LOS HIJOS DEL SOL V - JUAN BAUTISTA - 4ª PARTE
EL MISTERIO DE MARIA MAGDALENA
En cada cambio de era, nace un gran avatar, pero también lo hace la parte femenina del mismo. Isis; la gran madre, toma carne y forma en una bella mujer. Esa parte femenina, maravillosa no era otra que Maria Magdalena, la gran olvidada de la Historia Sagrada antigua.
Pedro, Santiago y luego Pablo no aceptaron nunca ni comprendieron a aquella mujer que venía de varias relaciones a entrar en el corazón e interés del Maestro como la preferida. Tampoco aceptaron nunca, que cuando ella se ponía a recitar bellas fragancias melódicas en los amaneceres, se movieran las plantas para acariciarla. No entendía como aquella mujer podía hablar con los Ángeles de la Lluvia y del agua o de la Luz.
Primero Juan, el Maestro, luego Maria y finalmente Jesús, no eran sino seres que encarnaban a la Madre tierra y al Padre Sol. Eran seres que habrían vivido en la cuna esenia toda una filosofía de vida simple pero transcendente.
Nadie sabe el dolor que pasa un clarividente cuando donde ve vida, los otros no ven más que muerte; cuando en sus conversaciones con los duendes de la naturaleza, los demás ven paranoia; donde en los estados de trance se puede transportar a otro tiempo, a otros lugares y a otras presencias, cuando los ciegos en la materia no ven sino un ser adormilado y aparentemente torpe.
Juan, Jesús y Maria enseñaron a aquellos pescadores de Galilea lo que no podían entender de ninguna manera. Solo los discípulos de Juan el Bautista que eran clarividentes, sabían y callaban como iniciados. Pero los discípulos de Jesús, guiados por su machismo, despojaron a la Magdalena de su jerárquica dignidad relegándola a una “mujer pecaminosa”.
Pero este estigma de ignorancia no solo se quedó en aquellos, sino que los grandes padres de la Iglesia, elevaron hacia el tercer siglo después de Cristo a la categoría divina y por tanto como sujeto de adoración a la Virgen María, arrebatando lo que correspondió a otra mujer. Pero es que además, entraron en algo que sigue siendo impensable para un iniciado, es decir; adorar a un ser encarnado.
Por supuesto que Maria, la madre de Jesús era una gran mujer, pero en ningún momento toma parte voluntaria en la misión de su hijo. Fue efectivamente designada por Gabriel a concebir a Jesús, pero después en varias ocasiones, es su propio hijo el que la recrimina diciendo: “-Apártate mujer; deja que me ocupe de las cosas de mi padre -“. Mientras que Jesús afirma y reafirma el amor a María Magdalena en contra de la ceguera de sus seguidores, que por no tener la vista del espíritu y los prejuicios machista de aquella época, no entendieron ni en vida ni en muerte de su Maestro, el misterio que se estaba realizando. De hecho, en el libro sagrado se hace constar la protesta de los seguidores de Jesús cuando le reprochan el porqué amaba más a aquella mujer que a ellos mismos. Luego, la iglesia contraviniendo la propia actuación del Maestro, eleva a María a la categoría de ser divina y pone a la Magdalena con una moral dudosa, cuando Jesús la consideraba superior a todos los que le rodeaban.
Maria, la madre de Jesús, asume el misterio del dolor. Tal y como estaba escrito en la profecía: “Una daga de dolor atravesaría su pecho”. Y efectivamente esto se hizo textual y concreto en la vida de aquella gran mujer, puesto que al morir su hijo en la cruz tuvo que asistir al fanatismo de su pueblo, que pretendía incluso apedrearla, además de ver morir a su amado hijo, que no era culpable sino de dar la luz a aquellos ignorantes. Cuando decimos que la profecía se hizo textual en ella, nos estamos refiriendo a que como consecuencia del dolor de la muerte de su hijo, Maria generó un tumor en una de sus mamas y fue de esto de lo que unos pocos años posteriores muriera. Fue en su pecho donde se fijó el dolor, que ahora mismo las teorías de Hammer, pretenden explicar a la medicina convencional; es decir, el dolor de su corazón se fijó en forma de cáncer en el propio pecho.
Todos los personajes de aquella tragedia son dignos de reflexión y de respeto, pero los papeles que cada uno representaban desde el punto de vista esotérico, han sido manipulados por hombres, que vieron desde el desconocimiento, las actuaciones aparentes y no transcendentes de sus espíritus encarnados en la tierra, para representar el misterio de cambio de una época.
Para entender a Jesús y sus actuaciones, así como las actuaciones de María Magdalena y Juan el Bautista es necesario remontar a las fuentes esenias.
Es necesario escuchar al Dr. Edmond Bordeaux Székely decir:
-“Es una gran responsabilidad anunciar que el Nuevo Testamento actual, base de todas las iglesias cristianas, esta deformado y falsificado, pero no hay religión más elevada que la verdad”.
El Dr. Bordeaux, fue becado para traducir los viejos documentos secretos del Vaticano y de Monte Casino y encontró la fuente primigenia de los Evangelios actuales. Pero desde luego nada o poco tienen de reales.
