LOS TRES COMPONENTES DEL
ENTRENAMIENTO MENTAL
Tradicionalmente, la meditación nunca fue practicada de formaindependiente. Siempre fue parte de un sistema mayor de entrenamientomental. Más específicamente, la meditación fue solo una parte de tres aspectos fundamentales. La primera parte de la enseñanza era comprender cómo abordar a la técnica. Esto significa descubrir las dinámicas de lamente y cómo se comporta esta cuando abordas la práctica de la técnica.Solo entonces se te iniciaba en las verdaderas técnicas de meditación. Perohabía además un tercer aspecto. Una vez adquirida cierta familiaridad conla técnica, el énfasis se hacía en la integración de esa cualidad de la menteen la vida diaria. En la adaptación de la meditación a Occidente, con las prisas se han olvidado dos de estos aspectos casi por completo. Y sin estasdos piezas del rompecabezas, la esencia de la meditación se pierde. Se convierte en algo desgarrado de su contexto original, y por tanto menos efectivo. También tiene un impacto considerablemente inferior en tu vida cotidiana.
Así que quizá no es una sorpresa que a algunas personas la meditación les haya supuesto durante años un penoso esfuerzo. Para que esta realmente funcione, para obtener lo mejor de las técnicas, es vital que los tres componentes estén presentes: cómo abordar las técnicas de la mejor manera posible, cómo practicarlas del mejor modo posible y cómo integrarlas en la vida cotidiana del modo idóneo.
Ninguna pieza del rompecabezas es más o menos importante que otra. Imagina que te dejan un hermoso coche clásico para que cuides de él. Nunca has conducido un coche antes, ni has tomado ninguna clase, y el coche es tan fuera de lo común, tan extraordinario, que no estás seguro de cuál es la función de las diferentes palancas, botones y pedales que tiene.
Abordar la meditación es como aprender a conducir el coche. No necesitas comprender toda la mecánica que hay bajo el capó, pero sí que necesitas saber cómo usar los diferentes pedales, palancas y botones.
También necesitas acostumbrarte a la potencia del coche, al lugar por el que debes conducir en la carretera y, por supuesto, a las impredecibles situaciones que pueden provocar los coches que te rodean.
Así que quizá no es una sorpresa que a algunas personas la meditación les haya supuesto durante años un penoso esfuerzo. Para que esta realmente funcione, para obtener lo mejor de las técnicas, es vital que los tres componentes estén presentes: cómo abordar las técnicas de la mejor manera posible, cómo practicarlas del mejor modo posible y cómo integrarlas en la vida cotidiana del modo idóneo.
Ninguna pieza del rompecabezas es más o menos importante que otra. Imagina que te dejan un hermoso coche clásico para que cuides de él. Nunca has conducido un coche antes, ni has tomado ninguna clase, y el coche es tan fuera de lo común, tan extraordinario, que no estás seguro de cuál es la función de las diferentes palancas, botones y pedales que tiene.
Abordar la meditación es como aprender a conducir el coche. No necesitas comprender toda la mecánica que hay bajo el capó, pero sí que necesitas saber cómo usar los diferentes pedales, palancas y botones.
También necesitas acostumbrarte a la potencia del coche, al lugar por el que debes conducir en la carretera y, por supuesto, a las impredecibles situaciones que pueden provocar los coches que te rodean.
Pero no se trata de un coche ordinario, sino de un clásico, y por tanto requiere que el motor se use de forma regular, con el fin de mantenerlo en una buena situación, y para que funcione en su capacidad máxima la próxima vez que quieras cogerlo para dar un paseo con él.
Si no estás familiarizado con los coches clásicos, esto te puede resultar un poco extraño, pero es exactamente lo que esos viejos motores necesitan de vez en cuando.
