sábado, 5 de noviembre de 2016
Libro Contando con tu Alma (Eric Rolf) Capitulo-3
COMUNICACIÓN-Capítulo -3 (NUMERO-3)
”El 3 llega al escenario después del 1 (exterior) y el 2 (interior). Está indeciso, no sabe con quién ir, no sabe si quedarse en el exterior o en el interior.
Duda, porque no está cómodo ni dentro ni fuera; por fin, encuentra su camino desapegándose de ambos, en el puente entre uno y otro, en la oscilación entre interior y exterior.
Este continuo viaje es la fuente del proceso creativo y su comunicación.” Viendo el 1, el 2 y el 3 formando un primer triángulo, el 3 aparece haciendo de enlace entre el 1 y el 2, es un número de puente.
Los nueve números forman tres triángulos y el 3, 6 y 9 son el final de cada triángulo. El 3 duda más que el 1 y el 2, que tienen más fe.
El 3 dispone de una fuente de fuerza creativa que se canaliza a través del miedo. El 1 “es”, el 2 “le apoya”, y el 3, que empieza entre ellos, acaba soltándose de ambos, se quita de en medio y centra su camino en el puente entre ambos.
El 3 debe encontrar un equilibrio dinámico, ya que tiende a tirar de un lado y del otro del puente, en lugar de quedarse.
Así que esta vez, o en este periodo, tenemos un camino de viaje entre extremos. Una de las formas en que esto se manifiesta es que a veces parecemos muy cerebrales y otras muy sentimentales, aunque no somos en extremo ni uno ni otro.
A través de ese viaje, entre el exterior y el interior, nos damos cuenta de cosas que, luego, tenemos la necesidad de compartir. Sentimos el deseo de expresarnos a través de compartir con los demás nuestras experiencias.
Cuanto más profundo sea ese viaje interior, más tesoros encontramos y mayor es la necesidad de comunicarlos.
Si reprimimos esta comunicación, estamos reteniendo una fuerza que puede ser autodestructiva.
No la podemos parar y se va a comunicar de una u otra manera.
Podemos expresarla a través de palabras, del arte, o de alguna otra forma de dar; pero, si nos reprimimos, intentar detener una energía tan fuerte que quiere salir, va a tener impacto directo sobre nosotros mismos, en nuestro cuerpo, es posible que manifestando, por ejemplo, problemas de columna[5], estómago o intestinales.
El motivo de esta represión suele ser el temor a la no aceptación, nos parece que el mundo no está preparado para lo que nosotros queremos comunicar.
Tendemos a ver el mundo como algo no amistoso, en cierta forma peligroso, como si al descuidarnos nos fuese a perjudicar. En su aspecto más leve, el mundo externo nos molesta, es una traba. La raíz de esto son las diferencias que observamos en el paso entre el mundo interior y exterior.
Nuestra evolución pasa por aceptar y darnos cuenta de que el mundo físico está ahí para apoyarnos.
A través de nuestra imaginación exploramos las posibilidades del futuro. Lo hacemos a través de un proceso que es como salirse del cuerpo porque éste se queda atrás, no se mueve, no realiza ninguna acción.
Exploramos el futuro interiormente recogiendo los frutos de esa visión que son los sentimientos y las emociones de esa experiencia no física.
Como ya tenemos el fruto, no sentimos la necesidad de vivirlo físicamente en el mundo exterior y eso puede hacer que ese futuro no se manifieste más allá de nuestra imaginación.
En consecuencia, no somos muy activos exteriormente, el movimiento va por dentro, en el modo en cómo percibimos el mundo exterior.
El gran interrogante de esta percepción es cómo se crean los acontecimientos externos, es decir, si somos víctimas de una gran casualidad, si funciona la ley causa efecto externamente, o si cada uno crea su propia realidad y, si es así, cómo se hace. Este proceso de viaje, entre interior y exterior, se manifiesta también en conflictos de tiempo en términos de pasado y futuro.
Tenemos una visión del futuro que se relaciona con un fruto o resultado que no existe en este momento. Si nos apuntamos a esta visión desde el presente realizando una acción que representa un primer paso en este proceso, vamos bien, pero si queremos disfrutar en el presente con los frutos del futuro, entonces la visión se convierte en una más de nuestras fantasías y nos apegamos a ella con un deseo que no ayuda a su realización.
