Capítulo 1
Carta a los amigos
Son las cinco de la tarde y Raquel se encuentra sentada sobre el sofá azul de su recién estrenado salón apurando una taza de café y leyendo por última vez la carta que ha escrito con destino Madrid.
“Mi querido y entrañable David: Marcos está aquí, en el Hospital Estrella de David. Hablé anoche con él por teléfono. Esta vez no puede venir a verme, así que iré yo a su encuentro y le daré esta nota en mano para que os la entregue cuando llegue a casa. Un asunto urgente y delicado le ha traído hasta aquí, pero no me especificó. Espero que cuando le vea pueda contarme algo más.
Sé que has estado intentando comunicarte conmigo sin conseguirlo, pero es que dadas las circunstancias de esta zona, es imposible, la mayoría de los días, el entablar contacto con el exterior. A veces esta triste guerra entre judíos y palestinos es fría y tensa, pero últimamente está muy caliente. Se han desatado y liberado los demonios del odio y del resentimiento, y la furia de estos dos pueblos tan maravillosos en su esencia, está a punto de reventar.
Marcos me ha comentado que estás muy preocupados por mí, y el que yo te diga ahora que no hay motivo, sería una enorme torpeza por mi parte, pues yo también lo estaría por ti, pero estoy bien, amigo mío, animada y muy ilusionada, aunque también muy nerviosa.
Ya sabes lo importante que era para mí venir a esta zona. Se lo debo a mi madre, pero sobre todo a mí misma. De todas formas, si las cosas se pusieran muy feas, tengo la embajada, aunque creo que no se dará esta circunstancia. Todos nosotros sabemos que estamos protegidos por el Jefe, como le llamamos cariñosamente a nuestro Hermano, y no porque seamos especiales, pues de sobra sabemos que a veces somos los peores, los más tercos, cabezones y anárquicos, pero nos hemos empeñado en superarnos a nosotros mismos, y a apostarlo todo por esta humanidad, que aunque pocas veces la entendemos, la amamos incondicionalmente, y no de ahora, sino de siempre.
Pero vayamos a la salsa de la cuestión, a lo más positivo:
Desde que vine, el 15 de Junio, he ido de hotel en hotel, y no ha sido una experiencia agradable. Me he sentido en todo momento como una extraña, como una turista más, y mi objetivo primordial, ya lo sabes, es echar raíces aquí, quedarme un tiempo, como mínimo cinco años. Así que harta ya de deambular, me he decidido, y con parte del dinero que me dejaron mis padres en el testamento, me he comprado un pequeño chalet en el mismo Tel-Aviv. Estoy bastante apartada del centro de la ciudad, pero con el coche no tengo ningún problema. ¡Ah...eso sí...mis únicos vecinos son el Cielo y el mar! ¿Te doy envidia...? Ahora mismo te estoy escribiendo desde la terraza, mirando hacia el horizonte marino y escuchando el placentero y romántico chasquido del agua contra las rocas...Pero no todo es poesía, no creas... El resto de la casa está plagado de paquetes y cajas todavía sin desembalar, apilados por doquier, pero es que quiero hacerlo con cariño, despacio, con el mismo amor que pusimos todos nosotros hace ya veinte años en poner nuestra casita de estudiantes en Madrid. ¡Qué hermoso ha sido todo este tiempo! Esta casa la he comprado pensando en vosotros, porque también es vuestra, al igual que mi corazón, y espero que algún día podáis venir.
Y como me estoy poniendo como un flan, y lo paso muy mal, te dejo por hoy. Tendréis más noticias mías por medio de Marcos. Además de darle un abrazo, tengo que concretar con él algunos detalles del hospital. Anoche me dijo que un amigo suyo israelí trabaja en un centro del Corazón Púrpura, y necesitan con urgencia personal médico.
Os quiero mucho, con toda mi alma. ¡Hasta pronto!
Raquel”
Raquel terminó de leer la carta y unas lágrimas inundaron su rostro. Estaba feliz porque había conseguido llegar al principio de su gran sueño, pero les echaba mucho de menos. Dobló el folio y lo metió en un sobre abierto. Fue a la cocina, se preparó una ensalada y un poco de fruta. Iba a ir al encuentro de Marcos y estaría con él hasta su marcha, e ignoraba cuando sería ésta. La mañana siguiente prometía ser movidita, pues no estaba dispuesta a demorar el asunto del hospital del que le había hablado su amigo.
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