Mindfulness-VII
MEDITACIÓN Y EMOCIONES
El cambio
Con todos estos buenos consejos, mi mente no tardó mucho en calmarse.Hubo todavía días en los que estaba ajetreada, pero yo me sentía cada vez mas cómodo mientras veía cómo pasaban los pensamientos.
De algún modo, era más fácil tratar con ellos ahora, después de llevar a la práctica las analogías de la carretera y del cielo azul.
Sin embargo, cuando surgían emociones fuertes en la mente o me comenzaba a sentir físicamente incómodo, lo pasaba francamente mal allí sentado. Me resultaba casi imposible permanecer ecuánime en esas situaciones.
Cuando me sentía feliz y sumergido en un estado de gran felicidad, lo que quería era mantenerlo todo el tiempo que fuera posible. Pero cuando surgían sentimientos desagradables, no podía evitar resistirme a ellos.
Perdí la cuenta de cuántas veces se me había dicho que resistirse era inútil, que solo empeoraba la situación, pero no podía evitarlo.
La situación siguió así durante algún tiempo. Lo asumía como una heroica batalla contra el ego, y al ser bastante testarudo, rechazaba la idea de retroceder. Aún no tenía la consciencia suficiente para ver que la única batalla que estaba llevando a cabo era contra mí mismo.
Con el tiempo tuve que reconocer que no estaba llegando a ninguna parte, así que una vez más fui a ver a mi maestro.
Conforme le explicaba la situación, él asentía con la cabeza como si hubiera escuchado lo mismo en cien ocasiones. «A todo el mundo le sucede —comenzó diciendo—. Nos sentimos atraídos por las cosas que nos gustan, y nos terminamos apegando a ellas.
No queremos abandonarlas de ningún modo.
El único problema es que, cuanto más las persigamos, más lejos aparecerán.
MEDITACIÓN Y EMOCIONES
El cambio
Con todos estos buenos consejos, mi mente no tardó mucho en calmarse.Hubo todavía días en los que estaba ajetreada, pero yo me sentía cada vez mas cómodo mientras veía cómo pasaban los pensamientos.
De algún modo, era más fácil tratar con ellos ahora, después de llevar a la práctica las analogías de la carretera y del cielo azul.
Sin embargo, cuando surgían emociones fuertes en la mente o me comenzaba a sentir físicamente incómodo, lo pasaba francamente mal allí sentado. Me resultaba casi imposible permanecer ecuánime en esas situaciones.
Cuando me sentía feliz y sumergido en un estado de gran felicidad, lo que quería era mantenerlo todo el tiempo que fuera posible. Pero cuando surgían sentimientos desagradables, no podía evitar resistirme a ellos.
Perdí la cuenta de cuántas veces se me había dicho que resistirse era inútil, que solo empeoraba la situación, pero no podía evitarlo.
La situación siguió así durante algún tiempo. Lo asumía como una heroica batalla contra el ego, y al ser bastante testarudo, rechazaba la idea de retroceder. Aún no tenía la consciencia suficiente para ver que la única batalla que estaba llevando a cabo era contra mí mismo.
Con el tiempo tuve que reconocer que no estaba llegando a ninguna parte, así que una vez más fui a ver a mi maestro.
Conforme le explicaba la situación, él asentía con la cabeza como si hubiera escuchado lo mismo en cien ocasiones. «A todo el mundo le sucede —comenzó diciendo—. Nos sentimos atraídos por las cosas que nos gustan, y nos terminamos apegando a ellas.
No queremos abandonarlas de ningún modo.
El único problema es que, cuanto más las persigamos, más lejos aparecerán.
Eso era cierto. De hecho, en mi práctica de meditación, había comenzado a convertirse en un obstáculo, porque cada vez que tenía una sesión en la que experimentaba lo que consideraba como sensaciones positivas, eso aumentaba mis expectativas.
Esto significaba que, cuando llegaba a la siguiente sesión, en lugar de sentarme allí, concentrado en el momento presente, trataba de recrear una experiencia que ya había tenido.
«Mientras tratamos de aferrarnos a las cosas buenas —continuó—,tratamos de deshacernos de las cosas desagradables.
No importa si estamos tratando de eliminar montones de pensamientos, emociones difíciles o sensaciones físicas dolorosas; es lo mismo, todo es resistencia.
Y mientras haya resistencia, no hay sitio para la aceptación.
Y mientras no haya aceptación, no hay modo de alcanzar una mente en paz.» Suena tan obvio dicho así, ¿verdad?
«La felicidad es simplemente felicidad —siguió— , «nada demasiado importante. Viene y se va.
La tristeza es solo tristeza,nada importante tampoco. Viene y se va.
