lunes, 3 de agosto de 2015
Libro Desde el Otro Plano Capitulo VII (Paul Ëluard) y Final.
Libro Desde el Otro Plano Capitulo VII (Paul Ëluard) y Final.
Los interesados podeis buscar en el Blog los anteriores Capitulos.
!!! VALE LA PENA¡¡¡
NO HAY SUFICIENTES IMAGENES PARA ILUSTRAR TAN VALIOSA VERDAD Y TAN HERMOSA Y CLARA EVIDENCIA.
SAT NAM BELLAS ALMAS.
CON AMOR Y PAZ INFINITA NOA ROSA
GRACIAS, NAMASKAR, NAMASTE, SHALOM
Hoy os dejo el Séptimo y último Capítulo de este relato, Desde el Otro Plano, dedicado a aquellos de mente abierta, capaces de cuestionarse hasta sus creencias más queridas, que estén dispuestos a descubrir sus condicionamientos y, tal vez, tener otra visión de lo que siempre ha sido tomado por cierto, o de aquello que quieren que nos tomemos por cierto (el siguiente capítulo el viernes próximo).
(anterior)
Capitulo 7
Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos
de vuestro padre. El fue un homicida desde el principio, y no se ha
mantenido en la verdad porque no hay verdad en él.
(Evangelio según San Juan 8:44)
Miré yo mismo extrañado intentando comprender como habíamos confluido en ese mismo lugar.
Intenté sintonizarme con Aganan sólo pensando en él como antes lo había hecho con los demás, pero entonces me di cuenta que la desorientación de Amfas al no percibir pensamientos no era casual, era como observar alguien en profundo silencio, y entonces volví a oír la voz de quién me había llevado hasta ahí:
Te dije que podrías escuchar y hasta sentir a todos los que observaras, por ello también lo vas a poder hacer con Aganan y vas a comprender por qué ha ocultado sus pensamientos, y por qué tiene el poder de ocultarlos a cualquier entidad de esa comunidad e incluso a ti.
Entonces al volver a fijarme en Aganan fue como se se abriera a mi, comprendí que se había dejado llevar sin rumbo por este mundo cuando, inesperadamente, se sorprendió observando a Saha que estaba en el borde del mar como sumido en profundos pensamientos. Había sido atraído hasta ahí por su propio deseo inconsciente, pero sabía que no debía acercarse más porque estaba seguro que Amfas le estaría observando, así que decidió mantenerse oculto y a distancia, siempre podría justificar su presencia en ese lugar por el deseo de entender cual era el problema con ese alma.
Observó como se acercaba otra alma y establecía comunicación con Saha, puso atención a la conversación entre ellos y comprendió los recuerdos y las emociones que les unían, y al tiempo que lo hacía su mente rememoró lo que había sido su deambular por este mundo.
Dejándose llevar había paseado por los lugares más sórdidos y hacinados, que abundaban más de lo que nunca hubiese imaginado que fuera posible. Los Destructores, en lo que concernía a la eliminación en esos cuerpos de lo más elevado de las almas, habían hecho un buen trabajo, prácticamente no quedaba rastro de ello en la inmensa mayoría de esas carcasas vacías porque, efectivamente, muchos de esos cuerpos carecían de alma, no porque no la tuvieran, sino porque escapaba de ese infierno en el que vivían, se evadían del dolor, del sufrimiento y de la cárcel del cuerpo con el que únicamente seguían unidas por los lazos energéticos que sólo la muerte podía romper y, de tarde en tarde, ese alma entraba cuando la presión disminuía y la vida quizás les regalaba algún momento de alivio, o cuando algún acontecimiento especial provocaba un fuerte cambio emocional, energético. Sus cuerpos sólo eran máquinas para producir, así los utilizaban sin el menor respeto por el alma eterna que tenía que haber podido vivir en ellos.
Los Destructores… Si alguna vez creaban algo, o permitían hacerlo, al final era sólo para tener un mayor poder y capacidad de destrucción, y ese carácter lo habían entretejido muy bien en esos receptáculos de almas, en eso también habían triunfado, habían logrado hacerlos a su imagen y semejanza, tal como decían las creencias que habían inventado para ellos… En realidad eran lo más alejado imaginable a la propia naturaleza de un alma. Estos receptáculos de almas, el resultado de esa manipulación que vivía en este mundo, ignorando que la historia siempre la escriben los vencedores sólo miraban hacía esa parte creadora de la que se vanagloriaban diciendo que eran hijos de dioses, su creación y ellos mismos creadores, pero esa parte que siempre buscaba algo más elevado y la belleza era el último reducto que les quedaba de lo mucho que ellos les habían legado. Con su infatigable ego y vanidad no se detenían, siquiera por un momento, en reflexionar que su mayor y más abundante actividad, por lo menos en cuanto a lo que era la vida, no era la creación, sino la destrucción.
Los que una vez fueron los hijos de los Sembradores de Mundos ahora eran sólo los hijos aventajados de esos Destructores, que habían logrado corromper y envilecer lo más elevado, cegarlos y promover en ellos los programas con los que tantos y tantos volvían existencia tras existencia, que eran cada vez de más resentimiento, frustración, soberbia y dolor, en una espiral descendente cuyo destino no conocía, pero que le entristecía porque les alejaba del destino que habían trabajado para ofrecerles.
Deambuló por otros lugares donde la abundancia era mayor. Eran comparativamente mucho más escasos, en un porcentaje ínfimo, pero ahí las almas no eran más despiertas, más conscientes, porque se habían encargado de cegar a la infinita mayoría de las más inquietas e inquisitivas con falsedades de todo orden o verdades a medias. A estas muchas se apegaban con fiereza, despreciando todo lo que no fuera el parcial y pequeño conocimiento que creían tener, como si inconscientemente intuyeran que si, por un sólo momento, dudaran de él tal vez tendría que aceptar algo que destruiría toda su artificial seguridad, esa que habían construido con ladrillos de falsa erudición y cimentado con orgullo. Tenían todos en tan alta estima sus creencias y despreciaban tanto y se sentían tan superiores a los que no pensaban como ellos… Reflexionó con cierta amargura en el resultado que tendría sobre esas multitudes que acababa de contemplar, viviendo en la miseria y en condiciones que no sólo bordeaban la esclavitud sino que la eran, esas creencias sobre lo que era realmente necesario para la felicidad, o ese ensalzamiento del libre albedrío y que cada uno elige su propia existencia… El absurdo era mayúsculo, pero era el resultado de creer que su mente era su mente y que con ella pensaban, cuando en realidad era la mente de sus depredadores. En cuanto a las demás, las que no tenía el menor interés o curiosidad, las habían adormecido con una colección casi infinita de distracciones, así evitaban que hicieran preguntas.
Sea como fuere, a ambas categorías les unía lo mismo: Vivir en la ficción que habían creado para distraerlos creyendo que vivían en la verdad, una era la ficción del conocimiento y otra la de una efímera felicidad, pero ambas eran sólo formas de distraerles de la realidad, burbujas de irrealidad más allá de las cuales estaba el mundo real en el que vivía la infinita mayoría de la humanidad. Si sólo hubiesen levantado sus ojos y mirado más allá, guardando silencio por una vez en lo más profundo de su ser, y observado fría y realmente el mundo en que vivían, la terrible verdad les hubiese sido revelada, pero quizás esa verdad era demasiado dura de aceptar, por eso cada uno se refugiaba en lo que más complacencia o seguridad le ofrecía.
Llegué a percibir la profunda vibración de tristeza que sintió al observar y reflexionar sobre todo ello. Supe que él sabía antes de venir lo que se iba a encontrar, pero que no era lo mismo experimentarlo directamente, ¡qué diferente del mundo que había participado en crear hacía eones, que diferente esta humanidad del proyecto que establecieron! Que, de haber prosperado, hace millones de ciclos que hubiese formado parte de una real humanidad, ellos también ya serían Sembradores de Mundos y no los Destructores que estaban destinados a ser. Esos cuerpo no eran ni sombra de lo que habían sido, pero habían logrado convencerlos que eran la cima de una larga evolución, cuando sólo eran el éxito de la reducción de un proyecto de humanidad muy superior, donde las capacidades del alma y su deseo de experimentar la existencia pudiera expresarse en toda su extensión, un proyecto que les habían robado.
