lunes, 14 de noviembre de 2016

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-5 (Segundo Escrito)


Capitulo 5- (Segundo Escrito)

EL CUERPO DEL DOLOR
EL CUERPO DEL DOLOR: INDIVIDUAL Y COLECTIVO 
Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos por lo que es puede realmente disolverse por completo. 
Deja tras de sí un rastro de dolor. Para los niños en particular, las emociones negativas fuertes son demasiado abrumadoras, razón por la cual tienden a tratar de no sentirlas. 
A falta de un adulto completamente consciente que los guíe con amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente, la única alternativa que le queda al niño es no sentirla. Desafortunadamente, ese mecanismo de defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. 
La emoción sigue viva y, al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad física. 
En algunos casos, interfiere con todas las relaciones íntimas y las sabotea. 
La mayoría de los psicoterapeutas han tenido pacientes que comienzan afirmando que su infancia fue completamente feliz y más adelante terminan diciendo todo lo contrario. 
Si bien esos son los casos más extremos, nadie pasa por la infancia sin sufrir dolor emocional. 
Aunque los dos progenitores hayan sido personas iluminadas, el niño crece en medio de un mundo principalmente inconsciente. Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo. 
Está constituido no solamente por el sufrimiento de la infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la adolescencia y durante la vida adulta, la mayoría de ellas creadas por la voz del ego. 
El dolor emocional es nuestro compañero inevitable cuando la base de nuestra vida es un sentido falso del ser. 
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor. Sin embargo, el cuerpo del dolor no es solamente individual. También participa del sufrimiento experimentado por un sinnúmero de seres humanos a lo largo de una historia de guerras tribales, esclavitud, rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia. 
Ese sufrimiento permanece vivo en la psique colectiva de la humanidad y se acrecienta día tras día como podemos comprobarlo viendo los noticiarios u observando el drama de las relaciones humanas. En el cuerpo colectivo del dolor seguramente está codificado el ADN de todos los seres humanos, aunque todavía no se haya podido demostrar. 
Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros. Algunos bebés son bastante felices la mayoría de las veces. Otros parecen albergar una gran cantidad de tristeza. 
Es cierto que algunos bebés lloran mucho porque no reciben suficiente atención y cariño, pero hay otros que lloran sin razón aparente, como si quisieran que todas las personas a su alrededor fueran tan infelices como ellos, lográndolo a veces. Han llegado al mundo con una carga pesada de sufrimiento humano. 
Otros bebés lloran con frecuencia porque detectan las emanaciones de las emociones negativas de sus padres, lo cual agranda su cuerpo del dolor al absorber la energía de los cuerpos del dolor de sus padres. Independientemente de la razón, a medida que crece el cuerpo físico, crece también el cuerpo del dolor. El bebé que nace con un cuerpo del dolor liviano no será necesariamente un adulto más "avanzado espiritualmente" que el que nace con un cuerpo más denso. 
De hecho, muchas veces sucede lo contrario. 
Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente que quienes llegan con un cuerpo relativamente liviano. 
Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para despertar.
¿Por qué es tan significativa en la conciencia colectiva de la humanidad la imagen del Cristo agonizando con su rostro distorsionado por el sufrimiento y su cuerpo manchado con la sangre de sus heridas? 
Los millones de personas, especialmente durante la Edad Media, no se habrían identificado tan profundamente con esa imagen si ésta no hubiera encontrado eco con algo dentro de ellas o si no la hubieran reconocido inconscientemente como una representación de su propia realidad interna, de su cuerpo del dolor. Todavía no estaban lo suficientemente conscientes para reconocerla directamente en su interior, pero fue el primer paso para hacerlo. Cristo puede considerarse como el arquetipo humano en quien se albergan tanto el dolor como la posibilidad de trascendencia. 
DE CÓMO SE RENUEVA EL CUERPO DEL DOLOR 
El cuerpo del dolor es una forma semiautónoma de energía, hecha de emociones, que vive en el interior de la mayoría de los seres humanos. Tiene su propia inteligencia primitiva, muy parecida a la de un animal astuto, y el principal objetivo de esa inteligencia es la supervivencia. 
