jueves, 7 de abril de 2016

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)-SEGUNDO CAPITULO



El Encuentro
Capitulo- 2 (Tercer Escrito)
¿En qué consiste la espiritualidad?
Perdoname, pero no te escuché bien. ¿Qué dijiste? ¿Querés que hablemos sobre la espiritualidad? Hummm… Es todo un tema, sobre todo en este tiempo en donde el mundo parecería dividirse entre los espirituales y los no espirituales, como si sólo unos pocos tuviesen espíritu. En honor a la verdad, no puedo decirte qué es la espiritualidad como quien da una definición académica. En el mejor de los casos, puedo intentar explicarte qué representa para mí. Pero eso sí, quiero volver a recordarte que todo lo que digo, absolutamente todo, forma parte de mi subjetividad. 
Te lo remarco para que no te quedes con mis palabras y salgas a experimentar tus propias respuestas, porque el camino es siempre individual. Somos espirituales por naturaleza. Encarnamos en el mundo de las formas para experimentar la densidad de la materia, pero nuestra esencia es espíritu. 
También podemos decir que es energía o luz. Cada quién lo denomina como mejor le resuena. De todos modos, muchas veces hablamos de espirituales y no espirituales como una forma de diferenciar quienes intentan manejarse de manera consciente y quienes prefieren hacerlo mecánicamente. Desde mi punto de vista, ser espiritual no está sujeto a rezar, ir a misa, meditar, hacer cursos de autoayuda, cantar mantras, etc. 
Todas esas herramientas nos ayudan a ser más conscientes de que existen planos superiores y contribuyen a que iluminemos nuestras zonas oscuras, pero no nos garantizan nada por sí solas. ¿De qué sirve ir a misa si cuando salgo de la iglesia no hago otra cosa que maldecir? ¿De qué sirve que me sienta en paz mientras medito, si en mi trabajo estoy buscando la forma de ascender un puesto a costa de los demás? ¿Cuál es el sentido de cantar mantras por varias horas y sentirme extasiado, si al llegar a mi casa maltrato a mi familia? Perdemos el tiempo si todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, para conectar con la divinidad y volvernos más conscientes, no podemos aplicarlas para trasformar nuestro día a día. No serviría de nada. 
Las herramientas son un simple medio para alcanzar un determinado fin. Sólo eso. ¿Por qué me mirás de ese modo? ¿Te suena raro lo que te digo? Te daré un ejemplo. 
La agujereadora sirve para hacer un agujero en la pared. 
El fin es hacer un orificio, no importa la agujereadora en sí. Podríamos haber hecho el agujero usando un martillo y un clavo, o cualquier otra herramienta. ¿Comprendés lo que intento explicarte? El mundo estaría mucho mejor si no existiesen las religiones, y los hombres lleváramos una vida centrada en los valores humanos. Imaginate un futuro en donde la gente viviese en el amor, sin andar perdiendo el tiempo con discusiones sin sentido, sobre qué líder religioso fue la máxima expresión del amor. Así vamos por la vida, discutiendo que fue mejor Buda, que fue mejor Cristo, que fue mejor Mahoma, etc. Y no hacemos más que pelearnos, dividirnos y sembrar odio y resentimiento. 
Lo que importa es el mensaje, no el mensajero. La divinidad, fiel a su naturaleza creativa, se expresa bajo millones de forma. 
Si hoy volviese a la Tierra cualquiera de los iluminados sobre quienes se montaron las estructuras de las religiones, otra sería la historia. Te aseguro que no quedaría institución religiosa en pie, porque han desnaturalizado las enseñanzas. Con tantos dogmas y reglas estrictas, la esencia de los mensajes prácticamente se marchitó. No digo todo esto porque sea ateo.
En el año 2004 vi a la Virgen de San Nicolás y ese hecho cambió mi vida, pero no me cerré en esa manifestación. Seguí abierto a la existencia. Recibí enseñanzas de Aguila Blanca y de seres de otras dimensiones, y sigo sin cerrarme. También recibo enseñanzas de las mariposas, las abejas, las nubes, el Sol, el viento, etc. Absolutamente todo comunica y enseña a cada instante. 
