jueves, 16 de mayo de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN. EJERCICIO: DEVOCIÓN- Ejercicio 34


La mayoría de las personas conocen la distinción entre oración vocal y mental.
A nivel popular se considera oración vocal la que se recita. Oración mental es aquella que se hace con la mente y con el corazón. Frecuentemente se piensa también que la oración vocal es adecuada para los que comienzas a recorrer la vida espiritual, para quienes no tienen una mente lo suficientemente
desarrollada como para meterse en las profundidades de una reflexión seria.

Por todos estos conductos se llega a considerar la oración vocal como inferior a la mental.
La opinión popular en este punto es totalmente errónea. Hasta mediados de la Edad Media no se llegó a distinguir claramente entre oración vocal y mental dentro de la Iglesia. Antes de esas fechas difícilmente podría concebirse que una persona orara sin emplear palabras. Decir a personas como San Agustín, san Ambrosio o san Juan Crisóstomo, lo que recomendamos en nuestros días a los aspirantes: «No digas oraciones; orad, habría sido decirles algo imposible de entender. Se habrían admirado y preguntarían cómo puede una persona orar sin decir oraciones.
Eran perfectamente conscientes de las fases que sobrevienen al contemplativo cuando, en palabras de Teresa de Ávila, Dios retira las palabras de tus labios de manera que, aunque lo
desearas, no serías capaz de hablar y cuando invade a la persona un silencio total que hace superfluos todos los pensamientos y palabras. Pero ellos, y la mayoría de los maestros en el arte de la oración, opinaban que orar con palabras es más eficaz para colocarte en ese estadio de orar sin pensamientos.
Uno de esos maestros fue san Juan Clímaco. Este santo iniciaba a las personas en el arte de la oración empleando un método tan obvio que, a causa de su sencillez, ha sido ignorado casi por
completo.


He aquí los elementos esenciales de este método:
Ponte delante de Dios en cuya presencia te encuentras cuando haces oración… Después
escoge una plegaria y recítala con perfecta atención a las palabras que dices y a la persona a la que se las dices.
Supongamos que eliges el Padrenuestro. Comienza a recitarlo del comienzo al final con total atención:
«Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo...D, pensando en la significación de cada una de las palabras que recitas.
Si te distraes en un momento cualquiera, vuelve a la palabra o a la frase en la que te distrajiste
y repítela cuantas veces sea necesario hasta que puedas pronunciarla con plena atención.
Cuando hayas logrado recitar la plegaria completa con plena atención, repítela una y otra vez.
O pasa a otra distinta.
Este fue el único método que emplearon muchos santos en su oración. Sirviéndose únicamente de él consiguieron hacer notables progresos en el arte de orar y en la contemplación.
Santa Teresa de Ávila habla de una hermana sencilla que le suplicaba le enseñase a  contemplar.
Teresa le preguntó cómo hacía oración y averiguó que se limitaba a rezar con mucha devoción el Padre Nuestro y el Ave María cinco veces, en honor de las cinco llagas del Salvador. Teresa descubrió que la buena hermana había alcanzado, sirviéndose únicamente de esta oración vocal, las cimas de la contemplación y que no necesitaba lección alguna para ser un alma contemplativa.
He aquí otra manera de practicar la oración vocal. Escoge una plegaria o un salmo. Recítalo
entero y observa las palabras que puedes decir con mayor facilidad y aquellas otras cuya
pronunciación te resulta más difícil. Te Presento un ejemplo:
“Yahvé es mi pastor nada me falta, Por prados de fresca hierba me apacienta, hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma.
Me guía por senderos de justicia,
por amor de su nombre.
Aunque pase por valle tenebroso
ningún mal temeré; pues junto a mí tu vara y tu cayado, ellos me consuelan.
Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
Sí, dicha y gracia me acompañarán
todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahvé a lo largo de los días”.
Elige la línea de este salmo que más te llame la atención. La que te viene con mayor facilidad.
Tu línea favorita dentro del salmo. Recítala una y otra vez...


Alimenta con ella tu espíritu hambriento. Puedes hacer lo mismo con las otras dos líneas que te atraigan particularmente.
Ahora escoge la línea que te produzca mayor dificultad... Recítala una y otra vez y advierte lo
que sientes... qué te dice acerca de ti o de tu trato con el Señor... Luego ora espontáneamente a Dios sobre esto.
Al ir avanzando por las sendas de la oración te cuidarás. si eres sabio, de llevar provisiones
contigo: un puñado de tus plegarias favoritas himnos y salmos en los que apoyarte en tiempos de necesidad.
A veces, algunas personas se quejan de que estas oraciones son impersonales ya que se trata
de fórmulas hechas. No hay dos personas que reciten de igual manera la Oración Dominical.
Cuando dices las palabras del Padre Nuestro, éstas calan en tu corazón y en tu mente. Te
configuran, toman la coloración que tú les das y ascienden a Dios con el distintivo, con el sello
personal que tú les imprimes. Por consiguiente, no hay razón alguna para que estas fórmulas sean algo impersonal.
ANTHONY DE MELLO

3 comentarios:

  1. unos consejos a seguir, me encanta leer a Anthony de Mello gracias

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    1. me gusta mucho Anthony de Mello , lo bien que explica las cosas a aprender gracias por recordarlo

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  2. MUY CIERTO. SIN EMBARGO YO LO HAGO MENTALMENTE Y CON IMÁGENES.... Y ME VA EXCELENTE, SE LOGRA UNA PAZ INEXPLICABLE...

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