Ejercicio 39: El Nombre como presencia
La práctica de la oración de Jesús ha hecho que, a veces, algunas personas atribuyan al nombre de Jesús un valor rayano en la superstición, llegando en ocasiones a adorar el nombre. El
nombre de Jesús no pasa de ser un medio para llevamos a la persona de Jesús y, si la recitación amorosa de su nombre no nos lleva a esto, no vale para nada.
Después de pacificarte, pronuncia el nombre de Jesús despacio... Siente crecer en ti la presencia de Jesús...
¿En qué forma experimentas esta presencia? ¿Como luz?… ¿Como devoción y unción?...
¿Como oscuridad y aridez?.. Cuando la Presencia se haga viva, permanece en ella... cuando tienda a decrecer, vuelve a recitar de nuevo su nombre...
Ejercicio 40: La oración de Intercesión
Sabemos muy poco sobre las formas de oración empleadas por Jesús. Formará parte para siempre del secreto guardado celosamente por las cumbres de las montañas y por los lugares
desiertos a los que se retiraba cuando deseaba orar.
Sabemos de su familiaridad con los salmos que, sin duda, recitó siguiendo el proceder de todos los judíos piadosos. Conocemos también su costumbre de interceder por las personas a las
que amaba. “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaras como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca». Aquí tenemos una indicación breve, en Lc. 22, 31-32, de lo que Jesús hizo en su tiempo de oración. Practicó la oración de intercesión.
Encontramos otra indicación en el evangelio de Juan (Jn. 17, 9ss.): «Por ellos ruego yo; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado... Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros… No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno... ¡Oh, Padre! Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado». De nuevo intercesión.
Ejercicio 37: Contempla a Jesús que te está mirando
Este ejercicio pretende que experimentes por ti mismo el amor que Cristo te tiene, ejercicio favorito de Teresa de Ávila. Es uno de los ejercicios fundamentales que recomendaba a toda la gente.
Imagina que ves a Jesús situado delante de ti... Está mirándote... Observa cómo te mira...
¡Eso es todo! Teresa lo expresa con una breve fórmula: “Mira que te mira».
Sin embargo, añade dos adverbios muy importantes:
“Mira que te mira amorosa y humildemente». Pon cuidado especial en sentir ambas actitudes cuando Cristo te mira; mira que te mira con amor; mira que te mira con humildad.
Ambas actitudes suelen provocar dificultades. A muchas personas les resulta duro imaginar que Jesús les mira amorosamente. Imaginan a Jesús adusto y exigente, piensan que les ama si son buenos. La segunda actitud les resulta aún más difícil de aceptar. ¿Que Jesús les mire humildemente?... ¡Imposible! No han entendido al Jesús del Nuevo Testamento. Nunca tomaron en serio el hecho de que Jesús se convirtió en su servidor y esclavo; que es el único que lava los pies de los discípulos, el único que, voluntariamente, se entregó a la muerte de esclavo por amor a ellos.
Así, pues, mira que te está mirando. Observa el amor en su mirada. Observa su humildad. Una de las hermanas de santa Teresa que practicó con fidelidad este método de oración, durante horas sin fin, confesaba que nunca sentía aridez en la oración. Cuando le preguntaron qué hacía en la oración respondió: «Me limito a ser amada».
Ejercicio 38: El Corazón de Cristo
Un ejercicio más para que te abras al amor que Cristo te tiene. Lo aprendí de un pastor protestante que parecía tener el don de comunicar la experiencia de Jesucristo, el Señor Resucitado, a las personas que le pedían les pusiese en contacto con Cristo. Por lo que recuerdo, el método del pastor era más o menos el siguiente:
Supongamos que alguien se acercaba a él y le decía: “Quiero entrar en contacto con el Señor Resucitado». El pastor lo conducía a un rincón tranquilo. Ambos cerraban los ojos e inclinaban sus cabezas en señal de oración.
Entonces el pastor decía a la otra persona algo como esto: “Escucha con atención lo que tengo que decirte ahora: Jesucristo, el Señor Resucitado está presente aquí y ahora con nosotros. ¿Lo crees?”. Después de una pausa el hombre decía: «Sí, lo creo».
“Voy a hacer ahora que consideres algo más difícil de creer. Jesucristo, el Señor Resucitado, Que está aquí, te ama y acepta tal cual eres. No tienes necesidad de cambiar para conseguir que él te ame. No es preciso que seas mejor." que abandones la vida de pecado... Naturalmente, él desea que seas mejor. Obviamente, desea que abandones tu vida de pecado. Pero no tienes que hacer esto para conseguir su amor y aceptación. -Los tienes ya, justamente en este momento, tal como eres, incluso antes de decidirte a cambiar, te decidas o no... ¿Crees esto?... Toma el tiempo que necesites antes de responder... Después decide si lo crees o no».
Tras alguna reflexión el hombre dice: «Sí, lo creo».
«Bien», añade el pastor, «entonces dile algo a Jesús. Díselo en voz alta».
El hombre comienza a orar en voz alta al Señor... al poco rato coge la mano del pastor y dice:
«Ahora sé exactamente lo que significa cuando usted habla de experimentarlo. El está aquí. Puedo sentir su presencia». ¿Pura imaginación? ¿Carisma especial de nuestro pastor? Quizá. En cualquier caso, dejando a un lado la cuestión de si este método es adecuado o no para poner a una persona en contacto con el Señor Resucitado, la doctrina en la que se fundamenta es sana y el método es capaz de hacer que una persona sienta los tesoros infinitos del amor de Cristo. Haz la prueba por ti mismo.
