martes, 8 de septiembre de 2015
Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)
Capitulo VI EL TRABAJO EN NOSOTROS MISMOS
(Escrito VII)
«Lo único que puede faltar en cualquier situación es lo que tú no has dado.»
Las relaciones tienen sentido porque son oportunidades de expandir nuestro corazón y de llegar a amar más
profundamente.
El Espíritu Santo es el mediador de los milagros, una guía para vernos a nosotros mismos de una manera diferente en relación con otras personas.
Observo cómo mi bebé expande su amor hacia todos los
seres que encuentra. Todavía no ha aprendido que hay gente peligrosa. Nada se interpone entre su natural impulso amoroso y su expresión del amor.
Sonríe con la ternura de sus verdaderos sentimientos. Un día tendré que enseñarle que no toda expresión de amor es apropiada.
Pero cerrar la puerta no es lo mismo que cerrar el corazón.
El reto más grande de mi condición de madre' será ayudarle a mantener el corazón abierto mientras vive en un mundo que inspira tanto miedo.
En realidad, no podemos dar a nuestros hijos lo que nosotros mismos no tenemos.
En ese sentido, el mayor regalo que puedo hacer a mi hija es seguir trabajando en mí misma.
Los niños aprenden más por medio de la imitación que de ninguna otra forma. Nuestra mayor oportunidad de influir positivamente en la vida de otra persona es aceptar en la nuestra el amor de Dios.
Uno de los principios básicos de los milagros en las relaciones es que debemos mirarnos a nosotros mismos nuestras propias lecciones, nuestros pensamientos y nuestro comportamiento para encontrar la paz con otra persona.
«La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo.»
El ego nos tentará siempre a pensar que el fracaso de una relación tiene que ver con lo que «el otro» hizo mal, con lo que
«el otro» no ve o con lo que «el otro» necesita aprender.
Pero el foco debe seguir estando en nosotros mismos La falta de amor de los demás nos afecta sólo en la medida en que los juzgamos en función de ella.
De otro modo somos invulnerables al ego, como tiene que serlo el Hijo de Dios.
A veces la gente me dice:
-Pero, Marianne, yo creo que el noventa por ciento del problema proviene de «su» comportamiento.
-Muy bien -les respondo-. Entonces tenemos un diez por ciento para investigar y aprender.
Ese diez por ciento que es «tu» parte es lo que necesitas mirar, y de donde puedes aprender. Es lo que te llevarás contigo cuando empieces a actuar en el próximo guión.
El ego lo sabe, y por eso procura poner el foco en la otra persona. El propósito del ego es llevarnos continuamente a la autodestrucción sin que sepamos lo que estamos haciendo.
Ya es bastante difícil depurar tu propio comportamiento; el empeño en depurar el del otro no es más que una treta del ego para disuadirte de que te dediques a estudiar tus propias lecciones.
Para aprender todo lo posible de las relaciones, tienes que concentrarte en tus propios problemas.
Actualmente es muy común oír que la gente se queja de que su problema es que siempre «se equivoca» al escoger a otra persona.
Aquí, el ego es muy insidioso. Trata de convencernos de que estamos asumiendo la responsabilidad del problema, cuando en realidad no lo hacemos más que en un grado mínimo.
Como nuestra descripción del problema sigue señalando algún culpable, no puede sino llevarnos a una oscuridad más densa,
no a la luz. «Sigo escogiendo a personas que no son capaces de asumir un compromiso»: esta no es la percepción de una mente orientada hacia el milagro. Un planteamiento más inteligente sería: «¿Hasta qué punto me comprometo yo, en realidad? ¿Hasta qué punto estoy preparado, en lo más profundo de mi ser, para dar y recibir amor de manera íntima y comprometida?».
O bien: «¿Cómo puedo perdonar a aquellos que en su
trato conmigo no pudieron ir más allá de cierta muralla de miedo? ¿Cómo puedo perdonarme el modo en que participé en su miedo o contribuí a generarlo?».
A veces parece como si estuviéramos enganchados: nos sentimos obsesionados o compulsivos en relación con otra persona. En este caso, es bastante seguro que, en algún nivel, no permitimos que esa persona se desenganche.
A pesar de la tentación de buscar fuera de nosotros tanto la fuente como la respuesta de un problema, adquiriremos una mentalidad orientada hacia el milagro si las buscamos dentro de nosotros.
El precio que pagamos por no asumir la responsabilidad de nuestro propio dolor es no llegar a darnos cuenta de que podemos cambiar nuestras condiciones si cambiamos nuestros pensamientos.
Independientemente de quién inició una interacción dolorosa, o qué parte del error es atribuible al pensamiento del otro, el Espíritu Santo siempre nos ofrece la posibilidad de escapar completamente del dolor si buscamos refugio en el perdón.
No es necesario que la otra persona participe conscientemente con nosotros en el cambio.
"El que esté más cuerdo de los dos en ese momento -dice Un curso de milagros- debe invitar al Espíritu Santo a la situación."
No importa que la otra persona no comparta nuestra disposición a dejar que intervenga Dios.
Todo lo que necesitamos en la vida existe ya dentro de nuestra cabeza.
Una vez me encapriché con un homosexual.
Quizá fuera irrazonable, pero no podía quitármelo de la cabeza.
Cuando pedí un milagro, me dije a mí misma: «Marianne, estás obsesionada, y no te liberas de ello porque no quieres liberarlo a él. Acéptalo como es. Déjalo libre de estar donde quiera, de hacer lo que desee hacer y con quien quiera hacerlo. Lo que falta aquí es lo que tú no das. Lo que te causa dolor es lo que tú le haces a él.
Emocionalmente, tu ego está tratando de controlarlo, y por eso te sientes controlada por tus emociones».
Lo entendí, y cuando mentalmente lo dejé libre, me sentí liberada.
11. LOS CORAZONES CERRADOS
«Nadie puede dudar de la pericia del ego para presentar casos falsos.»
Conocí una vez a un hombre que empezaba sus relaciones con mucha energía, pero al parecer no podía evitar que el corazón se le cerrara tan pronto como una mujer le había abierto el suyo. He oído comentar que este tipo de comportamiento en las relaciones es «una adicción a la fase de atracción».
Ese hombre no andaba por el mundo hiriendo a las mujeres por pura maldad. Él quería sinceramente tener una auténtica relación comprometida, pero le faltaba la capacidad espiritual que le permitiría asentarse en un lugar durante el tiempo suficiente para construir algo sólido con una pareja a quien sintiera como su igual. Tan pronto como veía fallos y debilidades humanas en una mujer, salía huyendo.
La personalidad narcisista va en busca de la perfección, con lo cual se asegura que el amor jamás tendrá ocasión de florecer.
La exaltación inicial es tan embriagadora, tan tentadora, que el verdadero trabajo de crecimiento que debe seguir
necesariamente a la atracción inicial puede parecer demasiado opaco y difícil para comprometerse con él.
Tan pronto como ve que el otro es un ser humano real, el ego siente una repulsa que lo lleva a querer encontrar a otra persona para «jugar» con ella.
Al final de una relación con alguien así, nos sentimos como si hubiéramos tomado cocaína.
Ha sido un viaje rápido y muy excitante, y en su momento pareció que sucedía algo importante. Después nos estrellamos y nos dimos cuenta de que no había pasado nada significativo, en absoluto. Todo era ficticio. Y lo único que nos queda es un dolor de cabeza, la sensación de que «eso» no es bueno ni saludable y la determinación de no volver a hacerlo.
Pero hay una razón para que este tipo de relaciones nos atraigan. Lo que nos arrastra es la ilusión de su significado.
A veces, alguien que no tiene nada que ofrecer en una relación auténtica puede presentarse como si te ofreciera el mundo.
Son personas tan disociadas de sus propios sentimientos como para haberse convertido en actores sumamente hábiles, que interpretan inconscientemente cualquier papel que les asigne
nuestra fantasía.
Pero la responsabilidad del dolor que sentimos sigue siendo nuestra. Si no hubiéramos andado en busca de un hechizo barato, no habríamos sido vulnerables a la mentira.
¿Cómo pudimos ser tan estúpidos? Esta es la pregunta que siempre nos hacemos cuando estas experiencias acaban.
Pero en seguida admitimos para nuestros adentros que en realidad no fuimos estúpidos, en absoluto. Se trataba de una droga, y el problema era que la deseábamos.
