jueves, 21 de julio de 2016
LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-18
CARTA-18
Anoche dejé de escribir temprano, abrí la ventana, dejé correr mis pensamientos, sentí frío, apagué la luz, un sentimiento extraño invadió mi cuerpo. Recuerdo la primera vez que fui a un cementerio, aún era niño y no comprendía por qué la gente se moría. A veces pienso que la muerte es injusta. Tendría que uno vivir en función de los méritos realizados. La gente que ayuda a los demás, que desarrolla su conciencia, que maneja bien su energía, tendría que tener mayor tiempo de vida.
En cambio, quienes malgastan su vida, los que matan su tiempo, la gente que destruye su salud y hace daño a los demás, tendría que vivir menos. Intenté leer, pero no pude concentrarme; volví a recordar al amigo que hace poco partió. Borges decía que la gente tiene la mala costumbre de morirse. Ignoro por qué guardo en un recuadro especial de mi memoria este tema, el de la fugacidad. El tiempo y su indetenible flujo siempre ha sido para mí motivo de sospechoso silencio. En el fondo me desagrada la forma en que la vida va decolorándose con independencia del cumplimiento de la misión que cada no trae. Recuerdo que el otro día, mientras conducía, aparecí involuntariamente en un cortejo fúnebre. Cuando me di cuenta, ya formaba parte de una caravana de autos, poblados de luto por dentro.
Cuando por fin me aparté de ese desfile final, no recordaba absolutamente nada, como si todos esos minutos hubieran pasado a un universo paralelo y habitado otro tiempo.
Creo que es posible estar en dos sitios a la vez.
Más tarde me sentí mejor. Contemplé el cielo, y pensar que algunas estrellas que veo ya no existen, que solo percibo el reflejo de la luz que tuvieron y que se demora años en llegar a la Tierra. «¿Dónde estaré dentro de un millón de años?», me pregunto, se estremece mi cuerpo. Entonces me aferro al presente y a la urgencia de vivir con la intensidad existencial digna de quien se sabe de paso y con el futuro incierto. Aún quiero hacer tantas cosas. Hacer, por ejemplo, más poesía y que ella me trasforme. Quiero vivir en la dimensión poética de la existencia, ascender la palabra hasta la azotea de la magia, ahondar en el instante hasta descubrir la eternidad, reintegrarme en lo universal sin perder mi identidad y, en la intimidad de cada día, recuperar el asombro y reconstruir la inocencia, desechar lo innecesario y vestir el poncho de la humildad. Quiero reintegrarme al Universo, encarnar la pureza, llevar mi insatisfacción al laboratorio donde se fabrican sueños, forjar silencios y dejar mensajes grabados, junto con música, no sé si serán despedida o celebración de la vida. Quiero abandonarme a la intuición y envolverme de trascendencia, quiero apostar de nuevo por la rebeldía y que mi insumisión continúe siendo una amenaza para todos los que insisten en permanecer dormidos. Adolezco de la imperiosa necesidad de contribuir al despertar del otro y hablarle de lo inconmensurable, de la utopía y de la belleza de lo sagrado. Quiero continuar cincelando el despertar del buscador sincero, de aquel que está en la capacidad de recoger el verso y convertirlo en vida nueva. Soy consciente de mi fugacidad y ello me compromete a no dejar pasar un día en vano.
Estoy consciente de que soy tiempo que se marcha, que hoy puede ser el día más hermoso de mi vida, porque solo existe hoy. Abandonar el presente es suprema irresponsabilidad existencial, solo apta para dormidos. Valora tu tiempo, es decir, no postergues: el tiempo tiene la costumbre de no esperar jamás; no ates cabos, ata instantes, madruga, comienza el día con una ducha fría y una dosis inicial de meditación, limítate a vivir el presente con la pasión y desapego que corresponde a quienes saben que no tendrán otra oportunidad.
Aléjate de la gente negativa, su presencia se traduce en pérdida de tiempo, recuerda que EL TIEMPO ES VIDA, quizá para algunos sea dinero, pero para nosotros es vida, es decir, lo único y más valioso que tenemos.
Conviértete en lo que haces, por ejemplo, nunca interrumpas un diálogo por una llamada telefónica; hay excepciones y urgencias, sin embargo, al margen de ello, es bueno respetar tu presente y no fragmentarlo dispersándote; tampoco pierdas el tiempo en chismes o leyendo libros basura, que actualmente abundan. Presta especial atención a los que roban tu tiempo, tenlos bien identificados para evitarlos, practica rigurosa puntualidad.
Llega tranquilo antes y disfrutando del itinerario, recuerda que ser puntual es respetar el tiempo del otro. Ten cuidado con lo fácil y rápido, con lo barato que no necesitas. Recuerda también que el dinero que obtuviste trabajando es el precio del pedazo de vida que entregaste por ello, por eso no puedes gastarlo comprando lo que no necesitas. Hay personas que por tomar los atajos terminan llegando más rápido al lugar equivocado.