Qué diferente del mundo que él, junto a Saha, que antes llamaban Axnati y antes… No quiso siquiera pensar su nombre por temor a que sólo ello pudiera desencadenar algún resultado que no pudiera controlar… Qué diferente al que ellos hacía un tiempo infinito habían trabajado para establecer aquí, cuando todavía habitaban en los cuerpos físicos de los Sembradores de Mundos.
En su lugar de origen, hacia miles de millones de ciclos, habían comprendido que la maldición de vivir en un universo físico es que requería siempre de destruir vida, hacer mal aunque no quisieran, no existía otra opción por poco que este fuera, porque hasta el hecho tan aparentemente inocente y nimio como pisar una brizna de hierba era causa de dolor, ya que todo lo que existe tiene su propia consciencia y era imposible existir físicamente sin que alguna consciencia sufriera. Así que decidieron compensar el daño que inevitablemente, por vivir en un mundo físico, causaban y ayudar a la vida a abrirse paso. Buscaron mundos que pudieran adaptar a su similar biología, su construcción física, ahí donde esa vida se pudiese desarrollar sin artificios tecnológicos que la soportara para que lo hiciera de forma natural, ayudándola a ofrecer espacios para desarrollar humanidades que vivieran en ellos en paz y armonía con el entorno, cuidándose y ayudándose mútuamente a crecer, humanidades como las suyas. No buscaban extenderse para tener más territorios que dominar, más recursos que explotar o tener esclavos a su servicios, no lo necesitaban ni lo deseaban, sino crear espacios donde las almas pudieran experimentar la existencia física con su máxima libertad y profundidad. Así sellaron un pacto sagrado y al más alto nivel entre el mundo físico y el mundo espiritual.
Este mundo había sido uno de esos espacios ideales, con las condiciones naturales más deseables y habían puesto mucho en él, logrando establecer una especie humana acorde con ese objetivo. Gracias a su intervención se lograron resultados que hubiesen necesitado de cientos de miles o millones de ciclos y que, normalmente, con las destrucciones o los cambios drásticos cíclicos que todo mundo tenía era raro que pudieran llegar a su fin por si mismos.
Pero luego, de forma inesperada, aparecieron estas entidades de sangre fría y sin más emoción que el deseo de poder: Los Destructores. Ellos no se habían preparado para ese enfrentamiento y cuando, a pesar de ello, tenían la victoria en la mano se encontraron con un reto al que no supieron hacer frente: Directamente les amenazaron con destruir total y absolutamente ese y otros mundos como ese… Si no se podían quedar con ellos, nadie lo haría.
Perder un proyecto como el de esa humanidad era una gran pérdida, pero perder espacios de vida como estos era irreparable, porque con esta riqueza, abundancia y sin tenerlos que soportar tecnológicamente, como lo hacían en los inmensos mundos artificiales que habían creado, era algo raro. No pudieron asumir su destrucción y se retiraron esperando poderlos recuperar en un tiempo futuro, pero no había sido así y ahora se enfrentaban con un peligro aún mayor.
El acuerdo establecido había sido claro: Aceptamos que os quedéis con estos mundos pero no saldréis de ellos para expandiros, sino os destruiremos. Ese acuerdo había sido respetado hasta ahora, pero hace unos pocos miles de ciclos algo les sorprendió: los Destructores que siempre habían gustado de mantener en la oscuridad a las sociedades que controlaban y jugar a ser dioses, sujetándolas por una variedad infinita de creencias religiosas y supersticiones de toda índole, decidieron pasar al anonimato y permitir y hasta facilitar su crecimiento tecnológico. Al principio no comprendieron qué pretendían, especialmente porque no fue una línea recta de crecimiento y tampoco tenían un sólo poder que marcara una dirección clara, la guerra de la que tanto gustaban los Destructores también la hacían entre ellos: Parecía que avanzaba y luego por cientos de ciclos volvían hacía atrás, hacia los viejos modos, donde la esclavitud y la sumisión total a los dueños que les habían impuesto eran lo habitual.