Lo único que necesitamos es permanecer atentos y receptivos. Nada más. En tanto y en cuanto estemos abiertos a la vida, veremos que la esencia de lo que la divinidad nos expresa es la misma, independientemente del canal a través del cual se manifieste. Debemos trascender los encasillamientos que nos propone la mente, así nos sentiremos hermanos y lograremos vivir en un clima de paz, armonía y unidad. 
La espiritualidad consiste en volvernos bien humanos. 
Cuando logremos hacerlo, habrá nacido el hombre nuevo. 
Un “Ser Humano” con todas las letras, que vivirá en concordancia con la naturaleza, siguiendo los dictados de su corazón, con plena consciencia de que todos somos Uno, moviéndonos de manera sincrónica y perfecta, a través de una espiral ascendente que fluye con la luz.
No pretendo que creas lo que acabo de decirte, porque ésta es mi particular forma de interpretar la espiritualidad, la cual puede cambiar de un momento a otro, si es que comprendo que esta visión me limita o no me resulta funcional. Sé que lo único constante es el cambio, por eso quiero alentarte a que saltes a la vida y obtengas tus propias vivencias. Ninguna otra cosa podrá transformarte. No te quedes con verdades prestadas. Recorré tu propio camino.
Buscá tus propias respuestas.
No estamos solos en el universo
Uhhhhhhhh! Te pido mil disculpas, ya lo había olvidado. Tenés razón. Hace sólo unos instantes, cuando te estaba narrando parte de las experiencias en lo de Emilio, te dije que había vivido algo maravilloso, pero quedé en contártelo más adelante para no mezclar los temas. Se nota que estás atento. Esto que te voy a contar, está relacionado con un tema que divide a la opinión pública a la hora de hablarlo. 
Se trata de si estamos solos, o no, en el universo. Desde mi punto de vista: estamos más que acompañados. Te reís. Está bien, es saludable poder hacerlo. Si ninguno de los dos experimentó el fuego alguna vez, es probable que –de acuerdo con nuestras creencias– nos aferremos a la posibilidad de que pueda quemar o tal vez que no. Pero, ¿qué pasará una vez que pongas la mano sobre la llama de una vela? ¿Te quedarían dudas de que el fuego quema? ¿Verdad que no? Esa es la ventaja del conocimiento vivencial. Los demás, desde un plano teórico, podrán seguir creyendo lo que les venga en gana con respecto al fuego. Vos, en cambio, no necesitarás creer. Simplemente sabrás. El problema estará en si después querés salir a la calle convenciendo a todos de tu experiencia. Muchos te mirarían de manera poco amistosa y pensarían que un buen chaleco de fuerza te quedaría más que bien. No quiero ser reiterativo, porque sé que en “La Búsqueda” leíste sobre las ciudades intraterrenas, el avistaje de naves y las extrañas luces que vivencié en un monasterio trapense. 
Lo que ahora te quiero contar, para complementar esas otras vivencias, es lo que experimenté en lo de Emilio. “Es tiempo de celebrar y vestirse de blanco”, nos explicó el chamán. 
Por mi gesto de sorpresa al caer en la cuenta de que había ido vestido todo de negro, tuvo la amabilidad de aclarar que vestirse de blanco nada tiene que ver con el color de la ropa, sino con poner conciencia en cada uno de nuestros actos. 
Si bien no recuerdo las palabras exactas con que lo dijo, Emilio también nos explicó que, al caer la noche, la manifestación que veríamos en el cielo estaría relacionada con el grado de vibración alcanzado durante la jornada. El día fue desarrollándose con juegos que contenían enseñanzas, ejercicios de introspección y relajación. También compartimos experiencias e intercambiamos opiniones. Al atardecer cantamos el gayatri mantra y también una hermosa canción a la Virgen María. 
Luego de cenar salimos, como todas noches, a contemplar las respuestas del cielo. Esa noche fue muy especial, no sólo porque contamos cerca de 25 naves, que aparecían y desaparecían, moviéndose en todas direcciones, sino porque, de repente, se presentó una formación triangular enorme.
Las aproximadamente 15 personas que estábamos reunidas allí quedamos con la boca abierta.
“¡Miren allá!”, anunció uno de los chicos. Un triángulo de kiló- metros de distancia, formado por tres luces que se movían de manera perfectamente sincrónica, comenzó a desplazarse entre las estrellas, a una gran altura. Lo vimos durante un par de minutos, y justo cuando llegó arriba de nuestras cabezas desapareció. Todos nos fundimos en un solo grito de alegría.
No podíamos dar crédito a lo que acabábamos de presenciar, porque contar 25 naves ya había sido mucho, pero el triángulo fue demasiado. Nos quedamos un largo tiempo debatiendo si se había tratado de una sola nave triangular, enorme, o de tres naves chicas, que al moverse de manera tan perfecta creaban la ilusión de ser una sola. Miramos para preguntarle a Emilio, pero ya se había ido a descansar. Sólo para nosotros había sido algo fuera de lo común. Recordé su frase: “Los cielos reflejarán el modo en que hayamos vibrado”. No quedaban dudas, sabía de lo que hablaba. Al día siguiente todos estuvimos muy acelerados por el recuerdo de la vivencia. Pusimos aún más empeño en que nuestras acciones no fueran producto de la inconsciencia. 
Por la tarde, su hermana, dos amigos de la infancia (que llevaban muchos años sin verlo) y otro familiar cercano, fueron a visitar a Emilio. En medio de risas y bromas, se podía percibir que tenían grandes dudas sobre lo que habíamos visto la noche anterior. “¿Quién sabe? –les dijo Emilio alegremente–. En una de ésas, esta noche tenemos suerte de nuevo y cuando ustedes vienen a cenar vemos algo”. La noche era tan hermosa que habíamos decidimos sacar las mesas y comer pizzas a la leña al aire libre. 
No había una sola nube. Ese día también había sido de gran celebración, así que todos estábamos expectantes a ver cómo respondería el cielo. Poco a poco, los rostros de sus amigos se fueron iluminando, al ver cómo iban y venían las luces. Aparecían y desaparecían, cruzando el cielo mendocino en todas las direcciones. Pero una vez más, se borraron todas las dudas. 
El gran triángulo volvió a aparecer en el cielo, muy alto, y se desplazó entre las estrellas. Esta vez, éramos más de 30 personas las que pudimos verlo. Cuando llegó exactamente arriba de nuestras cabezas, desapareció sin dejar rastro.
En medio de la algarabía. Emilio se acercó hasta donde estaba su hermana y con una enorme sonrisa le dijo: “¿Y, hermanita, qué me decís ahora, existen o no existen? Eso sí, no vas a andar contándolo mucho, a ver si alguien te quiere encerrar como vos decías que había que hacerlo conmigo, cuando te contaba sobre esta realidad”. 
No hubo nada más que acotar, la mirada emocionada de su hermana lo dijo todo. ¿Suena lindo, no? Mejor todavía es vivirlo, porque a través de las palabras, no puedo reflejarte ni el uno por ciento de lo que se siente al vivir esa experiencia. 
Unos meses antes de ir a lo de Emilio, estando en Cuchi Corral, una localidad cercana a Capilla del Monte (provincia de Córdoba – Argentina), también presencié el avistaje de varias naves, aunque esa vez fue en compañía de una mujer contactada, que se llama Lina. No quiero ahondar en más detalles porque estaría dando vueltas sobre lo mismo, lo que me interesa de todo esto es que comprendas que existen otras civilizaciones. 
Hay más de mil millones de sistemas solares como el nuestro, con sus respectivos soles, planetas, estrellas, etc. ¿Nunca te pusiste a pensar que habiendo tantos y tantos lugares en el universo, que podrían estar habitados, lo más extraño fuera que sólo en la Tierra hubiese vida inteligente? Si el tema te interesa, buscá información sobre los Pleyadianos, los Arcturianos, los Venusinos, etc. Te vas a sorprender al caer en la cuenta sobre cuántas civilizaciones, de un modo u otro, están estableciendo contacto con la humanidad. Hay muchísima bibliografía al respecto, así como miles y miles de sitios web, en donde una innumerable cantidad de canalizadores están acercándonos, día a día, los mensajes de los seres de otras galaxias. 
Sé que suena a ciencia ficción todo esto, pero bueno… Es lo que hay, diría uno de mis amigos. ¿Qué se le va a hacer? Una vez más, simplemente me remití a las vivencias, para fundamentarte, a mi modo, por qué afirmo que no estamos solos en el universo. 
