miércoles, 7 de septiembre de 2016
LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu)
Estimado aprendiz: En realidad ya me había marchado, sin embargo, decidí volver y escribirte estas líneas adicionales, a manera de resumen recordatorio.
Es medio día, el cielo insiste en su color, a pesar de que algunas nubes observan indecisas a lo lejos.
De vez en cuando pasa alguien por la calle, transportando su infelicidad con total impunidad.
La ropa maquilla la circunstancia, la gente normal parece adaptada a lo anormal, los malos recuerdos se apiñan junto a las malas decisiones; la frustración está presente de cuerpo entero, junto al desánimo que invitó al pesimismo a quedarse en la coyuntura existencial de quienes insisten en vivir dormidos.
Los sueños, convertidos en alfombra, son insistentemente pisoteados. La gente parece tranquila, quizá está hipnotizada por el sinsentido que abre huecos en la existencia por donde se fuga la energía, el vacío llena las vidas, la danza de apariencias continúa ininterrumpida.
Cuando se pregunta a la gente quién es, nos responde con su profesión, ese sospechoso sustituto de la misión, que incrementa la infelicidad. En circunstancias democráticas, la mayoría parece tener la razón, sin embargo, cuando se trata de ellos mismos pueden estar equivocados. No hay sirena que anuncie el error, cuando uno se va por el camino equivocado.
No hay censura para quien se autoengaña.
De pronto la vida se torna más oscura, la capacidad de amar se empequeñece, la felicidad se asoma indecisa desde afuera, la gente se adapta, ese es el problema, se acostumbra a vivir mal y fingir bienestar, y ese autoengaño se generaliza hasta convertir a la sociedad entera en un circo, donde cada uno se limita a realizar su papel después de autoengañarse con estilo propio. Esta bien visto que la familia se reúna los domingos para intercambiar apariencias o quejas, sin embargo, casi nunca se abordan temas de fondo, sospechan que sería de mal gusto y podría interferir la digestión compartida.
Quiero en esta carta final felicitarte si llegaste hasta este nivel, y alertarte sobre el riesgo de adaptarse a una normalidad que ya no es normal, porque adaptarse a lo que la mayoría hace es aceptar la infelicidad como manera aceptable de vivir y ello equivale a traicionarse a uno mismo.
Lograr la maestría en felicidad implica nadar contra la corriente, es decir, acumular valor y declararse feliz, o sea, rebelde, dispuesto a pagar el precio en todos los escenarios que podrían expresarse.
No te adaptes a la infelicidad que se camufla en forma de rutina y que tiene buena prensa. En todas partes encontrarás personas que te aconsejen resignarte, adaptarte y renunciar a tus sueños. Esa es una de las pruebas más frecuentes a superar.
La felicidad es posible y con el tiempo resulta fácil, porque en verdad, es nuestra condición natural de existencia.
En realidad todo el mundo, desde la más remota antigüedad, busca la felicidad, sin embargo, ella cada vez parece más escurridiza, al punto que algunos llegaron a pensar que es imposible o está reservada para gente privilegiada.
Nada más alejado de la realidad, la felicidad no tiene relación de dependencia con el dinero, es más, está comprobado que la gente con más dinero, con mucho dinero, no es más feliz.
Esto, sin embargo, no debe sonar como una apología de la pobreza, cada uno deberá organizar su vida, su estilo de vivir, de tal manera que tenga todos los recursos necesarios para vivir como sueña.
Este aprendizaje incluye el imprescindible «aprender a vivir» que postulamos como base de la educación actual.
Tampoco la felicidad está relacionada con la fama, la suerte, la moda o lo material. La gente más feliz que se ha encontrado en el mundo es aquella que hace lo que ama, que ama lo que le toca hacer, que aprendió a manejar bien su tiempo, a organizar bien sus prioridades, a tomar buenas decisiones, a manejar bien sus pensamientos y emociones y por tanto sus relaciones interpersonales son generadoras de bienestar y aprendizaje.
La felicidad tiene que ver más con el compartir que con el tener muchas cosas.
La felicidad de la que te hablo, la única y auténtica, nace en ti mismo de ocuparte adecuadamente de todos y cada uno de tus niveles, me refiero a lo espiritual, expresado en la comprensión de la misión que tienes, de la cual resultará tu evolución; a lo mental, con la generación del hábito de fabricar exclusivamente pensamientos positivos, situación que se logra con el retorno a la inocencia y la práctica de la meditación.