El amor a la madre tierra y al padre Sol; base de la filosofía esenia, es asumida por Jesús el Cristo en toda su nitidez, presentándonos un ser lógico y con una filosofía simple, que fue exaltado por los ignorantes que le contemplaban. Dice así el Evangelio de la Paz traducido por Bordeaux:
» Y entonces muchos enfermos y tullidos fueron a Jesús, pregun¬tándole: "Si todo lo sabes, dinos ¿por qué sufrimos estas penosas plagas? ¿Por qué no estamos enteros como los demás hombres? Maestro, cúranos, para que nos hagamos fuertes y no tengamos que vivir por más tiempo en nuestro sufrimiento. Sabemos que en tu poder está curar todo tipo de enfermedad. Líbranos de Satán y de todos sus grandes males. Maestro, ten compasión de nosotros".
Y Jesús respondió: "Felices vosotros que tenéis hambre de la verdad, pues os satisfaré con el pan de la sabiduría. Felices vosotros que llamáis, pues os abriré la puerta de la vida. Felices vosotros que rechazáis el poder de Satán, pues os conduciré al reino de los Ángeles de nuestra Madre, donde el poder de Satán no puede penetrar. "
Y ellos le preguntaron con desconcierto: "¿Quién es nuestra Madre y cuáles son sus Ángeles? ¿Y dónde se halla su reino?"
»Vuestra Madre está en vosotros y vosotros en ella. Ella os alumbró y ella os da vida. Fue ella quien dio vuestro cuerpo, y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. Felices vosotros cuando lleguéis a conocerla, así como a su reino; si recibís a los Ángeles de vuestra Madre y cumplís sus leyes. En verdad os digo que quien ha¬ga esto nunca conocerá la enfermedad. Pues el poder de nuestra Madre está por encima de todo. Y destruye a Satán y su reino, y tiene gobierno sobre todos vuestros cuerpos y sobre todas las cosas vivas.
»La sangre que en nosotros corre ha nacido de la sangre de nuestra Madre Terrenal. Su sangre cae de las nubes, brota del seno de la tierra, murmura en los arroyos de las montañas, fluye espa¬ciosamente en los ríos de las llanuras, duerme en los lagos y se en¬furece poderosa en los mares tempestuosos.
»El aire que respiramos ha nacido del aliento de nuestra Madre Terrenal. Su respiración es azul celeste en las alturas de los cielos, silba en las cumbres de las montañas, susurra entre las hojas del bosque, ondea sobre los trigales, dormita en los valles profundos y abrasa en el desierto.
»La dureza de nuestros huesos ha nacido de los huesos de nuestra Madre Terrenal, de las rocas y de las piedras. Se yerguen desnudas a los cielos en lo alto de las montañas,
son como gigantes que yacen dormidos en las faldas de las montañas, como ídolos levantados en el desierto, y están ocultos en las profundidades de la tierra.
»La delicadeza de nuestra carne ha nacido de la carne de nuestra Madre Terrenal; carne que madura amarilla y roja en los frutos de los árboles, y nos alimenta en los surcos de los campos.
»Nuestros intestinos han nacido de los intestinos de nuestra Madre Terrenal, y están ocultos a nuestros ojos como las profundi¬dades invisibles de la tierra.
»La luz de nuestros ojos y el oír de nuestros oídos nacen ambos de los colores y de los sonidos de nuestra Madre Terrenal, que nos envuelve como las olas del mar al pez, o como el aire arremolinado al ave.
»En verdad os digo que el Hombre es Hijo de la Madre Terrenal, y de ella recibió el Hijo del Hombre todo su cuerpo, del mismo modo que el cuerpo recién nacido nace del seno de su madre. En verdad os digo que sois uno con la Madre Terrenal; ella está en vosotros y vosotros en ella. De ella nacisteis, en ella vivís y a ella de nuevo retornaréis. Guardad por tanto Sus leyes, pues nadie puede vivir mucho ni ser feliz sino aquel que honra a su Madre Terrenal y cumple Sus leyes. Pues vuestra respiración es Su respiración; vuestra sangre Su sangre; vuestros huesos Sus huesos; vuestra carne Su car¬ne; vuestros intestinos Sus intestinos; vuestros ojos y vuestros oídos son Sus ojos y Sus oídos.
»En verdad os digo que si dejaseis de cumplir una sola de todas estas leyes, si dañaseis uno sólo de los miembros de todo vuestro cuerpo, os perderíais irremisiblemente en vuestra dolorosa enfer¬medad y sería el llorar y rechinar de dientes. Yo os digo que, a me¬nos que sigáis las leyes de vuestra Madre, no podréis de ningún modo escapar a la muerte. Y quien abraza a las leyes de su Madre, a él abrazará su madre también. Ella curará todas sus plagas y él nunca enfermará. Ella le dará larga vida y le protegerá de todo mal; del fuego, del agua, de la mordedura de las serpientes venenosas. Pues ya que vuestra madre os alumbró, conserva la vida en vo¬sotros. Ella os ha dado Su cuerpo, y nadie sino Ella os cura. Feliz es quien ama a su Madre y yace sosegadamente en Su regazo. Porque vuestra Madre os ama, incluso cuando le dais la espalda. Y ¿cuánto más os amará si regresáis de nuevo a Ella? En verdad os digo que muy grande es Su amor, más grande que la mayor de las montañas y más profundo que el más hondo de los mares. Y aquellos quienes aman a su Madre, Ella nunca les abandona. Así como la gallina protege a sus polluelos, como la leona a sus cachorros, como la madre a su recién nacido, así protege la Madre Terrenal al Hijo del Hombre de todo peligro y de todo mal.”
