domingo, 16 de agosto de 2015
Libro los 12 Trabajos de Hércules
3º TRABAJO DE HERCULES: Apoderarse de las Manzanas de Oro de las Hespérides
1.- En ti yace la verdad. Tienes en ti una fuerza, que es la
herencia de todos los hijos de los hombres que son también hijos de
Dios.
Este tercer trabajo se da en el signo de Géminis. Y trata del
trabajo en el plano físico mientras el aspirante empieza a
comprenderse a sí mismo. Antes de poder trabajar en este signo, como
siempre, debe haber un proceso mental, a veces muy lento y muy
largo, para poder unificar, en el plano físico, el cuerpo y el espíritu.
En este trabajo se prueba la sinceridad del aspirante.
Porque en él, para logara las manzanas de la sabiduría, hay que sentir
antes un verdadero deseo de ser bueno y de investigar los aspectos de
la vida espiritual y practicar la autodisciplina, la meditación y la
oración.
De ese modo, el devoto se transforma en un hombre activo
porque el deseo hay que bajarlo al mundo de la realización. En el
mundo físico es donde adquirimos experiencia. Y ésta es la prueba de
Géminis. Porque las causas puestas en el mundo del pensamiento han
de manifestarse aquí como realidades. También es aquí donde,
mediante los sentidos, el espíritu descubre nuevos campos de
conocimiento y nuevas zonas de la existencia a investigar. Es aquí
donde se logra el conocimiento que, finalmente se ha de transmutar en
sabiduría. Porque el conocimiento es la búsqueda del significado,
mientras que la sabiduría es el conocimiento del espíritu.
Sin la comprensión de la forma en que debe aplicarse el
conocimiento, fracasamos, porque la comprensión es la aplicación del
conocimiento a la luz de la sabiduría, a los problemas de la vida y a la
consecución de la meta.
Hércules sen enfrenta, pues, al desafío de juntar los dos polos de
su ser y coordinar espíritu y cuerpo logrando así la unidad en que se
funden los pares de opuestos.
2.- A Hércules se le indica el trabajo a realizar: buscar las
manzanas de oro del Jardín de las Hespérides.
La manzana figura mucho en la mitología. En el Edén, Lucifer
ofreció una a Eva que, al aceptarla, obtuvo el conocimiento del bien y
del mal, es decir, la sabiduría. Es una manera simbólica de exponer la
aparición de la mente y de cómo ese nuevo vehículo empezó a
funcionar en aquel ser que ni era animal ni era humano.
Pero, con la adquisición de la mente llegó también la conciencia
de la propia dualidad, el pensador y lo pensado, la atracción de los
pares de opuestos, del espíritu, que es bueno, y la materia que es mala
si no se deja dominar por aquél para expresarse a través de ella.
Sólo se le dijeron a Hércules tres datos del problema a
resolver: que había un jardín con un árbol en el que crecían las
manzanas de oro; que el árbol estaba custodiado por la serpiente
de cien cabezas; y que, cuando lo encontrara, encontraría allí a
tres hermosas doncellas.
Y, con esos datos, Hércules empezó a explorar el planeta.
Primero fue al norte, luego al sur y al este y al oeste, hasta que
encontró a Nereo. Hércules le preguntó, pero Nereo nunca daba una
respuesta clara y concreta y directa, sino vagas sugerencias o
insinuaciones. Por fin, le dijo la dirección en que debía buscar, lo que
le hizo volver hacia el sur, es decir, retroceder en el camino ya
andado.
En ese camino hacia el sur, Hércules encontró a la serpiente
llamada Anteo, con la que hubo de luchar. Anteo era hijo de Poseidón,
el dios de las aguas, y de Gea, la Tierra. Por eso, cuando Anteo estaba
en contacto con la tierra, su madre, se hacía invencible. Y Hércules,
como todos los discípulos, en esa lucha, tuvo que usar su mente y
descubrir por qué si Anteo perdía contacto con la tierra se debilitaba.
Y, cuando lo hubo descubierto, le fue fácil mantener a Anteo en el aire
y vencerlo. Recordemos que también Moisés tuvo que levantar en el
aire la serpiente para defender a su pueblo, atacado por serpientes
venenosas.
