sábado, 1 de agosto de 2015
En el silencio del desierto: CAPITULO 30.- CONSCIENCIA Y AMOR INCONDICIONAL
Micael y Raquel iban en el coche con Antonio, y luego subirían Marcos y Gloria. En el otro coche, conducido por Juancho, iban David, Jhoan y Salomé. Salieron de la casa y se pusieron rumbo a Madrid.
A esas horas de la madrugada no había mucha circulación, por lo que se presentaron en el restaurante con un cuarto de hora de antelación. Para no llamar la atención, aparcaron dos calles más abajo, y mientras esperaban en el interior del coche, David y Juancho, fueron a su encuentro.
- ¡Muchachos... que estamos aquí...! Exclamó Marcos saliendo del restaurante.
- ¿No queréis entrar a tomar algo? Preguntó Gloria.
- ¡No, debemos partir enseguida! ¿Vas a venir con nosotros?
- ¡Vamos los dos, amigos! Hemos estado hablando, y le he contado a Gloria todo. Todavía no me ha dicho lo que piensa, pero quiere venir conmigo.
- Gloria, no sabemos cuanto tiempo tendremos que estar escondidos, ni qué va a pasar en un futuro... ¿estás segura de querer venir?
- ¡Solo estoy segura de una cosa, David, que amo a Marcos y no voy a separarme de él ya nunca más! Esperadme unos minutos, quiero llamar a mis padres y decirles que me voy con Marcos, por lo menos sabrán que me he ido por mi propia voluntad y no pensarán en cosas peores...
- ¿Gloria... puedes esperar un día?
- ¡Sí, claro, no creo que me echen de menos en veinticuatro horas! ¿Pero por qué hay que esperar?
- ¡Ya hablaremos sobre ello en el camino! Vosotros viajaréis en el coche de Antonio con Micael y Raquel. Están aguardando dos calles más abajo. ¡Vamos para allá!
En el viaje reinó el silencio en los dos coches. Antonio llevaba puesta música inca, y Juancho música clásica. Todos guardaban silencio, pero bullían sus corazones. Micael, a través del cristal retrovisor miraba y sonreía a su mujer que iba detrás con Marcos y Gloria, y estos dos miraban hacia delante, pero sus manos estaban entrelazadas, hasta que en un momento determinado, Marcos abrazó a Gloria y la estrechó contra él. En el otro automóvil, David hablaba con Juancho sobre la zona a la que se dirigían. La conocía muy bien. Y detrás, Jhoan y Salomé, también en silencio, pero con las manos unidas.
Eran las siete y media de la mañana y estaban en el área de servicio de Lleida. No habían parado en toda la noche, y necesitaban ir al baño y comer algo. El primero en salir del coche fue Antonio. Fue hacia el restaurante y cogió la prensa. Cuatro ejemplares de distintos periódicos, y volvió al coche. Ojearon los diarios y quedaron estupefactos. En la tercera y cuarta página aparecían sendas fotos de Micael y Jhoan, y al pié de las mismas, los nombres de David, Raquel y Salomé. Todos ellos tachados de jefes de una secta siniestra cuyas investigaciones hechas en Egipto e Israel, les acusan de haber provocado la destrucción de tan queridos, importantes y necesarios monumentos de la humanidad. La investigación, en España, no era oficial, pero la noticia se iba a extender como la pólvora.
- ¡Tenemos un panorama estupendo, muchachos! ¿No teníais vosotros dos fotos más malas que esas?
- ¡Cielos, son las fotos del carnet de universitarios! Parecemos delincuentes. Exclamó Jhoan.
- ¡Ya no podemos entrar en grupo! ¡Tendremos que dividirnos! Y vosotros dos... venid conmigo, detrás de la guantera tengo algo para que os pongáis y paséis más inadvertidos. Exclamó Juancho llevando a los hermanos hacia el coche.
Al cabo de unos minutos, aparecieron. Micael y Jhoan iban con gafas de sol y una visera.
- ¿No creéis que dais más el cante con gafas que sin ellas? ¡Si todavía no hay sol! Exclamó Raquel. Creo que lo mejor que podemos hacer es ir a los baños que hay aquí, en el exterior, y que Juancho y Antonio vayan a comprar algo para comer, y nos lo comemos en otro sitio más apartado, donde no haya gente.
- ¡Soy de la opinión de Raquel, hagámoslo así, es más seguro! Respondió Juancho.
Este fue con Antonio y Marcos a por unos bocadillos y bebidas, y cuando regresaron, volvieron a la autopista. David conocía una zona a la salida de Lleida muy aislada y bonita, donde a veces paraba con sus amigos cuando iban a hacer montañismo. Tenía muy difícil acceso por el mal estado de la carretera, pero consiguieron llegar sin castigar demasiado a los automóviles. Pararon y se dispusieron a almorzar.
Cuando se disponían de nuevo a seguir el trayecto, un hombre, que parecía un viejo pastor, acompañado de un perro y unas cuantas cabras, se dirigió a ellos.
- ¡Buenos días tengan ustedes!
- ¡Buenos días, señor...! Respondieron todos.
- ¿Desean un poco de queso de mis buenas cabras?
- ¡Gracias... pero acabamos de desayunar! Respondió David.
- ¡Pero necesitaréis comer algo más hasta la noche! Y ante aquélla afirmación, todos quedaron expectantes.
- ¿Qué mensaje nos traes, Hermano? Le pregunto sonriente Micael.
- ¡Mi perro y mis ovejas os guardarán, porque yo tengo que partir con ella! Exclamó el pastor señalando a Gloria.
- ¿Conmigo... pero dónde...? Exclamó un poco temerosa Gloria.
- ¡Gloria, no te preocupes... los hermanos quieren que tú, como nosotros, seas del todo consciente!
- ¿Pero para qué, Marcos... yo solo quiero estar contigo? Y para eso no necesito que me lleven a ningún sitio...
- ¡Querida... si has llegado hasta aquí... que más da...! Confía en ellos, son nuestros hermanos e intentan ayudarnos y protegernos, y tú tienes que saber ciertas cosas sobre nosotros, sobre el Plan y sobre ti misma, y solo entonces tu decisión será definitiva. ¡Todos nosotros hemos pasado por lo mismo!
- ¿Marcos, por qué no vienes conmigo?
- ¡Tienes que aprender a confiar, querida, me gustaría ir contigo, pero ni puedo, ni debo hacerlo! ¡Es un encuentro con ellos muy personal, pero estaremos aquí esperándote para comenzar nuestra aventura juntos! ¡No tengas miedo, Gloria, confía en ellos como si de mí se tratara!
- ¡Está bien, Marcos, iré!
