lunes, 18 de abril de 2016

LIBRO ARPAS ETERNAS (Josefa Rosalia Luque)




ESCENARIOS DEL INFINITO
Capitulo 3 (Segundo Escrito)
Los grandes soles o estrellas llamadas de primera magnitud son para el físico, centros de energía y de fuerza vital que arrastran en pos de sí a innumerables globos atados a ellos por las leyes de atracción.
Para la Inteligencia iluminada por una luz superior, que pregunta a todas las ciencias y a todas las cosas: ¿Quién es Dios?, sin que, hasta hoy nadie haya respondido a satisfacción; hay un poema eterno que no se ha escrito todavía, y que no han leído los hombres: El poema de Dios y de las almas. Con el favor divino, me atreveré a esbozarlo. Desde el más ínfimo ser dotado de vida hasta el hombre más perfecto, hay una larguísima escala de ascensión, a la cual la Ciencia Psíquica llama Evolución.
Más arriba del hombre, ¿qué hay? Seres que fueron un día hombres y que siguiendo su evolución han continuado subiendo y subiendo durante ciclos y edades que no podemos medir, hasta llegar en innumerables graduaciones a unificarse con el Gran Todo, con la Suprema Energía, con la Eterna Luz. Esta gloriosa escala tiene sus jerarquías, que cada una forma legiones más o menos numerosas. Las definiré concretamente; Primera jerarquía:
Ángeles Guardianes.
Es el grado primero en la Escala de superior perfección a que puede llegar un hombre que ha alcanzado su purificación. Inteligencias de esta Legión pueden encarnar en el plano físico de la Tierra y globos de igual adelanto.
Sus características generales son: incapacidad para el mal de cualquier orden que sea y la predisposición para todo lo bueno que puede realizar un ser revestido de carne.
Esto, cuando se hallan viviendo como hombres sobre la Tierra. Ahora en estado espiritual su mismo nombre lo indica: son los guardianes y celadores de todas las obras que en beneficio de la humanidad se realizan en los mundos de aprendizaje y de prueba como la Tierra.
Son ordinariamente los inspiradores de toda buena acción, los consoladores de todos los dolores de los hombres encarnados y de los desencarnados que habitan en la esfera astral de los planos físicos, y son los intermediarios entre el dolor humano terrestre y las divinas fuentes de consuelo y de alivio, si lo merecen.
Los que están de guardia alrededor de un planeta, permanecen de ordinario en su esfera astral o estratosfera y pueden bajar y subir a voluntad y en casos justificados, y siempre para propender al bien.
Y entonces toman el nombre de Cirios de la Piedad.
Tienen largas épocas de reposo en la Luz para adquirir mayores conocimientos y poderes, pues de esta Legión, las Inteligencias pueden tomar caminos y rumbos diferentes según las inclinaciones y voluntades de su Yo Superior.
Su estado es de perfecta felicidad, y el grado de su comprensión y conocimiento de todas las cosas, sobrepasa en mucho a los más aventajados espíritus encarnados en la Tierra.
Las estrellas, los planetas o soles adelantados, tienen a más de la esfera astral inmediata a la atmósfera, varias esferas radiantes más o menos sutiles según el grado de evolución al que el astro ha llegado, y es en esas esferas concéntricas y sobrepuestas, donde tienen su morada habitual las Inteligencias purísimas que llamamos Ángeles Guardianes.
Gobernadas por poderosos Jerarcas de su misma Legión, obedecen plácidamente al solo reflejo de los pensamientos de aquellos, que desde luego, están encuadrados dentro de las leyes y misiones propias de la grandiosa falange, la más numerosa de todas.
Cada subdivisión, ostenta en su etérea y sutil vestidura uno de los colores del Iris, por lo que queda entendido, que son siete grandes falanges, bajo siete Jerarcas de la misma Legión.
Lector amado, si interrogamos a cualquiera de estos Jerarcas de los Ángeles de Dios, donde encontramos a Yhasua, el Cristo, nos contestará como contestó Yohanán el Bautista, cuando le preguntaban si él era el Mesías anunciado por los Profetas. —“Nosotros no somos dignos de desatar la correa de su sandalia. Mucho más alto que nosotros le encontraréis. Subid”. Y subiendo a las radiantes esferas sutiles que envuelven globos siderales de gran perfección, encontraremos entre mares interminables de luz, de bellezas indescriptibles, de las que son opacos reflejos las más admirables bellezas de la Tierra, otra numerosa jerarquía de Inteligencias purificadas y que irradian amor, poder, sabiduría, en grado mucho más superior que la legión anterior.