Podés creerme o no. Eso es algo que no me incumbe. Sé que muchas personas dicen: “¿Pero si es tan fácil de ver, por qué yo no veo nada?”. Me quedo con la respuesta que me dio el chamán: “Cada vez que ves una nave te imprimen una determinada vibración, y no todos las pueden ver porque muchos se cierran a la posibilidad de que existan”. Tu gesto de descreimiento me hizo recordar el momento exacto en que, con gran entusiasmo, le conté todo esto a mi esposa Claudia. 
Ella, con tu misma expresión gestual, me dijo: “Qué me importa que existan, si es cierto en algún momento me voy a enterar, dejame de molestar con todo eso, te dije que no me cuentes más sobre esas cosas porque me asustan”. Creo que ya te diste cuenta, ¿no? Ella es mi gran maestra. Tiene la habilidad de hacerme ejercitar la paciencia y la templanza hasta límites insospechados. ¿Sabés por qué traje a relucir este comentario? Porque a raíz de lo que ella me dijo, caí en la cuenta de que, a los fines personales, es intrascendente que existan otras civilizaciones. ¿De qué te sirve ver pasar un ovni? ¿Acaso con eso solucionás tus conflictos internos? ¿Vas a poder cancelar la cuenta del banco o conseguir un mejor puesto en tu trabajo? ¡Te estoy cargando! Pero no olvides que dentro de toda broma se esconde algo de verdad. 
En cierto que el hecho en sí de ver un objeto volador no modificará nada en el corto plazo, pero también es cierto que ese hecho abrirá una gran interrogante en tu camino, y la duda constituye un poderoso motor que nos ayuda a movernos. 
Una pregunta te llevará a la otra. Sin darte cuenta entrarás en el terreno de las vibraciones, el sentido de la vida, etc. 
Y cuando quieras acordarte, casi sin proponértelo, habrás llegado a tu interior. No importa por dónde comencemos la búsqueda, podemos hacerlo desde los lugares más insólitos. Todos los caminos conducen al mismo lugar.
Vamos, arriba ese ánimo! La alegría tiene que estar presente en nuestras vidas, es sinónimo de salud. ¿De qué sirve que podamos hablar sobre estos temas si no tenemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos, no te parece? La vida merece celebrarse a cada instante.
Continua.....

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)-SEGUNDO CAPITULO


El Encuentro
Capitulo- 2 (Segundo Escrito)
Cambiar el sistema desde dentro
Gracias por la acotación, mi amigo. Tenés razón. El sistema socio–económico imperante prácticamente no ofrece chances para que el espíritu pueda volar. Pero eso no debería ser una limitación. Al contrario, tendría que constituir una verdadera invitación hacia el desafío de co–crear una realidad más humana y armónica. 
Si aprendemos a ver los obstáculos como oportunidades disfrazadas para que podamos elevarnos, seremos capaces de interpretar la vida como un contínuo proceso de enseñanzas que nos ayudará a crecer. Coincido con tus palabras. 
Somos responsables por el tipo de sociedad que le ofreceremos a la siguiente generación. Asumimos el compromiso de dejarles un suelo fértil, donde las semillas de los nuevos niños puedan florecer. La tarea no es sencilla, pero tampoco imposible. 
Sólo discrepo en que debamos irnos. Creo que la solución no pasa por intentar salirse del sistema, sino en cambiarlo desde dentro. ¿Considerás que no se puede? ¿Sos de lo que creen que sus acciones son insignificantes? Te propongo algo. Salgamos a la calle y caminemos en veredas diferentes. Vos irás insultando a cada uno que veas, y yo los iré escupiendo. ¡Ahhhh! ¡Viste que nuestras acciones influyen! ¡Claro que deberíamos correr, y bien fuerte! A poco de andar tendríamos a una muchedumbre, embravecida, tratando de lincharnos. Un altísimo porcentaje de personas manifiesta en las encuestas que no pueden hacer nada para ayudar a transformar la realidad. Sostienen que el ejemplo debe venir desde arriba, en clara alusión a los gobernantes. Parecieran no darse cuenta que la vida se compone de la suma de cosas simples, entrelazadas, que vamos haciendo entre todos. Si cuando voy a cruzar por la senda peatonal el conductor del vehí- culo detiene su marcha, en vez de enrostrarme un bocinazo ensordecedor, y la mujer del kiosco me saluda amablemente, en vez de tratarme con desprecio, y en la oficina mi jefe me habla con respeto, en vez de descargar su bronca conmigo, otra sería la historia.