El Maestro Luiín, nos mostró, a su vez, como Jesús y María Magdalena invocaban a los Ángeles o elementales de la Naturaleza, haciendo que las aguas del Tiberiades se helaran. Nosotros sin saberlo estábamos haciendo válida la traducción del Dr. Bordeaux en sus textos cuando dice:
“Buscad el aire fresco del bosque y de los campos, y en medio de ellos hallaréis el Ángel del aire. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el Ángel del aire abrace vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y profundamente, para que el Ángel del aire penetre en vosotros. En verdad os digo que el Ángel del aire expulsará de vuestro cuerpo toda inmundicia que lo profane por fuera y por dentro. Y así saldrá de vosotros toda cosa sucia y maloliente, igual que el humo del fuego asciende en forma de penacho y se pierde en el mar del aire. Pues en verdad os digo que sagrado es el Ángel del aire, quien limpia cuanto está sucio y confiere a las cosas malo¬lientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el Ángel del aire podrá acudir ante la faz de Dios. Verdaderamente, todo debe nacer de nuevo por el aire y por la verdad, pues vuestro cuerpo respira el aire de la Madre Terrenal, y vuestro espíritu respi¬ra la verdad del Padre Celestial.
»Después del Ángel del aire, buscad el Ángel del agua. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el Ángel del agua abra¬ce todo vuestro cuerpo. Entregaos por entero a sus acogedores bra¬zos y, así como el aire penetra en vuestra respiración, que el agua penetre también en vuestro cuerpo. En verdad os digo que el Ángel del agua expulsará de vuestro cuerpo toda inmundicia que lo man¬cille por fuera y por dentro. Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de vosotros, igual que la suciedad de las vestiduras, lavada en el agua, se va y se pierde en la corriente del río. En verdad os digo que sagrado es el Ángel del agua que limpia cuanto está sucio y que confiere a todas las cosas malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el Ángel del agua podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del agua y de la verdad, pues vuestro cuerpo se baña en el río de la vida terre¬nal y vuestro espíritu se baña en el río de la vida eterna. Pues recibís vuestra sangre de nuestra Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre Celestial.
»Pero no penséis que es suficiente que el Ángel del agua os abra¬ce sólo externamente. En verdad os digo que la inmundicia interna es, con mucho, mayor que la externa. Y quien se limpia por fuera permaneciendo sucio en su interior, es como las tumbas bellamen¬te pintadas por fuera, pero llenas por dentro de todo tipo de in¬mundicias y de abominaciones horribles. Por ello, en verdad os di¬go, que dejéis que el Ángel del agua os bautice también por dentro, para que os liberéis de todos vuestros antiguos pecados y para que así mismo internamente seáis tan puros como la espuma del río jugueteando a la luz del sol.
»Buscad, por tanto, una gran calabaza con el cuello de la longi¬tud de un hombre; extraed su interior y llenadla con agua del río caldeada por el sol. Colgadla de la rama de un árbol, arrodillaos en el suelo ante el Ángel del agua y haced que el extremo del tallo de la calabaza penetre vuestras partes ocultas, para que el agua fluya a través de todos vuestros intestinos. Luego, descansad arrodillándo¬os en el suelo ante el Ángel del agua y orad al Dios vivo para que os perdone todos vuestros antiguos pecados; y orad también al Ángel del agua para que libere vuestro cuerpo de toda inmundicia y en¬fermedad. Dejad entonces que el agua salga de vuestro cuerpo, pa¬ra que se lleve de su interior todas las cosas sucias y fétidas de Sa¬tán. Y veréis con vuestros ojos y oleréis con vuestra nariz todas las abominaciones e inmundicias que mancillaban el templo de vuestro cuerpo; igual que todos los pecados que residían en vuestro cuerpo, atormentándoos con todo tipo de dolores. En verdad os di¬go que el bautismo con agua os libera de todo esto. Renovad vuestro bautismo con agua todos los días durante vuestro ayuno, hasta el día en que veáis que el agua que expulsáis es tan pura co¬mo la espuma del río. Entregad entonces vuestro cuerpo a la corriente del río y, una vez en los brazos del Ángel del agua, dad gracias al Dios vivo por haberos librado de vuestros pecados. Y este bautismo sagrado por el Ángel del agua es el renacimiento a la nueva vida. Pues vuestros ojos verán a partir de entonces y vuestros oídos oirán. No pequéis más, por tanto, después de vuestro bautismo, para que los Ángeles del aire y del agua habiten eternamente en vosotros y os sirvan para siempre.