Todo tiene su ritmo, encuéntralo, todo tiene su tiempo.
No te robes la oportunidad de contemplar el cielo estrellado antes de dormir, de escuchar el canto de los pájaros al despertar o degustar el bufet cromático a la hora vespertina.
Vivir el presente con la intensidad que requiere cada situación es vivir con inteligencia. No te sobrecargues, delega, aprende a priorizar. Vivir el presente es dar la bienvenida a la felicidad que solo se manifiesta en él. Recuerda que estamos de paso, entonces disfrutar la vida es un deber existencial. Si solo tenemos una breve existencia, tenemos que vivirla con placer.
Tampoco olvides que nada es definitivo, excepto el cambio, que ser feliz es vivir conscientes del paso del tiempo, sobre la base del darte cuenta que estás vivo, ese es un buen punto de partida y que no importe qué edad tengas, ninguna edad es un problema para nada. ¿Qué harías si solo tuvieras un año de vida? La respuesta que des a esta pregunta es fundamental para organizar bien el manejo de tu tiempo, porque aquello que harías si solo te quedara un año de vida, en realidad es lo que deberías hacer siempre, porque no sabes cuándo será tu último año, recuerda que la mayoría de la gente muere a cualquier edad menos de anciana. Los momentos sin felicidad son tiempo perdido. Es verdad que la vida es corta, pero te aseguro que la felicidad y su inmensidad caben en ella. Quien se da cuenta que va a morir y no busca el sentido de su vida, no invierte en aprender a vivir ni despliega todo su potencial, está en un grave problema. Es que no vivir el presente intensamente, es decir, creciendo y disfrutando, ayudando y amando, se parece a una lamentable enfermedad mental. Cuánta gente, recién en la etapa final de su vida, cuando la mitad de su cuerpo le duele y la otra mitad ya no le funciona, recién comienza a darse cuenta que la vida era otra cosa, que el tiempo pasa y no vuelve, que las oportunidades tienen la mala costumbre de no perdonar al que no las identifica a tiempo y en represalia deciden no regresar. Y al darse cuenta de que se les agotó el tiempo y transcurrió casi toda su vida sin que hayan liberado su potencial ni descubierto su misión, caen presa del remordimiento, planteándose lo que harían si la vida comenzara de nuevo. No esperes llegar a esa situación, si bien nunca es demasiado tarde para aprender a vivir, es mejor hacerlo cuanto antes, cuando aún tu vehículo corporal no te impida hacer lo que amas. Para quien vivió bien, la muerte será solo el amanecer de otro día, el nacimiento a otra vida. Es que partir diciendo y sintiendo la misión cumplida, es un placer inexpresable.
Haber aprendido a vivir implica también haber aprendido a tener buenas relaciones con la muerte, porque habremos vivido dejando huellas inspiradoras y recordando que somos parte de algo más grande. En esta perspectiva quiero decirte: nunca te detengas mientras estés vivo, ya sabes que el tiempo no espera, recuerda que en cuestión de tiempo no tendrás una segunda oportunidad, porque cada día es por única y última vez, que la vida se nos va, como el agua de las manos, que no podemos evitar el paso del tiempo, pero es posible, convertir ese flujo en crecimiento. En la carta anterior te dije que la vida quiere liberarse; en esta te hablé de la fugacidad, de cómo un día las brasas de tu presente se convertirán en cenizas y tú en recuerdo. Alguna mejilla húmeda, que también se llevará el olvido, definitiva morada, eventualmente visitada por la memoria.
Un infinito horizonte nos espera, es la llanura eterna de la cual tenemos pocas noticias; solo sabemos que el rocío asciende y que las sombras tienen luz, que las flores son transparentes y que retumba el silencio. Que el presente está desparramado por todas partes, porque en ese nuevo tiempo no habrá pasado ni futuro, ni huella ni cordura, entonces algunos recién comprenderán que en la Tierra, al no aprender a vivir, lucharon en una trinchera equivocada, que se dedicaron a acumular cosas que no pudieron trasladar a su definitiva morada, que se enredaron con ilusiones y se crucificaron a la infelicidad, siguiendo los consejos de quienes, en su ceguera, solo sabían obedecer o mandar. Tranquilo, si estás leyendo esta carta, aun estás a tiempo. Podrías comenzar declarándote feliz y, a continuación, con la urgencia existencial requerida, aprender a vivir y desde ese puerto conducir el barco de tu vida, por la vastedad de un océano lleno de enseñanzas, pero reservado a quienes decidieron despertar su alma y embriagarse de vida. Esto requiere un plan. Te comparto en la carta próxima mi manera de planificar mi vida.
Hasta la próxima.
Chamalú
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario