El Todo permanece unido para siempre como uno, y sin embargo aquellos con una mente desalentada pueden sentirse separados de su fuente, porque a través de la culpa han abandonado al Espíritu como Causa. Se han dado a sí mismos al mundo de los efectos y han negado al único Poder, el amoroso Perdón y Benevolencia en acción.
Pablo nos cuenta que Dios ha dicho: “No te desampararé, ni te dejaré”. (Heb. 13:5) No, el Espíritu no abandona; más bien es al revés. Renunciamos a Dios cuando creemos que nuestras plegarias no han sido respondidas cuando nada parece funcionar y todo parece estar en un limbo o cuando estamos tan atrapados en “este mundo”, que olvidamos dónde está el poder. Es cuando nos volvemos hacia el ego para “hacer que las cosas sucedan”, usualmente terminamos con la boca llena de cenizas.
Para interpretar en forma adecuada esta lección, miramos nuevamente a la verdad de que no hay sitio donde nosotros terminamos y comienza Dios. El Alma y el Espíritu son una sola mente. Nuestra plena conciencia de nosotros mismos, de la vida y de Dios es esa única mente actuando en una vibración diferente en el modo de reconocimiento como distinto al modo ES. No hay separación; nunca la ha habido; todo es Dios. Nosotros somos como Jesús.
“...y sin embargo aquellos con una mente desalentada pueden sentirse separados de su fuente, porque a través de la culpa han abandonado al Espíritu como Causa “. ¿Y cuál es la razón principal de esto? Regresa a nuestra dependencia del mundo exterior para nuestra felicidad. Si creemos que todo en el mundo que hemos creado es necesario para nuestro bienestar, estamos transfiriendo nuestro poder al mundo de los efectos. Hacer esto es afirmar una vida de hartazgo y hambruna. ¿Por qué? Porque hemos desertado de la Causa, nuestra Fuente, y estamos mental y emocionalmente volviéndonos hacia un mundo que percibimos está lleno de bien y mal, placer y dolor y así es.
Esta búsqueda de alivio en el mundo objetivo proviene de seguir los dictados del ego en vez de aceptar la guía del Espíritu, y usualmente comienza con sentimientos de culpa una palabra que también denota baja autoestima, vergüenza y humillación. Y la culpa cargada sobre nosotros mismos por nosotros mismos acerca de cualquier cosa, resulta siempre en un llamado, generalmente en un nivel inconsciente, para recibir un castigo. Tal petición nos aleja de la corriente de manifestación del reino, de la Madre-Sustancia, de la provisión donde todo se incluye Y ciertamente nos sentimos abandonados y temerosos.
La culpa es una emoción del ego, así que el primer paso para curamos es perdonar. Perdonar es renunciar al resentimiento hacia algo o hacia alguien, y recordemos que el resentimiento equivale a ira, indignación, amargura, sentimientos heridos y venganza. Primero, perdonamos cualquier error que pensamos que hemos cometido alguna vez, que es lo mismo que perdonar a nuestro ego por conducimos a la tentación a través de sus percepciones erróneas. Después enviamos la luz del perdón a través de este mundo, y particularmente a cada persona que se nos viene a la mente como uno que pensamos nos ha lastimado de cualquier forma.
Como lo hemos discutido antes, a menudo le pedimos a Dios cosas materiales, que prosperen nuestros asuntos, que cure nuestro cuerpo, o que nos encuentre la pareja perfecta. Y cuando no obtenemos resultados, nos sentimos abandonados y dudamos si la forma de vida espiritual realmente funciona. Sí funciona, pero nuestro error fue pedir, orar por un cambio en el efecto, ignorando así el falso pensamiento que produjo el efecto negativo en primer lugar. En vez de pedir a Dios que arregle nuestra cuenta bancaria y nuestro cuerpo, o traiga a nuestra alma gemela a nuestra puerta, deberíamos pedir y meditar por una curación de la conciencia para que podamos percibir la realidad en vez del error- ilusión. Contemplamos al Espíritu y dejamos que la Luz disuelva la oscuridad. Entonces aceptamos la curación, y volvemos todo hacia la Presencia interior.
Yo hago que suene simple, y lo es. El secreto de la vida no es cambiar lo que ocurre en nuestro mundo, sino cambiar nuestra mente y nuestros pensamientos con respecto a lo que nos parece estar faltando, amenazando o intimidando. Pregúntate a ti mismo Con respecto a cualquier situación que estés enfrentando: ¿Cómo ve esto mi único Ser, el Espíritu de Dios? La Luz no ve a la oscuridad. La plenitud no reconoce al vacío. El Espíritu no ve problemas, Sólo soluciones. Sí, el Espíritu sabe que en el modo consciente, las necesidades pueden ser percibidas, pero Él ve a dichas necesidades como ya satisfechas, la pregunta respondida, el problema resuelto. Pide y acepta una curación de la mente y las emociones, perdónate a ti mismo, a los demás, y ve como el Espíritu ve.
¿Qué diría Jesús acerca de esa situación que está llamando tu atención? Él te diría que los dones de Dios han sido dados y sólo necesitan ser aceptados. Pero señalaría que esos dones no son materiales; son espirituales. Los dones de Dios son vida, amor, dicha y paz armonía y orden divino , y la fe sólo en la absoluta bondad de la vida. Y te recordaría que es tu mente la que traduce estos dones en forma y experiencia cuando te enfocas en la verdad que eres, en el reino celestial de la causa interior y no en el mal creado mundo de los efectos.
No pierdas el punto. Creamos el mundo material con nuestros pensamientos, y seguimos creándolo.
Nuestras mentes lo están haciendo ahora dependiendo en qué nivel estemos de la conciencia. A través de la baja vibración del ego, mal creamos y sufrimos en y por nuestras propias fabricaciones, y después nos preguntamos por qué hemos sido abandonados. Pero cuando estamos en conciencia espiritual una conciencia, comprensión y conocimiento profundo y permanente de nuestra verdadera Identidad la mente se eleva a una frecuencia más alta, donde interpreta como expresión sólo aquello que es bueno, verdadero y hermoso.
La mujer que tocó con fe la túnica de Jesús fue curada. Al hombre sordo, él le dijo “escucha”. Cuando no había sido atrapado ningún pez, sus instrucciones al pescador fueron “tiende tus redes para que caigan”. Al hombre de manos temblorosas le dijo: “Extiende tu mano”. Y cuando fue necesario pagar impuestos, él dijo que “ve al mar y lanza un anzuelo, y toma el primer pez que salga, y cuando abras
su boca encontrarás un siclo”.
En cada milagro que se recuerda, Jesús representa a cada uno de nosotros como nuestro Ser Completo, y también al recipiente de las bendiciones la mente desalentada sintonizada con el ego.
Cada vez que un efecto auto-creado parezca amenazamos, recordemos volvemos hacia adentro y tocar a la Presencia en meditación, abrimos a la voz del Espíritu interior, ver nuestra conciencia como la “red” de la sustancia, la provisión que todo lo incluye. Y la “mano” es el poder de la manifestación, así que a través de los pensamientos asumimos el poder, la voluntad, y la extendemos hacia fuera para curar las condiciones endebles viendo la radiación de la mente-energía ir delante de nosotros para renovar todas las cosas. Oh, claro, es tiempo de impuestos y no hay dinero. Si nos enfrentamos a ese dilema, recordemos irnos hacia adentro con la mente abierta, sabiendo que todas nuestras necesidades son conocidas por el Espíritu, y tomamos la primera idea que viene a nosotros. En ella encontraremos la forma de enfrentar la situación. ¡Dios nos encuentra en cualquier punto de la conciencia!
Entendamos que “el cielo en la tierra” vivir una vida dichosa y plena es parte del proceso natural. Todo lo que fluye de la mente a la manifestación tiene lugar a cada momento, lo cual significa que la única razón por la que no estamos viviendo vidas plenas y completas son nuestras falsas creencias. El problema no está “allá afuera” está aquí dentro, en la mente. Pero al pedir al Espíritu que sane nuestra mente, y después perdonar a nuestro ego y a cualquiera que sintamos ha impedido nuestro bienestar (otra falsa creencia), estamos despejando el camino para el proceso natural.
Y al mantenemos enfocados en la Presencia interior, estaremos llenando nuestras mentes con la energía de la Verdad, que es entonces expresada en el mundo material como suficiencia TOTAL.
“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra “. (2 Cor. 9:8)
John Randolph Price
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