El deseo de que ocurra o el miedo a que no ocurra, nos provoca un salto al pasado, nos ponemos a pensar en lo que puede pasar, cómo lo vamos a hacer, lo que nos ha pasado otras veces y cómo vamos a evitar que pase lo que no queremos que pase:
Lástima, ya estamos perdidos, nuestra visión ha perdido su rumbo. Pasamos por etapas de mucha inseguridad, ya que somos muy vulnerables a esa oscilación natural y tenemos problemas cuando queremos identificarnos con algo que sea concreto, porque no somos ni una cosa ni otra.
Por ejemplo, de pequeños los demás nos confunden con información contradictoria, a veces nos dicen que somos muy buenos y otras muy malos, que hacemos las cosas muy bien y otras muy mal.
Nos comparamos con los demás y vemos diferencias en todas las direcciones.
Eso hace que nos identifiquemos con los extremos, nos llena de dudas y nos impide la auto aceptación, porque si no sabemos quién somos ¿cómo nos vamos a aceptar?
La ventaja de no tener una identidad rígida, es decir, de no saber muy bien quién somos, es que nos permite la flexibilidad de movernos en cualquier dirección.
Seguimos la lógica que nos enseñan, hasta un punto que para nosotros deja de tener sentido, y entonces no encontramos nada donde agarrarnos. Buscamos explicaciones, y todas tienen algo de sentido, pero no encajan con nuestra propia experiencia de la realidad.
Muchas veces, nos parece que los otros tienen asumidas cosas que no tienen porque ser así, o que funcionan por costumbre de una manera y no se han planteado hacerlo de otra.
Quizá ellos se han creído lo que les han contado y no han querido hacerse más preguntas.
Vemos personas muy activas externamente que, aplicando la ley causa-efecto, relacionan claramente los resultados que obtienen con el esfuerzo de sus acciones iniciales.
Para nosotros no está tan claro, porque vivimos el proceso con mucha inseguridad. Por una parte, dudamos sobre qué acción debemos realizar, y por otra, dudamos que esa acción vaya a conducir al resultado que queremos obtener.
El proceso se complica cuando tenemos algunas experiencias en las que algo interno ha producido un resultado espectacular con muy poca acción externa y sin ningún esfuerzo.
Llegamos a la conclusión de que ahí hay algo más que causa-efecto, parece que hay algo extraño, o mágico, o una intervención divina.
Un ejemplo de esto es un niño descubriendo el cine; la película está dentro de la cinta, así que puede ver que lo que ocurre dentro se proyecta fuera.
Visto desde dentro hacia fuera es un proceso creativo, visto al revés es para dudar del fenómeno externo como causa.
Otro ejemplo son los microbios. Visto externamente, aplicando la ley causa-efecto, parece que los microbios son causa de enfermedades.
Visto de dentro a fuera, los microbios sólo se utilizan para la creación de la enfermedad[6].
La duda es científica, la creación es artística; para nosotros la vida es un arte, más que una ciencia.
Nuestro camino es ir dándonos cuenta, poco a poco, que no es necesario luchar en el mundo externo, que es más fácil una especie de conquista amorosa de nuestro mundo interior, y si profundizamos y tenemos éxito en esta conquista, no hay que preocuparse por el exterior, porque se cuida solo.
Nos va bien el ejercicio físico, practicar algún deporte, caminar con ritmo o bailar, cualquier movimiento que nos sirva para estirar y fluir.
El problema es que no lo solemos hacer; no nos gusta hacerlo, lo que nos gustaría es haberlo hecho, y también disfrutar del componente social, el club y el espacio que rodea estas actividades ociosas o lúdicas.
Cuando se hace ejercicio físico, una de las cosas que ocurre es que se respira más, uno es más consciente de su cuerpo y de su respiración, y eso nos sirve para desapegarnos más de nuestro cuerpo, porque lo sentimos más fuerte.
Es decir, si una persona se siente débil, teme que cualquier cosa pueda hacerle daño: un poco de frío, un poco de viento, algo que come, el contacto con animales o desconocidos… se vuelve paranoico.
No confía en su cuerpo y, en consecuencia, está muy apegado a él. Una forma de desapegarse más del cuerpo es sentirse más fuerte y una metáfora que sirve es hacer ejercicio con el cuerpo para sentirlo más vivo, más presente, más consciente.
Ese desapego, a través del movimiento, nos ayuda a quitarnos de en medio, nos da más confianza y así permitimos que más vida pase a través nuestro.
Es útil hacernos a menudo la pregunta: ¿Qué siento y qué necesito ahora mismo? "¡Ahora me gustaría hacer esto!" Podemos actuar como cuando éramos niños, que hacíamos y expresábamos inmediatamente lo que se nos ocurría.