Vimos exactamente cómo era el juego con aquella persona desde el principio, pero sentimos hasta tal punto la atracción del «vuelo» que estábamos dispuestos a fingir -durante una noche, una semana o el tiempo que durase que no lo veíamos. El hecho de que un hombre te diga: «Eres maravillosa, una mujer estupenda. Este es un gran día para mí.
Cualquiera se sentiría afortunado de poder salir contigo», cuando apenas hace una hora que te conoce es una luz roja que parpadea en señal de peligro para cualquier mujer que tenga cerebro. El problema es que nuestras heridas pueden ser tan profundas, es decir que podemos estar tan ávidas de oír esas palabras, aunque en lo más hondo sepamos que no son verdad, que dejemos de lado toda consideración racional. Cuando la gente se muere de hambre, está desesperada.
Muchas mujeres me preguntan por qué siempre conocen a hombres que abusan de ellas, y lo que yo suelo contestarles es esto:
-El problema no es que los conozcas, sino que les des tu número de teléfono.
El problema, en otras palabras, no es que atraigamos a cierto tipo de persona, sino más bien que nos atrae cierto tipo de persona. Quizás alguien emocionalmente distante nos recuerde, por ejemplo, a nuestro padre o nuestra madre... o a ambos.
«Su energía es distante y tiene un sutil matiz de desaprobación -nos decimos-; me siento como en casa.»
El problema, entonces, no es sólo que nos ofrezcan dolor, sino que nos sentimos cómodos con ese dolor.
Es lo que siempre hemos conocido.
El reverso de la medalla de esas peligrosas atracciones que nos echan en brazos de personas que no tienen nada que ofrecernos es nuestra tendencia a encontrar aburridas a aquellas que sí lo tienen. Nada que sea ajeno a nuestro sistema puede metérsenos dentro y quedarse mucho tiempo allí. Y esto es válido tanto para algo ingerido por el cuerpo como para lo que nos entra en la mente. Si me trago un trozo de papel de aluminio, el cuerpo lo regurgitará hasta expulsarlo. Si me piden que me trague una idea que «no va» conmigo, mi sistema psicológico pasará por el mismo proceso de regurgitación para deshacerse del material que le repele.
Si estoy convencida de que no valgo lo suficiente, me resultará difícil aceptar en mi vida a alguien que cree que sí valgo.
Es el síndrome de Groucho Marx, que no quería tratar, con nadie que lo quisiera aceptar a él como socio de su club.
La única manera de admitir realmente que alguien me encuentre maravillosa es encontrarme yo misma maravillosa. Pero para el ego, la autoaceptación es la muerte.
Por eso nos atrae la gente que no nos quiere. Desde el principio sabemos que no están con nosotros.
Más tarde, cuando estas personas nos traicionan y se van, tras una estancia intensa pero bastante breve, fingimos que eso nos sorprende, pero lo sucedido encaja perfectamente en el plan de nuestro ego: «No quiero que me quieran».
¿Por qué las personas agradables y bien dispuestas nos parecen aburridas? Porque el ego confunde la excitación con el riesgo emocional, y encuentra que una persona amable y accesible no es suficientemente peligrosa. La ironía es que la verdad es lo opuesto: las personas accesibles son las peligrosas, porque nos
confrontan con la posibilidad de una intimidad auténtica. Son gente que realmente podría frecuentarnos durante tanto tiempo que llegaría a conocernos. Podrían socavar nuestras defensas, valiéndose no de la violencia, sino del amor. Y eso es lo que el ego no quiere que veamos. La gente accesible nos asusta porque amenaza la ciudadela del ego. La razón de que no nos atraigan es que nosotros somos inaccesibles.
Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)
Capitulo VI-RENUNCIAR AL MIEDO (Escrito VI)
«El amor perfecto expulsa al miedo.»
Una buena relación no es siempre miel y rosas. Es un proceso de nacimiento, a menudo doloroso, con frecuencia confuso. Cuando nació mi hija, estaba cubierta de sangre y de todo lo imaginable. Hubo mucho que hacer antes de que finalmente apareciera un hermoso bebé.
El hecho de que dos personas tengan una «relación espiritual» no significa necesariamente que estén siempre sonriéndose. Para mí, «espiritual» significa, ante todo, «auténtico».
El año pasado, durante el servicio religioso de Nochevieja, dije que no nos habíamos reunido para una celebración
despreocupada, sino meditada y consciente. Eso incluía cierta aflicción y el reconocimiento de las decepciones sufridas durante el año, que tendrían que ser procesadas y perdonadas antes de que pudiéramos celebrar verdaderamente las campanadas de la medianoche como señal de un nuevo
comienzo. Así es como, también en las relaciones, nos reunimos para hacer un verdadero trabajo. Y el verdadero trabajo sólo se puede hacer si existe una rigurosa sinceridad, que es lo que todos anhelamos, pero tenemos miedo de comunicarnos abiertamente con otra persona porque pensamos que los demás nos dejarán si ven quiénes somos en realidad.
En una ocasión, una pareja que asistía a mis conferencias vino a verme para que les aconsejara. Ese mismo día el hombre había dicho a la mujer que quería romper la relación. Indignada y herida, ella le preguntó si la acompañaría a verme para ayudarle a superar la pérdida. Mientras los dos estaban sentados frente a mí en el sofá, le expliqué a Bob que mi intención no era intentar que volvieran a unirse, sino unirme a ellos para pedir la paz.
Recordé en ese momento una situación similar en la que me había encontrado una vez, y la habilidad con que la había manejado mi terapeuta, y dije exactamente lo mismo que ella había dicho. -Bob -le pregunté-, ¿por qué estás tan enojado con Deborah? -No estoy enojado con ella -negó él. -Bueno, pues lo pareces -insistí. -Sé que no es cosa mía arreglar a Deborah -me respondió-. No quiero cambiarla; lo único que quiero es irme. -Oh, apuesto a que eso te parece muy espiritual -señalé.
Me miró sorprendido. Yo sabía que él consideraba que había sido un buen estudiante de Un curso de milagros. -No has dejado de juzgar a Deborah -le dije-.
Le has ocultado información vital, datos sin los cuales ella no podía funcionar eficazmente dentro de la relación. ¿Por qué no le cuentas la razón de que estés tan enojado? -No estoy enojado -volvió a repetir. -Bueno -le dije-. Eres un actor. Haz como si lo estuvieras. Vamos, Bob, que estamos en un lugar seguro. Díselo. Y una vez que empezó, se despachó a gusto. Le dijo que ella no tenía la menor idea de cómo convivir con otra persona, que hacía todo lo que le daba la gana sin importarle si a él le apetecía hacer lo mismo. No recuerdo exactamente qué más le dijo, pero una vez que él se decidió a dejar salir lo que llevaba dentro, soltó un chorro de palabras. Cuando terminó, Deborah; evidentemente conmovida, dijo con sinceridad, en voz baja: -Es que yo no lo sabía. Gracias por decírmelo.
Se fueron y no se separaron. Más adelante me dijeron que su relación renació en aquella sesión. La cólera que sentía Bob era energía reprimida que se generaba en el hecho de haber sentido que no era «espiritual» compartir sinceramente sus
sentimientos con ella mientras convivían.
Es mucho mejor comunicar nuestros sentimientos que reprimirlos. El enojo suele ser el resultado de una serie de sentimientos no comunicados que se nos amontonan dentro hasta que por fin estallan. En una relación santa, forma parte del compromiso expresar sincera y asiduamente nuestros sentimientos y apoyar a nuestra pareja para que pueda hacer lo mismo. Es tanto lo que así se va comunicando a lo largo del camino que disminuye la probabilidad de que se vaya acumulando el resentimiento en el interior de uno u otro de los miembros de la pareja.
Debemos trabajar con lo que tenemos. Si el enojo emerge, aceptémoslo. Si creemos que nuestra pareja no nos amará si nos enojamos, dejamos de ser sinceros y la relación está indudablemente condenada al fracaso. Yo sugiero a las parejas que establezcan un acuerdo: que ninguno de los dos romperá la relación por una pelea.
Es muy importante disponer de un espacio de seguridad para pelearse. Y lo digo porque lo que parecen peleas no siempre lo son. Una vez mantenía yo una acalorada discusión con un amigo, y otro amigo común que estaba presente comentó: -No puedo soportar que estéis continuamente peleándoos. -No nos estamos peleando -le respondí-. Somos judíos. Él pensaba que nos peleábamos, pero aquello para nosotros era una
conversación apasionada. El enojo es un tema candente para los buscadores espirituales. A mucha gente, por ejemplo, le resulta problemática la cólera de Jesús con los mercaderes del templo. Si Jesús era tan puro, preguntan, ¿cómo es posible que se haya enfurecido tanto? Pero la misma escena no le planteará ningún problema a un judío o a un italiano. La supresión del ego no es la supresión de la personalidad. Lo que llamamos «la cólera de Jesús» era energía. No hay que apresurarse tanto a poner el rótulo de enojo a un estallido emocional.