Aquí es donde interviene la meditación, sentándote cada día y sin coger realmente el coche para dar un paseo, te sientas allí y permites que el motor marche al ralentí, a un ritmo confortable mientras escuchas su sonido, familiarizándote más con él y con la sensación de estar al volante. Esta es «la práctica».Pero ¿de qué sirve un coche si no puedes ir con él a ninguna parte? Lo mismo sucede con la meditación. El propósito de aprender a meditar no es tanto poder pasarte la vida en el asiento trasero con los ojos cerrados, sino integrar esa familiaridad de la consciencia en otras áreas de tu vida.
Eso es«la integración».
Eso significa que hay dos modos diferentes de usar la meditación. Uno es el «enfoque aspirina», como me gusta llamarlo. Salimos, vivimos unas vidas agobiantes, nos estresamos, necesitamos algo que nos haga sentir mejor y hacemos algo de meditación. Entonces nos sentimos mejor,renovados, y volvemos a salir, a vivir el mismo tipo de vida agobiante, nos estresamos de nuevo, hasta que otra vez necesitamos algo que nos haga sentir mejor.
No hay nada malo en este enfoque; de hecho, obtendrás de él bastante espacio mental, pero es un punto de vista limitado si lo comparamos con el segundo enfoque, que trabaja para integrar la misma calidad mental al resto de tu vida.
La cantidad de tiempo que la mayoría de la gente está dispuesta a dedicar a la práctica de la meditación sentada no es sino una fracción del día. Lo bueno de aplicar la atención plena al resto del día es que no necesita que te tomes un tiempo suplementario, ni que cambies tu agenda en modo alguno.
De hecho, puedes seguir haciendo exactamente lo que habías planeado. La diferencia no se encuentra en la actividad, sino en el modo en que diriges tu mente mientras haces las cosas.
La cantidad de tiempo que la mayoría de la gente está dispuesta a dedicar a la práctica de la meditación sentada no es sino una fracción del día. Lo bueno de aplicar la atención plena al resto del día es que no necesita que te tomes un tiempo suplementario, ni que cambies tu agenda en modo alguno.
De hecho, puedes seguir haciendo exactamente lo que habías planeado. La diferencia no se encuentra en la actividad, sino en el modo en que diriges tu mente mientras haces las cosas.
LA MEDITACIÓN Y LOS PENSAMIENTOS
Cuando salí de mi primer monasterio estaba convencido de que la meditación trataba sobre todo de detener los pensamientos. Había oído hablar de la «mente vacía y en paz» que supuestamente podía alcanzar si gracias a la meditación, y estaba desesperado por poder saborearla. Desde luego, había tenido uno o dos breves escarceos con ella, pero me la imaginaba como algo que nunca terminaría, como una burbuja en la que no había nada más que espacio y en la que nada desagradable podía entrar.
La imaginaba como un lugar libre de pensamientos o sentimientos. No me explico cómo pude llegar a pensar que se podía vivir sin pensamientos ni sentimientos, pero así es como me acerqué a la meditación en un principio.Tratar de crear esa burbuja, de alcanzar ese estado mental que yo había asumido que necesitaba para poder al fin meditar de forma «adecuada», es probablemente una de las ideas falsas más comunes sobre la meditación.
Durante ese tiempo recibí una excelente formación, pero el estilo en el que me era impartida solo servía para reforzar muchas de las ideas erróneas que tenía sobre ella. Cada día visitaba al maestro y le explicaba cómo marchaba mi meditación y cómo me resultaba imposible detener todos esos pensamientos que galopaban en mi mente, por mucho que lo intentara. Y cada día él me decía que debía permanecer más vigilante, que debía intentar aún con mayor ahínco atrapar los pensamientos en el momento en que éstos surgían en la mente. Al poco tiempo tenía los nervios destrozados. Me sentaba «en guardia» hora tras hora.
Aquello me parecía el equivalente mental de ese juego de feria en el que una serie de topos asoma la cabeza a través de los agujeros que hay en un tablero, y el niño tiene que golpearlos con un mazo antes de que desaparezcan. Siempre esperando a que apareciera el siguiente pensamiento para saltar sobre él y hacerlo desaparecer.