Al igual que todas las formas de vida, necesita alimentarse periódicamente (absorber nueva energía) y su alimento es la energía compatible con la suya propia, es decir, la energía que vibra en una frecuencia semejante. 
Toda energía emocionalmente dolorosa puede convertirse en alimento para el cuerpo del dolor. Es por eso que tanto le agradan al cuerpo del dolor los pensamientos negativos y el drama de las relaciones humanas. 
El cuerpo del dolor es una adicción a la infelicidad. 
Es probable que usted se sienta sorprendido al saber por primera vez que hay algo en su interior que busca periódicamente la negatividad emocional y la infelicidad. 
Es preciso estar más conscientes para verlo en nosotros mismos que para verlo en los demás. 
Una vez que la infelicidad se apodera de nosotros, no solamente no deseamos ponerle fin sino que tratamos de que los otros se sientan tan infelices como nosotros a fin de alimentarnos de sus reacciones emocionales negativas. 
En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor tiene una fase activa y otra latente. Cuando está latente olvidamos fácilmente que llevamos una nube negra o un volcán dormido en nuestro interior, dependiendo del campo de energía de nuestro cuerpo del dolor en particular. 
El período que permanece latente varía de una persona a otra: unas cuantas semanas es lo más común, pero puede también ser unos cuantos días o unos meses. 
En algunos casos infrecuentes, el cuerpo del dolor puede permanecer en estado de hibernación durante años hasta que algún suceso lo despierta. 
DE CÓMO SE ALIMENTA DE LOS PENSAMIENTOS EL CUERPO DEL DOLOR.


El cuerpo del dolor despierta cuando siente hambre y es hora de reponer la energía perdida. Pero también un suceso puede activarlo en cualquier momento. 
El cuerpo del dolor que se dispone a alimentarse puede valerse del suceso más trivial para desencadenar su apetito, desde algo que alguien dice o hace, o incluso un pensamiento. 
Si la persona vive sola o no hay nadie cerca en el momento, el cuerpo del dolor se alimenta de los pensamientos. 
De un momento a otro, los pensamientos se tornan profundamente negativos. 
La persona estaba seguramente ajena al hecho de que justo antes del torrente de pensamientos negativos una oleada de emoción invadió su mente en la forma de un estado de ánimo negro y pesado, de ansiedad o de ira. Todos los pensamientos son energía y el cuerpo del dolor procede a alimentarse de esa energía. Pero no cualquier pensamiento le sirve de alimento. 
No es necesario ser particularmente sensibles para notar que un pensamiento positivo genera una sensación distinta a la que genera uno negativo. Aunque es la misma energía, vibra en una frecuencia diferente. 
Un pensamiento alegre y positivo es indigestible para el cuerpo del dolor, el cual solamente puede alimentarse de los pensamientos compatibles con su propio campo de energía. Todas las cosas son campos de energía vibratorios en constante movimiento. La silla en la cual nos sentamos, el libro que sostenemos en las manos parecen sólidos e inertes solamente porque ésa es la manera como nuestros sentidos perciben la frecuencia de sus vibraciones, es decir, el movimiento incesante de las moléculas, los átomos, los electrones y las partículas subatómicas que, en su conjunto, conforman eso que vemos en forma de silla, libro, árbol o cuerpo. 
Lo que percibimos como materia física es energía que vibra (se mueve) en una determinada gama de frecuencias. 
Los pensamientos están hechos de la misma energía pero vibran a una frecuencia más alta que la de la materia, razón por la cual no podemos verlos o tocarlos. 
Los pensamientos tienen su propia gama de frecuencias: los negativos están en la parte inferior del espectro, mientras que los positivos están en la parte superior de la escala. 
La frecuencia vibratoria del cuerpo del dolor resuena con la de los pensamientos negativos, razón por la cual solamente puede alimentarse de ellos. El patrón usual por el cual el pensamiento crea las emociones se invierte en el caso del cuerpo del dolor, por lo menos inicialmente. 