Así vamos por la vida, volando bajo. Haciéndonos eco de los chismes. Tratando de sacar ventajas de los demás. Pensando sólo en nosotros. Después nos horrorizamos por la violencia que se respira en la calle. Pero el aire está viciado de vibraciones rastreras, porque nosotros ayudamos a que eso suceda con cada una de nuestras acciones inconscientes. Si hacemos siempre lo mismo, nunca podremos esperar resultados diferentes. ¡Basta de buscar excusas, mi amigo! El cambio empieza por nosotros. 
La multitud, como tal, no existe. Se compone de la suma de individuos. No hay actos insignificantes. Si nos damos cuenta del tremendo poder que ejercen nuestras acciones y modificamos las conductas, automáticamente el contexto en el que nos movemos variará. Nuestras vibraciones impregnan los lugares en donde estamos. No podemos procurar que nos respeten si no somos capaces de respetar. No podemos pretender que nos amen, si no somos capaces de amarnos. ¿Cómo vamos a esperar que el cambio provenga del exterior, si lo que está fuera no es más que una proyección de lo que somos dentro? Si ponemos nuestros dones y talentos al servicio del bien común, nuestra realidad daría un viraje sorprendente en un solo abrir y cerrar de ojos. 
El cambio no pasa por estar ocupando puestos de poder, sino por reconocer el poder que llevamos dentro y hacernos cargo de que se manifieste, de manera creativa, en pos de un mundo mejor. Nos han hecho creer que no valemos, que somos simples números en las estadísticas. Es tiempo que despierte el espíritu de los mansos, pero, para que eso suceda, tenemos que volvernos conscientes. Si seguimos comportándonos como autómatas, sin corazón, no será posible otro escenario más que el de la violencia, el sufrimiento y el descontrol.
El futuro nace del presente. Así que todo lo que veremos más adelante, será el fiel reflejo de lo que hicimos hoy. El sistema no tiene vida propia. Se nutre de la energía de aquellos que se mueven dentro. Si nuestra forma de vibrar cambia, el sistema mutará. Pero el cambio vibracional no podremos lograrlo si nuestra mente es quien lidera los movimientos. Sólo si le damos al corazón la oportunidad de gobernar nuestra vida, impediremos que el sistema siga siendo cruel e inhumano. Unidos y despiertos no podrán dominarnos a través del miedo. Eso es algo que nunca deberíamos olvidar, porque para modificar un sistema desde dentro, no sólo hace falta que seamos conscientes de nuestros actos, sino también que seamos capaces de unirnos. Ya es ahora de que todas las disciplinas abandonen sus compartimentos estancos y se fusionen para crear un futuro más luminoso. Llegó el momento de reunir lo mejor del hombre de manera sinérgica. La separación no es más que otras de las manifestaciones de la inconsciencia. Debemos ser capaces de ver cómo se complementan las diversas áreas de la vida, poniendo al corazón en el centro de la escena.
¿Cómo abrir el corazón?
Te pido mil disculpas porque mi tono de voz se elevó. No estoy enojado, lo que pasa es que mi espíritu se agita cuando toco ciertos temas que deberían formar parte de un pasado lejano. 
Me preguntaste cómo se hace para abrir el corazón. La respuesta más sincera que puedo darte es: no lo sé. No conozco una fórmula exacta para lograrlo. Tal vez la clave esté en la suma de pequeñas gotas. ¿Podrías decirme cuál es la gota que hace rebasar el agua del vaso? Muchos responden que es la última. Sin embargo, esa gota nunca hubiese podido derramarse, si no fuese por el sostén de todas las que le antecedieron. 
Lo mismo sucede con la apertura del corazón. Este tema no es sencillo de abordar, al menos para mí. De todos modos, intentaré decirte algunas cosas que me fueron funcionales. Tu camino quizá será distinto, así que, por favor, escuchá lo que te digo sin olvidar que mis palabras llevan la carga de mi subjetividad, así como de mis condicionamientos y limitaciones.