Y el viejo pastor, tras dejarles un queso y una tripa de cabra llena de agua, se alejó con Gloria, y de repente, ambos desaparecieron.
- Muchachos, será mejor que saquemos la tienda y la instalemos en un momento. Tenemos muchas horas de sol por delante, y aquí no hay ni un solo árbol. Advirtió David.
Y todos se pusieron a instalar la tienda. Una vez hecho el trabajo, y como había mucho cansancio y sueño, hicieron dos turnos. Mientras unos dormían, los otros quedaban vigilando, pero Micael había observado detenidamente al perro y a las cabras, y dijo:
- ¡No hace falta que nadie haga guardia, podemos dormir todos! ¡Ellos lo harán mejor que nosotros!
- ¿Te refieres a los hermanos, Micael?
- ¡Sí, a nuestro hermano el perro y a nuestras hermanas las cabras! ¡Mirarles… ya se han puesto alrededor de la tienda...! ¡Gracias, hermanitos, nos hace buena falta dormir un poco! Exclamó Micael dirigiéndose a los animales y acariciándoles. ¡Vamos todos a dormir!
Era ya el atardecer, cuando el perro se puso a ladrar y las cabras a balar. El primero en despertarse fue Micael, quien salió fuera de la tienda y vio que todo estaba en orden. El perro fue donde él y le acarició con el hocico, y a continuación lo hicieron también las cabras. Este sacó la tripa con agua de la tienda, y les dio de beber. Hacía calor, y los animales estaban sedientos. Poco a poco fueron despertándose todos y saliendo fuera de la tienda.
Comieron del rico queso y bebieron de la todavía agua fresca. Era un atardecer precioso, de los que invitaban al amor y al romanticismo.
- ¡Qué nos tendrán preparado los Hermanos, chicos! Exclamó Salomé intentando despejarse un poco.
- ¡Quien sabe...! ¿Alguno de vosotros intuye algo? Preguntó intrigado Marcos.
- Puede que sea algo parecido a los que nos prepararon cuando fuimos al Arca. Exclamó Antonio.
- ¡No lo creo, aquello fue para recuperar fuerzas y relajarnos, pero ahora hay que trabajar, y bien!
- ¡Pues a algún sitio tenemos que ir, o nos llevarán, digo yo...! Exclamó Salomé.
Pero Micael y David miraban fijamente a Raquel. Ella estaba tranquila, sonriente, como si intuyera o supiera algo. Como no decía nada, ellos dos callaron y se entregaron también a la incertidumbre. Raquel se separó del grupo, quería correr un poco y estirar las piernas, a lo que se apuntó también Micael. Cuando llevaban un buen rato corriendo alrededor del campamento, Micael la paró y le preguntó:
- ¿Serás capaz de no hablarlo ni tan siquiera conmigo?
- ¿Hablar de qué, mi amor?
- ¡Sabes perfectamente dónde nos van a llevar!
- ¡No lo sé mi amor... tan solo es una fuerte intuición, y si no la comparto es porque no estoy segura, y no quiero que después haya decepciones!
- ¡Al menos dímelo a mí...!
- Ni siquiera es una intuición, conociéndoles un poco a ellos, y qué psicología practican, y por simple deducción... he llegado a ello. ¿A dónde crees que han ido a parar nuestros muebles y enseres de las dos casas de Haifa? ¿Y qué ha pasado con Huracán? ¡Han sido ellos, Micael!
- ¿Pero para qué iban a hacer una cosa así?
- Piensa, mi amor, tenemos que estar un tiempo escondidos para poder trabajar, y qué mejor que estar rodeados de cosas que para nosotros son entrañables...
- ¡Es cierto, Raquel... pero qué tonto he sido de no caer en ello! ¡Encaja perfectamente con su manera de actuar! ¡Y Huracán...! ¿Tú crees mi amor que él será un compañero más?
- ¡Estoy segura de que sí, mi amor! ¡Todo es muy bonito, ya lo ves... por ello no quiero que luego surja la decepción!
- ¡Lo entiendo, mi amor! ¿Cómo estás princesa? ¿Cómo te sientes?
- ¡Estoy maravillosamente... y me siento plenamente feliz!
- ¿A pesar de las circunstancias?
- ¿Qué circunstancias...? ¡Contigo, mi amor, estoy constantemente en el Cielo!
Micael, cogiendo a su mujer de la cintura, la besó, y se abrazaron, y corriendo fueron hacia el grupo. Como no tenían ni guitarra, ni linternas, reunieron unos cuantos rastrojos e hicieron un fuego, y Raquel se puso a cantar. Luego le acompañó David con su voz de barítono, y al final se añadieron Micael y Jhoan. Los demás acompañaban con palmas o silbando, y así estuvieron todo el tiempo, hasta que estalló una buena tormenta y tuvieron que meterse de nuevo en la tienda. Cuando se diluyó, salieron de nuevo. Había refrescado bastante, y el suelo estaba empantanado. Vieron a lo lejos al viejo pastor y a Gloria. Regresaban.
Ella echó a correr y cuando llegó a la altura del grupo, se echó en los brazos de Marcos y lloró. Estaba emocionada, y toda ella se estremecía, pero guardó silencio, y él se limitó a amarla y a estrecharla entre sus brazos.
Cuando el viejo pastor llegó a ellos, les mandó que recogieran y se subieran a los coches, con la indicación de que una vez que se pusieran en la carretera, no tocaran los volantes para nada. Los coches sabían perfectamente dónde ir.
Y así lo hicieron. Cuando salieron a la carretera general, sus manos se posaron sobre ellos, pero no las movieron. Los volantes navegaban por sí mismos. Estuvieron en camino durante dos horas más, y en un desvío, los coches giraron bruscamente y se introdujeron campo a través. Se pararon, y antes de que salieran, el viejo pastor de nuevo apareció ante ellos y les indicó que permanecieran dentro, que iban a ser transportados.
Oyeron un fuerte pitido en sus oídos y seguido una densa niebla de luz los envolvió. Los coches vibraron ligeramente y poco a poco fue disipándose. Volvió la normalidad, y de nuevo el viejo pastor apareció, pero esta vez les invitó a bajarse de los coches.
Desde luego aquél lugar no era el mismo. David conocía perfectamente la zona y toda su vegetación, y olía a eucaliptos, y ese tipo de árboles solo estaban en la zona más alta y más apartada de los Pirineos catalanes. Y el anciano les preguntó:
- ¿Deseáis el día o la noche?
- Pues nos gustaría ver donde estamos. Preferimos en este momento el día. Respondió David en nombre de todos.
-¡Que así sea!