La emoción del cuerpo del dolor no tarda en apoderarse del pensamiento y, una vez que eso sucede, la mente comienza a producir pensamientos negativos. La voz de la mente comienza a contar historias de tristeza, angustia o ira acerca de la vida, de nosotros mismos, de las otras personas, de los sucesos pasados, presentes, futuros o imaginarios. 
La voz culpa, acusa, reniega, se imagina. 
Y nosotros nos identificamos totalmente con lo que dice la voz y creemos todos sus pensamientos distorsionados. Es el momento en que se apodera de nosotros la adicción a la infelicidad. 
No es tanto que no podamos frenar el tren de pensamientos negativos, sino que no deseamos hacerlo. Esto se debe a que, en ese momento, el cuerpo del dolor está viviendo a través de nosotros y suplantando a nuestro verdadero ser. 
Y al cuerpo del dolor le es placentero el sufrimiento. 
Devora ansiosamente todos los pensamientos negativos. 
En efecto, la voz que habla usualmente en la mente se ha convertido en la voz del cuerpo del dolor y ha asumido el control del diálogo interior. 
Se establece entonces un círculo vicioso entre el cuerpo del dolor y el pensamiento. Cada pensamiento alimenta el cuerpo del dolor y éste, a su vez, genera más pensamientos. 
En algún momento, después de unas cuantas horas o hasta días, una vez que está satisfecho, el cuerpo del dolor vuelve a dormir, dejando tras de sí un organismo agotado y un cuerpo mucho más susceptible a la enfermedad. 
Se parece mucho a un parásito psíquico, y eso es en realidad. 
DE CÓMO SE ALIMENTA DEL DRAMA EL CUERPO DEL DOLOR 
Cuando tenemos personas a nuestro alrededor, especialmente el cónyuge o un familiar cercano, el cuerpo del dolor busca provocarlas para poder alimentarse del drama que seguramente sobrevendrá. 
A los cuerpos del dolor les encantan las relaciones íntimas y las familias porque es a través de ellas que obtienen mayor alimento. Es difícil resistirse cuando otro cuerpo del dolor está decidido a provocar una reacción en nosotros. 
Conoce instintivamente nuestros puntos más vulnerables. 
Si su primer intento no prospera, ensayará una y otra vez. 
Es emoción pura a la caza de más emociones. 
El cuerpo del dolor de la otra persona desea despertar el nuestro para que los dos puedan alimentarse mutuamente. Muchas relaciones pasan por episodios violentos y destructivos montados por el cuerpo del dolor a intervalos periódicos. 
Un niño experimenta un sufrimiento casi insoportable cuando se ve obligado a presenciar la violencia emocional de los cuerpos del dolor de sus padres. 
Sin embargo, ese es el destino de millones de niños del mundo entero, la pesadilla de su diario vivir. También es una de las formas de transmitir el cuerpo del dolor de generación en generación. Después de cada episodio, los padres se reconcilian y hay un intervalo de paz relativa, en la medida en que el ego lo permite. El consumo excesivo de alcohol suele activar el cuerpo del dolor, especialmente en los hombres, pero también en las mujeres. En estado de ebriedad, la persona sufre un cambio completo de personalidad cuando el cuerpo del dolor asume el control. Una persona profundamente inconsciente cuyo cuerpo del dolor se reabastece periódicamente a través de la violencia física suele dirigir esa violencia contra su cónyuge o sus hijos. Cuando recupera la sobriedad, su arrepentimiento es grande y auténtico y promete seriamente no volver a cometer esos actos de violencia. Sin embargo, la persona que habla y promete no es la entidad agresora, de tal manera que es seguro que vuelva a caer en ese comportamiento una y otra vez, a menos que reconozca el cuerpo del dolor que vive en su interior, opte por estar presente y logre dejar de identificarse con ese cuerpo del dolor. 
En algunos casos es posible hacerlo con la ayuda de asesoría profesional. La mayoría de los cuerpos del dolor buscan infligir sufrimiento y ser a la vez víctimas de él, pero algunos son principalmente victimarios o víctimas. 
En cualquiera de los dos casos, se alimentan de la violencia, sea ésta física o emocional. 
Algunas parejas que creen estar enamoradas en realidad se sienten atraídas porque sus respectivos cuerpos del dolor se complementan. Algunas veces, los papeles de víctima y victimario quedan claramente asignados desde su primer encuentro. 
Algunos matrimonios, en lugar de hacerse en el cielo se hacen en el infierno. Quien haya tenido un gato sabe que, incluso mientras duerme, el gato parece saber lo que sucede a su alrededor porque al más mínimo ruido dirige las orejas hacia el lugar de donde vino y abre ligeramente los ojos. 
Los cuerpos del dolor son iguales. 
En un determinado nivel continúan despiertos, listos a entrar en acción cuando se les presente el motivo apropiado. 
En las relaciones íntimas, los cuerpos del dolor son lo suficientemente sagaces para mantener un bajo perfil mientras se inicia la vida en pareja y ojalá después de firmado el contrato en virtud del cual se crea el compromiso de vivir juntos durante el resto de la vida. 
No nos casamos con un esposo o una esposa sino también con los dos cuerpos del dolor. 
Puede ser verdaderamente desconcertante reconocer, al cabo de poco tiempo de vivir juntos o después de la luna de miel, que un buen día nuestra pareja experimenta un cambio radical de personalidad. 
Usa un tono de voz duro o estridente para acusarnos o culparnos, o nos grita probablemente a causa de un asunto relativamente trivial o se retrae por completo. "¿Qué te pasa?" preguntamos. "Nada", responde. 
Pero la energía intensamente hostil que emana de ella parece decir, "Todo anda mal". Cuando la miramos a los ojos, estos ya no brillan. Es como si un velo espeso hubiera descendido y que ese ser a quien conocemos y amamos y que solía brillar a través de su ego, estuviera completamente oculto. 
Es como si estuviéramos frente a un perfecto extraño en cuyos ojos vemos odio, hostilidad, amargura o ira. 
Cuando nos hablan, no es la voz de nuestro cónyuge o nuestra pareja, sino el cuerpo del dolor que habla a través de ellos. 
Lo que dicen no es más que la versión distorsionada de la realidad que nos ofrece el cuerpo del dolor, una realidad completamente distorsionada por el miedo, la hostilidad, la ira y el deseo de infligir y recibir más dolor. 
En esos momentos nos preguntamos si ése es el verdadero rostro de nuestra pareja, el cual no habíamos visto antes, y si cometimos un grave error al elegir a esa persona. 
Claro está que no es su verdadero rostro, sino el cuerpo del dolor que ha tomado posesión de ella transitoriamente. 
Sería difícil encontrar una pareja que no cargue con un cuerpo del dolor, pero quizás sería prudente elegir a alguien cuyo cuerpo del dolor no sea tan denso. 
EL CUERPO DENSO DEL DOLOR 
Algunas personas cargan cuerpos del dolor densos, que nunca están completamente latentes. Pueden sonreír y conversar educadamente, pero no hace falta tener poderes psíquicos para sentir el nudo de infelicidad que bulle bajo la superficie, esperando el siguiente suceso que les permita reaccionar, la siguiente persona a quien culpar o confrontar, la siguiente razón para ser infelices. 
Sus cuerpos del dolor nunca se satisfacen, siempre están hambrientos. Intensifican la necesidad del ego de tener enemigos. Su reactividad hace que las cosas más nimias se salgan de toda proporción porque tratan de arrastrar a otros hacia su drama haciéndolos reaccionar. 
Algunas de estas personas viven en batallas prolongadas y finalmente inútiles o en litigios contra empresas y personas. Otras se consumen de odio obsesivo contra su antiguo cónyuge o pareja. Sin reconocer el dolor que llevan adentro, proyectan su dolor sobre las situaciones y los sucesos a través de su reacción. Puesto que no tienen conciencia alguna de lo que son, no distinguen entre un suceso y su reacción frente al mismo. Para ellos, la infelicidad, y hasta el sufrimiento mismo, es parte integral del suceso o de la situación. Al no tener conciencia de su estado interior, ni siquiera saben que son profundamente infelices y que están sufriendo. Algunas veces, las personas que poseen esos cuerpos tan densos se convierten en activistas en favor de alguna causa. La causa puede ser loable y es probable que al comienzo logren sus objetivos. 
