El significado de la vida es todo
Secreto-14 (Segundo Escrito)
CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR EL DECIMOCUARTO SECRETO
Una vez que determinas en dónde te encuentras, desarrolla un programa de cambio
apropiado para ese nivel.
Primero, las personas en este nivel son hipersensibles a los reveses y los toman de manera
tan personal que abren sus viejas heridas una y otra vez. Si es tu caso, vuelve a lo básico.
Encuentra algo muy sencillo de lograr, como preparar un omelet o correr alrededor de la
cuadra.
Aparta tiempo para esta actividad, y mientras la estés llevando a cabo, percibe
cómo se siente triunfar. Sé como un buen padre y elógiate. Si las cosas salen un poco mal,
piensa que no hay problema. Necesitas reformatear tu manera de sentir respecto de
establecer una meta y alcanzarla.
Dentro de ti hay una voz desalentadora que percibes muy pronto y a la que das demasiado
crédito. Desarrolla progresivamente una conexión con la voz que alienta. Ésta también
está en tí pero ha sido ahogada por la voz de la crítica. Incrementa gradualmente los retos
que puedes enfrentar.
Pasa de preparar un omelet para ti a preparar uno para alguien más.
Percibe qué se siente ser alabado. Asimila el hecho de que mereces este halago. No te
compares con nadie más; tú estás donde estás y en ninguna otra parte. Sigue reforzando
tus éxitos.
Por lo menos una vez al día, haz algo que consideres un éxito y que suscite elogios de ti o
de alguien más.
Asegúrate de que el elogio externo sea sincero. Tomará tiempo, pero
luego de un tiempo notarás que la voz interior de aliento está empezando a crecer.
Aprenderás a confiar en ella, y llegarás a comprender que tiene razón.
Segundo, a las personas de este nivel les afectan de tal manera los fracasos que con
frecuencia evitan nuevos desafíos, pero no tanto como para sentirse desolados.
Si es tu
caso, necesitas más motivación porque estás en la frontera entre querer ganar y el temor al
fracaso.
Puedes inclinarte hacia uno u otro. Para aumentar tu motivación puedes unirte a
un equipo o buscar un tutor.
El espíritu de equipo te ayudará a hacer caso omiso de las
voces desalentadoras de tu interior.
Un tutor te mantendrá concentrado de manera que desertar no sea una opción.
Elige un
nivel de actividad que no ponga en riesgo la confianza en tí mismo. Es más importante
interiorizar los elementos del éxito que vencer un gran desafío. El equipo no tiene que ser
deportivo; busca cualquier grupo que tenga espritu de corpus. Podría ser una banda de jazz,
un grupo de voluntarios o un partido político. El apoyo externo te ayudará a vencer tus
obstáculos internos. Llegarás a comprender que esos obstáculos no son montañas; pueden
reducirse a pequeñas cimas de éxito.
Tercero, las personas de este nivel se sienten más alentadas por el éxito que desalentadas
por el fracaso.
Tienen un buen abastecimiento de motivación positiva.
Si es tu caso,
puedes tener éxito por mucho tiempo pero llegará un momento en que las recompensas
externas dejarán de satisfacerte.
Necesitas fijarte un objetivo completamente interno parar
crecer. Entre los objetivos internos más valiosos están aprender a profundizar en tí,
aprender a servir a otros sin recompensa, y aprender sobre las profundidades de la
espiritualidad.
Proponte obtener mayor comprensión de ti sin recompensas externas. Con
el tiempo, la distinción entre éxito y fracaso empezará a difuminarse.
Empezarás a ver que todo lo hecho no ha sido sino el despliegue de ti mismo para ti mismo.
Las mayores
satisfacciones de la vida ocurren cuando ese despliegue es lo único que necesitas.
‘
Cuarto, las personas de este nivel han vencido el fracaso. Disfrutan cada giro de la vida y
les satisfacen todas las experiencias. Si es tu caso, profundiza tu maestría.
Tus obstáculos
restantes son sutiles y están en el nivel del ego. Aún crees que un yo aislado está teniendo
esas experiencias. Proponte distanciarte e ir más allá de este yo limitado.
Los textos
espirituales más profundos y tu compromiso personal con uno de los cuatro caminos te
proporcionarán gran satisfacción.
No quiero que nadie me vea fracasar.