»Y si queda después dentro de vosotros alguno de vuestros anti¬guos pecados e inmundicias, buscad al Ángel de la luz del sol. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el Ángel de la luz del sol abrace todo vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y profundamente para que el Ángel de la luz del sol os penetre. Y el Ángel de la luz del sol expulsará de vuestro cuerpo toda cosa fétida y sucia que lo mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de vo-sotros toda cosa sucia y fétida, del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa ante la luminosidad del sol naciente. Pues en ver¬dad os digo que sagrado es el Ángel de la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo maloliente un olor agradable. Na¬die a quien no deje pasar el Ángel de la luz del sol podrá acudir an¬te la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del sol y de la verdad, pues
vuestro cuerpo se baña en la luz del sol de la Madre Terrenal, y vuestro espíritu se baña en la luz del sol de la verdad del Padre Celestial.
»Los Ángeles del aire, del agua y de la luz del sol son hermanos. Les fueron entregados al Hijo del Hombre para que le sirviesen y para que él pudiera ir siempre de uno a otro.
Es necesario adentrarse en las costumbres y la cultura de aquellos hombres para observar el tremendo choque intelectual entre un iniciado como era Jesús y sus discípulos, sacados de entre los menos cultivados del pueblo. Se puede entender entonces como en los Evangelios se narra el supuesto milagro del caminar de Jesús sobre las aguas, como un fenómeno que induce al vuelo sobrenatural del “único hijo de Dios”; como así lo llama la Iglesia; cuando en realidad, Jesús caminó sobre el cielo. Pero es que además de desviar el verdadero mensaje del Maestro; se falsea por ignorancia su enseñanza, presentándole más como Superman que como un ser sabio que quiso ayudar en todo momento al hombre sin producir alardes de ningún tipo.
El noventa por ciento de los supuestos milagros de Jesús no son sino desde la perspectiva de personas ignorantes que le acompañaban. Si los apóstoles hubieran conocido el fenómeno de la sugestología y simplemente hubieran asistido a un buen curso de hipnosis o a alguna terapia de las que realizamos a diario, se darían cuenta de que el milagro se produce en el propio hombre y no en la caprichosidad de un Iniciado como lo era Jesús, sujeto asimismo a la ética de no producir sensaciones espectaculares, que tan solo atraen a un público circense, que no a seres que entienden el milagro silencioso de la autorrealización diaria y de la observación de la Ley y la práctica de la virtud, como en todo momento, Juan, Jesús y María Magdalena tratan de comentar al pueblo.
No me resisto a transcribir uno de estos supuesto milagros contenidos en los textos del Dr. Bordeaux; que a fuerza de ser una terapia lógica, inteligente y hábil, nos hace admirar a Jesús por su simplicidad y eficacia, mientras que sus contemporáneos veían en una simple tenía o solitaria al propio Satán.
Dice así:
“Y había entre los enfermos uno a quien Satán atormentaba más que a ningún otro. Su cuerpo estaba enjuto como un esqueleto y su piel amarilla como una hoja seca. Estaba ya tan débil que ni si¬quiera a gatas podía arrastrarse hasta Jesús, y sólo de lejos pudo gri¬tarle: "Maestro, apiádate de mí, pues nunca ha sufrido ningún hombre, ni siquiera desde el principio del mundo, como yo sufro. Sé que has sido en verdad enviado por Dios, y sé que si lo deseas, puedes expulsar inmediatamente a Satán de mi cuerpo. ¿No obedecen los Ángeles de Dios al mensajero de Dios? Ven, Maestro, y expulsa ahora a Satán de mí, pues se enfurece colérico en mi inte¬rior y doloroso es su tormento".
Y Jesús le respondió: "Satán te atormenta tanto porque ya has ayunado muchos días y no pagas su tributo. No le alimentas con todas las abominaciones con las que hasta ahora profanabas el templo de tu espíritu. Atormentas a Satán con el hambre, y por eso en su cólera te atormenta él a ti a su vez. No temas, pues te digo que Satán será destruido antes de que tu cuerpo sea destruido; pues mientras ayunas y oras, los Ángeles de Dios protegen tu cuer¬po para que el poder de Satán no te destruya. Y la ira de Satán es impotente contra los Ángeles de Dios".
Entonces acudieron todos juntos a Jesús, y con grandes voces le suplicaron diciendo: "Maestro, compadécete de él, pues sufre más que todos nosotros, y si no expulsas enseguida a Satán de su cuerpo tememos que no sobrevivirá hasta mañana.
Y Jesús les replicó: "Grande es vuestra fe. Sea según vuestra fe, y pronto veréis, cara a cara, el horrible semblante de Satán y el poder del Hijo del Hombre. Pues expulsaré de ti al poderoso Satán por medio de la fortaleza del inocente cordero de Dios, la criatura más débil del Señor. Porque el espíritu santo de Dios hace más po¬deroso al más débil que al más fuerte''.
Y Jesús ordeñó a una oveja que estaba pastando la hierba. Y pu¬so la leche sobre la arena caldeada por el sol, diciendo: "He aquí que el poder del Ángel del agua ha penetrado en esta leche. Y aho¬ra penetrará también en ella el poder del Ángel de la luz del sol".
Y la leche se calentó con la fuerza del sol.
"Y ahora los Ángeles del agua y del sol se unirán al Ángel del aire."
Y he aquí que el vapor de la leche caliente empezó a elevarse lentamente por el aire.
"Ven y aspira por la boca la fuerza de los Ángeles del agua, de la luz del sol y del aire, para que ésta penetre en tu cuerpo y expulse de él a Satán”.
