domingo, 2 de agosto de 2015
Un viaje sin retorno; CAPITULO 6.- EL REFUGIO
Habían pasado ya cuatro horas desde que Raquel y Felipe discutieran por última vez. Ahora, una muchacha de aspecto cansado y con el paso tambaleante, hacía lo imposible por llegar a un refugio que había divisado a pocos metros de ella. Habían sido cuatro horas de subida en círculo por una pendiente pedregosa y muy accidentada, y la noche era ya muy cerrada. La fuerza no le asistía, y en el último intento por llegar, se deshizo de la mochila. Pero fue en vano. Raquel cayó desvanecida al suelo. Hacía mucho frío y la humedad del ambiente muy intensa.
Cuando Raquel volvió a abrir sus ojos, la luz del día entraba con fuerza a través de la pequeña ventana de aquel refugio. Una pieza rectangular, sólida, con paredes de piedra y suelo de madera. Una litera oxidada y desencajada y una mesa redonda de madera de grandes dimensiones en el centro de aquel habitáculo, que estaba muy castigada por la carcoma. Asustada, se levantó bruscamente de la litera.
-Pero… ¿qué hago aquí? Aseguraría que no pude llegar por mí misma. No me acuerdo de nada. ¿Y esta manta… quien me habrá cubierto con ella…? ¡Dios mío!
-¿Otra vez temerosa?
Raquel vio aparecer en ese mismo instante por la puerta a un hombre. La luz de la mañana le reflejaba en el rostro y no podía ver claramente a su visitante.
-Soy yo, Jesús. ¿Es que no te acuerdas de mí?
-Ah… eres tú. Es que no podía verte bien. ¡Que susto me has dado! ¿Has sido tú, verdad, el que me ha traído hasta aquí? ¿Pero por qué me has seguido? ¿Por qué has venido a buscarme si yo no quiero ser encontrada?
-Me parece muy bien… pero supongo que si has venido hasta aquí será porque, al menos, si quieres encontrarte a ti misma. Anda… toma esto, porque además de tener muy mal genio, tendrás también hambre.
-¿Y eso qué es? Tiene un aspecto nauseabundo.
-Es una mezcla de leche, arroz y miel. Es muy energético y te dará mucha fuerza.
-No creo que me guste…
-¡Pues te guste o no… cómetelo! ¡Es una orden!
-¿Es que los hombres vais a estar siempre dándonos órdenes…?
-Raquel, por favor, abandona ya esta forma de ser que tienes tan desagradable y negativa. Tú no eres así… ¿por qué lo haces? ¿Te has preocupado de coger alimentos y ropa adecuada y suficiente para estar aquí?
-No, no pensé en ello.
-¿Qué esperabas encontrar en esta montaña?
-¡A mí misma… eso si encuentro el punto de partida!
-¿Y a parte de eso… qué más esperas encontrar?
-A unos fantasmas que me acompañan desde hace doce años…
-¿Y crees que huyendo de tus amigos y de ti misma vas a conseguirlo?
-Yo solo se que allá abajo me estaba volviendo loca.
-Tienes a todos muy preocupados. Vinieron a pedirme ayuda, y me ha costado mucho dar contigo. Has estado a punto de matarte por una rabieta absurda.
-¿A punto de matarme? Pero si la subida fue fácil… un poco cuesta arriba, si, pero sólo eso.
-Subir por una montaña que no conoces, cuando estaba ya oscureciendo, sin luna… sólo a ti se te podría ocurrir semejante locura. Has estado muy protegida… solo así se entiende el que te encontrase con vida. Estabas desvanecida en el mismo borde de un precipicio. Esta vez el agotamiento te ha salvado de una muerte segura. Cuando bajes lo que subiste… y de día… te convencerás de que no exagero.
-Entonces… si tan seguro estabas de que estaba protegida… ¿por qué ese miedo por mí? La noche estaba igual de negra para los dos. También tú hiciste el loco subiendo detrás de mí.