Esta decisión gira alrededor de la vergüenza, temor interiorizado a la opinión de los
demás. La desaprobación de ellos se convierte en tu vergüenza. El cliché acerca de que las
personas en Oriente no soportan “perder la cara” se refiere a la vergüenza, que puede ser
una poderosa fuerza social. La respuesta a la vergüenza no es la adopción de un
comportamiento desvergonzado.
Muchas personas intentan esa solución en su
adolescencia, esperando vencer su intensa timidez con actos externos de bravuconería,
como pasearse en autos robados o vestir de manera extravagante. Si te sientes
avergonzado fácilmente, has tomado una decisión interna que necesitas modificar.
Primero, date cuenta de que lo que los demás piensan de tí depende frecuentemente de si
tus actos son buenos o malos a sus ojos. La opinión social es inevitable, y nos afecta a
todos.
No obstante, algunos intentarán avergonzarte mediante sus palabras, tono de voz y
comportamiento.
Distánciate de tu situación y observa cómo funciona esto.
Lee un
tabloide o ve un programa televisivo de chismes del espectáculo. Advierte el flujo
constante de insinuaciones y juicios. Siéntete cómodo con el hecho de que este tratamiento
existe.
No estás aquí para cambiarlo, sólo para tomar conciencia de cómo funciona.
Segundo, evita avergonzar a los demás. Este comportamiento es un disfraz. Crees que sí
chismorreas, hablas mal de las personas, intentas sentirte superior o atacas de cualquier
otra manera, protegerás tu vulnerabilidad.
En realidad, lo que estás haciendo es hundirte
en la cultura de la vergüenza. Aléjate; no te puedes permitir permanecer ahí más tiempo.
Tercero, encuentra maneras de granjearte halagos que te hagan sentir una buena persona,
lo cual es diferente a recibir halagos por tus logros. Sin duda puedes hacer muchas cosas
por las que los demás dirían que has hecho un gran trabajo, pero lo que te hace falta es el
halago que sane tu sensación dé vergüenza.
Eso sólo puede ocurrir cuando las emociones
están en juego. Necesitas sentir el calor de la gratitud; necesitas ver la admiración en la
mirada de otra persona.
Te sugiero que ayudes a los pobres, ancianos o enfermos.
Dedica
tiempo a un programa voluntario de ayuda a necesitados, sea cual sea tu definición de ese
término.
Mientras no te reconectes sobre la base del amor, no serás capaz de separarte de
los sentimientos de vergüenza.
No quiero vivir con la carga del fracaso.
Esta decisión gira alrededor de la culpa, conocimiento interno de que se ha obrado mal.
Tiene su lugar como una voz saludable de tu conciencia. Pero cuando la culpa se adhiere a
la razón equivocada puede ser destructiva y enfermiza.
Las personas que se sienten
culpables sufren por la incapacidad de distinguir entre pensamientos y actos.
Sienten la
carga de cosas exclusivamente mentales, no de acciones. A esto suele llamársele “pecar en
el corazón”.
Sea cual sea el nombre que le des, la culpa te hace sentir un fracasado debido
a tu horrendo pasado.
Las personas que se sienten culpables no quieren enfrentar nuevos desafíos por miedo a
que, cuando fracasen, se sentirán más culpables y la carga del pasado se incrementará.
Esto les suena razonable, pero en realidad la culpa es extremadamente irracional.
Como la
vergüenza, podemos descomponer la culpa en sus ingredientes irracionales: :;
La culpa no es una medida confiable del bien y el mal. Puede hacerte sufrir por
razones triviales.
La culpa es una manta que quiere cubrir todo.
Te hace sentir culpable respecto de
personas y cosas que no tienen relación con tus actos excepto porque casualmente
estaban en los alrededores.
• La culpa te hace sentir excesivamente responsable.
Crees haber causado males
que, en realidad no tienen nada que ver contigo.
• La culpa es parcial. Invariablemente te considera culpable, sin oportunidad de
indulto.
Cuando comprendes estos cuatro enunciados puedes empezar a aplicarlos en tu caso.
No
intentes ahuyentar la culpa.
Ten tu reacción de culpa, déjala ser, y entonces pregúntate:
"¿En verdad hice algo malo?" "¿Condenaría yo a alguien que hiciera lo mismo?" "¿Actué
lo mejor posible dadas las circunstancias?" Estas preguntas te ayudarán a percibir más
objetivamente el bien y el mal. Si tienes duda, busca la opinión de una persona poco
inclinada a inculpar.
"¿A quién lastimé en realidad?"
Sé específico; no permitas que la culpa sea una manta.