Y el enfermo a quien Satán tanto atormentaba aspiró a su inte¬rior profundamente aquel vapor blanquecino que ascendía.
"Satán abandonará inmediatamente tu cuerpo, ya que lleva tres días sin comer y no halla alimento alguno dentro tuyo. Saldrá de ti para satisfacer su hambre con la leche caliente y humeante, pues este alimento es de su agrado. Olerá su aroma y no será capaz de re¬sistir el hambre que lleva atormentándole desde hace tres días. Pe¬ro el Hijo del Hombre destruirá su cuerpo para que no atormente a nadie más.
Entonces el cuerpo del hombre se estremeció con una convulsión y pareció como si fuese a vomitar, pero no podía. El hombre abría la boca en busca de aire, pues se le cortaba la respiración. Y se des¬mayó en el regazo de Jesús.
"Ahora Satán abandona su cuerpo. –Vedle-. Y Jesús señaló la boca abierta del hombre enfermo.
Y entonces vieron todos con asombro y terror cómo surgía Satán de su boca en forma de un gusano abominable, en busca de la leche humeante. Entonces Jesús tomó dos piedras angulosas con sus manos y aplastó la cabeza de Satán y extrajo del cuerpo del en¬fermo todo el cuerpo del monstruo, que era casi tan largo como el hombre. Una vez que hubo salido aquel abominable gusano de la garganta del enfermo, éste recuperó de inmediato el aliento, y en-tonces cesaron todos sus dolores. Y los demás miraban con terror el abominable cuerpo de Satán.
"Mira qué bestia abominable has llevado y alimentado en tu propio cuerpo durante tantos años. La he expulsado de ti y matado para que nunca más te atormente. Da gracias a Dios por haberte li¬berado sus Ángeles, y no peques más, no vaya a retornar otra vez Satán a tu cuerpo. Que tu cuerpo sea en adelante un templo dedi¬cado a tu Dios".
Y todos permanecían asombrados por sus palabras y su poder. Y dijeron: "Maestro, verdaderamente eres el mensajero de Dios, y conoces todos los secretos".
"Y vosotros les replicó Jesús sed verdaderos Hijos de Dios para participar también de su poder y del conocimiento de todos los secretos. Pues la sabiduría y el poder solamente pueden prove¬nir del amor a Dios. Amad, pues, a vuestro Padre Celestial y a vuestra Madre Terrenal con todo vuestro corazón y con todo vuestro espíritu. Y servidles para que Sus Ángeles os sirvan también a vosotros. Sacrificad todos vuestros actos a Dios. Y no alimentéis a Satán, pues la retribución del pecado es la muerte. Mientras que en Dios se halla la recompensa del bien, su amor, el cual es el conoci¬miento y el poder de la vida eterna...”.
Y todos se arrodillaron para dar gracias a Dios por su amor.
También María Magdalena curaba en forma parecida: Cierto día, un hombre se le acercó con una herida lacerante en la pierna. María le mandó sentarse frente al río y le dijo:
- Mete tu pierna en el río y dile al Ángel del agua que lave tu herida con amor.
Así lo hizo y volvió a sentarse frente a la Magdalena. Luego ésta dijo a su vez:
- Pide al ángel del aire que seque tu herida y la cure.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del enfermo cuando inexplicablemente vio a un ser
minúsculo con una túnica blanca y capucha, que con alas diminutas, se acercaba a la herida y ponía sus manos. Enseguida notó el alivio de la herida y al poco rato vio como este personaje salido del aire, se marchaba alejándose de su visión.
Con el estupor en la cara, el recién curado miró a Maria preguntándose en su interior, si lo que había visto era un sueño o realmente existían estos personajes. Maria, no le dejó hablar y le dijo, poniendo el dedo índice en sus labios:
-Da gracias a Dios por haberte concedido ver por un momento con los ojos del espíritu, pues has visto lo que está vedado a los seres mortales. No cuentes esto a nadie, ni siquiera a tu esposa ni a tus hijos pues pensarán que Satán vive en ti.
Fue entonces cuando aquel hombre comprendió, la tremenda soledad e incomprensión en la que vivía Jesús y María Magdalena, al no poder contar la realidad del mundo donde se mueven los dotados y los psíquicos no solo de aquel tiempo, sino del pasado, presente y futuro del hombre.
En este nuestro tiempo, muchos conocen un libro clave: “La magia de los jardines de Findjorn” de Paul Hawken, donde se narran varios encuentros con seres elementales e incluso se dialoga con ellos. He seleccionado varios apartados del mismo para que María Magdalena, Juan el Bautista y Jesús, entre otros, no sienta que su trabajo fue en vano y que ahora mismo existen dotados con su misma problemática, pero que tienen el valor de verter sus experiencias tan necesarias para sensibilizar al ser humano ante el fenómeno maravilloso de la Naturaleza:
Y entonces, súbitamente, sucedió.
Por el rabillo del ojo vi algo que se movía, algo que me distrajo. Miré y vi una figura que danzaba alrededor de un árbol, a unos 25 metros de distancia. Y entonces volví a mir¬ar. Era algo sumamente alarmante, una hermosa figura, como de un metro de altura. `Ha sucedido algo. Debo de estar volviéndome loco. ¡Esto es increíble!, pensé. Me pellizqué y me dije que sí, que sabía quién era, dónde vivía y cosas así.
