SE NOS HA PROGRAMADO PARA SER AMBICIOSOS
SE NOS HA PROGRAMADO para ser ambiciosos, y en eso consiste la política. No solo afecta al mundo de la política, sino que infecta tu vida, día a día. Hasta el niño pequeño sonríe a la madre, al padre, pero es una sonrisa fingida, falsa, sin profundidad. Siempre que sonríe, el niño sabe que tendrá una recompensa. Ya ha aprendido la primera norma del político; está todavía en la cuna y ya le habéis enseñado lo básico de la política.
Por política hay que entender...
Por política hay que entender otras cosas, no solo la política como tal. Cuando alguien se mete en un juego de poder, eso también es política. Da igual que esté relacionado con el Estado, el gobierno y asuntos parecidos...
Para mí, la palabra «política» abarca mucho más de lo que se suele pensar.
El hombre lleva intentando una estrategia política con la mujer durante toda la historia de la humanidad: que ella es inferior a él. Y la ha convencido. Existen razones para que la mujer esté indefensa y tenga que someterse a esta idea, tan absurda como fea. La mujer no es inferior al hombre, ni tampoco superior. Son dos categorías
humanas diferentes que no pueden compararse. La comparación misma es absurda, y si empezamos a comparar, surgirán los problemas.
¿Por qué se ha proclamado la inferioridad de la mujer en el mundo entero? Porque era la única manera de dominarla, de esclavizarla.
Resultaba más fácil. Si hubiera sido igual, habría habido problemas. Por eso se tenía que convencerla de que era inferior. Y las razones esgrimidas son las siguientes: tiene menos fuerza muscular y menor estatura; no ha escrito filosofía ni teología; no ha
fundado ninguna religión; no ha habido mujeres que destacaran en la música o la pintura. Todo eso demuestra que no tiene suficiente inteligencia, que no es intelectual, que no le interesan los asuntos más elevados de la vida, que sus intereses son muy limitados, que solo sirve para ser ama de casa.
Claro, si se plantea así la comparación, con tanta astucia, se convence fácilmente a la mujer de su inferioridad. También habría que comparar otras cosas. Una mujer puede dar a luz, mientras que un hombre no. Él es inferior; no puede ser madre. La naturaleza no le ha dado tal responsabilidad, sabiendo que es inferior. La responsabilidad recae sobre el superior, y la naturaleza no ha dotado de útero al hombre. En realidad, su función en la procreación no es más que la de una inyección, algo momentáneo.
La madre tiene que llevar en su vientre al niño durante nueve meses, con todos los inconvenientes. No resulta tarea fácil. Y después dar a luz... Eso supone casi experimentar la muerte. A continuación tiene que criar al niño durante años, y en épocas pasadas no paraba de tener hijos. ¿Qué tiempo le hemos dejado para dedicarse a la música, a la poesía, a la pintura? ¿Qué tiempo le hemos concedido? Estaba continuamente embarazada o cuidando de los hijos que había parido, y cuidándose de la casa para que el hombre se dedicara a asuntos más elevados.
Digo lo siguiente a cualquier hombre: intercambia el trabajo durante veinticuatro horas. Que ella pueda dedicarse a pensar, a crear poesía o música, y durante esas veinticuatro horas ocúpate tú de los hijos, de la cocina, de la casa. Entonces te darás cuenta de quién es superior. Veinticuatro horas serán suficientes para demostrarte que cuidar de tantos niños es como vivir en un manicomio.
Con un solo día de cocinar para la familia y los invitados comprenderás que en esas horas has vivido en un auténtico infierno y olvidarás la idea de tu superioridad, porque no tendrás ni un segundo para pensar en la teología, la filosofía o la religión.
Debes pensar en otros términos. Sí, la mujer tiene menos musculatura, porque durante millones de años no ha realizado el trabajo que desarrolla los músculos. Yo he estado con ciertos indígenas de la India, pueblos en los que la mujer es musculosa y el
hombre no. Eso significa que no es algo natural, sino histórico. Pero las mujeres llevan tanto tiempo sin realizar trabajos que requieren musculatura que, poco a poco han perdido de forma natural la capacidad para desarrollarla.