Tal
vez descubras que en realidad jamás lastimaste a nadie.
SÍ aún crees que lo hiciste, ve
con la persona y pregúntale cómo se siente al respecto. Comenta tus acciones. Intenta
llegar al punto donde puedas disculparte. Escribe la disculpa en un papel. Cuando la voz
de la culpa te acuse de nuevo, toma el papel que demuestra que has sido perdonado y di:
"¿Lo ves? No importa que quieras hacerme sentir así. La persona que lastimé ya no se preocupa
por esto".
"¿En verdad soy el responsable aquí? ¿Cuál fue mi participación? ¿Jugaron mis acciones
un papel importante o secundario?
" Sólo eres responsable de las acciones que realizaste o
que no realizaste. Sé específico. Detalla esas acciones; no las exageres y no caigas en la
idea irracional de que eres totalmente responsable sólo porque estabas ahí.
Muchas
situaciones familiares nos sumergen en una sensación general de culpa compartida; pero si
eres específico y te responsabilizas de lo que en realidad dijiste e hiciste, no lo de lo que
dijeron e hicieron quienes estaban alrededor, puedes disipar el sentimiento de ser
responsable de todo.
"¿Qué cosas buenas he hecho para compensar las malas? ¿Cuándo habré hecho lo
suficiente para dejar esto atrás? ¿Estoy listo para perdonarme?" Todas las malas acciones
tienen su límite, después del cual eres perdonado e indultado. Pero como hemos visto, la
voz interna de la culpa es parcial: eres culpable desde el momento en que entras al tribunal
y sigues siéndolo por siempre.
Piensa en cualquier acción que te produzca culpa y escribe
el día en que serás perdonado. Haz todo lo que puedas para compensar tu mala acción y
cuando llegue el día de la liberación, toma tu indulto y aléjate.
Ninguna acción, por atroz que sea, merece una condena perpetua; no te dejes llevar por el prejuicio
que sigue responsabilizándote hasta de tus pecados más veniales año tras año.
No quiero gastar toda mi energía.
Esta decisión gira alrededor de la creencia de que la
energía, como el dinero de tu cuenta bancaria, es limitada.
Las personas que no quieren
gastar mucha energía evitan nuevos desafíos por pereza, pero ésta es en gran medida un
disfraz de asuntos más profundos.
Es cierto que la energía es limitada, pero si alguna vez te has comprometido
apasionadamente con algo, sabrás que mientras más energía le dediques, más tendrás.
La
pasión se renueva a sí misma.
Curiosamente, lo que drena la energía es el acto de contenerla. Mientras más reserves tu
energía, más se estrechan los canales por los que puede fluir.
Quienes temen amar, por
ejemplo, reprimen la expresión del amor. Su corazón se constriñe en vez de expandirse;
las palabras afectuosas se atoran en sus gargantas; se sienten torpes hasta en los más
pequeños gestos de cariño.
La constricción desarrolla el temor a la expansión y la
serpiente sigue mordiendo su propia cola: mientras menos energía gastes, menos tienes
para gastar.
Los siguientes pasos pueden expandir los canales de la energía:
• Aprende a dar. Cuando sientas el impulso de acumular, acércate a una persona necesitada
y ofrécele algo que tengas en abundancia. No tiene que ser dinero o mercancías.
Puedes dar tiempo y atención, lo que de hecho contribuirá más a abrir tus canales de
energía que dar dinero.
• Sé generoso. Esto implica ser generoso con elogios y agradecimientos más que con
dinero.
La mayoría de las personas ansia el elogio y recibe mucho menos del que merece.
Sé el primero en notar cuando alguien obre bien.
Agradece con todo el corazón y no sólo
con fórmulas verbales.
Elogia detalladamente, mostrando a la persona que en verdad prestaste atención a lo que
hizo.
Mira a la persona a los ojos y mantén esa conexión mientras la elogias.
• Sigue tu pasión. Algún área de tu vida te hacer querer gastar toda tu energía ahí. Sin
embargo, a la mayoría de las personas les inhibe la idea de ir demasiado lejos y no gastan
su energía ni en esas áreas. Ten la disposición de llegar al límite, y entonces avanza un
poco más. Si te gusta la caminata, fija tus expectativas en una montaña y conquístala. Si te
gusta escribir, comienza y termina un libro. No se trata de forzarte sino de demostrar
cuánta energía hay ahí en realidad. La energía es la portadora de la conciencia; le permite
salir al mundo. Al dedicar más energía a cualquier empresa incrementas la recompensa de
comprensión que obtendrás.