Es una liberación de energía que no hay que considerar como una emoción negativa o «no espiritual». Por otro lado, el mero hecho de que alguien no exprese su rabia no quiere decir que no la sienta. A la rabia vuelta hacia afuera se la llama rabia.
A la rabia vuelta hacia adentro se la llama úlcera, cáncer, etcétera. Lo peor que se puede hacer con la ira es negar que uno la sienta. El punto de vista milagroso no es fingir que no estás enojado, sino más bien decir: «Estoy enojado, pero quisiera no estarlo. Dios amado, por favor, muéstrame lo que no veo». Hay una manera de compartir nuestro enojo con la gente, sin expresarlo como un ataque. En vez de decir, por ejemplo: «Me haces sentir así o asá», podemos decir: «Me siento de este modo. No estoy diciendo que tú me hagas sentir así, ni que la culpa sea tuya. Simplemente, comparto esto contigo como parte de mi proceso de sanación, para liberarme de este sentimiento e ir más allá de él». De esta manera asumes la responsabilidad de tus sentimientos, y lo que se podría haber visto como una discusión -o incluso haber eludido como un tema desagradable- puede convertirse en una parte importante del poder curativo de las relaciones.
Entonces no hablamos como adversarios, sino como compañeros.
Las verdaderas relaciones exigen una comunicación sincera, por más dolorosa que sea y por más miedo que cause.
Un curso de milagros afirma que los milagros proceden de una comunicación que se ha dado y se ha recibido totalmente. Cuando le pides a Dios que sane tu vida, Él proyecta una luz brillantísima sobre todo lo que necesitas mirar. Y tú terminas por ver cosas tuyas que tal vez preferirías ignorar.
Tenemos una recia armadura que se nos ha ido consolidando delante del corazón, un montón de miedo que se disfraza farisaicamente de alguna otra cosa.
Como bien lo sabe cualquiera que alguna vez haya hecho psicoterapia en serio, el proceso de crecimiento personal no es fácil. Debemos enfrentarnos con nuestra propia fealdad.
Con frecuencia tenemos que tomar dolorosa conciencia de que una pauta constituye un callejón sin salida antes de que estemos dispuestos a renunciar a ella. Cuando empezamos a trabajar en profundidad en nosotros mismos, a menudo nos parece que nuestra vida empeora en vez de mejorar. Pero en realidad no es así; lo que pasa es que percibimos mejor nuestras propias transgresiones porque ya no estamos anestesiados por la inconsciencia. Ya no estamos distanciados, por obra de la negación o de la disociación, de nuestra propia experiencia. Empezamos a ver claramente a qué jugamos.
Este proceso puede ser tan doloroso que nos sentimos tentados de dar marcha atrás. Hace falta coraje -a esto se lo suele llamar la senda del guerrero espiritual- para soportar los dolores lacerantes del descubrimiento de nosotros mismos en vez de escoger el dolor sordo de la inconsciencia que arrastraríamos durante lo que nos queda de vida. Yo me río cuando alguien sugiere que Un curso de milagros nos guía por el camino fácil. El Curso es muchas cosas, pero no precisamente fácil.
Antes de alcanzar suficiente poder para abandonar a nuestro ego, tenemos que mirarlo directamente a los ojos. El ego no es un monstruo. No es más que la idea de un monstruo.
Todos llevamos dentro demonios y dragones, pero también al gallardo príncipe. Jamás he leído un cuento de hadas en el que los dragones triunfaran sobre el príncipe. Y nunca he intentado realmente superar una pauta sin haber tenido la vivencia de que Dios me concedía Su gracia cuando se la pedía con humildad. «Uno recibe lo bueno junto con lo malo», solía decirnos mi padre, a mis hermanos y a mí, cuando éramos niños.
Cuanto más sabemos de la luz que hay dentro de nosotros, más fácil se nos hace, en última instancia, perdonarnos el hecho de que todavía no somos perfectos. Si lo fuéramos, no habríamos nacido. Sin embargo, nuestra misión es perfeccionarnos, y una parte importante del proceso es ver dónde no somos perfectos. Nos convertimos en personalidades perfeccionadas al aceptar la perfección espiritual que existe ya dentro de nosotros.
De Leonardo da Vinci se cuenta una anécdota que siempre me ha conmovido. Al principio de su carrera debía pintar una imagen de Cristo y encontró un joven de profunda hermosura que le sirvió de modelo para el rostro de Jesús.
Muchos años después Leonardo estaba pintando un cuadro donde figuraba judas y se echó a andar por las calles de Florencia en busca del modelo perfecto para hacer el papel del gran traidor. Finalmente encontró a alguien con un aire sombrío y maligno que le pareció el modelo perfecto para la imagen de judas, y le pidió si quería posar para él.
El hombre lo miró y le dijo: «Tú ya no me recuerdas, pero yo te conozco. Hace años, te serví de modelo para tu imagen de Jesús». En la película La guerra de las galaxias, Darth Vader resulta que había sido un hombre excelente muchísimo tiempo atrás. Y antes de la caída, Lucifer era el ángel más hermoso del Cielo. El ego es simplemente el lugar donde se estropeó el invento, donde hubo el corto circuito, donde el amor quedó bloqueado. Muchas veces he expresado negatividad en vez de amor en mi vida, pero hay una cosa de la que estoy muy segura: habría hecho las cosas mejor si hubiera sabido cómo. Me habría expresado con amor si en aquel momento hubiera sentido que podía hacerlo con la seguridad de que seguiría viendo satisfechas mis necesidades. Mientras no apreciamos plenamente que el ego es el impostor que llevamos dentro, con frecuencia nos sentimos avergonzados de admitir ante nosotros mismos -y mucho más ante los demás- a qué jugamos.
En vez de sentir compasión por nosotros mismos, y de recordar que nuestras neurosis son nuestras heridas, tendemos a sentirnos demasiado avergonzados para verlas siquiera. Creemos que somos malos. "Pensamos que si nosotros, o -no lo quiera Dios- alguna otra persona pudiera ver la verdad acerca de nosotros, retrocederíamos aterrorizados."
La verdad es que si nosotros, o cualquier otra persona, pudiéramos ver la auténtica verdad sobre nosotros mismos,
nos quedaríamos deslumbrados por la luz.
Al mirar profundamente dentro de nosotros, no obstante, tenemos que enfrentarnos en primer lugar a lo que Un curso de milagros denomina el «anillo de temor».
Antes de que el príncipe pueda rescatar a la doncella afligida, tiene que matar los dragones que rodean su castillo.
Y lo mismo tenemos que hacer todos.
Los dragones son nuestros demonios, nuestras heridas, nuestro ego, nuestras ingeniosas maneras de negarnos amor, a nosotros tanto como a los demás. Tenemos que arrancar de raíz las pautas que nos ha impuesto el ego y depurarnos bien para que el amor puro que llevamos dentro pueda asomarse al mundo. Un maestro espiritual de la India señaló una vez que el cielo nunca es gris. Siempre es azul. Lo que sucede es que a veces aparecen nubes grises que lo cubren, y entonces pensamos que el cielo es gris. Lo mismo pasa con nuestra mente.
Somos siempre perfectos. No podemos no serlo. Nuestros miedos, nuestros malos hábitos, nuestras pautas negativas, se adueñan de la mente y, temporalmente, ocultan nuestra perfección.
Eso es todo. Aún seguimos siendo perfectos Hijos de Dios. Jamás ha habido una tormenta que no haya pasado.
Las nubes grises no duran eternamente. El cielo azul sí. Entonces, ¿qué hemos de hacer con nuestro miedo, nuestra cólera, las nubes que cubren el amor que llevamos dentro? Abandonarlos en manos del Espíritu Santo. Él los transforma por medio del amor, y jamás valiéndose de un ataque a otra persona. Lo destructivo es el ataque, no el enojo por sí solo. Vociferar contra unos cojines es un recurso que se ha popularizado en ciertos círculos, y por buenas razones.