Eso nos sirve para aprender a expresarnos a nosotros mismos, nuestros sentimientos y necesidades.
Sirve para dejar de ser mentiroso con uno mismo, no contarse cada día las mismas cosas. Cuando no nos apetece hacer algo, o no nos atrevemos, nos solemos contar un cuento, una justificación para no actuar, una mentira.
El problema es que si cada día nos contamos la misma historia, de tanto repetirla, vamos a acabar creyendo que es verdad.
Ésa es la manera en la que se perpetúan nuestras limitaciones. Uno siente el impulso de que debería hacer algo, pero no se atreve. Para no actuar y quedarse tranquilo, uno prefiere explicarse la historia de que no es capaz de hacerlo o de que saldrá mal y que es mejor no hacerlo.
Es importante decir que SI a los giros y cambios de nuestra vida; esto representa aceptar la metáfora de que la vida cambia constantemente. A través del proceso de decir SI, pasamos por experiencias, interiores y exteriores, en las que hallamos tesoros que luego queremos compartir con los demás.
Cuando nos soltamos, nuestra actitud ante la vida es que “todo es posible" y eso lo hace posible.
DESAFÍOS
Uno de nuestros desafíos es dejar de juzgar al otro, porque, sea quien sea, es muy fácil hacerlo.
Estamos en un camino que hace puente entre extremos, si nos identificamos con uno de los dos lados, juzgamos al que está en el otro lado.
Podemos juzgar a cualquiera, con sólo cambiarnos de lado. Somos muy críticos y hasta podemos ser cínicos, hasta que no profundizamos suficiente y descubrimos el tesoro.
Para no caer en juzgar, el truco es hacerlo al revés: en lugar de cambiarte de lado para criticar, cambias de lado para ponerte al lado de la persona que ibas a criticar y miras desde ahí.
No es necesario darle la razón, sólo mirar la obra de arte desde otra perspectiva, que no habías mirado, y decir: ¡Interesante! Nuestro don es la comunicación y uno de los desafíos relacionados con ella es hablar demasiado, otro es levantar la voz.
A veces, creemos que no hay otra manera de poder expresar lo que sentimos que no sea a través de gritos.
La fuente de la creatividad es la energía bruta, que se puede ver como un pozo de petróleo. Esa energía bruta, como el petróleo, no sirve hasta que no se refina para ser utilizada como gasolina o perfume. Cuando discutimos, parece que es la otra persona la que nos provoca la explosión de ese pozo y perdemos el control. Esto lo podemos vivir como una pérdida de estribos y ataque de cólera, donde lo más fácil es echarle la culpa al otro.
Cuando nos encontramos en medio de una discusión, parece que la otra persona o algo que ha hecho, ha estimulado nuestro pozo de energía. Bien, buena noticia, hay más petróleo a nuestra disposición; nuestro desafío entonces es aprovecharlo para algo útil, algo que nos beneficie a nosotros y a los demás. Ya que el pozo se ha destapado, quizá podemos aprovechar para meternos dentro y mirar lo que hay allí.
Si lo hacemos vamos a encontrar un regalo.
Si no descubrimos nuestro regalo, el enfado va a continuar, aunque ya no esté delante la persona con la que hemos discutido.
Aún en ese caso, gritar aparenta la liberación de esa energía descontrolada, pero no está ayudando a liberar lo que ha causado esa tensión desbordada, sino al contrario, le da más peso. Es una energía profunda, porque sale al exterior desde muy adentro, pero sale sin haberse refinado; es como derramar petróleo directamente en el suelo.
El beneficio de gritar nos sale muy caro, porque le damos más atención a lo que hemos gritado y así, en lugar de liberarse, coge más fuerza, más protagonismo en nuestra vida.
Es fácil de entender, aunque un poco más difícil de hacer:
No hay que reprimir esa energía y tampoco hay que utilizarla contra otros. La solución es observar esa energía, ese enfado, para permitir que se exprese sin causar daños.
El proceso pasa por desvincular[7] el hecho que motiva el enfado de las sensaciones físicas que produce, observando y centrándose en ellas.
Es un proceso interior de autoconocimiento.
A través de la observación, esa energía bruta se puede refinar, canalizar y aprovechar.
Otro aspecto que deriva del don de la comunicación, que se puede ver como un desafío, es que solemos exagerar las cosas, adornar los hechos para hacerlos más atractivos.
A veces, nos creemos estas mismas fantasías.