Son los Arcángeles llamados también Torres de Diamantes o Murales, según la lengua en que tales nombres se escriben.
Son éstos los señores de los elementos o fuerzas poderosas, que aparecen a veces en los planos físicos. Ellos son los que gobiernan las corrientes dispositivas de encarnaciones de espíritus en determinados mundos, entre unas u otras razas según el grado de su evolución, y según la altura de la civilización a que deben de cooperar.
Guardan ellos el libro de la vida y de la muerte, marcan con precisión y justicia las expiaciones colectivas de los pueblos, de las naciones o de los continentes. Aunque rara vez, encarnan también en los planos físicos, sobre todo cuando algún gran espíritu Misionero debe permanecer allí, en cumplimiento de un Mensaje Superior de gran importancia.
Tienen también sus grandes Jerarcas, que en Consejo de siete, distribuyen las misiones o las obras a realizar.
Visten también sutiles túnicas de los colores madres más espléndidos y radiantes, pero a diferencia de los anteriores, están provistos de grandes antenas blancas en forma de alas, que parecen tejidas de resplandeciente nieve.
En ellas residen las poderosas fuerzas que les hacen dueños y señores de los elementos. Si a cualquiera de estos Jerarcas de los radiantes Arcángeles les preguntamos si está entre ellos Yhasua el Cristo, nos responderá igual que los anteriores: —“Subid, subid, porque nosotros sólo somos sus servidores cuando él está en misión”.
Y seguiremos corriendo, lector amigo, hacia esferas y planos más radiantes y sutiles, donde los Esplendores y las Victorias, los esposos adolescentes cuyo recíproco amor les complementa para la constante y permanente creación de las formas y de los tipos, de cuanta manifestación de vida observamos en la compleja y sabia combinación de la Naturaleza, los excelsos conductores de la mágica ola, que no es fuego, ni agua, sino materia radiante de donde toman su luz, todos los soles, todas las estrellas más esplendorosas, de donde surgen los principios de todo sonido, de toda armonía, de toda voz, capaz de deleitar al alma más delicada. Ola que viene y que va en rítmico y eterno vaivén, y entre cuyas ondulaciones luminosas se esfuman, suben, bajan, se enlazan, flotan, esos incomparables espíritus radiantes de belleza, de armonía, de fuerza imaginativa y creadora en su misma inefable suavidad.
Piensan una forma, un tipo, un sonido, un color, y de la ola formidable de materia radiante en que ellos se deslizan y viven como en su propio elemento, van surgiendo sus pensamientos hechos formas, tipos, sonidos y colores, para que la eterna madre Naturaleza conciba en su fecundo seno, aquellas divinas manifestaciones de vida que ningún artífice terrestre es capaz de forjar ni en semejanza siquiera.
Y si estos seres, cuya dicha suprema está en la contemplación de sus eternas creaciones, para poblar de múltiples formas de vida los mundos y los universos, propendiendo así a la evolución de todos los seres orgánicos e inorgánicos, escucharan nuestro interrogante: ¿está por ventura entre vosotros, Yhasua el Cristo?, ellos nos responderían sin detener el armónico movimiento de sus manecitas como lirios: —“Yhasua el Cristo es un arpa viva que vibra siempre entre los Amadores, y de su vibración eterna de amor, aspiramos las notas sublimes y tiernísimas para plasmar creaciones dulces, amorosas y sutiles..., para forjar el grito de amor de una madre, el canto de amor de una hija, la égloga de inmensa ternura de una esposa que sabe sacrificarse por un amor, que sobrepasa a todas las cosas.
Nosotros, ya lo veis, creamos la forma, el tipo, el sonido, el color... ¡Mas, Yhasua, crea el Amor más fuerte que el dolor y que la muerte!... ¡Subid al cielo de los Amadores o Arpas Eternas, y allí le hallaréis entre los Amantes heroicos y geniales, que dan vida en sí mismos al Amor que les lleva hasta la muerte, por los que no saben ni quieren amar!... “De nuestras creaciones surgen todas las formas y tipos de vida, de belleza, de color y de armonía que observáis en los mundos que habitáis; pero de los Amadores, Arpas Eternas de Dios, emana perpetuamente el Amor que es consuelo, paz, esperanza y salvación en todos los mundos del Universo.