-Tus amigos me pidieron que viniera a buscarte, estaban preocupados por lo que te pudiera ocurrir, pero yo lo estaba más por lo que pudieras hacer… por tu estado de ánimo. ¡Por eso subí!
-¿Tan importante soy para ti?
-¿Somos amigos, no? ¿No habrías hecho tú lo mismo por mí?
-Perdona, Jesús, mi actitud, he sido una arrogante antipática.
-Entre amigos de verdad, la palabra “perdón” no debe existir. Una sonrisa, una mirada, es suficiente… Aquí te dejo comida y ropa de abrigo. Puedes estar los días que quieras si ello te hace bien. Ahora tengo que irme.
-Jesús, por favor… ¡no te vayas! Tu presencia me hace mucho bien, y en estos momentos necesito tener un buen amigo a mi lado.
Jesús cogiéndola por los hombros, la ayudó a acomodarse en un banco de piedra que había fuera, en la puerta del refugio. Raquel no dejó ni un solo instante de mirarle… ese rostro le era familiar. Lo había visto antes, había algo en ese hombre que la estremecía, pero que a la vez, la invadía de paz, alegría… Jesús, percatándose de que era observado por ella, la traspasó con su mirada queriendo llegar hasta lo más profundo de su pensamiento, de su corazón… y una amplia sonrisa iluminó su rostro.
-¿Jesús… quien eres de verdad?
-¿Raquel… por qué has venido a Jerusalén?
Las miradas de ambos se cruzaron y reinó el silencio durante unos segundos.
-¿Tan importante es para ti mi respuesta, Jesús?
-Sí, mucho.
-¿Dónde te he visto antes? Apenas nos conocemos y te aprecio y te siento como si hubiésemos sido amigos toda la vida. Quiero recordar… pero cuando lo intento, la cabeza quiere estallarme y el dolor es insoportable.
-Raquel… ¿quien es para ti Sananda? Es un nombre que tienes muy grabado en tu cabeza.
-¿No te das por vencido, verdad…?
-Yo nunca me doy por vencido. Créeme, Raquel, necesito saber todo lo que recuerdas de aquella experiencia. Confía en mí…Yo no voy a escucharte con el interés de un psiquiatra. Lo haré con el corazón, y lo que no haría nunca es reírme por muy absurdo que parezca el relato. Deja ya de tener miedo… ¿de qué te avergüenzas? ¿Temes que no te crea? ¿Qué te considere una lunática?
-¡Si!
-Pues entonces es que ni tu misma te crees la veracidad de aquella experiencia. Para ti no fue más que una pesadilla a juzgar por lo mal que lo has pasado. Si estuvieras segura, ni tendrías miedo a enfrentarte a ti misma ni a defender tu sueño ante los demás.
-¡Pues claro que fue real! Si no fuera así, yo no habría hipotecado toda mi vida por un simple sueño o fantasía, ni estaría aquí dispuesta a jugármela si es necesario por hacerla realidad. Lo que pasa es que me siento abandonada. No me atrevo a decir que engañada… porque es muy fuerte, pero algo parecido. Sananda fue el guía espiritual que nos recibió a mis amigos y a mí hace ya más de 12 años, y el que nos habló… Confié en él, y le cogí mucho cariño, aunque era muy reservado. Le pregunté en un momento determinado sobre Jesús de Nazaret, si le conocía… si podría tener la posibilidad de verle y hablar con él. El y los demás guías sonrieron, pero no respondieron. Y en realidad era, habría sido la única respuesta que me interesaba. Y de nuevo el silencio fue la respuesta… ¡Cuantas veces le he pedido que me ayudara en momentos amargos… que me diera alguna respuesta, un indicio, una esperanza…! Pero nada, nada de nada. Esta experiencia solo me ha hecho sufrir y sentir la soledad que produce la incomprensión de los amigos, de las personas que más amas. Y a pesar de todo… aquí estoy como una boba intentando encontrar otra vez esa puerta dimensional que nos llevó entonces hacia ellos… y esta es la montaña… de eso estoy segura. ¿Entiendes por qué estoy así, Jesús? En mi corazón se mezcla la rabia y el amor, la ilusión y la apatía, la esperanza y el desasosiego. Siento unas ganas enormes de amar… necesito amar, sin medida… pero en mi corazón todavía hay rebeldía y resentimiento.