También me refiero a lo emocional, traducido en el manejo y canalización óptima de las emociones, teniendo como eje el amor, la vibración más elevada, que proviene de la felicidad, la cual incluye el estar haciendo lo que tienes que hacer en el momento justo y de la manera adecuada.
El amor incondicional es vibración que emerge del bienestar logrado por la felicidad, como resultado de un trabajo interior ininterrumpido, mediante el cual el aprender, crecer y ayudar se convierten en una manera de vivir.
Me refiero también al nivel físico, expresado en una salud duradera, consecuencia de conocer el cuerpo, de escucharlo y amarlo; igualmente al nivel ecológico, donde, en un contexto de reverencia, ocurre un proceso de purificación, al entrar en contacto con la Madre Tierra, y luego de energización. Finalmente me refiero a la dimensión social donde se expresa en la práctica el amor, la solidaridad, el ayudar al otro y en ese proceso beneficiarnos de aprendizajes inesperados y permanentes, porque la vida misma se convierte en una escuela para quien aprendió a vivir.
La felicidad es posible, es más, resulta indispensable para cumplir nuestra historia evolucionaria.
Nosotros no creemos en el sufrimiento como camino ni en la tristeza inevitable, es decir, para que la felicidad sea posible y permanente, es preciso dotarnos de otro paradigma, disponer de otra percepción de la vida y, por tanto, de otra actitud ante todo lo que pasa, sin delegar nuestro poder al entorno nunca más, esto es: nada ni nadie podrá ponerte mal, sin tu consentimiento. Desde otro paradigma podrás entender que para ser feliz solo precisas darte cuenta de que estás vivo, que la vida es un regalo multidimensional para crecer e ir por ella repartiendo magia. Entonces podrás comprender que la felicidad no es cuestión de tener sino de ser, de ser tú mismo, de cumplir tu misión, porque ello le da sentido a tu vida y te vacuna contra el vacío existencial que condena a tanta gente a la infelicidad, al alcoholismo y la drogadicción.
Quiero recordarte en esta última carta que es pecado no ser feliz, porque la infelicidad es un atentando contra uno mismo.
La infelicidad nos predispone para múltiples enfermedades a nivel físico y mental; la infelicidad convertida en rutina, termina matando la creatividad, reduciendo la lucidez y preparando el camino para depresiones y problemas mayores. En cambio la felicidad es generadora de salud, de bienestar a todo nivel, de lucidez que nos permitirá tomar mejores decisiones en la vida, de creatividad que nos permitirá disfrutar incluso de los problemas y adversidades.
La gente feliz ha recuperado su capacidad de asombro, entonces puede ver o hacer casi todo por primera vez.
Ellos saben que la clave para ser feliz es hacer lo que amamos, estar con los que queremos, no privarnos de nada bueno, estar en constante contacto con la naturaleza, además de correr el riesgo de la innovación, de la exploración, de la búsqueda de nuevos aprendizajes, desarrollando la actitud de fortalecernos con las adversidades y transportando a donde vayamos cantidades significativas de optimismo, el cual nos capacita para ver en toda situación el lado positivo y educativo de lo que acontece.
Ser feliz es ir por la vida fluyendo, descomplicados, en verdad no hay, no debería haber tiempo para nada más que crecer y disfrutar, aprender y ayudar, porque la vida es demasiado corta, más aun, al ignorar la fecha de nuestra partida.
Organiza tu vida con inteligencia para hacer lo que amas y el resto, amar como contexto de aprendizaje.
Comparte lo que tengas, ayudar es multiplicar nuestro bienestar y mejorar la calidad de nuestra vida.
Admite que vivimos en una interdependencia que podría ser manejada con creciente lucidez, de manera que nuestra libertad, autenticidad incluida, no se vea jamás afectada.
Asegúrate de comenzar bien el día, de disfrutar y aprender de todo lo que hagas y de ir por la vida repartiendo amor.
De esa manera cultivarás tu felicidad, que se incrementará constantemente. Un dato final: la receta para tu felicidad la tienes que inventar tú, con todos los ingredientes aquí compartidos, porque la felicidad es un estado del ser y alude a lo más íntimo de cada uno. Imprescindible ser feliz, recuérdalo, este es el último aviso para ti. Hasta pronto, Chamalú
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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