Y sus ojos vieron un gran valle, lleno de luz y de colorido. Y cuando el viejo pastor llamó su atención hacia la parte de atrás, contemplaron una gran casa de madera. A Raquel le dio un vuelco el corazón, pues enseguida comprobó que se trataba de las réplicas de las dos casas de Haifa, pero unidas en una sola. Echó a correr y los demás la siguieron. Al llegar, disfrutaron de la visión de los jardines de Sara. Allí estaba todo, incluso las flores negras salteadas de blanco y amarillo. Entraron en el interior, y todos sus muebles, electrodomésticos, ropas, ordenadores y demás enseres estaban allí. Todo colocado en sus respectivos sitios. Eran sus dos casas, pero unidas por ambas cocinas. No salían de su asombro. El pastor les llevó de nuevo fuera, y les indicó que había una nueva construcción. Se trataba de dos casetas, de unos veinte metros cuadrados cada una. Una de ellas estaba preparada para ser el habitáculo de un caballo, y la otra era una amplia despensa.
Luego los llevó a la parte de atrás de la casa, y vieron una construcción rectangular hecha con un material parecido al cristal. Entraron y vieron que había una piscina de grandes dimensiones. Y el pastor, comenzó con su explicación de la situación y a dar instrucciones.
- Sobre las casas, no hay nada que explicar, pues la mayoría de vosotros ya las conocéis. Está todo igual. Podéis usar los electrodomésticos y ordenadores, pues aunque no haya enchufes ni instalación eléctrica alguna, estáis rodeados de la energía más pura y sutil. En cuanto a esta piscina, tiene las mismas propiedades que la que os instalamos en la gruta del Arca. Es depurativa, y constantemente os renovará. Usarla muy a menudo, dedicarle una o dos horas diarias, pues os ayudará a que vuestros organismos se acoplen perfectamente a esta nueva dimensión.
- Hermano... ¿en qué dimensión estamos? Preguntó Micael.
- ¡En quinta! Estáis en el planeta Tierra, sobre suelo montañoso del Alto Pirineo Catalán, pero en dos dimensiones superiores. Es la única forma en que no podéis ser vistos ni sentidos.
- ¿Pero suponemos que tendremos unos límites a la hora de movernos? Preguntó David.
- ¡Naturalmente! ¿Veis esa línea luminosa que circunda el valle? ¡Pues ese es el límite! De todas formas, no os preocupéis, pues la línea en ningún momento os permitirá salir.
- ¡Todo un valle para nosotros! ¡Qué maravilla...! Exclamó asombrada Salomé.
- ¡Aquí tenéis de todo, hermanos, no os faltará de nada! Tenéis alimentos para un año, salvo carne y pescado, que mientras estéis aquí, no podéis incluirlos en vuestras dietas.
- ¿Para un año...? ¡Es mucho tiempo, no...! Exclamó Jhoan.
- Cuando ellos cumplan con su último trabajo, vosotros tendréis que permanecer aquí un tiempo más, salvo Marcos y Gloria, que tienen otro tipo de actividad. Pero ya hablaremos sobre ello más adelante.
- ¿Lo primeros en salir serán Micael y Raquel? Preguntó Salomé.
- ¡Sí, y tendrá que ser dentro de 120 días! Los hermanos de las
Profundidades estarán preparados para entonces, y vosotros les necesitaréis para poder salir y cumplir con vuestro trabajo. ¡David, Micael… vuestro trabajo tendrá que haberse concluido para entonces!
Porque todos sabemos que tú, Micael y Raquel, os entregaréis una vez que hayáis finalizado vuestra misión, pero tú, David, dadas las circunstancias y lo complicado que se está poniendo todo y lo que se pondrá, no te aseguramos que podamos protegerte por mucho tiempo. En cuanto ellos marchen, tú deberás salir al exterior a entregar la información y a instruir a otros hermanos. Los demás quedaréis aquí, hasta que las aguas se tranquilicen un poco. Pero tampoco os preocupéis por ello. Constantemente os tendremos informados. Desde aquí no podéis conectar con el exterior, pero todos los días os daremos cumplida cuenta de todos los acontecimientos y sucesos del mundo, así como de las instrucciones si las hubiera. Y lo haremos a través de una pantalla que os hemos instalado en el salón de una de las casas. Y ahora que ya hemos visto la piscina, vayamos a explorar la despensa.
Es una habitación de unos veinte metros cuadrados, llena de estanterías. A primera vista, ya veis que todos los alimentos son legumbres, cereales, cajas de leche, hierbas para infusiones, hortalizas, quesos, frutos variados de huerta, jabones naturales y demás complementos de aseo personal. Siempre estará la despensa llena.
En cuanto a la ropa, aunque vuestros armarios estén llenos, tampoco habrá problema, ya que os hemos preparado un chándal y un calzado apropiado a la energía que os rodea, y que no necesitan levarse, ya que se renuevan constantemente.
- ¿Y Huracán, hermano...?
- En estos momentos está cabalgando por el valle. Lo he soltado enseguida para que vaya acostumbrándose a la nueva energía. Sabe volver. No tardará en regresar...
- ¿Cual es tu nombre, hermano pastor?
- ¿Por qué necesitáis mi nombre, hermana...? Preguntó él delicadamente.
- Porque quiero hacerte una pregunta y no sé como dirigirme a ti...
- ¡Es suficiente que me llames hermano... qué mejor nombre que ese...!
- ¡Está, bien, hermano...! ¿No habría alguna posibilidad de poder traer aquí a Daniel y a sus enfermos? ¡Ellos también están en peligro!
- ¡Hermanos, se le ofreció venir aquí con vosotros, pero él eligió quedarse con sus enfermos, y ellos no pueden venir aquí! En sus condiciones físicas no habrían soportado esta energía.
- ¡Ayudarle, hermanos, lo mismo que hacéis con nosotros, hacerlo con ellos allí! Exclamó casi rogando Micael.
- ¡Micael... ya poco podemos hacer por ellos! A los enfermos los lincharon en el mismo pueblo, y a Daniel lo hicieron prisionero y lo entregaron a un grupo de fanáticos, los mismos que os buscan y han levantado los rumores que ya se extienden por toda Europa. Han intentado arrancarle información sobre vosotros. Hoy en día hay mecanismos para hacer hablar a un ser humano en contra de su voluntad, anulándosela y destruyendo su fuerza mental. Por ello, para prevenir, os hemos escondido aquí.
- ¡Dios mío... qué le han hecho...! Preguntó Raquel toda angustiada.
- ¡Le han torturado, hermanos, pero se han olvidado de él por el momento! Está prisionero en espera del día de su ejecución. Saben que es uno de los vuestros, y esperan tener a los cabecillas para lincharlos a todos juntos.