También se nos da bien mentir.
Creemos que hay mentiras útiles y tenemos la gracia de convertir la mentira en arte… No somos muy responsables y esto se podría enfocar como desafío, o como un don, porque ser demasiado responsable es también un desafío, aunque no suele ser nuestro caso...
La base de esa poca responsabilidad es que no tomamos algunas cosas tan en serio como lo hacen la mayoría de personas.
Por ejemplo, si de pequeños no nos creímos que podía venir el lobo a comernos, es normal que anduviésemos por el bosque de forma “irresponsable”. Si nos ponemos negativos nos cerramos a un punto de vista, convirtiendo nuestra visión en algo muy material y entonces queremos controlarlo todo.
Es un control parecido al del director de cine, que quiere que el actor haga bien su papel, porque así lo tiene puesto en su guión. Esto puede pasar en el caso que queramos que el otro haga algo, exactamente como le hemos dicho.
Pero si nos abrimos y podemos compartir nuestra visión con el otro, en términos de cualidades, vamos a darle mucho más espacio y permitir que exprese también su creatividad.
A nosotros también nos molesta mucho que quieran controlar todos los detalles de lo que estamos haciendo.
Si alguien nos quiere controlar, ¡por lo menos que lo haga bien! Nuestra forma de controlar es como la del artista sobre su obra. Interiormente, sabemos que cuando el artista se inspira no es él, así que la obra no es suya, pero entonces, ¿de quién es? Cuando perdemos la inspiración y baja nuestro nivel de conciencia, decimos: “¡esta obra es mía!”.
Es como un explorador que encuentra algo y dice: “¡esto para mí!”. Igual de absurdo que descubrir una estrella y no querer compartirla. Entramos en el juego de intentar protegerla con derechos de autor, patentes y otras cosas que se nos ocurren, porque somos también muy creativos para eso; es una creatividad mal enfocada que nos hace perder mucha energía. Es un problema de creerse pobre, de ser temeroso.
Uno se encierra para proteger su obra, en lugar de abrirse y permitir que más energía pase a través de él.
Todo eso se arregla con un poco más de imaginación, al darnos cuenta de que no importa que nos copien una idea, porque tenemos la fuente.
En este sentido, el desafío es soltar el apego que tenemos por nuestras creaciones, lo que serían los frutos de nuestro proceso, como si fueran hijos nuestros.
Otra cosa que hacemos es esperar que el otro nos lea la mente, y así podemos estar un tiempo esperando para que nos entienda.
Ahí se nos pasa por alto que si el otro no sabe leer mentes, que es lo más habitual, lo tiene muy difícil para entendernos… NIÑEZ
El niño 3 no se siente nada identificado con sus padres, los quiere, pero es como si no le cayeran bien.
Al principio le parecen muy distintos a él, puede llegar a pensar que, realmente, se equivocaron en la maternidad y lo pusieron en una cuna que no era la suya.
Una de sus características es que tiene un sentimiento de inseguridad personal alto.
Eso lo produce, entre otras circunstancias, que sus padres le hacen sentir unas veces el mejor, y otras el peor; eso se repite con frecuencia, creándole inestabilidad y confusión.
Escoge una familia que, aunque le quieren, lo juzgan mucho y lo llevan a los extremos, de forma que el niño nunca sabe dónde agarrarse. Eso puede vivirse de forma dura en la infancia, aunque la parte positiva es que el niño es bastante flexible, porque no adopta un esquema de identidad fijo.
Eso le sirve para apoyar su proceso creativo, que no viene de él sino a través de él, es un proceso de quitarse de en medio.
De pequeño es muy miedoso y muy atrevido a la vez.
Se siente cobarde, pero se arriesga, porque cree que sus amigos no tienen miedo. El miedo le llama la atención ¿cómo es que los otros, en la misma circunstancia, no tienen miedo?
Y, entonces, lo quiere explorar y se atreve, pasando de tener mucho miedo a estar muy excitado.
Es soñador, tiene pesadillas y sueña con monstruos; también fantasioso y muy inocente de pequeño. No responde nada bien a la crítica externa, porque no la suele tomar como una motivación o un desafío para mejorar, al contrario, le duele y se siente herido personalmente.
Necesita apoyo, hablar y poder explicarse, no críticas.
El a su vez es muy contestón y criticón; esa es su forma de responder a la crítica.
Se mueve entre extremos, a veces tímido y frío, y a veces lo opuesto, muy expresivo y emotivo.