No estaba soñando, pero eso, ¿quién es? ¡Debo de estar loco!.
Miré a las demás personas y volví a mirarlo. Parecía igual¬mente sólido. El chico es un invento, me dije. No podía ser... en él había algo que no era humano. Aunque estaba moviéndose, yo podía verle las piernas velludas y las pezu¬ñas, el mentón y las orejas puntiagudos, y los dos cuerneci¬llos sobre la frente. Me quedé mirándolo con absoluta incre¬dulidad, sin confiar en mis propios ojos. A pesar de sentirme totalmente despierto, pensé que debía de haberme quedado dormido.
Se acercó a otro árbol y alcancé a verle el pelo castaño en la cabeza y en las piernas. Los ojos parecían castaños y oscu¬ros, y tenía la piel de un color como de miel, muy parecido al color de los árboles. Estaba desnudo, pero tenía las piernas cubiertas de un fino vello. Si hubiera sido un niño de ver¬dad, le habría dado entre diez y once años. Pero no era un niño de verdad.
En él había algo que no era humano. Era una criatura ex¬traña, y yo jamás había visto nada semejante a él. ¿Una aluci¬nación? Por el jardín andaban paseándose una o dos perso¬nas más. Las miré y volví a mirar a ese ser, pequeño y hermoso. Seguía estando allí, y parecía tan sólido y tan real como ellas. Entonces procuré explicármelo todo y racionalizarlo, pero de pronto algo me sobresaltó: ¿Qué estaba tra¬tando de hacer? Estaba frente a una experiencia extraña y maravillosa. Increíble, sí, pero ¿por qué no había de acep¬tarla, ver lo que sucedía, y desmenuzarla después? Interrumpí mis intentos de analizar, y me quedé mirando con
deleite al pequeño ser.
Siguió bailando alrededor del árbol, moviendo los brazos en el aire y haciendo cabriolas alrededor del tronco. Mientras iba de un árbol a otro haciendo piruetas, me pareció bien equilibrado sobre sus pezuñas. Describió tres círculos en torno del nuevo árbol y después se dirigió, danzando, hasta el centro de la hierba y se instaló a mirar a una pareja que estaba sentada en un banco. Durante un rato los examinó con curiosidad, interesándose intensamente en cada movi¬miento y en cada acción. Después, de un salto, se levantó de la hierba y vino danzando hacia donde yo estaba sentado.
Durante un momento permaneció en pie, mirándome, y después se sentó frente a mí con las piernas cruzadas, apoyó el mentón en las manos e inclinó ligeramente la cabeza. Yo lo miraba. Era muy real, eso era indudable, pero no estaba se¬guro de estar viéndolo con mis ojos físicos, aunque cuando los cerraba, dejaba de estar allí. Me incliné hacia adelante y le dije:
-Hola.
-De un salto se puso de pie, como si del susto no supiera lo que hacía. Dio unos pasos atrás y después, cautelosamente, volvió a acercarse, y se me quedó mirando.
¿Tú puedes verme? preguntó.
Sí.
No te creo. Los humanos no podéis vernos.
¡Ah!
¿Cómo soy?
Le hice una descripción de cómo lo veía. Todavía con aire de perplejidad e inseguro de sí mismo, se puso a danzar, describiendo pequeños círculos.
¿Qué estoy haciendo?
Se lo dije. Dejó de bailar y dijo:
Pues debes de estar viéndome.
Danzando vino hasta donde yo estaba sentado, se instaló a mi lado y se volvió hacia mí. Levantó la vista y me pre¬guntó:
¿Por qué los seres humanos son tan estúpidos?
¿En qué sentido estúpidos? pregunté a mi vez.
Quería saber qué eran esas pieles extrañas con que se cu¬brían y algunas de las cuales podían quitarse, y me preguntó por qué no andaban en su estado natural, como él.
Le expliqué que las pieles se llamaban ropa y que las usá¬bamos como protección y como abrigo, y además porque no se consideraba correcto andar sin ellas.
¿Y por qué andáis tan de prisa en esas cajas con ruedas que a veces chocan entre sí? ¿Es un juego?
Me contó que vivía en el jardín, y que su trabajo consistía en ayudar al crecimiento de los árboles. Siguió diciendo que los espíritus de la Naturaleza habían perdido interés en los humanos, porque les habían hecho sentir que no creían en ellos ni les tenían afecto. Él creía que los hombres eran unos tontos al pensar que podían valerse solos, sin los espíritus de la Naturaleza.
Le conté que algunas personas creían realmente en ellos y querían su ayuda. Tenía una maravillosa sensación de compañerismo con ese ser, y tenerlo sentado a mi lado me hacía sentir una armonía asombrosa. Entre nosotros estaba dándose una comunicación que no necesitaba ser expresada en pala-bras. Durante algún tiempo estuvimos sentados allí, en silen¬cio, y finalmente me di cuenta de que ya era hora de regre¬sar a casa y me levanté para irme.
Él me dijo que cuando regresara al parque lo llamara, y que él acudiría.