Si puedes renunciar a tu deseo de experimentar solo cosas agradables, y al mismo tiempo puedes deshacerte de tu miedo a experimentar cosas desagradables, entonces tendrás una mente pacificada.
»Conforme escuchaba su explicación, no podía evitar pensar que ahí faltaba algo. Bien, «desapégate» y «no te resistas», pero ¿cómo? «Sencillo.
Siendo más consciente», dijo. Esta parecía ser la respuesta para todo, y aunque podía ver que mi perspectiva iba cambiando conforme iba siendo más consciente, sentía que la cosa no iba lo suficientemente rápido.Compartí mis temores con el maestro y él comenzó a reírse.
«Ah —dijo—,creo que estás hablando de impaciencia.»
Me encogí de hombros y asentí con la cabeza. «Simplemente me gustaría saber cómo afrontar esas cosas hasta que mi consciencia se haya fortalecido un poco más. Quizá haya otra técnica que pueda ayudarme…», le dije esperanzado.
Pareció estudiarme durante un rato antes de contestar. «Quiero que continúes concentrándote en la respiración, simplemente practicando cómo descansar en el estado natural de consciencia de tu mente.
Sin embargo, mientras hay una cosa que puedes añadir al ejercicio y que puede ayudarte».
Alcé mis cejas,anticipándome a sus palabras.
Comenzó a explicarme la técnica en cuestión, y quizá tú quieras usarla en tu propia meditación.«
Cuando en tu práctica experimentes sensaciones placenteras, quiero que te imagines a ti mismo compartiendo esas sensaciones con otras personas —comenzó.—. No importa si se trata de la sensación placentera de una mente en paz, de un cuerpo relajado o de una emoción reconfortante; simplemente imagina que la estás dando a los demás,compartiéndola con tus amigos y tu familia, con la gente que te importa.
No requiere muchos pensamientos, y mientras quiero que sigas concentrado en la respiración, contando el número de veces que respiras.Pero si sentado allí te sientes muy bien, entonces mantén esa actitud de querer compartirla con los demás.»
No podía imaginarme cómo algo así podría ayudar, pero parecía algo inofensivo y se trataba de un sentimiento positivo.
«El siguiente punto puede resultar un poco más complicado — dijo mientras sonreía de oreja a oreja—. Cuando sientas alguna incomodidad en tu meditación, tanto si es el incesante movimiento de una mente ocupada, como una tensión física en el cuerpo, o una emoción desagradable, quiero que te imagines que se trata del malestar de la gente que te importa. Es como si en un acto de extraordinaria generosidad,estuvieras experimentando su malestar, para evitárselo a ellos.»
Soñaba muy extraño. ¿Cómo podría eso ayudarme? ¿Por qué querría dar a los demás mis sensaciones positivas e imaginar estar sentado allí sufriendo el malestar de otros? «Relájate —dijo—, no está sucediendo de verdad. Pero si lo piensas, es un modo muy hábil de trabajar con la mente.
Cuando intentamos mantenernos unidos a los estados placenteros, eso crea tensión. Pero si imaginas que estás dándolos a los demás, compartiéndolos con los demás, se afloja la tensión y te vuelves menos prejuicioso.» Vale,eso tenía más sentido, pero ¿y la otra parte?
«En lo que respecta a los sentimientos desagradables, siempre estamos tratando de deshacernos de ellos, ¿verdad? Eso también crea tensión.
De esta manera estaremos haciendo lo contrario a lo que normalmente hacemos, lo que significa que no habrá resistencia. Y no resistencia significa ausencia de tensión.» Pensé en lo que me estaba diciendo, y no dejaba de tener cierta lógica.
De hecho,sonaba a una versión elaborada de la psicología inversa. Pienso que lo interesante era que, al mismo tiempo, entrenaba la mente para ser más altruista.Me marché y puse las instrucciones en práctica. No necesitaba cambiar el ejercicio, sino que se trataba más bien de cómo abordar la técnica y recordar mantener la actitud de tener menos prejuicios sobre la experiencia de la meditación.
A pesar de mis dudas, mi maestro tenía razón. Cuando adopté la actitud de compartir, las sensaciones placenteras parecieron prolongarse durante más tiempo, y disfrutaba más de la meditación.
Es difícil decir qué cambió exactamente, pero imagino que se convirtió en algo un poco menos interesado.
El otro aspecto fue igualmente efectivo. No puede decir que las emociones desagradables o la tensión desaparecieran inmediatamente después de comenzar a aplicar este método, pero la intención había sido encontrar un modo de sentarme con esas sensaciones y con un mayor sentido de confianza y aceptación.
Y era cierto: imaginándome que estaba haciendo algo bueno para los demás, parecía que todo se volvía más fácil.