Sin embargo la energía negativa que rodea lo que dicen y hacen, junto con su necesidad inconsciente de tener enemigos y conflictos, tiende a generar oposición creciente contra su causa. Por lo general también terminan haciendo enemigos dentro de su propia organización, porque a donde quiera que van encuentran razones para sentirse mal, de tal manera que su cuerpo del dolor continúa encontrando lo que busca.
¿Por qué las películas violentas atraen a un público tan grande? 
Hay una industria enorme, parte de la cual se sostiene gracias a la adicción de los seres humanos por la infelicidad. 
Es obvio que las personas ven esas películas porque desean sentirse mal. ¿Qué es lo que motiva al ser humano a querer sentirse mal y decir que eso es bueno? 
El cuerpo del dolor, por supuesto. 
Buena parte de la industria del entretenimiento está dirigida a él. Entonces, además de la reactividad, los pensamientos negativos y el drama personal, el cuerpo del dolor también se renueva indirectamente a través del cine y la televisión. 
Son cuerpos del dolor los que escriben y producen esas películas para que otros cuerpos del dolor paguen por verlas. ¿Acaso siempre es "malo" mostrar y ver violencia en la televisión y en las pantallas de cine? ¿Alimenta toda esa violencia al cuerpo del dolor? 
En la actual etapa evolutiva de la humanidad, la violencia no solamente es generalizada sino que va en aumento, a medida que la vieja conciencia egotista, amplificada por el cuerpo colectivo del dolor, se intensifica antes de su muerte inevitable. Si las películas muestran la violencia dentro de su contexto más amplio, si muestran el origen y las consecuencia de esa violencia, si muestra lo que le hace a la víctima y también al victimario, si muestran la inconsciencia que está detrás de ella y que se pasa de generación en generación (la ira y el odio que viven en forma de cuerpo del dolor en cada ser humano), entonces las películas pueden desempeñar un papel fundamental en el despertar de la humanidad. 
Pueden ser el espejo en el cual la humanidad vea reflejada su locura. Aquello que reconoce la locura como tal (aunque sea la propia) es cordura, es el despertar de la conciencia, es el fin de la demencia. Esa clase de películas existen y no alimentan el cuerpo del dolor. Algunas de las mejores películas contra la guerra son aquellas que muestran su realidad en lugar de una versión idealizada de la misma. 
El cuerpo del dolor solamente se puede alimentar de las películas en las cuales la violencia se presenta como un comportamiento normal y hasta deseable, o que glorifican la violencia con el único propósito de generar emociones negativas en el observador y convertirse así en una "cura" para el cuerpo adicto al dolor. 
Los tabloides no venden principalmente noticias sino emociones negativas: alimento para el cuerpo del dolor. "Indignación general", grita el titular a tres pulgadas, o "Desgraciados". 
Los tabloides británicos son verdaderos maestros en esto. Saben que la emoción negativa vende muchos más periódicos que las noticias. Los medios noticiosos en general, incluida la televisión, tienden a prosperar a base de noticias negativas. Mientras más empeoran las cosas, más se emocionan los presentadores y, muchas veces, esa emoción negativa es generada por los medios mismos. 
A los cuerpos del dolor sencillamente les encanta. 
EL CUERPO FEMENINO DEL DOLOR COLECTIVO 
La dimensión colectiva del cuerpo del dolor tiene distintas ramificaciones. Las tribus, las naciones y las razas tienen sus propios cuerpos colectivos, algunos más pesados que otros, y la mayoría de los miembros de la tribu, la nación o la raza participan de ellos en mayor o menor medida. 
Casi todas las mujeres participan del cuerpo femenino del dolor colectivo, el cual tiende a activarse especialmente antes de la menstruación. En ese momento, muchas mujeres se sienten invadidas de emociones negativas. 