Sacar afuera la energía suele ser una buena manera de deshacerse de la tensión física que tanto nos dificulta la oración cuando más la necesitamos. Nuestro enojo se yergue por delante de nuestro amor, y dejarlo salir forma parte del proceso necesario para abandonarlo. Lo último que has de querer es ceder al insidioso engaño de considerar que la vida espiritual y las relaciones espirituales son siempre tranquilas y beatíficas.
domingo, 6 de septiembre de 2015
LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIO XVIII-IXX)
PRINCIPIO 18
El milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le puedes prestar a otro.
Es una manera de amar al prójimo como a ti mismo, en la que reconoces simultáneamente tu propia valía y la de él.
Esta es otra forma de decir lo que ya hemos discutido, que el milagro nos ayuda a reconocer y a recordar que somos uno y el mismo, y que nuestra valía la establece Dios.
Tu valía es lo mismo que la mía. Si percibo que eres más valioso que yo, o menos valioso de lo que yo soy (víctima o victimario) entonces eso es un ataque.
Básicamente, es un ataque a la Filiación y, por consiguiente, tiene que ser un ataque al Creador de la Filiación.
Es una enseñanza consistente de Un curso en milagros que todos somos lo mismo, al movernos más allá de las diferencias superficiales de nuestros cuerpos -físicos y psicológicos- hacia la unidad subyacente no sólo del Cristo en nosotros, sino también nuestra necesidad compartida de recordar lo que hemos olvidado y de escapar de la prisión de nuestra culpa.
Así, al final del Capítulo 15, que se escribió cerca del Año Nuevo,
aparece esta breve oración: "Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo" (T-15.XI.10:11).
Aprendemos a ver que todo es lo mismo porque, en verdad, sólo hay un problema, y por eso sólo puede haber una solución.
Y todas las cosas y toda la gente en el mundo sirven para enseñarnos esta única lección.
Un milagro es un servicio porque, obviamente, es una manera de traer amor a alguien que cree en el miedo, y al traerle amor o ser un canal de amor para usted que está atemorizado, también lo estoy canalizando hacia mí. Repito, el milagro no es aplicable a la conducta, a pesar de lo que a veces puede parecernos efectos en el
comportamiento. Únicamente ocurre en el nivel de la mente.
Lo más amoroso que jamás pudiéramos hacer no tiene nada que ver con lo que hacemos en el nivel de la forma. Es más bien el unirnos los unos con los otros a través del perdón.
PRINCIPIO 19
Los milagros hacen que las mentes sean una en Dios. Se basan en la cooperación porque la Filiación es la suma de todo lo que Dios creó. Los milagros reflejan, por lo tanto, las leyes de la eternidad, no las del tiempo.
Básicamente, esto significa que los milagros lo que hacen es restaurar en nuestras mentes la consciencia de nuestra unidad con Dios. Los milagros no nos hacen uno en Dios; los milagros nos recuerdan que somos uno en Dios. Recuerden, vuelvo a repetir, que la idea clave en el sistema del ego y la manera de percibir del ego es que nosotros estamos separados.
Si creo que mi cuerpo está enfermo estoy haciendo mi cuerpo real, lo cual quiere decir que estoy haciendo real el propósito del cuerpo. Esto es la separación.
Si me siento perturbado porque usted está enfermo, estoy haciendo exactamente lo mismo.
"Se basan en la cooperación porque la Filiación es la suma de todo lo que Dios creó." Esto expresa la misma idea: Cooperación quiere decir que usted se une con alguien. Y la Filiación de Dios es una.
Otra cosa que el Curso dice repetidamente de sí mismo, además de que ahorra tiempo, es que es muy sencillo (T-11.VIII.1:1; T-15.IV.6:1). Con esto no quiere decir que sea fácil. Es sencillo porque lo ve todo exactamente en la misma forma.
Todos los problemas son lo mismo; toda la gente es la misma. Todos estamos unidos en el nivel de nuestras mentes.
Por lo tanto, hace que la solución de todos los problemas sea la misma.
P: ¿Eso también incluiría unirnos con la gente que se ha ido antes que nosotros?
R: Sí, seguro. Las relaciones no son del cuerpo, de modo que alguien muy cercano a usted puede haber fallecido, y usted podría tener aún una relación significativa con él o ella.
"Los milagros reflejan, por lo tanto, las leyes de la eternidad, no las del tiempo." Ahí está la palabra "reflejar" nuevamente.
El milagro no se rige por la ley de la eternidad, porque la eternidad no tiene nada que ver con el mundo del tiempo.
El milagro se necesita en éste. Así que el milagro refleja la ley de la eternidad. La ley de la eternidad es que todos nosotros somos uno, y somos uno ahora mismo.
LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIO XVI-XVII)
PRINCIPIO 16
Los milagros son recursos de enseñanza para demostrar que dar es tan bienaventurado como recibir. Aumentan la fortaleza del que da y simultáneamente le dan fortaleza al que recibe.
Este principio es idéntico al número 9.
Pueden ver que muchos de los principios se repiten ahora. Igual que con el tiempo, el milagro es un instrumento de enseñanza y la idea es ayudarnos a entender que no estamos separados. El milagro nos enseña que "dar y recibir son en verdad lo mismo," es el título de la Lección 108 del libro de ejercicios.
Todos somos lo mismo: maestro y discípulo; terapeuta y paciente; el que sana y el que es sanado. Recuerden que el error que el milagro tiene que corregir es el error de creer que estamos separados.
El milagro, pues, se convierte en una muestra de nuestra unión y es de eso que habla este principio.
PRINCIPIO 17
Los milagros trascienden el cuerpo.
Son cambios súbitos al dominio de lo invisible, más allá del nivel corporal. Por eso es por lo que curan.
"Los milagros trascienden el cuerpo" porque nos enseñan que no es en el cuerpo donde "se dan." El cuerpo no es lo que constituye el problema y, por lo tanto, al cambiar de pensamiento trascendemos las leyes del cuerpo.
Es por eso que, por ejemplo, personas que pueden tener serios problemas de cáncer, un día van al doctor y éste les dice: "No entiendo, todo ha desaparecido." Hay muchos ejemplos de esa clase de proceso. Hay una lección que dice: "No me gobiernan otras leyes que las de Dios" (L-pI.76). Esa lección menciona algunas de las leyes que el mundo estima, tales como las leyes de nutrición, inmunización, amistad, economía y religión, y dice que ninguna de estas leyes significa nada, y que al cambiar al milagro (mentalidad correcta), uno puede trascender estas leyes y no permanecer atado a las mismas.
Fue la mente la que fabricó las leyes físicas. Es por eso que es tan importante darse cuenta, si van a trabajar con Un curso en milagros, que éste enseña que Dios no creó al mundo. Las leyes del mundo, las leyes de gravedad, muerte, enfermedad y nutrición todas las leyes son "hechas por el hombre"; todas son parte de la mente egocéntrica.
El ego las hizo, y nosotros le damos poder a esas leyes en virtud de nuestra lealtad al ego. Al cambiar esa lealtad, podemos trascender todas esas leyes. Un ejemplo de alguien quien no está sujeto a esas leyes es Sai Baba, el famoso gurú indio, quien trasciende el mundo físico, y es capaz de manifestar y materializar objetos en su mano. Sólo mueve su mano y, súbitamente, produce un anillo de diamantes o lo que sea que quiera hacer.
Y uno no tiene que creer, dicho sea de paso, que él es auténtico para aceptar que el principio es auténtico.
Eso es lo que él demuestra: que con el uso adecuado de la mente usted en realidad puede hacer cualquier cosa en este mundo. Como dice Jesús más adelante en el texto, tu fe puede mover montañas (T-21.III.3:1), y creo que él lo dice muy literalmente.
Puesto que nuestras mentes hicieron la montaña, en todo caso, ¿por qué no podemos divertirnos con ella o moverla de aquí para allá? Ya que todo es fabricado por nuestras mentes, no debe causar ninguna sorpresa que podamos cambiar lo que hemos hecho. ¿Qué hay de extraordinario en eso? Hicimos el cáncer; ¿por qué no podemos cambiar de idea sobre el mismo?
No es el Espíritu Santo Quien cura el cáncer.
El simplemente nos recuerda que podemos hacer otra elección, al recurrir al poder de nuestra mente de cambiarse a sí misma. Las formas son magia, pero el propósito de Sai Baba ciertamente parece ser la 26 demostración, a las mentes que se han cerrado a su poder, de lo que puede hacer la mente.
Y es este propósito lo que la hace espiritual, no psíquica, una distinción a la cual volveremos más tarde .