-Piensa, Raquel, que toda esta espera silenciosa y solitaria para ti… y que crees tan injusta, ha sido necesaria. Cuando tuvisteis la experiencia, erais unos críos que asomaban a la pubertad. Os habéis tenido que forjar, fortalecer como seres humanos, equilibrar de mente y espíritu, pero sobre todo se os ha tenido que sopesar la capacidad de entrega, de voluntad, de constancia… pero sobre todo de amar. Los cinco habéis llegado hasta aquí. Cada uno con el peso de sus propias experiencias y trabajos personales, pero estáis aquí. Estamos todos… menos uno, que no tardará en llegar.
-Oye… ¿por qué sabes tu todo esto? ¿En este rompecabezas… qué pieza eres tú?
-Soy una más, como vosotros. ¡Yo también estuve allí!
-Entonces… si eres uno como nosotros, te acordarás seguramente de lo que aquí nos dijeron. Era Sananda el que dirigía todo aquello, ¿no…?
-Si, me acuerdo perfectamente de lo que se habló aquí, y de cual fue vuestra respuesta y reacción: fue maravillosa. Erais unos chavales llenos de ideales, de optimismo, de alegría… pero la respuesta más importante es la que podáis dar ahora, después de los años, cuando ya sois personas adultas y es más difícil mantener intactos los ideales y todo lo demás…
-¿Por qué no te incluyes tú en todo esto… hablas de nosotros, pero no de ti?
-Te voy a dar una pista. Sananda es un hombre cósmico que significa “médico de almas”. Bien… el nombre de Jesús en hebreo significa “El que viene a sanar al Espíritu”¿me sigues?
-Si, claro, ¿pero a dónde quieres ir a parar?
-Pues que Sananda, del que estás muy dolida, y Jesús de Nazaret, a quien tanto amas… ¡son la misma persona, el mismo ser!
-¿Y tu por qué lo sabes?
-Pues porque lo se… yo estuve allí, Raquel.
-Pues te pasarían a otra sala distinta… porque ni me acuerdo de ti, ni de que estuvieras con nosotros, y encima… por lo que oigo, a ti te dijeron cosas que a mí me suenan a chino.
-¡Dejémoslo por hoy, Raquel!
-¿Pero por qué te ríes ahora, Jesús?
-Que se me hace tarde… Quiero bajar al campamento y tranquilizar a tus amigos. Les diré que estarás aquí unos días. Mañana seguiremos hablando. Estarás más descansada y tranquila… y por favor… no andes por aquí si no es de día.
-¿Y si necesito algo… que hago?
-Mira, ¿ves ese sendero que empieza entre esas dos rocas?
-Sí, lo veo.
-Es un camino que utilizan los pastores muy a menudo. Es seguro. No tienes más que andar unos diez minutos hacia abajo, y encontrarás una pequeña aldea. En él hay cinco casas, pues la segunda, la de color blanco y verde es la mía. Vivo allí con algunos de mis hermanos. En la casa siempre hay alguien. Pero aunque no necesites nada… si quieres ir a hacernos una visita, serás muy bien recibida. Si ocurre algo por la noche, y tienes que bajar, lo haces tranquila, pero con esta linterna que te dejo aquí con estas pilas de recambio. ¿De acuerdo?
-Muy bien… perfecto. Y me alegro mucho de que tú también estés en el mismo barco que nosotros.
-Y yo también de que estemos todos juntos. ¡Hasta mañana, Raquel!
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