Comienza, pues, hablando contigo mismo. Habla con cada uno de los miembros de tu cuerpo: con tus manos, con tus pies. con tu corazón, con tu cerebro con los pulmones... Da a cada uno de
ellos el adiós definitivo... Quizá los adviertes ahora por primera vez en tu vida, justamente cuando vas a morir.
Ama cada uno de tus miembros. Toma tu mano derecha, por ejemplo... Dile lo útil que es para ti... todo lo que la aprecias... Agradécele todos los servicios que te ha prestado... Dale todo tu amor y agradecimiento ahora que se aproxima el momento de volver al polvo... Repite este comportamiento con cada uno de los miembros de tu cuerpo y con sus órganos; despídete después de tu cuerpo como un todo, con su forma y apariencia especial, con su color, altura y rasgos.
Imagina ahora que ves a Jesús que se encuentra a tu lado. Escucha cómo agradece él a cada uno de tus miembros el servicio que te han prestado durante tu vida... Siente cómo inunda todo tu cuerpo con su amor y con su agradecimiento...
Escucha cómo habla ahora contigo...
Este ejercicio es de suma utilidad para alcanzar un amor saludable a sí mismo y para aceptarse, condiciones ambas totalmente necesarias para abrir plenamente nuestros corazones a Dios y a los demás.
ANTHONY DE MELLO
No hay comentarios:
Publicar un comentario