Una de las cosas que deberíamos hacer, si pretendemos que nuestro corazón comience a abrirse, es trascender los prejuicios y animarnos a fluir con el sentir. Al principio será una dura batalla, porque la mente nunca está dispuesta a ceder terreno, así que apelará a todos sus recursos, incluso los más bajos, para tratar de impedirlo. Hay momentos en que sentimos que tenemos que hacer algo, que a veces no podemos traducir en palabra. ¿Nunca te pasó? Ahí está el corazón intentando comunicarse. Si tenemos la osadía de escucharlo, poco a poco su voz será más nítida y comprobaremos con cuánta maestría y sabiduría nos guía. 
Una gota acá, otra más allá. Así, poco a poco, vamos llenando el vaso. Una caricia, un gesto sincero, una palabra de aliento… Gotas. En el momento menos pensado el agua se derramará, nuestro corazón se abrirá y se irán lavando nuestras manchas de inconsciencia. Sentir es descubrir un mundo nuevo, en donde lo que creíamos ordinario se vuelve extraordinario, lleno de magia, luz y color. Pero no todas serán rosas. Abandonar la coraza que nos impedía sentir, implicará volvernos vulnerables a las espinas más diminutas. De todos modos, vale la pena abrir el corazón, porque sólo así sentiremos la vida en su máxima expresión. Entrar en contacto con el corazón es ingresar a una dimensión sutil, donde la lógica no cuenta. Es un espacio en donde las sincronicidades, las señales y las emociones se entrelazan con el sentir, para brindarnos nuestra verdadera guía. 
Si lo relacionamos con los temas que vinimos charlando, podríamos decir que sentir es morir a la forma de vida mecánica. Es lo que nos permitirá fluir con la nueva energía y nos ayudará a transformar el sistema desde dentro. Sentir es la clave que activa el corazón y nos conectamos a la vida. Cuando el corazón se abre nos volvemos humanos. Ese es el instante en que un ángel nos dibuja una sonrisa en el alma. No me hagas tantas preguntas que no puedo responder. No puedo decirte mucho más al respecto, excepto contarte cómo fue el instante en que se abrió mi corazón. Sé que te sonará extraño lo que voy a contarte, pero a través de mi testimonio podrás comprender por qué te digo que el corazón se mueve en una dimensión en donde la mente queda sin palabras. Tal vez no lo recuerdes pero, en “La Búsqueda”, conté que, a través de una ceremonia con plantas maestras, tuve una experiencia singular. En esa oportunidad, la ayahuasca ayudó a que mi corazón se abriera. Un río, color azul puro, inundó todo mi ser. Me sentí pleno. Completo. Era la primera vez que me sentía lleno de amor y con una profunda paz interior. Estuve en mi propio cielo. 
Fue como si en una milésima de segundo me sacaran de un sótano pequeño y oscuro, y me llevaran a la terraza para que contemplara el Sol. Fue todo muy mágico. De todos modos, luego de atravesar la experiencia, consideré que tenía que empezar a subir esa escalera, que conduce hacia la luz, paso a paso. 
De manera que pudiese experimentar lo mismo, pero sin ayuda. Así fue como comencé a sumar gotas de conciencia en mi vida, para intentar fluir con el río de la existencia. Siguiendo el dictado de mi intuición, viajé de nuevo a la ciudad de Uspallata (queda en la provincia de Mendoza – República Argentina) a visitar a Emilio, el chamán que había conocido durante el último viaje al que me condujeron las canalizaciones. 
Fui solo. Los 1.200 kilómetros que tuve de marcha en colectivo fueron acompañados por varios momentos de lluvia. Lo extraño fue que a lo largo del recorrido, cada vez que miraba hacia afuera, el agua siempre estaba presente.
Lo que más vívidamente recuerdo, fue un mural con una gran gota de agua y una montaña a su lado. 
Una a una, iba percibiendo las señales, pero no lograba traducir qué es lo que se me quería decir. No, no había nadie que me fuese hablando. Me expresé así, porque sé que una de las formas en que se nos comunican los mensajes, desde los mundos sutiles, es por medio de señales. Es cierto que quizás a vos no te hubiesen llamado la atención, pero las señales tienen valor para quien intuye que algo le están queriendo revelar. 
No pongas mente en esto que te cuento, porque si no te será más difícil comprenderme.