La supresión del principio femenino, especialmente durante los últimos 2.000 años, le ha dejado el espacio al ego para imponer su supremacía en la psique colectiva de la humanidad. 
Aunque es obvio que también las mujeres tienen ego, éste encuentra terreno más fértil para echar raíces en la forma masculina en lugar de la femenina. Esto se debe a que las mujeres se identifican menos con la mente que los hombres. Permanecen en mayor contacto con el cuerpo interior y la inteligencia del organismo donde se originan las facultades de la intuición. La forma femenina está menos rígidamente encapsulada que la masculina, es más abierta y más sensible a otras formas de vida, y está en mayor sintonía con el mundo natural. 
Si no se hubiera destruido el equilibrio entre la energía masculina y femenina en nuestro planeta, el crecimiento del ego se habría visto obstaculizado en gran medida. 
No le habríamos declarado la guerra a la naturaleza y no estaríamos tan completamente alejados de nuestro Ser. 
Nadie conoce las cifras exactas porque no hay registros de la época, pero parece que durante un período de 300 años, el Tribunal de la Santa Inquisición torturó y asesinó entre 3 y 5 millones de mujeres. 
Esa institución fue fundada por la Iglesia Católica para suprimir la herejía. 
No hay duda de que, junto con el Holocausto, ese período se nos presenta como uno de los capítulos más sombríos de la historia de la humanidad. 
Bastaba que una mujer mostrara amor por los animales, caminara sola en los campos o los bosques, o recogiera hierbas medicinales, para que se la tildara de bruja y después se la torturara y quemara en la hoguera. 
La feminidad sagrada fue declarada demoníaca y prácticamente desapareció de la experiencia humana toda una dimensión. 
Otras culturas y religiones como el judaísmo, el islamismo y hasta el budismo, también suprimieron la dimensión femenina, aunque de manera menos violenta. La situación de la mujer se redujo a ser el vehículo para traer hijos al mundo y a ser propiedad del hombre. 
Los hombres que negaron nuestro aspecto femenino, incluso en su interior, pasaron a dirigir el mundo, un mundo totalmente desequilibrado. El resto es historia o más bien una historia de casos de locura. ¿Quién tuvo la culpa de este miedo por lo femenino, que puede describirse solamente como una paranoia colectiva aguda? Podríamos decir que los culpables fueron los hombres, naturalmente. Pero entonces, ¿por qué en tantas civilizaciones precristianas como la sumeria, la egipcia y la celta las mujeres eran respetadas y no se le temía al principio femenino sino que se le veneraba? ¿Qué fue lo que hizo que los hombres se sintieran amenazados por las mujeres? 
El ego que evolucionaba en su interior. 
Sabía que solamente a través de la forma masculina podría controlar totalmente nuestro planeta y que, para hacerlo, debía inutilizar a la forma femenina. Con el tiempo, el ego se apoderó también de la mayoría de las mujeres, aunque nunca pudo afianzarse tan profundamente en ellas como en los hombres. Ahora vivimos una situación en la cual se ha interiorizado la supresión de nuestro aspecto femenino, incluso en la mayoría de las mujeres. Muchas de ellas, puesto que lo sagrado de lo femenino está suprimido, lo sienten en forma de dolor emocional. 
En efecto, se ha convertido en parte de su cuerpo del dolor, junto con el sufrimiento infligido a las mujeres durante miles de años a través del parto, las violaciones, la esclavitud, la tortura y la muerte violenta. 
Pero las cosas están cambiando rápidamente. 
Muchas personas comienzan a tomar conciencia y el ego comienza a perder su dominio sobre la mente humana. 
Puesto que el ego nunca se arraigó profundamente en las mujeres, está perdiendo su ascendiente sobre ellas con mayor rapidez que sobre los hombres. 
EL CUERPO DEL DOLOR DE LAS NACIONES Y LAS RAZAS 
El cuerpo del dolor es más denso en algunos países en los cuales se han producido o cometido muchos actos de violencia colectiva. 
Esta es la razón por la que las naciones más antiguas tienden a tener cuerpos del dolor más fuertes. 