Y son ellos, los que sólo pueden llamarse Salvadores de humanidades. ¡Subid, subid al cielo divino de los Amadores, donde vive la gloria de sus heroicos amores, Yhasua el Cristo Divino que venís buscando!
Subimos a la Constelación de Sirio por no mencionar otras de las mil y mil que son moradas de luz y de gloria de las Arpas Eternas del Divino Amor. (El lector comprenderá que estas percepciones son posibles solamente en ese estado espiritual que se llama éxtasis o transporte, o desdoblamiento consciente del espíritu).
Y mucho antes de llegar a la esfera astral conjunta de aquella hermosísima constelación, nos sorprende una multitud abigarrada y compacta de fibras luminosas sutilísimas, del rosado color de la aurora cuando un sol de estío está para levantarse; fibras, rayos o estelas que parecen nacer en los globos mismos de aquel radiante Sistema.
El que por primera vez llega a tales alturas, se figura que aquella infinidad de rayos luminosos son como defensas que impiden la llegada de los profanos, tal como algunas famosas fortalezas de la antigüedad aparecían erizadas de puntas de lanzas agudísimas y a veces envenenadas, como formidable defensa de enemigos desconocidos, pero posibles.
Y el guía..., que allí nadie puede llegar sino conducido por un experto Instructor, nos dice: “No temáis, que estos rayos no hieren a nadie sino que acarician con infinita dulzura”. — ¿Qué son pues estos rayos y para qué están como formando una selva de fibras de luz sonrosada alrededor de estos magníficos soles? –preguntamos. —“Son las formidables antenas, que nacidas del plexo solar o centro de percepción de los Amadores o Arpas Eternas, atraviesan toda la inmensa esfera astral de esta Constelación habitada por ellos y permanecen perennemente tendidas hacia los espacios que le rodean y en todas direcciones, a fin de captar con facilidad el Amor y el Dolor de todos los mundos del Universo a que esa Constelación o Sistema pertenece.
Y estas Arpas Vivas y Eternas están percibiendo los dolores humanos de los que desde mundos apartados y lejanos les piden piedad, consuelo y esperanza..., y ellos, dioses de Amor y de Piedad, emiten con formidable energía el consuelo, la esperanza y el amor que les demandan. He aquí, el efecto maravilloso e inmediato de una oración, pensamiento o plegaria, dirigido a tan excelsos y purísimos seres. ¡Amadores!... ¡Arpas Eternas del Infinito!...
Viven amando eternamente, y cuando sus antenas captan gritos desesperados de angustia de mundos amenazados por cataclismos que sólo el Amor puede remediar, se precipitan desde sus alturas de inmarcesible dicha, como pájaros de luz entre las tinieblas de los mundos de dolor y de prueba, ¡para salvar a costa de tremendos sacrificios y hasta de la vida, lo que puede aún ser salvado y redimido!”
Y ahora hemos encontrado a Yhasua el Cristo Divino. ¡Salvador nueve veces del hombre terrestre!... ¡Yhasua, el excelso Amador que ama por encima de todas las cosas y más allá del dolor y de la muerte!... ¡Yhasua, el que siembra semillas de Amor en todas las almas de la Tierra, y pasadas muchas centurias de siglos vuelve para buscarlas y ver si han florecido!...
¿Qué hace Yhasua en su diáfano cielo de la Constelación radiante de Sirio? ¿Vive acaso deleitándose infinitamente en la plenitud de dicha que ha conquistado?... ¿Vive sumergido en la extática contemplación de la Belleza Divina que es posesión suya por toda la eternidad? ¿Vive absorbido por nuevas y nuevas soluciones a los profundos arcanos de la Sabiduría Divina que le abrió de par en par las puertas de su templo? Toda esa inmarcesible grandeza y gloria la tiene ante sí, Yhasua el Amador, mas no llena con sólo eso su vida en los cielos de paz y de dicha que ha conquistado.