Bueno… te sigo contando. Cuando Emilio me recibió, me preguntó qué era lo que estaba buscando. No supe bien qué responder. Le expliqué que iba guiado por el agua. Sentí que tenía que ayudarlo a que tuviesen su propio pozo de agua. Recuerdo que le dije que así como en todos los lugares sagrados la gente tenía la posibilidad de llevarse agua en bidones, en sus terrenos debería suceder lo mismo, porque es un sitio que mantiene la pureza del alma. Se sonrió. 
Me invitó a pasar y me dijo esperaríamos a ver qué era lo que las señales revelaban. No voy a narrarte todo lo que viví en lo de Emilio, para no hacer muy extensa la charla. Sólo me limitaré a contarte lo que sucedió en relación con el tema que en este momento nos ocupa, la apertura del corazón. 
Puede que también te cuente algo más, ya veremos. Me quedé diez días. Fueron mágicos. Entre sus muchas enseñanzas, Emilio nos trasmitía que todo está íntimamente relacionado. “Si el día está nublado es porque tu corazón está cerrado, no me prives del Sol, abrí tu corazón”, decía amablemente a todos los presentes. 
Al principio me costó asimilar tal interrelación, pero los hechos fueron avalando sus palabras. “Vieron ese rosal, hay tres pimpollos que están por abrirse, veremos cuáles de ustedes se abren a la vida”, sostuvo Emilio. Esa misma tarde, recuerdo que le manifesté a una de las personas que estaba allí, que no sabía que más hacer, dado que, dentro de mis limitaciones, había hecho todo lo posible para que mi corazón se abriera. A la mañana siguiente, cuando fui a cortar pasto a un terreno cercano, ocurrió algo que me sorprendió. Sentí que alguien me arrebató el cuchillo que llevaba en la mano. Miré hacia atrás, pero no había nadie. Estaba solo, así que me puse a buscarlo entre las hojas, tratando de serenarme. No quería moverme del lugar porque el cuchillo no debía estar a más de un paso de distancia. ¿Qué hice? 
Sin moverme del lugar, le pedí ayuda a uno de los chicos que estaba cerca, pero no pudimos encontrarlo. Justo cuando nos dimos por vencidos de seguir buscando, vimos que el cuchillo estaba a unos siete metros de distancia, encima de un montón de hojas. De más está decirte que fue intenso el cosquilleo que me corrió por todo el cuerpo, ya que si un cuchillo se te cae de la mano, nunca puede aparecer tan lejos. “Me están desarmando”, pensé. Cuando llegué a la casa, le conté a Emilio lo sucedido. Simplemente sonrió. Cuando vi el cuchillo en el suelo, nadie estaba al lado mío diciéndome “te están desarmando”. Fue algo que sentí, muy claro, desde dentro. En ese instante, todo mi ser resonó con ese pensamiento y no me quedaron dudas de que era así. Está bien, vos tenés todo el derecho del mundo a pensar que el cuchillo simplemente se me cayó, pero mi íntima convicción fue que alguien me lo sacó con fuerza. Fuera de contexto, siempre podemos ver las cosas de una manera diferente. Lo importante es reconocer qué es lo que nos sucede, por dentro, en el instante mismo en que las cosas acontecen. Esa primera sensación es pura. 
Después llega la mente, con todo su arsenal de suposiciones y conjeturas, y muchas veces nos convence de que creamos otra cosa. ¿Por qué te remarco esto? Porque si bien mi sensación fue muy nítida, luego preferí hacerle caso a mi mente, para ganar en tranquilidad, y di crédito a la posibilidad de que el cuchillo se me hubiese caído. Como te estaba contando, al anochecer, luego de los mantras y de la cena, cantamos muchas canciones de todo tipo, porque ese es otro modo de ayudar a que el corazón se abra. Voy a obviar algo maravilloso que sucedió esa noche, para no mezclar los temas, si querés, más adelante, recordame este punto de la charla y te lo cuento. En la mañana de mi séptimo día de estadía, tal como lo hacía habitualmente, fui a cortar el pasto para los animales. Tomé un cuchillo, dos bolsas bien grandes y salí cantando bajo el Sol. Era un día increíble. Me sentía más que feliz. Miré el majestuoso paisaje de montañas, las flores blancas al costado del camino, los pájaros que volaban… No podía creer cuánta belleza tenía para disfrutar. Me sentí muy afortunado. Nunca supuse lo que me estaba por suceder.
