Capitulo VII
TODOS LOS SUEÑOS DEBEN CESAR.
LA MENTE TIENE SÓLO UNA capacidad, la de soñar.
Y este soñar continúa hasta cuando estás despierto.
Esta es la razón por la que Sosan o Jesús no creen que estés jamás despierto, porque el soñar tiene una condición: que ocurre solamente cuando estás durmiendo.
Primero hay que entender estas dos cosas: la mente es el origen de todos los sueños, pero el soñar es algo que sólo puede ocurrir estando dormido. Y si estás soñando las veinticuatro horas del día, una cosa es absolutamente cierta: que estás profundamente dormido.
En cualquier momento cierras los ojos y el sueño está ahí; continúa como una corriente oculta.
Aun mientras estás ocupado con algo, para todos los propósitos externos pareces estar despierto, pero en lo profundo una corriente de sueños fluye constantemente. Es como con las estrellas. Durante el día no puedes ver las estrellas en el cielo. Pero están ahí, ¿a dónde se van a ir? Pero no puedes verlas por la luz del sol. Si te adentras en un pozo profundo, a cincuenta o cien metros de profundidad, desde ahí podrás ver las estrellas en el cielo aún en pleno día. Están ahí, pero debido a la cantidad de luz no puedes verlas. Se necesita oscuridad para poder verlas. Lo mismo ocurre con el soñar; los sueños también están ahí durante el día, pero se necesita oscuridad para verlos. Es como cuando vas al cine. Si encienden las luces de la sala puede que la película siga proyectándose, pero tú no la verás. Si apagas las luces, si la sala está oscura, entonces podrás ver. El soñar es tu continuidad, y a no ser que se rompa esta continuidad no podrás saber qué es la verdad. La cuestión no es si la verdad está cerca o lejos, la cuestión es si la mente está soñando o no.
Así que el problema básico no radica en cómo buscar la verdad; no puedes buscarla con una mente que sueña, porque tus sueños se impondrán sobre lo que sea que aparezca ante ti. Tus sueños se proyectarán en ello, tú lo interpretarás. No serás capaz de verlo tal como es.
Lo verás de acuerdo a tus sueños, lo falsificarás.
La verdad está ahí, porque sólo la verdad puede ser; lo que no es verdad no puede ser. Así que una cosa más antes de entrar en este sutra: Shankara dividió la realidad en tres categorías y entender estas categorías es algo maravilloso.
La primera es la de la verdad: lo que es. De hecho ninguna otra cosa es posible; sólo la verdad es y sólo la verdad puede ser.
La segunda categoría es la de lo que no es verdad, lo que no puede ser. No tiene posibilidad de ser, porque ¿cómo puede ser lo que no es verdad? Para ser, se necesita la verdad. Por eso lo falso no es, la verdad es.
Shankara encuentra más tarde una tercera categoría a la que llama soñar, apariencia, ilusión, maya:
Lo que aparenta ser pero que no es. Así que hay tres categorías. La verdad, lo que es. Si tus ojos están claros, sin nubes, si la mente no está soñando sólo hay una categoría: la verdad. Pero si tu mente está soñando aparecen las otras dos categorías.
El sueño es, en cierto sentido, porque tú lo sueñas.
Y no es, en un sentido diferente, porque no se corresponde con la realidad. Sueñas por la noche que te has convertido en un rey y por la mañana descubres que sólo eres el mismo mendigo de siempre. El sueño era falso, pero era, así que tiene una cualidad verdadera en él, porque ha ocurrido.
Y en los momentos en los que estaba ocurriendo tú creías absolutamente que era verdad, o de otra forma habría cesado inmediatamente. Si te vuelves consciente de que «estoy soñando, esto no es real», el sueño se rompe, ya estás despierto. El sueño ocurrió durante unas horas; tiene una cualidad verdadera, que ha existido.
Pero no es verdad porque por la mañana descubres que no fue. Fue sólo un pensamiento, una burbuja en el aire, una flor en el cielo; algo aparentemente verdadero pero que no lo era.
La verdad es, lo falso no es, y entre ambos hay un mundo de sueños que conlleva la cualidad de ambos. La mente es el origen del soñar, así que la mente es ilusoria.
La mente es el origen de todo maya. Puedes creer que si dejas el mundo y te vas a los Himalayas alcanzarás la verdad. Te equivocas, porque tu casa no es maya, tu mujer no es maya, tus hijos no son maya; no. Tu mente es maya. ¿Cómo vas a dejar aquí tu mente e irte a los Himalayas? La mente está dentro de ti. Si puedes dejarla, puedes dejarla en cualquier lugar. Si no puedes dejarla, no puedes dejarla aunque te vayas a los Himalayas.
A la mujer, a los hijos, a la casa, al mundo, se le llama maya, ilusión, en un sentido secundario; porque la mujer existe, ella tiene un ser. Ella es Brahma en sí misma, ella es la verdad; no como esposa sino como alma. Tu mente la interpreta como esposa: «Ella es mi esposa».
Entonces se crea un sueño. Ella está ahí, ¡absolutamente cierto! Tú estás aquí, ¡absolutamente cierto!
Y entre ambos ocurre un sueño. Tú la llamas tu esposa, y ella te llama su marido. Ahora existe un sueño entre los dos, y los sueños siempre se convierten en pesadillas.