Por ello tardaron mucho en darse cuenta, pero hace muy poco quedó claro: Habían proyectado llevar a esta humanidad al borde de su propia auto-aniquilación, tanto por la destrucción de los recursos de este mundo como por un desarrollo de población que este espacio no podría sostener por mucho tiempo, para que llegado el momento adecuado provocar un salto en su tecnología o que sus hermanos de otros mundos aparecieran como los salvadores. Otra vez la vuelta de los dioses, pero esta vez como supuestos y muy poderosos amigos dispuestos a salvarles. Sea como fuere la solución pasaría por ir más allá de las fronteras de este para encontrar una vida mejor, nunca mejorar el maravilloso y asombroso mundo que tenían bajo sus pies, lo cual sería más sencillo y lógico. Así, en cuanto tuvieran la tecnología que pudiese trasladar a esos otros mundos a cientos, o miles de millones, nada les detendría y lucharían y morirían por hacerse espacio en esos mundos, sintiéndose justificados de destruir toda vida que se les opusiera porque necesitaban sobrevivir…
Este era el mismo modelo que habían practicado con éxito a menor escala en este planeta, sólo hacía falta ponerlo en marcha a una mucho mayor más allá de sus fronteras, y esto es algo que no podían permitir. Pero no podían intervenir antes de tiempo, porque hubiese sido romper el acuerdo establecido y lo que al final sucediera debía ser la consecuencia de la decisión de otros, no de la suya. Además, sabían que la división entre los Destructores podía revertir todos esos planes, por tanto no debían hacerlo hasta el último momento cuando fuera absolutamente inevitable, esa era su última esperanza, que todo se quedara en nada. Porque si esta humanidad era embarcada, con su mente militar y destructora, en la aventura que los gobernantes ocultos de este mundo habían planeado era mejor que fueran eliminados antes que dieran un paso fuera de él. Lo que se intentó evitar hace millones de ciclos ahora debería de hacerse, no podían permitir que lo convirtieran en un criadero de soldados y guerreros. Había sido una decisión difícil, enfrentarse a los Destructores supondría destruir un vergel de vida y miles de millones de existencias, ese no era su deseo, pero significaba salvar cientos de mundos donde cientos de miles de millones vivían en paz.
De no ser por el temor a desencadenar ese final hubiesen intervenido hace mucho, porque hay una ley que incluso esta humanidad a pesar de su atraso había comprendido: Es un delito la omisión de socorro, de ayuda a quien la necesita, si es que puedes dársela… Era triste observar que entre las creencias que esta humanidad profesaba, obra como otras de los Destructores, una decía que esos seres superiores no les ayudaban porque ellos debían aprender por ellos mismos y que debían llegar a no sé qué grado de evolución para unirse a ellos, además de respetar su libre albedrío, ¿cómo era posible tamaña locura? ¿Acaso un hermano mayor dejaría sufrir inútilmente a su hermano pequeño si pudiera evitarlo? ¿Algún ser realmente elevado no intervendría para liberar a otro si tuviera el poder para hacerlo? ¿Qué clase de evolución justificaba tamaña cobardía y tanto sufrimiento como soportaba esta humanidad incluso desde tiempos que ya había olvidado? ¿Y qué clase de libre albedrío tenían si sólo podían elegir entre lo que otros habían decidido podían elegir?
Pero esas creencias se había alimentado para que, llegado el momento y si era necesario, decirles que ya podían embarcarse en las naves de sus hermanos salvadores para ir a poblar nuevos mundos, ya sea porque eran las moradas que les habían preparado sus dioses o porque que ya habían alcanzado la evolución o elevación necesaria, cualquier tontería sería fácilmente creíble por esa humanidad tan llena de soberbia y, al tiempo, sedienta de redentores providenciales. Así, llenos del ciego orgullo que tenían implantado en sus mentes y sintiéndose superiores, elegidos, partirían hacia esos nuevos mundos que, tal vez, al principio fuesen amables, sólo para convencer al resto de hacer lo mismo, pero entonces las cosas dejarían de ser tan agradables.
El ultimátum había sido dado, porque sabían que, aunque esta humanidad no lo sabía, ya habían salido de este mundo gracias a la tecnología que les habían proporcionado sus hermanos de otros mundos, a una escala muy pequeña era cierto, pero el secretismo era una muestra de sus intenciones… Así que en ese punto se les había recordado las consecuencias que conllevaría romper el acuerdo establecido, pero nada indicaba que hubiesen cambiado sus planes a pesar de esa facción que quería dar marcha atrás. Al fin y al cabo era lógico, no eran su propia especie, si no mostraban compasión ni piedad entre sus semejantes, ¿acaso les iba a importar la destrucción de este mundo con una humanidad compuesta de lo que ellos consideraban seres inferiores y sólo una herramienta para sus fines? Se habían cansado de vivir confinados y deseaban extenderse, ¿qué podían perder? Si se pensaba bien, en realidad habían esperado mucho tiempo.