Yhasua el Amador, tiene tendidas las cuerdas radiantes del arpa divina que lleva en sí mismo; y esas cuerdas son antenas de sutil percepción que hacen llegar al corazón de Yhasua el más imperceptible gemido de las almas que entre la humanidad de la Tierra, su hija de siglos, se quejan, lloran, padecen, sufren la decepción, el odio, el abandono, el oprobio, el desamor de los amados, la injusticia, toda esa pléyade obscura y tenebrosa de los míseros dolores humanos, que él ha bebido hasta el fondo de la copa, en cada etapa suya sobre el globo terrestre.
¡Yhasua lo comprende todo, lo percibe todo, lo siente todo!
Su excelso estado espiritual le veda el sufrimiento, pero le deja amplia libertad para amar, y de tal manera se desbordan sobre los que le aman las incontenibles olas de su amor soberano, que en los seres muy sensitivos se manifiestan de diversas maneras según las modalidades, las aptitudes y grado de evolución de estos amadores terrestres: Los poetas escriben divinos versos de amor a Yhasua; los músicos desglosan poemas insoñados y fantásticos, desbordantes de alegorías y de símbolos, en que el amor de Yhasua hace prodigios de heroísmo, de abnegación, de belleza suprema; los artistas del pincel y del cincel, plasman en el lienzo o en el mármol, las más bellas imágenes del Cristo-hombre, del Hombre-Amor, al cual acaso no acaban de comprender, pero sí figurárselo como el prototipo más acabado y perfecto del amor llevado hasta la apoteosis.
Y nadie sabe sobre la Tierra que si el poeta, el músico, el pintor y el escultor, han sido capaces de dar a la humanidad esas obras que son como un iris de amor, de dulzura infinita, es porque Yhasua, el divino Amador, ha desbordado su ánfora sobre la humanidad de la Tierra, y los más sensitivos han bebido unas gotas..., muchas gotas..., un raudal acaso, de su soberano desbordamiento.
¡Oh, Yhasua, el divino Amador!... ¡Nadie sabe en la Tierra, que si hay en ella claros arroyuelos en que el hombre puede saciar su sed, de tu seno han nacido..., porque tú sólo, Yhasua, amante genial, sublime y eterno, siembras en los amadores de esta Tierra, las semillas divinas de ese amor tuyo tan grande como lo Infinito, más fuerte que el dolor y que la muerte!
Es la Constelación de Sirio, una de las más grandes y hermosas de que está ornamentado el Universo visible desde la Tierra, al que pertenece nuestro pequeño sistema solar.
Y habiendo en dicha Constelación, de la cual es Sirio el gran sol central, una cantidad considerable de globos de segunda, tercera o cuarta magnitud, y habitados por humanidades de diversos grados de evolución, no podemos pensar en buena lógica, que toda la atención y el Amor de Yhasua, lo absorbe nuestra Tierra solamente. Forman los excelsos Amadores una legión radiante de armonía, de paz, de suavidad infinita, y esos divinos efluvios se extienden por todos los globos de esa Constelación.
Y si la Tierra recibe y percibe más de sus potentes vibraciones de amor, es porque en nueve veces de haber encarnado Yhasua en ella, ha creado fuertes vinculaciones espirituales; lazos de amor que no pueden romperse jamás, y a cada una de aquellas Arpas Eternas le ocurre lo propio con las humanidades, en medio de las cuales han tomado naturaleza de hombres.
Los Amadores que nos son más conocidos por estar Yhasua entre ellos, habitan en la segunda estrella de primera magnitud de la Constelación de Sirio, catalogándolas desde la Tierra, punto de observación para esta humanidad. ¡Cuán cierto es, que las estrellas y las almas se parecen, en sus rutas eternas de solidaridad universal!
Remontándonos más y más en el conocimiento de las Inteligencias Superiores, nos encontramos con más y más solidaridad, más y más comprensión entre ellas; más y más unificación.
Es que avanzan lenta, pero ineludiblemente hacia la Eterna Armonía Universal.
Toda su felicidad está en el Amor.
Toda su grandeza la deben al Amor.
¡Toda su Sabiduría la bebieron en la copa del Amor!
El Amor es Piedad.
El Amor es Misericordia.
Y el Amor es también Redención.
Continuara......

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...