Pero también hay que considerar el asunto desde otros ángulos. La mujer tiene más resistencia que el hombre, un hecho comprobado médicamente. Las mujeres enferman con menos frecuencia que los hombres y viven más tiempo que ellos, unos cinco años más. Es una sociedad absurda la que ha decidido que el marido debería de
ser cuatro o cinco años mayor que la mujer, simplemente para demostrar que el hombre es más experimentado y así mantener intacta su superioridad. No está bien desde el punto de vista médico, porque la mujer vive cinco años más que el hombre. Desde el punto de vista médico, el marido debería ser cinco años más joven que la mujer, de modo que murieran al mismo tiempo o casi.
Por una parte, el hombre tiene que ser cuatro o cinco años mayor que la mujer, y por otra parte, a la mujer no se le permite que vuelva casarse otra vez, en la mayoría de las culturas y las sociedades. Recientemente ha empezado a permitírsele, pero solo
en los países desarrollados. Como no se le permite volver a casarse vivirá al menos diez años de viudedad. Eso es una insensatez desde el punto de vista médico; hay un error aritmético. ¿Por qué obligar a una mujer a ser viuda durante diez años? Habría sido mejor que la mujer hubiera tenido cinco años más que el marido, que el hombre hubiera sido cinco años más joven que la mujer. Con eso se habría arreglado el asunto. Habrían muerto casi al mismo tiempo, y no habría ni viudos ni viudas ni todos los problemas derivados de esa situación.
Si nos paramos a pensar que una mujer vive cinco años más que un hombre, ¿quién es superior? Si la mujer enferma con menos frecuencia, si tiene más resistencia, ¿quién es superior? El porcentaje de suicidios de mujeres es un cincuenta por ciento
inferior al de hombres. Lo mismo ocurre con el porcentaje de casos de locura: un cincuenta por ciento menor en las mujeres. Pero nunca se han tenido en cuenta estos hechos. ¿Por qué?
¿Por qué se suicidan el doble de hombres que de mujeres? Da la impresión de que los hombres no tienen paciencia con la vida. Son demasiado impacientes, tienen demasiados deseos, demasiadas expectativas, y cuando las cosas no les salen bien quieren acabar con todo. Se frustran con mucha rapidez. Eso es signo de debilidad: no tienen el valor de enfrentarse a los problemas de la vida. El suicidio es una cobardía, escapar de los problemas en lugar de resolverlos.
La mujer tiene más problemas: los suyos propios y los que le crea el hombre. Tiene problemas por partida doble, y sin embargo los afronta con valor. Pero todos dicen que es más débil. ¿Por qué se vuelven locos el doble de hombres que de mujeres?
Eso demuestra que su intelecto no es muy fuerte, que se le puede ir la cabeza a la primera de cambio.
¿Entonces por qué tanto empeño en la inferioridad de la mujer? Cuestión de política, de juego de poder.
Usted dice muchas veces que los políticos y los sacerdotes explotan y engañan a la gente, que se aprovechan de ella, como si pertenecieran a otra raza, como si fueran extraterrestres que se han impuesto a nosotros. Por el contrario, yo opino que los políticos y los sacerdotes salen de entre nosotros, y por eso somos responsables de sus actos. Quejarse de ellos es como quejarnos de nosotros mismos. ¿Es que no hay un político o un sacerdote oculto en cada uno de nosotros? ¿Podría decir algo al respecto, por favor?
Desde luego que los políticos y los sacerdotes no son extraterrestres; nacen y crecen entre nosotros. También nosotros tenemos el mismo deseo de poder, la misma ambición de ser más santos, más piadosos que los demás, pero en cuanto a esos deseos
y ambiciones, ellos son quienes más éxito tienen.
Y desde luego que nosotros somos responsables, pero es un círculo vicioso, porque no somos nosotros los únicos responsables. Los políticos y los sacerdotes que triunfan inculcan en las nuevas generaciones esas mismas ambiciones. Construyen la sociedad,
influyen en la mentalidad de todos, condicionándola. También ellos son responsables, y más que la gente normal y corriente, porque esas personas normales y corrientes son las víctimas de todas las ideas que se les imponen.
Un niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin deseo de poder, sin la idea de que es mejor, más santo, superior. Naturalmente, él no puede ser responsable de nada.
