Memorias de acontecimientos que nos produjeron alegría. Abre ahora ese álbum y revive el mayor número posible de acontecimientos...
Si anteriormente jamás has realizado este ejercicio, no es muy probable que la primera vez que lo intentes vayas a encontrar muchos acontecimientos de ese tipo. Pero gradualmente irás
descubriendo más y más enterrados en tu pasado disfrutarás desenterrándolos y reviviéndolos en la presencia del Señor. Más aún, cuando nuevos acontecimientos te visiten con nuevas alegrías
acariciarás su recuerdo y no permitirás que se pierda tan fácilmente; llevarás contigo un inmenso tesoro del que podrás elegir siempre que quieras dar nueva alegría y vigor a tu vida.
Pienso que esta fue la manera en que se comportó María cuando guardaba cuidadosamente dentro de su corazón preciosos recuerdos de la infancia de Cristo, memorias que más tarde reviviría con amor.
Trasládate a alguna escena en la que te hayas sentido profundamente amado... ¿Cómo te fue demostrado ese amor? ¿Con palabras? ¿En miradas? ¿En gestos? ¿Un acto de servicio? ¿Una
carta?.. Prolonga la escena hasta que experimentes algo del gozo que sentiste cuando tuvo lugar aquel acontecimiento.
Vuelve a alguna escena en la que sentiste gozo… ¿Qué causa hizo que sintieras aquel gozo?
¿Buenas noticias?... ¿El cumplimiento de alguno de tus deseos?.. ¿Una escena natural?.. Trata de recrear la escena original y los sentimientos que la acompañaron... Vive esos sentimientos durante
el mayor tiempo posible...
Este acto de volver a escenas pasadas en las que sentiste amor y gozo es uno de los ejercicios más exquisitos que conozco para edificar tu bienestar psicológico. Muchos de nosotros pasamos de
largo por lo que un psicólogo llama experiencias-cumbre”. Lo peor es que cuando tiene lugar la experiencia muy pocas personas tienen la habilidad de entregarse a ella. En consecuencia, no les sirve de nada o de muy poco. Urge que retornen con la imaginación a esas experiencias y que gradualmente capten al máximo su contenido. Si pones esto en práctica descubrirás que aun cuando vuelvas con mucha frecuencia a esas experiencias, siempre hallarás en ellas alimento abundante. Su contenido parece no agotarse jamás. Son un gozo para siempre.
Ten mucho cuidado, sin embargo, de que, cuando hagas, no actúes como si las contemplases desde fuera. Es preciso revivirlas, no observarlas o miradas desde fuera. Por consiguiente, métete dentro de esas escenas, participa en ellas. Haz que tu fantasía sea tan viva que la experiencia parezca suceder ahora por primera vez.
Antes de que pase mucho tiempo experimentarás el valor psicológico de este ejercicio y adquirirás un nuevo respeto por la imaginación como fuente de vida y de energía. La fantasía es una
herramienta valiosísima para la terapia y para el crecimiento de la personalidad. Si se fundamenta en la realidad (cuando imaginas acontecimientos o escenas que han sucedido de hecho) tiene el
mismo efecto (placer o dolor) que la realidad misma. Si en la tenue luz del atardecer veo venir hacia mí a un amigo e imagino que es un enemigo, todas mis reacciones, Psicológicas y fisiológicas, serán idénticas a las que tendría si mi enemigo estuviese allí realmente. Si una persona sedienta en medio del desierto imagina ver agua, el efecto producido sobre él será idéntico al que habría sufrido si hubiese visto realmente agua. Cuando revivas escenas en las que sentiste amor y gozo, disfrutarás de todos los efectos que se derivan de estar realmente expuestos al amor y al gozo... y los beneficios
son inmensos.
¿Qué significación espiritual tiene un ejercicio como éste? En primer lugar, rompe la resistencia que muchas personas oponen en la experiencia del amor y el gozo. Aumenta su capacidad de aceptar el amor y dar la bienvenida al gozo cuando llaman a la puerta de sus vidas.
Como consecuencia, aumenta su capacidad de experimentar a Dios, de abrir los corazones a su amor y a las alegrías que la experiencia de Dios produce. Quien no permite sentirse amado por el hermano al que ve, ¿cómo permitirá sentirse amado por Dios a quien no ve? En segundo lugar, este ejercicio ayuda a superar el sentido inherente de futilidad, de nulidad, de culpa, uno de los principales obstáculos que colocamos en nuestro camino hacia Dios. De hecho, el primer efecto de la gracia de Dios, cuando entra en nuestros corazones, es hacemos sentir intensamente amados y amables.
Ejercicios como éste preparan el terreno para la gracia. En efecto, nos inclinan a aceptar el hecho de que somos personas a las que se puede amar.
He aquí otra forma de sacar provecho espiritual de este ejercicio:
Re-vive una de aquellas escenas en las que te sentiste profundamente amado o inundado de gozo... Busca y encuentra la presencia del Señor en esa escena... ¿En qué forma está él presente?
Esta es una de las maneras de aprender a encontrar a Dios en cada uno de los acontecimientos de tu vida, pasada y presente.
ANTHONY DE MELLO
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