miércoles, 20 de julio de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta 16



CARTA-16

Una ráfaga de luz ingresó por encima de la cortina, lo primero que moví fue mi brazo derecho, miré la hora, respiré profundo, «me están regalando un nuevo día», me dije a mí mismo y, sin emitir sonido alguno, casi sin parpadear, me senté mirando al Este, hacia donde nace el sol, y comencé a hablar. GRACIAS, Chej Pacha, Intij Inti, Guenechen, gran espíritu, energía cósmica suprema. Admito que no comprendo todo lo que sucede en la Tierra, en la vida. Incluso después de haber viajado mucho, adentro y afuera, en verdad no sé lo que sucede, solo contemplo un desfile de milagros, una secuencia de acontecimientos mágicos; observo el cielo, contemplo una gota de sangre al microscopio, el paisaje estelar se repite; intenté comprender el misterio de la vida, admito que fui incapaz de comprender lo que veía, lo que presentía. Recuerdo haber visto extraños detalles mágicos, escalones a puertas que conducen a otras realidades, imágenes periféricas que parecen instalarse multidimensionalmente, seres que te hablan de cosas que son ciertas pero no en esta realidad. Contemplo los instantes de que dispongo, son burbujas que estallan al marcharse, constato que estoy vivo, quiero agradecer este detalle cósmico y tú conmigo, si quieres, sumarte a este ceremonial agradecimiento, estar vivos es lo mejor que nos podía haber ocurrido. Mi voz se entrecorta, mi respiración da paso a un jadeo, mi pulso acelera su paso, el instante en que habito este momento es cóncavo y sin salida. Entrelazo mis dedos, levanto la mirada; sucede que la palabra desnuda, entumecida por el silencio impuesto, pulveriza el caparazón racional y, sacudiendo los prejuicios, comienza a modelar el sonido, agradeciendo por el regalo de la vida. 
Gracias por el día recibido hoy entre sábanas y, de techo, el amanecer. Gracias, Chej Pacha, por permitirme tocar el paraíso con mis pies, por llenarme la boca de palabras amorosas, por despertarme de mi ceguera de ignorancia y facilitarme una crisis que yo mismo fabriqué. Gracias por los cinco sentidos que en realidad son veinte ventanas para mirar a otras realidades, gracias por la muerte, que es el amanecer al gran día, por la pesada rama de las adversidades, en este árbol de la vida que incluye todo, con ella aprendí a hacerme fuerte. Gracias por el vaivén de átomos que refresca mi desapego, por adherirme al silencio, ese lenguaje con el que se comunican los invisibles; gracias por el umbral sagrado, donde recordé de dónde vengo y hacia dónde voy. El polvo de las estrellas también forma parte de mi genealogía cósmica, es la forma más poderosa de reinstalarnos en la vida. 
Gracias por esta maravillosa oportunidad. 
Quiero agradecer también por la lluvia que purifica mi mirada, por el humo ceremonial que transporta mis oraciones, por la hermética oscuridad que preserva el conocimiento, reservándolo para el corazón humilde y el aprendiz reverente; gracias por este flujo llamado vida, por las múltiples oportunidades de descubrir la magia de la vida, por el canto de los pájaros que traen mensajes de otras realidades, por mis manos, que puedo convertir en caricias, elevadas a categoría de terapia. 
He jugado con los instantes, que son luminosos cuando los saboreamos intensamente, y opacos cuando permitimos que se marchiten sin aprendizaje ni placer. Gracias porque la vida se esconde en la yema de cada momento, la luciérnaga que contrarresta la oscuridad. Gracias por la posibilidad de germinar esperanzas y cultivar sueños que producen arcoíris; gracias por permitirme rozar la plenitud y rendir culto al éxtasis y por la posibilidad de disponer de instantes crujientes. 
Gracias por el vecindario de múltiples constelaciones, por el sabor del saber y por la colección de días que desfilan por mí cada año. Quiero que mi fugacidad repercuta en la eternidad y que la inmensidad envuelva mis instantes, que cada pliegue de mi alma recoja el aroma de la vida plena. Gracias por permitirme sentir que estoy vivo, que soy parte de algo más grande; por la posibilidad de constatar que todo es uno y todo está vivo; gracias por el fuego, por su calor y sus mensajes, por las lágrimas que no interrumpen mi felicidad; gracias por los ojos que me permiten beber los colores y por los oídos que convierten los estímulos sonoros en música; gracias por la vida que circula por mis venas, por el universo que se esconde en mis células, por los átomos de otros tiempos y las galaxias que pueblan mis cuerpos energéticos.