- ¡Traerle aquí... vosotros podéis hacerlo, ya no tiene a nadie a quien proteger, y no quiero que sufra gratuitamente!
- Micael... él tomó una decisión, como lo hicisteis vosotros, y él se entregó, como lo haréis vosotros también. Nadie puede alterar una decisión tomada con plena consciencia de un hermano, a no ser que el mismo Padre lo creo oportuno por el bien de otros.
- Yo no pido que le salvéis la vida, como tampoco quiero que lo hagáis con la nuestra, pues es nuestra decisión tomada voluntariamente. Solo quiero que estos cuatro meses no los pase en una cárcel sufriendo vejaciones y malos tratos y sintiéndose solo. Quiero que esté con nosotros, que comparta con nosotros, y cuando llegue el momento, si es su voluntad, que se entregue con nosotros también.
- Micael... ¿por qué nos pides a nosotros lo que tú tienes potestad de hacer? Si deseas hacerlo, hazlo. ¡Ir a buscarle! ¡Da la orden, e inmediatamente os encontraréis junto a él!
- ¡Micael... tenemos que hacerlo... hay que traerle aquí!
- ¡Mi amor, no es tan fácil! ¡Amo a ese hombre y le entregaría mi vida, pero nos debemos a un Plan que es mucho más importante que las vidas de todos nosotros! ¡Tenemos el poder de hacerlo, pero correríamos mucho riesgo, el que nos detecten y que no nos dejen volver! Fuera hay energías muy poderosas, que están deseosas de localizarnos para hacerse con nuestra energía, que aunque somos sus portadores, no nos pertenece. Con ella tenemos que abrirles a nuestros hermanos las puertas hacia la Luz.
- ¿Pero cómo es que vosotros, que nos habéis protegido, no podéis hacerlo con Daniel? Preguntó confusa Raquel.
- Hermana, nosotros apoyamos el Plan en el que estáis vosotros inmersos, no lo hacemos con las personas, puesto que los que estáis en él, lo habéis hecho voluntariamente y conscientemente. Y aun así, tenemos también unos límites. Si Micael quiere hacerlo, tiene potestad para hacerlo, pero como ha reflexionado él... sería muy peligroso para el Plan, y éste es más importante que todos nosotros.
- ¿Pero es que solo podrías hacerlo tú, Micael? Preguntó Marcos. ¿No podríamos hacerlo cualquiera de nosotros? ¿Yo... por ejemplo? ¡No soy tan importante como vosotros dos en este Plan! ¡Yo puedo, y quiero hacerlo!
- ¡Sí, Marcos, también tu puedes!
- ¡Entonces no se habla más... iré yo!
- Marcos... existe un riesgo, y es que no volváis ninguno de los dos. Respondió Jhoan.
- ¡Te aseguro Jhoan, que cosas más difíciles he hecho! ¡Y volveremos, te lo aseguro!
- ¡Yo me voy contigo! Exclamó Gloria agarrándose al brazo de Marcos.
- ¿Tú también, cariño?
- ¡Sí, Marcos, yo voy contigo!
- ¡Pues ya ves, hermano, pastor... creo que hay exceso de equipaje... a ver como lo arreglas! ¡Estamos preparados... cuando tú quieras!
- Si ese es vuestro deseo... ¡QUE ASI SEA!
Y ante aquélla afirmación pronunciada por todos los presentes, el hermano pastor, Marcos y Gloria desaparecieron. Sólo quedó en el suelo el reloj de pulsera de Marcos. Se agruparon en el salón, y se unieron mental y espiritualmente a ellos.
Pasaron dos horas, y no había señales de ellos. La angustia comenzó a dar mordiscos en sus corazones. Micael y Raquel, estaban unidos por sus manos. Sentían que sus amigos les necesitaban y se entregaban. Pero éste sintió que algo iba mal y pidió a todos hacer una rueda de energía que protegiera a sus hermanos, y así estuvieron casi una hora.
Cuando ya la inquietud y el desasosiego estaban entre ellos, comenzaron a sentir un fuerte calor que provenía del centro del círculo. Se apartaron y una densa nube de color amarillo se extendió por todo el salón.
Y allí aparecieron los tres. Entre Gloria y Marcos estaba Daniel. Ambos le sostenían por los brazos. Estaba desnudo, sucio y muy mal herido. En su pecho había quemaduras que tenían muy mal aspecto. Marcos tenía una herida de bala en el brazo. Sangraba abundantemente. Lo más importante era atenderles, luego se harían los comentarios.
La herida de bala resultó ser superficial, y no revestía ninguna complicación, sin embargo, el cuerpo de Daniel estaba muy mal herido. Pero en vez de curarle las heridas, optaron por meterse con él en la piscina. Marcos, después de controlar la hemorragia de la herida, también se metió.
Al de una hora, Daniel se sentía mejor. El aspecto de sus heridas había mejorado notablemente. El y Micael, siguieron en el agua, mientras que los demás preparaban algo para comer. Habían estado muchas horas sin ingerir líquidos y alimentos, y tenían hambre.
Antes de que salieran del agua para cenar, Raquel se echó con ellos, y fue pasando sus manos por todo el cuerpo de su amigo. Daniel ya estaba del todo consciente, y el dolor de sus heridas había remitido notablemente. Cenaron y hablaron.
- ¡Estás mucho mejor, Daniel... el agua de la piscina es milagrosa...! Exclamó Antonio.
- ¿El agua o vosotros, hermanos...? Contestó Daniel sonriendo.
- ¿Cómo es que habéis tardado tanto en regresar, Marcos? ¿Qué ha pasado?
- Surgieron imprevistos. A Daniel le tenían en la celda de un puesto de policía-militar, y todo habría sido más fácil si no hubiesen aparecido aquellos mercenarios blancos y los cabrones del turbante. Entraron varios y se lo llevaron en una furgoneta maniatado. Lo llevaron a un puesto de control, en el desierto, no sé qué zona era, yo la desconozco. Lo dejaron unos instantes solo, pero tampoco pudimos traerlo, pues enseguida fueron a por él y lo llevaron dentro. Querían sonsacarle de nuevo información e iban a someterle a descargas eléctricas. Así que tuvimos que actuar. Aparecimos y tuvimos que aprovechar el factor sorpresa para cogerle y venir, pero reaccionaron rápidamente y dispararon, y una de las balas me alcanzó en el brazo. ¡Eso fue todo!
- ¿Pero Daniel... por qué quisieron insistir contigo? ¿Acaso no usaron contigo drogas para sacarte información?
