Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú)
CARTA-14
En el dormitorio donde cada noche, muy tarde, me recibe su cuerpo, abunda el desorden, hay ropa usada, impunemente lanzada en toda dirección; de pie, junto a la ventana, permanecen varios recuerdos, junto a una blusa derribada por la nostalgia.
El patio que se ve desde la ventana parece apartarse de toda mirada, da la impresión de que quiere dar la espalda a todo observador, creo que está cansado de tanta mentira.
Recuerdo esa vez que decidí permanecer varias semanas en un apartamento, sin salir. Era la decisión correcta, lo incorrecto era el lugar y alguna circunstancia que prefiero olvidar.
Recuerdo a mi tía infeliz, devota militante de la infelicidad; practicaba ese estilo de vida los 365 días del año, hasta que un día, un cáncer fulminante abrevió su existencia.
La infelicidad tiene algunos efectos colaterales degenerativos y con capacidad de suprimir vidas. Hoy me siento increíblemente feliz, admito haber llegado a un punto en el cual ya no soportaría la infelicidad, ni con un excelente salario.
Pensar que hay gente a la que le pagan muy bien por vivir mal. La primera vez que vi a una persona infeliz, no comprendí por qué había elegido vivir de rodillas. Estaba enferma, sin embargo, fumaba con intensidad; era incapaz de amar y la libertad había sido descartada hacía mucho tiempo. Su equipaje era abundante estrés y pesada frivolidad, carecía de sueños, parecía haberse fugado de la morgue. Por entonces yo aún era un niño, no obstante, esa imagen dantesca permanece en mi memoria, como si fuera una experiencia reciente.
Agradezco al Universo la oportunidad de mostrarme oportunamente esa película de terror llamada infelicidad, para mantenerla lejos de mi vida.
Contarte todo esto es simultáneamente un aula iniciática y una autoterapia. Con frecuencia me preguntan cómo logré llegar a la felicidad.
Estas cartas intentan ser una respuesta, ojalá completa, a un insistente interrogante. Creo que la felicidad se fabrica a partir de todos los ingredientes aquí mencionados, debidamente aclimatados a cada coyuntura existencial, a cada personalidad, a cada historia, por ello cada felicidad es única e irrepetible, por ello también no son válidas recetas ni fórmulas para ser feliz, porque cada uno tiene que fabricar su felicidad a su medida y en rigurosa compatibilidad con la misión que tiene.
Te propuse en esta carta referirme a algunos principios que caracterizaron la vida en la antigüedad. Estoy pensando en las diversas culturas indígenas, antes de ser invitadas al etnocidio, en el que les tocó poner los muertos.
Un principio fundamental que comparten todas las culturas prehispánicas es el respeto a la vida.
En esas culturas no se mataba por deporte ni diversión, no se cortaban árboles por razones comerciales y se sacrificaba una vida animal solo cuando era estrictamente necesario, y luego de pedir permiso a los guardianes de la vida, que cada cultura simbolizaba a su manera. El respeto a la vida incluía el respeto a la propia vida de cada uno, expresado en la administración que nos han encomendado de la parcela que es cada uno de nosotros, por ello el suicidio era casi desconocido, así como los hábitos autodestructivos. Otro principio fundamental era la solidaridad, esa hermosa capacidad de pensar y actuar desde el nosotros.
Pase lo que pase, sé solidario, no solo porque el mundo precisa hoy más que nunca de gente solidaria, sino también porque ayudar a otros multiplicará tu felicidad. Ser solidario está más allá de todo cálculo; al ser la solidaridad la parte práctica del amor incondicional, no está en función de méritos ajenos, no espera nada a cambio ni se percibe como una inversión que luego dará sus frutos. Da por el placer de dar, disfrutando del hecho de dar; simultáneamente a ello, también permítete recibir.
Dar y recibir constituyen un círculo en el que se mueve la energía ininterrumpidamente, esto incluye disfrutar del trabajo en equipo, saber escuchar a todos, ser siempre agradecido, ver el lado positivo de todo y de todos, ser crítico pero desde el corazón. Quien no comparte, es un ladrón. El Incario se regía también por este principio, además de la reciprocidad, con la cual se completa el círculo de la solidaridad.