Pasé por debajo de un alambrado. Camine unos cuanto metros por una zona arbolada y como si algo hubiese llamado poderosamente mi atención, mi vista se centró en una larga y perfecta hilera de álamos. No me preguntes qué fue lo que pasó, pero al ver que uno de los álamos se había quebrado en dos, comencé a llorar como nunca lo había hecho en mi vida. 
Era algo incomprensible. No entendía lo que me sucedía, pero no podía parar de llorar. Fui hasta donde estaba el álamo quebrado y lo abracé. Sentí muchísimo amor. Sin soltar el árbol, miré hacia el costado izquierdo y vi que la parte superior del tronco había quedado sin tocar el piso. Extrañamente se había clavado sobre una escalera que conducía a un tanque de agua. 
Lloré todavía más. Internamente sentí que había ido a Uspallata para quebrarme y así poderme elevar para conectar con la fuente. Shhh… después me hacés las preguntas que quieras, pero ahora escuchá sin poner mente. La risa y el llanto se fueron alternando. Me sentí sumamente feliz. Sólo pude mirar al cielo y agradecer. No había una sola nube. El día estaba radiante. 
Me acordé de las palabras del chamán, cuando dijo que el cielo refleja tu corazón. Volví a llorar y no paré de agradecer. 
Las plantas, las hojas, las flores, todo parecía más luminoso. Comprendí la interconexión de las cosas. Los pensamientos que me llegaban, sin control, me mostraban la manera en que todas las señales que había recibido tenían un porqué que excedía toda lógica. Darme cuenta de todo eso me impedía detener el llanto. Eran lágrimas de felicidad. No encuentro las palabras exactas que describan lo que sentí. Recuerdo que luego de salir de ese estado comencé a mirar para todos lados, temí que alguien me hubiese visto. Mi parte racional me decía que me estaba comportando como un loco. También le agradecí, porque gracias a la razón las señales fueron interconectándose. 
Me quedé varias horas en ese lugar. Fue como tocar el cielo con las manos. De regreso a lo de Emilio, con las bolsas de pasto a medio llenar, lo primero que hice fue mirar el rosal. Mis ojos se empañaron. Uno de los pimpollos se había abierto de par en par. Sonreí. Otra señal estaba confirmando lo que había vivido. 
De todos modos, no pude con mi mente y decidí guardar silencio, quería ver si el chamán se daba cuenta de lo que había sucedido. Como podrás ver, mi parte racional es bastante tozuda. De todos modos, me sentí un verdadero estúpido cuando Emilio entró y, con voz dulce y serena, me preguntó: “¿Julio, qué te ha pasado?”. Le agradecí y narré lo sucedido. Aún seguía muy movilizado. Mientras hablaba, una de las chicas presentes apuntó que me estaba poniendo color rosa. Quienes ven el aura, afirman que ese es el color que manifestamos en nuestro campo energético cuando nos expresamos desde el corazón. 
Esa noche, al acostarme, todavía no salía de mi asombro al ver cómo todas y cada una de las señales encajaban a la perfección: mi sensación interna de tener que ir a lo de Emilio siguiendo la guía del agua, las manifestaciones que tuve durante el viaje, la sensación del desarme, el tronco quebrado sobre una escalera que daba a un tanque de agua, la flor que se abrió, etc. Una vez más confirmé que si seguimos nuestra brújula interna, por más que en apariencia demos pasos fuera de la lógica, al llegar a un determinado punto se nos revela que había un hilo conductor, subyacente, que conectaba cada uno de nuestros pasos de manera sincrónica. 
Es un hilo que la mente no ve, pero el corazón siente. De ahí la importancia de hacerle caso a la intuición y dar pasos en el vacío. No lo digo por vos, porque sé que algunas personas podrían suponer que contar este tipo de experiencias tiene que ver con el ego. Son formas de ver. En mi caso, considero que si nadie nos fuese contando sus historias de vida, no tendríamos puntos de referencia que nos alienten a trascender nuestras limitaciones. De todos modos, lo importante de esto que te estoy relatando, no radica en el hecho en sí, sino en la confianza que busco inspirarte, a través de las palabras, para que siempre permanezcas atento a las señales, fluyas con el sentir y te muevas más allá de la razón. Esos son aspectos cruciales, cuando uno intenta salirse del surco de la mente, para conectar con el corazón.
Continua.....
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