- ¡Sí, Jhoan, las usaron, pero no consiguieron nada! Josafat no conocía la clave, pero yo sí. La utilicé y bloqueé mi cerebro. Micael me la había enseñado precisamente el fin de semana que estuve con vosotros. Al pobre Josafat es al que le sacaron toda la información que quisieron. Cuando lo quemaron, estoy seguro de que estaba tan drogado que ni se daría cuenta.
- ¿Qué información crees que consiguieron? ¿Nos deja al descubierto?
- ¡A vosotros cinco sí! ¡De los demás no tienen nada, ni saben nada, por ahora! Ellos creen que el grupo lo componemos Josafat, yo, tu Micael, Jhoan, David y vosotras dos, incluso tienen vuestras fotografías. Cuando entraron en mi casa, buscaban pruebas, y al final dieron con la foto de vuestra boda, la que nos hicimos todos con el caballo. Sé que tú, Micael, Raquel y yo volveremos allí, tenemos algo pendiente, pero tú, David, mientras puedas evitarlo, ni pises aquélla tierra. ¡Te matarían a ti también! ¡Incluso saben que tú eres el portador de claves y secretos, y el precio de tu cabeza se triplica por momentos! Cuando descarguen su furia y su odio sobre nosotros, espero que se olviden de ti, o no te crean tan peligroso. Por ello es preciso que no te dejes ver hasta que tu labor haya concluido. Son fanáticos muy peligrosos y con mucho poder, con muchos tentáculos por todos los países y gobiernos, y no descansarán hasta que den con nosotros.
- ¡Lo que no entiendo es por qué, después de que Micael y Raquel abran las puertas, tienen que morir en manos de esa gentuza! ¡No lo entiendo! ¡Como tampoco comprendo por qué tú, Daniel, después de haber sufrido la tortura que te han infligido, quieres volver también con ellos para que os maten! Exclamo Antonio confuso y rabioso.
- ¡Antonio, porque es necesario, hermano! Nosotros no queremos morir, apreciamos la vida, y la amamos, pero si no nos entregamos a ellos, seguirán buscando y matando, y cuando nuestros hermanos salieran de las profundidades para apoyarnos en este Plan, serían sus víctimas más fáciles e indefensas. Tenemos que saciar el odio de esa gente, y su venganza, para que la fiera vuelva a su cueva. Respondió Micael cogiendo cariñosamente a su hermano por los hombros.
Cuando finalizáramos nuestra misión, podríamos perfectamente abandonar con armonía nuestro cuerpo y dejar verter nuestra sangre sobre la tierra, para que ella la bebiera, y entregar nuestra esencia y espíritu a todos los hermanos... pasaríamos al otro plano sin lágrimas y sin dolor, con la sonrisa en vuestros corazones y rostros, pero la fiera seguiría suelta, amenazante y dispuesta a atacar.
- ¿Acaso no lo hará de igual manera a pesar de vuestro sacrificio? ¡Porque todos nosotros sufriremos sus dentelladas, Micael!
- ¡Sí, Antonio, todos... pero para entonces ya habremos alimentado a la humanidad lo suficiente, para que por sí sola, pueda defenderse! Es como la osa, que viéndose rodeada de lobos hambrientos a los que de un manotazo se quitaría de encima, va el encuentro de ellos para que sacien su hambre con ella y así alejarnos de sus cachorros, porque todavía son pequeños y no pueden defenderse. ¿Lo entiendes, hermano?
- ¡Sí lo entiendo, Micael... pero es muy triste! Lo entiendo entre animales, pero entre seres humanos... ¿De qué ha servido tantos siglos de entrega, de sacrificios, de trabajo, de dolor...? ¡El hombre sigue siendo el mismo, Micael!
- ¡Sí, puede que el hombre no haya cambiado mucho, pero sin embargo el número de corderos, de pacíficos, de hombres que viven para el amor, se ha multiplicado por mil! Hace dos mil años, hermanos, en el momento en que yo expiraba en una cruz, lo hacían conmigo ciento once hermanos. Dentro de cuatro meses, cuando de nuevo el amor se entregue al hombre, seremos cuatro, pero con nosotros lo harán siete mil hermanos, y en los próximos once años, serán cuarenta y cuatro mil los que se entreguen a la humanidad. ¡Y esta gran explosión de Amor, hermanos, será la que provoque el definitivo cambio, el que llevará al ser humano a integrarse en la gran Familia Cósmica, en la Ley del Amor y la Vida. ¡Esta generación lo conseguirá, porque en ella hay mucho amor!
- Muchachos, no quiero que sea siempre David el aguafiestas, así que os recuerdo que hay mucho trabajo pendiente por parte de vosotros dos, y la faena os espera...Exclamó Raquel dando por finalizada la reunión.
- ¡Pero hoy es el primer día, Raquel, déjanos llegar...! ¿Es que no se van dar tan siquiera un respiro?
- ¡Gloria, tenemos tan solo 120 días, y hay mucho... mucho trabajo pendiente!
Todos nosotros sabemos ya cual es nuestro trabajo, así que... tomemos posiciones y en marcha...
Y así lo hicieron. Micael y David pasaron al despacho de Serena y tomaron asiento cada uno en un ordenador. Todos se fueron a sus respectivas habitaciones, menos Raquel, que para no molestar, se quedó en la cocina repasando y ultimando las últimas letras de sus canciones. A las cuatro de la mañana entró en el despacho con unas infusiones calientes, y se dio por finalizado el trabajo. Había que descansar un poco. David se quedó en la cama del sofá salón, y Micael y Raquel subieron a su habitación.
Cuando estaban preparándose para meterse en la cama, oyeron relinchar a Huracán, pero era demasiado tarde para bajar y saludarle. Lo dejaron para más tarde.
- ¿Estás muy cansado, mi amor?
- ¡Sí... pero me siento muy bien! ¿Y tú, princesa?
- ¡En el Cielo, ya lo sabes!
- ¡En este tiempo que nos queda, mi amor, voy a hacerte inmensamente feliz!
- ¡No es necesario que hagas nada para que sea feliz, mi amor, me basta con tenerte a mi lado, aunque sea pegado a un ordenador!
- ¡Pero te aseguro, princesa, que las noches serán nuestras!
- ¿Y entonces cuando dormimos?
- ¡Aquí no se necesita dormir, solo hay que dejarle descansar a la mente, y qué mejor descanso que darle placer...!
- ¿Entonces por qué estamos ahora tan cansados?
- Porque arrastramos la tensión de días anteriores. A partir de mañana, ya verás cómo nuestros cuerpos reaccionan de otra manera.