Otro ejemplo es el que cita Ram Dass en términos de su gurú. Llamado entonces Richard Alpert, el psicólogo de Harvard que colaboró con Timothy Leary en la investigación y experimentación psicodélica, él viajó a la India en busca de su gurú y al fin lo encontró.
Al cabo de unos días el gurú le pidió que le trajera su maleta, la cual estaba repleta de LSD y de cuanta cosa había, supuestamente desconocidas por el gurú. Alpert trató de ocultarlas, pero finalmente, a insistencias del gurú, tuvo que entregarle el contenido de la maleta.
Sin parpadear, el gurú se tragó lo que Alpert afirma que era una cantidad increíble de la "substancia blanca." No tuvo efecto alguno en el gurú.
Fue un ejemplo de habilidad psíquica o magia, pero su propósito era en verdad distinto. Y tuvo un singular efecto sobre Alpert. Estas son ilustraciones del primer principio -de que no hay orden de dificultad.
Muchas personas son capaces de adiestrar sus mentes de manera que pueden mover un vaso o una taza de un lado a otro de la mesa. Eso no es difícil de lograr si usted es realmente dedicado y disciplinado en su mente.
Y, si usted puede mover una taza, ¿por qué no podría mover una montaña? Esta podría ser una forma de explicar cómo los antiguos egipcios movieron todas esas rocas pesadas para construir las pirámides: de algún modo ellos habían aprendido a dominar sus mentes. Negar esto como una posibilidad es afirmar que existe un orden de dificultad en los milagros. Tal dominio, sin embargo, no le trae paz ni lo acerca más a Dios. Todo lo que hace es capacitarlo para que vuelva a ponerse en contacto con el poder de su mente. Pero es el mal uso de ese poder lo que nos metió en dificultades, en primer lugar. Así que, el único remedio para esta práctica equivocada es poner su mente bajo la dirección de Aquel Que jamás la usará mal. Es por eso que el Curso es tan claro y enfático sobre cómo debemos hacer las cosas en el mundo -le preguntamos a Aquel Que sí sabe; no las hacemos por nuestra cuenta. De lo contrario, podríamos utilizar nuestras mentes como una forma de lograr poder sobre los demás, hiriéndolos a ellos y a nosotros mismos. Cuando el principio dice que el milagro "cambia al dominio de lo invisible," habla de cambiar hacia la mente más bien que hacia el cuerpo. Y es por eso que el milagro puede sanar, porque devuelve el problema al lugar donde verdaderamente radica, que es la mente y no el cuerpo. Hay una hermosa línea casi al final del Capítulo 12 que dice: "Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti" (T-12.VIII.3:1). Por lo tanto, necesitamos ayuda para movernos de lo que parece visible -el cuerpo- hacia lo que hemos hecho invisible -la verdad en nuestras mentes.
LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIPIO XV)
PRINCIPIO 15
Todos los días deberían consagrarse a los milagros.
El propósito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje. Básicamente, este principio expone la meta fundamental del Curso, que es ayudarnos a que pasemos cada hora del día, todos los días de nuestras vidas, en una continua contemplación de todas las cosas como el Espíritu Santo nos pide que las contemplemos. Esto quiere decir que continuamente veamos todo lo que ocurre en nuestras vidas como lecciones que Él quiere que aprendamos que cada cosa que ocurre es una oportunidad de aprendizaje si nos aprovechamos de la misma. Así, todo lo que confrontamos debemos verlo como una oportunidad de escoger el agravio del ego o el milagro del Espíritu Santo. P: Hay veces, durante el día, en que mi ego grita tan fuerte que no recuerdo que debo acudir al Espíritu Santo. Si comenzara mi día con una afirmación universal: "Espíritu Santo, por favor, permanece conmigo todo el día," ¿qué pasaría?
R: Lo dudo. Si usted hace eso y luego no piensa en Él en algún momento, eso es magia. Lo que diría Un curso en milagros es que usted debe comenzar su día en esa forma y pensar en Él todo el día, también.
De otra manera, usted va a pensar que el uso del piloto automático se encargará de todo. En un sentido eso es cierto, si usted realmente permanece en piloto automático. Pero yo creo que eso requiere una cantidad tremenda de disciplina, y si tuviéramos esa clase de disciplina, no necesitaríamos un libro de ejercicios.
Al principio del Capítulo 30, hay una sección que se titula Reglas para tomar decisiones (T-30.I) que es una manera muy sencilla de decirnos cómo debemos empezar.
Afirma exactamente lo que usted dice, pero luego explica en detalles lo que debe hacer si se le olvida. Yo creo que debemos empezar nuestro día de esa manera, pero luego debemos reforzarlo continuamente. De lo contrario, es muy, muy fácil recurrir al ego.
P: Considero que una de las razones por las cuales no siempre recuerdo pedir que pueda ver a través de la visión del Espíritu Santo es que hay una parte de mí que, a pesar de todas mis decisiones conscientes, aún quiere ver a mi manera.
Ahora bien, esa no es una parte consciente de mí. Siempre es un choque cuando descubro que está ahí. ¿Qué se puede hacer con el inconsciente?
R: Cuando usted se da cuenta, no se siente culpable, sino que trata de hacerse más y más alerta al momento en que esa parte inconsciente se manifiesta. Eso es lo que ocurre cuando trabaja con este material por un tiempo.
Puede parecerle que su vida empeora o que usted se siente más infeliz. Lo que ocurre en realidad es que usted se torna más sensitivo a cosas suyas que de otro modo jamás habría conocido. Lo que tiene que hacer es sólo tratar de estar alerta a cuando está proyectando algo.
Es mucho trabajo arduo, y no es fácil. Requiere vigilancia. La tercera lección del Espíritu Santo en el Capítulo 6, Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino (T- 6.V-C), realmente significa estar alerta en contra del ego; y sí requiere mucho trabajo arduo. Esto es en realidad un adiestramiento mental, siempre estar pensando en la otra manera de interpretar algo. Hay una línea en el texto que vuelve loco a todo el mundo porque reconoce su significado. Dice: "¿Preferirías tener razón a ser feliz?" (T-29.VII.1:9).
P: Acerca del mismo tópico, hay una sección en el Curso que trata sobre tres preguntas, y la última contesta las tres anteriores; pregunta...
R: "¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?" (T-21.VII.5:14). En realidad, todo esto es parte del último obstáculo a la paz, el temor a Dios (T-19.IV-D), porque el ego siempre enseña que la verdad, si realmente la mirásemos, nos destruiría. La verdad acerca de nosotros es tan horrible y devastadora, porque somos personas tan despreciables, que si en verdad mirásemos, Dios nos daría muerte. Lo que tenemos que hacer es desmenuzar el sistema de pensamiento que nos enseña eso y percatarnos de que la verdad no es que seamos estas personas terribles, sino que somos esta persona santa que es el Hijo de Dios. Eso requiere mucho trabajo porque el otro sistema de pensamiento es una parte integrante de nosotros. La sección titulada El miedo a mirar adentro (T-21.IV) describe primero lo que el ego nos dice que veríamos si mirásemos en nuestro interior: un pecador sin esperanza. Luego dice: ¿Pero qué tal si mirases adentro y vieses que no hay pecado? Ese es el verdadero miedo; pero es el miedo del ego. Es por eso que preferimos ver las cosas a nuestro modo y no a la manera de Dios. Si el mundo es una alucinación y nosotros lo fabricamos, y, por consiguiente, se hizo como un ataque a Dios, como enseña el Curso (L-pII.3.2:1), eso significa que este mundo es un gran símbolo de nuestro pecado en contra de Dios. Si no hay nada ahí, entonces todo es fabricado; es sólo un tonto desatino. Es entonces que el ego se aterra. Que todo el mundo del pecado no es nada más que una tonta equivocación es la única cosa que el ego jamás nos permitiría ver. Es por tal razón que, cuando el Curso nos dice repetidamente que el pecado no existe, al ego no le gusta nada.
Todo el sistema de pensamiento del ego está fundamentado en el pecado. Eso es lo que hace real a este mundo, lo cual implica que niega la realidad de la Voluntad de Dios.