Consciente de que las posibilidades de que este mundo se salvara eran mínimas, y que el alma con la que había compartido tantas vidas y que aquí llamaban Saha estaba apresada en él, decidió arriesgarse a entrar en este espacio para despertarla y sacarla del mismo. Necesitaba que despertara, que tomara consciencia de quién era realmente aunque ahora no tuviera ni la menor idea de cómo hacerlo. Hubiese querido poder hacer lo mismo con muchas más, pero nunca a lo largo del tiempo, de las muchas veces que lo habían intentado había resultado en algo positivo. Al final esa comunidad y los Destructores sabían como dar la vuelta a sus mejores esfuerzos, tergiversar o anular el conocimiento que en todos los campos habían tratado de transmitir, todo terminaba siempre e inevitablemente en crear más guerras, más dolor y tener más poder…
Así que sólo podía centrarse en una cosa: Intentar salvar a su amigo, a ese alma que había partido hacía miles de ciclos para ayudar a esta humanidad y que había sido descubierta y apresada, debía ayudar a Saha a salir de la esfera energética de este mundo antes de su casi segura aniquilación, si seguía cautivo del engaño cuando eso sucediera quizás no podría liberarse por millones de ciclos, tenía que encontrar la forma de que despertara antes de que ese momento llegara.
Volvió a prestar atención a la conversación que mantenía Saha con quién tenía una larga historia de vidas compartidas, y al escuchar las últimas frases pensó que ninguno sabía en realidad hasta qué punto eran ciertas:
− ¿Quién te dices que no erais nadie? ¿Quién te dice que no erais todos para mi especiales y que a todos vosotros os quería y quería lo mejor para vosotros?
− ¿Te das cuenta por qué te he llamado maestro, Maestro?
Y entonces, al observar a través de Aganan, pude comprender lo que antes no había comprendido, cuando percibí cómo se emocionaba profundamente y supuse que era por la belleza de ese atardecer, pero no, no era eso…
Saha fue arrastrado por una sucesión de recuerdos olvidados que saltaron de algún rincón perdido de su memoria, estuviera donde estuviera esta. Las imágenes que sólo pude contemplar por un instante hicieron que me encogiera: El amanecer de mundos de una belleza infinita, deslizarse veloz y silenciosamente entre cúmulos de estrellas que brillaban como la luz del día, surcar el espacio infinito cruzando constelaciones y descubriendo mundos desconocidos, donde los que debían ser los Sembradores de Mundos posaban sus naves y transformaban su aridez haciendo florecer la vida, eso y mucho, mucho más fue sólo un destello pero de una belleza sobrecogedora, y entonces entendí su emoción: Nacía de que aunque él mismo no comprendía lo que le llegaba, que no sabía si era su profundo deseo de algo mejor, un sueño, un delirio o… Pero que era algo que sentía tan hondamente que le hizo estremecerse y temblar por su profunda unión con ello, de alguna forma sabía que pertenecía a todo eso que había aparecido ante él, y esta vez oí claramente lo que antes apenas pude adivinar:
− Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…
Y así pude entender el sentido, el pesar y la determinación de la frase que siguió a esta, que antes no había comprendido y que ahora volví a escuchar:
− Lo único que merecería la pena aprender sería cómo no tener que volver aquí nunca más.
A lo que Aganan silenciosamente, pero con una voz que retumbó en mi interior, respondió:
No te preocupes amigo mío, no sufras más porque tus recuerdos no se perderán, es hora de despertar… Liberaré tu alma de esta cárcel y volveremos a crear nuevos mundos.
FIN…
En los próximos días publicaré una entrada llamada Desde el Otro Plano – ¿Qué es real…? Donde, para el que haya leído este relato y tenga curiosidad, explico algunos detalles de su realización.
http://www.vueloalalibertad.com/
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