jueves, 27 de abril de 2017
El Yoga de Jesús por Paramahansa Yogananda- Capitulo 2 - JESUS Y EL YOGA
CAPITULO 2. JESUS Y EL YOGA
La continuidad de la palabra de Dios a través de sus avatares quedó bellamente simbolizada por el intercambio espiritual que se produjo entre Jesús y los magos (sabios) de oriente, procedentes de la India, que acudieron a honrarle en ocasión de su nacimiento.
Existe en la India un sólido legado tradicional, considerado fidedigno por notables metafísicos y compuesto por conocidos relatos que figuran en manuscritos antiguos, donde se narra que los magos de Oriente que viajaron a Belén con el propósito de ver al niño Jesús eran, en realidad, grandes sabios de la India.
Y no sólo los maestros de la India visitaron a Jesús, sino que él, a su vez, les devolvió la visita.
Durante los años de la vida de Jesús sobre los cuales no se tiene ninguna información (las escrituras guardan silencio en lo que respecta al periodo comprendido aproximadamente entre los catorce y los treinta años de edad) él viajo a la India recorriendo, probablemente, la transitada ruta comercial que unía el Mediterráneo con China y la India.
La realización divina con que ya contaba Jesús, nuevamente despierta y fortalecida por la compañía de los maestros de la India y el entorno espiritual allí imperante, brindó el cimiento de universalidad de la verdad en el que Jesús se basó para predicar un mensaje sencillo y asequible que las masas de su país natal podrían comprender, pero que, al mismo tiempo, se hallaba colmado de significados subyacentes que serían apreciados por las generaciones futuras, a medida que la mente humana progresara desde su etapa infantil hasta alcanzar la madurez del entendimiento.
LOS AÑOS “PERDIDOS” DE JESUS
En el Nuevo Testamento, la cortina del silencio desciende sobre la vida de Jesús después de los doce años y no vuelve a alzarse hasta dieciocho años más tarde, cuando recibe el bautismo de Juan y comienza a predicar antes las multitudes.
Unicamente se nos dice: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres¨,(Lucas 2:52).
El hecho de que los contemporáneos de un personaje tan excepcional como Jesús no hayan encontrado nada digno de ser mencionado por escrito desde la niñez hasta el trigésimo año de su vida es, en sí mismo, extraordinario.
Sin embargo, existen efectivamente relatos notables acerca de Jesús, pero no en su país de origen, sino más hacia Oriente, en aquellos lugares donde pasó la mayor parte del periodo sobre el cual se carece de datos.
Ocultos en un remoto monasterio tibetano se encuentran documentos de incalculable valor que hacen referencia a un tal San Issa, proveniente de Israel, “en quien se hallaba manifestada el alma del universo”, y que desde los catorce a los veintiocho años permaneció en la India y zonas de la cordillera del Himalaya – entre santos, monjes y pándits -, predicó su mensaje por toda la región y luego, con el propósito de enseñar, retornó a su tierra natal, donde fue cruelmente maltratado, condenado a muerte y crucificado.
A excepción de los registros que aparecen en estos antiguos manuscritos, nada se ha publicado acerca de los años desconocidos de la vida de Jesús.
De modo providencial, el viajero ruso Nicolás Notovitch descubrió y transcribió estos documentos (en el monasterio de Himis, del Tibet).
El mismo publicó sus notas en 1894 bajo el título La Vida Desconocida de Jesucristo.
En 1922, Swami Abhehananda, discípulo directo de Ramakrishna Paramahansa.
Visitó el monasterio de Himis y confirmó todos los detalles
sobresalientes publicados acerca de Issa en el libro de Notovitch.
En una expedición a la India y al Tíbet realizada a mediados de la década de los veinte, Nicolás Roerich tuvo ocasión de ver y copiar versos de antiguos manuscritos que eran idénticos a aquellos publicados por Notovich ( o cuyo contenido, al menos, era el mismo).
Roerich quedó además profundamente impresionado con las
tradiciones orales de la región: “En Srinagar nos enteramos por primera vez de la curiosa leyenda sobre la visita de Cristo en estos parajes.