No quiero dolor. Esta decisión gira alrededor de varias cuestiones que se relacionan más
con el dolor psicológico que con el físico.
La primera de ellas es el sufrimiento pasado.
Las personas que han sufrido y no han podido sanar sienten gran aversión hacía cualquier
nueva posibilidad de dolor.
Otra cuestión es la debilidad. Si el dolor ha vencido a alguien en el pasado, la perspectiva
de sufrir más dolor hace surgir el temor de debilitarse aún más. Finalmente está la
vulnerabilidad.
El dolor nos hace sentir expuestos y más susceptibles al dolor que si
permaneciéramos invulnerables. Todas estas cuestiones son profundas y no es fácil
encontrar a alguien inmune a ellas.
Como siempre, hay varios grados de sensibilidad.
El dolor es neutral en el plan cósmico. En el mundo material, el dolor nos motiva
negativamente y el placer lo hace positivamente. Aprender a ser libres significa que tus
actos no dependen de accionar alguno de estos interruptores. No hay desafío mayor, pues
todos estamos profundamente inmersos en el ciclo de placer y dolor. Sólo alcanzando el
nivel del testigo puedes notar cuan incómodo te sientes cuando el placer o el dolor te
impulsan.
Quiero acabar con las cosas lo más rápidamente posible.
Esta decisión gira alrededor de la impaciencia. Cuando tu mente está inquieta y
desorganizada no puedes evitar sentirte impaciente.
Careces del nivel de atención
necesario para tomarte tu tiempo y ser paciente. Las personas que se contienen porque no
pueden prestar suficiente atención también se privan de nuevos desafíos. Su comprensión
se ve forzada a permanecer en un nivel muy superficial. Irónicamente, el tiempo no es
esencial para una respuesta atenta.
Lo que importa no es cuánto tiempo sino con qué profundidad prestas atención.
En la película Amadeus, un compositor muy competente, Salieri, se siente atormentado
por el genio de Mozart, su rival. Mozart no era mejor persona que Salieri: para favorecer
el dramatismo, la película convierte a Mozart en un hedonista vanidoso y pueril.
Él no
dedicaba más tiempo a componer que Salieri; no era más favorecido por los patrones; no
asistió más tiempo a la escuela de música. Salieri culpaba a Dios por esta flagrante
iniquidad de dones, y casi todos hacemos inconscientemente lo mismo cuando conocemos
a alguien que excede por mucho nuestras capacidades.
La impaciencia está arraigada en la frustración. Nos rehusamos a prestar atención porque
los resultados no ocurren con suficiente rapidez o no producen suficientes recompensas.
La mente prefiere alejarse de esta fuente potencial de incomodidad. Si te impacientas
fácilmente, probablemente responsabilizas a las circunstancias externas.
El tránsito no
avanza con suficiente rapidez, la fila para pagar en el supermercado dura una eternidad;
cuando pides a alguien que realice una tarea, siempre arrastra los pies.
La proyección de tu impaciencia en el mundo externo es una defensa, una manera de
desviar el miedo a la ineptitud.
En los casos más graves del transtorno por déficit de atención, especialmente en niños, ese
miedo siempre está detrás de la falta de atención. Las personas impacientes están
demasiado desalentadas como para profundizar demasiado.
Aun sin un rival del genio de Mozart, todos nos sentimos intimidados por un competidor
interno y misterioso, alguien que por definición es mejor que nosotros. Este fantasma nos
expulsa de nuestra propia conciencia.
La impaciencia termina cuando vuelves a tu interior con la confianza suficiente para
permitir que la conciencia se despliegue. La confianza no puede forzarse. Te considerarás
apto cuando experimentes niveles más y más profundos de comprensión. Si eres
impaciente, necesitas enfrentar la realidad de que no eres el mejor en nada, ni necesitas
serlo.
Detente cuando te sientas eclipsado por genios, riquezas, estatus o logros mayores.
La única persona real dentro de tí eres tú.
Esa persona es una semilla cuyo crecimiento es ilimitado.
Para que las semillas germinen
es necesario alimentarlas, y en este caso la alimentación se logra prestando atención.
Ten la disposición de enfrentarte a tí mismo, sean cuales fueren las limitaciones que creas
tener.
Sólo un encuentro directo contigo mismo produce el alimento de la atención, y
mientras más alimento ofrezcas, mayor será tu crecimiento.
Deepak Chopra.
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