Quizás te sirva de ayuda para luchar contra las distracciones mantener los ojos entornados.
Ábrelos lo suficiente para que puedas ver a unos tres pasos por delante de ti. Haz que tus ojos reposen sobre una mancha o un objeto. Trata, sin embargo, de no fijar la mirada sobre esa mancha u
objeto; en cualquier caso, no te concentres en él ni lo conviertas en objeto de tu atención explícita.
Algunas personas tienen dificultad para concentrarse cuando mantienen los ojos totalmente cerrados. Es como si sus ojos cerrados formasen una pantalla vacía sobre la que su mente puede
proyectar toda clase de pensamientos que les impiden concentrarse. De ahí la sugerencia de mantener los ojos medio abiertos, reposando sobre una mancha u objeto situado a unos tres pasos de
distancia. Puedes hacer la prueba pero sigue el consejo tan sólo si te sirve de ayuda. Quizás pertenezcas a ese tipo de personas que se encuentran tan expuestas a las distracciones con los ojos entornados como cerrados…
Debo confesar que hasta la fecha no he encontrado una explicación científica de este hecho. Pero mi experiencia personal y la de otras personas me ha convencido de su validez. Para ello. la postura del
loto. que se enseña a los aprendices de yoga. es ideal: piernas cruzadas de manera que el pie descanse sobre el muslo del lado contrario y la espina dorsal erecta. Me han contado que las
personas expertas en esta postura tienen tan escasas dificultades para dominar las distracciones que, de hecho, encuentran problemas para pensar y para hacer que funcione su mente pensante. En consecuencia. se afirma que esta posición es especialmente adecuada para la contemplación y para
concentrarse.
Quizás la mayoría de vosotros no tengáis la perseverancia y decisión necesarias para dominar a la perfección esta difícil, aunque gratificante postura. En tal caso, os tendríais que contentar con
sentaros en una silla de respaldo vertical o en el borde de un taburete para mantener la espalda erguida. No penséis que esta postura es tan molesta como puede parecer a primera vista. Por el
contrario, llegaréis a comprobar que es más molesto mantener la espina dorsal curvada durante largo espacio de tiempo. Probablemente lleguéis a descubrir que mantener la espina dorsal erguida ayuda muchísimo a concentrarse. Un buen argumento de autoridad es el que algunos maestros del zen sean capaces de entrar en una sala de meditación y decir, mirando la espalda del que medita, si está distraído o no. Todo esto parece un tanto exagerado, al menos para mí. Recuerdo, en efecto, tiempos en los que mi espalda no se mantenía erecta y, sin embargo, yo no sufría distracciones.
Algunos defensores de la postura de espalda erguida llegan a aconsejar que se permanezca rostro supino sobre una superficie dura, por ejemplo el pavimento, si no existe otro medio para
mantener cómodamente la espalda erguida. Tal vez sea ésta una sugerencia valiosa. En cualquier caso. se puede hacer la prueba. Con todo, tengo alguna reserva contra el hecho de yacer de espaldas: la mayoría de las personas se duermen cuando permanecen en esa postura. Se produce un estado de mente que es, generalmente, más pernicioso para la contemplación que las mismas distracciones.
Es muy probable que, a pesar de todos los intentos para dominar las distracciones mediante la posición de los ojos y de la espalda, te atormente tu mente dispersa. No tienes por qué alarmarte.
Una mente errante es algo de lo que tendrá que cuidar seriamente todo contemplativo auténtico. La lucha para controlarla es larga y difícil, pero merece la pena intentar conseguirlo ya que su dominio
puede aportar frutos muy grandes. El único camino que lleva a esa meta es la perseverancia, la paciencia y la fe a toda prueba en que alcanzarás el éxito; jamás dejarte descorazonar por cualquier
evidencia en sentido contrario.
Puedo ofrecerte aún otra sugerencia. Es el camino más eficaz, entre los que conozco, para luchar contra las distracciones. Lo presentaré en forma de ejercicio.
Cierra los ojos o mantenlos entreabiertos si te es más útil. Ahora observa cada uno de los pensamientos que vienen a tu mente. Existen dos formas de tratar los pensamientos: seguir sus
evoluciones, al igual que un perrillo sigue por las calles a todo par de piernas que vea moverse en cualquier dirección que sea, u observarlos como una persona asomada a la ventana contempla a los que pasan por la calle. Yo te recomendaría que empleases esta segunda forma.
Una vez que hayas practicado esto durante algún tiempo, hazte consciente de que estás pensando. Puedes, incluso, decirte interiormente. «Estoy pensando... estoy pensando... o, más breve,
«pensando...pensando...” para mantenerte presente al proceso de pensamiento que está desarrollándose dentro de ti.
Si observas que no existen pensamientos en tu mente y que ésta se halla vacía, espera unos momentos a que aparezca el primero. Estate alerta y, tan pronto como el pensamiento aparezca, percíbelo o sé consciente de que estás pensando.
Haz este ejercicio durante tres o cuatro minutos.
Cuando realices este ejercicio, llegarás a descubrir con sorpresa que mientras tienes en cuenta el hecho de que estás pensando, toda actividad pensante tiende a pararse.
Existe una manera sencilla de luchar contra una mente dispersa. Haz una breve pausa, pon atención al hecho de que estás pensando y la actividad pensadora cesará temporalmente. Este ejercicio es especialmente útil cuando se está más distraído que de ordinario. Es casi imposible que no tengas distracciones frecuentes cuando te lanzas por primera vez al campo de la contemplación.
La mayoría de las distracciones desaparecen por el hecho de recordar a la mente la necesidad de concentrarse cuando te has dado cuenta de la distracción. Este ejercicio es necesario tan sólo cuando tu mente esté más distraída que de ordinario.
Existe un tipo de distracción que está cargado de una fuerte emoción: amor, temor, resentimiento o cualquier otra emoción. Este tipo de distracción con una fuerte dosis emocional no puede ser tratada con el ejercicio que hemos apuntado anteriormente.
Tendremos que poner en práctica otros métodos de los que hablaré más adelante. Será preciso, sobre todo, adquirir una pericia considerable en el arte de la concentración y de la contemplación para mantener la paz frente a ese tipo de distracciones.
ANTHONY DE MELLO
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