Más tarde, pudimos comprobar cuán difundida se halla en la India, en Ladak y en Asia Central la leyenda de la visita de Cristo a estas regiones durante su larga ausencia mencionada en el Evangelio.
La India es la madre de la religión. Se reconoce que su cultura es mucho más antigua que la legendaria civilización egipcia.
Si investigamos estas cuestiones, podremos comprobar que las antiquísimas escrituras de la India preceden a todas las
demás revelaciones y han influido sobre el Libro Egipcio de los Muertos y el Antiguo y Nuevo Testamento de la Biblia, así como también sobre otras religiones que estuvieron en contacto con la religión de la India y se inspiraron en ella, porque la India se ha
especializado en la religión desde tiempos inmemoriales.
Por esa razón, el propio Jesús viajó a la India; el manuscrito de Notovitch nos lo cuenta así: “Issa se ausentó secretamente de la casa de su padre, abandonó Jerusalen y viajó hacia Sind en una caravana de mercaderes, con el objeto de perfeccionarse en el conocimiento de la Palabra de Dios y en el estudio de las leyes de los grandes Budas".
Esto no significa que Jesús aprendiera de sus mentores y compañeros espirituales de la India y regiones circundantes todo cuanto luego enseñó.
Los avatares vienen provistos de su propio caudal de sabiduría. Durante el periodo en que permaneció con los pándits hindúes, los monjes budistas y, en especial, los grandes maestros de yoga- de quienes recibió iniciación en la ciencia esotérica de la unión con Dios a través de la meditación-, la realización divina que Jesús ya poseía tan solo despertó y se amoldó a la singular misión que iba a desarrollar.
A compartir el conocimiento que había acumulado y de la sabiduría que brotaba de su alma cuando se hallaba en profunda meditación, concibió para las masas parábolas simples sobre
los principios ideales mediante los que ha de gobernarse la vida humana ante Dios.
En cambio, a aquéllos discípulos que estaban preparados para recibirlo, les impartió el conocimiento acerca de los más insondables misterios, como lo demuestra el libro del
Apocalipsis de San Juan- que forma parte del Nuevo Testamento-, cuya simbología concuerda de manera precisa con la ciencia yóguica de la comunión con Dios.
Los documentos descubiertos por Notovitch aportan una corroboración histórica a lo que he sostenido durante largo tiempo, como resultado de la información recogida en mis años juveniles en la India, en el sentido de que Jesús se hallaba
vinculado a los rishis de la India a través de los magos (sabios) de Oriente.
Quienes peregrinaron hasta su lugar de nacimiento y por cuya razón viajó él a la India con el fin de recibir sus bendiciones y deliberar con ellos sobre la misión mundial que había
de llevar a cabo.
En las páginas de este libro me propongo demostrar que las
enseñanzas de Jesús, nacidas internamente de su comunión con Dios y alimentadas externamente por los estudios que realizó con los grandes maestros,expresan la universalidad de la Conciencia Crística, la cual no conoce límites de raza o de credo.
Al igual que el Sol, que se eleva por el Este y se desplaza hacia el Oeste difundiendo sus rayos, así también Cristo surgió en Oriente y viajó hacia Occidente, para quedar allí entronizado en el altar de una vasta cristiandad cuyos miembros le consideran su gurí y salvador. No es casual que Jesús eligiera nacer en Palestina como un Cristo oriental.
Este escenario era el centro de confluencia que vinculaba Oriente con Europa.
Jesús viajó a la India para honrar los lazos que le unían con los rishis, predicó por aquellas regiones su mensaje y, luego, regresó a su tierra natal con el propósito de difundir allí sus enseñanzas, pues, en su gran sabiduría, reconoció Palestina como la vía de acceso a través de la cual su espíritu y sus palabras hallarían
una ruta hacia Europa y el resto del mundo. Este grandioso Cristo, que irradia sobre Occidente la fortaleza y el Poder espiritual de Oriente, constituye un divino lazo de unión entre los pueblos de Oriente y Occidente que aman a Dios
La verdad no es monopolio ni de Oriente ni de Occidente. Los puros rayos dorados y plateados de la luz solar aparentan ser rojos o azules si se observan a través de un cristal rojo o azul.