Allá se vivía siempre dando, siempre recibiendo, el «gracias», la palabra pachi, incluía un regalo, un presente que posibilitaba la encarnación de la reciprocidad, en un contexto comunitario donde todos eran importantes.
Junto a los principios de solidaridad y reciprocidad, además del respeto a la vida, los incas regulaban su modelo de convivencia con el ama sua, amallulla y ama khella. Ama sua, «no robes», pero en especial, «no te robes la posibilidad de evolucionar, de aprender, de lograr tu crecimiento y realización personal; no te robes el tiempo haciendo actividades irrelevantes, no te robes la energía consumiendo lo que te hace daño, no te robes esta oportunidad de dar un salto en tu evolución».
Ama khella significa «no seas perezoso, activa tu voluntad, desencadena ese potencial que tienes, involúcrate profundamente con la vida, llegando al punto de convertirte en lo que haces». Ama khella alude también a la creatividad, a no darse por vencidos, a seguir adelante, a aprovechar bien el tiempo y convertirlo en crecimiento y felicidad.
Ama llulla significa «no mientas, en especial no te mientas, no te engañes con postergaciones, no te convenzas a ti mismo de lo que no tiene sentido, solo para tener la razón y justificar tu estilo de vida». Amma llulla significa también no luchar en una trinchera equivocada, no resignarse ni darse por vencidos, no permitir que esta vida se agote sin haber dado un salto en tu evolución. Aplicando estos principios a nuestra vida diaria, podemos ir encaminándonos rumbo a la felicidad, siempre aferrados a principios elevados.
No debemos olvidar que, como especie, sobrevivimos gracias al trabajo en equipo, que vivir es un arte sagrado para el que precisamos iniciarnos, que una vida con felicidad es un sagrado desafío que logramos si permanecemos anclados a una vida con principios y valores fielmente respetados.
Mientras estemos vivos, todo es posible, empero, no queremos hacer de todo, sino aquello que nos hace crecer, aquello que disfrutamos, aquello para lo que somos buenos.
Si quieres tener relaciones armónicas, ten una vida con principios, descarta los chismes, involúcrate en actividades solidarias, escucha atentamente a todos, asegúrate de no herir cuando efectúas una crítica, rodéate de la gente que amas, en especial de personas que practican la solidaridad; salir a pasear
o comer con las personas que amas es saludable y por ello recomendable, más aun si les expresas lo importantes que son para ti. Siempre que puedas, ayuda sin esperar nada a cambio; cuando saludes, que tus buenos días sean auténticos; recuerda el cumpleaños de todos y que sepan que no te olvidaste de ellos; donde sea que vayas genera armonía, y comprende incluso a los que no te comprenden. Cuando te sientas triste, recuerda que esta emoción es pasajera; si precisas llorar, hazlo, también podrías cantar tu tristeza o danzar con algún problema.
Da, recibe, agradece, recuerda que la gente feliz vive mejor y que ser feliz es gratis. En este contexto, vivir con buenos principios incrementa la posibilidad de tener una vida con calidad y felicidad. Recuerda también que la felicidad tiene que ser cotidiana y duradera. Quizá debas preocuparte si no eres feliz, más aun ahora que sabes que la felicidad es fascinante, que ser feliz significa saber vivir, que la felicidad es una manera inteligente de vivir, que felicidad es calidad experiencial ininterrumpida, porque se trata de ser feliz con poco o nada.
Me llamo Chamalú, mis alas no se ven pero puedo hablarte de vuelos multidimensionales, usando como aeropuerto la felicidad en su versión de plenitud. Un día escuché a una piedra que me hablaba, a un árbol que me invitaba a ser su discípulo, a un representante del mundo animal que me ofrecía protección. Confieso que puse en mi vida los más altos principios, entonces comenzaron a cantar los pájaros de la felicidad, a palpitar la vida en cada uno de mis instantes. Esta carta tiene un propósito: incendiar lo que no necesitas y apuntarte a la vida plena.
Ve a buscar un fósforo, mientras escribo la próxima carta, en la cual quiero proponerte la construcción de una tribu, de una familia alternativa que será tu soporte afectivo en tiempos de turbulencia. Un abrazo.
Chamalú.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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