Esta forma de abordar la práctica marcó una considerable diferencia en mi habilidad y voluntad de comprender todos los aspectos de la mente. Antes de entonces, solo había deseado experimentar las sensaciones placenteras y había temido a las desagradables. Pero la nueva actitud lo cambió todo; era como ver y comprender una parte de mi mente que nunca antes había visto, y por supuesto nunca lo había hecho porque estaba siempre demasiado ocupado huyendo de ella.
Cuando intentamos mantenernos unidos a los estados placenteros, eso crea tensión. Pero si imaginas que estás dándolos a los demás, compartiéndolos con los demás, se afloja la tensión y te vuelves menos prejuicioso.» Vale,eso tenía más sentido, pero ¿y la otra parte?
«En lo que respecta a los sentimientos desagradables, siempre estamos tratando de deshacernos de ellos, ¿verdad? Eso también crea tensión.
De esta manera estaremos haciendo lo contrario a lo que normalmente hacemos, lo que significa que no habrá resistencia. Y no resistencia significa ausencia de tensión.» Pensé en lo que me estaba diciendo, y no dejaba de tener cierta lógica.
De hecho,sonaba a una versión elaborada de la psicología inversa. Pienso que lo interesante era que, al mismo tiempo, entrenaba la mente para ser más altruista.Me marché y puse las instrucciones en práctica. No necesitaba cambiar el ejercicio, sino que se trataba más bien de cómo abordar la técnica y recordar mantener la actitud de tener menos prejuicios sobre la experiencia de la meditación.
A pesar de mis dudas, mi maestro tenía razón. Cuando adopté la actitud de compartir, las sensaciones placenteras parecieron prolongarse durante más tiempo, y disfrutaba más de la meditación.
Es difícil decir qué cambió exactamente, pero imagino que se convirtió en algo un poco menos interesado.
El otro aspecto fue igualmente efectivo. No puede decir que las emociones desagradables o la tensión desaparecieran inmediatamente después de comenzar a aplicar este método, pero la intención había sido encontrar un modo de sentarme con esas sensaciones y con un mayor sentido de confianza y aceptación.
Y era cierto: imaginándome que estaba haciendo algo bueno para los demás, parecía que todo se volvía más fácil.
Esta forma de abordar la práctica marcó una considerable diferencia en mi habilidad y voluntad de comprender todos los aspectos de la mente. Antes de entonces, solo había deseado experimentar las sensaciones placenteras y había temido a las desagradables. Pero la nueva actitud lo cambió todo; era como ver y comprender una parte de mi mente que nunca antes había visto, y por supuesto nunca lo había hecho porque estaba siempre demasiado ocupado huyendo de ella.
Ejercicio 4: Concentrándote en las sensaciones placenteras o desagradables.
Inténtalo ahora para ver qué tal te sientes. Deja el libro una vez más durante un par de minutos y usa una sensación física para concentrarte en ella mientras cierras los ojos con suavidad.
En lugar de usar una sensación neutral como hiciste la última vez, concéntrate en una sensación agradable o desagradable que sientas en el cuerpo.Por ejemplo, una sensación de ligereza en manos o pies, o quizá algo de tensión en tus hombros.
Normalmente tratarías probablemente de resistirte a la sensación de incomodidad, y tratarías de mantener la de comodidad, pero ¿qué sucede cuando lo aplicas a la inversa, usando el principio de compartir las sensaciones agradables o placenteras con otros y soportar las desagradables en beneficio de otros?¿Cambia eso la experiencia? Recuerda: si te concentras en una sensación agradable trata suavemente de mantener la actitud de compartirla con otros mientras te concentras en ella. Del mismo modo,si has detenido tu atención en una sensación desagradable, trata con suavidad de mantener la actitud de experimentarla o mantenerla por alguien que te preocupe.
Inténtalo ahora para ver qué tal te sientes. Deja el libro una vez más durante un par de minutos y usa una sensación física para concentrarte en ella mientras cierras los ojos con suavidad.
En lugar de usar una sensación neutral como hiciste la última vez, concéntrate en una sensación agradable o desagradable que sientas en el cuerpo.Por ejemplo, una sensación de ligereza en manos o pies, o quizá algo de tensión en tus hombros.
Normalmente tratarías probablemente de resistirte a la sensación de incomodidad, y tratarías de mantener la de comodidad, pero ¿qué sucede cuando lo aplicas a la inversa, usando el principio de compartir las sensaciones agradables o placenteras con otros y soportar las desagradables en beneficio de otros?¿Cambia eso la experiencia? Recuerda: si te concentras en una sensación agradable trata suavemente de mantener la actitud de compartirla con otros mientras te concentras en ella. Del mismo modo,si has detenido tu atención en una sensación desagradable, trata con suavidad de mantener la actitud de experimentarla o mantenerla por alguien que te preocupe.
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