Quiero agradecer también por las lágrimas que eventualmente humedecen mis mejillas, sin interrumpir la felicidad que me habita; gracias por la posibilidad de convertir en sueño la pesadilla, lo inferior en superior, por la oportunidad evolucionaria, por el laboratorio de alquimia llamado vida al que fui convocado. Germinaré mi espíritu y sublimaré todo lo que sea necesario, entrelazaré mis ajayus con el Chej Pacha, seré fiel a la plenitud, hablaré el idioma del silencio y traduciré el brillo de la sabiduría ancestral, para que el buscador atento aprenda a aclimatar a este tiempo las joyas que usaron nuestros antepasados. Gracias por permitirme cabalgar en el tiempo, esa danza de átomos que ocurre en mi espacio personal; por las estrellas que me recuerdan la importancia de vestirse de luz cuando llega la oscuridad; gracias por el arte, que me invita a convertir mi vida en una galería artística, donde solo se coleccionan buenos recuerdos, y gracias por los párpados, que desaparecen los colores para entregarme a continuación las alas y con ellas volar al descanso. Gracias por el círculo y las formas sagradas, por los templos donde se concentra la energía; gracias por este viaje multidimensional llamado vida, un camino lleno de agujeros pero también de oportunidades. Gracias por los árboles y su presencia protectora, por los ríos y su invitación a fluir, gracias por la posibilidad de soñar y, en especial, por darnos la capacidad de encarnar las mejores utopías, por permitirnos derribar muros y alcanzar imposibles. 
Cada año es una cronología de tiempo encuadernado en forma de días; el tiempo es el país donde reina la fugacidad. 
Quien no reacciona oportunamente y organiza sus instantes, corre el riesgo de haber visitado la Tierra en vano. 
Gracias por el ritual cotidiano del amanecer, con que envuelves el regalo de cada día y por la transparencia de la humildad, pasaporte donde nos colocan el sello de la reverencia, requisito para acceder a los secretos iniciáticos; gracias por las nubes que nos hablan de la dinámica existencial, nos recuerdan que todo está en movimiento, gracias por dejarme vivir en plena orilla de la eternidad, donde poca gente levanta su campamento. 
Gracias por mis brazos, que en cualquier momento se convierten en abrazos; gracias por la paciente vigilia de los guardianes, respetuosos testigos de nuestros mejores errores; gracias por estrenar un nuevo sol cada mañana, por dotarnos de visión para comprender la misión, por la soledad y la compañía, ambas de cinco estrellas, por el bosque, donde lo invisible siempre es frondoso y el clima energizador. 
Gracias por el horizonte, repostería cromática a la hora vespertina y por la capacidad de sentir el placer que sienten nuestros cuerpos, para recordarnos que el placer es la antesala al éxtasis, la alfombra de la plenitud, el salvoconducto a la unicidad, territorio liberado desde donde podemos comprender el origen y propósito de la vida. Gracias por la maravillosa tecnología con que fue fabricado nuestro cuerpo, por el océano multicolor y enigmático de la mente, por la posibilidad de acceder a otros tiempos cuando nos preparamos y por la sabiduría ancestral, la ciencia de los abuelos, desde la cual nos dejaron huellas de magia, para recordarnos que la vida es mucho más de lo imaginado. Quiero agradecer también por la diversidad biológica que posibilita una sedosa biósfera, donde todos ayudan a todos, generando un microclima que se torna fosforescente con la felicidad. Aquí no hay mejor dispositivo que el corazón lleno de amor y la actitud sedienta de crecimiento. 
Gracias por la mirada de los niños que aún contemplan otras realidades, por la meditación que nos purifica, por la danza que nos libera y el canto que nos cura. 
Gracias, incluso por las adversidades que nos hicieron fuertes, por la incomprensión que al comprenderla nos hace flexibles, por la envidia que nos recuerda que estamos mejor y por todas las difamaciones que nos hacen imperturbables. De manera personal quiero agradecerte porque no me privaste de nada. 
No sé si fuiste tú o una parte mía. Unas veces se desbandaron mis ideas y en otras el silencio se convirtió en chasquidos. 
Gracias por la embriaguez mística y por las brumas de eventual confusión que experimenté cuando, joven e impulsivo, quería cambiar el mundo a mi manera, y por ese desgarre de la eternidad, a mis quince años sufrí y atravesé un oscuro túnel. Gracias por los glaciares y las cataratas, por las selvas y las montañas, por los acantilados y los cañones, por las playas y los desiertos, por las palabras y las visiones, por las noches de insomnio creador y la aridez de las fronteras; gracias por la espiritualidad mundana que eleva a categoría de exótico mi presente. Admito mi locura, no tengo excusas. 
He cercenado la mediocridad, he truncado la estupidez, he maniatado a mis temores, he incinerado a la frivolidad para convertir en sagradas las burbujas de mis instantes. 
No es ficción, es expiración de lo convencional, es rediseñar el destino sugerido y transitar desnudo el sendero de la «descivilización». Es dejar en libertad mi libertad, proponiendo al amor como garante, a la felicidad como contexto y a la paz como vestuario. Y, finalmente, gracias por la poesía, que en forma de flores, atardeceres o miradas de ancianos ausentes acompañaron mi caminata. Es probable que el sueño persista cuando la penumbra de la ausencia descienda, cuando mi palabra se extinga y las formas se disipen, entonces, en la arena del olvido, ahí, en la orilla del último crepúsculo, escribiré una vez más: GRACIAS…
Chamalú
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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