitud si está satisfecha o insatisfecha con la vida, si tiene una identidad firme o débil, si es conformista o inconformista, si prefiere el orden al caos, si se siente confiado o desahuciado. Ahora pasa a tu círculo social. Cuando estés con tu familia o amigos, escucha con tu oído interno lo que ocurre.
Pregúntate: ¿Escucho felicidad? ¿La presencia de estas personas me hace sentir vivo y animado?
¿Percibo un trasfondo de cansancio? ¿Se trata de un encuentro rutinario o hay una verdadera interacción entre las personas? Las respuestas te ayudarán a valorar tu mundo y lo que ocurre en tu interior: quienes te rodean, al igual que los objetos, son un espejo. Ahora concéntrate en el noticiario nocturno, y en vez de pensar que los sucesos ocurren “allá afuera”, refiérelos a tu persona.
Pregúntate: ¿El mundo que veo es seguro o amenazador? ¿El noticiario me produce temor y consternación o me divierte y entretiene? Cuando se trata de una noticia mala, ¿presto atención sólo para entretenerme? ¿Qué parte de mí representa este programa, la que pasa incesantemente de un problema a otro o la que busca respuestas?
Este ejercicio desarrolla una nueva clase de conciencia: empiezas a romper el hábito de considerarte una entidad aislada. Descubres que el mundo entero está en tu interior.
Ejercicio 2: lleva el mundo a casa.
Que seas un creador no significa que tu ego lo sea.
El ego está inexplicablemente unido a tu personalidad, la cual, obviamente, no creó todo lo que te rodea.
La creación no ocurre en ese nivel.
Intentemos acercarnos al creador interior reflexionando sobre una rosa. Busca una rosa roja y sostenía frente a ti.
Huélela y piensa: “Sin mí, esta flor no tendría aroma”.
Mira su intenso color rojo y piensa: “Sin mí, esta flor no tendría color”. Acaricia los pétalos aterciopelados y piensa: “Sin mí, esta flor no tendría textura”. Sí no mera por tus sentidos -vista, oído, tacto, gusto y olfato- la rosa no sería más que átomos vibrando en el vacío. Ahora reflexiona en el ADN contenido en cada célula de la rosa. Visualiza billones de átomos engarzados en esta doble hélice y piensa:
“Mi ADN está mirando el ADN de esta flor. No se trata de un observador mirando un objeto; es una forma de ADN observando otra forma de ADN”. Observa cómo el ADN empieza a relucir hasta convertirse en vibraciones invisibles de energía.
Piensa: “La rosa se ha desvanecido; ha vuelto a ser energía primigenia. Yo me he desvanecido y soy de nuevo energía primigenia. Ahora, un campo de energía está mirando otro campo de energía”. Finalmente, observa cómo las ondas de energía de cada uno se mezclan hasta desvanecer el límite que los separa, como olas que se alzaran y cayeran en la vasta superficie de un mar infinito.
Piensa: “Toda la energía proviene de una fuente y vuelve a ella. Cuando miro una rosa, una porción minúscula del infinito se eleva de la fuente para experimentarse a sí misma”.
Este ejercicio nos ha permitido conocer la realidad: un campo de energía infinito y silencioso experimentó mediante un destello al objeto (rosa) y al sujeto (observador) sin ir a ningún lado. La conciencia simplemente contempló un aspecto de su belleza eterna. Su único móvil fue crear un momento de alegría. Tú y la rosa fueron los polos opuestos de ese momento, pero no estaban separados: un mismo trazo creativo los fundió en uno.
Deepak Chopra.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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