De igual modo, la verdad parece diferente si adquiere los
matices de una civilización oriental y occidental.
Al examinar la sencilla esencia de la verdad que han expresado las grandes almas en distintas épocas y latitudes, se puede
observar que hay muy pocas diferencias entre sus mensajes.
He comprobado que aquello que recibí de mi gurú y de los venerados maestros de la India es idéntico a lo que he recibido de las enseñanzas de Jesús el Cristo.
Las enseñanzas perdidas de los Evangelios Cristo ha sido muy mal malinterpretado por el mundo. Incluso los principios más elementales de sus enseñanzas han sido profanados –crucificados a manos del dogma, los prejuicios y la falta de entendimiento- y la profundidad esotérica de esos principios ha quedado en el olvido. Bajo la supuesta autoridad de doctrinas del cristianismo forjadas por el hombre, se han librado guerras genocidas y se ha
quemado a gente en la hoguera bajo la acusación de brujería o herejía.
¿Cómo podemos rescatar a estas inmortales enseñanzas de las garras de la ignorancia?
Es preciso conocer a Jesús como un Cristo oriental, como un yogui supremo que manifestó completo dominio sobre la ciencia universal de la unión con Dios y, por lo tanto, pudo hablar y actuar como un salvador que contaba con la voz y la autoridad de
Dios. Jesús ha sido occidentalizado en exceso.
Jesús era oriental, tanto por nacimiento como por lazos de sangre y por la instrucción recibida.
Disociar a un maestro espiritual de sus orígenes y entorno es empañar el entendimiento a través del cual se le debe percibir. Con independencia de lo que Jesús el Cristo era por sí mismo – en lo relativo a su propia alma .
Por el hecho de nacer y haber alcanzado la madurez en el Oriente, él tuvo que utilizar la civilización oriental, sus costumbres, peculiaridades, lenguaje y parábolas como instrumento para divulgar su mensaje. Por lo tanto, con el fin de entender a Jesucristo y sus enseñanzas debemos estar receptivos y bien predispuestos hacia el punto de vista oriental.
En especial, hacia la civilización antigua y moderna de la India, sus escrituras religiosas, tradiciones, filosofías, creencias espirituales y experiencias metafísicas intuitivas-.
Si bien las enseñanzas de Jesús, desde la perspectiva esotérica, son universales, estan impregnadas de la esencia de la cultura oriental y se encuentran arraigadas en influencias orientales que se han adaptado al ambiente occidental.
Podemos comprender correctamente los Evangelios a la luz
de las enseñanzas de la India: no de interpretaciones distorsionadas del hinduismo, con su opresivo sistema de castas o la práctica de adorar piedras, sino de la sabiduría filosófica de los rishis cuyo objeto es la salvación del alma, es decir, aquellas enseñanzas que constituyen no la cáscara sino el meollo de los Vedas, los Upanishads y el Bhagavad Guita. Esta esencia de la Verdad ( el Sanatana Drama o los eternos principios de la rectitud que sostienen al hombre y al universo) le fue conferida al
mundo miles de años antes de la era cristiana y se conservó en la India como una vitalidad espiritual que ha convertido la búsqueda de Dios en el único propósito de la vida y no un simple pasatiempo de salón.
La ciencia universal de la religión. La experiencia personal de la verdad es la ciencia que se encuentra en el fondo de todas las ciencias. Sin embargo, para la mayoría de las personas la religión
se ha transformado en una mera cuestión de creencia.
Hay quienes creen en el catolicismo, hay otros que creen en alguna doctrina protestante, mientras que algunos afirman creer que la religión judía o la hindú o la musulmana o la budista es el camino verdadero.
La ciencia de la religión identifica aquellas verdades universales que son comunes a todas – la base de la religión – y enseña cómo, mediante su aplicación práctica,una persona puede edificar su vida de acuerdo con el Plan Divino.