- Micael... mientras David y tú trabajabais, Juancho y yo hemos estado viendo las noticias del mundo que los hermanos han recopilado para nosotros, y no son nada halagüeñas. ¡Las cosas se están poniendo muy mal!
- Eso ya lo sabíamos, mi amor... y esto me recuerda que tú todavía nos tienes que poner al corriente de lo que acontecerá de aquí a cinco años. Con la marcha precipitada y lo de Daniel, se nos ha olvidado. Bueno... ¿y cuales son esas noticias tan poco halagüeñas...?
- Varias catedrales de Europa se han desmoronado. La Meca ha sido destruida por una extraña tormenta, cuyos rayos no tenía sonido pero calcinaban todo. Nunca hay víctimas, pero sí mucho desastre. En todas las iglesias hay cisma. Muchas órdenes religiosas han cerrado sus puertas debido a la renuncia de muchos de sus miembros. Muchos creen que es un castigo de Dios, pero la gran mayoría comienza a pensar que la culpa la tienen los alienígenas. Y de ello se han ocupado muy bien algunos gobiernos. Has desvelado por fin una verdad que pedía a gritos salir del secretismo, y para desviar responsabilidades, han hecho creer que son ellos los que están haciendo todo con la intención de someter a esta civilización.
- ¡Es cómico, realmente... pero ya se encargarán los hermanos de manifestar la verdad!
- Pero mientras tanto, mi amor, todos los contactados, muchos de ellos amigos nuestros, han tenido que huir y esconderse. En Estados Unidos ya se han cargado a dos. Esas son las noticias que nos han filtrado a través de la pantalla.
- ¡Dejemos aparcado al mundo por unos instantes... y seamos felices, mi amor! ¡Ven aquí...!
Y en el momento en que Micael y Raquel se sumergían en la intimidad más explosiva, Huracán comenzó a relinchar de nuevo. Se echaron a reír, y poniéndose por encima el chándal de algodón rosa, bajaron despacio las escaleras y salieron fuera. Si no iban a saludarle, era capaz de estar así toda la noche sin dejar dormir. Cuando Huracán vio a Micael, fue hacia él y le acarició con su cabeza, y éste se abrazó a su cuello. Raquel también le saludó, y después de hablarle, lo metieron en su caseta. El caballo quedó tumbado sobre la paja, y se despidieron de él.
Cuando los dos volvían hacia casa, observaron el cielo estrellado. Era precioso. Y la brisa suave y cálida.
- Raquel... ¿y si nos quedamos fuera...? ¡Hace una noche tan bonita!
- Podríamos bajar un poco más hacia el valle.
- ¡Creo que va a ser una noche especial, princesa..!
Como muy bien había pronosticado Micael, aquélla madrugada fue muy especial. Se alejaron de la casa, y en plena naturaleza se encontraron en la intimidad. No durmieron, pero dejaron expresarse a sus cuerpos, a sus emociones y sentimientos. Querían sentir la vida, exprimirla, saborearla y saturarse de ella. Dentro de un tiempo destruirían sus cuerpos, y dejarían de ser simples mortales para convertirse en energía densa manifestada. Sus amigos seguirían disfrutando de ellos, de su presencia, de su amor, de su apoyo, pero sus nuevos cuerpos no tendrían sangre, ni un corazón que palpite. Los sentimientos y emociones ya no serían tan entrañablemente humanos, aunque sí más sublimes, y tampoco podrían disfrutarse el uno al otro como la hacían ahora. Los cinco años de un principio, se habían condensado en cuatro meses. El trabajo era más intenso, y también el amor entre un hombre y una mujer.
Cuando regresaron a casa, ya había amanecido. Se encontraban magníficamente y no tenían intención de dormir. Fueron a la piscina a tomarse un baño, y allí estaban ya David y Marcos. Después del baño fueron hacia casa y prepararon el desayuno para todos.
Concluido éste, y antes de que cada cual fuera a su puesto de trabajo, Raquel tomó la palabra y se dispuso a contarles toda la información que le dieron los hermanos días atrás.
- Aunque ellos, nuestros Hermanos, nos tengan constantemente informados de lo que sucede en nuestro mundo, yo os voy a adelantar, de una forma general, todo lo que ellos me permitieron ver del futuro, al menos de los próximos cinco años.
Lo más importante, y en lo que ellos hicieron más hincapié, es el avance dentro de la medicina y en el campo de la Psique-mente. Habrá mucha manipulación genética, que en algunos casos salvarán vidas humanas, pero también provocarán la aparición de nuevos virus mutantes que irán destrozando, lentamente, la vida sobre este planeta.
Estos virus pueden acabar con la vida del ser humano y de muchas animales, si la propia naturaleza, haciendo uso de su sabiduría, no provoca un cambio.
Los grandes descubrimientos sobre la mente del hombre, su capacidad y su poder, le llevará a creer que todo es mente y energía, y el corazón, el mundo espiritual y la relación con Dios, serán ignorados, negados. Y aquéllos que osen defenderlos o manifestarlos serán perseguidos y anulados, como si se tratasen de escoria humana, de agentes peligrosos para la sociedad. Muchos de nosotros, hombres y mujeres conscientes que han llegado al último escalón, ante esta perspectiva marcharán a otros niveles de consciencia y existencia y abandonarán esta humanidad. Otros, entre los que nos encontramos nosotros, seguiremos aquí intentando que la antorcha de la verdad y de la liberación no se apague. Varios países, entre ellos los Estados Unidos de América, revelarán un secreto que pedía a gritos ver la luz: la existencia de vida extraterrestre, y la visita de nuestros hermanos del universo. Pero lo harán con un fin macabro. Habrá mucha miseria, epidemias, hambre, guerras, accidentes nucleares, enfermedades incontrolables, hundimiento de la economía, terremotos. La humanidad pedirá a gritos una respuesta, un responsable, un culpable, y estos gobiernos declararán que los extraterrestres son los que provocan todo con la intención de anular y aniquilar a esta civilización. Es obvio que no podrán hacer nada contra ellos, pero sí contra aquéllos que se han manifestado como sus representantes. Muchos de nuestros amigos y conocidos contactados de Europa y América, se verán obligados a esconderse, y aun así, muchos morirán o serán encarcelados. En este grupo entráis todos vosotros, ya que no podéis protegeros, porque vuestro trabajo será el expandir información y preparar a todos aquéllos que intervendrán directamente en el cambio.
No podremos fiarnos ni de nuestros propios padres. Precisamente las personas que más nos aman, nos traicionarán y delatarán. Creerán que estamos enfermos e intentarán recluirnos bien en hospitales o en el peor de los casos, en cárceles. Es muy duro, hermanos, pero tenemos que protegernos primeramente de ellos. Y esto lo digo más bien por ti, Gloria, sé que vas a tener serios problemas con tus padres. Ellos nunca van a comprender. Van a intentar separarte de Marcos y recluirte para ponerte a salvo de tus amigos.