Así que todas las relaciones al final se convierten en pesadillas, porque no puedes tolerar una ilusión durante mucho tiempo. La ilusión es algo temporal; y tarde o temprano tiene que desaparecer. No puede ser eterna, no puede ser permanente. Amas a una mujer y se crea un sueño. Pero ¿cuánto puede durar un sueño?
En el momento que se acaba la luna de miel, el sueño se ha acabado; aun antes. ¿Qué harás entonces? Entonces fingirás, porque ahora eres un esclavo de tus propias promesas. Fingirás que todavía amas. Todavía seguirás fingiendo: «Qué hermosa eres»; seguirás fingiendo:
«No existe nadie como tú». Pero ahora todo será fingido. Y cuando finges, cuando el sueño se ha roto y todavía continúas con el sueño, el sueño se vuelve una carga, y muy pesada. Por eso vives con tanto sufrimiento.
El sufrimiento no es otra cosa que sueños rotos, arco iris rotos, ilusiones rotas, apariencias.
Pero has invertido tanto en ellos que no puedes ver la verdad: que eran sueños desde el principio. Y en vez de ver la verdad echarás la culpa al otro. Dirás: «Esta mujer me ha engañado. No era tan buena como aparentaba ser.
Me ha engañado, no me mostró su verdadera realidad».
Y no te darás cuenta de que esa no es en absoluto la cuestión. Tú fuiste quien creó un sueño en torno a ella, y debido a ese sueño no pudiste ver la realidad.
Ella también estaba creando un sueño en torno a ti.
Así que siempre que dos personas se enamoran, no hay dos personas sino cuatro: el amante, el amado y, entre estos dos, el amado creado por la mente del amante y el amante creado por la mente del amado.
Estos dos últimos son sueños, estos dos van cambiando. Tarde o temprano, cuando el sueño se rompa, seréis dos no cuatro. Siempre que seáis dos habrá dificultades. Entonces te gustaría volcar la responsabilidad en el otro: «Es por el otro». Y de nuevo vuelves a no darte cuenta de la cuestión. Esto quiere decir que crearás el mismo sueño en torno a otra mujer, porque pensarás: «Esta mujer no me va a engañar, y además ahora soy más listo».
Pero la mente nunca es lista. La esencia de la mente es la estupidez, así que nunca puede ser lista. Puede ser astuta, astuta en su estupidez, pero nunca puede ser sabia.
Esa no es su naturaleza, porque la sabiduría sólo llega cuando el soñar desaparece. Así, si soñar es la realidad básica de la mente, esta nunca puede ser sabia.
Un buda es sabio porque ya no tiene mente.
Un «Sosan» es sabio porque ahora vive desde la nomente: todos los sueños han cesado. Ve las cosas tal como son. Tú nunca ves las cosas tal como son; las mezclas con tus ilusiones y tienes miedo de mirar directamente porque sabes, inconscientemente, en algún lugar profundo de tu ser, que las cosas no son como tú las ves.
Pero crees que ver la realidad de las cosas será demasiado, demasiado duro; puede que no seas capaz de soportarlo. La mezclas con sueños para hacerla un poco más dulce. Piensas que es amarga, así que la cubres con una capa de azúcar. ¿Crees que si en sueños cubres a una persona con azúcar se volverá dulce? No, sólo te estarás engañando a ti mismo, a nadie más.
De ahí tanta desdicha. La infelicidad ha sido causada por tus sueños, y uno tiene que ser consciente de este fenómeno. No vuelques la responsabilidad en el otro, de ser así crearás otros sueños. Date cuenta de que quien proyecta eres tú, pero es difícil darse cuenta.
En una sala de cine, tú miras a la pantalla, nunca miras hacia atrás; pero el proyector está a tu espalda.
La película en realidad no está en la pantalla; en la pantalla tan sólo hay una proyección de luces y sombras. La película está justo detrás de ti, pero nunca miras hacia allá, y allí es donde está el proyector.
Tu mente está detrás de todo esto, la mente es el proyector. Pero tú siempre miras al otro porque el otro es la pantalla. Cuando estás enamorado de alguien, esa persona te parece hermosa, no tiene comparación. Cuando odias, esa misma persona te parece horrible pero nunca te das cuenta de cómo la misma persona puede ser la más horrible y la más hermosa.
Cuando estás enamorado, la otra persona es una flor, una rosa, un jardín de rosas sin espinas. Cuando no te gusta, cuando la odias, las flores desaparecen, sólo quedan las espinas, ya no es un jardín (el más feo, el más sucio, algo que ni siquiera quieres mirar). Y nunca te das cuenta de lo que estás haciendo. ¿Cómo es que las rosas desaparecen tan deprisa, en sólo un minuto?
Ni siquiera tarda un minuto. En este momento estás amando y al siguiente estás odiando; a la misma persona, a la misma pantalla, toda la película cambia. Simplemente observa y serás capaz de ver que la otra persona no es la cuestión sino que tú estás proyectando algo. Cuando proyectas amor, la persona te parece estupenda; pero cuando proyectas odio, la persona te parece horrible. No se trata de la persona; en realidad no has visto a la verdadera persona.
No puedes ver la realidad a través de los ojos de la mente.
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