Le pregunté su nombre, y me dijo que se llamaba Kur¬mos.
¿Podrías venir a visitarme? le pregunté.
Sí, si tú me invitas.
Te invitaré, porque me encantará que vengas a visi¬tarme.
Entonces, ¿crees en mí?
Sí, por cierto que sí. Tengo mucho afecto por los espí¬ritus de la Naturaleza.
Y era cierto, por más que él fuera el primero que en rea¬lidad veía.
Me di cuenta de que tendida en el suelo había una figura corpulenta, que alcanzaba a distinguir entre la hierba. Pare¬cía un monje con hábito marrón y la caperuza echada sobre la cabeza de manera tal que le ocultaba los rasgos. Tenía los pies dirigidos hacia la celda. Mientras lo observaba, levantó ambas manos y se echó atrás la caperuza. Era Pan. Se levantó del suelo y se alzó, inmenso, ante nosotros. Nos sonrió y dijo:
Soy el servidor de Dios Todopoderoso, y yo y mis súb¬ditos estamos dispuestos a acudir en ayuda de la humanidad pese a la forma en que el hombre nos ha tratado y ha abu¬sado de la naturaleza, si afama su creencia en nosotros y nos pide ayuda.
Parecía obvio que lo que estaba sucediendo era una espe¬cie de reconciliación entre el Reino de la Naturaleza y el hombre.
Por otra parte, los espíritus de la Naturaleza pueden ser considerados como los constructores. Al trabajar de acuerdo con el diseño arquetípico, forman y construyen lo que po¬dríamos llamar el "duplicado etéreo” o “cuerpo etéreo” de la planta, a partir de las energías canalizadas por los devas.
Sin duda hay momentos en que se justifica que el hombre modifique la obra de la naturaleza, si las razones que tiene para hacerlo son lo suficientemente fuertes. Pero en vez de usar la fuerza, sería mejor que pidiera a los espíritus de la Naturaleza que operasen la modificación actuando sobre el duplicado etéreo. Como el poder que tienen para esto es in¬finito, podrían hacerlo y estarían dispuestos a ello si estu¬vieran convencidos de que lo que se les pide es razonable y constituye una ayuda para la humanidad, y no obedece a una simple razón de conveniencia. Por el momento están li¬mitados en sus acciones por la incredulidad general en sus poderes, e incluso en su existencia. Abrigo la esperanza de que este descreimiento general se disipe gradualmente a me¬dida que sean más las personas que comienzan a aceptar la idea de la existencia de seres elementales que están prepara¬dos para ayudar al hombre y a acelerar la total cooperación con los de su reino. Puedo prever el desarrollo de nuevas formas de horticultura y de agricultura, y el gradual descarte de los métodos perjudiciales.
Es imposible insistir lo suficiente en que los seres elemen¬tales y su dios, Pan, son servidores de Dios y solamente ac¬túan de acuerdo con Su voluntad.
En todo momento se perpetúa por parte de Jesús y Maria Magdalena, así como en su momento por el Bautista el amor a la tierra. Otro de los elementos claves en cada uno de sus actos es la palabra o mejor dicho: el canto. En este sentido se nos concedió ver a Jesús cómo distribuía a sus doce apóstoles formando una estrella de David y cómo él hacía círculos entre ellos, a la vez que cantaban mantrams sagrados que alteraban la lluvia o movían los árboles y espantaban o atraían a los animales. Pero en Jesús se daba el refinamiento, la pausa, la quietud y cierto aire de grandeza y de vistosidad consciente propio de un Leo; es decir, de un Rey. Mientras que en el Bautista, la fuerza, la energía y la actividad hasta cierto punto paranoide y visceral impulsaban descuidadamente sus acciones; por otra parte, más intensas y más emotivas.
SUCESIÓN DE ERRORES
Cualquier investigador que se precie tendrá que reconocer objetivamente que la Religión Católica, basada en la vida y obras de este Maestro, no deja de ser más que una invención de los seres humanos. Nunca y en ningún caso fue inspirada por Dios, ni avalada por ningún ser consciente. Toda forma de sectarismo choca frontalmente con el conocimiento. Cualquier forma de adoración a un ser encarnado; además de ser una idolatría, pasa por ser una forma pobre de concebir a Dios. Por esta peregrina razón, cada raza, cada pueblo y cada cultura, fabricaría así su “hijo único de Dios” y le daría culto, y de hecho es este el mayor de los problemas con los que se encuentra el hombre para confraternizar con su semejante.
El único templo que existe es nuestro cuerpo. El único Dios a ser adorado es el espíritu que habita en nosotros y que no es otra cosa que el propio Dios automanifestado en su propia obra. El ser más o menos consciente que recorra los peldaños de la conciencia y de la sabiduría, llegará inevitablemente a encontrarse con un Dios universal en su aspecto trino; es decir, un Universo Mental, un Universo físico y un Universo esencial o espiritual. El todo es Dios y Dios está en el todo. Pero este Dios, no tiene primos, ni parientes, ni hijos especialmente queridos. En cualquier caso comprender esto no es más que un proceso de madurez personal.