Recuerda que el Señor Resucitado está presente junto a ti... Dile que crees que está presente aquí, junto a ti…
Reflexiona en que te ama y acepta tal como eres en este momento...
Este ejercicio es una adaptación de la práctica hindú de recitar los mil nombres de Dios. Un
hindú devoto puede tomarse la molestia de memorizar los mil nombres de Dios en sánscrito, cada uno de los cuales está cargado de sentido y revela algún aspecto de la divinidad, y de recitarlos amorosamente en tiempo de oración.
Te propongo que inventes ahora mil nombres para Jesús. Imita al salmista, insatisfecho con los nombres usuales de Dios, tales como Señor, Salvador, Rey; con la creatividad propia de un
corazón lleno de amor, inventa nuevos nombres para Dios. «Tú eres mi roca”, dice, «mi escudo, mi fortaleza, mi placer, mi canto”...
De igual manera, tú, en este ejercicio, pon alas a tu creatividad e inventa nombres para Jesús:
«Jesús, mi gozo... Jesús, mi fuerza... Jesús, mi amor... Jesús, mi deleite... Jesús, mi paz...”.
Cada vez que expires, recita uno de esos nombres de Jesús... Si un nombre te llama particularmente la atención, recítalo una y otra vez... O recítalo una vez y párate amorosamente en él durante un rato, sin decir nada... toma después otro nombre y haz lo mismo... párate en él... luego pasa a otro... Llega ahora una parte del ejercicio que puede resultarte conmovedora:
Imagina que escuchas a Jesús inventar nombres para ti. ¿Qué nombres inventa para ti?... ¿Qué sientes cuando oyes que te llama por esos nombres?...
Con frecuencia, la gente no presta atención a las palabras amorosas que Dios les dirige. Es algo que supera su capacidad, demasiado bueno ser veraz. En consecuencia, o escuchan que Jesús les dice cosas negativas, como pecador... etc., o se sienten en un vacío total y no oyen absolutamente nada. Tienen que descubrir todavía al Dios del Nuevo Testamento y su amor incondicional e infinito hacia ellos. Tienen que permitir aún que su amor les invada. Este ejercicio se presta para esa finalidad.
Avanza un paso más e imagina que oyes de Jesús inventar para ti exactamente los mismos nombres que tú has inventado para él; todos los nombres excepto los que significan divinidad... ¡No te asustes!... ¡abre tu corazón a la intensidad de su amor!
La repetición incesante del nombre de Jesús es una forma de oración muy apreciada por los
griegos y por los ortodoxos rusos. Encuentran en ella el fundamento de su vida de oración y en
general de su vida espiritual.
Te recomiendo que leas el libro «The way of a pilgrim» para que te hagas una idea del valor de esta oración y de la manera de practicarla.
Se trata de una forma de oración que ha alcanzado un alto desarrollo entre los hindúes, en la India, durante miles de años. Se le conoce por «recordatorio del nombre». Mahatma Gandhi, defensor entusiasta de esta forma de oración, decía que aporta los beneficios más extraordinarios al espíritu, a la mente y al cuerpo. Afirmaba haber superado todos los miedos, incluso de niño, con el solo repetir incesantemente el nombre de Dios... Decía que su recitación encierra más poder que una bomba atómica. Llegó, incluso, a afirmar que él no moriría de enfermedad; que si moría de enfermedad le considerasen como un hipócrita. Según él, la recitación del nombre de Dios con fe puede curar a una persona de cualquier enfermedad que padezca. Es suficiente que recite el Nombre con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente durante el tiempo de la oración.
Incluso una repetición mecánica del Nombre fuera del tiempo de oración, ayuda también. Por medio de la recitación, aparentemente mecánica, el Nombre penetra en la corriente sanguínea, por expresarlo de alguna manera; entra en lo más profundo de nuestro subconsciente y de nuestro ser y transforma, de manera sutil pero cierta, nuestro corazón y nuestra vida.
En éste y en algunos de los ejercicios que presento a continuación propongo algunas maneras de recitar el Nombre en tiempo de oración. En la mayoría de los casos me limito al nombre de Jesús. Todos los maestros aseguran que cualquiera de los nombres de Dios hace que se alcancen los beneficios que esta oración trae consigo. Quizá alguno de vosotros desee tomar como mantra personal el nombre de Dios que el Espíritu grita dentro de vuestro corazón. «Abba, Padre».
Comienza tu oración implorando la ayuda del Espíritu Santo. Únicamente en el poder del Espíritu podemos pronunciar convenientemente el nombre de Jesús...
A continuación imagina a Jesús delante de ti. ¿Bajo qué forma prefieres imaginarlo? ¿Como niño, como el Cristo crucificado, como Señor Resucitado...?
¿Dónde imaginas que está? ¿De pie ante ti? A algunas personas les sirve de gran ayuda imaginarlo dentro de su corazón... o dentro de su cabeza. Algunos maestros hindúes han recomendado el centro de la parte frontal de la cabeza, aproximadamente entre los ojos... Elige el lugar que te inspire mayor devoción para imaginar que le ves allí...