No actúa de forma equilibrada, va de un extremo al otro. También se da cuenta, bastante pronto, de su sexualidad.
El niño lo experimenta como un descubrimiento de una fuente de energía sin refinar que es necesario explorar.
PROFESIÓN
El 3 está en la primera parte del proceso creativo, el viaje entre interior y exterior, explorando su fuerza creativa bruta y expresándolo al mundo verbalmente, sin manifestar físicamente esa creatividad.
El continuo viaje, entre interior y exterior, le permite cambiar de identidad con facilidad, así podría ser un actor excelente que destacaría más por la calidad de su interpretación, y no tanto por ser una gran estrella del espectáculo.
También buen vendedor porque puede vender cualquier cosa y aunque lo que vendiera no tuviera ninguna utilidad, tienen el don de convencer al otro.
Le va bien cualquier profesión relacionada con la comunicación, como sería periodista, reportero, orador, abogado, profesor o escritor.
En general, para lo que se entiende por “trabajar”, no sirve, si no le gusta lo que hace, es el número con menos dones para el “trabajo”. Tampoco es su punto fuerte llevar negocios, pero puede ser consejero de empresa, porque lo suyo son las ideas y la comunicación.
El problema es que huye del papeleo y de la parte administrativa como gato escaldado.
El 3, aunque no le gusta, sabe hacerlo y puede cometer el error de comprometerse a hacerlo, y luego fracasar, porque si algo no le gusta no lo va a hacer mucho tiempo.
Si trabaja mucho, está más relacionado con el miedo a un mundo no amistoso, que con el trabajo en sí, con creencias de que el mundo es una lucha y la necesidad de sufrir para conseguir lo que uno quiere.
Eso puede hacerle empezar a trabajar joven, porque le han dicho que hay que ganarse la vida y si no se espabila se va a morir de hambre.
Al principio se cree toda esa fantasía negativa de que el mundo es una lucha y, claro, cree que si uno va a ser mayor, así es como habrá que comportarse.
Pronto se da cuenta de que más que “trabajar” le gustan otras cosas y tarda un tiempo hasta que asimila que esas cosas están muy bien y se permite hacerlas.
Cuando algo le gusta y lo hace sin resistencia, entonces ya deja de ser trabajo, ya es un gusto, una diversión.
Los 3 tienen el sentido del gusto desarrollado, les gusta saborear.
SALUD
Podrían tener problemas de oído, por engancharse en sus fantasías y no querer escuchar el resto. Por la subida de energía bruta sin refinar, problemas en el estómago, que es el área de las emociones. Si sigue subiendo, problemas respiratorios por resistencia a aceptar la vida, problemas de dientes por no expresar, y si llega a la cabeza, dolores o también migrañas. Esta energía de la que hablamos es el “kundalini” o la fuerza de la vida, que asciende naturalmente desde la base de la columna hasta la coronilla.
Si bloqueamos esta energía se producen síntomas físicos en la zona del cuerpo donde interrumpimos su paso.
Esos síntomas son la metáfora de que nos cerramos en el área concreta de la vida que representa esa zona[8].
RELACIONES
Los números que se relacionan mejor con el 3 son el 6, 5, 8 y 1. La relación que tiene el 3 con el 6 es de una amistad bonita.
El 6, en cierta manera, es el doble del 3; lo que descubre el 3, el 6 lo manifiesta en el mundo, lo hace bonito.
El 3 es irresponsable de cara al mundo y el 6 es muy responsable; eso les puede servir para equilibrar.
El 3 es como el niño que pone toda su atención en lo que está delante en ese instante y no se preocupa del mañana en absoluto; eso le parece al 6 irresponsable y dice ¡Se debería hacer algo!
Y el 3 contesta ¡pues hazlo tú! Ahí están enfocando la energía uno contra el otro en lugar de equilibrarse. El 3 y el 5 dan una combinación que suma 8, una relación con poder y espacio, pero también con el desafío de la manipulación.
El 3 y el 8 puede ser una buena combinación de creatividad estable. El 3 y 1 se apoyan creativamente pero ninguno de los dos se queda en su sitio, se ponen en el del otro y eso dificulta la convivencia.
RECORDAR
Nuestro camino es… La exploración del proceso creativo y del miedo como parte de esa energía bruta que nos lleva a descubrir y utilizar el poder de la imaginación, compartiendo sus frutos para crear más espacio en nuestra vida.
Una clave es… Arriesgarse a estar con el momento y vivir su misterio, estando abierto y confiando en el “a ver que pasa”
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