"El propósito del tiempo es que aprendamos a usarlo de forma constructiva." Eso fue lo que dije al principio: el propósito del tiempo es enseñarnos que el tiempo no existe. Es así, pues, un recurso de enseñanza y un medio hacia un fin, que es la forma en que Un curso en milagros lo percibe todo en este mundo. Nada es un fin de por sí; nada en sí es real; es sólo un instrumento de enseñanza. Pero no nieguen el mundo ni el cuerpo; eso no es lo que enseña el Curso. Más bien, debemos mirarlos en forma distinta. Todo lo que ocurre, en la medida en que nos aprieta los botones o nos perturba en la forma que sea, se convierte en una oportunidad de aprender nuestras lecciones. Esto incluye no sólo las cosas en nuestro mundo personal, sino también en el mundo más amplio -cosas como el hambre, el Holocausto, la crucifixión. No las negamos, ni negamos que ocurrieron en el mundo de la ilusión, pero sí cambiamos la manera en que las percibimos: de víctimas y victimarios, vemos a todo el mundo -incluyéndonos a nosotros mismos- pidiendo el amor que no creemos merecer. El mundo entero es un salón de clases: nuestras vidas individuales son clases que tomamos en esta universidad. Todo este camino se convierte entonces en un currículo que tenemos que aprender, y nuestras experiencias individuales se tornan en clases específicas que tomamos para deshacer la culpa que hemos hecho específica. Ese es el propósito del mundo, el propósito del tiempo. "El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje." Cuando hayamos cumplido el propósito del tiempo, cuando el último de los hijos separados de Dios recobre su mente correcta, -eso es lo que Un curso en milagros llama el Segundo Advenimiento, que es el despertar del Hijo de su pesadilla. Esto le abre paso al Juicio Final, que es la última elección entre la verdad y la ilusión (T-2.VIII; L-pII.10). Es cuando el mundo entero, como dice el Curso, se disuelve "en la nada de donde provino" (C-4.4:5).
LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (PRINCIO IVX
PRINCIPIO 14
Los milagros dan fe de la verdad.
Son convincentes porque proceden de la convicción.
Sin convicción degeneran en magia, que es insensata, y, por lo tanto, destructiva; o más bien, el uso no creativo de la mente. A menudo decimos cosas como,
"dar testimonio de la verdad" o "reflejar la verdad," y lo que esto nos indica, repito, es que la verdad no está presente en este mundo, porque el mundo no existe.
Lo que podemos hacer en este mundo es reflejar la verdad del Cielo. Hay una sección que se titula El reflejo de la santidad (T-14.IX). No somos santos en este mundo sino en el Cielo. Nuestra santidad es como Cristo.
En lo que sí podemos convertirnos en este mundo es en el reflejo de Su Santidad. Hay otra sección que tiene un título hermoso: Los heraldos de la eternidad (T-20.V).
El heraldo de la eternidad es la relación santa.
Esta es una relación que ha sido profana o especial, que ha estado repleta de culpa e ira y resentimiento, y que se ha sanado, lo cual significa que ahora refleja la paz del Cielo y de la eternidad. La relación santa es la precursora de la eternidad. No es la eternidad, pero al unirnos a través del perdón refleja la unidad de Cristo en el Cielo. Asimismo, la curación refleja la perfección de Cristo, la verdad de Quiénes somos realmente. Este principio dice lo mismo, que los milagros dan testimonio de la verdad. No son la verdad, sino el reflejo de ésta.
P: El Curso afirma que en este mundo de separación se nos ha asignado un salvador, y que cuando estemos listos para contemplar el rostro de Cristo encontraremos a esa persona. ¿Significa eso que podría ser cualquiera? ¿Cualquier clase de relación, no necesariamente un matrimonio entre hombre y mujer?
R: Un curso en milagros parece sugerir que hay ciertas relaciones muy, muy cruciales en nuestras vidas, y yo creo que casi siempre éstas serían las personas con quienes pasamos gran parte de nuestro tiempo: padres, hijos, cónyuges, amigos muy cercanos. Podría ser una situación de trabajo intensa pero, típicamente, éstas serían las relaciones que el manual define como del tercer nivel: relaciones de toda la vida (M-3.5:1).
No siempre tiene que ser así, pero generalmente ese es el caso, y eso es lo que el Curso implica en realidad. De vuelta al Principio 14, los milagros son convincentes en términos de esta verdad porque surgen de la convicción que emana de nuestro interior, que es realmente "la fe." Es la fe y la confianza de que al elegir el camino del Espíritu Santo estaremos mejor, lo cual es más fácil de decir que de hacer porque todos estamos convencidos de que sabemos más que nadie que la ira funciona, que los intereses separados funcionan y que nuestras maneras de resolver los problemas son las mejores. Lo que hace a los milagros testigos de la verdad en la que pueden convertirse para nosotros, es creer en ellos. Esto significa creer en el principio de que al entregarle el problema al Espíritu Santo, la situación se resolverá debidamente. "Sin convicción degeneran en magia, que es insensata, y, por lo tanto, destructiva; o más bien, el uso no creativo de la mente." Esto quiere decir que cuando no contamos con el Espíritu Santo, es porque confiamos en el ego para resolver los problemas, y eso es magia. Podemos definir magia como cualquier cosa que hagamos para resolver un problema que no existe, lo cual se refiere a todo lo que hagamos para resolver un problema en el nivel físico. Así es como el ego querría que lo resolviéramos. Eso es magia, la cual puede funcionar en el nivel en que ocurre. Si usted tiene un dolor de cabeza penetrante y se toma una aspirina, eso puede quitarle el dolor de cabeza, pero no eliminará el dolor de la culpa que lo llevó a producírselo. Por esa razón el Curso dice que use la magia si cree en ella, pero que no crea que ésta resuelve sus problemas. El milagro le indicará dónde radica el problema realmente. Más adelante, el texto señala que el milagro le devuelve a la causa la función de ser causa (T-28.II.9:3), lo cual significa que los milagros nos enseñan que la causa de todos los problemas que tenemos, está en nuestra mente. El mundo nos enseña que la causa de éstos está en nuestro cuerpo o en el cuerpo de otra persona. Por ejemplo, la razón por la que no soy feliz es que hay algo malo en mí, o hay algo malo en la forma como usted me trató, o en la forma en que el gobierno, o las condiciones del tiempo o Dios, o el mercado de valores me tratan, o cualquier otra cosa que el ego convierta en la causa. Esta cancela la causa en nuestra mente y convierte al mundo en causa. El milagro le devuelve a la causa, que es la mente, la función de ser causa. Básicamente, todo lo que hace el milagro es decirnos que el problema no está en otra persona; está en mí. La magia dice que el problema está en el mundo o en el cuerpo, y por consiguiente es allí donde usted tiene que resolverlo. Todos somos muy ingeniosos al resolver los problemas del mundo, y la medicina adelanta más y más en la solución de los problemas del cuerpo. Pero verdaderamente no resuelve nada, porque todo lo que hace el ego es fabricar otro problema. En esta generación, el cáncer es el objeto. Recuerdo que una vez fue el polio. Y más adelante, para la próxima generación será otra cosa. Lo único que hacemos es cambiar la forma y jamás nos ocupamos de la verdadera causa del problema, que es nuestra creencia en la separación. Cuando utilizamos la magia como una forma de resolver los problemas del mundo, puede ser "destructivo." (A propósito, el uso de esta palabra es otro ejemplo de lo que ocurría durante las primeras semanas de dictado del Curso, un ejemplo de la naturaleza conversacional del mismo. Helen escuchó la palabra "destructivo" la cual se corrigió inmediatamente y se cambió por "uso no creativo de la mente.") Esto se debe a que la manera del mundo de resolver los problemas es por medio del ataque. A veces el ataque es muy sutil; otras veces obviamente no lo es. Pero la magia nunca es amorosa puesto que siempre es un intento de solucionar un problema por medio del desamor, el cual excluye la Fuente de amor en nuestra mente.
LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO PRINCIPIO-XIII
PRINCIPIO 13
Los milagros son a la vez comienzos y finales, y así, alteran el orden temporal. Son siempre afirmaciones de renacimiento que parecen retroceder, pero que en realidad van hacia adelante. Cancelan el pasado en el presente, y así, liberan el futuro. Podemos pensar en este camino como en una alfombra que refleja todo el transcurso de nuestra experiencia en este mundo. Lo que hace el milagro es tomar ciertos aspectos de esta experiencia, todos los cuales están cimentados en la creencia en la separación o en nuestra culpa (de aquí es de donde procede el comienzo y el final), y en un sentido, los aísla como áreas problemáticas con las que tenemos que lidiar. Digamos que tenemos una particular dificultad con una relación. El milagro causaría que nos concentráramos en esa relación y la perdonáramos. En ese sentido, será un comienzo y un final porque circunscribe el problema. Cuando sanamos el problema, lo que significa que perdonamos a la persona que ha sido nuestra mayor dificultad, o cuando verdaderamente nos liberamos de una situación que ha provocado sentimientos de separación, ansiedad, culpa, ira, etc., lo que ocurre es que todo este aspecto del tiempo se ha reducido. Eso es lo que quiere decir con que los milagros "alteran el orden temporal." El Curso enseña que cuando empezó la separación, en ese sólo instante, todo el tiempo, el mundo completo de la evolución, ocurrió simultáneamente (T-26.V.3). En ese único instante en que creímos que nos habíamos separado de Dios, surgió una enorme alfombra. Esta es la alfombra que constituye el mundo entero de la evolución -pasado, presente y futuro. Un curso en milagros también enseña que en ese mismo instante en que pareció ocurrir la separación, Dios creó al Espíritu Santo, Quien deshizo la creencia que le dio origen a esta alfombra. Es como si la separación hubiese ocurrido en un instante, y se hubiese corregido en ese mismo instante. Sin embargo, el problema es que nosotros todavía creemos que este mundo de tiempo y espacio donde habitamos, el cual es realmente un sueño, es la realidad. Por eso el Curso habla del Espíritu Santo como una Voz. El es la Voz de Dios Que Se extiende en el sueño de tal manera que podamos despertar del sueño, y el mundo entero de la evolución es parte de este sueño. Una de las formas en que el ego nos ha arraigado en este sueño, en la creencia de que éste es realidad, ha sido fabricando la noción de que el tiempo es lineal: pasado, presente y futuro. Este es el principal obstáculo al tratar de entender cómo el Curso ve el tiempo y cómo opera el milagro. Nuestras mentes están tan estructuradas en la creencia de que el tiempo es lineal que es imposible para nosotros reconocer que el tiempo es realmente holográfico, que es un modelo que nos ha presentado la física cuántica. La holografía enseña que dentro de cada parte está contenido el todo, lo cual significa que dentro de cada una de las mentes, a pesar de lo que creamos conscientemente, reside toda la historia del ego, que es la historia completa no sólo de este planeta, sino del universo físico en su totalidad. Lo que hace que éste sea un concepto tan aterrador para la mente, es que ésta (y por consiguiente el cerebro) ha sido muy severamente limitada por la estructuración temporal que nosotros fabricamos, la cual es una visión lineal: pasado, presente y futuro. Lo que realmente sucede es que en cualquier determinado momento nosotros escogemos experimentar una porción particular de este holograma; hurgamos en nuestra mente y decidimos recorrer o experimentar una parte de todo este sueño. Esto es lo que quiere decir el Curso cuando afirma que repasamos un guión que ya está escrito (L-pI.158.3-4).
.
Este es el guión. El Espíritu Santo no lo escribe. El Espíritu Santo no causa las cosas que nos ocurren en este mundo. Lo que sí hace es unirse con nosotros en este guión y enseñarnos que hay otra manera de interpretarlas. Hay una línea en el libro de ejercicios donde el Curso habla del Espíritu Santo como "Aquel que escribió el guión de la salvación en el Nombre de Su Creador" (L-pI.169.9:3).
El guión de la salvación es el mismo del ego puesto al revés. Allí donde el guión del ego tenía como propósito reforzar la creencia en la separación, el Espíritu Santo utiliza ese guión, que representa a todas las relaciones y situaciones en nuestra experiencia, de tal manera que podamos aprender que no estamos separados. El utiliza al mundo como un salón de clases; el ego lo utiliza como una prisión. Es el mismo mundo, pero el modo en que el ego lo interpreta nos arraiga aún más en éste. La manera en que el Espíritu Santo lo interpreta nos libera de ese mundo. Lo que nos mantiene en esta alfombra es la culpa, lo cual significa que la manera de despertarnos de este sueño, o de sacarnos de la alfombra, es que nos liberemos de esta culpa. Eso es lo que hace el perdón. Elúnico reclamo que hace el Curso para sí mismo es que ahorrará tiempo. Lo afirma repetidamente. Por ejemplo, Jesús afirma que si hacemos lo que él dice, ahorraremos tiempo (T-18.VII.4-6), y muchas veces él dice que podemos ahorrar mil años (T-1.II.6:7). Un curso en milagros no habla específicamente sobre el tema de la reencarnación o de vidas pasadas, excepto en un lugar, pero no toma ningún partido (M-24.3:1). Ciertamente, sí implica en muchas referencias, no obstante, que ésta no es la primera vez que hemos venido al mundo. Cuando dice que podríamos ahorrar mil años, lo que en realidad dice es que podríamos ahorrarnos muchas, muchas vidas. Esto significa que si tenemos un enorme problema de culpa que hemos expresado en cierta área de nuestras relaciones, hay algo que hacemos continuamente que refuerza el odio a nosotros mismos o nuestra creencia en la separación. En el lapso ordinario de tiempo, podría tomarnos diez vidas trascender esto, el regresar una y otra vez hasta que lo hayamos superado. No obstante, si elegimos solucionar este difícil problema, lo que generalmente significa una relación o una situación que el mundo juzga difícil, repleta de dolor, angustia y sufrimiento, y que en realidad podríamos mirar de un modo diferente, lo cual implica entender básicamente que no somos víctimas ni de esta otra persona ni de nosotros mismos, entonces podremos erradicar el problema en una sola vida. Esto es lo que quiere decir el Curso al afirmar que podríamos ahorrar tiempo o que podríamos ahorrar mil años. Eso es lo que significa que el milagro abole el tiempo, o que "altera el orden temporal." No abole el lapso de tiempo en su totalidad; no es eso lo que hace. Lo que sí hace es colapsar la cantidad de tiempo que nos tomaría erradicar el enorme problema de culpa que tenemos. Ciertamente, no es necesario entender o estar de acuerdo siquiera con toda esta visión metafísica del tiempo. Lo que sí es necesario, es entender, cuando usted se encuentra en una situación muy difícil y dolorosa, que existe un propósito que usted podría identificar en esa situación. El propósito es que no se vea como una víctima, y en la medida que aprenda eso, en esa misma medida sanará toda esa culpa que hay en usted. Eso es lo que ahorra tiempo. P: Entiendo lo que usted dice, pero es difícil ver esto en términos del ego colectivo, del cual existen muchas partes. Algunas partes de este ego están de regreso, enrollando la alfombra, y otras la están desenrollando aún más. Es como dar un paso hacia adelante y dos hacia atrás. ¿Cómo se enrollará al fin esta alfombra? R: El Curso dice que "el desenlace es tan seguro como Dios" (T-2.III.3.10; T-4.II.5:8). Yo creo que dentro de la ilusión tomará mucho, mucho tiempo. Como enseña el Curso, hay una cantidad tremenda de miedo en este mundo. P: Este se perpetúa a sí mismo. R: Así parece. Cuando Helen comenzó a recibir este material procedente de Jesús, él le dio una breve explicación de lo que ocurría. Describió la difícil situación en que parecía estar el mundo, y le dijo que había una prisa celestial. Dijo que se le estaba pidiendo a la gente que regresara al mundo y prestara su talento a beneficio de este plan como una manera de ayudar a otros a cambiar de pensamiento más rápidamente. Un curso en milagros sería una de las partes del plan. Helen y Bill desempeñaron su papel trayéndolo al mundo para ayudar a las personas a cambiar de pensamiento más ligero. Además, el Curso se ajusta perfectamente a la época en que vivimos, una era dominada aún por un cristianismo que no es muy cristiano, a pesar de los muchos cambios radicales que han ocurrido en los últimos veinte años, y de que es una era de la psicología. Sobre todo, esta es una era en la que nos hemos apartado mucho de la idea racional de que la salvación no radica en el ataque, y mucho más demente en términos de creer que los intereses separados -tanto personalmente como internacionalmente- son la manera de salir de este infierno. Por otra parte, vivimos en una era que cuestiona seriamente los valores de nuestras autoridades -políticas, religiosas, científicas, sociales, educativas, etc.- y por consiguiente, estaría relativamente receptiva a nuevas ideas. Debido a esto, muchos consideran a Un curso en milagros como parte de la Nueva Era, aunque su mensaje trasciende por mucho el pensamiento de la Nueva Era y es más parte de las grandes tradiciones antiguas de la espiritualidad. P: Pero si el tiempo no existe, ¿por qué sería necesario apresurar las cosas? R: Eso es cierto. Sin embargo, suponga que su hijo está sufriendo una pesadilla. Usted sabe que es una pesadilla, pero aún dentro de la misma su hijo sufre. Por lo tanto, como padre usted querría disminuir el sufrimiento de su hijo, aun cuando usted sabe que ese sufrimiento no es real. Esa es básicamente la forma en que el Espíritu Santo lo vería o Jesús lo vería. No es que nuestro dolor sea real, sino que nosotros creemos que es real y esta es una forma de ayudarnos a salir de nuestro dolor. P: ¿Podría decir algo acerca de la procedencia de la culpa? R: La fuente básica de la culpa es nuestra creencia de que atacamos a Dios y nos separamos de Él. Eso es lo que el Curso llama pecado, y ciertamente es lo mismo que el pecado original. Debido a la creencia de que atacamos a Dios y nos separamos de Él vamos a sentir culpa, y la culpa es una experiencia psicológica que nos dice que hemos pecado. De ahí proviene el miedo a lo que Dios hará para vengarse. Nosotros atacamos a Dios; ahora El nos va a castigar. Este es el meollo del sistema del ego. De ahí es que procede toda nuestra culpa: la creencia de que hemos victimado a Dios, lo que luego proyectamos sobre todas las situaciones de nuestras vidas, al creer que victimamos a otras personas. Rápidamente invertimos eso y creemos que la gente nos convierte en sus víctimas. P: ¿No dice el Curso que si perdonamos a una persona las hemos perdonado a todas? R: Sí. Puesto que todas las dificultades provienen de nuestra culpa, si en verdad perdonamos a una persona totalmente, en efecto hemos perdonado a todo el mundo, porque a fin de cuentas todo es el mismo problema.