Pero el aspirante a la vida superior ha de defenderse de otro
peligro muy común y que hace caer a muchos candidatos por lo
atractivo que resulta y que es el astralismo.
Géminis es un signo común, es decir, variable, y es un signo de
aire, es decir, mental. Y, en su búsqueda, tras vencer a Anteo, se tuvo
que enfrentar al astralismo, que se ocupa de la apariencia y no de la
realidad. Y por eso, su próximo encuentro fue con Busiris.
Busiris era hijo de Poseidón, el dios de las aguas, y de una
mortal. Y presumía de ser un gran maestro, de poder indicar a
Hércules el camino para llegar a las manzanas de las Hespérides y de
ser el depositario de la verdad. Hércules lo creyó y permaneció mucho
tiempo con él, admirándolo y olvidando el trabajo pendiente. Lo
aceptó como su maestro y guía. Y, cuando Busiris lo tuvo
completamente dominado, lo ató al altar del sacrificio y le hizo olvidar
a Nereo. Hércules, finalmente despertó de aquella sugestión, se dio
cuenta de lo que sucedía y del engaño de que estaba siendo objeto, se
liberó, ató en su lugar a Busiris en el altar y siguió su camino en busca
de las manzanas. Esta parte de la prueba nos muestra los engaños,
retrasos, desalientos y rodeos que contiene el Sendero.
Siguiendo su búsqueda, encontró a Prometeo, atado a una roca y
con los buitres devorándole el hígado, que cada día se renovaba., así
que Hércules, se desvió de su camino para ahuyentar a los buitres y
liberarlo, cosa que hizo.
Y llegó al momento cumbre de la prueba, en el que
encontró a Atlas cargando sobre sus hombros el peso del mundo. Tan
impresionado quedó Hércules con el enorme esfuerzo que Atlas tenía
que hacer para sostener el peso de la tierra que, conmovido, lo
sustituyó en tal tarea. Y entonces se produjo el milagro: Atlas fue al
Jardín de las Hespérides y, sin impedimento por parte de la serpiente
de cien cabezas que las custodiaba y con la colaboración de las tres
doncellas, cogió las manzanas de oro y se las entregó a Hércules que,
instantáneamente, se vio liberado del peso del mundo y libre de la
tarea que se había impuesto por ayudar a aquél.
3.- El problema con el que había que luchar en el signo de
Géminis era que el hombre es espíritu y es cuerpo y hay que
compensar el yo inferior con el Yo Superior.
Esa dualidad de Géminis está representada en muchas escrituras
sagradas. Recordemos sino a Rómulo y Remo (matando el primero al
segundo), a Caín y Abel (haciendo lo mismo), a Cástor y Pólux (uno
mortal y otro inmortal) y a Ismael e Isaac (uno hijo de la carne y el
otro hijo de Dios). Y recordemos las dos columnas a la entrada del
templo masónico.
4.- Esta historia del tercer trabajo contiene, pues, la primera
lección que todo aspirante debe asimilar: que no se puede aprender
nada si no se ha pasado antes por los signos de Aries y de Tauro.
Porque, de otro modo, se caerá en el deseo de poderes y de presumir
y, por tanto, en las garras de los Busiris que prometen la verdad sin
poseerla y hacen perder el tiempo y el dinero a todos. O sea, que a la
realización mística hay que añadir el conocimiento oculto de la
realidad.
El encuentro de Hércules con Nereo resulta muy instructivo.
Nereo es el símbolo del Yo Superior, el verdadero Iniciado, el
Maestro. Una vez puestos en contacto, el Yo Superior se expresará
como con un destello fugaz, tan huidizo que el aspirante no será capaz
de asirlo.
El Maestro, por serlo, no puede hacer el trabajo por el aspirante
y es éste el que ha de encontrar el camino. A lo sumo, le dará alguna
vaga insinuación, que él deberá juzgar si es sabia o no, y desaparecerá.
Pero nunca le dará una instrucción directa y definitiva.