- ¡Eso no lo conseguirán nunca! Exclamó Gloria segura.
- ¡Y yo tampoco lo deseo, Gloria, por eso te prevengo! ¡Ellos lo intentarán, te lo aseguro, y lo harán porque a su manera te quieren!
- Conozco a mis padres, Raquel, por ello había decidido no ponerme en contacto con ellos hasta que no fuera esposa de Marcos, y cuando lo hiciese, sería por teléfono. ¡Sé que si vuelvo a casa, ya no me permitirán salir de ella! Viajaré siempre con Marcos, estaré a su lado constantemente, y cuando haga ese viaje a Sierra Leona, yo estaré con él y sus compañeros.
- ¿Hay algo más que tengamos que saber, Raquel? Preguntó Antonio.
- ¡Sí, amigos... y es lo más duro...! Muchos de los nuestros, amigos que conocemos y que conoceremos en un futuro, se volverán contra nosotros cuando las cosas vayan mal, nos traicionarán. Ir con cuidado, y que cuando os traicionen, aunque el corazón nos sangre de dolor, seamos comprensivos con ellos, porque tan solo los que tengamos el corazón repleto de amor y confianza, seremos capaces de soportar tanto miedo, angustia y dolor, sin que ellos nos quebranten la voluntad.
- ¿Es eso lo que te pasó a ti Micael, hace veinte siglos con Judas? Preguntó Gloria apesadumbrada.
- ¡Judas no fue ningún traidor, Gloria, desde el principio se mostró tal y como era! ¡Y no era cobarde, sino un valiente, solo que su lucha y la mía, aunque era por el hombre, eran totalmente distintas! Yo sabía que al final se iba a ver obligado a elegir, y me entregó, pero creyendo que así salvaba a su pueblo. Los cobardes fueron otros, que siendo amigos míos, me ignoraron y me abandonaron a mi suerte. Fueron cobardes, sí, hermanos, pero les comprendí, y les amé más que nunca. Tuvieron miedo. Comenzaban entonces a crecer, y como los cachorros de la osa, todavía no podían y sabían defenderse. ¡Por eso huyeron! ¡Sin embargo ahora estáis aquí, y ya no sois cachorros, sino osos, que vienen a entregarse para defender a los que están ahora creciendo y despertando!
- Me pregunto… ¿qué será de Judas? ¿Lo sabes, Micael? Yo también estuve entonces, y le amé mucho, aunque no le comprendía. ¿Es ahora uno de los nuestros? ¿O quizás está ahora en otras dimensiones? Preguntó emocionado Antonio.
- ¿Es que ya no le condenas, Antonio? ¿Ya no crees que sea merecedor de todos los infiernos? Le preguntó sarcásticamente Micael.
- Entonces le condené, Micael, pero mi existencia me ha enseñado que yo mismo también puedo ser un traidor sin desearlo, y me he tenido que tragar mil veces, y con mucha amargura, aquél deseo condenatorio que tuve hacia él. ¡Me gustaría tanto poder tenerle de frente y decírselo, y darle el abrazo que entonces le negué cuando imploraba perdón...!
- ¿Realmente lo deseas, Antonio...? ¡Porque quizá él te esté escuchando y pueda hacer realidad tu deseo!
- ¡Es lo único que tiene pendiente mi corazón, abrazar de nuevo a mi hermano!
Se hizo un instante de silencio, y Daniel, con lágrimas en los ojos, se levantó de su silla y fue hacia Antonio, y mirándole fijamente a los ojos exclamó:
- ¡Yo soy, hermano, el que hace dos mil años imploró vuestro perdón, y no sabes cuanto deseo tu abrazo!
Antonio se quedó perplejo, inmovilizado. Y los demás quedaron sumidos en un profundo y significativo silencio. Daniel se arrodilló ante Antonio, y éste reaccionó con un estallido de llanto, y abrazándose a su amigo. Y los dos quedaron de rodillas, abrazados y sintiéndose con el alma, con el corazón.
- ¡Daniel, hermano, perdóname!
- Entre nosotros esa palabra ya no existe. Este ha sido un reencuentro para amarnos, no para pedirnos perdón.
- ¿Y tu, Micael... lo sabías? Preguntó David a su hermano.
- ¡Sí, lo sabía... yo nunca olvido el corazón de un amigo! ¿Y vosotros me habéis olvidado a mí?
- ¡Siempre te hemos llevado en nuestro corazón, aunque nunca pensamos que podrías venir a nosotros de nuevo con ese aspecto! Respondió en nombre de todos Marcos.
- ¿Y qué le pasa a mi aspecto actual... no os gusta...? Preguntó sonriendo Micael.
- ¡Entonces eras más guapo, más joven y más atractivo...! Exclamó Salomé.
- ¿Y ahora qué pasa... que ya no soy tan resultón?
- ¡Eres del montón, ya madurito, hermano, ya no provocas taquicardias! Exclamó Jhoan riéndose.
- ¡Pues a mí me parece mucho más guapo, atractivo y entrañable que entonces! Exclamó Raquel.
- ¡Pero tu aquí no puedes opinar, hermana, porque estás enamorada!
- ¡Yo también soy de la opinión de Raquel! Respondió Daniel.
- ¿Tu también estás enamorado de Micael...? ¡No nos fastidies... hombre! Exclamó ignorante de la verdad Juancho.
- ¡Sí, yo también estoy enamorado de él... siempre lo he estado... en el pasado, y en el presente!
Juancho se sintió un poco incómodo por su falta de tacto, pero el carácter de Daniel, jovial y sincero, y las bromas posteriores de Micael, hizo que se olvidara del asunto.
Y la vida cotidiana continuó. Al cabo de dos meses, Marcos y Gloria alzaron el vuelo. Su trabajo era muy distinto al de los demás. Seguiría con sus viajes y con su participación directa en los equipos de médicos sin fronteras. Gloria siempre iría con él. De hecho, a los pocos días de abandonar aquél paraíso, se casaron.
Habían pasado ya ciento diez días. Eran las dos de la mañana y estaban dormidos, todos salvo Micael, David y Raquel. Estaban en el salón trabajando cuando de repente una luz dorada con destellos azules invadió el recinto de trabajo. Los tres levantaron sus ojos de los ordenadores y vieron a Safram. Este les hizo el saludo de Casa, pero les indicó que solo era una proyección. Estaba allí para prevenirles. Unos amigos de Josafat, pertenecientes a órdenes esotéricas muy relacionadas con los secretos de las pirámides, habían conseguido entablar contacto con ellos. A pesar de las advertencias, ellos fueron hacia una de las puertas clausuradas, pero alguien les traicionó y les siguieron. Les han hecho prisioneros, y han conseguido saber el emplazamiento de otras puertas en Egipto. La idea de comenzar la apertura por Egipto y terminar en Jerusalén, debería ser invertida.