También es la razón por la que países más jóvenes como Canadá o Australia, o los que han permanecido al abrigo de la locura generalizada como es el caso de Suiza, tienden a tener cuerpos colectivos más livianos. 
Claro está que los habitantes de esos países tienen sus propios cuerpos del dolor individuales. 
Cuando se tiene sensibilidad suficiente, es posible sentir el peso del campo de energía de ciertos países tan pronto como uno baja del avión. En otros países se puede percibir un campo de energía de violencia latente bajo la superficie de la vida cotidiana. 
En algunas naciones, por ejemplo en el Medio Oriente, el cuerpo colectivo del dolor es tan agudo que una parte importante de la población se ve obligada a manifestarlo a través de un ciclo de locura interminable de crímenes y venganzas a partir del cual se renueva constantemente el cuerpo del dolor. 
En los países en los cuales el cuerpo del dolor es pesado pero ya ha dejado atrás su fase aguda, las personas han mostrado la tendencia de tratar de desensibilizarse frente al dolor emocional colectivo: a través del trabajo en Alemania y Japón, a través del consumo generalizado de alcohol en otros países (aunque ese consumo puede tener el efecto opuesto de estimular el cuerpo del dolor, en particular si se consume en exceso). 
El pesado cuerpo del dolor de China se ha mitigado hasta cierto punto con la práctica generalizada del T'ai Chi, la cual, por alguna razón asombrosa, no fue declarada ilegal por el gobierno comunista, que se siente amenazado por todo aquello que está fuera de su control. 
Todos los días, en las calles y en los parques, millones de personas practican esta forma de meditación en movimiento que tranquiliza la mente. Esto tiene un efecto profundo sobre el campo de energía colectivo y contribuye a disminuir hasta cierto punto el cuerpo del dolor al reducir la actividad de la mente y generar Presencia. 
El mundo occidental ha comenzado a acoger cada vez más las prácticas espirituales en las que participa el cuerpo físico como el T'ai Chi, el Qigong, y el Yoga. 
Estas prácticas no crean una separación entre el cuerpo y el espíritu y ayudan a debilitar el cuerpo del dolor. 
Su papel en el despertar del planeta será de gran importancia. El cuerpo colectivo racial es pronunciado entre los judíos, quienes han sufrido persecuciones durante muchos siglos. 
No sorprende que sea también fuerte entre los pueblos nativos de Norteamérica, los cuales fueron diezmados y cuyas culturas prácticamente fueron aniquiladas con la llegada de los colonos europeos. 
También los afroamericanos tienen un cuerpo colectivo del dolor pronunciado. Sus ancestros fueron arrancados violentamente de su tierra natal, sometidos a golpes y vendidos como esclavos. Las bases de la prosperidad económica de los Estados Unidos se construyeron sobre el trabajo forzado de 4 o 5 millones de esclavos. En efecto, el sufrimiento causado a los pueblos nativos y a los afroamericanos no ha permanecido confinado a esas dos razas, sino que se ha convertido en parte del cuerpo colectivo del dolor de los estadounidenses. 
Siempre sucede que tanto la víctima como el victimario sufren las consecuencias de todo acto de violencia, opresión o crueldad. 
Porque nos hacemos a nosotros mismos lo que les hacemos a los demás. Realmente no importa cuál proporción de nuestro cuerpo del dolor pertenezca a nuestra nación o nuestra raza y cuál proporción sea personal. 
Cualquiera que sea el caso, la única manera de trascenderlo es asumiendo la responsabilidad por nuestro estado interior en este momento. Aunque la culpa parezca justificada, mientras culpemos a otros continuaremos alimentando el cuerpo del dolor con nuestros pensamientos y permaneceremos atrapados en el ego. Solamente hay una fuente de maldad en nuestro planeta: la inconsciencia humana. 
En el simple hecho de reconocer esa realidad se alberga el verdadero perdón. Con el perdón se disuelve nuestra identidad de víctimas y aflora nuestro poder verdadero: el poder de la Presencia. En lugar de culpar a las tinieblas, traemos la luz. 
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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