Hay dos razones para que los verdaderos Maestros o
Hermanos Mayores sólo proporcionen un destello de pensamiento o
de atención momentánea, que el aspirante ha de tener muy en cuenta:
Primera: El aspirante individual no es de interés personal para el
Maestro hasta que haya llegado al punto de haber unido
suficientemente su cuerpo y su espíritu, y sea capaz de poder ser
utilizado como canal para, a su través, dirigirle pensamientos y
sugerencias. A medida que esas sugerencias sean seguidas, le dará
más, pero sólo en cuanto se refieran al trabajo que el discípulo ha de
realizar en servicio del mundo. Hemos de tener presente esto y
recordar que sólo llegaremos a maestros dominando nuestra parte
mortal mediante los esfuerzos de nuestro propio espíritu, que es un
hijo de Dios y ha de saber sobreponerse, poco a poco, a su hermano
mortal..
Segunda: Los cuerpos físicos de los aspirantes no están en
condición de soportar la elevada vibración de quienes ya se han
realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a
demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante
contacto con un discípulo, antes de que éste hubiera aprendido a
conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando,
por nuestros propios esfuerzos, estemos empezando a vivir como
espíritus y, cuando, por nuestro propio autoiniciado empeño,
estemos aprendiendo a servir y a ser canales de energía espiritual,
entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y, casi
inevitablemente, nuestro conocimiento del trabajo que los Grandes
tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a
nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la
carga que ellos llevan.
5.- Cuando los aspirantes hayan aprendido a olvidarse de
ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual
ayudando a la humanidad, podrán pasar, como iniciados, a través
del Portal del Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz y
de lo ilusorio a lo Real.
Hércules, el discípulo, había sentido el toque del Yo
Superior, pero no lo suficiente para permanecer con Nereo. Por
eso hubo de regresar hacia el sur, es decir, al mundo.
Tuvo que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta
vez, no era la serpiente del deseo, sino la de los hechizos del
psiquismo inferior, que aparecen en las primeras etapas y atraen,
inevitablemente, el interés de los aspirantes.
El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a
sentarse y escuchar "voces", se vuelve astralmente clarividente y
clariaudiente, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae
dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Y se
vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oír o ver
lo que no es físico.
De un modo u otro, pues, el aspirante que ha dejado a Nereo, se
ha de encontrar con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el
mito lo relata, durante largo tiempo Hércules no pudo vencer pero,
cuando levantó a la serpiente en el aire, triunfó.
Los aspirantes deberían renunciar a todo interés en los
fenómenos psíquicos, y a excluir, tan firmemente como puedan, el
plano etérico, hasta que hayan desarrollado el poder de ser
intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente
bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.
6.- La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es
igualmente aplicable a la humanidad en su conjunto. El cayó en las
garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Y, durante un
largo período de tiempo Hércules estuvo cautivo de Busiris sin
saberlo. El mundo hoy en día está lleno de maestros; de Busiris que
afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que
tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe,
inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Pero el
verdadero iniciado es conocido por su vida y sus actos; está
demasiado ocupado sirviendo a la raza, para perder el tiempo en
interesar a la gente sobre sí mismo; y no puede hacer promesas
más allá de decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas; éste es el
camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han
recorrido; ésta es la disciplina a la cual has de someterte; y, sólo si
tratas de resistir y tener paciencia, alcanzarás la meta." Y esto es,
precisamente, lo que ofrece la Filosofía Rosacruz que, desde al
principio, anuncia al estudiante que, en su seno, no hay Busiris y
que cada cual ha de ser sus propio Maestro.
7.- Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores
sinceros; y habiendo escapado del mundo psíquico y seudoespiritual
empezó a servir.
Primero, se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el
que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres
de lo antiguo. Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo,
que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de
buscar su propia satisfacción. Prometeo, el Dios interior, podría
adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas.
Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió
su gran sorpresa después de liberar a Prometeo. Habiendo abandonado
su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le
trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres
hermosas doncellas, los tres aspectos del espíritu.
No debemos, pues, olvidar que el camino hacia nosotros mismos
discurre, siempre y exclusivamente, a través de actos de amor a los
demás.
Francisco-Manuel Nácher.
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