Cuando Micael se disponía interrogar a Safram, la proyección se difuminó, dejándoles preocupados y con muchas incógnitas.
- David... ya casi hemos acabado... lo poco que queda, ¿podrías terminarlo tu solo?
- ¿Qué quieres decirme con ello, hermano?
- ¡Ha llegado el momento de partir, David!
- ¡Pero hermano... faltan diez días...! ¿Por qué tanta prisa?
- David, para que Safram se haya puesto en contacto con nosotros, las cosas tienen que estar muy mal. Además... era una idea que venía acariciando desde hace días...
- ¡Mi amor...! ¿Por qué no eres más claro?
- Princesa, es mejor que partamos ahora con la excusa de que vamos a encontrarnos con los Hermanos para contrastar información, y a lo que se quieran dar cuenta, ya estamos de vuelta. ¡No quiero que sufran! Ellos esperan los acontecimientos para dentro de diez días, y para cuando quieran despedirnos, ya estaremos de regreso, y para siempre.
- ¿Me estás pidiendo que les oculte la verdad, hermano?
- ¡No te lo pido, David, te lo estoy suplicando! ¡Y además necesitaré que tú me ayudes en esta aventura!
- ¿Cómo...?
- ¡Siento que hay problemas, pero desconozco la gravedad! Estaría más tranquilo si tú nos acompañas, hermano.
- En ese caso, Micael, tendríamos que dejar nuestro trabajo terminado.
- Lo haremos David, cuando regresemos. Sé lo que te estoy pidiendo, hermano, que seas testigo de nuestro final, pero nosotros solos no podríamos abrir las puertas.
- ¡Es que deberíamos ir todos, Micael, porque la energía del Arca se entregó también a cada uno de nuestros hermanos! ¡Todos juntos somos el Arca!
- David, las circunstancias nos han obligado a tomar decisiones imprevistas. ¡Tendríamos que ir todos, esa era la primera intención, pero ahora sería peligroso! ¡Nos están esperando, hermano, y no solo nuestros hermanos, sino también nuestros perseguidores! ¡Y pondríamos en peligro el Plan! Sé que pidiéndote a ti que nos acompañes, te pongo en peligro, pero sé que sin ti, no podríamos abrir todas las puertas.
- ¡Está bien, hermano, pero quiero terminar la descodificación por si acaso! ¡Dame dos días!
- ¡Muy bien, David, disponemos de dos días!
- Será mejor que despertemos a Daniel y se lo digamos. Supongo que necesitará tiempo para prepararse.
- ¡Ya lo haré mañana!
- ¡Hermano, si quieres que los demás no se enteren, díselo ahora, hazme caso!
- ¡Está bien, voy a su cuarto ahora mismo!
Micael subió los cuatro escalones que separaban la cocina salón de Sara con las habitaciones y se metió en la de Daniel. A los pocos segundos, la luz se encendió. Raquel se quedó sentada frente a David, mirándole, pero con la mirada perdida. Ambos tuvieron un mismo impulso. Se levantaron de sus sillas y se abrazaron. David la abrazaba con fuerza, con amor, con un profundo cariño. Pero a ella se le hizo un nudo en la garganta, y ante la dificultad de llorar, se sintió invadida por la angustia, y desprendiéndose de los brazos de su amigo, subió rápidamente las escaleras de caracol con dirección a su habitación.
No tardó mucho en salir Micael del cuarto de Daniel. Su rostro estaba serio, pero relajado, y la luz de Daniel se volvió a apagar.
- ¿Qué te ha dicho, hermano?
- Nada, no me ha dicho nada. Me ha mirado, ha sonreído, y me ha abrazado. Es su forma de decir: ¡aquí estoy, cuando tú quieras y preparado!
- ¿Estás muy cansado, Micael... porque interesaría que nos quedáramos dos horas más para adelantar el trabajo?
- ¡Perfecto, hermano, seguiremos...! ¡Pero antes voy a preparar un té para los tres! ¿Dónde está la princesa?
- ¡Ya lo preparo yo... tu sube a buscarla, que está algo pachuchilla! Está en vuestra habitación.
Cuando Micael subió las escaleras, la oyó llorar, y cuando entró en la habitación la vio sobre la cama, boca abajo, y llorando en silencio, reprimiéndose. Se sentó en la cama, a su lado, y acarició su pelo.
- ¡Princesa... estoy contigo... no estés triste!
- No estoy triste, mi amor, porque estoy contigo, y sé que regresaremos para seguir al lado de nuestros hermanos y amigos. Tampoco tengo miedo, porque sé que esta prueba la vamos a pasar juntos, pero... es que... nos queda tan poco tiempo para amarnos...
- ¡Mi amor, nos queda toda la eternidad! ¡No nos amaremos con estos cuerpos, pero sí con nuestro corazón y espíritu! ¡Y créeme, aunque la forma de experimentar el amor será distinta, no tendrá nada que envidiar a la que tenemos ahora! Mi amor, si ahora tú y yo necesitamos de unos instantes de intimidad para hacer juntos una explosión, luego, solo con el deseo, el pensamiento, será suficiente. Incluso cuando tú quieras estar dentro de mí o yo dentro de ti, solamente con desearlo, nos fundiremos el uno en el otro. ¡Vamos a estar más unidos que ahora! En estos momentos nos separa nuestros respectivos cuerpos, pero luego no, seremos una misma energía manifestada en dos proyecciones.
- ¿Me seguirás sonriendo como lo haces ahora? ¿Me seguirás besando... podré acariciarte, besarte, tenerte entre mis brazos?
- ¡Si entonces lo sigues deseando, me tendrás, princesa! ¿Qué... bajas conmigo a tomar un té con David? Tenemos que seguir trabajando un ratito más.
- ¡Claro que sí... me falta de corregir varios folios de los vuestros!
- ¿Tienes miedo, mi amor?
- ¡Mi corazón está tranquilo y feliz, princesa, pero mis piernas... a veces me tiemblan un poquillo!
- ¡A mí me tiembla todo! ¡Pero cuando estás a mi lado, todo se me pasa!
- ¡Mi amor, bajemos pronto, y cuanto antes terminemos el trabajo, antes subiremos a nuestro rinconcito especial!
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