Quienes lo echan a perder son quienes lo educan: los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes... toda esa tropa. Y cuando le llegue el turno, también él echará a perder a otros... Es un círculo vicioso, pero ¿dónde romperlo?
Culpo a sacerdotes y políticos porque es ahí donde puede romperse el círculo vicioso. Culpar a los niños recién llegados al mundo no serviría de nada, como tampoco serviría de nada culpar a las masas, porque ya están programadas y explotadas. Sufren, son desdichadas pero no hay nada que las despierte; están profundamente dormidas.
Nuestras críticas deberían centrarse en quienes ostentan el poder, porque únicamente ellos pueden contaminar a las generaciones futuras. Si pudiéramos impedir que actuaran así, surgiría un nuevo ser humano.
Yo sé que todo el mundo es responsable, que pase lo que pase, de una forma u otra, todo el mundo tiene algo que ver en el asunto, pero lo importante para mí es a quién atacar, para evitar ese círculo vicioso en la nueva generación. La humanidad lleva siglos dándole vueltas a lo mismo, y por eso no culpo a las masas, ni a ti en concreto. Sí culpo a quienes ahora ocupan cierta posición y si pudieran relajarse un poco, olvidarse un poco de sus intereses y fijarse en esa humanidad sufriente... podría producirse una
transformación y romperse el círculo vicioso. Por eso me cebo en los políticos y los sacerdotes.
Sé que todo el mundo es responsable, pero no todo el mundo tiene el poder suficiente para romper el círculo vicioso. Por eso ataco constantemente a sacerdotes y políticos. Y resulta que ahora me tienen miedo; a lo mejor nunca le habían tenido miedo a nadie. No me quieren en ningún país del mundo. Los sacerdotes están detrás de los políticos que dictan las leyes y las normas, y quieren prohibir mi entrada en sus países.
Nuestra comuna de Estados Unidos fue destruida por los políticos, pero tras los políticos estaban los cristianos fundamentalistas, el grupo más ortodoxo de sacerdotes cristianos. Ronald Reagan, por ejemplo, es cristiano fundamentalista. Y ser cristiano fundamentalista significa ser ortodoxo hasta la médula. Reagan está convencido de que todas y cada una de las palabras de la Biblia son sagradas, pronunciadas por el mismísimo Dios. Y tanto los políticos como los sacerdotes son muy vulnerables: no tienen dónde apoyarse. Un buen golpe, y adiós. Y entonces la sociedad empezará a saber en qué consiste la libertad.
Podemos criar a los hijos de una forma más humana, sin condicionamientos, con inteligencia, para que sean capaces de ver la tierra como un todo, sin cristianos, hindúes, musulmanes, sin indios, chinos ni estadounidenses. Las naciones y las religiones son creación de los sacerdotes y los políticos. En cuanto desaparezcan ellos, también desaparecerán las religiones y las naciones.
Y un mundo libre de religiones y de naciones será un mundo humano, sin guerras, sin luchas innecesarias por cosas que nadie ha visto...
Qué absurdo que las personas lleven miles de años matándose entre sí en nombre de Dios... Nadie lo ha visto, nadie tiene pruebas. Y encima, ni siquiera sienten vergüenza, porque si lo miras directamente a los ojos, nadie se lo ha planteado jamás...
Sin embargo, emprenden cruzadas, yihads, guerras de religión, y destruyen a cuantos no creen en su dogma, porque su dogma es divino y todos los demás son creación del diablo.
Intentan servir a la humanidad matando a las personas. Su intención consiste en liberar a esas personas de las garras del diablo, pero lo más curioso es que toda religión piensa que las demás religiones son creaciones del diablo, y por eso continúa la lucha.
Los políticos libran una guerra tras otra... ¿Para qué? La tierra no tiene fronteras, pero ellos idean mapas y delimitan fronteras.
UNO DE MIS PROFESORES ERA UN HOMBRE MUY INTELIGENTE. Un día nos trajo a clase unos trozos de cartón. Había cortado el mapamundi en trocitos; los puso sobre la mesa y nos dijo: «A ver quién puede ordenarlo». Lo intentaron muchos alumnos, pero no lo consiguieron.
