hindú devoto puede tomarse la molestia de memorizar los mil nombres de Dios en sánscrito, cada uno de los cuales está cargado de sentido y revela algún aspecto de la divinidad, y de recitarlos amorosamente en tiempo de oración.
Te propongo que inventes ahora mil nombres para Jesús. Imita al salmista, insatisfecho con los nombres usuales de Dios, tales como Señor, Salvador, Rey; con la creatividad propia de un
corazón lleno de amor, inventa nuevos nombres para Dios. «Tú eres mi roca”, dice, «mi escudo, mi fortaleza, mi placer, mi canto”...
De igual manera, tú, en este ejercicio, pon alas a tu creatividad e inventa nombres para Jesús:
«Jesús, mi gozo... Jesús, mi fuerza... Jesús, mi amor... Jesús, mi deleite... Jesús, mi paz...”.
Cada vez que expires, recita uno de esos nombres de Jesús... Si un nombre te llama particularmente la atención, recítalo una y otra vez... O recítalo una vez y párate amorosamente en él durante un rato, sin decir nada... toma después otro nombre y haz lo mismo... párate en él... luego pasa a otro... Llega ahora una parte del ejercicio que puede resultarte conmovedora:
Imagina que escuchas a Jesús inventar nombres para ti. ¿Qué nombres inventa para ti?... ¿Qué sientes cuando oyes que te llama por esos nombres?...
Con frecuencia, la gente no presta atención a las palabras amorosas que Dios les dirige. Es algo que supera su capacidad, demasiado bueno ser veraz. En consecuencia, o escuchan que Jesús les dice cosas negativas, como pecador... etc., o se sienten en un vacío total y no oyen absolutamente nada. Tienen que descubrir todavía al Dios del Nuevo Testamento y su amor incondicional e infinito hacia ellos. Tienen que permitir aún que su amor les invada. Este ejercicio se presta para esa finalidad.
Avanza un paso más e imagina que oyes de Jesús inventar para ti exactamente los mismos nombres que tú has inventado para él; todos los nombres excepto los que significan divinidad... ¡No te asustes!... ¡abre tu corazón a la intensidad de su amor!
Quizá temas -les ocurre a muchas personas- imaginar que escuchas a Jesús decirte cosas. En algunos ejercicios de la fantasía te recomendé que hablaras con Cristo e imaginaras que él hablaba contigo. Quizá preguntes: ¿cómo puedo saber si realmente es Cristo quien me dice esas palabras o si las invento yo? ¿Me habla Cristo o hablo yo conmigo mismo por medio de la imagen de Cristo que invento en mi imaginación?
La respuesta a esta pregunta es que, con toda probabilidad, estás hablando contigo mismo a través de esa imagen de Cristo que ha producido tu fantasía. Sin embargo, bajo la superficie de ese diálogo que mantienes con ese Cristo imaginario, el Señor comenzará a actuar en tu corazón. Antes de que transcurra mucho tiempo experimentarás que ese Cristo imaginario te dice algo y sus palabras obrarán en ti tales efectos (de consuelo, de luz e inspiración, de gozo y de fortaleza), que conocerás en tu corazón que esas palabras o vienen directamente del Señor o fueron inventadas por ti y empleadas por el Señor para comunicarte sus deseos.
Por lo que atañe a este ejercicio, sin embargo, no tienes que preocuparte de si las palabras que escuchas de los labios de Cristo son, o no, invención tuya. El amor que Jesús te tiene es tan grande que cualquier palabra que inventes y coloques en sus labios para expresado le parecerá adecuada.
ANTHONY DE MELLO
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