O quizás desean sinceramente liberarse del resentimiento, pero éste continúa enconándose dentro de ellos porque no han tenido la oportunidad de expresarlo y, así, expulsarlo fuera de su interior. A menudo, un deseo auténtico no substituye la necesidad de echar fuera toda la rabia y resentimiento que anida, al menos, en la imaginación. No es necesario que subraye la importancia esencial de que nuestro corazón esté totalmente libre de cualquier sombra de resentimiento si deseamos progresar en el arte de la contemplación. He aquí una forma sencilla de liberarte de los resentimientos que te atenazan:
Sirve, en primer lugar, para echar fuera de ti el resentimiento. Para ello, imagina que tienes delante de ti a la persona contra la que estás resentido. Háblale de ello, exprésale toda la rabia que le tienes. Hazlo de la manera más viva que puedas. No tengas miramientos a la hora de elegir las palabras. Puede ayudar también algún ejercicio físico, tal como golpear un colchón o una almohada.
Hay muchas personas que coleccionan resentimientos simplemente porque tienen demasiado miedo a ser fuertes. En consecuencia, ejercen sobre sí mismos la firmeza que, dentro de medidas justas, deberían demostrar frente a los demás. La indulgencia y la sumisión, cuando son practicadas por personas que tienen demasiado miedo a hablar con franqueza o a comprometerse con lo que consideran justo, son nada más que caretas de la cobardía.
Después de haber expresado toda tu rabia -pero solamente después- trata de ver la totalidad del incidente que ha producido tu resentimiento. Pero mí ralo desde el punto de vista de la otra persona. Pon te en su puesto y considera todo el hecho: ¿qué aspecto tiene el incidente cuando lo contemplas a través de los ojos de la otra persona? Trata de comprender que es muy raro que una
persona ataque o haga daño a otra deliberadamente. En la mayoría de los casos, aun suponiendo que existiese la voluntad deliberada de dañar, este efecto es el resultado de una insatisfacción enraizada
profundamente en la otra persona. Las personas dichosas no son malvadas. Por otra parte, en la mayoría de los casos tú no eres el blanco de los ataques de la otra persona. Ella busca algo (o alguna
otra persona) que ha proyectado en ti. Intenta ver si todas estas consideraciones te ayudan a sentir compasión por esa persona en lugar de rabia y resentimiento.
Y si fallan todos estos esfuerzos, es probable que seas de aquellas personas que inconsciente pero activamente coleccionan sentimientos dañinos y resentimientos. Es sorprendente, pero cierto, que algunas personas ponen en marcha situaciones en las que serán menospreciadas y ofendidas; una vez logrado, se enfrascan en los malos sentimientos que pretendían desde hace mucho tiempo.
Si quieres evitar esta tendencia perniciosa deberás moderar tus expectativas respectote las demás personas. En otras palabras: mantén tus expectativas, exprésalas, incluso, a los demás si lo deseas pero déjales completamente libres; recuerda que no está obligado en modo alguno a satisfacer tus expectativas en cuanto tuyas. Si actúas así, evitarás tener malos sentimientos cuando no se cumpla lo que esperabas. Muchas personas pasan por la vida haciéndose los mártires cuando entran en contacto con personas de las que implícitamente esperan algo: «Si me amases de verdad, no...“ (no me criticarías, me hablarías con amabilidad, recordarías el día de mi cumpleaños. me harías el favor que te pido, etc.)” Les resulta muy difícil comprender que todas las expectativas que arrastran nada tienen que ver con el amor auténtico que esperan de las otras personas.
Finalmente, para fortalecer la decisión de dominar tu resentimiento (éste es el secreto: ¿deseas de verdad liberarte de él y armonizar con la vida y con tus amistades? ¿Eres de los que se abrazan
fuertemente al resentimiento y lamentan no poder liberarse de él?), haz lo siguiente: Imagina que ves a Jesús en la cruz... Dedica todo el tiempo que necesites a pintarlo con trazos vivos...
Vete ahora a la escena de tu resentimiento... Contémplala durante un rato...
Retorna a Jesús crucificado y mírale fijamente de nuevo... Alterna entre el suceso que ha originado tu resentimiento y la escena de Jesús en la cruz... hasta que adviertas que el resentimiento huye de ti y sientes la libertad, el gozo y la luz que ocupan el lugar dejado libre por aquél.
No te sorprendas de que, después de algunos momentos, los vuelvas a sentir de nuevo.
Trátalos pacientemente. El sacrifico que supone renunciar a sentimientos negativos y ser feliz es demasiado grande para que la mayoría de las personas lo logren al primer intento.
ANTHONY DE MELLO
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