Al ver que a todos los demás no les salía bien y que no conseguían ensamblar el mapamundi, miró una pieza por el revés. Dio la vuelta a todas las demás y descubrió la figura de un hombre. La ordenó, algo que le resultó muy fácil, y así encontró la clave. Por un lado estaba ordenado el hombre y por el otro el mundo.
Quizá ocurra lo mismo con el mundo real... Si podemos ordenar al hombre, también quedará ordenado el mundo. Si logramos que el hombre esté en silencio, en paz, con amor, desaparecerán las naciones, desaparecerán las guerras y los políticos sucios. Y hay que recordar que toda política es sucia; no hay ninguna limpia.
Pero hemos de atacar a quienes ostentan el poder. Atacar a la persona normal y corriente no servirá de nada, porque no tiene poder; es una víctima. Incluso si la cambiamos, no supondrá un gran cambio. Pero si destruimos la conspiración entre religión y política, entre sacerdotes y políticos, se producirá un gran cambio, una revolución, la única revolución necesaria y que aún no ha tenido lugar.
¿Qué opina de la política?
¿Tengo que opinar? Pues la maldigo. Es la gran calamidad que nos ha hecho vivir siglos de sufrimiento. La política es absolutamente innecesaria, pero los políticos no consentirán que realmente lo sea porque entonces perderían sus presidencias, sus Casas Blancas, sus Kremlins...
La política no es necesaria, es algo totalmente anticuado. Se necesitaba porque las naciones no paraban de luchar entre sí. Ha habido cinco mil guerras en tres mil años.
Si disolviéramos las fronteras —que solo existen en el mapa, no en la tierra—, ¿a quién le interesaría la política? Desde luego, habría un gobierno mundial, pero solo tendría un carácter funcional. No supondría el menor prestigio, porque no existiría competencia para acceder a él. Si eres presidente del gobierno mundial, ¿qué? No eres más importante que los demás.
Un gobierno funcional es como la red de ferrocarriles. ¿A quién le importa quién dirige la red de ferrocarriles? Si el servicio de Correos funciona bien, ¿a quién le importa quién sea el director?
Las naciones tienen que desaparecer, y con ellas desaparecerá la política. Se suicidará. Lo que quedará será una organización funcional para hacerse cargo de las cosas, que podrá ser rotatorio, como el Rotary Club, en el que a veces el presidente es un negro, otras veces una mujer, otras veces un chino, otras un ruso, otras un
estadounidense... pero continúa girando, como una rueda.
Quizá una persona no debería ostentar el puesto más de seis meses, porque más tiempo resultaría peligroso. De modo que seis meses de presidente y después se acabó. Y que no eligieran a nadie más. Es simple torpeza mental elegir una y otra vez al mismo presidente. ¿No veis la torpeza mental? ¿Es que no hay personas inteligentes? ¿Es que solo tenéis un vejestorio para que siga una y otra vez?
Tampoco se necesitarían los partidos políticos en ese mundo. Los individuos deberían decidir individualmente. No se necesitan los partidos políticos, porque solo contribuyen a la destrucción de la democracia. Aunque la gente dice que la democracia no puede existir sin los partidos políticos, yo os digo que la democracia no puede existir con los partidos políticos, porque tienen sus propios intereses.
Cada individuo es libre de presentarse a cualquier cargo o de votar a quien le parezca conveniente, y quien salga elegido puede ser mucho más sensato que cualquier presidente o primer ministro. Entonces, como solo va a ocupar ese puesto durante seis meses, no puede perder el tiempo inaugurando esta universidad y la otra, o ese puente y el otro, o esa carretera; no puede perder el tiempo en absurdas inauguraciones. Y el Parlamento se limita a discutir sobre asuntos absurdos, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo. Para aprobar una simple ley necesitan años y años.
Una persona que solo vaya a mantenerse en ese cargo seis meses no puede permitirse semejantes estupideces. Se rodeará de asesores científicos, de expertos en diferentes campos. Por ejemplo: en el terreno de la economía buscará a los mejores cerebros de la economía para que lo asesoren. No dispone de mucho tiempo. No puede apoyarse en políticos de tercera clase que solo conocen el arte de la mentira y nada más. Si tiene que tomar decisiones sobre la educación, pedirá consejo a los grandes especialistas en educación del mundo entero. Pero ahora ocurren cosas tan extrañas...
Os doy una fórmula: un solo mundo.