P: Es como golpear el bolo delantero en el juego de bolos; todos los demás bolos se derrumban. R: Correcto; esa es una buena analogía. Hay una hermosa lección en el libro de ejercicios que dice: "permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar" (L-pI.182), la cual parece sugerir que podría hacerse así de fácil (un tronar de dedos), y se acabó. El problema es que la cantidad de miedo que está atrapada en este sistema es inmensa. La fuente básica del miedo es el miedo al amor o el miedo a Dios. El ego nos enseña que si realmente nos liberamos de todo ese miedo, Dios nos destruirá. Eso es lo que impide que permanezcamos quedos por un instante y vayamos a nuestro hogar. En principio lo podríamos hacer, porque todo es lo mismo, sólo hay un problema. Pero debido a que nuestro miedo es tan inmenso lo que hacemos es cortarle trocitos, así que Un curso en milagros nos lleva a trozarlo un poco más rápidamente. P: ¿Y el miedo es inconsciente todo el tiempo? R: Es inconsciente porque la represión es la única forma en que podemos tolerar esta cantidad de miedo. P: De vez en cuando yo tengo la impresión de que esto no es tan serio como todo el mundo parece creer que es; algún nivel en mí me dice siempre: "¡No tomes esto tan seriamente!" R: Eso es absolutamente cierto. Hay una línea en el Curso que habla de la separación como el momento aquel cuando el Hijo de Dios olvidó reírse (T-27.VIII.6:2). Pero ese es exactamente el problema. La separación fue el momento en que el Hijo de Dios se olvidó de reír. Todo el problema fue que cuando nos separamos de Dios lo tomamos en serio. Si nos hubiéramos reído y nos hubiéramos percatado de cuán tonto era tratar de crear como Dios, usurpando Su papel de Creador, nada de esto hubiera sucedido. Lo que nosotros hacemos es fabricar problemas, y luego los tomamos muy en serio. Después pasamos el resto de nuestras vidas tratando de resolver un problema que no existe. Es como el mago de Oz; él no es nada más que un hombrecito detrás de un enorme sistema de amplificación. Eso es el ego. En otros lugares el Curso habla sobre cómo el ego parece ser un león rugiente, pero en realidad es un ratón asustado que le ruge al universo (T-21.VII.3:11; T-22.V.4:3). Si pudiéramos aprender a no tomar a nuestros egos tan en serio, estaríamos mejor. Lo que hay que vigilar, sin embargo, es que no neguemos un problema que hemos hecho real. Ese es el truco, porque nosotros nos engañamos muy fácilmente al creer que nos hemos liberado de un problema cuando todo lo que hemos hecho es ocultarlo. P: ¿Cómo se sabe? R: Si hace lo que es correcto, eventualmente se sentirá mejor, más en paz. Al principio, hablamos sobre la idea de que "los milagros son a la vez comienzos y finales, y así alteran el orden temporal." Podemos entender que lo que esto significa es que los milagros aíslan los problemas y dicen: "Es aquí donde nos concentramos," y al erradicar eso se altera el orden temporal. Lo que usted en realidad hace, puesto que todos nuestros problemas están arraigados en el pasado, es admitir que el problema no radica en el pasado. Realmente, está aquí ahora mismo en el presente, justo aquí en el momento que elijo, y ahora podría elegir de una manera distinta. Entonces, los problemas se convierten en "afirmaciones de renacimiento, que parecen retroceder pero que en realidad van hacia adelante." Esto es lo que quería decir el Curso con "nacer de nuevo," la frase que utiliza más adelante (T-13.VI.3:5). Esto no quiere decir nacer otra vez como lo plantean los cristianos fundamentalistas. Significa nacer otra vez en el sentido de escoger una vida que se rija de acuerdo con el Espíritu Santo y no de acuerdo con el ego. Seguir al ego conduce a la muerte; seguir al Espíritu Santo nos conduce de regreso a la vida eterna. El milagro, en verdad, es la afirmación de esa vida eterna, lo cual se convierte luego en un renacer en términos de que pensamos de manera distinta. Parece retroceder porque sana el pasado. Si me siento enojado con usted en este preciso momento, es porque no estoy viviendo con usted justo este momento; estoy trayendo algo del pasado. La sección que aparece más adelante en el texto y que se titula Sombras del pasado (T- 17.III), explica cómo siempre vemos a la gente en términos del pasado, bien sea por cosas que creemos que nos han hecho a nosotros o que le han hecho a otras personas, o basados en nuestro pasado y en la clase de necesidades que creíamos tener. Así que, el milagro deshace el pasado en el presente, y eso libera el futuro. Por lo tanto, el milagro toma la visión egocéntrica del tiempo y nos libera de ella. La visión egocéntrica del tiempo que, repito, es lineal, toma la culpa del pasado y la proyecta al futuro. Debido a mi pasado culpable, siento miedo ahora de lo que me depara el futuro. Me sentiré inseguro de si tendré dinero suficiente para mi vejez, o me sentiré inseguro o temeroso de que me suceda algo terrible. Todos estos miedos tienen sus raíces en la culpa que radica en el pasado, la cual está arraigada en la creencia de que he pecado en contra de Dios. Lo que hace el ego al utilizar el tiempo es usar el pasado, proyectarlo hacia el futuro, y de ese modo hacer caso omiso del presente. Hay una sección al principio del Capítulo 15 titulada Los dos usos del tiempo (T-15.I) que es una exposición muy buena de cómo el ego utiliza el tiempo y luego cómo lo utiliza el Espíritu Santo. Lo que hace el Espíritu Santo es decirnos que el pasado no existe, porque el mismo se fundamenta en una culpa que no es real. Por lo tanto, no hay nada que temer en el futuro. Luego nos enseña que el único tiempo que existe, es el ahora; sólo existe el presente, una afirmación que hace el Curso más adelante (L-pI.8.1:5; LpI.132.3:1). Eso le permite al Espíritu Santo extenderse a través de nosotros y, así, el futuro se convierte en una extensión del presente de tal manera que la paz, el amor y la unidad que sentimos ahora se extiende por medio de nosotros. Eso es lo que determina todo lo demás. P: ¿Significa todo eso que hay que permanecer en una relación? R: No, por supuesto que no. Eso tiene que ver con forma o con conducta, y no hay nada en Un curso en milagros que jamás sugiera lo que usted debe hacer en una situación determinada. Este simplemente provee el medio -el perdón- con el cual usted puede sacar a su ego de en medio de modo que pueda ser guiado por Aquel Que sabe lo que es mejor para usted en esa situación. Pídale al Espíritu Santo primero, antes de actuar; pero antes de preguntar "¿Qué debo hacer?," debe pedir que lo ayude a deshacerse de sus inversiones egocéntricas en el resultado que -de una manera o de otra interferirían con que usted. escuche Su respuesta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)