Con dieciocho horas diarias de meditación y solo tres horas más o menos para dormir, no tardé mucho en caer completamente exhausto. Me sentaba en el templo y trataba de alcanzar algún resultado. Algo. Lo que fuera. Pero con cada esfuerzo extra que hacía, más me alejaba de lo que estaba buscando. Los otros monjes locales parecían perfectamente relajados. De hecho, había unos cuantos que incluso parecían echarse una siestecita mientras meditaban. Y aunque ese no es obviamente el objetivo de la meditación, cuando te estás esforzando del modo en que yo lo estaba haciendo, la idea de dormir resultaba algo absolutamente apetecible.
Cuando salí de mi primer monasterio estaba convencido de que la meditación trataba sobre todo de detener los pensamientos. Había oído hablar de la «mente vacía y en paz» que supuestamente podía alcanzar si gracias a la meditación, y estaba desesperado por poder saborearla. Desde luego, había tenido uno o dos breves escarceos con ella, pero me la imaginaba como algo que nunca terminaría, como una burbuja en la que no había nada más que espacio y en la que nada desagradable podía entrar.
La imaginaba como un lugar libre de pensamientos o sentimientos. No me explico cómo pude llegar a pensar que se podía vivir sin pensamientos ni sentimientos, pero así es como me acerqué a la meditación en un principio.Tratar de crear esa burbuja, de alcanzar ese estado mental que yo había asumido que necesitaba para poder al fin meditar de forma «adecuada», es probablemente una de las ideas falsas más comunes sobre la meditación.
Durante ese tiempo recibí una excelente formación, pero el estilo en el que me era impartida solo servía para reforzar muchas de las ideas erróneas que tenía sobre ella. Cada día visitaba al maestro y le explicaba cómo marchaba mi meditación y cómo me resultaba imposible detener todos esos pensamientos que galopaban en mi mente, por mucho que lo intentara. Y cada día él me decía que debía permanecer más vigilante, que debía intentar aún con mayor ahínco atrapar los pensamientos en el momento en que éstos surgían en la mente. Al poco tiempo tenía los nervios destrozados. Me sentaba «en guardia» hora tras hora.
Aquello me parecía el equivalente mental de ese juego de feria en el que una serie de topos asoma la cabeza a través de los agujeros que hay en un tablero, y el niño tiene que golpearlos con un mazo antes de que desaparezcan. Siempre esperando a que apareciera el siguiente pensamiento para saltar sobre él y hacerlo desaparecer.
Con dieciocho horas diarias de meditación y solo tres horas más o menos para dormir, no tardé mucho en caer completamente exhausto. Me sentaba en el templo y trataba de alcanzar algún resultado. Algo. Lo que fuera. Pero con cada esfuerzo extra que hacía, más me alejaba de lo que estaba buscando. Los otros monjes locales parecían perfectamente relajados. De hecho, había unos cuantos que incluso parecían echarse una siestecita mientras meditaban. Y aunque ese no es obviamente el objetivo de la meditación, cuando te estás esforzando del modo en que yo lo estaba haciendo, la idea de dormir resultaba algo absolutamente apetecible.
Al cabo de un tiempo, mi maestro se dio cuenta de que me estaba esforzando demasiado y me dijo que bajara el ritmo. Pero llegados a ese punto, yo estaba esforzándome demasiado en todo. Hasta en bajar el ritmo.Esa lucha continuó aún durante algún tiempo, hasta que tuve la fortuna de encontrarme con un maestro que parecía tener un don natural para contar historias, para explicar cosas de un modo en que las podía entender fácilmente. Lo que me dijo fue todo un shock para mi,
porque su descripción de la meditación fue radicalmente diferente a todo lo que yo había imaginado.
Andy Puddicombe.
porque su descripción de la meditación fue radicalmente diferente a todo lo que yo había imaginado.
Andy Puddicombe.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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