Toda esta reflexión, me da pié a entrar en los conocimientos que nos fueron entregados por personas que en clarividencia consciente, pudieron atraparlos de los Registros Akásicos y volcarlos en estas líneas, de acuerdo a las instrucciones precisas de entregárnoslos para que se volcaran en este trabajo. En todo caso cada uno juzgará con discernimiento propio:
“Acudió el Maestro y me dijo: ¡Mira y escucha!. Casi al instante; desde una manera poliédrica y cosmogónica me llegaron estas imágenes y estos conceptos:
Vi al Maestro Jesús el Cristo llorando y temblando de miedo y de rabia en el Huerto de los Olivos. A casi doscientos metros, dormían varios de sus apóstoles. Había buscado la soledad y la obscuridad para llamar a los “Ángeles de Dios”. El motivo era tremendo y a la vez ineludible: Se sabía y era de dominio común que su persona corría peligro de Muerte y que el Sanedrín contaba los días para apresarlo y matarlo sin remedio.
La predicación del Maestro había subvertido el orden establecido y había atentado contra el estamento más poderoso de aquella sociedad: “La casta sacerdotal”. La ignorancia de los discípulos de Jesús, que habían magnificado los milagros de su Maestro, y la adulación y adoración hacia su persona, habían creado un mito entre un pueblo muy dado a hacer figuras con pies de barro, que hoy los eleva y mañana los apedrea por no responder y rellenar todas las frustraciones de los que viven en penumbra. El Maestro por otra parte no había sabido o no había querido acallar este clima, quizás dejándose llevar por la vanidad o por la blandura del carácter, y las consecuencias de todos estos actos habían desembocado en una situación irreversible.
Pasaron unos minutos cuando del cielo descendió una luz, que en la medida que se acercaba a tierra, se hacía más grande. Luego desde la panza de la nave, se proyectó un pasillo de luz y el Maestro fue ascendido. Una vez en su interior, los Señores de la Luz le dijeron que ellos no podían rectificar los efectos a las causas hechas por sus actos inconscientes, puesto que por encima de los afectos está la Ley, y ésta Ley no puede ser alterada por nada ni nadie.
Movidos por la compasión le dijeron que le ayudarían en cualquier caso y acto seguido y aunque a nuestros lectores les parezca una barbaridad, le hipnotizaron en un grado sonambúlico.
Quien conoce los signos de comprobación de un tercer grado de Hipnosis o sonambúlico entenderá entonces porqué ante Anás y Caifás guardó un extraño silencio. Porqué respondía con monosílabos o frases cortas y como se dejaba llevar sin poner resistencia. Comprenderá entonces el estado casi catatónico en el que le veían sus torturadores y la visión con los ojos en estado de trance en los que permaneció en la Cruz. Es precisamente con hipnosis como se puede acceder a una intervención quirúrgica, incluso a corazón abierto sin que el sujeto sea consciente del dolor. El producir alucinaciones, anestesia y ausencia de los sentidos es absolutamente normal para un hipnoterapeuta con sujetos con capacidad sugestiva.
Por otra parte hay que hacer justicia sobre otro hecho importante que la Historia no ha reparado. Me refiero a la mal llamada traición de Judas. No es cierto que Judas traicionara a su maestro; si no por el contrario; al ser el más racional y más lógico de los apóstoles, intentó mediar ante los sacerdotes para que su querido Maestro fuera perdonado. Llegó incluso a un acuerdo por el cual se establecería una entrevista secreta con Jesús para que aceptara un destierro y la disolución de su secta, a cambio de ser ejecutado.
Aquella cita no fue sino una trampa para el Maestro y también la sentencia de muerte para Judas, puesto que no podían dejar ningún testigo. Así pues lo mataron y lo colgaron de un árbol, haciendo creer a todos que se había suicidado.
Siguió el Maestro mostrándome más imágenes y más cosas de aquel tiempo y vi a Pedro, el apóstol de Jesús saliendo con precipitación de Roma y que la lectura popular a titulado como “QUO VADIS”; ¿Dónde vas?. Llamado por la imagen astral de Jesús, que le salió al paso y que le recriminó; no como se ha dado a entender, el miedo a escapar, si no la reprimenda por haber tergiversado su mensaje haciéndole a Él, a Jesús, como hijo único de Dios y habiendo inclinado a los fieles a su adoración.
Así pues Pedro, al ver que su desmedido ímpetu e ignorancia no solo no había conseguido entender la misión del Maestro, si no que su celo desmedido habría hecho lo contrario, volvió a Roma y pidió ser crucificado hacia abajo, tanto por vergüenza, como por haber hecho lo contrario de lo que estaba programado.
Desgraciadamente Pablo, se equivocó aún más y aumentó el error de Pedro, creando un culto de adoración a un ser encarnado en vez de acercar al hombre hacia su Dios interno.
Lo triste es que esta religión ha causado más muertes y persecuciones que ninguna otra idea en el mundo. Las herejías, apostasías, cismas, cruzadas, inquisiciones y guerras santas, han regado de sangre la faz de la Tierra y en nombre de Cristo se han cometido los crímenes más terribles de la historia del hombre.
Ni antes, ni ahora se entendió el mensaje.
Así me fue mostrado cuanto ahora cuento. Quizás sean solo mentalismos, pero me fue ordenado ser entregado y así lo hago. Cada cual que crea lo que quiera.
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