Las enseñanzas del Raja Yoga (la ciencia “regia” del alma originaria de la India) son superiores a la ortodoxia de la religión, pues exponen de forma sistemática la práctica de métodos universalmente necesarios para el perfeccionamiento de todo individuo,sea cual sea su raza o credo.
Es preciso reunificar la ciencia de la religión con lo que constituye su espíritu o inspiración: lo esotérico con lo exotérico. La ciencia del yoga expuesta por el Señor Krisnha – la cual proporciona métodos prácticos para experimentar verdaderamente a Dios en nuestro interior y reemplazar así la corta expectativa de vida de las creencias- y el espíritu de hermandad y amor crístico predicado por Jesús
(la única panacea segura para evitar que el mundo quede destrozado a causa de diferencias irreconciliables) son, en conjunto, una sola verdad universal que enseñaron dos Cristos, uno de Oriente y otro de Occidente.
Los salvadores del mundo no vienen con el propósito de fomentar
divisiones doctrinales hostiles; sus enseñanzas no deben ser utilizadas para tal fin.
Incluso referirse al Nuevo Testamento como la Biblia “cristiana” es, en cierto modo, impropio, dado que no se trata del patrimonio exclusivo de ninguna confesión religiosa en particular.
La Verdad se halla destinada a beneficiar y elevar a la raza humana en su conjunto.
Así como la Conciencia Crística es universal, así también Jesucristo pertenece a todos.
Si enfatizo el mensaje del Señor Jesús, contenido en el Nuevo
Testamento, y la ciencia yóguica de la unión con Dios, delineada por Vagaban Krisnha
en el Bhagavad Guita, como el summum bonum del camino a la realización de Dios, reverencio por igual las variadas expresiones de la verdad que fluyen del Dios Unico através de las escrituras de sus diversos emisarios.
La verdad es, en sí misma y por sí misma, la “religión” fundamental.
Aun cuando pueda expresarse de diferentes maneras por los “ismos” de los distintos credos religiosos, éstos jamás podrán agotarla. La verdad posee infinitas expresiones y ramificaciones, pero sólo se consuma en la experiencia directa de Dios, la Unica Realidad.
El sello humano de la afiliación religiosa carece de importancia.
No es la confesión religiosa a la que pertenecemos ni la cultura o el credo dentro del cual hemos nacido lo que nos otorga la salvación: la esencia de la verdad trasciende todas las formas externas.
Es dicha esencia la que reviste una importancia fundamental para comprender a Jesús y su llamamiento universal a las almas para que entren en el reino de Dios, que se halla , dentro de vosotros.
Todos somos hijos de Dios, desde el comienzo hasta la eternidad.
Las controversias surgen de los prejuicios, y el prejuicio es fruto de la ignorancia.
No debemos sentirnos orgullosamente identificados con el hecho de ser estadounidenses o indios o italianos o de cualquier otra nacionalidad, pues ésta es sólo un accidente de nacimiento.
Deberíamos estar orgullosos, sobre todas las cosas, de ser hijos de Dios, hechos a su imagen.
¿No es ese, acaso, el mensaje de Cristo?
Jesús el Cristo constituye un excelente modelo que pueden seguir tanto en Oriente como en Occidente.
La impronta divina que nos identifica como “hijos de Dios”
se halla oculta dentro de cada alma. Jesús ratificó lo que dicen las escrituras: “dioses sois”.
¡Desecha las máscaras! Revélate abiertamente como un hijo de Dios, no mediante vanas proclamas y oraciones aprendidas de memoria, ni por medio de los fuegos artificiales de eruditos sermones concebidos con el propósito de loar a Dios y reunir adeptos, ¡sino a través de la realización¡. Identifícate, no con el estrecho fanatismo disimulado bajo el disfraz de la sabiduría, sino con la Conciencia Crística.
Identifícate con el Amor Universal, que se expresa al servir a los demás tanto material como espiritualmente.
Entonces sabrás quíen fue Jesucristo y podrás decir, desde el
alma, que todos formamos parte de la misma familia, que todos somos hijos del Unico Dios.
http://lacienciadelossabios.blogspot.com.es
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